¿Será usted un niño robado por el franquismo?

BENJAMÍN PRADOEl País – 16/01/2009

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Cuando en el año 2006 publiqué mi novela Mala gente que camina, cuyo tema central es el de los niños robados por la dictadura a los vencidos de la Guerra Civil, muchos pensaron que la historia que contaba era inventada, o al menos que había exagerado las dimensiones de aquella tragedia. Ahora, la causa contra el franquismo iniciada por el juez Baltasar Garzón y abatida por el fuego amigo y enemigo del Gobierno y de los magistrados conservadores de la Audiencia Nacional les ha puesto un número a esos secuestros, al hablar de más de 30.000 niños segregados de sus familias y dados en adopción a personas afectas al Régimen o internados en centros del Auxilio Social, hospicios, conventos o seminarios, en donde se los reeducaba según los ideales del fantasmagórico Movimiento Nacional.

Como se ve, lo que se contaba en aquel libro era una recreación de la verdad, no un invento, ni mucho menos una suposición, pero esa certeza nos lleva a una pregunta que hoy día, tras más de 30 años de democracia, resulta hiriente: ¿cómo es posible que un drama de semejantes dimensiones se haya mantenido oculto tanto tiempo y que, aún hoy, se dificulte o prohíba su investigación desde las alturas del Estado de derecho? Tal vez sea porque esas alturas siempre están cubiertas por la nieve incontestable de la Transición, que con tanta eficacia decora, idealiza y cubre todo lo que está debajo de ella. […]

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Entrevista a Ana María Matute

“Soy un limonero enamorado de un abeto”

GABRIELA CAÑASEl País – 04/01/2009

Tiene 83 años y el humor de una niña. Después de ocho años sin publicar, la reconocida novelista vuelve al mundo de la infancia y la imaginación con ‘Paraíso inhabitado’.

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Este libro [Paraíso inhabitado] parece relatar el final de la infancia, que termina de una manera abrupta. El padre desaparece, muere el amigo, comienza la guerra… El coche se ha roto, el amante de la tía se ha muerto y el unicornio ya no está.

Me parece que así fue el final de su propia infancia, interrumpida también por la Guerra Civil. Sí, fue terrible. La guerra fue terrible. Nos marcó mucho a todos. A los que éramos niños en aquella época. Fíjate en que los escritores de mi generación no se han librado de hablar en algún libro o en muchos de la Guerra Civil. Más bien empezaron hablando de ella. Como yo. Bueno, miento. Yo no empecé con la Guerra Civil porque Pequeño teatro y Los Abel no versan sobre la guerra, aunque ya en Los Abel hay algunas cosas, como el incendio de la iglesia.

Indudablemente es una experiencia muy traumática. Es tremenda. Yo todavía ahora no soporto los fuegos artificiales. Tienen el mismo sonido que las bombas. Los bombardeos aquí en Barcelona fueron terribles. Por mar y por aire. Nosotros vivíamos en la calle de Platón y entonces veía el mar desde mi cuarto y pasaba un miedo espantoso. Te sientes tan impotente… Mi padre decía: cojámonos todos de la mano, contra el muro maestro. Y así nos quedábamos todos… [Se queda quieta, en suspenso, con cara de susto]. También me acuerdo de las colas. Nosotros, que éramos unos niños de clase burguesa, de esos que no salían más que con las tatas [pone cara de horror], teníamos de pronto que ir a hacer colas para conseguir el pan, sin que a nadie le importara. ¡Para nosotros era fenomenal! Porque teníamos libertad de entrar y salir… Parecíamos ratones deseando salir del queso. Mi hermano mayor y yo descubrimos la libertad. La disfrutamos mucho.

