Diario de aprendizaje IV (Estefanía)

Llegada para mí la hora del olvido nos presenta a un Francisco Franco, que se parece más a un personaje cómico o satírico que a un personaje de la historia más reciente de España. Un hombre que se cree Dios, que se cree omnipresente y, que se considera superior a sus enemigos. En la novela nos encontramos con muchos episodios humorísticos- grotescos: un ejemplo, los que tratan el tema del brazo de Santa Teresa. Tomás Val lo considera como un tercer miembro del matrimonio, que incluso está presente en las pocas “relaciones íntimas” que llevan a cabo. Uno de los momentos más grotescos es cuando Carmen Polo intenta encontrar las falangues, en un brazo en avanzado estado de descomposición. O, la presencia de los muertos, que siguen a Franco. Incluso, llega a tener una conversación con un fantasmal Primo de Rivera.

Nos encontramos a un Franco que, dentro de su mundo tan peculiar, intentará resucitar a una princesa mora, Casilda, para que se convierta en amiga de su hija, porque las demás niñas desentonan (no así una niña muerta). A partir de este momento nos encontramos con uno de los episodios más grotescos de la novela: sólo la niña le tiene asco a su “nueva amiga”.
Pero este Franco también tiene algo de Dios: es onmipotente, sabe cosas del futuro, sabe cosas que no tendría porque saber: “Nadie se atreve a decirme que hay neveras atestadas de botellas de champán que se descorcharán el día de mi muerte (…) Pondrán la radio y escucharán Franco ha muerto y el deprimente café con leche será sustituido por la copa de espumoso, muchos celebrarán esa incierta aurora como el final de una pesadilla”; o, sabe que tras su muerte España no seguirá en una dictadura: “Por los despachos, bajo el emblema del yugo y las flechas, ya pululan hombres con cara de presidente de Gobierno demócrata”. Pero este Franco también es contradictorio, pues prefiere La Internacional antes que El cara el sol. Incluso, llega a considerarse una víctima de los españoles: “Yo he sido más benevolente con todos los condenados que 30 millones de españoles conmigo”. Es cómica y surrealista la situación que se narra vinculada a la catedral de Burgos, Franco piensa en irse a vivir a una catedral, pues, claro, él es una figura religiosa como las que hay en dichos lugares. Incluso, es un Dios en aquello que él ve pecaminoso, o sea, que es un hipocrita: “Dios de Falo Incomparable”. Se cree igual que Felipe II, Carlos I o el propio Cid; o sea, más de lo que es. Tomás Val nos relata una vida llena de momentos surrealistas: por ejemplo, cuando pasan por un pueblo, y se encuentran con un entierro, el ataúd se cae y el cuerpo del muerto sale desparramado. Tomás Val logra describir un cuadro que posee un cierto paralelo con la entrada de Jesus en Jerusalén.

Tomás Val utiliza la sátira y el humor para tratar el papel de Carmen Polo en el matrimonio: pone en boca de Franco: “- Resucita, Casilda, te lo ordeno en nombre de Carmen Polo”; en lugar de en nombre de Dios. Carmen Polo aparece como una mujer fría, y como la mano derecha de Franco. Incluso, ella es ELLA, como si fuera la única mujer importante, con sólo decir ella, sabemos que estamos hablando de Carmen Polo, la mujer que le roba los collares a los comerciantes. es una mujer que considera España, y todo lo que hay en ella de su propiedad: “- Me pregunto una cosa, Paco: ¿Es nuestra la catedral de Burgos?”, y es el único personaje que trata al dictador por su nombre de pila. Es una mujer tan fría que, incluso es fría para Franco: “ (…) Carmen Polo, hembra frígida que en su cuerpo no guarda ni un beso fogoso”. Es tal el poder que tiene esta mujer sobre el caudillo, que él mismo se queja que delante de ella, nunca, ha podido ser como realmente es.
Además de burlarse de este matrimonio “tan peculiar”, Tomás Val es muy irónico, dándole al editor la característica de ser catalán ( y todos sabemos que el Franco real odiaba a los catalances).

El autor busca que el lector se ría, pero, al mismo tiempo, que piense en lo que se está contando: los últimos días de la vida de Franco contados por él, con continuos saltos en el tiempo. Trata su vida en África, presentando aquella época como un momento muy importante, tanto desde el punto de vista de su historial militar, como por su relación con las mujeres. Y, con el futuro. Un futuro que él o verá con sus propios ojos, pero conoce, pues él es omnipresente y omnipotente, como el Dios que él venera. Pero, detrás de la fachada del hombre fuerte, jefe del país, se esconde un hombre que es manejado por su mujer, una Carmen Polo fría y más temible que el propio Franco. Una mujer que no se caracteriza por la inteligecia, pero si se caracteriza por su arrogancia y su condición de mujer “dueña de España”.

Tomás Val, además, le da un aire más intenso a lo relatado, al ponerlo en primera persona, al escribir las memorias de un Franco que ya está harto, harto de esta mierda de país que le ha tocado. Un Franco que es atormentado por los muertos, y que se ha acostumbrado a vivir rodeado de mentiras.

Diario de aprendizaje III (Enrique)

Durante esta tercera parte tratamos la novela Soldados de Salamina del escritor extremeño y profesor de Literatura Española de la Universidad de Girona, Javier Cercas (1962-), publicada en 2001, galardonada con varios premios otorgados por la crítica literaria y traducida a trece idiomas. Todo un boom comercial que avala su calidad. 

Sinopsis argumental: Un novelista retoma su carrera de escritor rastreando una historia real sucedida en los últimos días de la Guerra Civil, con el imparable avance de las tropas nacionales y los restos del Ejército republicano debatiéndose en retirada, ejecutando los presos y destruyendo las vías de comunicación. Esa historia trata de cómo el escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas escapó milagrosamente de un fusilamiento colectivo de cincuenta presos nacionales en las inmediaciones del Santuario de Santa María del Collell, zona de Banyoles (Girona). Por un espeso bosque y bajo la lluvia sale en su búsqueda una patrulla integrada por un soldado republicano, que días antes emocionó a presos y milicianos (civiles, gente del SIM y carabineros) cantando y bailando abrazado a su fusil reglamentario (un Mauser 1893 de 7 mm, creo) el pasodoble Suspiros de España. Finalmente lo encuentra, encañona y le perdona la vida. Luego Mazas se esconde y consigue la ayuda de un grupo de payeses ex soldados republicanos (los amigos del bosque) a quienes ayudará tras la conflagración. Siempre recordará a aquel miliciano de extraña mirada que no lo delató, una asombrosa experiencia que contará mil veces. El escritor recompone las piezas de esta historia plagada de contradicciones y personajes enigmáticos. El autor, Javier Cercas, se convierte en personaje de su propia novela como el periodista que investiga el suceso para escribir su libro. En su búsqueda, además de tratar de desentrañar el secreto de la asombrosa aventura bélica, trata de encontrarse a sí mismo, “porque uno no encuentra lo que busca, sino lo que la realidad le entrega”.  

El autor divide la obra en tres partes. Durante la primera (Los amigos del bosque) encuentra la historia que está buscando. La segunda parte (Soldados de Salamina) es la narración que había estado investigando. (Recordar que con Soldados de Salamina se hace referencia al libro que Sanchéz Mazas prometió a uno de los “los amigos del bosque” escribir contando todo aquello, promesa que no cumplió). La tercera (Cita en Stockton) consiste en la búsqueda de la pieza que falta en la historia. Saber lo que no puede saberse, como se demuestra al final: ¿Por qué decidió salvar la vida de Sánchez Mazas el miliciano republicano que lo dejó huir? ¿Quién era ese hombre? ¿Cómo en una guerra despiadada algo así se puede explicar? (Esta parte es la que me resultó más cautivadora. Hago luego una breve alusión a su personaje central, el entrañable Miralles).

[D. Manuel Ruiz-Maya y Chinchilla, un querido familiar que era menor de edad al estallar la guerra, se alistó como enlace en la V Bandera de la Legión. Su padre, destacado médico psiquiatra republicano, fue “paseado” por los nacionales al comienzo. Recuerdo cuando contó que en una avanzadilla se tropezó con una patrulla republicana que le dio el alto. Cuando tras interrogarlo y golpearlo uno lo iba a matar, otro dijo “No lo mates que es un chaval”. Le pegaron un tiro en la pierna y se fueron. Lo cuento sólo por la coincidencia].  

Vi la versión cinematográfica del director y guionista David Trueba (1969-) estrenada en 2003, ganadora del Goya a la mejor fotografía en 2004 . En ella se realizan algunas modificaciones argumentales: como novelista aparece una mujer; aunque se reduce el protagonismo de la Falange y de Sánchez Mazas, éste parece no desprenderse de la connotación de héroe; asimismo se suaviza demasiado el trato de las fuerzas republicanas. 

