Diario de aprendizaje IV (Eeva)

Cuando leía el libro Llegada para mí la hora del olvido  de Tomás Val me dí cuenta de los varios apartados en los que Franco hace un tipo de autoevaluación, o sea, responde a su propia pregunta de  quién es, quién es Francisco Franco, dando una lista de características. Me parecía que destacaron, por un lado, rasgos negativos, y por otro, pomposidades absurdas. En este diario de aprendizaje quiero volver a esas descripciones que da protagonista-Franco de sí mismo para ver cuál es, al fin y al cabo, la faceta que domina en las evaluaciones que hace.  

En el primer capítulo,  el protagonista-Franco goza de una fuerte confianza de sí mismo. Niega que sea un simple verdugo, dice que lo es todo, es el destino. Dice que es más poderoso que los dictadores sudamericanos. En el capítulo siguiente no hace evaluaciones descriptivas de sí mismo, está cuestionando quién es, quién es el Franco. En cambio, en el tercer capítulo habla de sí mismo repetidamente, y parece que ya tiene dificultades de decidir cuál es, el todopoderoso o el tirano senil. Por un lado dice que es Excelencia, César, Protector, Maestro de Periodistas, Bastión, Tea, Jefe del Estado, Guía, Cruzado del siglo XX, Generalísimo, pero también dice que es el Dictador, el Usurpador, el Tirano, el Viejo Asesino, el Enano Cabrón, el Fascista y un simple y viejo escritor. Dice que era igual que Felipe II, que su padre Carlos I. Era la reencarnación del Cid, lo menciona dos veces, y era la cabeza visible de la cristiandad. Era el Magno,  el vigía de occidente, era uno de esos emisarios que el cielo envía cada dos o tres ciclos, lo que también menciona más que una vez. Dice que todavía es Dios-Franco, Franco-Dios, el auténtico resucitador, el Cruzado de Dios.       

                                                                                                                     

En el cuarto capítulo, primero niega, después afirma que es un asesino. Hace notar que ha sido más benevolente con todos los condenados de lo que treinta millones de españoles lo son con él. Dice que ha sido un nuevo Hermes, un mensajero del acabóse y un infatigable batallador de la incertidumbre. Piensa que es el hacedor de milagros,  de nuevo un enviado celestial. Es el Dios-Padre, aunque lo sea reencarnado en hombre bajito y barrigón y justiciero y aficionado a las quinielas.  Es la historia, es España, y lo hace notar varias veces. Aunque por otro lado dice que es viejo, y que es el olvido, vuelve a recordar que es la mano que alimenta a todos, el embajador de la muerte, el Dios vencedor, que es Júpiter. 

En el quinto capítulo Franco está bastante seguro de su superioridad, aunque no lo piensa tanto como en los capítulos anteriores. Sólo menciona que es el único superviviente de los tiempos bíblicos, cuando era posible dividir el mar en dos mitades, cuando la mano alzada del rey era la voluntad divina. Le parece que sólo él recuerda que es Dios, y para que todos vuelvan a tenerlo presente tendría que realizar un milagro sangriento. No sólo es Dios, sino el Dios de Falo Incomparable. De nuevo dice que es España, pero admite que también es una pesadilla.                                                                                                                                  

En el capítulo siguiente los dos lados del personaje le aparecen de manera casi igual: de un lado se ve como más viejo que ningún viejo de España, el más anciano del mundo, Franco el doliente, Franco el senil. Es el Odiado, un Tirano de interior, un arcitecto de camposantos. Por otro lado, se ve como el Supremo, el Supremo Dios, como Zeus, Tánatos y Prometeo. Piensa que es Todopoderoso,  el Invencible, el que poseía la baraca que lo hacía inmortal. En cambio, en el capítulo que sigue, el protagonista parece perder su fe en si mismo: no se describe como un ser superior, sino como un pobre novelista, como fueron Jaime de Andrade y Jakin Boor, así como  un estorbo, un ancla y una atadura. Otra vez dice que es viejo y cansado, es un Franco que nunca pudo ser hombre.  

