Estrasburgo avala las tesis del juez sobre las amnistías

Un ruso, condenado por crímenes de la II Guerra Mundial

JOSÉ YOLDI El País19/05/2010

La Gran Sala del Tribunal de Estrasburgo ha declarado que la condena de Vassili Kononov, un letón de 87 años con nacionalidad rusa desde 2000, por crímenes de guerra cometidos en la Segunda Guerra Mundial, no supone una violación del artículo 7 (no hay pena sin ley) de la Convención Europea de Derechos Humanos. La decisión constituye un respaldo internacional a la interpretación que el juez Baltasar Garzón hizo en su intento de persecución de los crímenes del franquismo, (es decir que ese tipo de atrocidades nunca prescriben aunque lo sostengan leyes nacionales), lo que implícitamente supone que no es él quien prevarica y que la interpretación del Tribunal Supremo es la que está equivocada.

Kononov, nacido en Letonia en 1923, fue movilizado como soldado del ejército soviético en 1942. En 1943 fue lanzado en paracaídas sobre territorio bielorruso, entonces ocupado por Alemania y se integró en un comando soviético de “partisanos rojos”. Según los hechos establecidos por la corte letona, el 27 de mayo de 1944, Kononov dirigía una unidad de partisanos que llevaba uniforme alemán en una incursión en la ciudad de Mazie Bati, en la que algunos de sus habitantes eran sospechosos de haber denunciado a otro grupo de partisanos. Tras registrar seis granjas, encontraron fusiles y granadas que habían sido proporcionadas por los alemanes, por lo que Kononov y sus hombres mataron a nueve personas. Cinco cabezas de familia fueron ejecutados y un sexto hombre y tres mujeres, una de ellas encinta, perecieron cuando quemaron sus casas. Ninguno estaba armado, ni intentaron huir, ni opusieron resistencia a los partisanos.

Aunque Kononov negó que hubiera dirigido personalmente la operación, la Corte Suprema de Letonia le condenó en abril de 2004 por crímenes de guerra. Debido a su edad, a que está enfermo y es ahora inofensivo, solo fue condenado a un año y ocho meses de prisión. La condena se basaba en las disposiciones de la Cuarta Convención de Ginebra de 1949, relativa a la protección de civiles en tiempo de guerra. Y los crímenes se cometieron en 1942, por lo que se supone que no había en esa fecha una ley escrita aplicable.

Pero la Gran Sala recuerda que el Reglamento de La Haya de 1907 ya prohibía los ataques a localidades no defendidas, como eran las granjas y que esos crímenes eran considerados delitos en las leyes y costumbres, por lo que los estados tenían la obligación de adoptar medidas para castigar a individuos culpables de esos crímenes. Como decía Garzón.

Los últimos ‘niños de la guerra’

En Rusia y Ucrania quedan 171 supervivientes de los niños españoles que llegaron en 1937 para salvarse de la Guerra Civil. De los adultos que combatieron a Hitler ya no queda nadie con vida

PILAR BONET – El País –  09/05/2010

Una clase de gimnasia en la casa de acogida de la calle Pirogvskaya, en Moscú, en 1938.-

Rusia celebra hoy el 65º aniversario de la victoria en la “Gran Guerra Patria”, como se denomina aquí la II Guerra Mundial. En la Plaza Roja estarán veteranos extranjeros que lucharon contra Hitler, pero habrá un vacío, el de los españoles que combatieron bajo la bandera de la URSS como aviadores, soldados, partisanos y guerrilleros. El último residente en Rusia de ese grupo curtido y condecorado, Ángel Grandal-Corral, de 83 años, falleció el 25 de marzo en Podolsk, cerca de Moscú. Aquel recio marino de Baracaldo, que patrullaba Gibraltar en el destructor Churruca, estuvo en los servicios de seguridad soviéticos y operó en un destacamento especial en la retaguardia alemana. “Ángel siempre fue un razvedchik (agente) y no relataba sus gestas”, afirman conocidos del lacónico vasco al que atribuyen legendarios sabotajes y voladuras.