La novela me resultó en principio muy atrayente por tres motivos: Primero el título, una alusión metafórica a la desigual batalla naval de un pasado tan remoto (480 a.C.) junto a la isla de Salamina, donde la flota ateniense, muy inferior, venció a la del poderoso Imperio Persa; segundo la cita introductoria de la obra Los trabajos y los días, del poeta de la Antigua Grecia Hesíodo “Los dioses han ocultado lo que hace vivir a los hombres” (esto lo asocié con la frase “La vida es como un hilo que me une a Dios”, que oí decir a una persona japonesa centenaria); tercero por la alta elaboración que se le presuponía, con la nota del autor “… es fruto de numerosas lecturas y largas conversaciones” y el número de agradecimientos.  

Soldados de Salamina, novela testimonio de trama detectivesca, es un ejemplo representativo de la metaficción historiográfica, una ficción que habla sobre la ficción, una novela dentro de otra novela, literatura dentro de la literatura, de una ficción extraída de la realidad. Escrita en primera persona (su modalización discursiva), el propio autor-narrador insiste mucho en que lo que cuenta no es una novela sino un relato real (“Será como una novela. Sólo que en vez de que todo sea mentira, todo es verdad”), algo que no es cierto, pues lo literario termina prevaleciendo sobre lo histórico, para construir otra historia ficticia (literaria) mediante la invención y la palabra. Parece escudriñear los hechos históricos de un modo apasionante. Se muestra el drama del casi medio millón de españoles −hombres, mujeres, niños y ancianos−, que tuvo que cruzar la frontera ante la inminente llegada de las tropas nacionales a Barcelona. A medida que avanza el relato el narrador se embelesa por la figura de los supervivientes republicanos y el olvido en que cayeron caídos (también por España) en la defensa de sus ideales. En opinión del consagrado escritor Mario Vargas Llosa :

“ … aunque las historias que nos cuenta su libro se deban más a la invención y a la magia verbal de que está hecha la buena literatura que a un rastreo de testimonios y datos verdaderos, Soldados de Salamina tiene sus raíces muy hundidas en una realidad histórica sin la cual esta hermosa ficción no hubiera sido posible”. 

En cuanto al reparto de roles sexuales, se trata de una novela principalmente masculina. Esto también se refleja en la importancia de los vínculos masculinos: hay un reconocimiento al padre ante la presencia narrativa de padres ausentes (al inicio el narrador da a conocer al lector sobre la muerte del padre, al que no olvida); Sánchez Ferlosio cuenta el fallido fusilamiento de su padre; Jaume Figueras se emociona con el recuerdo de su padre, muerto diez años atrás; con el pobre anciano de Miralles crea un estrecho vínculo afectivo, tras un único día de encuentro, un vínculo semejante al de un padre simbólico; una camaradería sin igual entre Miralles y sus compañeros de filas también está presente (hago una cita al final); asimismo, entre Bolaño y Miralles tras conocerse en el camping Estrella de Mar, con aquel dicho simbólico “Nos vemos en Stokton”, (la ciudad de los perdedores); etc. 

Los roles femeninos brillan por su ausencia. Conchi, la tercera “novia” del escritor desde su separación, es el personaje femenino más relevante. Pitonisa de televisión local conocida como Jasmine, malhablada, descreída y maternal, divertida. Toda una caja de sorpresas esta peculiarmente “compenetrada” pareja:    

“Conchi me intimidaba un poco, y desde luego procuraba que ningún conocido me viera con ella, no tanto porque me diera vergüenza que me vieran saliendo con una conocida pitonisa, cuanto por su aspecto un tanto llamativo (pelo oxigenado, minifalda de cuero, tops ceñidos y zapatos de aguja); y también porque, para qué mentir, Conchi era un poco especial”  

-“Esa misma noche, mientras cenaba con Conchi en un restaurante griego, le anuncié solemnemente, porque tenía necesidad de anunciárselo solemnemente, que, después de diez años sin escribir un libro, había llegado el momento de intentarlo de nuevo.
-¡De p. m.! –gritó Conchi…. (le explica el tema del libro):-“Tiene miga –comentó Conchi con un rictus de asco-. ¡Mira que ponerse a escribir sobre un facha, con la cantidad de buenísimos escritores rojos que debe de haber por ahí! García Lorca, por ejemplo. Era rojo, ¿no? Uyyyy –dijo sin esperar respuesta, metiendo la mano por debajo de la mesa: alarmado, levanté el mantel y miré -. Chico, qué manera de picarme el ch.
-Conchi –le recriminé en un susurro, incorporándome rápidamente y esforzándome en sonreír mientras espiaba de reojo las mesas de al lado -, te agradecería que por lo menos cuando salgas conmigo te pongas bragas”. 

Pese al desigual reparto de roles aludido, el peso específico de cada personaje parece estar bien sopesado, desde el propio narrador Cercas hasta su deliciosa novia Conchi, el ex miliciano Miralles o el escritor chileno Roberto Bolaño. Si acaso decir que el tratamiento de la Falange y del ideólogo falangista con suerte de minino (pues si no en siete, en dos salvó increíblemente el pellejo) me resultó algo espeso. Haber escatimado algunos ladrillos de esa parte del edificio que es la obra se le habría agradecido al autor, a quien hay que felicitar por el hábil juego narrativo que establece con el lector sobre la parte de realidad o de ficción de cada uno de sus personajes.   

Como muestra de las citas en la narración sobre Falange y el por qué de esta Cruzada Nacional, va la siguiente:     

“… los motivos que indujeron al puñado de hombres cultos y refinados que fundaron Falange, a lanzar al país a una furiosa orgía de sangre”.     

“Consignas y normas de estilo” (falangistas que) acabarían convertidos en el estilo de vida y las ideas que, primero adoptadas como revolucionaria ideología de choque ante las urgencias de la guerra y más tarde rebajadas a la categoría de ornamento ideológico por el militar gordezuelo, afeminado, incompetente, astuto y conservador que las usurpó, acabarían convertidas en la parafernalia cada vez más podrida y huérfana de significado con la que un puñado de patanes luchó durante cuarenta años de pesadumbre por justificar su régimen de m.”. 

Miralles, [el antiguo soldado republicano de “constitución de toro” superviviente a guerras y embolias, con ”la cabeza muy clara y la memoria intacta” (?), huérfano de patria y de lazos afectivos profundos (al escuchar música le sienta mal, “… me pongo a pensar en lo que me ha pasado, y sobre todo en lo que no me ha pasado”.) y de posesiones materiales (sus ropas, quizás algunas fotografías y unos muebles), conforme se va descubriendo al auténtico protagonista y sus valores humanos (fuerza de espíritu, resignación, modestia, …)], es una víctima más de lo anterior. En él, −como en el Gorete que conocimos a través de Elina y Julio Llamazares− se personifica al héroe olvidado y se trata de homenajear a los muchos españoles que lucharon en defensa de las libertades quedando su heroicidad no reconocida. Condición de la que reniega él mismo… :    

“En la paz no hay héroes … Los héroes sólo son héroes cuando se mueren o los matan … nacen en la guerra y mueren en la guerra … Todos están muertos”. 

… desde la mansedumbre del asilo de ancianos de Dijon que lo acoge junto a un estanque de aguas alfombradas de nenúfares, atendido por religiosas como ironía del destino: “Toda la vida despotricando contra los curas y las monjas y aquí me tiene, rodeado de monjas”. (Como contraste, recordar el escandaloso despliegue o parafernalia que rodeó al Caudillo en su último peregrinaje terrenal). El emotivo abrazo que pide al escritor al despedirse no me dejó indiferente −aunque ese gesto y mi reacción emotiva puedan rayar en la sensiblería−.  Hago eco de las palabras de Juan Ollé, co-director de una adaptación teatral de Soldados de Salamina:  

“… El European Vision acaba de anclar en El Pireo, el puerto de Atenas (…). Yo, en el balcón del camarote, devoro las últimas páginas de Soldados de Salamina. (…) Termino el libro y rompo a llorar. (…) Y en esta ambigüedad entre vida y ficción, …, me dan ganas de abrazar a Miralles, el viejo soldado republicano, porque, gracias a él y a gente como él, ahora mi hijo puede dormir y soñar incruentas batallas de soldados antiquísimos desde una siesta de luz pura (…)”.      

“La intención de llevar Soldados de Salamina al escenario nace … con el único fin de compartir con … el público algunos de los grandes “secretos esenciales” que Cercas, a través de su altísima escritura, nos invita a descifrar: ¿qué leyó Miralles en la mirada de Sánchez-Mazas? ¿Por qué el pasodoble “Suspiros de España” es una de las músicas más tristes del mundo? ¿Por qué los héroes son aquellos que no matan?                                     

Y, sobrevolándolo todo, aquellos versos de Jaime Gil de Biedma:

«De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal. Como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios, decidiese encargarles el gobierno y la administración de su pobreza».       

Acaba con lágrimas, las de Miralles en Stockton, las mías en El Pireo, muy cerca de Salamina”. Y las de otros muchos lectores/espectadores también, se me ocurre añadir.  

