Diario de aprendizaje IV (Leena)

Al leer la novela Llegada para mí la hora del olvido de Tomás Val y, aún más, al ver la película ¡Buen viaje, excelencia! me molestó que se burlara de la senilidad de Franco en sus últimos años de vida. Me pareció que en vez de reírse del dictador nos estábamos riendo de las personas que padecen la enfermedad de Parkinson.

La enfermedad de Parkinson es un trastorno que afecta las células nerviosas, o neuronas, en una parte del cerebro que controla los movimientos musculares. [–] Los síntomas de la enfermedad de Parkinson pueden incluir:

  • Temblor en las manos, los brazos, las piernas, la mandíbula y la cara
  • Rigidez en los brazos, las piernas y el tronco
  • Lentitud de los movimientos
  • Problemas de equilibrio y coordinación

A medida que los síntomas empeoran, las personas con la enfermedad pueden tener dificultades para caminar o hacer labores simples. También pueden tener problemas como depresión, trastornos del sueño o dificultades para masticar, tragar o hablar.[i] 

Reconozco que era ridículo que Franco todavía estuviera en el poder a los 80 años, pese a su lamentable estado. Ciertamente era un acto absurdo, ya que era completamente incapaz de gobernar. El hormigueo que ocasionaba cada capricho del viejo moribundo y la pomposidad de su Corte eran ridículos. Sin embargo, hay una diferencia entre mofarse de que Franco se subiera a un taburete para parecer más alto y mofarse de que se cayera del taburete a causa de su enfermedad.  

No obstante, la enfermedad del viejo y débil Franco no es lo único que provoca la risa; la novela subraya otros aspectos del personaje de Franco, también. El más destacado es, quizá, sus numerosas manías. El Generalísimo está obsesionado con la muerte y con el ejército; quisiera gobernar el país “a punta de pistola” (p. 115). Se usa la voz del propio narrador-protagonista para ridiculizarlo. Cuanto más enfáticamente se proclama Dios Todopoderoso, más se hace el ridículo en nuestros ojos. En la escena donde Franco se observa desde fuera en su pueblo natal de Ferrol, se describe a sí mismo: “El General Invicto, el Falo Incomparable, el Que Supo Plantarle Cara a la Bestia Teutona, el Amado de los Papas, el Preferido del Cielo no podía ser ese patético monigote vestido de Generalísimo. Bajo, rechoncho, blando, de gestos histriónicos, de voz aflautada, temeroso (eso sí lo reconocí como un rasgo típicamente mío) ante la mujer de sonrisa hierática”. (p. 223) 

Además de denigrarlo a Franco, la novela denigra a Carmen Polo, esposa de Franco, pintando una imagen horrorosa de ella. La Carmen Polo de Llegada para mí la hora del olvido es fría, antipática, de corazón empedernido, calculadora, obsesionada con las reliquias, convencida de su propia santidad. Es cómplice de Franco; lo incita a gobernar con mano de hierro y se alegra de cada sentencia de muerte. 

—Desengáñate, Paco —solía decirme si alguna vez le comentaba algo acerca de las sentencias—, todo el que llega a tus manos merece la muerte. La propia petición de clemencia ya es una aceptación de culpabilidad. Deja que la justicia siga su curso. (p. 96) 

Parece hasta peor y menos humano que el propio Franco (aunque eso probablemente se deba al hecho de que se la vea con los ojos de Franco). En gran parte era por la religiosidad de Carmen Polo que la Iglesia llegó a tener tanto poder en la España de Franco y, por consiguiente, oprimir a los que no cuadraban con una ideología ultracatólica. No obstante, si su único pecado fuera que de joven se hubiera casado con un tal Francisco Franco, Carmen Polo habrá sido injustamente castigada en la novela. Miles de españoles tuvieron que sufrir por la maldad de Franco, eso sí, pero ¿se sabe con certeza cuál fue el papel de Carmen Polo?

Sin embargo, después de habérmelo pensado, creo que este tipo de novelas y películas son necesarios. Las décadas de la dictadura franquista estuvieron marcadas por el silencio y el miedo. La verdad y las voces críticas se sofocaron y, hasta hace muy recientemente, las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo no han podido siquiera quejarse, ni hablar de pedir recompensas. Aún no se ha llegado a superar la cultura de impunidad. Franco murió tranquilamente en la cama y mientras vivía, estaba prohibido incluso la crítica más mínima. Su alma vigiló la Transición y el ex dictador sigue teniendo simpatizantes. Hay personas que todavía están convencidos de que un golpe de estado fue necesario en su tiempo y que gracias al franquismo, España entró en la edad moderna. 

Una vez estuve hablando con unos sudamericanos (de la clase alta, sin duda) y me explicaron que países como Chile, Argentina y Uruguay no hubieran podido desarrollar sin pasar por una época de dictadura militar. Me aclararon que “los latinos necesitamos a alguien que nos obligue a laborar, somos perezosos de naturaleza. Es gracias a los militares que salimos de la mierda. Tal vez en Finlandia eso no sea necesario, pero en América Latina sí”. Me quedé tan asombrada que no supe qué decir. Me temo que es una actitud no totalmente ajena a cierta clase de personas en España. 

