Mirando hacia atrás

SANTOS JULIÁ – El País – 25/04/2010

A José María Ridao, que le preguntaba por qué en todas partes se seguía mirando hacia atrás, Claude Lanzmann contestó: “Vivimos en un mundo que no sabe adónde va. El futuro es sombrío y, por eso, en el inicio del siglo XXI pasamos el tiempo ocupándonos del XX. No hacemos otra cosa”. Se sumaba así el creador de Shoah a la serie de nombres ilustres que desde la caída del muro de Berlín vienen llamando la atención sobre la invasión de memoria como síntoma de nuestra pérdida de orientación hacia el futuro. Quizá, como escribía Charles Maier, es hora de preguntarnos si “la adicción a la memoria podría convertirse en neurasténica y discapacitadora”. Maier pensaba que el empacho de memoria (surfeit of memory) era la prueba de que las sociedades occidentales habían llegado al final de un proyecto colectivo masivo y habían agotado su capacidad de encontrar instituciones colectivas basadas en aspiraciones de futuro.

A España, la marea memorial ha llegado con cierto retraso, pero con fuerza redoblada, porque nos ha devuelto la manía de rectificar el pasado, como si se dijera: frente a las escasas expectativas que ofrece el futuro, cambiemos de pasado para mejorar la calidad del presente. Hemos mezclado, pues, la corriente memorial con nuestra bien arraigada propensión a juzgar nuestro pasado, en bloque, como un fracaso, como una carencia, un no ser ocurrido en algún no lugar. Aquí, se nos decía, ha fracasado todo: la revolución liberal, la revolución industrial, el Estado nacional, la República.

Quedaba la transición, mayormente considerada, a pesar de los pesares, como un logro: consolidación de la democracia, entrada en Europa, cambio de sociedad. Pero el relato que tanto habíamos oído de pequeños, que la historia de España era la más triste porque siempre termina mal, esperaba con ansia cabalgar de nuevo. Y ya está otra vez instalado entre nosotros: el último fracaso, el culpable de que esta democracia nuestra de cada día sea de baja calidad, es la transición o, mejor, lo que unos traidores no se atrevieron a hacer en la transición. Nueva vuelta de tuerca en esa mirada hacia atrás que consiste en culpar de la frustración presente a lo que no sucedió en el pasado.

El no suceso fue que no se hizo justicia. ¿Por qué? Pues porque, traumatizados por la guerra y poseídos por el miedo, los españoles optaron por emplearse en la borradura del pasado. Resultado del miedo y del olvido fue la amnistía. Cambiemos, pues, de transición renegando de la amnistía. Pongamos mano sobre nuestro pasado para rectificarlo y así colmar sus carencias. Y ahí tenemos a un fiscal que denuncia, 35 años después de la muerte de Franco, a jueces y magistrados como cómplices de las torturas del franquismo, régimen en que el denunciante ejerció como alto funcionario del Ministerio Público.

Y ahí tenemos a Izquierda Unida que olvidando, ahora sí, lo que sus mayores dijeron entonces, cuando se llamaban comunistas y estaban orgullos de serlo por su historia de resistencia a la dictadura, pretende rectificar la Ley de amnistía que con tanto coraje político y moral defendió entonces la gente del PCE. Si recordaran lo sucedido el 14 de octubre de 1977 no mirarían hacia atrás con ánimo de cambiar el pasado: nunca se han pronunciado en un Parlamento español palabras tan hondas, tan sentidas y tan llenas de futuro, como las de aquel día, cuando Marcelino Camacho, tras recordar muertes y torturas, preguntaba: “¿cómo podíamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a otros si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?” O cuando Arzalluz recordó que en aquel hemiciclo se reunían “personas que hemos militado en campos diferentes, que hasta nos hemos odiado y hemos luchado unos contra otros”, para concluir: “Olvidemos, pues, todo”.

Esa clase de olvido no era represión de una presencia, no era ausencia: era hijo de la memoria. Tal vez ellos no lo supieran, pero Memoria , señora de las colinas de Eleuter, alumbró a las Musas “como Olvido de males y remedio de preocupaciones”. Y fueron las Musas, hijas de Memoria, las que visitaron aquel 14 de octubre el Congreso y hablaron por boca de Camacho, de Arzalluz, de todos los demás, salvo uno, que en nombre de Alianza Popular cerró los oídos a su hermoso canto. ¡Ea, tú! -habrá que repetir con Hesíodo- comencemos por las Musas, que, como hijas de Memoria, nos devuelvan el olvido de los males para remediar las preocupaciones del presente y abrir caminos de futuro.

Causa general II

La neutralización del guerracivilismo español requiere el desmantelamiento de los símbolos de la dictadura franquista -por ejemplo, el Valle de los Caídos- y la condena explícita del golpe de Estado de 1936

ANDRÉS TRAPIELLO – El País – 25/04/2010

Cunetas es el título de un libro de poemas que escribió Luis Pimentel sobre los asesinatos que tuvieron lugar en Galicia durante la guerra civil. Se escribió en 1947 pero sólo pudo publicarse, muerto ya su autor, en 1981. “Hubo niños que asesinaron a hombres”, leemos en él con el ánimo sombrío. Pimentel no fue de ningún modo un franquista, pero tampoco lo contrario, como tantos españoles que se quedaron en España después de la guerra.