Miralles es el gran personaje del libro, el guerrero de las buenas causas, el héroe sin quererlo ni saberlo, el que sobrevive como invisible sin parientes queridos ni profundas amistades del presente, salvo las inquebrantables de antaño vivas en el recuerdo. Concluyo con las connotaciones sobre estas últimas en una frase que traslada al escritor: 

“Cuando salí hacia el frente en el 36 iban conmigo otros muchachos. Hicimos la guerra juntos. … Murieron todos. Todos. Ninguno probó las cosas buenas de la vida: ninguno tuvo una mujer para él solo, ninguno conoció la maravilla de tener un hijo y de que su hijo se metiera en la cama entre su mujer y él. A veces sueño con ellos, y entonces me siento culpable: les veo a todos, intactos, saludándome entre bromas … y preguntándome por qué no estoy con ellos… “. 

Y es que “las (malditas) guerras están llenas de historias muy novelescas”, no ya literariamente arduas de analizar sino, sencillamente imposibles de entender.   

FUENTES

La Butaca.net                                http://www.labutaca.net/films/15/soldadosdesalamina.htm 

El Ejército republicano                                     http://www.guerracivil1936.galeon.com/ejrep.htm 

Agapea Libros Urgentes                                                                  http://www.agapea.com/Soldados-de-Salamina-n104596i.htm 

Wikipedia. Soldados de Salamina.                http://es.wikipedia.org/wiki/Soldados_de_Salamin 

ClubCultura.com. Javier Cercas y el relato real. http://www.clubcultura.com/clubliteratura/cercas/cercas01.htm 

Bitó Produccions                                   http://www.bitoproduccions.com/EspectaclesDetall.asp?Programacio_Id=88 

Elena Poniatowska. La Jornada. http://www.jornada.unam.mx/2003/07/06/03aa1cul.php?origen=opinion.php&fly=1    http://www.jornada.unam.mx/2003/07/07/03aa1cul.php?origen=opinion.php&fly=1 

Mario Vargas Llosa. El Sueño de los Héroes. http://www.trazegnies.arrakis.es/cercas3.html 

José V. Saval. Simetría y paralelismo en la construcción de Soldados de Salamina. University of Edinburgh                                                                                                                    http://letrashispanas.unlv.edu/Vol4iss1/Saval.htm

Diario de aprendizaje IV (Hanna)

Según Isaac Rosa, el novelista tiene un labor ideologizante, ya que una mayoría de lectores reciben conocimientos y forman opiniones del pasado y del presente a través de la ficción literaria. En El vano de ayer Rosa ha adoptado este compromiso ético y la responsabilidad del autor como parte esencial de su obra, y sin duda, ha aportado algo nuevo y necesario al campo literario que trata el franquismo. Tanto la obra como las entrevistas de Isaac Rosa ofrecen muchos temas intresantísimos que comentar y desarrollar, pero aquí voy a centrar en la función social de la literatura. Estoy de acuerdo con Rosa quien dice que “tal vez la literatura no sirva para cambiar el mundo, pero sí está sirviendo para conservarlo” (entrevista en Ladinamo).

Creo que la literatura, como practicamente toda la actividad humana, por un lado refleja y, por otra, construye la sociedad. La historia sirve de material para la construcción del presente, y por lo tanto, también las historias, que crean los autores, forman parte de este proceso. La literatura inevitablemente tiene influencia social, aunque sea difícil estimar en qué medida. Así se presenta la cuestión de ¿cómo este hecho debería influir en el proceso de creación literaria?

Rosa plantea como el objetivo escribir sobre el franquismo y describirlo como realmente era, es decir una ”dictadura cruel que torturó hasta el final”. Parece que El vano ayer surge como crítica hacia la literatura y otras representaciones que pretenden recuperar la memoria histórica, pero que caen en la trampa de nostalgia y sentimentalismo. La obra contiene mucha crítica, y no sólo hacia otros autores, sino también hacia los lectores, el público. Esto fue algo que me chocó al principio y me pareció una postura algo elitista, pero pronto la forma irónica en que Rosa lo hace reveló no es que el autor se crea excepcional o superior, sino que es crítica aguda, pero con fundamento y sobre todo constructiva: no critica por criticar, sino para renovar, desarrollar. También hay una fuerte dosis de autoironía y -crítica en la obra, lo que demuestra que es resultado de mucha autoreflexión. Me ha parecido fascinante, en particular, como Rosa desmonta esctrucuras, que normalmente pasan inapercebidos, a nível del lenguaje. Este pasaje es de la entrevista en Ladinamo:

Inicialmente, pensé en una novela más convencional pero en seguida me di cuenta de que también yo era víctima de las trampas del discurso heredado, de que también yo, que no había vivido el franquismo, había asumido como propia una memoria insatisfactoria, fraudulenta en muchos sentidos. Entendí que necesitaba un replanteamiento formal, que construyese un discurso nuevo mediante el desmontaje del existente, utilizando sus mismos recursos, desnudándolos mediante la ironía.

Como el lenguaje suele ser un elemento conservador, es importante prestar atención al discurso. Aunque esto no cambie el mundo, sirve de reorientar el pensamiento.

El labor ideologizante y la función social conllevan varias cuestiones, entre otras, la del equilibrio entre la libertad artística y la responsabilidad social o ideológica. Especialmente cuando se trata de pasado reciente que tiene mucha importancia en el presente, los autores deberían tener mayor conciencia de las consecuencias y de la influencia que puedan ejercer. ¿Pero hasta qué punto el autor es responsible de las interpretaciones del lector? ¿La responsabilidad limita la expresión artística?

También la literatura sobre el franquismo se puede concebir como un proceso evolutivo, en que las etapas anteriores son necesarios para los avances. No sé si Isaac Rosa es un caso aislado, o si representa la vanguardia dentro de un campo literario que se ha estancado y comienza una nueva tendencia de describir temas fuertes (ej. la tortura) de manera fuerte, sin adornos, sin rodeos. En el ambiente de la Transición se necesitaba otro tipo de acercamiento, pero creo que ya empieza a haber suficiente distancia y la necesidad de tener una visión más clara, más crítica y más “veraz”.

http://www.fsap.ccoo.es/comunes/temp/recursos/22/29408.pdf

http://www.ladinamo.org/ldnm/articulo.php?numero=13&id=324

Diario de aprendizaje IV (Eriikka)

Hacia el final del último diario procuré problematizar el gran elogio extático que Cercas, en el final de su novela Soldados de Salamina presenta en honor al típico soldado de fila que no tiene muy claro los motivos de su lucha, pero que lucha a pesar de todo, sin recibir por ello ningún tipo de reconocimiento u honor. Esa figura, que bien podría parecernos lo más triste y absurdo desde el punto de vista de la historia de la humanidad, para Cercas llega a representar el héroe sublime, postura esta que puede sorprender el lector de la novela. La novela Llegada para mí la hora del olvido (1997) de Tomás Val parecería ofrecernos una voz de crítica paralela a la nuestra, a través del Franco ficticio. En la novela de Val, Franco, al pasar por un pueblo pequeño, para a conversar con unos hombres que no le reconocen, y les indaga sobre sus motivos de lucha. Al recibir una respuesta que bien podría haber salido de la boca de un héroe de Cercas (“Porque no quedaban más cojones, porque había que estar allí, que un día vinieron y nos llevaron al frente.” [121]), Franco reflexiona lo siguiente: “Maldito país, que hace guerras sin conocer la razón, que va a la carnicería como carnero obediente.” (121) El que este comentario salga de la boca del personaje de Franco no deja de tener una ironía especial, porque además, para Franco, es una desilusión entender que la gloria de su victoria depende de una historia inventada: Si ni unos ni otros sabían muy bien porqué luchaban, la lucha de por sí pierde importancia. Si el enemigo no era lo que lo habían pintado ser, pues quizá la victoria tampoco se mostraba ya tan gloriosa. Por eso, Franco pregunta “¿A quién, entonces, gané yo una guerra?”. Otro punto importante del comentario de Franco es que apunta el dedo, no ya hacia sí mismo, hacia la figura de Franco como el único responsable, sino hacia el pueblo, “el maldito país”. Pasaré a comentar, a continuación, algunos otros momentos de crítica hacia los individuos o ciudadanos en general, ya que me parece un aspecto central en la obra.