He comprobado que mucha gente de su edad rechaza, quizá por miedo, los intentos de recuperar la memoria histórica, de remover esa parte del pasado. Es que de la guerra quizá ya no te queda el miedo, pero sí la tristeza, el desgarro y un despertar de odios. Entiendo que los que no han vivido la guerra tengan un sentimiento distinto, pero a mí me escalofría. Volver a repasar, a recordar. Me acuerdo del intento de golpe de Estado de Tejero [en 1981]. Yo iba con mi hijo en un taxi y oímos los tiros a través de la radio. ¡Mira!, me entró una desesperación… ¡Otra vez no! ¡No, por Dios, otra vez no! Mi hijo me preguntaba: “¿Pero qué te pasa, mamá?”. El taxista y él empezaron a hablar de lo que estaba pasando y yo sólo decía: “No, otra vez no. No lo resistiré”.

Usted dice que durante la guerra se hizo roja perdida. Sí. Total. Me acuerdo de que mi hermana y yo [se ríe]… Éramos pequeñas. Yo cumplí los 11 años aquel mes de julio de 1936. Mi hermana tenía dos años más. Estábamos las dos en nuestro cuarto. Hacía calor. Y mi hermana de pronto me dice: “Oye, Ana María, si yo fuera pobre yo sería roja”. Y yo le dije: “Y yo también”. Y nos dimos la mano. [Se ríe otra vez].

Y después escribió usted un libro sobre la guerra, ‘Luciérnagas’, que tuvo que publicarse censurado. Sí, bueno. Es que yo cambié… Imagínate. Como toda mi generación. La mayoría, vaya. Los padres eran de derechas y los hijos no. Aunque al principio era muy exaltada. Ahora ya no lo soy tanto. Ahora ya me he atemperado… Bastante. [Más risas].

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La memoria como política pública

El esfuerzo que realizó parte de la ciudadanía para conseguir relaciones sociales equitativas y democráticas es un patrimonio ético de esta sociedad. El Gobierno es responsable de garantizar que se transmita y se conozca

RICARD VINYES – El País – 07/01/2009

Los Gobiernos que han desarrollado políticas públicas de memoria -pero también buena parte de instituciones y movimientos memoriales- han promovido un modelo canónico fundado y sostenido en un principio imperativo, el deber de memoria, el imperativo de memoria. Un modelo del cual derivan al menos dos consecuencias. Primera, el establecimiento de un relato transmisible único, impermeable en su lógica interna, cartesiano, que el ciudadano tiene el supuesto deber moral de saber y transmitir de manera idéntica a como lo ha recibido, una forma de transmisión propia de cualquier confesión religiosa.

La segunda consecuencia de ese imperativo moral consiste en establecer el daño y sufrimiento generados en el individuo como el activo esencial de la memoria transmisible, su capital y su guión. Sin embargo, el dolor, el sufrimiento, no es un valor, es una experiencia. El dolor causado por el terror de Estado forma parte de la experiencia histórica de los procesos de democratización, y debe ser conocido por la vulneración que significa de los derechos a las personas. Pero situar el dolor generado por el terror de Estado y las dictaduras en el centro de una política pública de memoria conlleva un corolario preocupante: la constitución del sufrimiento en un principio de autoridad sustitutivo de la razón. ¿Deberíamos llamarlo biologismo memorial?

Además, resulta un magnífico instrumento de pacificación para los conflictos entre memorias, puesto que situar en el centro del discurso el sujeto víctima, permite agitar la doctrina de los dos demonios, ahora llamada también “memoria completa”, para finalmente practicar la impunidad equitativa, prescindiendo de toda causalidad histórica en una suerte de positivismo del dolor y el daño. Por poner un ejemplo, eso es lo que instaura el capítulo 4 de la Ley de Memoria Histórica al establecer el certificado de víctima. El presidente del Gobierno sintetizó maravillosamente bien, en sede parlamentaria, la utilidad de la víctima: “Recordemos a las víctimas, permitamos que recuperen los derechos que no han tenido y arrojemos al olvido a aquellos que promovieron esa tragedia en nuestro país”. ¿Cabe preguntarse de qué derechos fueron privados los miembros de la Brigada Político Social? ¿Tendrá Melitón Manzanas su certificado? Al fin y al cabo fue asesinado por poner en práctica sus ideas.