El 18 de abril de 2010 este periódico publicaba la historia de Manuel Muñoz Frías, de 79 años. La saña del destino en ella, anonada. Si hubo un millón de muertos en la guerra civil, hay al menos veinte millones de historias como la de Manuel Muñoz, las de la mayoría de los que sobrevivieron. Muchas de esas tragedias se han olvidado, unas veces porque sus protagonistas han muerto, otras las ha borrado el miedo, otras el olvido, condición necesaria de supervivencia para tantos. Algunas, sin embargo, como la de Manuel Muñoz, siguen vivas, porque la herida que causaron fue tan profunda que setenta años no han bastado para poder cerrarlas. Vale la pena recordarla otra vez: “A mi padre, un campesino analfabeto lo mataron por ser de UGT, se lo habían llevado hacía unos días y mi madre estaba cosiendo, intentando pensar en otra cosa. [Cuando se enteró que lo había matado] mi madre gritó y le dio un cabezazo a la máquina de coser. Empezó a sangrar. Mis hermanos empezaron a llorar al verla a ella con la cara llena de sangre, y yo también (…). Pero los falangistas volvieron. A los 20 días se llevaron a mi hermano, que aún no había cumplido los 18 años, a las trincheras para luchar en el bando de los asesinos de su padre. Desertó. Lo cogieron. Le mandaron a un campo de concentración en Ávila y luego a otro en Sevilla, y allí lo torturaron hasta la muerte. Y después volvieron a por ella. La metieron en la cárcel. A los cien días la soltaron sin ninguna explicación. Mi hermano Juan, que entonces tenía 16 años, hizo la guerra en España con el bando republicano y huyó a Francia, después luchó con el maquis francés. En mi casa pasaron muchos años sin que supiéramos nada de él. Un día, cuando ya le habíamos dado por muerto, cuando ya le habíamos llorado, recibimos una carta suya diciendo que estaba vivo y que se iba a casar. Cuando se la di a mi madre, se desmayó”. Aquí terminaba su relato, tal como lo publicó este periódico, pero ¿alguien puede creer que allí se puso fin a algo, que no marcó de una manera irremediable la vida de decenas de personas más, hasta hoy mismo?

Y sin embargo, con ser única, como lo son todas las historias de un sufrir tan agudo, parece tener algo en común con muchas otras.

Cierto día de hace cuatro años, en un receso de unos cursos de verano, un profesor contó cómo había perdido a toda su familia en un solo día de agosto de 1936, durante la revolución en Málaga. Sus colaboradores fueron acaso los más sorprendidos, pues, según confesaron después, nunca antes les había mencionado un hecho de tanta trascendencia en su vida. La pavorosa historia, sobre la que ojalá ese hombre quiera escribir y reflexionar un día con la hondura y verdad que le caracterizan, es una de las que se incluye en la Causa General, en la que no es más que una de tantas, apenas dos líneas, las que ocupan el nombre de su padre y de sus cinco hermanos asesinados (el menor de catorce años), su edad y su profesión, y el nombre del pueblo donde tuvo lugar la tragedia.

Historias como estas, de uno y otro lado, habrán sido, sin duda, las que le hayan hecho pensar a muchos lo que el novelista Arturo Pérez Reverte expresaba en una entrevista reciente (“En España nos faltó la guillotina”. El Cultural, 26 de febrero de 2010): “Yo soy de Cartagena, y en Cartagena, que era zona roja, hubo de todo, hubo represión brutal de los milicianos y represión brutal de los falangistas. Y a mí, cuando era pequeño, me contaron las dos represiones, las dos; por eso, hablar de unos buenos y otros malos a estas alturas… Cualquiera que haya leído historia de España sabe que aquí todos hemos sido igual de hijos de puta, TODOS”. Supongo que estas mayúsculas y la primera persona del plural respondían al interés del entrevistado en que nadie pudiese tener la fantasía de írsele de rositas.

Pocos dudan ya de que se cometieron crímenes parecidos en ambos bandos, pero tampoco nadie debería dudar de que las ideas por las que se combatió en uno y otro lado no pudieron ser más diferentes, en el de la República por los principios de la Ilustración (libertad, igualdad y fraternidad), fundamento de las democracias modernas, y en el de los sublevados por la conculcación de esos mismos principios, con la participación decisiva de curas, militares y capitalistas, aunque con frecuencia muchos republicanos no fuesen demócratas ni todos los que se pusieron junto a los fascistas fuesen fascistas. Podrán discutirse otras cuestiones (y llevan discutiéndose setenta años), pero esos son los hechos que hacen imposible toda simetría y que no tienen que ver ni con la lógica de la venganza en la que parece que algunos todavía están presos (sobre todo hablistas hertzianos y políticos) ni con esa equidistancia de la indiferencia.

A comienzos de los años cincuenta, según refirió Graciela Palau de Nemes, biógrafa de Juan Ramón Jiménez, este, mal informado o no, se negó a saludar a Segundo Serrano Poncela, relacionado con los sucesos de Paracuellos, porque él, Juan Ramón Jiménez, no se había exiliado “para acabar dándole la mano a un asesino”.

Dentro de unos días se dará a conocer cierto escrito inédito que Edgar Neville dirigió poco antes de su muerte, en 1966, a Miguel Pérez Ferrero en el que el escritor y cineasta asegura conocer, como muchos otros, al asesino de Lorca, quién se quedó con su reloj y su cartera y cómo fue asesinado de un único disparo en la nuca y no con una descarga como él había creído erróneamente durante años. En ese escrito se diría que Neville, en absoluto sospechoso de republicanismo (quizá porque el régimen le hizo purgar por ello en 1937), parece estar pensando cincuenta años antes en la Ley de la Memoria Histórica: “La diferencia fundamental”, dice allí “es que [para] los del otro lado, aparte de nuestra pena, había habido una Causa General que había castigado en la medida de lo posible a los asesinos, mientras que los que mataron a Federico García Lorca gozaban de inmunidad inconcebible y nadie les había molestado lo más mínimo”.

El propósito de estas líneas ha sido el de traer a colación aquí el recuerdo de Neville, Juan Ramón o Pimentel, porque no todos los españoles fueron lo que el novelista cartaginés asegura que fueron, como tampoco lo son hoy las víctimas del franquismo que, como Antígona, sólo reclaman el derecho de enterrar a sus muertos, y a las que sin duda todos los españoles tendríamos que secundar, aun a sabiendas de que entre tales muertos podría hallarse alguno de los asesinos de personas inocentes, como los que acabaron con el padre y los hermanos de nuestro amigo, verdugos asesinados a su vez junto a personas inocentes en las represalias de las falanges de Queipo que siguieron, pues es en tanto que víctimas y no como verdugos como ha de considerárseles en última instancia. Y sólo después de darles sepultura la sociedad dirá si quiere y está preparada para saberlo TODO (estas mayúsculas son de Kant), quiero decir, si está preparada para su ilustrado “Sapere aude”, atrévete a saber, sin caer en las justificaciones de la filosofía de la historia. Por esa razón las víctimas tienen derecho a reclamar del Estado, responsable en buena medida de que sigan enterrados en las cunetas, una sepultura digna para sus familiares.

