El diario de aprendizaje IV (Essi)

La novela de Isaac Rosa el Vano ayer tiene una estructura muy especial. En vez de eligir una voz narrativa Rosa utiliza varias. En mayoría de los capítulos hay un nuevo narrador en la primera persona que cuenta su versión de los acontecimientos. Sin embargo, hay una voz que no pertenece a ningún personaje del libro, una voz crítica que hace comentarios juzgantes de otros libros escritos sobre la guerra civil y de su veracidad.

Cuando estaba leyendo la novela pensé que es como un conjunto de interrogaciones para resolver el destino misterioso de los personajes principales. Se dan muchas pistas al lector pero los narradores también cuentan cosas poco relacionadas con el asunto de Denis y André. El lector no puede saber con certeza quien cuenta la verdad si alguien la cuenta. Creo que por eso surge la impresión de una interrogación. A veces el narrador ni siquiera conoce a los personajes principales pero en algún momento sus caminos se cruzan. El resultado es una confusión de sucesos contados desde varios puntos de vista basado a los cuales el lector puede escoger y combinar los que le parecen más creíbles. El lector tiene que estar atento y concentrarse más que cuando le una novela en que se puede confiar en el narrador.

Lo interesante es que también hay capítulos en las cuales habla el mismo Denis, la persona que está desaparecida. Claro que en realidad no se puede interrogar a una persona a la quien se está buscando. Me parece un poco raro que de repente hay un capítulo contado desde punto de vista de Denis, aunque hay que reconocer que complementa la historia. A mí no se me ocurrió dudar la palabra de Denis. Sólo en clase me puse a pensar que mi manera de leer el libro no es la única posible. El testimonio de Denis puede ser de poca confianza tanto como las narraciones de los demás. Alguien dijo en clase, creo que fue Hanna, que la novela es como los libros de los niños en los cuales el lector puede eligir cómo continúa la historia. Estoy de acuerdo con ella. Especialmente la parte donde hay dos columnas lado a lado y el lector puede escoger la que le gusta más sigue el modelo de eses libros.

Lo que hace la novela tan complejo es como todos los personajes cuentan los mismos hechos acontecidos en una manera completamente diferente. Por ejemplo cuando el profesor Denis va al café la chica dice que la siguió porque ella le gustaba. Denis mismo dice que quería hablar con ella porque la chica le pareció atractiva y se sentía solo. No obstante otros estudiantes pensaban que los estaba espiando y algunos creían que tenía una cita con los estudiantes que pertenecían en el partido comunista. En la novela se representa lo subjetivo que es la realidad. Todos reconstruyen su propia versión de los sucesos. No quiere decir siempre que son mentirosos. Los individuos interpretan el mundo de la base de su ideología personal. Muchas veces vemos lo que queremos o esperamos de ver. El narrador misterioso comenta en un capítulo: “¿Quién sabe si el actual narrador no será también víctima de su propia memoria inventada?”.

La narración tiene un papel importante en la novela. Pienso que forma la médula de la obra. Creo que la intención de Rosa es escribir una novela completamente diferente de las que han sido publicadas sobre el tema. Aunque no llega a ser imparcial, toma en cuenta que un asunto puede tener varias caras. No quiere contar una historia romantizada en la cual hay un héroe y villanos sino más bien quiere recordarnos que la realidad es compleja. Cómo caracterizamos a una persona cuenta más de nosotros mismos que cómo es esa persona en realidad. Talvez también quiere estimular al lector ser más crítico. Las obras sobre la guerra civil influyen en la idea que formamos. Por lo tanto sería importante poder conocer más de un aspecto del tema.

El horror de la Guerra Civil, a golpe de viñeta

Carlos Giménez vuelve a la actualidad del cómic con su álbum ’36-39. Malos tiempos’

ÁLVARO PONS El País25/11/2007

En 1977, con una democracia apenas incipiente, Carlos Giménez (Madrid, 1941) comenzaba a publicar en las páginas de la revista Muchas Gracias la serie Paracuellos, en la que plasmaba los recuerdos de su paso por un colegio del Auxilio Social durante los primeros años de posguerra española. Tras haberse formado en la aventura y la fantasía, el dibujante de personajes tan famosos como Gringo, Delta 99 o Dani Futuro, optaba arriesgadamente por la introspección, surcando caminos prohibidos o voluntariamente olvidados durante las cuatro décadas anteriores.

Conscientemente o no, Paracuellos se convertía así en el primer capítulo escrito de una reivindicación de lo que ahora conocemos como nuestra memoria histórica. A medida que buscaba en su pasado, Giménez iba construyendo un legado de valor incalculable: el de los sentimientos de toda una generación de españoles. Tras Paracuellos llegó Barrio, contando la vida en las calles españolas de los años cincuenta. Después, la hilarante Los profesionales, una obra que ofrece, además, un fresco único de una sociedad que comenzaba a reivindicar unas libertades que habían sido cercenadas.

Un trabajo de notario de la vida de la calle que se complementaría a la perfección con el día a día de la transición que reflejó en las historietas que realizaba semanalmente para la revista El Papus, recopiladas en el volumen España Una, Grande y Libre. Treinta años de trabajo que dejan una densa obra que se puede considerar como sinónimo de la historia de este país, pero protagonizada por aquellos que nunca salen en los libros de historia o las enciclopedias.

De forma obligada, esta trayectoria le llevaba a enfrentarse al origen de todo lo que había contado durante ese tiempo: la Guerra Civil española. “Lo intenté un par de veces. Yo suelo tener unos dossiers donde guardo las ideas básicas que luego desarrollaré y uno de ellos era sobre la Guerra Civil. Quería hacerlo coincidiendo con uno de los aniversarios de la guerra, pero no sabía muy bien cómo, por lo que al final lo dejé, reconvirtiéndolo en una historieta de Barrio”, cuenta Giménez.

Un difícil tratamiento al que había que añadir que, por primera vez, se enfrentaba a hechos que no había vivido en primera persona: “Necesitaba recopilar historias y anécdotas, alguien que me las contase y, además, me las contase bien. Al final lo conseguí y comencé a preparar esta obra”. Nace así 36-39. Malos tiempos, primer volumen de una tetralogía que busca narrar la devastadora Guerra Civil española desde una perspectiva diferente: la de la gente de a pie. No es la historia de la Guerra Civil, sino de aquellos que la padecieron en sus carnes: “Yo no soy historiador. Ni tengo los datos ni me interesan las fechas o las batallas. Sólo he querido contar lo que es la puta guerra. El hambre, el miedo, las bombas, todo lo que traen las guerras. Lo cuento desde la perspectiva del que la sufre, del que tiene hijos y no sabe si les va a poder dar de comer, o incluso si mañana estarán vivos. Por eso voy adelante y atrás en el tiempo, para que los datos dejen de tener importancia y sólo lo tengan las personas”.

