Rastros de deshumanización en Rasgos occidentales

Mi objetivo en este texto es analizar en qué formas el proceso de deshumanización está presente en la narración sobre los inmigrantes de rasgos africanos en la obra Rasgos occidentales (2006) de Isaac Rosa. El concepto de deshumanización se refiere al proceso, donde un ser individuo o un grupo se niega la característica de humanidad y, a su vez, se compara con algo que no es humano, lo que promueve una actitud de ellos contra nosotros que crea separación entre diferentes grupos. A lo largo de la historia, la deshumanización ha estado estrechamente relacionada con la discriminación, la opresión, la violencia y hasta el genocidio. La deshumanización puede ser discreto e inconsciente, pero también se ha descubierto que es un fenómeno motivado que conduce a la agresión y al desprendimiento de convicciones morales. (Véase Warnock 2019.) Considero que el acto de deshumanización de los refugiados es uno de los temas principales de la historia de Isaac Rosa, por lo que aquí analizaré algunas de las formas en que el escritor retrata este proceso en su narración. 

El narrador ejemplifica el efecto de deshumanización vía cierto uso de palabras y retórica. Un ejemplo de estos, y uno de los elementos más efectivos es el uso repetitivo de la frase “solo africanos”, lo que enfatiza la falta de valor que se le da a los africanos fallecidos que han perdido la vida en el intento de cruzar el mediterráneo y buscar seguridad y una vida mejor. La palabra “sólo” es muy descriptiva, resaltando la emoción de decepción y menosprecio que sienten, por ejemplo, los periódicos y periodistas europeos, interesados en escribir titulares sobre el misterio del difunto blanco. “Sólo” desgarra a los africanos del valor humano, y este valor se disminuye por completo en la penúltima página, donde el autor narra sobre el fotógrafo que gana un premio por una serie de imágenes del ahogamiento de dos inmigrantes: ver a un inmigrante africano perder la vida sí que es digno de un espectáculo. Esta es la única parte de la historia en la que a los africanos se les da algo de “valor”, y es entonces cuando los hemos visto morir.

Una forma de deshumanización visible en la obra es el hecho de despojar a los refugiados de rasgos africanos de cualquier rasgo de carácter personificado: para los personajes de obra los refugiados “africanos” son un mero grupo de personas no identificadas sin atributos, aparte de su color de piel oscuraEllos, como grupo, se reducen a un color de piel, un grupo impersonalizadodel cual solo conocemos la cantidad de cadáveres de que consta, aunque tampoco nos fijamos mucho en esta cifra. En el texto se habla de los africanos en forma pasiva, y llegan a ser referidos como cadáveres, ahogados o como en el decimosexto párrafo: polizones exhaustosEn contraste, por ejemplo, la mujer y el bebé de piel blanca terminan siendo referidos como “la imagen de la madre y el hijo“, palabras que transmiten un sentido de identidad y apego a alguien o algún lugar. 

Una forma clara de cómo este proceso de deshumanización se hace evidente, por supuesto, es a través del contraste: cuán diferente son los cuerpos de personas con “rastros occidentales” tratados por las autoridades y otros personajes 

“Lo de hoy, además, era especialmente horrible, por la terquedad con que los cadáveres estaban enlazados unos a otros. Hacían falta dos guardias para doblar un brazo, que se tronchaba con un crujido de madera vieja. Un guardia joven vomitaba a pocos metros (…) [s]e parece al chico de mi hermana, me cago en todo -dijo otro entre dientes. (Rosa 2006: 1–2.) 

Los cuerpos en el barco se están pudriendo, huelen y hacen que los oficiales se sientan mal del estómago. Pero también es el caso de los cuerpos de los que tienen rastros occidentales, pero los funcionarios superan la repugnancia y el disgusto para tratar esos cuerpos como restos de un ser humano, de una manera completamente diferente a la forma en que se trata a los de los africanos: 

El guardia saltó de la barca hasta el muelle, con el niño en brazos, al que cogía ahora como si fuera su hijo, contra el pecho, la cabecita apoyada en el antebrazo izquierdo y la mano derecha sujetándolo por debajo, con cuidado, y no se atrevió a depositarlo en el suelo, como si no estuviera tan muerto como en efecto estaba (…) contradiciendo su piel acartonada, sus ojos hundidos y sobre todo el olor, el fortísimo olor a podrido del pequeño cuerpo, de sus vísceras secas. (Rosa 2006: 2.) 

A los cuerpos blancos de rasgos occidentales se acerca con respeto y delicadez, pero los cuerpos de los africanos en su multitud están más asociados con sentimientos de disgusto y hasta frustración  fíjense a la expresión “terquedad” en la primera citación sin percepciones de compasión por estos individuos humanos o su humanidad. Este contraste en el respeto por los cuerpos culmina también en la descripción del narrador de los arreglos funerarios: los cuerpos caucásicos se entierran por separado de las fosas comunes de refugiados de piel oscura. Incluso etiquetar a los blancos fallecidos como “refugiados” se considera problemático. El mensaje es claro: ¿cómo se puede llamar a un caucásico refugiado, o sea “un otro”, cuando el color de su piel ya indica que forma parte del “nosotros”, que es un individuo con el que es posible identificarse? Esta consideración y compasión no se muestra a los refugiados de origen africano. 

Además, al narrar las formas en que diferentes fuentes han tratado de darle sentido al descubrimiento de cuerpos blancos en un barco lleno de refugiados africanos, hay temas claros y formas de retórica que se pueden rastrear en el proceso de deshumanización de los refugiados: 

 (…) tal vez se habían comido al padre y la madre, y que se reservaban el mejor plato, el infantil, pero la muerte les llegó antes de poder zampárselo (…) tal vez el niño hubiese sido secuestrado, y que detrás estuviera una trama de tráfico de órganos, y para sostener su teoría contó algunos casos de niños secuestrados en países del tercer mundo mientras estaban de vacaciones con sus padres y de los que nunca más se supo (…). (Rosa 2006: 23.)” 

Por ejemplo, un rastro clásico de la narración deshumanizante es vincular a un grupo de personas y delincuencia. Otro es imponer estereotipos culturales sobre los rituales, creencias y comportamiento de un grupo marginado. Estas son formas con que ciertos grupos pueden ser alejados y alienados de la mayoría. También refuerzan ciertas asociaciones y crean prejuicios hacia estos “otros” que no son como “nosotros” y, por lo tanto, no deben ser tratados ni concedidos derechos similares a nosotros. Ambos elementos se pueden encontrar en el texto, y creo que Rosa ha incluido estos elementos en la historia para criticar la narración estrecha practicada y aplicada por los medios occidentales. 

Para concluir, considero que el cuento de Isaac Rosa es una obra que en apenas ocho páginas logra narrar muy efectivamente la falta de humanidad en cómo los países europeos afrontan la catastrófica y desgarradora crisis de refugiados, y cómo el color de la piel sirve como filtro para decidir a quién debemos mostrar reciprocidad y a quién debemos ver como humano. El cuento contiene varios elementos sobre la deshumanización, y solo he logrado arañar la superficie en este breve análisis. Evidentemente, el propio autor es muy crítico hacía la situación de los refugiados y el trato racista que reciben por parte de “nosotros” los europeos, por lo que es evidente que Rosa ha fomentado estos elementos en su obra como un medio para retratar conscientemente el proceso de deshumanización de los refugiados africanos. Opino que sobresale en este objetivo. 

Bibliografía: 

https://docs.lib.purdue.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1365&context=jpur

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