Diario de aprendizaje IV (Eriikka)

Hacia el final del último diario procuré problematizar el gran elogio extático que Cercas, en el final de su novela Soldados de Salamina presenta en honor al típico soldado de fila que no tiene muy claro los motivos de su lucha, pero que lucha a pesar de todo, sin recibir por ello ningún tipo de reconocimiento u honor. Esa figura, que bien podría parecernos lo más triste y absurdo desde el punto de vista de la historia de la humanidad, para Cercas llega a representar el héroe sublime, postura esta que puede sorprender el lector de la novela. La novela Llegada para mí la hora del olvido (1997) de Tomás Val parecería ofrecernos una voz de crítica paralela a la nuestra, a través del Franco ficticio. En la novela de Val, Franco, al pasar por un pueblo pequeño, para a conversar con unos hombres que no le reconocen, y les indaga sobre sus motivos de lucha. Al recibir una respuesta que bien podría haber salido de la boca de un héroe de Cercas (“Porque no quedaban más cojones, porque había que estar allí, que un día vinieron y nos llevaron al frente.” [121]), Franco reflexiona lo siguiente: “Maldito país, que hace guerras sin conocer la razón, que va a la carnicería como carnero obediente.” (121) El que este comentario salga de la boca del personaje de Franco no deja de tener una ironía especial, porque además, para Franco, es una desilusión entender que la gloria de su victoria depende de una historia inventada: Si ni unos ni otros sabían muy bien porqué luchaban, la lucha de por sí pierde importancia. Si el enemigo no era lo que lo habían pintado ser, pues quizá la victoria tampoco se mostraba ya tan gloriosa. Por eso, Franco pregunta “¿A quién, entonces, gané yo una guerra?”. Otro punto importante del comentario de Franco es que apunta el dedo, no ya hacia sí mismo, hacia la figura de Franco como el único responsable, sino hacia el pueblo, “el maldito país”. Pasaré a comentar, a continuación, algunos otros momentos de crítica hacia los individuos o ciudadanos en general, ya que me parece un aspecto central en la obra.

La novela de Val invierte la postura común de soler acusar a un sólo individuo, en este caso un dictador, por las atrocidades cometidas, ejecutadas o silenciadas por muchos. Es fácil demonizar retrospectivamente a una sola persona, más fácil que reconocer que la colectividad siempre tiene su parte de la responsabilidad. Val saca esta crítica a través de la voz ficticia de Franco, lo cual por un lado da más eficiencia, ironía y hasta humor negro al mensaje, por otro lado rompe con la idea del “padre benévolo” y demuestra un líder que desdeña y ridiculiza el mismo pueblo necio que le entrega el poder tan ciegamente, a la vez que describe lo absurdo de esa idolatría. El siguiente pasaje es un buen ejemplo de esto:

“Qué país. Yo nunca pedí nada de eso, ni palios ni cohetes ni coros danzantes. Ya no puede faltar mucho para que todos miren atrás. [...] Entonces [...] todos se apresurarán a echar la vista atrás y me culparán de todo. ¿Pero cuando pedí campanas y palios y flores derramadas y coros y danzas y cuándo ordené tanto luto y tanto silencio y cuándo prohibí esta Radio Pirenaica que tanto me divierte y cuándo ordené a mis ministros que cerraran periódicos y que atestaran los ríos de truchas y que lanzaran bandadas de pájaros dispuestos para la escopeta?" (60-61)

Destaca también aquí la frase “todos se apresurarán a echar la vista atrás y me culparán de todo” que esconde un análisis de una de las mentalidades típicas de la época posterior al franquismo en que la gente evita mirarse al espejo para buscar respuestas a lo que pasó. Sin embargo, un dictador no existe sin las masas de gente que le sirven de espejo. Pasajes con un mensaje como éste abundan en la obra:

“Fueron las masas que me convirtieron en dictador, las que me otorgaron el papel” (27)

“Jamás he sido un impostor, nunca he fingido ser lo que no soy ni he aparentado sentir lo que no siento. Son los demás los que se han engañado, quienes me han pintado sin acertar nunca.” (56)

“Lo único que ha cambiado en estos últimos treinta años es que antes creía que Yo había concebido a España y ahora sé que es ELLA quien me ha engendrado.” (163)

“Era España la que, como un espejo, me reproducía cuando intentaba huir; la que alumbraba el dictador que necesitaba, la que creaba de la nada el nuevo caudillo.” (227)

