La idea de escribir sobre la cadena generacional está inspirada en un término clave de nuestro cursillo, el de la memoria histórica. Es especialmente interesante cómo trata Jordi Soler en su obra Los rojos de Ultramar (2004) las cuestiones de generaciones y identidades distintas. Además, el autor ha profundizado los temas en varios artículos de periódicos, y a continuación haré referencia a uno de ellos también.
La identidad plural del narrador-protagonista se ve en oposición a la identidad de su abuelo, un exiliado que sigue con una identidad catalana. A la pregunta ¿Quién soy? pocas veces se puede construir una respuesta adecuada sin recorrer las historias de los antepasados. El exilio del abuelo Arcadi es un acontecimiento clave para la historia familial y para las historias personales de cada miembro de esa familia.
La cadena generacional es un fenómeno curioso por dos razones, al menos. La primera es que cada generación tiene una percepción propia que conlleva las condiciones históricas y sociales de la época en cuestión. La segunda razón es la interconexión de las memorias.
El abuelo Arcadi no tiene otra opción que huir de su país natal e instalarse en un lugar ajeno, y todo eso considera una solución provisional. Está acogido en México como El catalán. Pero opuestamente a lo que piensa, en los ojos de catalanes de Cataluña ya no es Un catalán sino Un catalán exiliado a México, y el cambio está reflejado en su habla y en sus percepciones. La memoria de él de cómo es Cataluña y la identidad que ha construído para sí mismo quedan sin base en la realidad a medida que transcurre el tiempo. En una entrevista publicada en el País (10/6/2005) afirma Soler:
“Sus hijos y nietos eran mexicanos; no reconoció la ciudad, ni siquiera el edificio en que había vivido; hablaba un catalán de ultramar, mezclado con castellano y con lenguas indígenas, que no entendían en Barcelona, y, además, había un abismo entre los Soler de México y los de aquí.”
El nieto no tiene memoria propia de cómo es Cataluña o de cómo es ser catalán allí. Efectivamente, la realidad del nieto es la realidad mexicana. Su patrimonio contiene elementos transmitidos de segunda mano por la familia. Sin embargo, no tiene memoria de estos sin el rol intermedio de los antepasados. La supervivencia y la vitalidad de la cultura humana están condicionadas por la transmisión de generación a generación. Obviamente, el proceso da ocasión a modificaciones y reinterpretaciones.
En el artículo citado arriba Soler menciona que “(…) [el poeta Eduardo Vásquez] me contó que a su tío le faltaba un brazo, como a mi abuelo. Llegamos a la conclusión de que los nietos de la guerra también somos mutilados. Es como una metáfora: esa mano que les faltaba era la España que nos faltaba a nosotros.”
La cita hace recordar que los nietos de ultramar no sólo tienen que recorrer el espacio temporal sino también el material y cultural. Parece válido plantear las preguntas: ¿Cómo es la España a que alude Soler? ¿Qué tiene en común con la España del abuelo y qué es construcción propia del nieto? Para empezar a caracterizar un país es fructuoso recordar que es múltiple, ante todo. Dentro de uno conviven varias épocas y (sub)culturas, muchas de ellas manifiestas en el entorno físico, como en la arquitectura.
Soler afirma en el País: “A medida que se hacía mayor se fue volviendo más de derechas, católico, como un santón en la selva. Yo me sentía orgulloso de ser hijo y nieto de rojos y me desconcertaba, teníamos broncas continuas. Quizá debería haber muerto en el frente… Luego comprendí que bastante había hecho sobreviviendo.”
Las dos últimas frases de la cita son significativas pensando en los temas de la identidad y de la memoria. Sin la existencia de la memoria del abuelo, ¿cómo sería la identidad y la memoria de la posteridad? Con sus palabras y con su obra Soler expresa gratitud a su abuelo de haber transmitido sus experiencias. Curiosamente, en la cita queda claro que ni siquiera la identidad de rojo tiene permanencia para el abuelo. Ello es muestra de la naturaleza inconstante de la identidad.
Fuentes:
Soler, J.: Los rojos de ultramar. Alfaguara, 2004.
Mora, R.: “Los nietos de la guerra también somos mutilados”. El País, 10/6/2005.
http://elpais.com/diario/2005/06/10/cultura/1118354406_850215.html [consultado 19/12/2016]