Considerar la memoria como un deber moral, o considerar el olvido como un imperativo político y civil -como a menudo se nos repite impúdicamente hasta el cansancio- genera un elemento de coerción, pero sobre todo crea un dilema al plantear la opción entre olvido y recuerdo: ¿Es preciso recordar, o es preciso olvidar?

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La dignidad de la República

JOSÉ VIDAL-BENEYTOEl País – 08/01/2009

En su Carta a los Reyes Magos del 3 de enero, prosigue Martín Villa su propósito de convencernos de que desmanes hubo en los dos bandos y, por tanto, hay que olvidarlos, pues lo importante es que la democracia de hoy es producto del franquismo de ayer, añadiendo ahora que la hazaña debe apuntárseles a los alevines del movimiento nacional, los azules, que en su versión seuista él capitaneó desde 1961 y que, como inspirador del grupo de los “reformistas del franquismo” -la expresión es suya-, pilotó hasta el final.

En su obra mayor, Al servicio del Estado (Planeta, 1984), escribe que, “sin ellos, la reforma política y el cambio no hubieran sido posibles”. En este vigoroso alegato pro domo sua, después de invalidar a los verdaderos demócratas contra Franco -Gil Robles, “repleto de escepticismo, esclavo de ideas preconcebidas”; Emilio Attard, “ese curioso personaje con la habilidad de un abogado de provincias”; Álvarez de Miranda, “de notable ingenuidad”; la Junta Democrática, “de propósitos muy ambiciosos que contrastaban con sus limitadas posibilidades”, etcétera-, repite su tesis mayor: “Fueron los reformistas del franquismo…, los jóvenes aperturistas del régimen, los que ejecutaron el proyecto de reforma política del Rey y el alumbramiento de una democracia para todos”.

La insistencia en la denominación “reformistas del franquismo”, que no rupturistas, tiene un objetivo semántico-ideológico claro: confirmar la filiación franquista del grupo para preservar las potencialidades democratizadoras del régimen de Franco y poder atribuirle las virtualidades democráticas posteriores.

En este caso, como en tantos otros, la política, y más concretamente la democracia, acompañada por la invocación monárquica, funcionan como una pócima mágica que todo lo puede, que todo lo cura. Adolfo Suárez -el jefe de su grupo, nos recuerda Martín Villa- consiguió en 240 días el prodigio de convertir al jefe de una organización parafascista en el líder de una democracia occidental. “La transición la hemos ganado todos”, reitera el autor, olvidando añadir que la han disfrutado los de siempre, sin haber tenido que pagar costo alguno por ese disfrute. Pero ni las campañas retóricas de los beneficiarios del franquismo ni los avales académicos de los portavoces del revisionismo histórico podrán operar el prodigio de convertir un parafascismo degenerado en matriz de la democracia. Por mucha monarquía que le pongan.

Pues el franquismo fue resultado de una sublevación militar contra un Estado de plena legalidad política, y la democracia que le ha sucedido ha condonado, sin contrapartida alguna, todas las iniquidades que cometieron los sublevados.

El deber de Memoria obliga no sólo a enterrar a todas las víctimas de Franco, sino también a hacerlo, con todos los honores, con el cadáver simbólico de la República Española que yace insepulto y denigrado en todas las cunetas de España.

Garzón insta a siete juzgados a investigar los ‘niños robados’ del franquismo

El juez mantiene su calificación de crímenes contra la humanidad

JOSÉ YOLDI – El País – 08/01/2009

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El juez Baltasar Garzón ha remitido a los juzgados decanos de Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Burgos, Málaga y Zaragoza, los datos relativos a los niños robados durante la Guerra Civil y primeros años del franquismo para que investiguen su paradero. El magistrado, en cumplimiento de la resolución de la Audiencia que declaró que no era competente para investigar los crímenes del franquismo, se ha inhibido en favor de 27 juzgados territoriales para que tramiten el caso de la memoria histórica.