En la novela también se establece una crítica hacia la historiografía que procura(ba) embellecer y censurar tanto la imagen de Franco como las noticias diarias sobre la realidad del país. Otra vez, es irónicamente el propio Franco quien critica a la censura: el Franco ficticio juega él mismo el papel de iconoclasta en la novela, no tiene miedo a la verdad y reprocha a los fabricantes de mentiras. De esta manera, Val logra tanto resaltar aspectos negativos de Franco – pero estableciéndolos como características de las que él mismo se hubiera sentido orgulloso, o que no hubiera negado – como criticar no sólo a los historiadores, ministros y medios de comunicación, sino a la sociedad entera:

“Yo sí soy un asesino, yo sí he matado y si la sociedad o los historiadores consideran que eso es moralmente censurable, es cosa de ellos, es su error.”(84)

“Qué país de mierda me ha tocado en suerte, qué maldito territorio conquisté [...] todos los ministros de Información han cometido siempre ese error – cree[n] que su cometido es controlar lo que aparece en los periódicos y en los noticieros de las radios y televisión. De dónde les vendrá a los ministros el miedo a la verdad.” (79)

“Pero fue imposible averiguar nada, como si el destino se empeñara en fabricar su propia verdad. Hace mucho tiempo que dejé de luchar contra esa fuerza fatal. La Historia me acusará de falsificador, de manipulador, de repetir mil veces una mentira para convertirla en verdad... No hice nunca nada de eso” (154)

Hay en la novela una idea recurrente sobre los españoles como muertos en vida. Su servilismo los ha convertido en máscaras, en “un país de bultos, siluetas, [y] sombras”. (176) Aquí por un lado se intenta cuestionar la idea bastante difundida de que los años de franquismo fueron años de felicidad y de estabilidad. La estabilidad bajo una dictadura tiene su otra cara, que es la de un pueblo silenciado, reprimido, “muerto en vida”. Es decir, la novela procura describir “la paz” de los españoles de aquellos tiempos desde un punto de vista que desafía a la imagen oficial difundida por la propaganda nacional. Por otro lado, también sirve de crítica hacia el pueblo pasivo, que no reacciona, que está muerto.

“La gente que atestaba las calles, la multitud vestida de azul, los rostros hoscos, los ojos vacíos que nunca han presentido el mar, las legiones de curas y seminaristas que levantaban su brazo en saludo fascista, las mujeres acodadas sobre las colchas que adornaban los balcones, parecían más muertos en vida que las reliquias guardadas bajo siete llaves. Cada vez me asalta más a menudo la sensación de pasear entre cadáveres, de gobernar un territorio de difuntos. [...] Quién ha ordenado a España que se calle, cuándo he pedido a las multitudes que parezcan muertas en vida.” (72)

“España era un país de muertos y yo nunca di esa orden. ¿Me creerá alguien si digo ahora que me dolía ese paisaje humano? Es igual, no trato de justificarme; eso lo dejo para los dictadores democráticos” (208)

Aquí es esencial la expresión incisiva “eso lo dejo para los dictadores democráticos”, que tanto puede ser interpretado como una pulla hacia aquellos que durante la llamada democracia todavía intentan justificar la época del franquismo, como también deja a la luz el hecho de que a veces los líderes democráticos tampoco están tan lejos de ser “dictadores”; en el fondo lo que cambia es la apariencia y el modo de actuar pero quizá los intereses – y las reacciones del pueblo – son (en algunos casos) las mismas.

Asimismo, se critica en varias ocasiones de la obra la falta de conciencia y compromiso político, la actitud de estar en contra por el hecho de estar en contra, así como la breve memoria política e histórica de los españoles. Una vez más, es irónico que sea Franco quien frente a las multitudes de brazos levantados se extraña del hecho de que se hayan olvidado tan rápidamente sus sueños de la república. Así la crítica también gana más poder. Además, para Franco esta conciencia también trae tristeza y desilusión porque sabe que de la misma manera se olvidarán de él. Así, pasajes como el siguiente también pueden ser vistos como claras tomas de postura hacia el tema de la memoria histórica:

“El hombre, y más si es español, todo lo olvida. Cuando paso por los bosques de brazos levantados, cuando el Franco Franco Franco resuena como tormenta en los cielos patrios, cuando me informan de que a los recién nacidos varones se les pone Francisco y a las hembras Carmen, cuando los intelectuales me nombran como ejemplo de pensamiento y sabiduría, me acuerdo de aquel otro día, no tan lejano en el tiempo – la Historia del milenio nos pondrá en el mismo espasmo –, en el que las calles de llenaron de sueños. República. ¿Se acordarán todavía de aquel alboroto de locas ilusiones? Creo que no, estoy convencido de que no. Incluso mis detractores se oponen a mí por el simple placer de estar en contra, no porque defiendan otra forma de gobierno.” (183)

La novela Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val es, en muchos sentidos, una novela iconoclasta que emplea el narrador-focalizador más propicio para ello, el de un Franco ficticio. Uno de los efectos que se logra con esto es la crítica a la sociedad. Y con esto termino, con una frase de la novela que está formulada como una profecía del futuro, llena de esperanza, y a la vez muy irónica porque imposible.