La Causa General, instruida con tantas irregularidades pero no por ello irrelevante, fue el instrumento de que se sirvió el Estado fascista para justificar y tapar sus crímenes. La Causal General II que Neville parecía preconizar sobre los crímenes cometidos por los sublevados, se ha venido instruyendo de una manera espontánea desde hace treinta años por el testimonio de unos y de otros, el trabajo concienzudo de los historiadores, arqueólogo y forenses y algunas, pocas, actuaciones judiciales, y que se sepa tales trabajos ni han justificado ni relegado al olvido los crímenes cometidos por los republicanos. Ambas Causas, revisadas, corregidas y aumentadas deberían poner a cada cual frente a las responsabilidades políticas de todos y cada uno de los crímenes y asesinatos cometidos durante la guerra en cada bando, y ante las responsabilidades penales, si aún hubiere lugar a ellas. Será acaso el único modo de dejar a un lado la lógica de la venganza, la lógica del “tú más” o la del “todos fueron unos asesinos”, tan parecidas en el fondo. La neutralización de esta lógica pasaría necesariamente, desde luego, por el desmantelamiento de los símbolos del totalitarismo, incluido el Valle de los Caídos o, por ejemplo, las calles que ayer llevaron el nombre de un fascista y llevan hoy el de un estalinista, y la condena explícita del Golpe de Estado de julio de 1936 en los parlamentos españoles, del mismo modo que se les exige a todos sus diputados la condena del terrorismo de Eta para participar en la vida política democrática. Esa es también la única posibilidad de admitir al fin que aquella fue la guerra de nuestros padres y de nuestros abuelos, pero no la nuestra, aunque la hayamos padecido, y de qué modo, y que acaso deberíamos huir de las generalizaciones para hallar cobijo en las tres famosas palabras de Azaña, paz, piedad, perdón.

Andrés Trapiello es escritor.

“El Tribunal Supremo tiene que entender que ha creado alarma”

LUIS R. AIZPEOLEA / JAVIER CASQUEIRO El País25/04/2010

El presidente del PSOE cree que es muy difícil entender para mucha gente que el Tribunal Supremo juzgue a Garzón por investigar los crímenes del franquismo. Cree, también, que el Estatuto de Cataluña es constitucional

Manuel Chaves recibió a EL PAÍS a las ocho de la mañana del viernes en Castellana 3, en su despacho del viejo palacete del Ministerio de Política Territorial. La entrevista la hizo con la mirada puesta en el reloj, porque a las nueve tenía que salir a la reunión del Consejo de Ministros y, posteriormente, tenía un despacho con el presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Chaves entró en el Gobierno hace un año, tras ser presidente de la Junta de Andalucía durante casi 20 años, en plena recesión económica. Cree que, pese a la gravedad de la situación, se empieza a ver la luz al final del túnel. En la entrevista, apenas se habla de la crisis económica. El bloqueo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña y el debate social abierto sobre el juicio al juez Baltasar Garzón centraron la atención de la entrevista. […]

P. El PP ha pedido la dimisión de su número dos, Gaspar Zarrias, por asistir a un acto de apoyo a Garzón. ¿Cree procedente que un miembro del Gobierno asista a un acto en el que se criticó al Tribunal Supremo?

R. Quien conozca a Zarrias sabe que está encantado con que Rajoy le haya venido con esto. Hay circunstancias personales que explican su actitud. Acudió como ciudadano y miembro del PSOE. Su abuelo fue fusilado y su padre estuvo muchos años en la cárcel. Hay que entender estas circunstancias humanas. El PP no se puede rasgar las vestiduras cuando ha llamado a la rebelión contra una ley votada por la soberanía o denuncia conspiraciones de jueces y falseamiento de pruebas de la policía. Tiene una doble moral. Al utilizar a Garzón y Zarrias pretende tapar la gran olla de corrupción que es el caso Gürtel.

P. ¿Qué le parece que se juzgue a Garzón por investigar los crímenes del franquismo?

R. El Tribunal Supremo cuando abre un procedimiento lo hace respetando el Estado de derecho. Pero ha producido alarma en sectores de la opinión pública. Hay que entender su incomprensión y su sorpresa porque juzguen a un juez que pretendía juzgar los crímenes del franquismo. Lo tiene que entender el Tribunal Supremo. Es difícil de entender por mucha gente.

P. ¿Ha prevaricado Garzón?

R. No soy el que debe juzgar.

P. ¿Van a hacer algo para evitar que el Tribunal Supremo condene a Garzón?

R. El fiscal ha pedido el archivo de la causa. No podemos adelantar acontecimientos. Tras la sentencia nos pronunciaremos.

P. ¿Se plantean revisar la Ley de Amnistía para dejar claro que los convenios internacionales impiden una ley de punto final?

R. No tenemos ninguna intención de revisarla.

P. ¿No cree que la Ley de Memoria Histórica fue imprecisa y generó múltiples problemas?

R. Fue una ley razonable. No llegó hasta donde querían algunos colectivos.

P. Ayer se manifestaron las víctimas del franquismo en apoyo de Garzón y la Falange convocó otra manifestación reactiva. Sectores conservadores dicen que la polémica sobre Garzón ha alentado las dos Españas. ¿Qué opina usted?

R. No tiene sentido hablar de las dos Españas. La Falange no representa a nadie. Se aprovecha de los mecanismos del Estado de derecho. Hay que reparar a las víctimas del franquismo, como recoge razonablemente la Ley de Memoria Histórica.

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Manos Limpias copió un auto de Varela para acusar a Garzón

El juez de la Audiencia recusa al del Supremo por “asesorar” a la acusación

MANUEL ALTOZANO El País25/04/2010

¿Qué mejores argumentos acusatorios que los del propio juez instructor? El colectivo ultraderechista Manos Limpias reprodujo de forma literal en su escrito de acusación -incluso con los mismos errores tipográficos- gran parte de la resolución que el magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela redactó el pasado 3 de febrero y en la que detallaba sus razones para sentar en el banquillo a Baltasar Garzón por supuesta prevaricación al abrir una investigación sobre los crímenes del franquismo. Varela dio el miércoles una segunda oportunidad a Manos Limpias para que eliminara de su escrito sus propios argumentos. Garzón, que considera que con ese trámite “insólito”, el instructor “aconsejó” a la única acusación que sostiene el caso, recusó ayer a Varela por su “interés indirecto” en el proceso que lo convierte en un juez “parcial”.

