Vencidos y saqueados

Los republicanos españoles pagaron la derrota no sólo con la vida, la cárcel o el exilio. Los tribunales políticos del franquismo también confiscaron sus bienes y fijaron abultadas multas

TEREIXA CONSTENLAEl País – 15/02/2009

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Margarita Xirgu era un icono del teatro, un meteorito que horadó el casticismo de las tablas con su apuesta por la vanguardia europea. Para media España, un símbolo del compromiso de una generación de artistas de entreguerras. Para la otra media, una roja con un pasado que expiar. El expediente de la actriz es uno de los 36.018 resueltos hasta noviembre de 1941 por los 18 tribunales regionales de responsabilidades políticas, creados para castigar a los perdedores de la Guerra Civil por su ideología, a golpe de multas e incautaciones.

Por ellos desfilaron desde presidentes de la República como Manuel Azaña o Niceto Alcalá Zamora hasta insignificantes militantes de partidos del Frente Popular que alguien ponía en la diana del tribunal. Daba igual que el procesado estuviese en España o en el exilio; daba igual que estuviese vivo o muerto. En el peor de los casos, la familia pagaba el ajuste de cuentas. Así que Xirgu, de notoria afinidad republicana, no se libró de esta persecución, que comenzó mientras ella estaba de gira en México. “Es persona de izquierda, figurando afiliada en Izquierda Republicana. En octubre de 1934 tuvo oculto en su casa a Manuel Azaña, del que era íntima amiga, así como de Marcelino Domingo

[ministro de Instrucción Pública]. Le cogió el Movimiento Nacional en el extranjero, no habiendo regresado a su patria, dedicándose a realizar propaganda roja en festivales, representaciones teatrales y giras. Protege a los elementos marxistas en una finca que ha adquirido en Chile”.

Por tales “hechos graves”, el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Barcelona le confiscó todos sus bienes en 1941, la inhabilitó para ocupar cargos “de toda clase” a perpetuidad y la condenó al destierro, también perpetuo. Entre las propiedades incautadas se incluían tres viviendas en Barcelona y la casa de Badalona, donde Azaña se había alojado tras su retención en el puerto barcelonés en 1934, y por la que también habían pasado Federico García Lorca y Jacinto Benavente.

Margarita Xirgu jamás regresó del exilio, a su juicio, el peor de los males. […]

(Leer todo el artículo)

Rojos y judíos

JORDI SOLEREl País -15/02/2009

El éxodo de republicanos que, huyendo de la cólera vengativa del general Franco, cruzó la frontera francesa en febrero de 1939, fue repartido en varios campos de concentración que, en general, no eran más que grandes extensiones de terreno cercado con alambre, una especie de corral, vigilado por guardias senegaleses, donde los republicanos españoles vivían, dormían, defecaban y con frecuencia morían a la intemperie. El más grande y emblemático de estos campos era el de Argelès-sur-Mer, una larga playa donde murieron cientos de españoles que hoy se ha reconvertido en lugar de veraneo; en esa misma arena donde los republicanos luchaban por sobrevivir, o morían de hambre, enfermedad o desesperación, ahora los turistas beben cerveza en un chiringuito con D. J. o exponen, sobre una toalla mullida, sus cuerpos al sol. Mi abuelo, al perder la guerra, purgó varios meses en esa playa y en ese tiempo, un tiempo indecente para vivir a la intemperie, experimentó una serie de cambios que fueron transformando el signo del campo de concentración: al principio era una prisión exclusiva para republicanos pero conforme la Segunda Guerra Mundial fue consolidándose comenzaron a llegar judíos y gitanos, dos pueblos que, junto con el éxodo republicano, constituían entonces una tribu errante que no tenía lugar en Europa, y que en la España franquista contaba incluso con un eslogan, con una idea machacona que decía, muy a la manera de Bush y su Eje del Mal, que todas las desgracias del mundo se debían a un complot de rojos, judíos y masones.

Luego vino el horrendo capítulo de los campos de concentración y de exterminio nazis donde volvieron a coincidir judíos y republicanos, en una proporción, y a partir de un proceso de selección, que desde luego los convierte en tragedias que no pueden compararse. Sin embargo, aquél es un capítulo, el de los rojos y los judíos en el mismo campo de concentración, que por salud mental, y para no perder la perspectiva histórica, no deberíamos olvidar; sobre todo en esta temporada en que España acaba de ser declarada, por el prestigioso Pew Research Center de Washington, el país más antisemita de Europa; un deshonor mayor que es la suma de la clásica, y añeja, animadversión del mundo católico frente al judío, y de la educación franquista que durante décadas reforzó esta animadversión.