“Algún día saldrá una historia verdadera del mundo, de los hombres y mujeres que lo gobernaron, y las gentes comprenderán entonces qué descabellado fue todo.” (246)

Fuente: Val, Tomás (1997) Llegada para mí la hora del olvido, Alfaguara, Madrid.

2 thoughts on “Diario de aprendizaje IV (Eriikka)”

  1. Te escribe un admirador oculto de tu diario y, no sólo éste sino, de los anteriores también.

    Conforme a la elección y estructuración del contenido, la capacidad discursiva, destreza expositiva, depuración del lenguaje, coherecia del hilo argumental, tallado crítico, buen manejo de los elementos del análisis literario y la forma ilustrativa en que lo presentas, bajo mi punto de vista, resulta excelente.

    No siempre coincido con tus apreciaciones y opiniones en la orientación de los temas de fondo. A veces incluso me pierdo y necesito releer para hacer nuevas reconsideraciones, lo que convierte su lectura en más atractiva aún. Sin querer entrar en un tira y afloja con esto o con aquello, decir que los virajes que da la historia como resultado de hazañas bélicas se construyen como se construyen, llenos de justicia e injusticias de todo tipo, de episodios que son tristes y absurdos para unos y de júbilo y coherencia para otros, hay perdedores y hay vencedores, héroes y antihéroes. Tanto el peripatético Caudillo y sus esbirros como sus sufridos enemigos podrían haber entonado a duo y en posesión de la verdad absoluta aquello de que “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Y esta simple perogrullada que se me ocurre, y que sin duda desmerece la calidad de tu trabajo la digo en general. Me parece que todo es relativo cuando se hablan de estos temas, como se suele decir.

    Gracias por la calidad de tu diario por su impecable estilo y por invitar a discurrir.

  2. Gracias, Eriikka, por tu diario. En mi opinión, analizas de modo claro y sutil dos aspectos centrales en la novela de Val: el curioso papel del narrador-protagonista Franco como el crítico más despiadado de su propio régimen y la crítica que se hace al pueblo español por tolerar la larga pervivencia de la dictadura. Asimismo, las citas utilizadas son adecuadas y sirven para apoyar tu argumentación, aunque creo que en un trabajo tan breve como éste una cita bien elegida por tema sería suficiente. En todo caso, comprendo la dificultad de ceñirte a un solo ejemplo porque la novela está atestada de frases deliciosas!

    En tu diario, haces referencia a las “mentalidades típicas de la época posterior al franquismo en que la gente evita mirarse al espejo para buscar respuestas a lo que pasó”. Es cierto que en la Transición se habló mucho de la Guerra Civil, pero el debate público crítico con el franquismo no se generó hasta años más tarde, y aún así, impulsado principalmente por la generación de los “nietos de la guerra” y no por los contemporáneos de la época. Una de las razones que puede explicar el rechazo a examinar (y condenar) el franquismo reside seguramente en la amplia aceptación social –tácita o expresa– de la que gozaba el régimen incluso en sus últimos años. En este contexto, Llegada para mí la hora del olvido realiza, en mi opinión, un importante ejercicio de autoexamen –una asignatura aún pendiente en la sociedad española en su conjunto–, quizás la única forma para purgar definitivamente las herencias del franquismo.

    Para terminar, una cita del libro Franco y yo. ¡Buen viaje, Excelencia! (Madrid, Espasa Calpe, 2003) de Albert Boadella, director de la película que vimos en clase:

    El pueblo español, que en su mayoría soportó con insólita paciencia cuarenta años de un régimen represivo y necio, no podía en ningún caso admitir que quien nos tuvo inmovilizados tanto tiempo bajo su bota fue simplemente un cantimpla. Teníamos que crear un enemigo considerable para justificar nuestra propia inoperancia y salvar así la dignidad ante la incapacidad de eliminarlo. (26)

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