Pero contar la guerra no es fácil. Mostrar el horror puede implicar caer fácilmente en el morbo de lo vacuo, de banalizar el dolor y convertirlo en un espectáculo sanguinolento. Una dificultad que tenía clara desde el principio: “No me interesa mostrar cómo destripan a alguien o cómo le vuelan la cabeza. He evitado las imágenes de género de terror, no por herir la sensibilidad del espectador, sino porque voy por otro lado. Yo intento contar el hecho, no el morbo del hecho. En esta historia de muertes y desolación, intento evitar que se vean las muertes y la desolación. Trato de evidenciar lo tremendo de la guerra, lo injusto de las bombas, de los tiros en la nuca, de los paseos, esa veda que se abre para matar al ciudadano por parte de los dos bandos. Que cuando sitúas a la gente en un caldo de cultivo para el odio, lo único que produce es odio”.

Por eso, los personajes de 36-39. Malos tiempos no son ni los políticos ni los generales, son los vecinos de la calle, aquellos que vivían tranquilamente y que se encontraron con una guerra que no habían pedido, que se vieron involucrados contra su voluntad en bandos que no habían inventado. “La española fue una guerra confusa, no eras de una ideología, sino de donde te pillaba. Si estabas en Valladolid, eras franquista, y en Madrid, rojo. Y si te pillaba mal, la habías jodido. Nadie sabía realmente lo que era”.

Es el relato de cómo el miedo al otro comienza a calar en el hombre hasta deshumanizarlo completamente y convertirlo en un asesino. Un testimonio que se atreve, sin partidismos, a denunciar las barbaridades que los dos bandos hicieron: “Una vez empieza la guerra, el miedo nos convierte a todos en asesinos”, dice Giménez, “pero sin olvidar quiénes fueron los causantes”. En una de las historias de este álbum no puede evitar tomar voz a través de uno de los personajes y lanzar un durísimo alegato contra las guerras. “No hay guerras buenas, nadie tiene la razón ni los motivos para empezarlas. Si pensamos en todas las guerras, las anteriores y las de ahora, nadie tiene derecho a comenzarlas. Una guerra sólo tiene sentido para el que la piensa, no es buena para nadie. El único beneficiario de una guerra es el hijo de la grandísima puta que la empezó”.

Y como es habitual en él, consigue que el lector note cómo se le encoge el corazón al leer historias terribles, pero sin perder nunca el horizonte de la sinrazón de la guerra, como en esa historia en la que un hombre se encuentra con el asesino de su padre en un bar. “La guerra es el absurdo, un montón de mierda. Incluso cuando se mata, se mata mal y a destiempo. Este tipo, que tenía razones para hacerlo, no lo hace cuando se encuentra al asesino de su padre, sino más tarde, por una tontería, porque estaba inmerso en una cadena de matar y de mierda, en la que al final, no se sabe por qué, se mata”, afirma contundentemente el autor. La venganza pierde su sentido en un mundo donde la supervivencia es la única regla: “Es increíble que al mismo tiempo que la gente vivía al límite, sin saber si perdería la vida por una bomba o un chivatazo, la vida transcurría. Con todo ese horror, la gente iba al teatro, había que zurcir los calcetines o ir al bar. La gente se olvida de la guerra, porque el ser humano tiene una capacidad de supervivencia tremenda”.

Cuatro álbumes, que publicará Ediciones Glénat y que conformarán un durísimo pero sincero relato del mayor horror que ha vivido nuestro país, dando voz a aquellos que nunca saldrán en las enciclopedias, pero que llenaron los cementerios de este país con tumbas anónimas.

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Cien personalidades de la cultura piden el Príncipe de Asturias para Carlos Giménez

De la Iglesia y González Ledesma, entre otros, solicitan que el historietista de ‘Paracuellos’ compita por el galardón en la categoría de Artes

ELPAÍS.com – Madrid – 01/05/2009

(Leer todo el artículo)

Diario de aprendizaje V (Seija)

Leyendo el artículo “Memory and Modernity in Democratic Spain”, pensaba a las formas (realismo versus fantasmal, sobre todo) que utilizamos a presentar historia. Por ejemplo, El vano ayer por Isaac Rosa nos presenta el pasado en la manera muy cruel: las atrocidades son reveladas una tras otra, repetidas hasta la náusea. Sin embargo, esta novela “sitúan la controversia sobre la memoria en un infrecuente lugar: la memoria no es aquí respuesta, sino la única pregunta válida.” Así dijo el editor de Seix Barral. Sí, la memoria es una pregunta, un enigma, el verdadero apareciendo por entre las nubes del olvido. Seguramente, El vano ayer nos da más preguntas que respuestas. Sin embargo, no voy a discutir esta novela en mi diario de aprendizaje. Intento a analizar la TV-serie Cuéntame cómo pasó y las reacciones de su espectadores (sin más despropósitos aquí…)

Cuéntame cómo pasó  comenzó en Televisión Española en 2001. El primer capítulo nos introduce a la familia Alcántara. Ciertas cosas nunca cambian: están todos juntos frente al televisor, viendo el Festival de Eurovisión, como hacemos nosotros aquí, ahora. En 1968 Massiel de España era victorioso, y todo el mundo (pues, toda la España…) se alegraba. En esa manera la escena causa la impresión apacible y jovial, pero a la larga aparecen los tópicos más graves. Durante el curso de “La guerra civil y el franquismo en la novela española actual”, cada domingo por la mañana he visto la tele, tumbado en el sofa sin hacer nada más que observar la vida de los Alcántara.

En su artículo sobre la memoria y modernidad, Jo Labanyi nota que la narrativa realista paradójicamente nos separa de la vida real. Las imagenes son tan dolorosas que somos felices cuando la novela o la película termina. Nos quitamos un peso de encima y volvemos a casa, moralmente mejor que antes porque hemos sentido empatía por los que han sufrido tan mucho. No podemos conectar la historia en la novela o la peli con la realidad, sino que sentimos una vez más separados del pasado horrible. En mi opinión, Cuéntame cómo pasó – por mucho que sea realista – no nos presenta la historia en esa manera. Tampoco es “fantasmal”. La familia en la serie es como cualquier familia de la clase media durante la transición en España de 1970. Quizá ahora el mundo sera listo para esos tipos de presentaciones: muy humanos y faciles, pero al mismo tiempo muy graves. La serie está verdadero y bondadoso.

Sin embargo, hay gente en España a quien no les gusta la serie. En unos páginas de Internet hay discusiones sobre la programa. Muchas dicen que “la serie es estupenda” o él “recordarnos el concepto de familia y la historia que todos hemos vivido, sobre todo los que emigramos a America, y recordamos con cariño nuestras costumbres familiares.” Pero quizá “España sigue dividida ideologicamente en dos bandos.” En contra de los elogios, algunos mantener una opinión negativa sobre la serie: “es simplemente basura propagandística de la rancia izquierda”. Por ellos, más libertad significa más oportunidades para mentir.