Mientras Europa, después de la Guerra Mundial, lidiaba con el genocidio nazi, trataba de digerirlo y hacía un examen de conciencia a nivel colectivo y personal, en España los judíos seguían perteneciendo a ese eje del mal que Franco con tanto empeño y desparpajo había promocionado. Alejandro Baer, enun estupendo artículo publicado en estas mismas páginas, nos contaba cómo la Noche de los Cristales, ese pogromo antisemita que organizaron los nazis en 1938, fue condenado por la República española y justificado, e incluso aplaudido, por el bando franquista. Cuarenta años de discurso oficial antisemita es tiempo suficiente para contaminar a varias generaciones, para deformar la visión que tiene el país del pueblo judío y de los individuos que lo componen. ¿Que España es el país más antisemita de Europa? Según el Pew Research Center lo es, pero también es el país que tiene la curia más poderosa, vociferante y arcaica del planeta, dos anomalías complementarias que deberían revisarse seriamente como eso que son, anomalías en un país europeo, en la octava economía del mundo, anomalías como esos huesos de los combatientes republicanos que sus familias no pueden desenterrar.

Quiero decir que el antisemitismo español tiene mucho de tara, tiene que ver con esa zona de burricie que el dictador extendió durante décadas para perfilar un ambiente que sirviera a sus propósitos, y así como es necesario que cada ciudadano pueda desenterrar a sus muertos de la Guerra Civil (para que después pueda enterrarlos en santa paz), también es imperativo un análisis personal sobre esa pulsión antisemita que, según ese centro de investigadores de Washington, posee la mitad de España.

La guerra entre Israel y Palestina ha puesto esta pulsión al rojo vivo, en las manifestaciones de Madrid y Barcelona hemos oído consignas y leído pancartas que tienen que ver más con el antisemitismo puro y duro que con la guerra misma. En la de Barcelona, por ejemplo, vimos fotografías de respetables ciudadanos barceloneses a los que, exclusivamente por el hecho de ser judíos, les habían pintado un blanco en la frente, y, hace unos días, fue vandalizada una de las sinagogas de la ciudad por un grupo de exaltados que piensan que con ese acto apoyan la causa palestina. Y esto acaba de suceder en Barcelona, una de las ciudades, no está de más recordarlo, que se cita a menudo como ejemplo de urbe civilizada y tolerante.

He empezado estas líneas en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer porque aquel episodio, casi olvidado, ilustra el flanco bárbaro de España, y en general de Europa. En aquella playa, expuesta a los cuatro vientos, españoles y franceses vivían encerrados por ser rojos y judíos, los dos sin un país al cual regresar, sin un rincón que les sirviera de refugio y con un futuro inmediato rigurosamente negro, ambos víctimas de un prejuicio que, en el caso de los judíos, sigue operando con alarmante virulencia, un prejuicio que en España le debe mucho al eje del mal que vislumbraba el dictador, que tiene mucho de tara y, con bastante frecuencia, es una forma de la ignorancia y la sandez.

Todos coincidimos en que la respuesta del ejército israelí ha sido desproporcionada y en que la masacre de la población civil palestina, con énfasis en las criaturas, no tiene ni nombre ni, si me lo permiten, perdón de Dios. Pero, a partir de aquí, habría que plantearse ¿qué culpa tiene un pacífico judío de Barcelona, o de París o de la Ciudad de México, de lo que hace aquel ejército?; ¿por qué el apoyo al pueblo palestino, apoyo que, por cierto, muchos judíos comparten, tiene que derivar en la barbarie antisemita? Así como han sido importantes las manifestaciones en la calle para detener aquella guerra, con esa misma energía habría que hacer un esfuerzo por separar a los dirigentes y al ejército del Estado de Israel de las personas que, por puro azar, han nacido judías, y viven entre nosotros. Porque el antisemitismo se dirime a ese nivel, en una cena, en una mesa donde, entre los invitados, hay un judío y en cuanto brinca el tema de la guerra entre Israel y Palestina, se instala entre el pan y el vino una incómoda tensión. La cosa empieza ahí, en esa cena hipotética donde, estos días, echan un pulso la civilización y la barbarie.

Jordi Soler es escritor.

¿Debe España recordar el franquismo?