En diciembre murió en Madrid José María Bravo, que se formó como piloto en la URSS y fue uno de los aviadores que acompañó a Stalin a la conferencia de Teherán. Nacido en 1917, poseía la medalla del Valor, la orden de la Guerra Patria y de la Estrella Roja. Lideró la asociación “Veterani”, que fomentó los vínculos económicos entre España y los países postsoviéticos.

Varios “niños de la guerra” (en Rusia y en Ucrania) compartieron sus recuerdos con EL PAÍS en vísperas del aniversario. Llegaron en barco a Leningrado en 1937, los alojaron en “casas de niños” y en su memoria se amalgaman dos guerras: un paisaje de bombas incendiarias, hambre insaciable, huidas eternas en barco y en tren y hermanos o compañeros que fueron víctimas del tifus, la tuberculosis y el hambre o que simplemente desaparecieron al soltarse de la mano.

Mercedes Coto, de 85 años, es una blokadniza (veterana del bloqueo) de Leningrado (septiembre, 1941-enero, 1944). Ella y Joaquina, de 81, recuerdan a Manolo, el hermano recién fallecido. Procedían de un pueblo de Asturias. En la URSS las separaron. Mercedes vivió en una casa de niños de Leningrado y ayudaba a operar a los heridos del frente en un hospital. Recuerda los cadáveres amontonados sobre el río Neva helado y el hambre que mató al compañero Salvador Puente. En 1943, aprovechando la ruptura del cerco, la mandaron al Cáucaso, donde el ejército alemán capturó a un grupo de niños (repatriados con posterioridad a España desde Alemania). Por las montañas llegó hasta Sujumi, en el mar Negro, y allí los soviéticos la encarcelaron por indocumentada. La liberaron después de que los niños capturados por las tropas hitlerianas en el Cáucaso contaran su odisea en una emisora alemana. Desde Tbilisi, en barco por el Caspio y como polizón de trenes por la estepa asiática, llegó a Samarcanda. En Miass, en los Urales, bailó jotas para el Fondo de Defensa de la URSS.

“Tras de ti marcharemos, Stalin, por la línea que Lenin trazó…”. Las hermanas Coto entonan la estrofa inicial de la canción compuesta por los niños Julio García y Ángel Madera. Stalin premió su creatividad con un reloj. “La cantaban en todas las casas de niños españoles de la URSS”, afirma Joaquina. Madera pereció en el frente de Leningrado.

En su huida, Mercedes encontró generosidad: la tía Masha, que la salvó de morir de diarrea en Samarcanda. Y frío cálculo: la aldeana del Cáucaso que le pidió la bata por un plato de sopa. Tras la guerra, Mercedes trabajó en una fábrica de Moscú. Por su condición de blokadniza, reconocida recientemente, recibe una pensión rusa de 25.000 rublos (equivalente a 650 euros), complementada con otra española. Joaquina enseñó francés en un pueblo montañoso de Daguestán, donde se desplazaba en burro, y después trabajó en Radio Moscú.

El destino dispersó a los niños. Les enviaron a lugares de donde Stalin había expulsado a otras comunidades por temor a que apoyaran al enemigo. Así, llegaron a la antigua República de los Alemanes del Volga, de donde fueron deportadas 367.000 personas, y a Crimea, de donde en 1944 fueron expulsados los tártaros. Francisco Mansilla, el director del Centro Español de Moscú, recuerda su estancia en Bassel, donde se alimentaban de los comestibles dejados por los alemanes, incluido el “sabroso aceite de hígado de bacalao” que el director de la casa de niños le requisó.

En Izium-2, en las cercanías de Járkov (Ucrania), vive Tomasa Rodríguez, 81 años, que de niña pasó “frío, hambre y miseria” en la aldea alemana de Kukkus. Tomasa es la última española de Izium-2, donde vivieron unos 40 niños de la guerra empleados en la fábrica de óptica local. Tiene tres hijos, uno de ellos trabajando en Barcelona. “Si no fuera por España, estaría en la ruina”, afirma esta mujer que cobra una pensión española de 1.700 euros cada tres meses y otra pensión de Kiev de 950 grivnias (unos 120 euros).