En la providencia por la que Varela permitió a Manos Limpias corregir su escrito de acusación, el magistrado del Supremo detallaba las páginas exactas que la acusación debía eliminar para que su escrito fuera aceptado. En caso de que el colectivo de funcionarios no lo hubiera hecho, la causa se habría quedado sin acusación -Falange fue expulsada del caso el viernes y el fiscal no ve delito en la actuación del juez- por lo que el Supremo se habría visto obligado a archivar el caso.

Esa providencia, considerada “insólita” por la defensa de Garzón, pero también por otras fuentes judiciales consultadas por este periódico, reclamaba que se eliminaran partes enteras del escrito citando incluso las páginas concretas que debían desaparecer para que la acusación fuera admisible. Esa labor de “expurgación” -como la califica el abogado de Garzón, Gonzalo Martínez-Fresneda- afectó en total a dos tercios de su contenido (50 de sus 74 páginas), tal y como se explica en el escrito de recusación.

Una de las partes que Manos Limpias plagia por párrafos enteros del auto de Varela del 3 de febrero es la relativa a la supuesta prescripción de las desapariciones de opositores al régimen de Franco que defendió el instructor para tratar de demostrar la supuesta prevaricación de Garzón. La acusación también copió literalmente todas las alegaciones de Varela en lo que se refiere a la Ley de Amnistía de 1977 que Garzón, en aplicación de Tratados Internacionales suscritos por España, dejó de aplicar respecto de los crímenes de la dictadura.

Hasta los calificativos empleados por Varela hacia Garzón en su resolución aparecen en el escrito de acusación. “El querellado [es decir, Garzón] se erige, de hecho, en árbitro ético de la decisión política tomada por las fuerzas políticas democráticas en 1977, so pretexto de baremos axiológicos extraídos de instrumentos de Derecho Internacional”, sostienen al unísono el instructor y la acusación popular.

Orientado a Manos Limpias para que eliminara sus alegaciones, Varela ha demostrado tener un interés concreto en el caso, según Garzón, que ayer mismo recusó al magistrado del Supremo para intentar apartarlo del proceso. “El instructor ha mostrado su interés en que las partes acusadoras mejoraran sus escritos de acusación”, mantiene el juez de la Audiencia Nacional en su escrito, muy parecido al recurso de apelación presentado el viernes para impugnar “la segunda oportunidad”, que el instructor dio a la acusación. Con esa decisión, Varela “ha tomado partido a favor de uno de los contendientes en el pleito”, añade el escrito.

Varela deberá a partir de ahora abstenerse de seguir adelante con el caso mientras la Sala tramita su recusación. Otro magistrado de lo penal deberá instruir esta nueva petición que, finalmente, será resuelta por todos los magistrados. A diferencia del resto de trámites iniciados por Garzón, éste último suspende el procedimiento hasta que se decida si Varela es definitivamente apartado del caso y sustituido por otro instructor. Fuentes jurídicas aseguran, sin embargo, que el tribunal también podría rechazar la petición a trámite sin entrar ni siquiera en el fondo del asunto.

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Trámites pendientes

Recurso de apelación contra el “asesoramiento” a Manos Limpias. La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo deberá resolver el recurso de Garzón contra el auto y la providencia por los que Varela permitió corregir sus escritos de acusación a Falange (que no lo hizo a tiempo y por ello fue expulsada del proceso) y Manos Limpias. Garzón considera que, al tomar esas decisiones, el magistrado del Supremo perdió su imparcialidad y actuó como “juez y parte” en una labor impropia de un juez instructor.

Recusación contra Luciano Varela. Según la Ley de Enjuiciamiento Criminal debe ser instruida por uno de los magistrados de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y decidida en última instancia por la Sala de lo Penal. Garzón la basa en el “interés directo en la causa” que habría demostrado al dar una segunda oportunidad a las acusaciones -Falange y Manos Limpias- para que corrigieran sus escritos de acusación.

Recurso contra el auto de Varela en el que decidió juzgar a Garzón. La Sala de lo Penal debe resolver el recurso del juez de la Audiencia Nacional contra el auto de Varela por el que decidió procesar a Garzón y sentarle en el banquillo por prevaricación.

Suspensión por el Poder Judicial. El gobierno de los jueces espera que la decisión del Supremo de juzgar a Garzón sea firme para proceder a su suspensión cautelar. La comisión permanente del acordó que fuera el Pleno el que tomara la decisión que, según la Ley Orgánica del Poder Judicial, es reglada (no admite discusión). El Consejo no descarta convocar un pleno extraordinario para hacerlo.

Un ensordecedor silencio histórico

LOS CAMINOS DE LA MEMORIA

Dirección: José Luis Peñafuerte.

Género: documental. España, 2010.

Duración: 96 minutos.

J. C. El País – 23/04/2010

Si uno tiene la costumbre -quizá buena, pero casi siempre dolorosa- de estar al corriente de las últimas noticias -ya saben, la casi victoria post mórtem de un caudillo, con los superpoderes del Cid, sobre esa lujuria por la integridad que caracteriza al juez Garzón- o si uno decide abandonarse al cristalino propósito didáctico de este oportuno documental, quizá no tenga otro remedio que asumir una idea inquietante: el final de la Guerra Civil nunca tuvo lugar. O fue un espejismo impuesto por decreto.

Se podría ir más allá: la contienda fue el único momento en que el país fue consecuente con su médula de tierra de esencia cainita, segmentada en dos Españas irreconciliables, tan capaces de evolucionar en sus formas, como incapaces de encontrar un idioma común para el balance de daños. La violencia que la aprobada Ley de Memoria Histórica ejerce sobre el pacto (o conspiración) de silencio sobre el que se asentó la llamada Transición es el gran motor de este documental de José Luis Peñafuerte, que pulsa a fondo la funcionalidad del formato para espolear el debate en presente.