RAMIN JAHANBEGLOOEl País – 15/02/2009

La llamada Ley de Memoria Histórica ha desatado un torbellino de debates en España. Según algunos españoles, el país tiene que mantener enterrado el pasado; de no ser así, la sociedad española se desgarraría totalmente. Pero España no es el primer país que se enfrenta a la pregunta sobre si debe o no recordarse un pasado atroz. Al abordar esta cuestión, es muy importante plantearse en primer lugar quién quiere olvidar. Y en segundo, saber si alguna víctima ha olvidado.

Cuando una nación tiene el valor de hacerse preguntas sobre su pasado, no sólo se trata de recordar su historia, sino de romper el silencio y de reivindicar la dignidad de las víctimas. En consecuencia, también tenemos que preguntarnos si recordar es un fin en sí mismo o si es el principio de un auténtico proceso de reconciliación y construcción de la paz. Como señaló James Joyce, “la historia es una pesadilla de la que tratamos de despertar”.

Para poder despertar, no es preciso ni amar el pasado ni odiarlo, sólo comprenderlo y superarlo. Y sólo siendo fieles a la verdad de la historia podremos lograr ambas cosas. Conocer la verdad histórica puede ser doloroso, pero no cabe duda de que es enormemente liberador. Con ese conocimiento, una nación puede dejar de lado el dolor.

En muchos países del mundo los procesos de conocimiento de la verdad histórica estuvieron congelados durante años. En las dictaduras de países de África, Latinoamérica y Oriente Próximo, la gente se vio obligada a vivir con culpa y la dignidad se convirtió en algo sin valor. Irónicamente, eran los oprimidos, no los opresores, los que se sentían culpables. A la gente comenzó a desagradarle su pasado, pero no podía cambiarlo. Las personas eran culpables de vivir en el lugar y el momento equivocados.

Sin embargo, la historia siempre encuentra formas de juzgarse y condenarse a sí misma. Echemos un vistazo al caso de Suráfrica. La Comisión de la Verdad y la Reconciliación dio a los surafricanos la posibilidad de lidiar con su pasado partiendo de una base moral consensuada y de avanzar así hacia la reconciliación. En Suráfrica, las víctimas colocaron la necesidad de verdad y de reconocimiento por encima de la necesidad de reparación. En ese país, la cuestión no radicaba en si se imponían compensaciones monetarias o reparaciones simbólicas (o ambas). Lo primordial era la necesidad de verdad en un contexto de transición política negociada. La sustitución de la justicia punitiva por la recuperación de la verdad posibilitó que todo el mundo accediera a la información, proporcionando al mismo tiempo un testimonio incontestable sobre cómo habían tenido lugar los abusos y las vulneraciones de derechos individuales. Y el hecho de revelar la verdad sirvió para prevenir posibles violencias futuras.

En el caso español, la mayoría de los pretextos presentados para no recordar la época franquista es aquello de que no debemos reabrir las heridas del pasado. Pero negando ese pasado nunca podremos cerrar tales heridas. Si una nación, o una gran parte de ella, tiene la necesidad de recordar es porque no ha olvidado. El perdón asociado al olvido es la opción más tentadora para criminales y opresores, pero siempre es mejor perdonar sin olvidar.

Un proceso de recuerdo no sólo tiene que constituir una oportunidad para que las víctimas muestren su verdad, como hicieron los judíos respecto a la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración nazis, sino un método para que el conjunto de la sociedad construya una historia común. También sirve para que cada sociedad afronte sus pesadillas, acepte la responsabilidad de lo ocurrido y haga cambios que garanticen que esas atrocidades no vuelvan a ocurrir jamás.

El recuerdo debe ser un punto de partida que sirva para ver la propia historia con los ojos de las víctimas. Y debe ir vinculado a una nueva concepción del futuro. No tiene sentido volver la vista al pasado si no nos ayuda a crear un futuro mejor.

Una nación no puede cicatrizar sus heridas mientras la memoria colectiva esté en suspenso. La concesión de memoria histórica a las víctimas del periodo franquista es una forma de devolverle a la historia española la dignidad que merece. Pero también servirá para sacar a la luz realidades de la historia contemporánea española largo tiempo ocultas, proporcionando de manera retroactiva dignidad a los vencidos por esa misma historia. De este modo, la memoria de las víctimas del régimen franquista podría convertirse en un gran antídoto contra el odio y el prejuicio en España.