El capítulo 69 (que vimos en Finlandía esta primavera, unos pocos semanas antes) no fue emitida por Televisión Española en noviembre de 2003 porque era el aniversario de la muerte de Franco. En el capítulo era diciembre de 1970, el Proceso de Burgos. La Asociación de Vecinos, con Toni y el párroco Eugenio, organizaba la primera manifestación anti-franquista en el barrio. Protestan contra la pena capital. Por cierto, los vecinos más conservadores le no gusta nada de la manifestación. A mí me sorprendió que en España de 2003 no era posible emitir esto episodio simplemente porque algunos querían respetar Franco. De todos modos, el episodio no era tan anarquista. Además, el capítulo 178 (ya no lo hemos visto en Finlandía) nos va a introducer a Santiago Carrillo, ex-dirigente comunista. El escenario mezclará realidad y ficcion: vamos a ver el auténtico Carrillo, no simplemente un actor posando como Carrillo. El capítulo ha creado controversia. Algunos lo aplauden, otros condenan: “Lo que me da rabia es que siempre se está hablando de las atrocidades franquistas […], que los republicanos no fueron unos santos, y por eso me jode que se trate como a un heroe a Carrillo, cuando fue, desde mi punto de vista, un cabrón con todas las letras, pero no te confundas, lo mismo te digo de Franco. Ah! y los libros de historia están para leerlos completos, no solo la parte que te interesa, que es lo que os pasa a muchos.”

Claro, la verdad nos parece diferente si la examinamos del otro lado. Pero yo estoy de acuerdo con Labanyi: por 40 años la historia de España había sido represantado por el lado de las franquistas. Es solamente natural que ahora otros memorias empiezan a aparecer. La variabilidad de las memorias es muy humano. A ser “neutral” (o sea, “leerlos completos”) no es posible si todos los libros de la historia son formulados según ideologias unilaterales.

Seija

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Jo Labanyi: Memory and Modernity in Democratic Spain: The Difficulty of Coming to Terms with the Spanish Civil War (Poetics Today 28:1 Spring 2007).

http://www.seix-barral.es/fichalibro.asp?libro=806

http://ania.urcm.net/noticia.php3?id=7114&idcat=1&idamb=2

http://www.formulatv.com/1,20081113,9431,1.html

http://blogs.periodistadigital.com/electroduende.php/2008/11/06/cuentame-como-paso-pelicula

Diario de aprendizaje V (Leena)

Uno de los temas centrales en El vano ayer es el excesivo uso de la violencia y de la tortura por la policía franquista. Según calcula un ficticio policía al que el autor concede la palabra al final de la novela: “118 de las 254 páginas precedentes se refieren de forma más o menos directa a la represión, a la brutalidad policial, esto es, un 44,7 % de las páginas” (p. 266). En este diario de aprendizaje voy a analizar dos aspectos de la tortura: en primer lugar, cuál era su finalidad durante la dictadura y, en segundo lugar, por qué ha optado el autor por dedicar tantas páginas de su novela a ella. Es evidente que la policía se pasaba de la raya habitualmente durante el régimen de Franco; la tortura era la orden del día. A pesar de ello, cabe preguntar ¿para qué sirve recontar lo más lamentable de aquella época tan detalladamente? 

Para justificar el uso de la tortura como método interrogatorio, se suele presentar el argumento de que cierta presión psicológica y, sobre todo, física hace que los interrogados suelten la lengua y colaboren con más ganas. Así, se obtiene información de vital importancia. Sin embargo, las confesiones y los datos obtenidos por medio de la tortura no son de fiar. El torturado dirá cualquier cosa para escapar el dolor. Si adivina qué es lo que quieren sus interrogadores, les contará eso exactamente, sea o no cierto. Una víctima de la brutalidad policial cuenta: “No fue en realidad un interrogatorio, [–] sabían lo que querían saber. Lo que buscaban era que me inculpase en varios delitos para los que no tenían a nadie, que firmase mi declaración de culpabilidad.” (p. 158). La verdad no les interesaba a los agentes de policía, ni la justicia tampoco. Lo importante era encontrar a un culpable – uno cualquiera – si iba a quedar algún caso sin resolver. El propósito siempre fue “resolver cuanto antes el caso, al menos a ojos de la opinión pública, ante la que debían dar una imagen de eficacia” (p. 165). El sistema judicial era cómplice de la policía franquista: “tribunales, fiscales, abogados, participaban de la misma farsa” (p. 162).

Es más, queda bien claro que la tortura no se empleaba en interrogatorios policiales sólo para obtener información y confesiones. Un compañero de André cuenta que los policías continuaron maltratándolo incluso cuando ya estaba medio inconsciente: “en realidad pienso que no siguieron interrogándome, que se convencieron de mi ignorancia y que el resto de la noche fue ya puro sadismo, por hacerme daño, para que no olvidase mi paso por Sol, para grabar en mi cuerpo el tamaño de mi culpa.” (p. 130). A menudo se les iba la mano a los torturadores y desahogaban su ira sobre los interrogados.

La violencia servía como advertencia; se quería dar una lección a los disidentes de una sola vez. Según un policía: “nosotros pegábamos fuerte [–] es la única forma de que se tomen en serio tus advertencias para la próxima vez” (p. 91). La intención era provocar temor. El mismo policía, quizá en respuesta a las reprimendas de la posteridad, trata de justificar su conducta con la excusa de que “éramos unos mandados” (p. 89) y que “nos calentaban antes de cargar, dentro de la furgoneta o en la comisaría antes de salir para una manifestación. Nos ponían rabiosos” (p. 91). Es peligrosamente fácil conseguir que una persona completamente normal actúe como un monstruo. Lo único que se necesita es que le quiten toda responsabilidad por su conducta y que deshumanicen a su adversario. Desde la Alemania nazi hasta las prisiones americanas en Irak, la justificación de cualquier atrocidad suele ser que los culpables sólo hacían lo que les mandaban y que no sabían de qué se trataba.

En la Universidad Autónoma de Madrid asistí a un curso sobre la dictadura militar de Chile para el cual hice un trabajo sobre la violencia policial. El trabajo consistía en estudiar minuciosamente un caso concreto y relacionarlo con su marco histórico. El profesor me fotocopió cientos de folios de material auténtico: testimonios, informes, protocolos, artículos, etc. El caso que me tocó era la muerte de un joven obrero que fue detenido por casualidad durante una jornada de protesta (en la cual no participaba; estaba volviendo a casa de su lugar de trabajo). Lo pegaron en la furgoneta policial hasta que perdió la consciencia. Luego, lo tiraron de un puente y murió ahogado.