Los caminos de la memoria sólo comete una tontería: esas transiciones que ritualizan el pulso entre las dos Españas en clave de danza contemporánea. El resto pinza los nervios precisos, tanto al registrar el dolor, la indignación o la decepcionada humanidad de los vencidos como al articular su narrativa a partir de la transmisión pedagógica a unas nuevas generaciones que ojalá siempre tuviesen el grado de atención que muestran -o simulan- en la película. En algunos momentos, Peñafuerte no teme ser incómodo, ni agresivo: algunas de las escenas más cargadas de violencia y mal rollo en este trabajo son de fecha reciente. En concreto, de una estremecedora celebración del 20-N en el Valle de los Caídos y la plaza de Oriente. También resulta particularmente certera la mención, en una de las declaraciones recogidas, al doctor Vallejo-Nágera y su teoría del gen marxista. Peñafuerte tiene claro que hablar de memoria histórica no es remover el pasado, sino, en todo caso, esclarecer el presente, dirigiendo su mirada a las razones individuales.

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Podéis ver el tráiler de Los caminos de memoria en un post anterior sobre el documental.

Sólo cien falangistas en Madrid

Proclamas amenazantes e insultos en la marcha a favor del procesamiento del juez Garzón y en defensa de la legalidad de la organización ultraderechista

BRUNO G. GALLO El País25/04/2010

De la mano de su padre, un chaval de unos ocho años cantaba el himno franquista Cara al Sol , mientras su hermano menor ondeaba una bandera falangista que le doblaba en altura. Aún no se sabía la letra, pero, como los otros cien asistentes a la manifestación, elevaba el brazo con el saludo fascista. Terminaba así frente al Tribunal Supremo una protesta que, durante una hora, había recorrido la madrileña calle Génova con cánticos insultantes y ambiente festivo.

Había niños, envueltos en enseñas nacionales, y hombres que se hicieron viejos de repente durante la guerra. Como Antonio López, hijo de un capitán fusilado, que, “al contrario que la mayoría de los de aquí”, llevaba en la cartera el carné de cuando la falange era Movimiento Nacional. Con su gorra de “la guardia de Franco”, coreaba: “¡Pasamos y vencimos!”.

Pese a los intentos de la organización por suavizar las proclamas, hubo improperios y mofas para todos: jueces, políticos de todo pelaje, gentes del cine y, por supuesto, el comunista Santiago Carrillo. Megáfono en mano, un falangista iniciaba los cánticos ante una decena de cámaras de medios españoles y extranjeros. Dentro de la marcha, comentarios de ánimo: “No os peguéis mucho, que somos pocos”, “esta noche seguro que salimos en el telediario”.

Y tras la caminata, el mitin. Uno de los dirigentes, Ignacio Menéndez, dio gracias irónicas a Pedro Almodóvar, Pilar Bardem y otros por “destapar la caja de Pandora” y sacarlos a la calle. El jefe nacional, Manuel Andrino, amenazó: “Ningún papel administrativo nos impedirá defender España incluso con las armas. (…) De momento no manejamos armas, entonces se tendrán que sentar de igual a igual como con ETA”.

Poco antes, una dirigente sugería la posibilidad de “abrir otra vía judicial”. Porque la manifestación la había convocado La Falange (10.300 votos en 2004), pero la querella contra Baltasar Garzón la presentó Falange Española de las JONS (14.000 votos en 2008), que precisamente ayer reunía a su Consejo Nacional para responder a su expulsión de la causa, y se desvinculaba de la marcha.

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Movilización contra la impunidad de los crímenes del franquismo

Concentraciones en Argentina, Francia y Portugal

El PSOE homenajea a sus parlamentarios desde Pablo Iglesias

Los socialistas preparan actos para ensalzar su historia y “rendir tributo a la memoria”

ANABEL DÍEZ El País25/04/2010

La minoría socialista en el Congreso en 1918; Saborit, Anguiano,  Largo Caballero, Indalecio Prieto, Julian Besteiro y Pablo Iglesias

La minoría socialista en el Congreso en 1918; Saborit, Anguiano, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Julian Besteiro y Pablo Iglesias- FUNDACIÓN PABLO IGLESIAS

El 10 de junio de 1910 Pablo Iglesias, fundador del PSOE y de la UGT, firmaba su acta de diputado en el Congreso. Era el único y primer diputado del PSOE. Le respaldaban 40.899 votos. Cien años después, el PSOE tiene 169 diputados avalados por algo más de once millones de votos. Pues bien, los socialistas quieren realzar su siglo parlamentario y, a pesar del clima político enrarecido, entre otros asuntos, por la imputación al juez Baltasar Garzón por su pretensión de investigar el franquismo, el Grupo Parlamentario Socialista prepara actos para el 10 de junio de homenaje a todos sus parlamentarios desde hace cien años, entre los que están los treinta diputados socialistas fusilados tras la guerra civil. Pero, sobre todo, tratan de recordar su protagonismo en las instituciones al tiempo y sus aportaciones decisivas desde el Parlamento. Esta iniciativa va en paralelo a la reiteración en los últimos días de los dirigentes del PSOE de que su partido respeta y defienda todas las instituciones.

Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfonso Guerra, José Bono, Félix Pons, Gregorio Peces Barba, Manuel Marín, José Antonio Alonso, tendrán el protagonismo en estos actos como presidentes del Gobierno, del Congreso y portavoces del grupo parlamentario.

“Cien años de Historia a los que queremos rendir un pequeño tributo de memoria”, señala Eduardo Madina, secretario general del Grupo Socialista, implicado como toda la dirección del Grupo, que encabeza José Antonio Alonso, en la preparación de estos actos y en la elaboración de un libro. “Las Voces de Pablo Iglesias. 100 años de Grupo Socialista”, es el título de la publicación que recogerá “las aportaciones a la Historia de España que el PSOE ha hecho desde el Parlamento, precisa Madina.

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100 años del serio alegre

ELISA SILIÓ – El País –  24/04/2010

El poeta granadino Luis Rosales, en una imagen de 1972.- AURORA FIERRO

Una exposición en La Casa Encendida reivindica la figura libre de Luis Rosales, marcado durante décadas por su militancia falangista y su amistad con Lorca. Félix Grande, Pere Gimferrer, García Montero, Caballero Bonald y otros autores celebran su poesía

Que viene el Centenario, y ahora va a resultar que el despreciable resucita!”, ha escrito con sorna Félix Grande sobre su amigo el poeta granadino Luis Rosales (1910-1992) que en mayo hubiese cumplido cien años. Revive el “maldito, el apestado, el íncubo, el reptil del Barroco y gusano de la Poesía”, en palabras de Grande y a los ojos de los que le calumniaron. Rosales tenía un carné falangista del 6 de agosto de 1936. Este dato y que la detención de Federico García Lorca tuviera lugar en la casa granadina de su familia -refugio de ambos bandos- fueron determinantes para señalar a Rosales como cómplice del arresto y asesinato del poeta, aunque llegó a ser condenado a muerte por la defensa de su amigo. Por eso su hijo Luis Rosales Fouz ha querido que no se politizasen los actos: “Era un liberal y no tenía un concepto estupendo de la política tras la muerte de Federico y de Joaquín Amigo. Aprendió a no creer en las cosas, sino en los amigos”.

