Tag Archives: Luna de lobos

Los desmemoriados ya son menos

No hace mucho leí un artículo de prensa muy interesante, trataba sobre la memoria y cómo el hombre en su afán de guardar toda la información, su cerebro le falla. Cualquiera de nosotros nos agrada la idea de pensar que recordamos todo, pero lamentablemente esto no es cierto al cien por cien. El cerebro, ese órgano tan misterioso para los científicos aun en el siglo XXI, nos confunde. Según ese estudio, el cerebro no guarda toda la información sino tan solo “pedacitos”, y luego cuando tiene que recordar toda la historia esos huecos que quedan los “rellena” con información que bien puede ser ficticia o real, es decir, imaginemos la situación siguiente: el propietario de ese cerebro juguetón, quiere recordar qué hizo en un viaje a Estocolmo, en unas fechas concretas, pues la respuesta de su cerebro sería la siguiente: “estuviste en Estocolmo entre el 25 y el 30 de junio y a la respuesta de qué es lo que hiciste, como esos recuerdos no los tengo muy claros me los voy a inventar, y voy a hacerte creer que fueron verdad, porque yo tengo ese poder, ¿cómo no me vas a creer?”. A los españoles les ha sucedido algo similar con uno de los episodios más duros de su historia, están desmemoriados, no se acuerdan o no saben qué es lo que realmente sucedió entre los años 1936 y 1975 (Faber, 2010), por eso los historiadores y ahora también los novelistas intentan “rellenar” esos huecos que tan vacíos quedaron.  Volviendo al símil del comienzo del artículo, ¿cómo se completan en la actualidad esos vanos? La nueva novela sobre la Guerra Civil, que es el hecho que trato en este comentario, es un nuevo género que tiene distintos enfoques y, todos ellos los hemos visto en las novelas que hemos ido leyendo a lo largo de este curso. El modo vivencial, es quizás el que llega a más lectores, ya que el autor hace partícipes a los lectores de la trama de su novela. Ejemplos de este tipo de novela, Luna de Lobos, en la que nos adentramos en la vida de los del monte, vivimos con ellos sus temores, sus esperanzas, nos sentimos parte de ellos, parte de su grupo. Otro ejemplo que también ha pasado por nuestras manos es La voz dormida, en esta historia, profundizamos en el tema de la mujer republicana, cómo sobreviven en el país de la posguerra. También somos cómplices de ellas, de sus intentos de fuga, de las vidas de sus seres queridos, en verdad somos una sufridora más que está junto a ellas. Ambas novelas consiguen transportarnos a ese período de manera que casi lo estemos viviendo nosotros mismos. Se podría decir que este tipo de novelas son las que la mayoría de lectores lee con avidez, porque se encuentra embebido en la trama. Con el modo reconstructivo, el autor de la novela, que no el narrador, pone a prueba al lector, ya no quiere lectores tan pasivos, quiere que pongan en duda si lo que realmente escribe es facto o ficción, o quizás ambas cosas. Ejemplos de este modo los encontramos en Soldados de Salamina, donde el autor ayudado de un narrador-protagonista que busca su identidad con ciertos toques de novela policíaca, debe desenmascarar un hecho que no sabe si es cierto o no. El otro ejemplo que leímos fue Los rojos de ultramar, el protagonista quiere entender qué es lo que le pasó a su abuelo y mientras va investigando su pasado descubre un acontecimiento, que también en este caso, no se sabe si verídico o no. El lector debe prestar más atención con estas obras, puesto que el autor juega con la línea temporal y con las distintas voces. Por último, está el modo contestatario. Las novelas que usan este modo son las que intentan debatir y hacer cuestionar al lector qué es lo que se ha contado del pasado y de qué manera, es decir el cómo. Estas lecturas requieren una mente abierta por parte del lector, ya que son relatos experimentales, no son fáciles de leer, y menos si se realiza una lectura somera, muy superficial. El lector debe poner todos los sentidos mientras lee, ya que se le preguntan muchas cosas. No pretenden dar a conocer un pasado que ya se supone se conoce, sino más bien la manera y los problemas que esto conlleva. La obra que leímos que se enmarca perfectamente en este caso es El vano ayer, donde es más difícil afiliarse a un protagonista o a otro. No interesa lo que les sucedió a los protagonistas, lo realmente interesante es cómo se relató, y con ello hacernos más críticos en materia de novelas a leer, entre otras cosas.