En la resolución, Garzón insiste en que el objeto de la investigación es la existencia de un plan sistemático y preconcebido de eliminación de oponentes políticos a través de múltiples muertes, torturas, exilio y desapariciones forzadas (detenciones ilegales) de personas a partir de 1936, durante los años de Guerra Civil y los siguientes de la posguerra, producidos en diferentes puntos geográficos del territorio español.

El juez mantiene que la tipificación jurídica que corresponde a esos hechos es la de detención ilegal con desaparición forzada de personas en el contexto de crímenes contra la humanidad.

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En el auto dictado el pasado 18 de noviembre, el juez recordaba que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su declaración de condena de la dictadura franquista de fecha 17 de marzo de 2006 señalaba que “los niños perdidos son también parte de las víctimas del franquismo: se trata de hijos de presos cuyos apellidos fueron modificados para permitir su adopción por familias adictas al régimen. Varios miles de hijos de obreros fueron también enviados a instituciones del Estado, porque el régimen consideraba su familia republicana como ‘inadecuada’ para su formación”.

“Niños refugiados”, señalaba la resolución, “fueron también secuestrados en Francia por el servicio exterior de repatriación del régimen y situados posteriormente en instituciones franquistas del Estado. El régimen franquista invocaba la “protección de menores” pero la idea que aplicaba de esta protección no se distinguía de un régimen punitivo. Los niños debían expiar activamente “los pecados de su padre” y se les repetía que ellos también eran irrecuperables. Frecuentemente eran separados de las demás categorías de niños internados en las Instituciones del Estado y sometidos a malos tratos físicos y psicológicos”.

Las cifras de niños y niñas, hijos de presas, tutelados por el Estado, según la memoria que el Patronato Central de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de Penas elevó al Caudillo de España en 1944, ascendía a 12.042, la mayoría de los cuales, en especial los niños (7.538) estaban en centros religiosos, cifra que en la década 1944-1954, pasó a ser de 30.960 niños cuyo ingreso en centros religiosos y seminarios fue gestionado por el Patronato de San Pablo, dependiente del Ministerio de Justicia, decía el auto. La mayoría de esos niños eran huérfanos de guerra con padres muertos, presos, exiliados, clandestinos o desaparecidos, o al menos eso se desprende de las listas de muchachos elaborados por el patronato de la Merced para ingresarlos en centros públicos o religiosos. Las listas oficiales señalaban la situación del padre como fusilado o desaparecido.

Hasta 152.237 víctimas

El juez Garzón ha recibido ya un avance del informe pericial que le será entregado en los próximos días en el que los peritos designados apuntan a un balance provisional de víctimas que oscila entre 136.062 y 152.237. Las asociaciones para la recuperación de la Memoria Histórica habían contabilizado un total de 143.353 víctimas, pero los peritos estiman que la cifra puede ser superior en casi 10.000 personas más.

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El Gobierno deja en manos de las comunidades la apertura de fosas

La Asociación de Memoria Histórica rechaza la propuesta

NATALIA JUNQUERA – El País – 15/12/2008

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El Gobierno ha elaborado ya un protocolo para regular las exhumaciones de víctimas de la Guerra Civil, tal y como prometía el artículo 12.1 de la ley de Memoria Histórica de diciembre de 2007. De momento es sólo un borrador. Moncloa ha enviado el texto, de 11 páginas, a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, para que le dé su opinión. No les ha gustado.