Sólo una sociedad que sepa cómo recordar al unísono sabrá cómo respetar la dignidad de la diferencia. Y el valor de ésta depende totalmente de la comprensión de sus límites. Dicho de otro modo, la historia debe escribirse por y para las víctimas que fueron abandonadas por la historia. No debemos olvidar el rastro de sangre y de lágrimas que la historia siempre deja a su paso. Un pueblo libre no puede permitirse olvidar las atrocidades de su pasado.

Ha llegado el momento de que España ponga al día su perspectiva histórica, reduciendo la brecha existente entre la memoria de las víctimas y el futuro de la democracia. La historia de la libertad tiene que ver con la posibilidad de juzgar libremente la propia historia.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto (Canadá).

Una novela sobre la memoria política en Chile gana el Premio Primavera

Luis Sepúlveda obtiene el galardón por su obra ‘La sombra de lo que fuimos’.- José María Beneyto queda finalista

El País Madrid – 19/02/2009

El escritor chileno Luis Sepúlveda ha ganado hoy la XIII edición del Premio Primavera de Novela, dotado con 200.000 euros, con su obra La sombra de lo que fuimos, mientras que el español José María Beneyto se lleva los 30.000 euros correspondiente al finalista con Los elementos del mundo. El jurado que ha fallado este premio, que convocan cada año la editorial Espasa Calpe y Ambito Cultural de El Corte Inglés, ha estado presidido por Ana María Matute y han formado también parte de él Antonio Soler, Ángel Basanta, Ramón Pernas, Ana Rosa Semprún y Miryam Galaz, como secretaria sin voto.

Luis Sepúlveda ha escrito una novela generacional “con estructura detectivesca” que habla del desengaño de unos chilenos que recuerdan su juventud, en los años sesenta y setenta, su relación con el Partido Comunista, el golpe de Estado, el exilio y su regreso a un Chile en democracia, “un país que ya sólo existía en su memoria”, ha explicado Ángel Basanta al presentar la obra. La novela finalista es una obra muy extensa en la que José María Beneyto propone una gran reflexión sobre Alemania y Europa, el nazismo y el sentimiento de culpa, con una mezcla de géneros, ha señalado Antonio Soler.

Afincado en Gijón desde hace años, Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949) es uno de los escritores en lengua española más traducido, y, en concreto, su obra El viejo que leía novelas de amor (1989) está publicada en sesenta idiomas. Hijo de vasca y de jienense, Sepúlveda se considera miembro del grupo de escritores latinoamericanos posteriores al boom del realismo mágico y es autor además de títulos como Patagonia Express (1995), Historia de una gaviota y del gato que la enseñó a volar (1996) y La rosa de Atacama (2000).

Por su parte, José María Beneyto es director del Instituto Europeo de la Universidad San Pablo-CEU y autor de varios ensayos, y ésta es su primera novela. Casi 300 originales, procedentes de cuatro continentes, se habían presentado a esta XIII edición del Premio Primavera de Novela.

Canción escrita por las presas de la Carcel de Ventas

(Madrid, 1940)

Cárcel de Ventas.
Hotel maravilloso.
Lleno de lujo e higiene.
A todo confort.
Donde no hay.
Ni camas ni comidas.
En los infiernos.
Se está mucho mejor.
Hay cola atroz.
En los retretes.
Vivo cemento dan por pan.
Lentejas único alimento.
Un plato al día te darán.
Lujoso baldosín.
Disfrutas por el colchón.
Al levantarme, tengo deshecho.
Un riñón.
A eso de las siete.
Tocan a diana.
Nos levantamos todas en tropel.
Vienen a darnos.
Las sopas carceleras.
No hay más remedio que comer.
Lentejas por aquí.
Judías por allá.
Y luego un bombardeo.
Que es cosa fatal.
(Generalísimo) piensa.
En las presas.
Que la justicia.
No se haga esperar.
Que la sarna empiece a hacer estragos.
Y es un mal.
(General, general).
A eso de la nueve.
Nos pasmos la lendrera.
Este es un caso difícil de explicar.
Saltan los piojos tan grandes.
Como fieras.
Que hasta en la celda.
Nos hacen patinar.
Hay (fascistonas) y (pajilleras).
Cuánto nos quieren humillar.
Pero tenemos en las venas.
Sangre (rojilla) de verdad.
Tenemos que aplastar.
A Franco el vividor.
Y el pueblo madrileño.
Será (vencedor).
Bravo Negrete.
Los presos te saludan.
Yo sé que tú.
Nos traes la libertad.
Quiero volar contigo.
Para siempre y a los rojos.
Mis hermanos abrazar.
(Generalísimo).
Que tu justicia.
No se haga esperar.
Que ya estamos.
Pagando muy caro.
El delito de ser social.