Llevábamos todo el semestre hablando de la represión durante el régimen de Pinochet, así que por supuesto que sabía que las violaciones de los Derechos Humanos eran entonces práctica corriente. Había leído los resultados de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación y, por tanto, conocía el número exacto de víctimas y las épocas cuando la represión fue la más intensa. Sin embargo, no creo que hubiera llegado a entender qué significaban esas cifras. Me afectó mucho profundizarme en el caso de aquel chaval. Conocía su nombre y apellidos, fecha de nacimiento, color de pelo, altura, estado civil, ocupación y domicilio. Leí los testimonios de su madre y de varios amigos suyos, así como los de los guardias civiles y de los demás detenidos (que consiguieron escapar con vida). Hojeé el informe de autopsia, decenas de páginas de protocolos policiales y todos los artículos que se publicaron sobre el caso en la prensa. Para mí, él era el rostro de la violencia policial. Después de terminar el trabajo, me hice miembro de Amnistía Internacional.

En El vano ayer, Isaac Rosa vuelve capítulo tras capítulo al tema de la tortura, la cual es descrita amplia y detalladamente. Varios de los personajes pasan por el malfamado sótano de la comisaría de Sol, y acaban – en estado lamentable – en el hospital. Se dan y se reciben incontables puñetazos, patadas, porrazos y golpes en la novela. Rosa incluso nos facilita unas páginas de un manual de torturas, en el cual se explican escrupulosamente los métodos “quirófano” y “barra” (pp. 131-133). Por si acaso el lector no es capaz de imaginarse el dolor que provocan estos métodos, Rosa procede a describir la tortura desde el punto de vista de la víctima. La focalización provoca que el lector se identifique con la víctima y se involucre más en la historia.

Isaac Rosa mantiene que “cuando hablamos de torturas, si realmente queremos informar al lector [–] es necesario detallar, explicitar, encender potentes focos y no dejar más escapatoria que la no lectura [–] Porque hablar de tortura con generalizaciones es como no decir nada; cuando se dice que en el franquismo se torturaba hay que describir cómo se torturaba, formas, métodos, intensidad; porque lo contrario es desatender el sufrimiento real” (p. 156). Creo que tiene razón; por lo menos a mí se me agota muy rápido la imaginación y, además, prefiero no pensar en cosas desagradables. Confieso que soy de los “lectores débiles, indulgentes, garantistas, que elijan absolver al detenido, desamordazarlo, devolverle sus ropas y conducirlo ante un juez” (p. 156). 

Otra cuestión es si es necesario someter al lector a la verdad llana y lisa. ¿No seríamos más felices si no supiéramos nada de la injusticia y del sufrimiento que llenan nuestro mundo? Al fin y al cabo, ¿por qué entristecernos por algo que no nos corresponda? Según una famosa cita de Giacomo Leopardi: “La felicidad está en la ignorancia de la verdad”. No obstante, pienso que es importante estar al tanto de lo que pasa en el mundo, conocer la verdad. Si los casos de tortura y de violencia  sólo fueran hechos históricos, podríamos olvidarlos sin remordimiento. Sin embargo, no se trata de meros acontecimientos históricos. Los Derechos Humanos siguen siendo violados hoy en día. Por eso, tenemos que dejar que la Historia nos enseñe algo para que no repitamos los mismos errores en el futuro.

Diario de aprendizaje III (Anna)

De los padres y otros demonios

En este diario voy a analizar la novela ´Llegada para mí la hora del olvido´ de Tomás Val desde un punto de vista psicológico, concentrándome en lo que la novela cuenta de los padres de Franco tanto como en mi experiencia de lector y los sentimientos evocados por la lectura de la novela. El título debe algo a García Marquéz, como la misma novela.

La novela ´Llegada para mí la hora del olvido´de Tomás Val me parecía poco divertido. No me hizo reir, como tampoco la película`Buen viaje Exelencia´ de Els Joglars. Sí, yo veo lo grotesco y lo carnavalesco en esa película. También entiendo que exista cierta necesidad de burlarse del dictador. Me parece que es un camino necesario hacia la memoria, hacia un pasado demasiado doloroso. A veces es más fácil tratar temas difíciles con cierta ironía. Sólo hay que pensar cuantas parodias se han hecho de Hitler – la más famosa es seguramente la película Dictador de Charlie Chaplin. Pero hacer una parodia es muy difícil – y más aún cuando la realidad en sí ya parece más absurdo que la parodia.

En vez de hacerme reir, la novela ´Llegada para mí la hora del olvido´ me reveló un Franco que casi me daba pena. Veía algo muy trágico en su persona – trágico y repugnante. Veía un niño abandonado y despreciado por su padre, un hombre lleno de inseguridad, a quién el poder y la violencia daban un sentido de control de sí mismo y de los demás. Y veía el retrato de un viejo moribundo que no sabe quién es y por lo tanto tiene que repetir para sí mismo: “Soy Francisco Franco, Caudillo de España” (p.19) y comprobar en la enciclopedia quién es: “FRANCO Bahamonde, Francisco, Caudillo de España por la gracia de Dios” (p. 24). Un anciano que se ha convertido en una figura que adorna únicamente las monedas y que desea, al final de su vida, ser un simple humano. Su vida nada más que consiste en desfiles, muerte y homenajes. (pp.123-124.)

Por cierto, es un juego interesante que el autor hace con el monólogo interno del personaje de Franco para ganar las simpatías del lector. ¿A ver, que es lo que nos cuenta del niñez de Franco? “1892 es la fecha de mi encarnación, hijo de hembra que vino al mundo para adquirir cuerpo, un 4 de diciembre, mientras el mar escupía el viento como saliva.” (p. 28) Utiliza terminos religiosos, como ´la encarnación´. El mar es un elemento esencial para Franco, y tiene una conección con la muerte: “ El paisaje de mi infancia está nublado y es fiero, es agua y metal y manchas de aceite y gritos. El Ferrol, cuando yo me encarné, era un monstruo agonizante, una maquina oxidada, un astillero tocado de muerte en el que barcos inconclusos llenaban los paseos del muelle como deshechos esqueletos de ballenas. …Es sencillo nacer y es igualmente fácil morir. Y vivir tampoco es muy complicado, todo es dejarse llevar tunnel adelante, flotar en la corriente.” (p. 43)

Me gustan las interpretaciónes psicológicas, y me parece importantísimo el papel de los padres del Franco. Creo que el autor Tomás Val ha querido darnos alguna explicación psicológica para entender la personalidad de Franco. Sin embargo, no creo que conozcamos su personalidad sino a través de sus actos, de su atracción a la muerte y a la religion.