La vasca Josefina Iturrarán, de 87 años, cuenta que, al estallar la guerra, desaparecieron los educadores de su casa de niños de Odessa. Josefina reprocha a los dirigentes del Partido Comunista de España el “habernos dejado solos y haberse olvidado de nosotros”. Fue evacuada por Siberia y Asia Central en un vagón sin cristales. El trayecto, de 38 días, concluyó en Samarcanda, donde “se acababa la vía”.

A Antonio Herranz, de 83 años, de Baracaldo, lo enviaron a Eupatoria, en Crimea, y de allí hacia Stalingrado bajo las bombas alemanas, y por el Volga, hasta Engels y Orlovskoye, donde aprendió a ordeñar vacas y sembrar la tierra. Recuerda Herranz el tocadiscos de Afanasi Kisiliov que, de profesor en la embajada soviética en París, se convirtió en director de una casa de niños y organizador del trabajo agrícola en las haciendas abandonadas por los alemanes en Orlovskoye. Los adolescentes fueron enviados a las fábricas y Herranz fue tornero en Marx-Stadt, cerca de Sarátov. A los 14 años fabricaba armas y comía una vez al día. En el Centro Español de Moscú se guarda la memoria de vidas -breves y largas- golpeadas por dos guerras. También la de los miembros de la División Azul que se pasaron al Ejército Rojo y tras internamientos a veces muy largos se integraron en la URSS, en gran parte en Tbilisi.

* * * * * *

De la contienda española a la URSS

Unos ochocientos españoles lucharon por la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Según datos del Centro Español en Moscú, 151 cayeron en combate y 15 desaparecieron en el frente. Si se suman las víctimas de las secuelas bélicas, hubo 420 muertos.

A raíz de la Guerra Civil (1936-1939) llegaron a la URSS 4.299 españoles: 891 emigrantes políticos, 157 alumnos pilotos, 67 marineros, 122 acompañantes, 2.895 niños en expediciones y otros 87 con sus padres, además de 27 capturados por el Ejército Rojo en Europa, y 51 procedentes de la División Azul. El historiador Andréi Elpátevski estima que 6.402 españoles (más de 3.000 niños) emigraron a la URSS desde los años veinte a los cuarenta. De ellos, 278 civiles fueron considerados sospechosos, incluidos los apresados en Europa. Además hubo entre 452 y 484 prisioneros de guerra, en su mayoría de la División Azul. Por delitos varios fueron condenados 250 españoles, entre ellos, 69 prisioneros de guerra e internados y 155 educadores castigados sobre todo por hurtos, subraya Elpátevski. Detrás de los robos, el hambre.

Un centenar de ex combatientes españoles vivían en 1985 en la URSS; un cuarto de siglo después, todos han muerto. A principios de mayo, en Rusia y en Ucrania quedan 152 y 19 “niños de la guerra”, respectivamente. Felipe Álvarez, el último ex combatiente español residente en Ucrania, falleció en 2008.

La herida abierta de Katyn

Rusia tiende la mano a Polonia con la emisión de la película de Wajda sobre la matanza de 22.000 polacos en 1940 – Putin visitará el monumento a las víctimas

PILAR BONET El País04/04/2010

Rusia tuvo el viernes un pequeño gesto de acercamiento a Polonia al difundir por la televisión la película Katyn, de Andrzej Wajda, sobre el exterminio de la élite militar polaca por el régimen estalinista en el bosque de ese nombre en Smolensk, en el territorio ruso de la URSS. Con la proyección de la cinta por el canal Kultura quedó satisfecho en parte uno de los deseos del gran director de cine polaco, cuyo padre fue una de las víctimas de los fusilamientos realizados por el NKVD (entidad precursora del KGB) en 1939-1940, tras el reparto de Polonia entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. En virtud de una orden del Politburó, de la que se cumplieron 70 años el 5 de marzo, fueron asesinados casi 22.000 militares polacos, y sus familias recluidas en campos de prisioneros en diversos territorios de la URSS (incluido Katyn) en Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

El 7 de abril, el jefe del Gobierno ruso, Vladímir Putin, y su homólogo polaco, Donald Tusk, visitarán juntos el monumento dedicado a las víctimas de Katyn, al oeste de Moscú. La iniciativa de esta visita sin precedentes corresponde a Putin.

