El alma galleguista de México

A Coruña rinde tributo a Luisa Viqueira, hija del filósofo exiliado en América

PAOLA OBELLEIRO El País16/04/2010

Luisa Viqueira, con sus dos hijos, en una fotografía familiar de 1959.-

La democracia arrancaba apenas en España cuando Luisa Viqueira Landa (A Coruña, 1918) regresó por primera y única vez a su tierra natal, tras más de cuatro décadas de exilio en México. Era 1979, año de elecciones para constituir los primeros ayuntamientos democráticos, y fue “recibida y tratada como una reina” por Isaac Díaz Pardo, García-Sabell y Ramón Piñeiro, quienes durante sus seis meses de estancia no ahorraron esfuerzos y medios para dar la mejor atención a una comprometida galleguista del exilio.

Pero nunca más quiso volver donde su vida “fue truncada”, decía. Hija del filósofo y poeta galleguista Xohán Vicente Viqueira, destacada militante comunista y comprometida defensora de Galicia desde su país de acogida, Luisa no dejó nunca de trabajar por la promoción y difusión de su tierra y de su lengua pese a toda la persecución y represalias que sufrió ella y toda su familia durante gran parte de su vida.

Ahora, cuando tiene las facultades mentales y físicas muy mermadas por la edad, fue su hijo Manuel el que acudió al reconocimiento y homenaje que A Coruña y la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica le brindan estos días con el ánimo de rescatar del olvido la biografía de esta “incansable luchadora y defensora de Galicia” y entregarla la insigna de Republicana de Honor 2010.

Criada en el pazo familiar con nombre de regimiento -A Quinta de San Victorio- en la parroquia de Vixoi, en Bergondo (A Coruña), Luisa contó innumerables veces aquel cuaderno con dibujos y textos que su padre le elaboró para enseñarle el gallego. Nada más desembarcar en México, a donde llegó en 1939 tras tres años de periplo forzoso por Francia, Suecia e incluso Rusia, a donde se fue voluntaria para acompañar como profesora a los niños de la guerra llevados a la antigua Unión Soviética, Viqueira empezó a dar mitines y conferencias denunciando la represión que sufrían sus compatriotas.

Cada domingo, a las nueve de la mañana y durante años, se sentaba ante los micrófonos de la radio mexicana para el programa La hora de Galicia que retransmitía íntegramente en gallego “cuando estaba prohibido hablarlo” en su tierra por imperativo de la dictadura. Enseñaba a bailar muñeira y a tocar la gaita a los hijos de gallegos exiliados com ella. Luisa Viqueira era, junto a Luis Soto, el alma y centro de la “isla republicana española y galleguista” del país azteca, cuenta su hijo. En los años cincuenta crearon el Patronato de la Cultura Gallega de Mexico. Ambos activos militantes del grupo gallego del PCE, dejaron el partido a principios de los sesenta para participar, en alianza con el grupo Brais Pinto en Madrid, en la fundación de la UPG, el partido hoy hegemónico del BNG. Y se implicaron en la creación de la revista Vieiros.

La persecución marcó toda la vida de Luisa. Incluso cuando, ya instalada en México, se quedó viuda con tres niños de corta edad, en 1949. Su marido, encargado de prensa del PCE en el país centroamericano, apareció asesinado de un tiro en una cuneta. “Nunca se supo por qué, unos decían que fue Stalin, otros que fue Franco, y los comunistas hablaron de un suicidio”, cuenta Manuel Rodríguez Viqueira.

En sus ahora escasos “ratos de lucidez”, Luisa suspira por A Coruña. Ferviente defensora “de dejar el pasado y mirar sólo al futuro” no quiso, sin embargo, retornar a Galicia no sólo porque su vida y familia está en México o porque “nunca aceptamos”, cuenta Manuel, “la monarquía parlamentaria instaurada en España en la Transición”. Luisa no volvió por las heridas sin cerrar de la represión vivida.

Incluida la “batalla” que recuerda perfectamente, para enterrar a su padre en Ouces, la parroquia de Bergondo donde murió en 1924 y donde a Luisa, con 18 años, le pilló la sublevación militar de 1936.

El cura negó una plaza en el cementerio al que Piñeiro consideraba el “primer gran filósofo de Galicia” ya que era hijo de “descomulgados” -el padre de Xohán Vicente era tío materno de su madre-. De noche, y tras derribar un muro, su familia lo enterró igualmente, a escondidas y con ayuda de vecinos. El sacerdote levantó entonces un muro de tres metros de alto para dejar aquella sencilla sepultura fuera del camposanto y se inició un largo litigio judicial con la familia que ésta acabaría por ganar en el Tribunal Supremo.

Pero Luisa Viqueira no vio jamás rehabilitada la sepultura de su padre. Años después de su primera y última visita, cuando el ayuntamiento, ya gobernado por el PSOE, hizo derribar el muro y puso una placa “de Bergondo a Viqueira”. Pero la tumba del filósofo galleguista siguió igualmente aislada: nadie está enterrado junto a él, por la amenaza del cura de que quien lo fuese iría al infierno.