El padre de Franco, Nicolás, es el gran ausente, el objeto de su desprecio. Lo que siente Franco por su padre es una mezcla de odio y añoranza. „Toda mi vida fue un camino hacia tí, padre…¿Qué más querías de mí? He llegado hasta el cielo, padre; he entrado bajo palio en las catedrales, he mirado de frente a los dueños del mundo…He sido amo de la vida y de la muerte y nada te satisfizo. Hasta te inventé, te dí una vida literaria en la que eras héroe.” (p.149) Con estas lineas se comprueba la necesidad de Franco de ser aprobado por su padre y satisfacerle. Val hace también referencia a las biografías inventadas de Franco. Franco acusa a su padre por haber muerto a destiempo.

La madre de Franco, Pilar, tampoco parece haber sido muy cariñosa. Lo contrario: en las palabras del anciano se unen la madre y el temor. Ella le solía decir: “Tú piensa cada noche que el angel negro puede venire a visitarte mientras duermes y haz un examen de conciencia.” (p.167) Y también: “Duérmete, Francisco, que la noche se deshace en jirones y rondan las almas penantes de la Santa Compaña” Dice Franco: ”Pobre madre , qué hermoso miedo el que tratabas de imbuirme y qué ignorante estuviste siempre de mi temores.” (p. 95) El pequeño Francisco consolaba a su madre Pilar, y dormía con ella en la cama matrimonial.

La repugnacia que sentí al leer el libro se intensificó a partir de la página 125, donde Franco cuenta del nacimiento de su hijo. A su concepción participan Franco vestido de Caudillo Victorioso, Carmen Polo en su camisón de boda, agujereado en el centro, y el brazo de Santa Teresa. (pp.133-134.) Primero no entendí lo del brazo incorrupto, pero después de haber leido esta novela, me he encontrado con el brazo de la santa varias veces. Coindiciendo con la fecha del nacimiento del hijo, se convoca una gran manifestación en la Plaza de Oriente. Franco quiere presentar a su hijo y heredero. Pero el niño nace muerto y Franco le deja fuera para que fuera pasto de lobos. Franco se siente humillado por no ser padre de un varón. (p.138)

Me chocó el tono despectivo con que Franco habla de los españoles: “Sentí desprecio por esta España miserable que había conquistado. Desprecié también mi yo anterior, mi etapa de Dios, por haberme ocupado y preocupado de estos seres anodinos, de estas personas insignificantes que se llaman españoles.” (p.178) Es un imágen muy triste de un pueblo que vive una doble vida: la vida dura, silenciosa y temerosa de cada día y otra que parece como una escena montada de un teatro, reservada para los momentos de saludar a Franco. El concepto de la muerte es interesante, y de alguna forma la muerte tiene un papel importante en la cultura española. Ya casi en las últimas páginas (p.230) dice Franco: “ España es una inmensa prisión de la que no se sale sino mediante la muerte.”

El monólogo de Franco es un monólogo interno, salta de una cosa al otra como se le ocurre. Son unas memorias curiosas, porque él también se imagina lo que pasará después de su muerte: Franco ha desaparecido, rezarán los titulares de los periódicos, comunicarán los embajadores, gritarán los obispos desde los púlpitos catedralicios, se susurrarán temorosos y acariaciantes los seminaristas. Franco ha desaparecido, vocearán acaso las campanas de toda España y los curas fascistas, excitados bajo la sotana, predicarán que he ascendido en cuerpo y alma a los cielos. A la mierda entonces la Transición, los partidos politicos, las conspiraciones, las absurdas esperanzas de la democracia; adiós a las elecciones añoradas, adiós a la amnesia de los ministros falangistas, adiós a todo. Adiós a España, que entrará en una espera de siglos, que se convertirá entera en un santuario franquista, preservando todo rastro de memoria, aguardando la segunda llegada, la parusía del Caudillo.” (pp.111-112)

Me llamó la atención la profundez de unos frases sobre el destino (pp.148-149): “Existe un destino, pero no lo aceptamos más que cuando es inevitable, cuando llegamos a ser viejos. No hacemos la historia, editor: se va haciendo ella misma.” Yo veo una contradicción entre estas frases y el hecho de que Franco se considera Dios.

Para terminar quiero volver a lo absurdo, a lo grotesco. A pesar del tono trágico de la obra, algo de humor encontré. Me gustó, por ejemplo, el toque absurdo que la novela da mezclando cosas de la vida cotidiana de ´Paco y Carmen´ con el monólogo de Franco. “- Come, Paco, que se te va a quedar fría la merluza – me advierte Carmen Polo-. Y a propósito, ¿no tienes la impresión de que es congelada?” (p. 39)

Diario de aprendizaje IV (Maria)

Llegada para mí la hora del olvido, de Tomás Val, es una novela interesante sobre la vida de Franco y, más en concreto, sobre los últimos instantes de su existencia. Como no se me ocurre ningún tema especial del que escribir, en este diario voy a simplemente repasar algunas ideas que me han surgido al leer la novela y al tratarla en clase.

En la novela Tomás Val trata de reflejar un autorelato de la propia vida de Franco, en la que trata los inicios en el levantamiento contra la República, los momentos en que Franco comienza a gobernar, los viajes que hace por la geografía española, los momentos con su mujer Carmen Polo, las relaciones con sus subordinados, los momentos de lucidez y olvido de su etapa cercana a la muerte, etc. En la novela se refleja a un Francisco Franco pensativo y analizador, consciente de todo lo que desarrolló a lo largo de su vida, sus “éxitos” y sus “fracasos”. No es otra historia diferente a la que podría haberse escrito sobre otros dictadores como Stalin, Hitler o Mussolini que fueron personas con un carácter marcadamente megalómano, que fueron amantes de sí mismos. Su mayor deseo consistía en ser admirado, bajo el pensamiento de que ellos proceden directamente del deseo divino a ser el guía espiritual de toda una nación. Creo que Tomás Val presenta en el libro muy bien la vida y los pensamientos de un dictador.

A pesar de todo lo que se decía en clase, a mí no me parece un relato demasiado exagerado o lejano de la realidad. En el libro se relatan episodios que se pueden constatar a través de la historia. Refleja varias etapas de la vida del Francisco Franco “hombre”, del Francisco Franco “marido”, del Francisco Franco “militar”, del Francisco Franco “gobernante”, que aunque escrito desde un punto de vista literario, creo que al final no es muy diferente a lo que la población y sociedad española ha percibido de Franco en sus cotidianas vidas.

La crueldad con la que Franco trataba a sus adversarios y enemigos queda muy bien recogida en el libro, sobre todo en los inicios de la guerra y en sus primeros años como gobernante. También queda muy bien recogido el papel que su mujer Carmen Polo ejercía ante la sociedad española, la de una mujer ultracatólica y de pensamientos retrógrados y ultraderechistas. El deseo de Franco de ser considerado como un semi-Dios parecía ser en sí mismo un fin del matrimonio Franco-Polo. Creo que Carmen Polo quería convertir su marido en Dios para ser ella la Diosa. El cuidado por la imagen de Franco, la idolatría enseñada en las escuelas hacia su figura, los viajes por la geografía española en la que se aclamaba su presencia, etc., constituyeron una propaganda de poder utilizada por Franco, al igual que otros regímenes dictatoriales como el de Hitler en Alemania utilizaron la imagen del dictador como propaganda publicitaria del régimen.