Fuente: Foro por la Memoria 

Diario de aprendizaje I (Essi)

Tanto en La Luna de Lobos como en El Silencio Roto se habla de los hombres del monte. Fueron los rojos que tenían que huir para salvar su vida durante y después de la guerra civil. Algunos de ellos resistieron años escondiendose en la cuevas y a veces bajando al pueblo las noches. En este diario quiero discutir la relación entre los aldeanos y los guerrilleros.

Los del monte necesitaban de aldeanos. Recibían mucha ayuda de parte de sus familiares y de sus amigos que vivían en los pueblos. Les daban de comer y  les contaban las novedades. Probablemente era por ellos que aguantaban en los montes y no se renunciaban. Sobre todo los aldeanos les daban esperanza que algún día todo ése acabara.

A veces las familias ayudaban a sus seres queridos a esconderse en sus viviendas o terrenos. Claro que los guardias civiles sabían sospecharlo y buscaban todas las casas. Torturaban y maltrataban a las personas que podrían haber tenido algún tipo de relación con los fugados. A pesar de todo el daño que la protección de los del monte causaba a las familias, los seguían protegiendo. Tal vez lo hacían por amor o algunas veces por pura obligación o por lástima. De todos modos, los fugados dependían de los aldeanos.

No podían confiarse en nadie. Se les daba una recompensa a las personas que denunciaban a los guerrilleros o a sus ayudantes. También los aldeanos vivían con el miedo constante. No podían saber si el día siguiente fuera el último para los suyos que estaban en el monte, y también tenían que preocuparse por ellos mismos. En Luna de lobos la hermana de Ángel le repite cada rato que le van a matar. No sé si lo dice por Ángel o por  toda su familia.

El tema me trae a la memoria una pelicula que vi. Se llama La Lengua de las mariposas. Los acontecimientos están ambientados al inicio de la guerra civil. En esa pelicula se ve bien el poder del miedo y la presión de la conformidad en un pueblo pequeño. El niño acaba  insultando a su profesor favorito a pesar de que le respeta mucho y le tiene cariño. Lo hace porque los demás lo hacen. Sabe que si no insulta va a ser uno de los insultados.

Por otro lado, mucha gente esperaba que los maquís se formaran y  tomaran el poder. En algunos pueblos así sucedió pero no podían cambiar las cosas. Muchos guerrilleros sólo querían vengarse. En El Silencio Roto la alegría de la toma del pueblo no dura mucho. Al fin la situación de los aldeanos y de los del monte es peor que nunca. Así también pasó en vida real en muchos pueblos.

En pueblo tenían mucho miedo de los fugados. Los del monte muchas veces robaban y hasta mataban para sobrevivir. Era muy peligroso encontrarse con ellos. Como los guerrilleros tenían mucho miedo de que se los denunciara, eran capaces de matar a cualquier persona que los viera. Pasaban tanto tiempo fuera de la civilización perseguidos que ya parecían más animales que seres humanos. Hasta mataban a sus propios compañeros guerrilleros.

En Luna de Lobos hay una parte que me parece especialmente interesante. Cuando Ángel está en la casa de María ella le dice que en el pueblo hablan que lo mejor que podría hacer es tragarse una botella de coñac y pegarse un tiro. Él le contesta: ” Diles que no soy un perro”.  El contraste entre cómo los aldeanos ven la situación de Ángel y cómo él mismo la ve es fascinante.  Mi interpretación es que Ángel se considera un poco como un mártir. Es un buen muchacho que tiene derecho a llevar una vida normal, pero por la fuerza de la circunstancias vive como un animal de rapiña.

Artículos

Muchos de vosotros habéis tratado en el primer diario el tema de cómo se ha procesado el recuerdo de la guerra y el franquismo en la España después de la Transición. Voy a poner en la carperta que está delante de mi despacho dos artículos excelentes sobre este tema: uno es de Santos Juliá (“Echar al olvido”) y el otro de Paloma Aguilar Fernández (“Guerra Civil, franquismo y democracia”); ambos fueron publicados en Claves de razón práctica.

Asimismo, voy a poner en la carpeta un artículo sobre La voz dormida. Es de M. Edurne Portela, se titula “Hijos del silencio: Intertextualidad, paratextualidad y postmemoria en la voz dormida de Dulce Chacón”, y fue publicado en Revista de estudios hispánicos (tomo XLI, nº 1, enero de 2007) .