Chile vivió una dictadura militar de 17 años de duración (1973 – 1990), muy parecida al régimen franquista. La transición a la democracia tuvo lugar bajo la mirada del general Augusto Pinochet, lo cual impedía cualquier medida judicial para condenar a los militares por las violaciones de los derechos humanos, tan características de la época de Pinochet. La primera década de la democracia estuvo llena de temor e incertidumbre. Sólo la detención de Pinochet en Londres en 1998 puso fin a la impunidad y marcó el inicio de los juicios internacionales no sólo contra el propio Pinochet sino también contra otros ex gobernantes que violaron los derechos humanos.[ii] 

Mientras estaba en el poder, Franco despertaba un miedo inmensurable en muchos españoles. Era símbolo de la represión; un verdadero monstruo. La propaganda del régimen hacía todo lo posible para dar a entender que Franco era poco menos que el Hijo de Dios, un héroe de guerra sin igual, sucesor de los Reyes Católicos y de Cid el Campeador. Llegada para mí la hora del olvido, al revelar lo irrisorio de estos pensamientos, ayuda a España a superar su trauma. Le quita a Franco la aureola y revela el hombre de carne y hueso detrás de la cuidadosamente fabricada imagen de superhombre.

Puede ser una experiencia liberadora para las víctimas del franquismo poder reírse de un Franco senil, temeroso de su propia esposa, sumergido en el mundo de los fantasmas. Por vez primera uno tiene derecho a contradecir la propaganda. En los últimos años hemos visto cómo se retiraron las estatuas de Franco en las plazas de España y, al mismo tiempo, en la literatura y en el cine se deshace la imagen del guerrero victorioso en la que varias generaciones de españoles aprendieron a creer. Significará una apertura, una victoria para la libertad de pensamiento, el final del temor.   


[i] http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/parkinsonsdisease.html  

[ii] Auli Leskinen: Ei huomista ilman eilistä. Chilen ihmisoikeuspolitiikan kehitys 1990 – 2006. Yliopistopaino, Helsinki 2006.

4 thoughts on “Diario de aprendizaje IV (Leena)”

  1. La redacción de Leena tiene la virtud de enfocar muchos aspectos de la obra “Llegada para mí la hora del olvido” y de la película “¡Buen viaje, su excelencia!”.

    Leena critica la falta de respeto hacia una persona en estado senil y que sufre la enfermedad de Parkinson, enfermedad que además explica. Aunque al final, en la conclusión, parece que se retracta de su opinión y lo entiende y justifica en el caso de Franco, ya que constituye una forma de olvidar su figura.

    Como antes he mencionado, el libro de aprendizaje tiene la virtud de tratar temas muy variados: habla de las obsesiones de Franco, de la manera que éste tenía de ver a su esposa, la presencia del dictador una vez muerto en la sociedad española, su tranquila muerte e incluye a Pinochet y la opinión de unos sudamericanos con respecto a la mano dura que necesitan para trabajar. La pluralidad de tantos temas podría también pensarse que más que un punto fuerte lo es débil, pues la acumulación de ideas es a menudo difícil de entrelazar desde el principio hasta el final y ninguna de las ideas se consigue a menudo tratar con profundidad.

    Quisiera aportar unas opiniones. Creo que sí podemos reírnos de Franco y su vejez. Como persona pública que seguía siendo por aquel entonces con más razón, pero sobre todo, para ayudarnos a olvidar al tirano, ver su evolución desde el general idializado hasta su final decrépito. Por otro lado, no comparto que haya ”ciertas personas” (¿cuántas?) en España que piensen que en España haya que gobernar a punta de pistola. Afortunadamente eso quedó ya muy lejos. La transición se encargó de los cambios, los gobiernos en el poder se encargaron de quitar del medio a los militares peligrosos en los años 80, simplemente les concedieron jubilaciones anticipadas. Esa generación era un peligro y aunque costara mucho era necesario perderlos de vista, un golpe de estado podía arruinarlo todo. Mi padre, sin ir más lejos, militar de carrera, lleva jubilado desde los cincuenta años, justo desde la época del primer gobierno socialista de Felipe González. Quisiera también comentar un detalle muy curioso. Fue precisamente un juez español, el juez Garzón, el que mandó detener a Pinochet en Londres. Parecía que en aquel momento se estuviera juzgando al mismísimo Franco. Claro que éste ya estaba descansando en su mausoleo. En fin.

  2. Me gusta mucho tu diario, Leena. Argumentas muy bien tus opiniones y desarrollas de forma suficiente tus observaciones sobre distintos aspectos de la novela. Asimismo, me gusta que relaciones la situación española con las postdictaduras latinoamericanas; a pesar de ciertas diferencias históricas (la duración de las dictaduras, etc.), me parece un punto de comparación natural que, sin embargo, muchas veces se evita en España.

    Además, creo que la actitud de las personas sudamericanas que citas en tu diario no está tan alejado como piensa Gonzalo de la postura que mantienen ciertos sectores de la población en España aún hoy en día, aunque no se pronuncien tan claramente. Desde luego, la democracia está bien asentada en España y no creo que corra ningún peligro, pero la sombra de los casi cuarenta años de dictadura es muy larga, y fueron muchas las generaciones educadas en los valores del franquismo.

    Es cierto lo que dice Gonzalo en su comentario, que a menudo el hecho de discutir muchos temas en un solo diario da lugar a un tratamiento superficial y hace que se pierda el hilo conductor. En mi opinión, sin embargo, esto no ocurre en tu diario. A pesar de tratar varios aspectos, tu trabajo mantiene una coherencia interna y tus incursiones me parecen justificadas. Asimismo, me parece muy interesante la reflexión que haces en los dos últimos párrafos sobre la representación de Franco en la novela de Val y sus significados.

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