La novela de Val invierte la postura común de soler acusar a un sólo individuo, en este caso un dictador, por las atrocidades cometidas, ejecutadas o silenciadas por muchos. Es fácil demonizar retrospectivamente a una sola persona, más fácil que reconocer que la colectividad siempre tiene su parte de la responsabilidad. Val saca esta crítica a través de la voz ficticia de Franco, lo cual por un lado da más eficiencia, ironía y hasta humor negro al mensaje, por otro lado rompe con la idea del “padre benévolo” y demuestra un líder que desdeña y ridiculiza el mismo pueblo necio que le entrega el poder tan ciegamente, a la vez que describe lo absurdo de esa idolatría. El siguiente pasaje es un buen ejemplo de esto:

“Qué país. Yo nunca pedí nada de eso, ni palios ni cohetes ni coros danzantes. Ya no puede faltar mucho para que todos miren atrás. [...] Entonces [...] todos se apresurarán a echar la vista atrás y me culparán de todo. ¿Pero cuando pedí campanas y palios y flores derramadas y coros y danzas y cuándo ordené tanto luto y tanto silencio y cuándo prohibí esta Radio Pirenaica que tanto me divierte y cuándo ordené a mis ministros que cerraran periódicos y que atestaran los ríos de truchas y que lanzaran bandadas de pájaros dispuestos para la escopeta?" (60-61)

Destaca también aquí la frase “todos se apresurarán a echar la vista atrás y me culparán de todo” que esconde un análisis de una de las mentalidades típicas de la época posterior al franquismo en que la gente evita mirarse al espejo para buscar respuestas a lo que pasó. Sin embargo, un dictador no existe sin las masas de gente que le sirven de espejo. Pasajes con un mensaje como éste abundan en la obra:

“Fueron las masas que me convirtieron en dictador, las que me otorgaron el papel” (27)

“Jamás he sido un impostor, nunca he fingido ser lo que no soy ni he aparentado sentir lo que no siento. Son los demás los que se han engañado, quienes me han pintado sin acertar nunca.” (56)

“Lo único que ha cambiado en estos últimos treinta años es que antes creía que Yo había concebido a España y ahora sé que es ELLA quien me ha engendrado.” (163)

“Era España la que, como un espejo, me reproducía cuando intentaba huir; la que alumbraba el dictador que necesitaba, la que creaba de la nada el nuevo caudillo.” (227)

En la novela también se establece una crítica hacia la historiografía que procura(ba) embellecer y censurar tanto la imagen de Franco como las noticias diarias sobre la realidad del país. Otra vez, es irónicamente el propio Franco quien critica a la censura: el Franco ficticio juega él mismo el papel de iconoclasta en la novela, no tiene miedo a la verdad y reprocha a los fabricantes de mentiras. De esta manera, Val logra tanto resaltar aspectos negativos de Franco – pero estableciéndolos como características de las que él mismo se hubiera sentido orgulloso, o que no hubiera negado – como criticar no sólo a los historiadores, ministros y medios de comunicación, sino a la sociedad entera:

“Yo sí soy un asesino, yo sí he matado y si la sociedad o los historiadores consideran que eso es moralmente censurable, es cosa de ellos, es su error.”(84)

“Qué país de mierda me ha tocado en suerte, qué maldito territorio conquisté [...] todos los ministros de Información han cometido siempre ese error – cree[n] que su cometido es controlar lo que aparece en los periódicos y en los noticieros de las radios y televisión. De dónde les vendrá a los ministros el miedo a la verdad.” (79)

“Pero fue imposible averiguar nada, como si el destino se empeñara en fabricar su propia verdad. Hace mucho tiempo que dejé de luchar contra esa fuerza fatal. La Historia me acusará de falsificador, de manipulador, de repetir mil veces una mentira para convertirla en verdad... No hice nunca nada de eso” (154)

Hay en la novela una idea recurrente sobre los españoles como muertos en vida. Su servilismo los ha convertido en máscaras, en “un país de bultos, siluetas, [y] sombras”. (176) Aquí por un lado se intenta cuestionar la idea bastante difundida de que los años de franquismo fueron años de felicidad y de estabilidad. La estabilidad bajo una dictadura tiene su otra cara, que es la de un pueblo silenciado, reprimido, “muerto en vida”. Es decir, la novela procura describir “la paz” de los españoles de aquellos tiempos desde un punto de vista que desafía a la imagen oficial difundida por la propaganda nacional. Por otro lado, también sirve de crítica hacia el pueblo pasivo, que no reacciona, que está muerto.

“La gente que atestaba las calles, la multitud vestida de azul, los rostros hoscos, los ojos vacíos que nunca han presentido el mar, las legiones de curas y seminaristas que levantaban su brazo en saludo fascista, las mujeres acodadas sobre las colchas que adornaban los balcones, parecían más muertos en vida que las reliquias guardadas bajo siete llaves. Cada vez me asalta más a menudo la sensación de pasear entre cadáveres, de gobernar un territorio de difuntos. [...] Quién ha ordenado a España que se calle, cuándo he pedido a las multitudes que parezcan muertas en vida.” (72)

“España era un país de muertos y yo nunca di esa orden. ¿Me creerá alguien si digo ahora que me dolía ese paisaje humano? Es igual, no trato de justificarme; eso lo dejo para los dictadores democráticos” (208)

Aquí es esencial la expresión incisiva “eso lo dejo para los dictadores democráticos”, que tanto puede ser interpretado como una pulla hacia aquellos que durante la llamada democracia todavía intentan justificar la época del franquismo, como también deja a la luz el hecho de que a veces los líderes democráticos tampoco están tan lejos de ser “dictadores”; en el fondo lo que cambia es la apariencia y el modo de actuar pero quizá los intereses – y las reacciones del pueblo – son (en algunos casos) las mismas.

Asimismo, se critica en varias ocasiones de la obra la falta de conciencia y compromiso político, la actitud de estar en contra por el hecho de estar en contra, así como la breve memoria política e histórica de los españoles. Una vez más, es irónico que sea Franco quien frente a las multitudes de brazos levantados se extraña del hecho de que se hayan olvidado tan rápidamente sus sueños de la república. Así la crítica también gana más poder. Además, para Franco esta conciencia también trae tristeza y desilusión porque sabe que de la misma manera se olvidarán de él. Así, pasajes como el siguiente también pueden ser vistos como claras tomas de postura hacia el tema de la memoria histórica:

“El hombre, y más si es español, todo lo olvida. Cuando paso por los bosques de brazos levantados, cuando el Franco Franco Franco resuena como tormenta en los cielos patrios, cuando me informan de que a los recién nacidos varones se les pone Francisco y a las hembras Carmen, cuando los intelectuales me nombran como ejemplo de pensamiento y sabiduría, me acuerdo de aquel otro día, no tan lejano en el tiempo – la Historia del milenio nos pondrá en el mismo espasmo –, en el que las calles de llenaron de sueños. República. ¿Se acordarán todavía de aquel alboroto de locas ilusiones? Creo que no, estoy convencido de que no. Incluso mis detractores se oponen a mí por el simple placer de estar en contra, no porque defiendan otra forma de gobierno.” (183)

La novela Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val es, en muchos sentidos, una novela iconoclasta que emplea el narrador-focalizador más propicio para ello, el de un Franco ficticio. Uno de los efectos que se logra con esto es la crítica a la sociedad. Y con esto termino, con una frase de la novela que está formulada como una profecía del futuro, llena de esperanza, y a la vez muy irónica porque imposible.

“Algún día saldrá una historia verdadera del mundo, de los hombres y mujeres que lo gobernaron, y las gentes comprenderán entonces qué descabellado fue todo.” (246)

Fuente: Val, Tomás (1997) Llegada para mí la hora del olvido, Alfaguara, Madrid.

Diario de aprendizaje III (Hanna)

En este diario quería responder a la sencilla pregunta de por qué me ha gustado Soldados de Salamina, lo que resultó ser un tema más difícil que pensaba. Leí el libro con ganas y me detuve pensando en ello también después de terminarlo, o sea se cumplieron los dos requisitos importantes para un buen libro. Aquí intentaré profundizar un poco algunos aspectos más interesantes.

Estoy de acuerdo con Jukka Koskelainen, quien en su crítica en Helsingin Sanomat dice que es asombrante que Cercas haya conseguido incluir tantas cosas en las pocas páginas de la novela. Yo creo que por mucho el encanto de la obra reside precisamente en la multitud de níveles y en la complejidad. Sin embargo, por el mismo, es difícil abordar la obra como un conjunto. Son varias historias solapadas, y se puede leer el libro de varias maneras. Cada acercamiento provoca una nueva serie de ideas.

Soldados de Salamina, como todas las obras en este curso, trata de la Guerra Cívil. A pesar del tema común, la novela de Cercas es bastante diferente respecto a los libros anteriores en varios aspectos, pero la diferencia fundamental será que mira al pasado desde el presente (o desde la época contemporánea). Creo que esto es también la razón fundamental por que me ha gustado tanto. Como vimos en clase, es una obra posmoderna y pertenece al género de metaficción. Creo que en esta época posmoderna tiene un acercamiento necesitado a la Guerra Cívil, porque de cierta modo trata el pasado a partir de las necesidades del presente. La obra trata cuestiones que preocupan a todo el mundo y por eso tiene un toque universal: la necesidad de entender la historia, los antepasados y entender quienes somos, y la problematica que conlleva.

Aunque en principio el núcleo de la obra son los hechos ocurridos hace 70 años en otro lado del continente, las cuestiones que plantea no están atados a un lugar o a una época particular. Yo acabé interpretando que se trata fundamentalmente de la distancia entre los sucesos y sus representaciones: el protagonista del libro intenta interpretar las representaciones del pasado o el pasado a partir de las representaciones. Por mucho que intetemos evitarlo, la distancia sea temporal o física siempre altera la mirada que tenemos. Normalmente la interpretación sucede a nível subconsciente, pero este libro nos obliga a fijarnos en el proceso y tomar una postura activa y crítica. Puede ser una exageración decir que tenga valor didáctico, pero creo que da unas herramientas útiles en un mundo que rebosa de representaciones.