El hijo, embarcado en esta empresa desde hace casi tres años, pensó que la sede de las celebraciones no podía ser otra que La Casa Encendida que comparte nombre con el libro de poemas de su progenitor. La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) se sumó y comenzó a bucear en los 100.000 documentos, legado del Archivo Histórico Nacional. Luis Rosales. El contenido del corazón, que se inaugura el jueves, acoge cerca de 220 piezas entre arte, manuscritos y fotos. “He encontrado unas postales que me mandaba cuando yo tenía cuatro años. En ellas me hablaba de un elefante que tenía en casa y me preguntaba qué hacía con él…”.

En la exposición podrá contemplarse obra plástica y cerámica de Picasso, Miró, Dalí, García Lorca, Rafael Alberti, Rafael Zabaleta, Benjamín Palencia, Gustavo Torner, César Manrique y Eusebio Sempere. “Es una visión del panorama artístico del que participó”, explica la comisaria artística Paloma Esteban. “Se acercó a la pintura a través de su madre. Antes de la Guerra Civil conoce a Lorca y a Pepe Caballero y quizá ya a Dalí. Luego, a través de las bienales hispanoamericanas y por la dirección de revistas, llega a los que trabajaron en la recuperación del paisaje y la figura después de la guerra”, prosigue Esteban.

Mucho del legado manuscrito exhibido proviene de la Biblioteca Nacional. “Se pasó diez años de su vida yendo. La digitalización consistía en apuntar todo. Y así estudió a los clásicos del Siglo de Oro. Su libro Cervantes y la libertad, con prólogo de Menéndez Pidal, le dio un gran conocimiento para su poesía”, sostiene Rosales Fouz. Y le sirvió, cuenta Grande en el catálogo de esta exposición, para organizar tertulias sobre “temas cervantinos, como la justicia, la paciencia, el coraje, la libertad, la piedad, la ironía… sin desairar otras cuestiones subalternas: la envidia, las calumnias, las ovejas, los molinos de viento”.

Grande, editor de la antología de Rosales Porque la muerte no interrumpe nada y coordinador de un ciclo de conferencias en el Archivo Histórico Nacional, firma la introducción con otros amigos y escritores. “Rosales era ingenioso y seriamente alegre. Matizaba sus ocurrencias con un cierto balbuceo final, invitando a la risa con un principio de la risa”, describe, por ejemplo, Antonio Gala al granadino. En él encontró al padre que había perdido y que nunca le comprendió. Le publicó sus primeros relatos en Cuadernos Hispanoamericanos y le animó a centrarse en la narrativa. También el poeta y novelista José Manuel Caballero Bonald se muestra agradecido. Considera La Casa Encendida (1947) junto con Espacio, de Juan Ramón Jiménez, el mejor poema narrativo publicado en “nuestro medio en cualquier época” por su “innovación expresiva y su capacidad indagatoria en el territorio de la experiencia”. “Siempre he pensado que sin su ayuda mi primer libro no habría sido exactamente como fue”, confiesa. “Su órbita innovadora”, piensa Caballero Bonald, “continuó con Rimas (1951), en época de sumisiones a la tradición y de imposiciones ideológicas”.

Desde entonces el premio Cervantes de 1982 dirigió la mirada hacia una poesía total en la que “los géneros literarios borran sus fronteras, en la que lo épico y lo narrativo no se diferencian de lo estrictamente lírico y en la que el ensayo y hasta la meditación filosófica tenían cabida junto al diálogo dramático de raíz existencialista”, explica Xelo Candel Vila, comisaria literaria de Luis Rosales. El contenido del corazón.

Las celebraciones no terminan aquí. “El Centro Andaluz de las Letras inauguró ayer en Granada una exposición, Luis Rosales. Discípulo del aire, que rotará por localidades andaluzas. Es didáctica, complementaria a la de La Casa Encendida”, cuenta Rosales Fouz. Su primo José Carlos Rosales y el pintor Juan Vidal están detrás de esta muestra que cuenta con un catálogo escrito por Luis García Montero, Andrés Soria Olmedo o Pere Gimferrer y que se completa con la antología Ayer vendrá. Poemas escogidos (1935-1984). Visor cuenta con ocho poemas anteriores a su ópera prima Abril que no sabe cuándo editará, y saca a la venta los disco-libros La Casa Encendida y Antología personal, y una nueva edición de Diario de una resurrección. En noviembre, Pre-Textos publicará La carta entera, con una parte inédita, y Esa angustia llamada Andalucía, un ensayo sobre flamenco con fotos de Pedro Serna.

Un derrame cerebral le afectó al habla, pero Rosales siguió recitando poesías como las que se oirán grabadas por él en La Noche Rosales, que La Casa Encendida celebrará el 31 de mayo. Recuerda su tesón Francisco Brines: “Advertí que se esforzaba por llegar a una normalidad en la que su vida fluyera con la máxima naturalidad. Me pareció hermosa la lección de vida”.

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Porque la muerte no interrumpe nada. Sibilina. Sevilla, 2009. 256 páginas. 11,50 euros. La Casa Encendida y Antología personal. Disco-libros. Visor. Madrid, 2010. 112 y 72 páginas. 14 euros. Diario de una resurrección. Visor. 112 páginas. 12 euros. Luis Rosales. El contenido del corazón. Del 29 de abril al 6 de junio. La Casa Encendida. Madrid. www.lacasaencendida.es. Hospital Real. Granada. Desde el 13 de octubre.Luis Rosales. Discípulo del aire.Biblioteca de Andalucíade Granada.