Durante medio siglo, la URSS culpó de la matanza de Katyn a la Gestapo, pero en 1990 el presidente Mijaíl Gorbachov entregó a su colega polaco Wojciech Jaruzelski la lista de los fusilados y otros documentos, y se abrió una causa criminal. Las investigaciones iniciadas entonces se cerraron en 2004, durante la presidencia de Vladímir Putin, en virtud de una disposición secreta de la fiscalía militar. La matanza de Katyn enturbia las relaciones entre Varsovia y Moscú y es un enorme obstáculo para crear un clima de confianza entre dos vecinos.

Kultura es un canal dirigido a un público intelectual y tiene una audiencia inferior a la de otros canales nacionales. Sin embargo, la proyección de Katyn, que fue programada la víspera, saturó su página web y se convirtió de inmediato en uno de los asuntos más debatidos de la noche en el Internet ruso. A la proyección, que sólo puede haberse producido por orden del Kremlin, siguió una mesa redonda con políticos, historiadores y el cineasta Nikita Mijalkov. Desde distintas posiciones, todos los participantes reconocieron como un hecho incuestionable que Katyn fue un crimen perpetrado por el estalinismo. Konstantin Kosachov, el jefe del comité internacional de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento), admitió que sólo la “total publicación” de los muchos documentos aún secretos dará respuesta a las necesidades emotivas de los polacos.

Kosachov es figura influyente en el partido gubernamental y sus palabras parecen indicar que Vladímir Putin podría dar una muestra de buena voluntad a Polonia, facilitando la apertura de los archivos.

En Rusia, Katyn se había proyectado en sesiones restringidas, una de las cuales, en marzo de 2008, fue organizada en Moscú por Memorial -la ONG que vela contra el olvido del estalinismo-, con asistencia del mismo Wajda. En una sala atiborrada, el cineasta dijo que deseaba acceder a los documentos sobre el destino de su padre y conseguir la proyección comercial y televisiva de Katyn en Rusia.

De los 183 tomos de la investigación sobre Katyn, nada menos que 116 han sido declarados secreto de Estado, y el delito ha sido trivializado, al ser calificado como “un abuso de poder con graves consecuencias y circunstancias agravantes”. La fiscalía militar se ha negado a examinar las peticiones de Memorial para rehabilitar a las víctimas.

En 2005, el Parlamento polaco exigió que el fusilamiento de Katyn fuera reconocido como un acto de genocidio. Parientes de las víctimas se dirigieron al Tribunal de Estrasburgo para pedir que Rusia reconozca su responsabilidad jurídica, acepte la calificación de genocidio y se disculpe, cosa que ya hizo el presidente Borís Yeltsin al hincarse de rodillas en Varsovia en 1993. Polonia no excluye reclamaciones de sus ciudadanos a Rusia, en tanto que heredera de la URSS.

“La proyección de la cinta es positiva, pero parece más bien un gesto simbólico para desviar la atención y agradar a los polacos sin tener que dar pasos prácticos”, manifestó Nikita Petróv, de Memorial. Esta organización ha exigido que se den los nombres de los culpables de la matanza, que se califique el asesinato como crimen contra la humanidad y que los muertos sean declarados víctimas de la represión política estalinista. También quiere que se publiquen los documentos, incluida la disposición secreta mediante la cual la fiscalía rusa dio por concluido el caso en 2004.

“El crimen de Katyn no sólo es el asesinato de casi 22.000 polacos, sino medio siglo de mentiras y falsificaciones, durante el cual la URSS, pese a los hechos evidentes, negó su responsabilidad por el exterminio de prisioneros políticos y trató de convencer a todo el mundo y a sus propios ciudadanos de que el crimen era del nazismo”, afirmaba Memorial en una carta dirigida al presidente Dmitri Medvédev. “Los intentos de resucitar la versión falsificada de Stalin se emprenden no sólo en la prensa sensacionalista, sino desde el Parlamento. Como resultado, la sombra de los delitos y la mentira del régimen estalinista gravitan sobre la Rusia de hoy”, señalaba Memorial.