En Soldados de Salamina se unen muchos de los temas del curso, con lo cual para responder la pregunta inicial, creo importante tener en cuenta el contexto en que he leído la obra. La obra, que es inmutable en sí, seguramente ha adquirido otros significados gracias al curso y en otra ocasión, la hubiera leído de otra manera. Se podría decir que es precisamente la experiencia de la lectura que me ha gustado tanto. En general, la lectura fue interesante, y también contradictoria. El autor es presente en toda la obra, pero en un momento me dí cuenta que ya no sabía si estaba pensando en Javier Cercas ficticio o en el autor real. Me preguntaba constantemente cuales de los hechos eran puramente ficticios y cuales no. Sin embargo, esta incertidumbre más bien me fascinó que molestó.

Lo que sí me molestó era saber que el autor ”real” era profesor de literatura y conocería todos los trucos narrativos. Sabía que la intención era causar confusión entre la ficción y la realidad, algo que consiguió hacer en mi caso. De cierta modo me sentí manipulada, pero esto se convertió en una parte más de la lectura y también llevó hacia las cuestiones relacionadas a la naturaleza del conocimiento humano. La reflexión de Soldados de Salamina no se transmite sólo por el contenido (el diálogo etc.) sino también por la estructura de la obra.

http://www.hs.fi/kirjat/artikkeli/Francon+mies+joka+ei+kuollutkaan/HS20040313SI1KU026re

Diario de aprendizaje IV (Enrique)

El próximo 2009 se celebrará el septuagésimo aniversario de la terminación de la Guerra Civil y han sido ya más de tres décadas las transcurridas desde el pistoletazo de salida que invirtiera el rumbo político de nuestra querida patria, “España Camisa blanca de mi esperanza… donde entendernos sin destrozarnos, donde sentarnos y conversar…” conforme el cántico de paz, musicalizado por Ana Belén con éxito en los ochenta, del poeta zamorano León Felipe a quien, como Machado y muchos otros, “cubre el polvo de un país vecino”. (Recordar la significativa estadística que Ruth refirió en su presentación sobre el intelecto en el exilio). La Transición; nada más y nada menos que el delicado desmantelamiento de un fuertemente arraigado régimen caduco de totalitarismo político, paternalismo despótico, represor y supresor de libertades fundamentales para pasar a una vehementemente anhelada sociedad de las libertades; algo insólito en la história del país.

Dos obras, una literaria y otra cinematográfica, conforman el material que nos representa ese periódo histórico del fin del Franquismo (instaurado “por la Gracia de Dios” tras la Guerra Civil),  que hemos tratado durante estas dos semanas: la novela Llegada para mí la hora del olvido publicada en 1997 del  escritor y periodista especializado en literatura Tomás Val Sáez (1961-) y la película cargada de humor ¡Buen Viaje, Excelencia! estrenada el 2003 bajo la dirección y guión de Albert Boadella (1943-) e interpretada por el grupo catalán Els Joglars. (Se agradece a nuestra profesora su elección pues ambas obras de contenido jocoso e irónico se complementan muy bien. Además por actuar como eficaz revulsivo “relativizador o desdramatizador” de la “franquitis aguda” que bajo un sol radiante a muchos nos ennubla, como os dije en la última clase sin sorna alguna).   

Entendiendo que en un curso de literatura parezca sacrílego decir aquello de que “más vale una imagen que mil palabras”, haré referencias al filme y hablaré sobre la personalidad del Caudillo. La cinta regida por el prestigioso actor y dramaturgo español, director de tan exitosa compañía teatral (el ciego del bar, cupones en pecho y mueca de bobalicón) muestra al espectador un Caudillo crepuscular, decrépito, demenciado y senil, meditabundo, divagante, con sus recuerdos anclados en el pasado haciendo en las noches de insomnio balance de su álbum necrológico, con sus hojas plagadas de muertos  en las postrimerías de su existencia, años 1973-75. Todo un contraste entre ese anciano decrépito, de carne y hueso, y aquel Caudillo todopoderoso con aureola celestial que entraba bajo palio en los templos, Padre de la Patria, Generalísimo de todos los Ejércitos en permananente cruzada contra la amenaza del Comunismo, los enemigos de la Patria y de la Civilización Cristiana, etc., etc. (la misma cantinela siempre). Y sin duda los siglos venideros vendrán a adorar al hombre más grande, justo y defensor de la Cristiandad que España ha tenido: Franco (como recrea Val). Además la película ofrece una reflexión, no solo sobre la sombra de un caudillo degradado, sino también sobre la miseria mental y la ridiculez que entraña la decadencia del poder absoluto. El ingenio humorístico posibilita una visión distanciada y didáctica de la historia. 

No son pocos los elementos que rememora de aquellos tiempos:  

Personajes: Nuestro protagonista; su esposa Doña Carmen Polo de Franco (1900-1988), Señora de Meirás, Grande de España, “la Collares”, pues parecía llevar uno colgado al cuello hasta para “eso”, amén de sus enjoyadas manos, con quien celebró las Bodas de Oro en 1973, dama caritativa de estrecha moral católica (al referirse a Hitler lo refiere como “amancebado con una fulana”, fíjese Vd.), muy presente en la novela, que pasó a la historia gracias a la merienda campestre de 1917 donde conoció a Paco; su única hija Carmen Franco y Polo (1926-), duquesa de Franco, también conocida como Nenuca, Carmencita y Morita (madre de siete hijos); su hijo político Cristobal Martínez-Bordiú (1922-1998), , Marqués de Villaverde, médico especialista en cirujía cardio-vascular (que en 1984 fue suspendido durante cinco años del cargo de jefe del Departamento de Cirugía Cardiovascular que ocupaba desde 1971), el Yernísimo,  chulesco y todo un donjuán; su cuñado Ramón Serrano Suñer (el que lo acompañaba en la reunión con Hitler) conocido como el Cuñadísimo, un inteligente jurista, uno de los principales artífices del Régimen y promotor de la División Azul dada su germanofilia; los temibles bereberes del Rif; su padrino en la fulgurante carrera militar, Millán Astray, y sus férreamente disciplinados “legías” (los canarios enjaulados); la Guardia Mora, su fiel escolta en los actos multitudinarios; “los Grises”, la temida Policía Armada; su primo y sempiterno ayudante Pacón, Francisco Franco Salgado; el padre Bulart, su confesor; el equipo médico habitual, con la rivalidad profesional existente entre el Dr. Bustelo y la “loquera”, Dra Müller (si bien no se cita las cantidades de jalea real que, como elixir de la eterna juventud, el paciente ingería); Torcuato Fernández Miranda, profesor de Derecho Político, presidente del Gobierno a finales de 1973 y luego autor material de la “Ley para la reforma política”, instrumento legal que permitió desmontar el régimen franquista legalmente con la aprobación de las propias Cortes nombradas por Franco, conocida como el “hara-kiri franquista”; y naturalmente Carlos Arias Navarro, fiscal, presidente del Gobierno entre 1973-76, quien con voz temblorosa y lágrimas en los ojos inmortalizó ante las cámaras de tve aquel “Franco ha muerto” y dio lectura al discurso póstumo de Franco para los españoles; etc. 

Objetos: El yate Azor (mientras que S.S. M.M. navegan en el Bribón) y las enormes capturas junto a las que se fotografiaba, como ocurría en las monterías también (con el Rey Juan Carlos compartía el gusto por la caza); la milagrosa Mano de Santa Teresa, su reliquia inseparable; los gemelos de campo que le permitieron orientar tantas estratégias militares contra sus enemigos; los automóviles Dodge Dart GL (gran lujo) de aquellos tiempos; etc.

Acontecimientos y lugares: El Palacio del Pardo (hoy convertido en residencia de los altos mandatarios que visitan el país); el Desfile de la Victoria (por eso en España hay por todos lados avenidas de la Victoria y antes había avenidas del Generalísimo –como en Rusia hay plazas del Alzamiento–); el popular programa-concurso “1, 2, 3 responda otra vez”; la sintonía de despedida de tve; el mensaje tradicional de Nochebuena (que ha continuado S.M. el Rey D. Juan Carlos); el Noticiario Documental NO-DO (que entre 1942-1981 se proyectaba en los cines antes de la proyección de la película (y que nuestro protagonista veía en en su palacio entre cabezadas); el diario sensacionalista El Caso; la rutinaria inauguración de pantanos y centrales hidroeléctricas, junto a los que han quedado lápidas conmemorativas; la manifestación junto al Palacio de Oriente (1.10.1973), el último acto multitudinario que celebró ya muy tocado de salud; el traslado en estado comatoso a la Residencia Sanitaria de La Paz, de la Seguridad Social; el ambiente ruidoso y amontonado del típico bar español (que no es santo de mi devoción), donde se percibe el izquierdismo aflorante y el gracejo popular con dichos como el de “Franco es como el cruzado mágico, levanta a los caídos , oprime a los de dentro y engaña a los de fuera” (el cruzado mágico de Playtex era una famosa marca de sujetador que realzaba el busto femenino), o el de los reproches lanzados a los cuatro vientos  por Ramón Fontseré (quién también hace de Caudillo) “Si es que nunca habéis tenido c. pa’ cargaros al viejo…  porque nosotros que somos unos hijos de la gran p. vigilábamos y estábamos alerta”; etc. 