Un último apunte a este comentario, ¿acaso nos podría pasar lo mismo que en la novela 1984? ¿Serán capaces de borrar lo que sucedió e inventarse una nueva historia en la que creer? Yo creo que no, sabemos ahora más y queremos saber más. Pero cuidado con lo que leemos, no vaya a ser que nuestro cerebro guarde esa información como memoria fiable y no sea el caso.

Bibliografía:

  • Faber Sebastiaan, 2010, LA LITERATURA COMO ACTO AFILIATIVO:LA NUEVA NOVELA DE LA GUERRA CIVIL (2000-2007)
  • Apuntes del curso

Sobre el foco narrativo en Luna de lobos de Julio Llamazares

Las novelas estudiadas en el curso (Luna de lobos de Julio LLamazares y La voz dormida de Dulce Chacon) son de estilos muy diferentes y presentan aspectos muy distintos de la Guerra civil. La primera tiene límites más distinguibles y se concentra alrededor de un pequeño grupo de republicanos en los montes del norte durante y después de la Guerra civil. La segunda, cronológicamente de mismo modelo, abunda en temáticas y en personajes y sobrepasa los límites de estilo variando en efectos retóricos y en ritmo de narración. La segunda sería entonces un pozo inagotable de temas a estudiar. Sin embargo me oriento a la novela de Llamazares que me gustaba desde las primeras páginas por la pureza de su narración y por lo auténtico de foco que presenta. Sin más objetivos voy a estudiar un poco cómo desarrolla el foco narrativo.

La Luna de lobos no mezcla más de una visión a aquella del narrador. Aunque se puede distinguir el punto de vista de Ángel de aquello del narrador exterior, en realidad el narrador nunca se avanza mucho de lo que podría ser el propio punto de vista de Ángel. Por eso se puede decir que la narración queda en un plan angelico casi omnipotente. En realidad parece haber más distancia entre Ángel y sus compañeros republicanos (que nunca toman el lugar de narrador y así nunca llegan a ser personas enteras) que entre Ángel y el narrador. El foco de la narración está en Ángel, en lo que ve y lo que siente pero sobre todo en la manera de que llega a relacionar en sus pensamientos el pasado y el presente como una sucesión necesaria. Como una línea roja. Guarda el sentido a pesar de la condición invivible que no parece conllevar futuro. La historia es muy simple, sin paralelismos y con un mínimo de acción así que el tiempo y la realidad del lector corresponden de cerca a los de Ángel.

Al desarrollarse la historia Ángel va distinguiéndose más. En principios vive igual a sus compañeros isolado del resto del pueblo y se oyen lejanamente voces de los habitantes del pueblo que cruzan. Pero estos encuentros se vuelven más escasos y al morir uno por uno los compañeros el punto de vista de Ángel gana de espacio. El lector se da cuenta que nunca salió realmente de la visión de Ángel. También la descripción se vuelve más interior. En principios abundan las descripciones de lugares generales y de encuentros entre personas ajenas del grupo. En un momento empieza cambiar la descripción de los lugares de interés general (la orientación geográfica) en  descripción de lugares más intimos (las cuevas o minas). Se habla de las rutinas de los cuatro compañeros, cuáles son sus relaciones y cómo ven su acción como guerrillero. Pronto se enfoca la atención en ese grupo. Por el punto de vista de la narración el lector se siente más intimamente liado con Ángel. Muy rápido deja de describir su escaso pasado de guerrillero de que prácticamente no se conoce mucho más que su ausencia del pueblo durante dos años. La guerra no sirve para más que de pretexto “para relatar conflictos eternos para dar cuenta de una condición humana”, como analiza Orsini-Saillet en su artículo. Aunque se pueden observar puntos espacio-temporales que permiten al lector de orientarse mayoritariamente en la realidad general, el punto de vista de Ángel parece tomar más importancia cada vez que les pasa algo a los compañeros, especialemente a cada vez que muere uno de ellos. De la poca acción se pasa a la menor acción. De allí a las charlas entre los compañeros y al fin al tipo de vegetación en que viven. Parece una inundación gradual de la mente de Ángel: de un actor entre otros pasa a ser el cerebro del grupo. Está en el foco de la  narración pero es también aquel que define la importancia de los acontecimientos. Al fin, al morir su último lazo con el grupo, el compañero Ramiro, el lector ya se identifica enteramente con Ángel que ahora queda el lobo solitario frente al pueblo. Es  triste pero sobre todo es solitario y está amenazado.