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Dibujos, fotografías y grabaciones para un diario

N. J. – El País – 15/12/2008

Todo debe quedar registrado, grabado, dibujado y fotografiado durante los trabajos de búsqueda, localización y recuperación de víctimas de la Guerra Civil. El borrador del protocolo de exhumaciones elaborado por el Gobierno insiste repetidas veces en la necesidad de que las entrevistas a familiares y testigos, “el punto de partida de la investigación”, se escriban, se graben y se conserven, cumpliendo los requisitos que establece la ley de protección de datos. Todo el trabajo realizado quedará registrado en un diario de excavación.

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El Gobierno crea la oficina para las víctimas de la guerra y la dictadura

Se encargará de coordinar la intervención en las exhumaciones

EL PAÍS 20/12/2008

El Gobierno dio ayer un paso más en el desarrollo de la ley de Memoria Histórica al aprobar la creación de la Oficina para las Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, que dependerá del Ministerio de Justicia. Sin embargo, no se detalló la fecha en la que comenzará a funcionar este departamento, que tendrá entre sus funciones garantizar la colaboración institucional y la adecuada intervención en las exhumaciones de los restos de los desaparecidos, así como la confección de un mapa de los lugares de inhumación consignados. La creación de la oficina, que se encargará también de facilitar la información necesaria a las personas que lo precisen, fue anunciada el lunes en Nueva York, por María Teresa Fernández de la Vega.

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Piedad para los muertos y la historia

El retorno de los recuerdos reprimidos durante una transición voluntariamente amnésica prueba la solidez de la democracia española. Pero la ‘judicialización’ no es el camino adecuado para asumir el pasado

ENZO TRAVERSOEl País – 21/12/2008

El tiempo no siempre cierra las heridas de la historia, a veces las abre. Tras un largo olvido, los campos de la muerte nazis, el Gulag y el colonialismo se han convertido en un “pasado que no pasa”. No es sorprendente que los espectros de la Guerra Civil y el franquismo resurjan hoy en España, 30 años después de una transición democrática voluntariamente amnésica, fundada sobre lo que dio en llamarse “pacto del olvido”. El miedo a un rebrote de violencia estuvo detrás de esa represión de la memoria -ni impuesta ni total, pero real- que acompañó a la llegada de la democracia. Hoy, el retorno de los recuerdos reprimidos prueba que la democracia nacida de las cenizas del franquismo es lo bastante sólida como para asumir la historia de España en todas sus dimensiones.

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La judicialización del pasado con el fin de inscribir las violencias de una guerra civil bajo la categoría de “crímenes contra la humanidad” empobrece y simplifica la historia, reduciéndola a una confrontación binaria entre víctimas y verdugos.

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Zugazagoitia y las fosas de la cultura

JUANA VÁZQUEZEl País – 27/12/2008

Se cumple hoy, 27 de diciembre, un año de la entrada en vigor de la Ley de la Memoria Histórica (52/2007), que permitió a los interesados, entre otras reivindicaciones, recabar información de todos los archivos que dan noticia de los muertos y desaparecidos de la Guerra Civil española. Un año después de una ley que sino ha resuelto todos los problemas, al menos ha facilitado la apertura de algunas fosas y la recuperación de restos de fusilados por el franquismo, deberíamos abordar otros asuntos sin resolver. Por ejemplo, el de la recuperación de las obras de los escritores y artistas represaliados y olvidados en las zanjas de la historia. Es decir, rescatar al unísono esos cadáveres culturales, sin los cuales nuestro patrimonio no estará nunca completo.

No hay que olvidar, que a partir de la tercera década del siglo XX se generó en España un movimiento renovador intelectual que la sublevación fascista del 1936 quebró: muchos escritores, investigadores, profesores, músicos dramaturgos y pintores fueron asesinados o tuvieron que exiliarse. La cultura española sufrió un corte de indiscutible trascendencia. Nuestra misión es la de rescatar sus obras de las fosas de la Guerra Civil. También debemos intentar rehabilitar a los asesinados pública, social e intelectualmente por la dictadura franquista. Abramos, pues, las zanjas de la historia cultural.

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