Especialmente impactantes fueron las crueles torturas, los fusilamientos en la charlótica escena de guerra y las ejecuciones a garrote vil, el atentado mortal del Almirante Carrero Blanco y su chófer (como inicio de la lacra terrorista que llega hasta nuestros días) y la masacre de la Calle Correo. Destacar el simbolismo del pajarito muerto, cazado durante una de las sesiones de tiro de pichón de salón que Su Excelencia practicaba y la doctora Müller recoge diciendo “país de bárbaros”. La entrada “agachapado” por el arco del “Todo por la Patria” (que figura en las fachadas de los cuarteles de la Guardia Civil), el paseíllo triunfal por los callejones ruinosos y vacíos, engalanados y vitoreantes por momentos, de un pueblo con Suspiros de España como melodía de fondo, la tétrica llegada con la guerrera llena de condecoraciones y en calzoncillos largos a la audiencia de altos mandos y los desvaríos, así como las visiones oníricas de remordimientos y temores que entre jamacucos experimentaba, junto a las asunciones y destituciones del Príncipe Juan Carlos del poder a modo de títere político, no pasan desapercibidas. Oír himnos de emblemáticos Cuerpos de Ejército como la Legión y los Regulares, e incluso el propio Himno Nacional, y la mofa hecha con sus símbolos me pareció más fuera de lugar.  

Permítaseme añadir que, pese a la modernidad que ha alcanzado el país y su notable desarrollo económico, sobre todo en las últimas décadas, a la octava economía más rica del mundo cabe auspiciarle un futuro nuevamente glorioso. Sin embargo, en el subconsciente colectivo de su ciudadanía  siguen difusamente anclados los desastres de aquella guerra y sus sectarismos, así como el largo período de sufrimiento y tiranía o bienestar y seguridad (según se mire) que supuso el Franquismo. Quizá por ello las  inclinaciones políticas de muchos españoles las oriente la herencia ideológica familiar, pues casualmente siguen fragmentadas en tres bloques ideológicos desde hace casi un siglo: la izquierda, la derecha y el nacionalismo independentista. Entre periodistas y escritores las rivalidades resultan más que manifiestas. Como ejemplo recuérdese el intercambio de acusaciones que mantuvieron el que fuera ministro de Cultura de la UCD, Ricardo de la Cierva, y catedrático de Imagen Román Gubern (conocido de Estefania) con la polémica reedición de Raza, la novela de Franco, con motivo del 20-N de 1997. (Véase en la dirección El mundo.es. Cultura. La reedición de Raza). 

La gran descentralización administrativa ha fomentado un férreo apego a cada terruño territorial, a sus parcelas de poder y sus identidades culturales, separándolas cada vez más. Algo que contradice a todas el sentido de la solidaridad interterritorial y la unidad del Estado. Como aderezo, los escandalos de corrupción que acontecen en nuestra sociedad política actual y los soterradamente acaecidos durante el Franquismo (el artículo publicado sobre la familia Franco el 23.3.2008 en Helsingin Sanomat ilustra suficientemente el caso), si bien, en términos comparativos Franco pareció tratarse de un dictador “de segunda”, comparado con los expolios a mansalva del régimen Nazi hasta 1945 y el institucionalizado oficialmente por el comunismo de la U.R.S.S. durante ocho décadas.   

Este tal Paquito, luego Franquito y finalmente Caudillo de España por la Gracia de Dios, el hijo más grande del Ferrol y el más querido de toda la patria, fue un niño frágil, de baja estatura, con una voz retenida por el frenillo y un estudiante del montón. Algunos compañeros de la Academia lo atildaron de gallego poco culto, tímido y receloso. Todo pareció cambiar tras su primera misión en África, y sobre todo tras la gravísima herida que recibió en El Biutz en junio de 1916. Pero a pesar de su buen comportamiento durante las batallas, demostrando un desprecio por su propia vida y la ajena que sorprendía por su frialdad calculada, siguió siendo Franquito para los altos oficiales, y todavía Sanjurjo en 1936, cada vez que dudaba si Franco se decidía o no a intervenir en el Alzamiento, preguntaba: “¿Qué va a hacer Franquito?”

Su inseguridad en la vida civil se convertía en lo  contrario en la vida militar. Tenía fama de reglamentista, duro, implacable hasta la crueldad, pero también exigente consigo mismo y concienzudo en sus movimientos de liturgia militar o de guerra. Fue precisamente allí donde se construyó la base de su pedestal de oficial africanista, muy diferente a los otros militares echaos palante, puteros, jugadores de la soldada y de valor caliente. Antes de atacar ponía los prismáticos entre él y el enemigo. Cuando el histriónico Millán Astray organizó la Legión Extranjera, escribió a los tres comandantes de Infanteria más jóvenes para mandar banderas (pequeños batallones), y Franco mandó la primera de ellas, con imposición de una disciplina que rayaba en la crueldad. El pelotón de castigo trabajaba duramente, con las mochilas rellenas de piedras, y los legionarios indisciplinados eran fusilados sistemáticamente. Franco no tuvo nunca prejuicios humanitarios. La compasión y la piedad ante los sufrimientos de sus semejantes no entraban en su mentalidad. Con sus compañeros legionarios era seco, casi sin muestras de amistad o afecto, lo respetaban y temían, pues como militar tenía mucho prestigio. Se cubrió, desde entonces, con una falsa máscara impasible y severa. El Tercio fue un instrumento definitivo en su carrera militar y para los cimientos de su carrera política. 

Tras su llegada a la jefatura del Estado se convirtió en un hombre puntualísimo y siempre muy serio y distante. Parecía no abandonar ni un solo instante su aspecto antipático de persona perfecta. Evitaba sonreír ni tener un gesto amable o humano. Muy estirado, para parecer más alto y disimular su tripita ya incipiente. Conforme a declaraciones de su hermano, siempre tuvo el complejo de su pequeña estatura y de su tendencia a engordar. Saludaba muy reglamentariamente y ponía mala cara o decía algo desagradable si las cosas no salían como él esperaba.  

Según Ricardo de la Cierva, que habló varias veces a fondo con él, Franco era un introvertido pero no un introspectivo. Entre su mirada interior y el núcleo de su personalidad se levantaba una tenaz muralla de prejuicios enquistados que no le  permitía la menor posibilidad de revisión de sus fuertes principios. Entre ellos, la idea histórica de España nacida en los años del Desastre, que no se atribuía a causas naturales (Ejército, etc.) sino esotéricas, como la acción masónica y la enemistad tradicional de los países de Occidente. La Iglesia y la fe cristiana en cuanto a la implantación ideológica. La milicia como carrera absorbente. Todo este conjunto de bases ideológicas iba implantándose en la mente militar de Franco –que fue por encima de todo un militar– durante su agitada vida, hasta que pudo resumirse en la reacción contra la República , que amenazaba a esa carrera, y en los moldes autoritarios de Alemania e Italia, dos naciones de Europa admiradas. Era también constante en forma de presión ideológica la admiración imitativa hacia el vecino Portugal, regido con mano de hierro y guante de seda por Antonio de Oliveira Salazar.  La vida familiar de Franco fue siempre su recurso serenador. Si se quiere resumir en una palabra la personalidad de Franco, esa es el poder, el mando, como él decía. Lo subordinó todo, hasta su profundo e innegable patriotismo, a su permanencia vitalicia en el poder, aferrado a pretextos de todo tipo (la necesidad de su presencia para la solución del asunto Sahara, etc.).     

Vázquez Montalban dice: “Yo me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás cuando lo imaginaba conduciendo la nave de la nueva España, la nave de la muerte, la tortura, la expatriación, la desidentificación para tantos de sus compatriotas: Timonel de la dulce sonrisa”. (Obsérvese la expresión de serenidad y bondad de la fotografía –retocada- con sello oficial y firma. Véase en dirección Curiosidades Marco1/firmas y foto/foto oficial). 

Al final de la obra de Val, tras despejarse las razonables dudas sobre si convertirse en Sumo Pontífice con lo inadecuado del atuendo, su naturaleza humana se impone a la divina y el personaje que inspiró tantas líneas para nuestra asignatura como fantasmas para sus pasillos novelescos, después de una larga agonía cruzó ineluctablemente el umbral de la eternidad.  FRANCISCO FRANCO (4.12.1892-20.11.1975).

FUENTES 

Biografía de Franco (fuente derechista). http://www.generalisimofranco.com/biografia/biografia.htm 

Canción: España camisa blanca (interpretada por Ana Belén y Miguel Ríos). http://es.youtube.com/watch?v=PWvjSO6zbF4 

Curiosidades Marco1 http://www.filaperso.com/CURIOSIDADES/Curio_Marco_1.html 

De la Cierva, Ricardo (1977). La Historia se confiesa. Tomo IV. ¿Cómo era de verdad Francisco Franco? págs. 261-280. Editorial Planeta, S.A. Barcelona. 