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Nocturno de la cal y la hiedra y el muro mar sin escalas

Noticias dibujadas

LUCIA MAGI El País – 24/04/2010

El boom del comic periodístico- JOE SACCO

La documentación de la realidad encuentra en las viñetas una nueva vía de imaginar su futuro. El Salón del Cómic de Barcelona mostrará el boom del periodismo gráfico a través de crónicas sobre el 11-M, los Balcanes, Gaza, Afganistán, Líbano o Irán.

Las desventuras del joven Stravos bajo la dictadura griega de los años treinta centran Rebétiko (Sins Entido), de David Prudhomme. En Notas al pie de Gaza (Mondadori), Joe Sacco cuenta las matanzas de civiles palestinos en 1956. Zahra’s Paradise (de Amir y Khalil -seudónimos- , de momento sólo en formato webcómic en www.cimoc.com), la historia de una manifestante desaparecida después de las elecciones de junio en Irán, es la apuesta de Norma para los próximos meses. Los planes editoriales testifican que los cómics han dejado atrás el país de las maravillas. Se enfrentan al mundo, sin complejos, con ingenuidad, delicadeza e ironía. Y no lo hacen sólo para contar experiencias íntimas. Cuentan la realidad exterior, tratan temas sociales, como la prevención del cáncer (Alicia en la realidad, de Susanna Martín e Isabel Francla, Norma), o históricos, como la primera guerra de Líbano (el excepcional Yo me acuerdo, de Zeina Abirached, Sins Entido), los asesinatos en Ciudad Juárez (en 2009 llegó la segunda edición de Luchadoras -Sins Entido-, de Peggy Adam) o la corrupción de la política (El negocio de los negocios -Astiberri, 2009-, de Denis Robert y Laurient Astier).

“La fantasía ha perdido su batalla contra la realidad”, dice Art Spiegelman, el autor de Maus, en el documental de Mark Daniels Comic books go to war (2009). En su piso de Manhattan, Spiegelman vive la caída de las Torres Gemelas. El cielo se le cae encima, junto con fantasmas que pensaba soterrados, él que había contado la historia de su familia judía acosada por los nazis como una caza entre gatos y ratones. “Había pasado los diez años precedentes a la entrada en el nuevo milenio evitando realizar tebeos, pero desde un cierto momento de 2002 hasta septiembre de 2003 no pude contenerme”, cuenta en Sin la sombra de las torres (Norma). “Volvía a encontrarme suspendido en aquel punto donde entran en colisión la historia universal y la personal”. Dark Horse, Chaos! , DC dedicaron entregas especiales al terrible atentado. Marvel salió a las calles con una portada completamente negra. The Amazing Spider Man #36 representa a los superhéroes, mitos invulnerables de virilidad y fuerza, impotentes frente el ataque de un enemigo imprevisto. Spiderman, Capitán América, Daredevil, Doctor Doom y Magneto llegan tarde al Ground Zero. La realidad ha ganado a la fantasía. Art Spiegelman no está solo. Un telón verídico se tiende de fondo a las obras por imágenes.

La última década conoce un fuerte auge de lo que los especialistas empiezan a llamar periodismo gráfico. Sin embargo, algunos ejemplos fundamentales de este género habían visto la luz antes.

Los retratos humanos de Will Eisner, los escorzos underground de Robert Crumb, indagados y dibujados con una riqueza de detalles que roza el documento antropológico, abren la vía a Joe Sacco (Palestina y Goradze). El japonés Keiji Nakazawa necesitó 30 años para representar el horror sufrido en Tenía seis años cuando la bomba atómica quemó a su familia y a todo el mundo que había conocido. “Tenía esas imágenes grabadas en mi memoria y necesitaba enseñarlas”, escribe Nakazawa (Hiroshima, Ediciones Mangaline, 7 volúmenes). Joe Kubert ha dibujado personajes clásicos como Tex, Tarzán o Sargento Rock. Pero algo cambia cuando la guerra de los Balcanes irrumpe en su casa de Nueva York. Su amigo Ervin Rustemagic, productor y distribuidor de cómics bosnio, se queda atrapado en la Sarajevo sitiada por los serbios y le va comunicando por telefax su infierno. Kubert dibuja aquellos despachos desde el frente, dibuja el terror y la esperanza, la angustia de un padre que quiere salvar a su familia en Fax from Sarajevo, de 1997. Marjane Satrapi, en 1999, elige el tebeo para contar su infancia en Irán (Persépolis, Norma).

El siglo XXI recoge el desafío de la realidad. “El arte de las viñetas ha crecido muy lentamente”, comenta David B. en BilBolBul, el festival de cómics de Bolonia. “Nació junto con el cine, pero mientras éste fue considerado algo serio y digno desde el principio, el cómic se quedó atrapado en el limbo de la diversión, bastante frívola. Ésta era su percepción social. A finales de los años ochenta arranca su rescate”. Los libros de dibujos se sacuden el estigma intelectual que les “condenaba a tratar aventuras ficticias, con personajes fantásticos y caricaturescos. El cómic hoy se está liberando”, afirma Susanna Martín.

En su edad de la razón, el tebeo intercepta la crisis de otro medio de expresión masivo, que hasta entonces había lucido la exclusiva en el testimonio de la realidad: el periodismo. “Los medios de comunicación tradicionales pasan por momentos difíciles, no el periodismo”, matiza Patrick de Saint-Exupéry, veterano reportero de Le Figaro, fundador y actual redactor jefe de la revista trimestral francesa XXI. En un gran formato coloreado, más de 200 páginas de reportajes con textos, fotografías, ilustraciones y dibujos. Con apenas dos años de vida, vende 50.000 ejemplares. Saint-Exupéry tuvo la intuición de saciar con nuevos instrumentos formales la exigencia “de volver a las bases del periodismo, a la escritura narrativa. A las viejas pautas de: ‘He ido, escuchado, visto, sentido y ahora te estoy contando esta historia porque creo que es importante”. La apuesta por el periodismo gráfico es provocada “precisamente a causa del impasse de los medios tradicionales”. La misma apuesta en Italia funciona en el semanal Internazionale, que envía a sus colaboradores dibujantes por el mundo y publica sus reportajes. Venden 100.000 ejemplares por semana.

Parece el castillo de los destinos cruzados: por una parte, el periodismo, que necesita volver al corazón del oficio; por otra, el cómic, por fin considerado creíble, tras años vividos como género de segunda. La documentación de la realidad encuentra en las tiras, en las viñetas, una nueva vía de imaginar su futuro. Aparte del valor artístico y llamativo del cómic, de la maquetación que permite asumir en dosis proporcionadas imágenes e información, hay algo intrínseco en el tebeo que lo hace particularmente apto para contar el mundo.