Cuando más se isola una persona mayor importancia toma su vida interior. Su realidad subjetiva estará formada de sus observaciones, sus recuerdos, sueños y aún de imaginación. Como en la vejez, al quedar la mente cautiva del cuerpo descapacitado, en la isolación de Ángel, en la condición del exilio en su propio país, su mente viaja entre el pasado y el presente, entre lo que siente con su cuerpo y con su mente. Lo que le sirve de lazo a través de tiempos es su familia. Este lazo representa el vínculo con la realidad general. Ésto es, según Orsini-Saillet, la separación entre la realidad y la ficción. Gracias a su familia Ángel guarda el sentido, su humanidad. La alegoría del lobo solitario amenazando el rebaño se cumple en el momento en que este lazo se rompe. Se rompe la ilusión que le ha servido de razón para quedar al borde de la vida normal. Ha renunciado al derecho de seguir su vida como humana esperando que recupere algún día su posición. De esta esperanza el lector sólo tiene ideas implícitas através de la narración de ciertos momentos en que el lobo se acerca del rebaño. Por momentos fugaces se le ve observar el rebaño con añoranza: en forma de mujer que amaba, en forma de aquella persona que ya no tiene en su vida. Por esta esperanza se ha vuelto a esta prisión sin muros ni guardias que es su propio país, su país de exilio.

El lazo perdido da inicio al renacimiento de Ángel. Él tiene dos opciones. Puede reaccionar como animal, retirarse para morir, o intentar recuperar algo de su condición humana. Lo curioso con el fin de la novela es que da posibilidad de interpretarlo de dos maneras: sea como muerte de Ángel (que al fin deja la nieve, esta materia fría representadora de la muerte, entrar en su mente como entra en el paisaje, osea deja la muerte exterior, la social tomar la forma de la muerte actual) sea como una reintroducción en la vida humana (dejando traerse por el tren a un lugar nuevo con una vida nueva). En aquel momento el narrador está ya claramente separado del personaje Ángel. Finalmente ha vuelto al punto de inicio, yendo el personaje actor a un lugar, vivo o muerto, y tomando distancia con su condición de animal. Y con el lector que se pierde en el tren.

Bibliografía

Orsisi-Saillet, Catherine (1998): “En torno a una poética de la frontera: Luna de lobos de Julio Llamazares”. Cuadernos de narrativa, 3,pp.87-103.

[trabajo de Heidi]

Artículos sobre Luna de lobos y La voz dormida

He añadido en Matskut estos dos artículos:

Orsini-Saillet, Catherine (1998): “En torno a una poética de la forntera: Luna de lobos de Julio Llamazares“. Cuadernos de narrativa, 3, pp. 87-103.

Portela, Edurne M. (2007): “Hijos del silencio: Intertextualidad, paratextualidad y postmemoria en La voz dormida de Dulce Chacón“. Revista de Estudios Hispánicos, 41, pp. 51-71.

El tío Ángel de Julio Llamazares

Parece que Ángel, el narrador-protagonista de Luna de lobos, está inspirado en un personaje real, esto es, en un tío de Julio Llamazares que desapareció durante la Guerra Civil. Si os interesa leer más sobre él, os dejo aquí un enlace al cuento de Julio Llamazares titulado “El desaparecido”, publicado en el libro Tanta pasión para nada (Alfaguara, 2011) y al artículo “La perseverancia de los desaparecido”, que el autor publicó en 2008 en El País.

Asimismo, el personaje de Ángel rinde homenaje a Gregorio García Díaz, o Gorete, que permaneció escondida en una cueva en su pueblo durante once años, tres meses y cinco días. Llamazares cuenta su historia, bajo el título “Adiós a Gorete“, en el libro En Babia y en un artículo publicado en El País.