En el libro también se reflejan las miserias y penalidades del Franco “hombre”. Me gusta el toque de primera persona que hace que el relato del libro meta al lector en la piel del propio Franco. Si bien, en sus últimos días la lucidez de pensamiento de Franco no coincide con la realidad en la novela, debido a la enfermedad de Parkinson que sufría. Aún así es interesante ver como el Franco “hombre” del libro, trata de repasar su vida y sus hechos antes de abandonar este mundo, para darse al final cuenta, de que en el fondo era un ser humano, y que no hay nadie quien se escapa del último fin del mismo, que no es otro que la muerte.

Para acabar, me gustaría destacar la fluidez con la que Tomás Val escribe a cerca de situaciones sucedidas en la vida de Franco, sobre todo, relatadas desde el punto de vista del propio dictador. Sin duda, como cualquier libro que trate de la Guerra Civil, Francisco Franco o la dictadura, gustará o no en función de la ideología del lector, si bien, todos estaremos de acuerdo, en que se trata de una novela diferente e impactante a las que normalmente se escriben.

 

Diario de Aprendizaje IV (Hanna)

Las impresiones que el libro Llegada para mí la hora del olvido y la película Buen viaje, Excelencia dan sobre la personalidad de Franco me hicieron pensar bastante,especialmente porque estaba leyendo muchas cosas sobre él para mi presentación al mismo tiempo que leía el libro. En este diario de aprendizaje voy a hablar un poco sobre las diferentes imágenes de la personalidad de Franco

La película Buen viaje, Excelencia está burlando a Franco. El personaje es ya viejo, senil y estúpido que ya no tiene sentido común y no recuerde nada ni entiende lo que está pasando alrededor. La diferencia entre el personaje y cualquier viejo demenciado es que el personaje presentaba a un dictador que seguía en su puesto a pesar de su condición. El Franco senil era un reflejo de los vicios que supuestamente tenía: cuando uno ya es viejo y su salud mental y físico ya está en esa condición toda la auto-critica desaparece. Los autores de la película quieren decir que realmente a Franco le gustó torturar a la gente, tenía quizá un complejo de inferioridad y quería compensarlo con varios detalles: quería parecer al jefe grade y alto, tenía vicio de la musica militar, etc.

El libro Llegada para mí la hora el personaje de Franco está escribiendo un autobiografía, pero en muchas partes parece ser un diario suyo. El el libro Franco está, en su propio voz, describiendo sus sentimientos, deseos, alucinaciones y ilusiones. El Franco del libro está loco. Su salud mental es la protagonista del libro. Todo lo que escribe refleja de algún modo sus sentimientos distorsionados sobre el mundo, del país, sí mismo y sobre las personas que están alrededor. Él se ve como un dios. A la vez está admitiendo que no tiene todo el poder, por ejemplo, ve su mujer Carmen Polo superior de él.

Ni el libro ni la película quieren crear una imagen realista sobre Franco: los dos están aprovechando las posibilidades que da la falta de material sobre su vida privada y la personalidad. Buen viaje, Excelencia burla a Franco, ya que, por fin, es posible hacerlo. Llegada para mí la hora del olvido critica a Franco con su propio voz y crea la impresión de una persona loca. Lo curioso es que los dos pueden ser ciertos. Es, en realidad, bastante probable que en sus últimos años Franco era igual que muestra la película, suponiendo que tenía parkinson y demencia. Sin embargo,si su estado mental y físico realmente hubiese sido tan malo, ya no habría sido él quien tenía la responsabilidad sobre la situación, sobre él siguiendo en él poder. Entonces, ¿quién lo habría tenido?

Como no se sabe mucho sobre la vida privada o la personalidad del Franco, los artículos que han sido escritos sobre él dan imágenes muy variadas. Dentro del serie de artículos “25 años después de Franco”1 de El País se puede ver puntos de vista diferentes. Por ejemplo Manuel Vicent 2 escribe:

Franco tenía muy desarrolladas sólo las virtudes menores. No era noble, magnánimo o preclaro, sino taimado, obstinado, receloso, desconfiado, con un instinto finísimo para percibir el lado malo o débil de cada persona que sabía aprovechar muy bien en beneficio propio.”

En realidad sólo era un militar. Tenía en la cabeza una papilla somera ligada con algunas ideas extraídas de aquí y de allá del Tradicionalismo y de Acción Española, con cuatro tópicos de la Historia de España y lugares comunes sobre los peligros del comunismo, las asechanzas de la masonería y del valor patriótico que le sirvieron de adobo para su guión de la película Raza. “

Su artículo crea una imagen de Franco como una persona simple, que creía en un mundo en blanco y negro. Según este artículo parece una persona mediocre, obsesionada y sin buenas habilidades sociales. La impresión de Paul Preston sobre Franco es diferente. Su articulo del mismo serie está titulado “El gran manipulador”3

El proceso comenzó tan pronto como sus aventuras en África empezaron a llamar la atención de la prensa. El joven comandante descubrió enseguida un talento para la manipulación que puso en práctica con los periodistas.”

Sin embargo, cuando comenzó la guerra civil, su sentido instintivo del valor de la prensa volvió a serle útil. No hay duda de que el ascenso de Franco al poder en la zona nacional se basó en sus indiscutibles cualidades y triunfos militares y en su astuto e implacable empeño en ser Generalísimo y posteriormente Caudillo. “

Sin embargo, sería absurdo sugerir que Franco era todo imagen, sin nada de sustancia. Al asegurarse la ayuda del Eje, prácticamente garantizó el triunfo, pero su empeño también fue esencial para la victoria de los nacionales. Tenía la capacidad -la misma que tiene un buen entrenador deportivo- de mantener la moral de sus seguidores en ebullición. “

El Franco de Paul Preston parece mucho más inteligente que el de Vicent: era un estratégico, que tenía unas cualidades por las cuales habría logrado su puesto. En algunos momentos el articulo habla sobre Franco con un tono positivo incluso.

Con las imágenes diferentes sobre Franco podemos llegar a conclusiones distintas. Si creemos que Buen viaje, Excelencia o Llegada para mi la hora del olvido tiene algo de razón, ¿en qué posición dejamos a los españoles? ¿Que un estúpido mediocre enfermo les ha mandado por tantos años? Por el bien de los españoles, me gustaría creer que Franco no era tan estúpido, y que Paul Preston tiene algún razón en su artículo. Puede haber sido un obsesionado que sólo quería su propio bien, y, como dice Manuel Vicent “Como dictador Franco sólo tuvo una ambición sin fisuras: durar, durar, durar hasta morir en la cama y una vez muerto ser enterrado con honores de faraón y que su falo se transformara en una gigantesca cruz de granito orlada de evangelistas”, pero un imbécil solo no crearía una dictadura de tantos años. Claro que podemos preguntas si Franco era , en realidad, un títere y el poder verdadero estuvo en unos manos diferentes, pero esa especulación dejamos para otro momento.