“La fuerza de nuestra manera de representar la realidad es la primera persona. Todos los yo que entran en la página hacen que el relato sea vivo, sentido. Quizás no imparcial, pero sí honesto”, comenta Joe Sacco, que siempre se dibuja como un personaje más de sus investigaciones de campo. “Estamos bombardeados por informaciones sobre la guerra. Esto nos provoca dos reacciones enfrentadas: paranoia y anestesia”, afirma el francés Emmanuel Guibert, también en Bolonia invitado por BilBolBul. “Nos hemos vuelto impermeables al sufrimiento humano, por defensa o descuido. Los cómics rompen este círculo vicioso”. Sus historietas, como la aún inédita en España Des nouvelles d’Alain, sobre los gitanos del este de Europa y los Balcanes, paran de golpe el río fragoroso de la información. Se acercan hasta enfocar un detalle, a una persona, entrar en ello y usarlo como punto de vista para documentar lo que ocurre. La mirilla puede ser el mismo autor, como en el caso de Sacco, curioso, desubicado, humilde recogedor de historias. Puede ser un amigo que recuerda la II Guerra Mundial (La guerra de Alan, Emmanuel Guibert, Ponent Mon, 3 volúmenes). “Mi libro es fruto de la experiencia de mi amigo reportero Didier Lefèvre. Se llama El Fotógrafo y no Afganistán, 1986“, ejemplifica Guibert hablando de su obra maestra. Patrick Chappatte se dibuja mientras construye sus espléndidos reportajes para el Herald Tribune y Le Temps. Siempre acompaña al lector de la mano de una persona amiga, con su nombre, sus sueños y miserias. Como Bruno, que por la noche vigila una mansión rica, por el día vive en una chabola en la periferia de Nairobi (Les vies des autres, inédito en España, se puede ver en www.bdreportage.com).

El reportero gráfico puede confesar tener frío, estar asustado o no entender las contradicciones de una situación. “Gracias a la personalización, el lector se identifica y se acuerda de un cómic más que de un frío artículo”, afirma Guibert. Los salones vacíos de hotel dibujados por Guy Delisle en PyonYang (Astiberri, 2009) describen la dictadura norcoreana mejor que miles de palabras en una revista. Las manifestaciones de los maestros mexicanos se hacen comprensibles gracias a que Peter Kuper empezó “a ir de manera regular a la ciudad y a enviar correos electrónicos ilustrados que detallaban la realidad como yo la experimentaba”, escribe en Diario de Oaxaca (Sexto Piso, 2009). La espera de Nicolas Wild en un hospital de Jalalabad cuenta en una sola plancha la extensión del opio en esa sociedad: un hombre alivia las penas de un enfermo con unos gramos de droga: “No tengo dinero para la morfina”, se justifica en Kabul Disco (Ponent Mon, 2009).

Reporteros que van, ven, escuchan y cuentan. No pretenden comprender o juzgar. Usan su piel, sus ojos y oídos. Los cinco sentidos del periodista, diría Ryszard Kapuscinski, y sobre todo el sexto: la humildad, que se fija en los hombres. En los que, bajo el juego de poder, declaraciones y armas, siempre pierden. Las batallas de los superhéroes invulnerables quedan lejos, en otro universo. Como los dioses del Olimpo. Como en un inverosímil país de las maravillas.

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Sangre siempre fresca en Gaza

Felipe González considera “injusta” e “inexplicable” la situación de Garzón

Diputados y militantes del PSOE irán a la manifestación “a título personal”

ANABEL DÍEZ El País24/04/2010

Un nuevo apoyo a Baltasar Garzón llegó ayer y, sin duda, marcará tendencia. El ex presidente Felipe González consideró “injusto e inexplicable” el proceso en el que está incurso el juez por investigar el franquismo. “Con el debido respeto a la independencia de la justicia, lo que está ocurriendo es cuando menos inexplicable; y lo que no se puede explicar no puede ser justo. Por tanto, lo que está pasando me parece injusto ya, antes de que haya un pronunciamiento”. Estas aseveraciones de González, ante el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, realizadas ayer en Zaragoza, donde recibió el Premio Internacional Aragón 2010, concluyeron con una frase enigmática: “Seguramente Garzón me va a entender mejor que nadie; pero los otros también me van a entender”.

“Es la primera vez y probablemente la última que me pronuncie sobre el fondo del asunto”, porque “ustedes saben que yo no tengo una relación especial con el señor Garzón”, por lo que “tal vez tenga más valor lo que digo”, añadió el ex presidente. Garzón abrió un proceso judicial contra la cúpula de Interior de González por las actuaciones criminales de los GAL. Por esta razón, las declaraciones de González alcanzan mayor relevancia. Para el ex presidente, el juez “se puede equivocar o no, pero de lo que le acusan, no es un delito de prevaricación”.

Tanta rotundidad no se ha visto en ningún miembro del Gobierno actual, aunque el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, fue muy criticado por el PP al resaltar “la contribución y la entrega del juez en la lucha contra el terrorismo”.

Lo cierto es que la opinión de González es muy compartida por dirigentes y militantes del PSOE, según manifiestan de forma discreta. Por eso, en la manifestación de hoy habrá muchos de ellos, “a título personal”, según señalan en la dirección federal, con pleno conocimiento.

Nada que objetar tiene al respecto la secretaria de Organización, Leire Pajín, que tras manifestar su máximo respeto al Supremo, resalta “la cercanía absoluta del PSOE con las víctimas del franquismo”. Otros miembros de la ejecutiva federal, como la responsable de Política Internacional, Elena Valenciano, explica la presencia segura de militantes en la marcha de Madrid, porque en el PSOE hay muchos hijos y nietos de represaliados del franquismo. Y los socialistas “no se van a manifestar” contra el Supremo, sino por la memoria de los represaliados, coinciden Pajín y Valenciano. Otros dirigentes lanzan reflexiones con dosis altas de pasión y emoción. “No queremos venganza contra los franquistas pero tampoco que los franquistas se venguen, por segunda vez, de las víctimas”, dijo un miembro de la ejecutiva.