* * * * * * *

Trailer de la película Katyn (2007), de Andrzej Wajda:

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=XUhBB3FgslI]

Tumbas sin nombre

Si cada país europeo tuviera un juez Garzón, nuestro continente sería un lugar más moral y, en consecuencia, más seguro. Europa debe restaurar la dignidad de las víctimas de su sanguinario siglo XX

PINCHAS GOLDSCHMIDT El País – 09/03/2010

Estamos siendo testigos de unas tendencias históricas diametralmente opuestas en Europa. Algunos individuos, organizaciones y Estados intentan asumir su pasado y llevan a cabo un proceso histórico de examen de conciencia, mientras otros tratan de reescribir la historia y confían en que los focos no alumbren demasiado su pasado turbio.

En 1989 llegué a la Unión Soviética para ejercer de rabino en la Sinagoga Coral de Moscú. Entre todas las tablillas conmemorativas, no había ninguna huella ni mención de uno de mis predecesores, Yehudah Lev Medallie, que fue detenido y asesinado por la policía de seguridad del Estado de Josef Stalin en 1938, después de una década de intentar mantener la vida religiosa en la capital soviética. Su hijo, Hillel Medallie, rabí supremo de Amberes, no descubrió el destino que había sufrido su padre hasta bien entrados los años sesenta. Los lugares en los que están enterrados el rabino Medallie y los demás miles de clérigos oprimidos en la Unión Soviética siguen siendo hoy desconocidos.

La Iglesia ortodoxa rusa ha construido una capilla conmemorativa en un barrio de las afueras de Moscú, en un lugar en el que se cree que mataron y enterraron a gran parte de los líderes religiosos del Estado soviético.

En España, el juez Baltasar Garzón declaró públicamente en 2008 que los actos de represión cometidos tras la Guerra Civil española bajo el régimen del dictador Franco, y que desembocaron en la muerte de más de 100.000 personas, eran un crimen contra la humanidad. Asimismo, ordenó la exhumación de ciudadanos asesinados y exigió el acceso a los expedientes que pudieran ayudar a descubrir las tumbas de esos millares de víctimas anónimas. Esta campaña para lograr la verdad y la justicia cuenta con opositores. Hoy, el juez Garzón sufre ataques de quienes preferirían que el pasado permaneciera enterrado e intacto y le están presionando para que abandone su puesto.

En 2006, la Conferencia de Rabinos Europeos, de la que me honro en ser presidente, creó la organización Lo Tishkach (No debes olvidar) y la Conferencia de Reclamaciones para preservar y documentar el recuerdo de los nada menos que 20.000 cementerios y fosas comunes de judíos que se calcula que hay en Europa, sobre todo en lugares en los que la comunidad judía desapareció tras el Holocausto. Lo Tishkach ofrece esta información en una base de datos a la que es posible acceder por Internet y, al mismo tiempo, trabaja para identificar físicamente cada enterramiento. La identificación, tanto la pública con fines documentales como la física sobre el terreno, es la mejor forma de garantizar que la historia no se niegue y, por tanto, no se repita.

Aunque está muy documentada la trayectoria de la industria asesina de los campos de concentración nazis, la historia de los 1,5 millones de judíos asesinados en ejecuciones masivas por el ejército invasor alemán (que era la labor esencial de los Einsatzgruppen de Himmler), enterrados en las mismas aldeas en las que ellos y sus antepasados habían vivido durante cientos de años, es una historia que hoy está adquiriendo una dimensión cada vez más pública.

Un sacerdote católico francés, Patrick Desbois, ha viajado por Ucrania y Bielorrusia en busca de información sobre la localización exacta de las fosas comunes de la época del Holocausto. El equipo del padre Desbois entrevista a los escasos testigos de las matanzas que quedan e intenta localizar las fosas comunes que preparaban las propias víctimas poco antes de morir. A diferencia de Europa occidental, donde la colaboración local terminaba en la estación de tren camino de los campos de concentración y la solución final era un secreto, en Europa del Este los asesinatos eran públicos y la policía y las organizaciones paramilitares locales colaboraban con los alemanes hasta el momento de los propios asesinatos.