Diario de aprendizaje I (Eeva)

Me parece que después de cada lección del curso sobre la guerra civil española tengo que considerar de nuevo si quiero continuar en las clases o no. No te preocupes, Elina; es sólo un curso más entre muchos. El problema no es la enseñanza ni el contenido ni nada por el estilo, sino mi propio carácter: me vuelve a conmover tanto la historia aterradora que me quedo inquieta. Mi tolerancia contra las atrocidades, tanto de la historia humana como del presente, es prácticamente inexistente. Lo que más me deprime no es el egoísmo del ser humano ni sus indicios en nuestra realidad, sino la conciencia de que yo soy incapaz de hacer algo, de prevenir actos correspondientes en el futuro.

Después de las primeras clases del curso he dado muchas vueltas a varios temas de los que podría escribir mi diario de aprendizaje. He pensado lo difícil que es saber, al fin y al cabo, qué habría hecho yo si hubiera estado en la misma situación. O sea, aunque está clarísimo que el franquismo representa un modo de ver las cosas completamente contrario a lo mío, yo no puedo jurar que, si ahora me echaran a España de los años 30, luchara cuerpo a cuerpo para apoyar la República y la ideología mía. No sé si pudiera asumir la responsabilidad; si me opusiera por ejemplo mi familia o mis vecinos. También he pensado en la guerra civil de España en comparación con la guerra civil finlandesa así como, en particular, con las guerras fino-soviéticas de los años 30 y 40. En esas guerras, se puede decir que Finlandia luchaba contra la República española combatiendo sólo en frente diferente, en Carelia, junto con los estados fascistas. ¿De que lado estoy yo, o habría estado si hubiera vivido en aquella época? Además de pensar en estas cosas, he dado vueltas al totalitarismo, a cómo surge repetidamente y cómo seduce la gente. He pensado en lo que pasó en los países que no se sometieron al poder derecha. No sé que opinar, después de haber pensado tanto, me da miedo a opinar.

A pesar de todos estos pensamientos, al fin decidí a concentrarme en cómo se cuenta la historia. Quiero reflexionar los motivos y las maneras, así como la justificación detrás de la historia contada por la memoria colectiva.

Se dice que la historia la escribe quien gana. Fue así también en España durante la dictatura; la historia que fue contada como la verdad era más bien una forma de la propaganda estatal. Era una arma ideológica de los franquistas (Graham 2005: 139). Lo interesante en el caso de España es que, durante la época de la transición, la historia se cambió de la historia de los vencedores a la historia de los perdedores. Si no me equivoco, la historia contada por los nietos de la guerra, o sea, por la nueva generación, pertenece en gran parte al bando de los perdedores, está contada desde su punto de vista. No me malinterpreten, yo también prefiero colocarme en ese mismo bando, simpatizo con los republicanos. Aun así, en cuanto a los cuentistas, me interesa el cambio marcado, de un bando a otro. Primero pensé que será por la vergüenza; si fuera yo en su lugar, no querría admitir la intolerancia o la barbarie de mis padres o abuelos. Sin embargo, después de haber pensado un poco más, llegué a la conclusión de que (también) en el bando de los vencedores todo el asunto de la guerra debe haber sido explicado a la descendencia como una necesidad absoluta, no sólo para excusarse sino también para superar la culpabilidad. Pero ¿dónde están las versiones explícitas de estas explicaciones? ¿Existen representaciones modernas sobre la guerra del lado de los vencedores? ¿Todavía escriben la historia los que ganan? ¿Cómo es su historia?

Sea como sea, los vencedores sí han escrito una historia durante la dictatura, los perdedores la escriben ahora sin o con los vencedores. El otro punto interesante en cuanto al tema es la motivación del acto de contar la historia de una cierta manera. Las razones de las cuales surgen las historias son completamente distintas. Como ya he mencionado, durante la dictatura, la historia que fue contada como la verdad era más bien una forma de la propaganda estatal. Según Graham (2005: 139), en los años 70 y 80 también los estudios publicados por la oposición fueron alterados ideológicamente. Sin embargo, fuera de los objetivos ideológicos, los motivos de las historias son considerablemente diferentes: la historia contada por los vencedores durante la dictatura procuraba constantemente hacer recordar el resultado de la guerra, o sea, reprimir y sojuzgar los perdedores. Se podría llamarla una historia escrita por, además de vencedores, también por sádicos. En contraposición, la historia más reciente escrita por los perdedores surge de motivos más bien altruistas: surge del  deseo de rehabilitar, de rehonrar a los parientes y otros republicanos. Surge de la solidaridad y de la búsqueda de consolación (Graham 2005:142-144).