1 http://www.elpais.com/especiales/2000/franco/

2 http://www.elpais.com/especiales/2000/franco/vicent.htm

3 http://www.elpais.com/especiales/2000/franco/preston.htm

Imbroda pide a Defensa que busque sitio a la estatua de Franco o se quedará en la calle

El monumento conmemora la llegada a Melilla de La Legión comandada por Franco en 1921

El País – 13/04/2009

El presidente de Melilla, Juan José Imbroda, ha asegurado hoy que no retirará la estatua de Franco de la ciudad, la única que queda en España en una vía pública, a no ser que el Ministerio de Defensa le busque otra ubicación en algún acuartelamiento o en el Museo Militar. A preguntas de los periodistas, Imbroda ha manifestado que la estatua se retirará para “llevarla a algún sitio concreto”, por lo que se va a tramitar “por escrito” al Ministerio de Defensa la solicitud de que sea trasladada a alguna dependencia del Ejército. “Si no, si resulta que esto no está cuajando, se quedará ahí”, ha afirmado la primera autoridad melillense.

Imbroda ha querido dejar claro que el monumento, que se encuentra situado en Melilla a la entrada del puerto de la ciudad, a los pies de las murallas antiguas, no está dedicada a Franco como caudillo, sino al comandante de La Legión que en 1921 salvó a la ciudad del sitio en el que se encontraba. “Estamos hablando del año 1921, de un militar y del Ministerio de Defensa”, ha dicho el presidente, quien ha considerado que la estatua tiene poco sentido que se lleve a un museo civil o arqueológico, de ahí que se pida una ubicación a Defensa. En el caso de que no se encuentre otro emplazamiento, el mandatario autonómico ha aseverado que seguirá en el mismo lugar en el que se encuentra y en el que está como comandante de una unidad militar, no como Generalísimo. […]

(Leer todo el artículo)

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Como en la última clase hablamos de la retirada de símbolos franquistas, os pongo aquí una foto de la protesta contra la retirada de la estatua de Franco (Madrid, 2005).

protesta-madrid-2005.jpg

Cercas: “El Rey hizo cosas en el 23-F que no debería haber hecho”

El escritor presenta ‘Anatomía de un instante’, una revisión poco complaciente de la reacción al golpe de Estado

JESÚS RUIZ MANTILLA El País16/04/2009

Javier Cercas cree que la sociedad española está suficientemente madura como para enfrentarse a toda la verdad sobre el 23 F. Esto incluye la indagación en las reacciones y las acciones de los principales personajes, desde Adolfo Suárez hasta el Rey, pasando por la sociedad civil, el Ejército y toda la clase política. Es lo que ha hecho el escritor en su último libro Anatomía de un instante (Mondadori), presentado este jueves en el hotel Palace, justo en frente del Congreso de los Diputados, donde se vivió aquella noche fría y tensa.

“La verdad es la verdad. ¿Que si creo que este país está suficientemente maduro para soportarla? Pues sí. No creo que este libro vaya a provocar ninguna catástrofe”.

Pero habrá que esperar a las reacciones que su lectura provoque. Sobre todo en lugares como la Casa Real, donde ciertos hechos e interpretaciones relatados en el libro pueden resultar incómodos. En cuanto al papel de don Juan Carlos, Cercas es tajante: “El Rey no organizó el golpe, está claro, lo paró. Nadie podía pararlo si no era él, que tenía el poder de hacerlo. Pero eso no significa que tengamos que santificarlo. El Rey también se equivoca, e hizo cosas que no debería haber hecho. La verdad es que lo facilitó y en eso se equivocó, como se equivocó gran parte de la clase política”.

Cercas relata en el libro cómo el ambiente insoportable, “de depresión generalizada en todo el país”, que se vivió el año anterior al golpe fue lo que desencadenó que los militares culpables y los cabecillas -el teniente coronel Tejero, el general Armada y el teniente general Milans del Bosch- se vieran alentados para cometerlo.

“Nadie estuvo a la altura. Tampoco la sociedad civil. Muy pocos dieron la cara aquella noche. No hubo una reacción seria. Los golpistas hasta mucho después no comprendieron que nadie quería aquello. Como país no actuamos de manera brillante, ni estuvimos a gran altura. Fue un mal momento”.

“El deseo de acabar políticamente a toda costa con Suárez obsesionaba a todo el mundo, desde la oposición hasta al propio Rey”. Eso es lo que, según Cercas, da alas a los golpistas, y eso es lo que sin duda va a traer más polémica en los próximos meses.

El nuevo libro de Cercas es un cruce muy eficaz e insólito de géneros. De hecho, al principio el autor quería hacer una novela. Pero cuanto más se iba metiendo en la historia mejor se dio cuenta de que lo responsable era abandonar esa idea. “Hay muchas ficciones y muchas leyendas sobre el 23-F. Por eso yo decidí prescindir de la ficción. Mi trabajo ha sido como el de una asistenta, me he dedicado a limpiar la casa de falsedades, pero aún así seguirán existiendo leyendas sobre el 23-F”. Pese a que su empeño no ha sido, como cualquier experto en marketing desearía, contar toda la verdad y demás pamplinas, Cercas ha querido acercarse lo más posible a ella, aunque cree que es una tarea todavía difícil. “Ya no existen grandes enigmas sobre el 23-F. Lo digo después de haberlo leído todo y hablado con muchos de los protagonistas. Lo que quedan son zonas de sombra. No hay historiadores académicos que se hayan ocupado del golpe. La razón es que no existen documentos. Pero yo me he dedicado a mirar, a escuchar y a leer con atención. A fijarme en esas cosas que todo el mundo hemos visto pero que no hemos acertado todavía a interpretar”.

Entre todo lo que le ha servido para la investigación, resalta un documento: “La grabación de 35 minutos del asalto. Apenas hemos visto cinco segundos de manera repetitiva y reiterada, pero esos 35 minutos son algo alucinante y extraordinario. Uno de los grandes documentos de la historia de España. El libro parte de ahí”. Un momento en el que sólo tres diputados permanecieron sentados en sus escaños cuando tronaban los disparos en el techo del Congreso. “Lo normal era tirarse al suelo y no podemos juzgar a quienes lo hicieron, pero el gesto de aquellos tres personajes [Suárez, Gutiérrez-Mellado y Carrillo] fue algo simbólicamente extraordinario”. Tanto, que aquel rasgo heroico preocupó muchísimo los días posteriores a la clase política. “Ha habido determinados políticos importantes que, una vez pasado el golpe, se preguntaban ‘¿alguna vez nos van a preguntar esto?’ Creían que el hecho de que se tiraran al suelo lo iban a pagar electoralmente”.