Según Lo Tishkach y el padre Desbois, existen al menos 1.500 fosas comunes de la época del Holocausto sólo en Ucrania, y probablemente centenares o incluso miles de fosas más en Bielorrusia, Rusia y los Estados bálticos. Algunos de esos enterramientos se han identificado y protegido, pero muchos siguen sin localizarse.

La Conferencia de Rabinos Europeos espera ardientemente que el padre Desbois ponga sus hallazgos al alcance del público de la manera más transparente posible y que no oculte la importante información que ha recogido en algún sótano polvoriento. La protección e identificación de estos lugares exige que la información sobre ellos sea pública. Hay que destacar que el Vaticano, que había mostrado siempre una actitud muy defensiva al hablar de su trayectoria durante la II Guerra Mundial, ha empezado ahora a publicar algunos de los documentos secretos de aquel periodo en Internet, una iniciativa que debía haber emprendido hace tiempo y a la que damos la bienvenida.

No obstante, existen en Europa fuerzas que preferirían mantener el silencio e incluso reescribir la historia para limpiar su conciencia nacional. En su último acto antes de dejar su cargo, Víktor Yúshenko, el presidente saliente de Ucrania, ha concedido la mayor distinción de su país póstumamente a Stepan Bendera. Bendera, un nacionalista ucranio que a veces colaboró con la Alemania nazi contra la Unión Soviética, hizo que miles de sus seguidores se infiltraran en la policía local, con su consiguiente participación en las matanzas de judíos en aldeas ucranias durante la ocupación alemana. En bastantes ciudades de Ucrania pueden verse monumentos a Bendera, al que se considera el padre de la independencia del país. Espero, desde luego, que el presidente recién elegido tenga la valentía moral de abordar esta cuestión con honradez después de tomar posesión.

En Lituania, donde las milicias antisemitas locales empezaron a matar judíos incluso antes de que llegaran los nazis, les encanta hablar de los pocos lituanos que salvaron unas cuantas vidas judías durante la ocupación del país. Pero Lituania se ha negado siempre a llevar ante la justicia a ninguno de sus criminales de guerra, ni siquiera los extraditados desde Estados Unidos. En Letonia, los veteranos de las Waffen SS siguen desfilando con orgullo e impunidad por las calles de Riga, para horror de lo que queda de una comunidad judía en otro tiempo muy importante.

El juez Garzón estudió para ser sacerdote, pero decidió dedicar su vida a luchar contra el pecado y el mal de una manera diferente. Lo que para el filósofo es una cuestión moral, para el hombre religioso es una cuestión de pecados y méritos y para el hombre de leyes una cuestión de delito e inocencia.

La búsqueda de justicia histórica del juez Garzón -por dolorosa que sea para quienes colaboraron con el régimen de Franco y por irritante que pueda ser para los colegas suyos que ponen en duda su competencia en esta materia o están molestos por su extraordinario protagonismo- no sólo es importante para España, sino que tiene ramificaciones para toda Europa. Sólo afrontando valientemente nuestro pasado, con sus luces y sus sombras, podremos vencer verdaderamente a sus fantasmas.

Aunque sucesivos Gobiernos de Alemania, Rusia y España han denunciado los regímenes represivos de su pasado, la información que hoy tenemos sobre el número de víctimas y su marcha por el valle de la muerte es incompleta. Olvidar el pasado es cometer una injusticia con las víctimas de la opresión. Europa tiene la obligación moral de restaurar la dignidad de las víctimas de su siglo más sanguinario.

Si cada país europeo tuviera a un juez Garzón, Europa sería un lugar más moral y, como consecuencia, un sitio mejor y más seguro para nosotros y para las futuras generaciones.