Para terminar, quiero tratar del tema que, desde mi punto de vista es el más contradictorio en cuanto a la memoria colectiva. Es la historia escrita por los perdedores, que no ha sido escrita por los perdedores.  Digo contradictorio porque pienso que el tema, si bien es simplísimo, también da lugar a muchas preguntas. Lo que estoy planteando es que, por mucho que exista el llamado lazo de sangre, al fin la historia de los perdedores no es suya, sino una historia de los ajenos. Tiene todo el sentido que la mayoría de los cuentistas no han atravesado ni la guerra civil ni la dictatura: los nietos, preguntando sobre la guerra, sacan a la luz la historia guardada en silencio porque, como dice Graham (2005:143) ellos, por contraste con sus padres y abuelos, no tienen miedo. Lo que me preocupa en el tema es la justificación: ¿tienen el derecho de abrir las heridas que el tiempo ha curado? Otra vez pido, no me malinterpreten. Yo estoy de acuerdo de que la verdad se debe contar y las injusticias se deben  revelar, eso tiene sentido. El problema es que a pocos, probablemente a nadie quien ha sobrevivido la guerra, es un asunto del sentido y razón, sino de la emoción. Es aquí exactamente, donde el núcleo del problema, mi problema, está: las emociones, los sentimientos del individuo, ¿son algo a que podemos reservarnos el derecho? Se dice que la nueva generación cuenta la historia porque no les da miedo. Y, ¿si les dan miedo a los protagonistas y a los personajes de la historia? No tiene que ser un temor razonable, no tiene que ser un temor ajeno. Puede que sea un temor, un terror que se ha quedado dentro de la persona, puede que sea el silencio la única manera de sobrevivirlo. Puede que sea que no pensar en la causa de ese temor es la única manera de seguir adelante. En particular me inquieta una cita de la obra de Graham, de la página 143 (el énfasis es mío):

                      “For the now elderly victims of forced labour or lengthy political imprisonment, the purpose is that what was done to them should be publicly acknowledged before they die.”

Seguro que muchos sobrevividos piensan asi. Pero ¿hay aquellos que usan el silencio y el olvido para poder superar lo que ha pasado? ¿No les dejamos olvidar? ¿Les obligamos a recordar y, de esa manera, sentir todas las emociones que no querrían?


GRAHAM, Helen: The Spanish Civil War: A Very Short Introduction. Oxford, Oxford University Press, 2005.

Diario de aprendizaje I (Gonzalo)

La longevidad del franquismo

Quisiera en este diario llamar la atención sobre uno de los aspectos tratados en las clases y que considero que caracteriza especialmente la etapa franquista: su longevidad. Desde el Levantamiento del 18 de Julio de 1936 hasta el 20 de noviembre de 1975, día de la muerte de Franco, transcurrieron treinta y nueve años. ¿Qué hizo que una dictadura fascista sobreviera durante casi cuatro décadas y que además tuviera legitimidad internacional? Veamos:

En diciembre de 1946, la ONU, organización recién fundada un año atrás, condena el régimen dictatorial de Franco y recomienda a sus miembros imponer sanciones a España. Estas recomendaciones son seguidas por la práctica totalidad de la comunidad internacional con la excepción de la Argentina de Perón, el Portugal de Salazar y el Vaticano. Las sanciones perseguían forzar el cambio político de una España colaboradora del bando perdedor de la Segunda Guerra Mundial (1) y el consiguiente giro hacia la democracia.

Franco, rechazado por las potencias mundiales, aprovecha con creces la aparición de un invitado inesperado: la Guerra Fría.

Los ganadores de la Guerra querían un cambio político que transformara la dictadura militar en una monarquía con base democrática (EEUU y Gran Bretaña) y en un república también democrática (URSS) en la que el PCE (Partido Comunista Español) se pudiera hacer con el poder y depender por lo tanto de la influencia soviética. Estas diferencias acrecentaban el monstruo de la Guerra Fría y fueron aprovechadas al máximo por el dictador.

Franco se empleó para modificar en la medida de lo posible su imagen y transformar su vertiente falangista en una ultracatólica que tendría mayor aceptación a nivel internacional y también decreta su línea de sucesión que será la monarquía (evidentemente una república, a la que acababa de hacerle la guerra, no podía sucederle con su consentimiento).

