El diario de aprendizaje IV (Marianne)

El vano ayer de Isaac Rosa es una obra muy multidimensional. Es novela, es guía de escribir una, y también, es crítica de las novelas temáticas sobre el franquismo. No es muy accesible al lector, la forma es pedante y detallada y nada lineal y, al final, es el lector quien escoge su dimensión preferida.  Personalmente, la veo sobre todo como una crítica. 

El vano ayer critica la literatura sobre la Guerra Civil y el franquismo de manera que al final no sé en cuál de los personajes confiar. La tendencia de creer en las personas buenas parece llevarse la victoria: casi todas en la clase creían en la mala suerte de Denis. (Y yo también estoy en la margen, pero al mismo tiempo oigo la crítica y ya no puedo creer en eso sin dudar.) Si creo en el temático más fuerte, en que Julio Denis fue una pobre víctima de confusión, parece que es creer exactamente en la narración criticada por el escritor.  

El problema de autocrítica literaria en El vano ayer es que torpedea también su propia obra. El escritor guía al lector hacia un desenlace (por ejemplo revelando dos historias optativas para Denis, pero recomendando la otra), mientras que juzga una novela con trama parcial. La crítica de la obra cae en las mismas soluciones que ofrece Isaac Rosa, pese al intento contrario. Parece que el escritor ha inventado una historia que en el contexto del mismo libro no puede ser contada – se desaparece al descubrir la crítica.  

No digo que sea inútil aclarar los peligros de la narración fictiva sobre historia – seguramente somos muchos los sugestionables, que en la realidad confundimos los sentimientos procedentes de ficción en la toma de decisión real – para que no acabemos en la realidad paralela de Don Quijote. Sin embargo, El vano ayer para mí ha cesado de ser una novela. Cuando leo ficción, quiero leer un relato, no una crítica que elimina el relato y me deja solamente la crítica. Para eso son los periódicos. Es fuerte, sí, pero en mi caso es también la realidad – la obra de Isaac Rosa la dejaría en la tienda. 

En la novela me gustan “las entrevistas” de los dos grupos. Cualquier personaje tiene la posibilidad de defender su postura. La manera de escribir y ver los acontecimientos vía diferentes puntos de vista (tanto de la policía como de las personas antigubernamentales) da a la obra un buen aspecto a las realidades diversas: en la policía hay personas que intentar salirse de la pobreza del campo y en el partido comunista hay personas más atraídas por el activismo que por la ideología. Las novelas anteriores que hemos leído durante el curso han sido más atadas a un solo punto de vista,  al de los antifranquistas. Es decir que dirigen su juicio hacia la era, sin reflexionar qué es terrorismo y qué, lucha por la libertad, y así permitiendo todos los medios para ambos. En El vano ayer los personajes cuentan con los derechos iguales a opinión y expresión. Está más en línea con el pensamiento complejo (sobre los asuntos como terrorismo versus lucha por la libertad) – nada es blanco y negro.  

La obra tiene mucha potencial, no obstante, creo que el escritor ha optado por subrayar los fallos de otras obras a costa de su propia obra y una agradable lectura. La crítica sería suficientemente obvia sin ponerla en palabras – “las entrevistas” ya trasladan la obra a un territorio más realista, no hace falta que un autor-narrador abre lo que pueden comentar los personajes.  

La ironía está otra vez en la relación entre la realidad y la ficción. La novela, basada en intertextualidad, con su ambiente de pura ficción y su inexistente relato, es más real que algunas novelas basadas en realidad como La voz dormida.

3 thoughts on “El diario de aprendizaje IV (Marianne)”

  1. Me gusta tu definición de la novela. El vano ayer no es una novela típica y talvez es por eso que resulta un poco pesado leer. El lector tiene que utilizar mucho la cabeza para poder seguir la intriga. No es ese tipo de novela que uno lee antes de acostarse.

    En algunas partes Isaac Rosa también crítica su propia obra. Quizá se dio cuenta de que escribir una novela ideal sobre la guerra civil no es tan fácil y se contentó con señalar los fallos comunes. Como dices tú, la crítica tiene el enfásis principal en la obra. La novela es bastante teórica. Sin embargo pienso que es buena idea mezclar fiicción y crítica porque así llega a un público más grande.

  2. Haces muy buenas observaciones sobre El vano ayer, y tu postura ante la novela me parece interesante, aunque no esté de acuerdo contigo en todos los aspectos.

    Es verdad que la obra de Rosa permite muchas lecturas distintas: puede ser leída, por ejemplo, como una novela sobre la tarea de escribir una novela, como una crítica de otras novelas sobre el franquismo o como una guía de lectura crítica, según los intereses o la predisposición del lector.

    Parece que a ti te molesta el hecho de que la novela rompe continuamente con el pacto narrativo ―o sea, corta el relato― para llamar la atención sobre distintos aspectos de la construcción de un texto narrativo; opinas que la novela priva al lector el placer de la lectura para llevar a cabo una actividad crítica más propia de otros géneros textuales. Es cierto que El vano ayer es una novela poco habitual y exigente con el lector, ya que incluye muchos elementos de crítica literaria y de otros discursos ajenos a la ficción. Sin embargo, esta característica que a ti te molesta, es precisamente lo que a mí más me fascina en la novela: la manera en que desafía los hábitos de lectura y los tópicos sobre el pasado reciente de España que la novela actua parece reiterar hasta el agotamiento.

    En tu opinión, El vano ayer no resulta una lectura agradable. Es una opinión que no comparto, pero sí comprendo. Creo que la intención de la novela de Rosa es precisamente criticar las novelas que convierten el pasado sangriento en una lectura agradable; sospecho que el autor se niega deliberadamente a construir una novela que entretenga al lector en un sentido habitual, y opta conscientemente por una narración que obliga al lector a enfrentarse con un pasado horrible e incómodo, que la sociedad actual prefiere olvidar o recordar en términos nostálgicos.

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