Pinchas Goldschmidt es rabino supremo de Moscú y presidente en funciones de la Conferencia de Rabinos Europeos, una organización que reúne a los líderes religiosos judíos de más de 40 Estados europeos. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

A Satán, atentamente, sus víctimas

Editadas las cartas de los escritores Mijaíl Bulgákov y Evgeni Zamiatin a Stalin

JOAQUÍN ESTEFANÍA El País13/02/2010

Iósif Visarionovich Dzhugashvili

Sorprende en el protagonista de la película El círculo del poder, de Andréi Konchalovski, su ingenuidad en el tratamiento al poder omnímodo de Stalin en los albores de la II Guerra Mundial y al final de los grandes procesos de Moscú contra la oposición de izquierdas y de derechas: el tiempo del Gran Terror en la URSS. Algo de esa ingenuidad y relación masoquista hay también en la correspondencia que establece Mijaíl Bulgákov, el autor de la extraordinaria novela El maestro y Margarita, con Stalin, que encabeza con el familiar saludo “¡Muy estimado Iósif Visarionovich!”, en la que le pide angustiado que cese la persecución que padece y le deje volver a sus novelas, a sus obras de teatro, porque para él no poder escribir equivale a ser enterrado vivo.

Aparecen publicadas ahora estas cartas, así como las del escritor Evgeni Zamiatin (Cartas a Stalin, Editorial Veintisiete Letras), años después de la inmensa labor que hiciera el investigador Vitali Shentalinski, en su extraordinaria trilogía (Esclavos de la libertad, Crimen sin castigo y Denuncia contra Sócrates. Nuevos descubrimientos en los archivos literarios del KGB. Galaxia Gutenberg) contra la amnesia histórica.

Cuando la perestroika abrió en Rusia los primeros horizontes de libertad, Shentalinski se encerró para hacer un estudio de la historia de los escritores durante el periodo soviético que se inicia en 1917. Entró en la Lubianka, sede del KGB en la última reencarnación de los servicios de seguridad soviéticos, y abrió su caja negra para descubrir informes clasificados, documentos que se creían perdidos, obras inéditas de los represaliados: cerca de tres millares de intelectuales.

Lo primero que sorprende en las cartas de Bulgákov y Zamiatin -muy distintas, las del primero más dubitativas; las de Zamiatin más directas- es que apenas piden por su supervivencia, a pesar de que pasan pobreza, frío y privaciones (“los escritores rusos están acostumbrados a pasar hambre”, escribe Zamiatin), sino el cese de las persecuciones y el silencio al que son sometidos por parte de las autoridades, los editores, sus propios camaradas del mundo de la cultura.

[leer todo el artículo]

Estimado Stalin, écheme del país

Las dramáticas cartas de los escritores Bulgákov y Zamiatin al dictador muestran un Estado de represión y censura que les prohíbe publicar novelas

PEIO H. RIAÑO – Público – 28/01/2010

Para Stalin, la producción de almas fue mucho más importante que la producción de tanques. “Nuestros tanques son inútiles cuando quienes los conducen son almas de barro”, arenga a 40 escritores rusos el dictador durante un encuentro en la suntuosa mansión de Gorki, en 1932. Once de ellos no sobrevivirían a las depuraciones. Había que alimentar las almas de la revolución con letras hinchadas de épica y orgullo, había que olvidarse de la libertad creativa. Era el momento dela propaganda.

La producción y transformación de aquellas almas era un asunto de suma importancia para Stalin, que llegó a definir a los escritores como “ingenieros del alma”, tal y como recogió el escritor y periodista holandés Frank Westerman. El modelo debía ser la fiel representación de la realidad sobre el desarrollo de la Unión Soviética. Gorki se encargó de articular lo que se dio en llamar el realismo soviético y de enfrentarlo como programa literario al resto del mundo: no a Joyce, no a Proust, no a todo aquel que no escribiera para las barricadas. No a los autores con burguesía: “Nuestros dirigentes son nuestros maestros y amigos, nuestros camaradas en el sentido pleno de la palabra”.

Tanto Mijail Bulgákov (1891-1940) como Evgeni Zamiatin (1884-1937) debieron creerse las palabras de Gorki al pie de la letra y escribieron directamente al “maestro” Stalin para levantar la censura que asfixiaba sus novelas y teatro. Una actitud ingenua muy peligrosa. No hubo represalias contra dos de los escritores disidentes más famosos del momento, dos autores tercos como Daniil Charms, AnnaAjmatova o Joseph Brodsky.

[leer todo el artículo]