En el capítulo ocho Franco recobra las fuerzas, recuerda de nuevo que es España, es un representante de la raza inmortal. Es el único Dios, el enviado del Cielo, el Cid de la cristiandad, el Cruzado. No es un líder democrático, un simple representante, un pálido reflejo del pueblo. En el capítulo siguiente siente la superioridad diciendo que es el paisaje, que es la vida. Es el héroe, el Invicto, pero también recuerda que es viejo, un ex dictador y un dios desaparecido. Algunas veces cree que es el único que piensa en España. Hacia el fin de la novela el protagonista repite todo lo que antes creía que era. Un día fue Dios,  era España, El General Invisto, el Falo Incomparable, el Que Supo Plantearle Cara a la Bestia Teutona, el Amado de las Papas, el Preferido del Cielo. Era el Rey de la Cristiandad, Obispo de Roma, Monarca de Occidente, Sucesor de Pedro, Emperador de Cristo. Estaba llamado a ser el auténtico Mesías, el dios-guerrero, el que llegara con la trompeta y la espada. Sin embargo, otras veces se veía como un político democrático derrotado por las urnas: impotente, olvidado y condenado a vivir únicamente de recuerdos. Por fin entendió que era un sujeto de mediana edad, un patético monigote vestido de Generalísimo; que era bajo, rechoncho, blando, temeroso, de gestos histriónicos y de voz aflautada. 

A la luz de las evaluaciones que he sacado, parece que la faceta dominante del protagonista es la idea de su propia superioridad. Numeralmente dominan las descripciones en las que el protagonista está visto como algo sobreterrestre, divino o pomposo, mientras rasgos negativos son menos frecuentes. También hay algunas descripciones que son, a la vez, tanto pomposas como negativas, como por ejemplo “el embajador de la muerte”. 

Echando un vistazo a las autoevaluaciones de Franco se puede ver que, durante toda la obra el protagonista lidia con la autoimagen contradictoria que tiene. Parece que, hasta el fin de la novela el protagonista-Franco, por un lado, quiere (hacer) recordar su superioridad, pero, por otro lado, ya no puede negar su maldad y debilidad. En cuanto lo comprende, intenta buscar una explicación para sus actos: en el último capítulo dice “Paso las pocas horas de lucidez que la agonía me concede revisando el ayer, buscando el inicio de todo, el acto primigenio que me convirtió en lo que soy.”   

 

2 thoughts on “Diario de aprendizaje IV (Eeva)”

  1. Leyendo tu diario, pensaba que la lista se parece a la letanía religiosa. Era como una página de la Biblia, casi aburrido y definitavamente pomposo. Incluso “el embajador de la muerte”, todas las descripciones de Franco eran algo parecido de las palabras del Díos. Me ocurrió una pregunta: crees que la novela critica (de manera irónico) no sólo Franco, sino que la religión también, especialmente su poder pomposo?

  2. Me parece una buena idea analizar la imagen que Franco da de sí mismo, reflexionar sobre la evaluación que el dictador hace de su propia persona en la novela.

    Como indica Seija, ver seguidas todas esas descripciones y denominaciones que el Franco de Tomás Val utiliza sobre sí mismo impresiona; sin embargo, pronto el listado empieza a resultar un poco monótono. Creo que tu diario resultaría más ameno para el lector estructurado de otra forma; una manera de hacerlo más actractivo sería simplemente reducir la ennumeración de descripciones y ampliar la parte del análisis, o ir alternando más entre una cosa y la otra.

    En el último párrafo del trabajo constatas que, durante toda la novela, Franco lidia con la autoimagen contradictoria con el fin de hallar una explicación para sus actos y para su forma de ser. Bien, estoy de acuerdo, pero sin embargo estas conclusiones me dejan la sensación de que le falta algo a tu trabajo.

    Lo que le falta, en mi opinión, es pasar al siguiente nivel, al nivel del autor y los lectores reales, y reflexionar sobre el mismo fenómeno desde esta nueva perspectiva. ¿Por qué el autor decide crear un Francisco Franco de estas características? ¿Por qué lo retrata como un ser qué balancea entre dos autoimágenes contradictorias, qué mensaje nos quiere transmitir con esta forma de construir el personaje? Sin duda, son preguntas difíciles, pero creo que intentar responderlas nos podría revelar más sobre la obra y su relación con la historia reciente de España que un análisis que se limita puramente al nivel diegético, al nivel del personaje.

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