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Os recomiendo también la crítica del libro de Cercas por Jordi Gracia, publicado en El País el 11/04/2009 con el título “Tres héroes de un instante“.

Diario de aprendizaje IV (Eeva)

Cuando leía el libro Llegada para mí la hora del olvido  de Tomás Val me dí cuenta de los varios apartados en los que Franco hace un tipo de autoevaluación, o sea, responde a su propia pregunta de  quién es, quién es Francisco Franco, dando una lista de características. Me parecía que destacaron, por un lado, rasgos negativos, y por otro, pomposidades absurdas. En este diario de aprendizaje quiero volver a esas descripciones que da protagonista-Franco de sí mismo para ver cuál es, al fin y al cabo, la faceta que domina en las evaluaciones que hace.  

En el primer capítulo,  el protagonista-Franco goza de una fuerte confianza de sí mismo. Niega que sea un simple verdugo, dice que lo es todo, es el destino. Dice que es más poderoso que los dictadores sudamericanos. En el capítulo siguiente no hace evaluaciones descriptivas de sí mismo, está cuestionando quién es, quién es el Franco. En cambio, en el tercer capítulo habla de sí mismo repetidamente, y parece que ya tiene dificultades de decidir cuál es, el todopoderoso o el tirano senil. Por un lado dice que es Excelencia, César, Protector, Maestro de Periodistas, Bastión, Tea, Jefe del Estado, Guía, Cruzado del siglo XX, Generalísimo, pero también dice que es el Dictador, el Usurpador, el Tirano, el Viejo Asesino, el Enano Cabrón, el Fascista y un simple y viejo escritor. Dice que era igual que Felipe II, que su padre Carlos I. Era la reencarnación del Cid, lo menciona dos veces, y era la cabeza visible de la cristiandad. Era el Magno,  el vigía de occidente, era uno de esos emisarios que el cielo envía cada dos o tres ciclos, lo que también menciona más que una vez. Dice que todavía es Dios-Franco, Franco-Dios, el auténtico resucitador, el Cruzado de Dios.       

                                                                                                                     

En el cuarto capítulo, primero niega, después afirma que es un asesino. Hace notar que ha sido más benevolente con todos los condenados de lo que treinta millones de españoles lo son con él. Dice que ha sido un nuevo Hermes, un mensajero del acabóse y un infatigable batallador de la incertidumbre. Piensa que es el hacedor de milagros,  de nuevo un enviado celestial. Es el Dios-Padre, aunque lo sea reencarnado en hombre bajito y barrigón y justiciero y aficionado a las quinielas.  Es la historia, es España, y lo hace notar varias veces. Aunque por otro lado dice que es viejo, y que es el olvido, vuelve a recordar que es la mano que alimenta a todos, el embajador de la muerte, el Dios vencedor, que es Júpiter. 

En el quinto capítulo Franco está bastante seguro de su superioridad, aunque no lo piensa tanto como en los capítulos anteriores. Sólo menciona que es el único superviviente de los tiempos bíblicos, cuando era posible dividir el mar en dos mitades, cuando la mano alzada del rey era la voluntad divina. Le parece que sólo él recuerda que es Dios, y para que todos vuelvan a tenerlo presente tendría que realizar un milagro sangriento. No sólo es Dios, sino el Dios de Falo Incomparable. De nuevo dice que es España, pero admite que también es una pesadilla.                                                                                                                                  

En el capítulo siguiente los dos lados del personaje le aparecen de manera casi igual: de un lado se ve como más viejo que ningún viejo de España, el más anciano del mundo, Franco el doliente, Franco el senil. Es el Odiado, un Tirano de interior, un arcitecto de camposantos. Por otro lado, se ve como el Supremo, el Supremo Dios, como Zeus, Tánatos y Prometeo. Piensa que es Todopoderoso,  el Invencible, el que poseía la baraca que lo hacía inmortal. En cambio, en el capítulo que sigue, el protagonista parece perder su fe en si mismo: no se describe como un ser superior, sino como un pobre novelista, como fueron Jaime de Andrade y Jakin Boor, así como  un estorbo, un ancla y una atadura. Otra vez dice que es viejo y cansado, es un Franco que nunca pudo ser hombre.  

En el capítulo ocho Franco recobra las fuerzas, recuerda de nuevo que es España, es un representante de la raza inmortal. Es el único Dios, el enviado del Cielo, el Cid de la cristiandad, el Cruzado. No es un líder democrático, un simple representante, un pálido reflejo del pueblo. En el capítulo siguiente siente la superioridad diciendo que es el paisaje, que es la vida. Es el héroe, el Invicto, pero también recuerda que es viejo, un ex dictador y un dios desaparecido. Algunas veces cree que es el único que piensa en España. Hacia el fin de la novela el protagonista repite todo lo que antes creía que era. Un día fue Dios,  era España, El General Invisto, el Falo Incomparable, el Que Supo Plantearle Cara a la Bestia Teutona, el Amado de las Papas, el Preferido del Cielo. Era el Rey de la Cristiandad, Obispo de Roma, Monarca de Occidente, Sucesor de Pedro, Emperador de Cristo. Estaba llamado a ser el auténtico Mesías, el dios-guerrero, el que llegara con la trompeta y la espada. Sin embargo, otras veces se veía como un político democrático derrotado por las urnas: impotente, olvidado y condenado a vivir únicamente de recuerdos. Por fin entendió que era un sujeto de mediana edad, un patético monigote vestido de Generalísimo; que era bajo, rechoncho, blando, temeroso, de gestos histriónicos y de voz aflautada. 

A la luz de las evaluaciones que he sacado, parece que la faceta dominante del protagonista es la idea de su propia superioridad. Numeralmente dominan las descripciones en las que el protagonista está visto como algo sobreterrestre, divino o pomposo, mientras rasgos negativos son menos frecuentes. También hay algunas descripciones que son, a la vez, tanto pomposas como negativas, como por ejemplo “el embajador de la muerte”. 

Echando un vistazo a las autoevaluaciones de Franco se puede ver que, durante toda la obra el protagonista lidia con la autoimagen contradictoria que tiene. Parece que, hasta el fin de la novela el protagonista-Franco, por un lado, quiere (hacer) recordar su superioridad, pero, por otro lado, ya no puede negar su maldad y debilidad. En cuanto lo comprende, intenta buscar una explicación para sus actos: en el último capítulo dice “Paso las pocas horas de lucidez que la agonía me concede revisando el ayer, buscando el inicio de todo, el acto primigenio que me convirtió en lo que soy.”