España, que había sido excluida del Plan Marshall estadounidense (1947-1951), despertó el interés de los EEUU gracias a su importante papel estratégico y por medio del Acuerdo de Madrid de 1953 firmó con Franco la instalación de las bases militares de Torrejón de Ardoz (Madrid), Rota (Cádiz), Morón de la Frontera (Sevilla) y Zaragoza. La justificación internacional del acuerdo militar y económico no era otra que el enemigo común de ambos países: el comunismo.

La legitimación del régimen a nivel internacional continuó. En 1955 la ONU aceptó a España bajo la presión de EEUU. En 1959, lo hace la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y el Fondo Monetario Internancional (FMI) después de la visita de Eisenhower a Madrid en diciembre del mismo año, la primera visita de un presidente norteamericano a España.

Bien es cierto que España no fue invitada a entrar en la OTAN, organización a la que no llegó a formar parte hasta 1982 y que tampoco fue invitada a los Tratados de Roma (1957), origen de la actual Unión Europea (entró en 1986), pero a pesar de ello la dictadura de Franco contaba con el apoyo norteamericano, como aliado menor, pero en definitiva como aliado, y contaba con la legitimidad necesaria para existir. La dictadura estaba a salvo.

El momento cumbre del apoyo norteamericano fue la ya mencionada visita del presidente Eisenhower a Madrid. España por aquel entonces necesitaba de eco internacional y quiso aprovechar al máximo las 18 horas que pasó el presidente norteamericano en la capital de España. Por primera vez, la recién nacida TVE enviaba imágenes a la red de Eurovisión. Diez autobuses paseaban a los 150 corresponsales extranjeros (más otros tantos españoles). Franco y Eisenhower hicieron los 20 kilómetros que separan Torrejón de Madrid en tres coches, uno de ellos descubierto, aclamados por un millón de personas. El anfitrión, pletórico, colgó 60.000 banderas, distribuyó 20.000 retratos de ambos, encendió un millón de bombillas y 360 proyectores para iluminar Madrid, y colocó arcos de triunfo florales. A Eisenhower le hicieron alcalde honorario de Marbella y miembro de honor de la Federación Española de Béisbol, además de regalarle un par de mantillas para su señora, un cuadro y libros de turismo de España. Le alojaron en el palacio de la Moncloa y le agasajaron con una cena en el palacio de Oriente, en la que Franco dijo: “Nuestros dos países están alineados en el mismo frente de la paz y de la libertad”, además de afirmar que Estados Unidos era responsable de “la paz que disfrutamos y de que el Occidente de Europa haya permanecido libre sin caer bajo el yugo comunista”.

Al franquismo le quedaba aún mucha guerra fría para protegerse.

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Foto: El abrazo de Franco con Eiseinhower en 1959.

Como conclusión a este diario de clases diría que aunque España se vio apartada de la escena internacional sí se le permitió continuar con su modelo político dictatorial por conveniencia norteamericana. España, el único país fascista sobre la tierra, enemigo político de todos, contó con el apoyo norteamericano que, siempre velando por sus propios intereses, prefirió mirar hacia otro lado y aceptar el régimen franquista. El fascismo no era ya un problema para los norteamericanos y sí lo era el enemigo común de ambos, el comunismo.

Sección de vídeos:

Vídeo sobre la amistad entre España y EEUU. La Instalación de las Bases americanas en España. 1953

http://www.youtube.com/watch?v=ibnPdLaAUCw&eurl=http://historiaaportodas.blogspot.com/2008/06/repaso-de-contenidos-y-errores-condena.html

Vídeo de la entrada de España en la ONU. 1955.

http://www.youtube.com/watch?v=sGHtdSpNqtY

Vídeo sobre la visita de Eisenhower a España en 1959:

http://www.youtube.com/watch?v=fV2-snlDCGU

España parcial a favor de EEUU y en contra de la URSS en la crisis de los misiles.

http://www.youtube.com/watch?v=P9MyQJFtDl4

Bibliografía y para más information:

http://www.historiasiglo20.org/BIO/franco.htm

http://www.fuenterrebollo.com/Gobiernos/general-franco.html

http://guerracivil.sotmar.net/pagina4.htm

(1) España permaneció en un principio neutral a la contienda. Tras la rápida conquista de Francia por las tropas de Hitler (1940) adoptó una posición de no beligerancia que cambió de nuevo hacia la neutralidad cuando se avecinaba la derrota alemana.