El mundo.es. Cultura. La reedición de Raza. http://www.elmundo.es/1997/11/20/cultura/20N0108.html

La Butaca.net. Revista de cine.                                                                                                         http://www.labutaca.net/films/19/buenviajeexcelencia.htm 

Manuel Vázquez Montalván. De Franquito a ¡Franco, Franco, Franco! El País Semanal 29/11/1992 http://www.vespito.net/historia/franco/franft.html

Diario de aprendizaje IV (Ruska)

Llegada para mí la hora del olvido y Buen viaje excelencia

La novela “Llegada para mí la hora del olvido” de Tomás Val y la película “Buen viaje excelencia” me hicieron gracia. En las dos se describe al dictador Francisco Franco, quién fue probablemente la persona más temida de la historia de España, como una persona vieja, estupida, medio loca, tonta, etc. Se nota que obviamente después de tantos años bajo la rígida dictadura de Franco, se quiere hacer venganza de una persona que destruyó la vida de tanta gente inocente matando y torturando. Tanto en la novela como en la película hay un sabor fuerte a ironía. Franco ya es viejo y lo único que tiene en la mente son las pesadillas de las cosas malas que hizo durante la vida y el temor a la muerte. Es como cualquier anciano que sufre de la dementía y piensa si lo que hizo durante la vida sirvió para algo o no. Yo pienso que en la novela el personaje es más triste que en la película, porque en la novela está deprimido y aunque aún se cree divino, piensa en las cosas tristes, como en la muerte de su hijo recién nacido y la muerte de su padre con quien nunca tuvo una relación buena. También se siente muy solo y piensa que probablemente nunca amó de verdad a su esposa, Carmen Polo, y que ella tampoco le amó de verdad a él, sino solo se casó con él porque supo que iba a ser famoso en la vida y quiso conseguir fama através del matrimonio. En un punto del libro Franco (=Paco) hasta deja a su esposa y se va de la ciudad sin decir nada a Carmen, porque ya está harto de gobernar y de la gente que le rodea, que sólo está esperando su muerte. Trabaja por un tiempo de acomodador en un cine hasta que vuelve a su casa (surrealismo). Pienso que cuando uno lee la novela puede hasta sentir pena por el “monstruo”, por el horrible dictador fascista, que pienso, que casi todo el mundo debe odiar por los hechos sadistas que hizo, o que mejor dicho, mandó hacer. Aunque no podamos entender cómo pudo alguien hacer algo tan cruel a otras personas, aún podemos sentir pena por el pobre viejo que se siente solo y piensa que nadie le ama de verdad.
La película fue mucho más divertida en mi opinión, porque en ella los personajes son todos muy irónicos y un poco divertidos. Carmen Polo es una señora envejezida con una voz vaga e irritante, y no entiende nada de la enfermedad de Franco, porque aunque está muy mal, no lo llevan al hospital, sólo por el hecho de que no quiere, bueno, también porque no quieren que la gente se entere del mal estado en que está. Intentan disimular todo el tiempo que Franco está en perfecta condición, aunque de verdad está ya muy cerca de la muerte. Todo se hace según Franco quiere, aunque sea la cosa más ridícula (por ejemplo si él no tiene hambre, los demás no pueden comer tampoco). Pero de todas formas através de la ironía podemos imaginar como fue la realidad durante la etapa del franquismo. Que todo se rodeaba entorno a él y ninguna decisión se hacía sin él. Pero ya cuando las personas importantes que vivían con Franco notaban que no estaba bien, empezaban a robar y hacer otras cosas por el estilo detrás de su espalda. Pero esto no nos sorprende nada, porque cómo podía alguien considerarlo una persona fuerte y jefe del estado, si pescaba dentro de su casa y estaba ya loco y veía esas visiones tan extrañas en las que aún pensaba vivir en el pasado. Franco ya no era tanto una amenaza para ellos como antes, aunque aún no se atrevían a mostrarlo a él.
No sé si éticamente sea muy bueno hacer comedia con un personaje que fue la pesadilla para casi todo el país de España, pero alomejor ha pasado bastante tiempo para que la gente pueda ya reír de ello. Pero de todas formas, no creo que la gente que sufrío a causa de Franco le haga mucha gracia la película o la novela, porque como ya sabemos tratan del dictador que fusiló sistemáticamente una cantidad incalculable de gente.

Diario de aprendizaje IV (Ruth)

Soldados de Salamina, Javier Cercas, 2001, Barcelona.

Leí  Soldados de Salamina por segunda vez. Y volvió a gustarme. La primera la había leído de forma lúdica, pero ya me había llamado la atención, lo mismo que a J.A. González Sainz en su artículo La obsesión y el secreto (Letra Internacional, 75, 2002, pp. 69-71): el personaje-autor persigue casi como en una novela policial a un no-asesino, a alguien que otorga/ posibilita la vida. Personalmente no sé si se puede hablar de perdón a los enemigos (Santos Juliá, El azar y la piedad,  Letra Internacional, 75, 2002, pp 69-71) ni de redención entre facciones opuestas (E. Poniatowska, El sueño de los héroes,  La Jornada. unam.mx.2003.07.06).  En mi opinión podría decir que se trata de piedad o compasión pero desde un punto de vista personal. El soldado que no-mata no está pensando “voy a perdonar a mis enemigos”. Siente compasión personal por otra persona. Decide no matar. Me atrevería a decir que lo hace desde un punto de vista sartreano: tomo la responsabilidad personal de no matar y me atendré las consecuencias. Porque en esos escasos momentos en que el soldado mira a Sánchez Maza tiene que haber pensado qué podría pasar si lo descubrieran. Si alguien llegara y le dijera “cómo que no hay nadie ¿y este hijo de mala madre,  creador del falangismo, qué es?”. En esos segundos tiene que haber sopesado la vida y la muerte, su vida y su muerte. ¿por qué no lo mata? ¿para qué no lo mata? (Poniatowska, id). Sólo lo puede saber el soldado. Para mí, una interpretación más entre todas las que he leído, es simplemente un rasgo responsable de humanidad frente a la deshumanización que implica una guerra fraticida que ya terminaba.

Volví a disfrutar con la novela que se va  construyendo dentro de la novela, con todos los conceptos de realidad ficcionada, de novela casi real, de las intenciones de realismo y veracidad,  de las idas y vueltas del peridiodista de investigación.  De la verdad inventada. Miralles es mucho más real que todos los otros personajes. Creo que todos quisiéramos que exista. Que se haya dado ese abrazo tan literario con un novelista de verdad. Uno de los momentos más interesantes en el libro es el encuentro personaje-escritor con el escritor-personaje que es Bolaño,  hilo de Arianna reencontrado, da pie a la tercera parte: el encuentro con Miralles, donde el personaje-autor da lo mejor de sí mismo.

Poniatowska critica a Cercas dos posiciones despreciativas , mirando desde arriba a Conchi y a los campesinos. Aún pensándolo desde un punto de vista feminista, no todos los personajes tienen que ser políticamente correctos, un personaje es como es, aunque no nos resulte simpático. Como pienso que son muchos periodistas y novelistas de habla hispana, machistas inocentemente (sí, ya sé, hoy en día nadie es inocente). No pienso que Cercas no se haya dado cuenta de lo que escribía. Simplemente es un toque más de “realidad” en la novela. Poner a Conchi a la altura del Cercas personaje hubiera sido poco creíble en la sociedad española en la que se mueve Cercas. Y él pretende hacer una novela “donde todo sea verdad”.

Diario de aprendizaje III (Ruth)

La voz dormida, Dulce Chacón, Alfaguara, Madrid 2002

Quizás uno de los puntos más importantes de la novela, es que las mujeres aquí no son tratadas como iconos, heroínas ni mitos, sino mujeres de carne y hueso, no sólo porque sabemos que existieron sino por no pretender ser símbolos, aunque al final de la novela tengamos esa sensación.   Tomasa no es Madre Coraje, es una mujer llena de dolor a quien le han matado a su familia. Ni Tensi es el mito de la maternidad que trasciende su propia muerte.  Es una mujer que ama a su marido hasta sus últimas consecuencias, con el orgullo de ser roja, pero sin erigirse en estatua para las próximas generaciones.

Heroínas, sin pedestal, sin Historia, son todas esas mujeres que fueron consecuentes con sus ideales y que a pesar de ellas se vieron envueltas en una guerra. Algunas marcharon al frente o al maquis, obligadas por las circunstancias, no porque soñaran con ser soldados ni guerrilleras. En todas las situaciones excepcionales, la revolución mejicana, la rusa, la guerra en vietnam, muchas mujeres se vieron en la posición de soldados o reemplazando en la retaguardia a los hombres en sus trabajos, a veces en cargos de prestigio. Y Dulce Chacón habla de ellas.

Terminada la contienda, las mujeres rara vez conservan esa situación considerada de prestigio por los hombres.  Vuelven a sus labores:   ahora que sus hombres están de vuelta se les “permite” cuando no se las obliga a volver a su habitat “natural”: el hogar.

Las mujeres de Chacón viven sobre todo en en un mundo claustrofóbico, dentro y fuera de la cárcel. Las escenas de la cárcel de Ventas están muy bien logradas, si bien hay tensión dramática, no nos encontramos con melodras ni dramatismo exagerado. Así era (y en muchos países es) la vida en la cárcel, una cotidianeidad de ignominias e impotencias. La vida de los personajes fuera de la cárcel llevan una vida ritmada por las visitas a esta  y se sienten prisioneros/rehenes  de la situación de vencidos. Incluso los que están en el maquis están prisioneros de la realidad política, a pesar de estar en el monte.

Como varias de las novelas que estamos leyendo (y las películas también) hay en el libro de Dulce Chacón una intención de veracidad, un intento de acercarse a los hechos factibles.  Los persnajes femeninos tienen cuerpo y voces reales, en cambio en mi opinión, los personajes masculinos son más icónicos y estereotipados. En eso coincido con Antonio López Quiñones, La guerra persistente, Madrid, Iberoamericana, 2006. Los personajes masculinos son más chatos, responden a la figura del militante, más que al personaje. Los personajes de La voz dormida, salvo excepciones (Pepita), no se preguntan si podrían actuar de otra manera a lo ordenado, como en Soldados de Salamina,  porque obedecen a los modelos con que han sido creados.  En el intento de Chacópn de recuperar  voces dormidas hay un cierto maniqueísmo, los del partido son buenos y fusilarán cuando haya que fusilar al enemigo o a quien represente un peligro para la misión o el partido, los malos no dudarán en fusilar a Tensi, que acaba de dar a luz.  La discusión entre Paulino y el cura me hizo pensar en una frase de Alfredo Bryce Echenique  en La vida exagerada de Martín Romaña, Argos Vergara, Barcelona, 1981 “Inés pasó del catolicismo más militante al comunismo más pío”. Lo que retrata como en el caso de Paulino un militante doctrinario.

Leyendo el libro de Chacón me he conmovido, sobre todo en las escenas de solidaridad de la cárcel, que son las que más realistas me parecen. Los sentimientos de las presas hacia su propio cuerpo, hacia la suciedad, por ejemplo. Las condiciones de higiene y de salud. Aunque López Quiñones critique que la cárcel “privilegia la coincidencia de pareceres y la convergencia en las acciones” allanando disidencias, pienso que en aquella época y en otras más recientes, la cárcel por razones políticas implica asumir posiciones colectivas y de pertenencia para poder sobrevivir.

Tampoco coincido con López Quiñones cuando critica que en La voz dormida no se discutan los aspectos fundamentales del comunismo o de la república. Sería como volver a los años ´50 ó ´60 cuando los personajes de una novela explicaban las ideas marxistas. Por suerte no es el objetivo de Chacón, sino mostrar cómo las personas,  deciden defender esas ideologías a costa de la vida o de la cárcel.

Personalmente pienso que si no es uno de los libros más sólidos o mejor escritos de los que hemos leído en este curso, sí es uno de los primeros que pone a las mujeres en el mapa de la historia de la Guerra Civil y el franquismo, uno de los más conmovedores, y sobre todo un canto a la libertad.

Diario de aprendizaje III (Eriikka)

La novela Soldados de Salamina ofrece varios hilos temáticos interesantes (tales como la búsqueda de un padre, la vejez, el heroísmo), pero lo que voy a tratar brevemente a continuación, es el tema de la memoria junto con su contrario, el olvido. Este análisis partirá de ideas ancladas al título de la novela. Para limitar el tema todavía más, pasaré por alto la autoreflexión que la novela efectúa sobre la cuestión de la formación de la memoria y la textualización del pasado. El título de la obra Soldados de Salamina sugiere irónicamente que la guerra civil española representa para los españoles de generaciones posteriores a la guerra algo tan lejano y desconocido en la historia como la batalla naval de Salamina (430 AEC) entre las tropas persas y griegas. El narrador/protagonista subraya esta idea en dos ocasiones de la primera parte de la novela:

“[- – -] empecé a sentir curiosidad por Sánchez Mazas; también por la guerra civil, de la que hasta aquel momento no sabía mucho más que de la batalla de Salamina [- – -] y por las historias tremendas que engendró, que siempre me habían parecido excusas para la nostalgia de los viejos y carburante para la imaginación de los novelistas sin imaginación” (21)

“[- – -]desde que el relato de Ferlosio despertara mi curiosidad nunca se me había ocurrido que alguno de los protagonistas de la historia pudiera estar todavía vivo, como si el hecho no hubiera ocurrido apenas sesenta años atrás, sino que fuera tan remoto como la batalla de Salamina” (43)

En realidad sesenta años es un tiempo muy corto en la historia de la humanidad, y el evento de la antigüedad sirve para poner la guerra civil española en una escala relacional, a través de la cual lo podemos percibir como un acontecimiento bastante reciente. El narrador se auto-acusa por este olvido en primera persona, sin señalar culpables, pero implícitamente apela a lectores que puedan relacionarse con este personaje/narrador. Podemos leer estos párrafos como una manera de describir, incluso de criticar a una mentalidad colectiva de una generación a partir de una experiencia individual.

Dentro de la novela, Soldados de Salamina también representa el olvido de otra manera, a través del libro que Sánchez Mazas había prometido escribir, pero que nunca escribió:

“[- – -] Sánchez Mazas nos dijo que iba a escribir un libro sobre todo aquello, un libro en el que apareceríamos nosotros. Iba a llamarse Soldados de Salamina; un título raro, ¿no? También dijo que nos lo enviaría, pero no lo hizo.” (73)

“Soldados de Salamina”, por lo tanto, como el título del “relato real” que escribe el narrador dentro de la novela, es el libro que Sánchez Mazas no escribió y reivindica así la memoria de los “amigos del bosque”, es decir les vuelve a pagar la deuda en que quedó Sánchez Mazas. Aquí surge claramente la idea de que las generaciones posteriores que nada tenían que ver con los acontecimientos de la guerra civil, pueden ser los que toman un rol activo en la reivindicación de la memoria de quienes padecieron el olvido. Hay dos ideas recurrentes en la novela sobre la relación de la memoria, la escrita y el olvido. Por un lado, se asocia la muerte con el olvido, es decir, el ser olvidado es como estar muerto, por otro lado la memoria (especialmente a través de lo escrito) viene a ser una manera de mantener a alguien vivo hasta después de muerte, o de pagar una deuda (idea esta que incluso uno de los paratextos de la obra, la nota del autor, llega a reforzar):

“También pensé que Figueras pensaba que, si alguien escribía acerca de su padre, su padre no estaría del todo muerto.” (53)

“[- – -] se acuerda porque, aunque hace sesenta años que fallecieron, todavía no están muertos, precisamente porque él se acuerda de ellos. O quizá no es él quien se acuerda de ellos, sino ellos los que se aferran a él, para no estar del todo muertos.” (201)

A través del personaje de Miralles y sus amigos muertos en la guerra, Soldados de Salamina también viene a simbolizar a todos los soldados olvidados de la historia que han servido para “salvar a la civilización”. Es de notar que la batalla de Salamina es comúnmente considerada en la historiografía occidental como decisiva para la salvación de la llamada civilización occidental frente al imperio persa. Esto vuelve a ser irónico tomando en cuenta que los griegos, al igual que los republicanos, luchaban en contra de fuerzas más numerosas y mejor equipadas, pero en vez de perder, vencieron. Tanto los republicanos como los nacionalistas sentían que estaban luchando para salvar a la civilización, y Sánchez Mazas, si es que realmente aludió en varias ocasiones a la Batalla de Salamina, lo habrá hecho también desde esta perspectiva. Sin embargo, desde el punto de vista del presente, después de la larga dictadura franquista, la interpretación simbólica de Salamina puede cambiar. Tampoco hay que buscar demasiados paralelismos entre estos eventos históricos, pero creo que parte de la simbología puede interpretarse también a nivel político.

La obra llega a realizar como un tipo de tributo de recuperación de memoria a todos los soldados que lucharon para “salvar a la civilización” en la historia de la humanidad sin saber siquiera bien por qué estaban luchando. Este soldado universal, representado por el personaje de Miralles, que “[- – -] llevando la bandera de un país que no es su país, de un país que es todos los países y que sólo existe porque ese soldado levanta su bandera abolida [- – -] sin saber muy bien hacia dónde va ni con quién va ni por qué va, sin importarle mucho siempre que sea hacia delante [- – -]” (209) no es ni más ni menos que la imagen opuesta al soldado universal de la famosa canción “Universal Soldier” de Buffy Sainte-Marie (1964) (más conocida por la grabación de Donovan) que, en el espíritu de su época, establece una crítica partiendo de los mismos presupuestos, pero apelando por la responsabilidad individual de cada ser humano. Aquí vemos la transformación que sufre el narrador a lo largo de la novela, algo parecido a una experiencia religiosa. La novela parte del interés de un narrador, que se declara pacifista, por un soldado que decidió no matar. Sin embargo, hacia el final se establece un elogio a este soldado por otras razones. No hay que olvidar que estos soldados que ni saben bien por qué están luchando, pero avanzan con la fe de que lo estarán haciendo por alguna causa buena, existen de los dos lados. Para el Cercas del final de la novela, representan los verdaderos héroes, con quienes estamos en deuda, pero podríamos pensar que todos estos soldados (tanto muertos, como vivos y olvidados) representan también la absurdez y la futilidad de las guerras.

Fuentes: Cercas, Javier (2001) Soldados de Salamina, Tusquets, Barcelona.