Similitudes entre Soldados de Salamina y Los rojos de ultramar

Tras la lectura de las novelas Soldados de Salamina de Javier Cercas y Los rojos de ultramar de Jordi Soler, he observado ciertas similitudes entre ambas y en este trabajo me gustaría presentar algunos aspectos destacables. No quiero decir con esto que las novelas sean iguales, ni mucho menos, hay gran diferencia entre ellas, solo que aquí voy a enfocarme en aquello que me ha resultado curiosamente parecido.

Lo primero que me ha llamado la atención ha sido la forma en que ambos escritores describen el proceso que les lleva a los narradores-protagonistas a crear las obras; dedican una parte de la novela más o menos amplia para describir este proceso, en el caso de Cercas casi toda la primera parte y en el de Soler parte del primer capítulo. Cada escritor explica dicho proceso a su manera, pero en ambos casos, los narradores acaban convencidos de que eso es lo que deben hacer, la intención de Cercas siendo la de reconstruir un relato real de los hechos de un personaje histórico durante la guerra civil y la de Soler la de traer a la memoria el suceso perdido del exilio republicano. Otro elemento en común es que ambas tienen un narrador que es también el protagonista principal de la obra, este narrador tiene el mismo nombre que el autor en Soldados de Salamina, mientras que en Los rojos de ultramar no se menciona su nombre, aunque se sabe que se trata del autor mismo por los acontecimientos descritos en la novela, pues narra hechos autobiográficos. Por esta misma razón se consideran ambas novelas de autoficción, pues, aunque son novelas y contienen elementos de ficción, también son autobiográficas. De hecho, los narradores-protagonistas supuestamente son los mismos escritores, aunque algunos detalles sobre sí mismos son ficticios.

Otro aspecto a destacar es que en ambas hay un trabajo de investigación tipo detectivesco por parte de los narradores, a través del cual buscan la información pertinente por diferentes medios para poder relatar una historia “real”, en el caso de Cercas la historia de Sánchez Mazas y en el de Soler la de su abuelo, cuyo nombre en la novela es Arcadi. Ambos presentan diversas fuentes de información que dan mayor verosimilitud al relato, entre ellas encontramos: la inclusión del artículo del periódico sobre Antonio Machado y Sánchez Mazas, la foto de la libreta de este último, esto en Soldados de Salamina; en Los rojos de ultramar las memorias escritas del abuelo, las grabaciones, fotos, etc. Algunas de estas fuentes se pueden verificar, otras no. A pesar de esto, Cercas deja claro que los hechos acontecidos a Sánchez Mazas puede que no hubiesen sucedido exactamente de la manera en que él los describe: “Así pues, lo que a continuación consigno no es lo que realmente sucedió, sino lo que parece verosímil que sucediera; no ofrezco hechos probados, sino conjeturas razonables.” (Cercas: pg.89)

Aunque las dos novelas tienen elementos de ficción también narran hechos reales de personajes reales, como son Sánchez Mazas; Luis Rodríguez, el cónsul mexicano en Francia; el abuelo de Soler, aunque en la novela aparece con otro nombre, y toda su familia. Otros personajes son ficticios, o parece ser que podrían serlo, como Conchi o la Mulata.

También se pueden considerar las dos obras como novelas de aprendizaje, en las que se puede apreciar la evolución y desarrollo de los personajes, en el caso del narrador-protagonista de la novela de Soler desde su infancia, juventud y hasta la madurez; y en el de la novela de Cercas, toda la evolución del narrador con los diferentes sucesos que le acontecen, muerte de su padre, divorcio, pérdida de empleo…, hasta que finalmente ambos parecen alcanzar la cúspide de sus logros con la escritura de las novelas, llegando así a cumplir sus propósitos de reconstruir el pasado histórico en una búsqueda de identidad personal. Cercas lo hace narrando la historia de Sánchez Mazas y la de los soldados republicanos que lucharon en otras guerras, tal como sucedió con el personaje de Miralles, Soler narrando la historia perdida de los republicanos en exilio en el campo de concentración y su posterior vida en ultramar.

Al analizar los paratextos de ambas novelas, lo que rápidamente salta a la vista son las fotos de las portadas, las dos son fotos de un soldado, la de Soldados de Salamina es la foto de un soldado voluntario de las Brigadas Internacionales y la de Los rojos de ultramar es la foto del carnet militar del abuelo de Jordi Soler, al fin y al cabo, soldados luchando por la misma causa. Y para concluir con esta pequeña comparación de las obras decir que alrededor de las mismas fechas en que a Sánchez Mazas se le estaba “fusilando”, Arcadi estaba atravesando la frontera por los Pirineos para pasar al exilio en Francia, todo esto entre finales de enero y principios de febrero de 1939.

Por supuesto que hay muchos otros elementos que hacen de estas obras algo único, en realidad son muy diferentes en muchos aspectos, tanto de contenido como de forma. Esta ha sido tan solo una comparación sin intención alguna de agruparlas bajo ninguna etiqueta común. Lo que me ha resultado curioso es saber que Jordi Soler no había leído la obra de Javier Cercas antes de escribir la suya y aun así encontrar características tan similares en ambas.

Material de apoyo: Las notas de clase.

Banalizar la historia del franquismo

Con la serie ‘Lo que escondían sus ojos’ se ha alcanzado el grado más alto de banalización de uno de los periodos más siniestros y crueles de la historia de España. Un buen lavado de cara para una de las figuras con más poder del franquismo: Ramón Serrano Suñer.

Diagonal – Shlomo Vlasov – 23/11/16

Imaginemos por un momento que en Alemania a alguien se le ocurre hacer una serie en la que Martin Bormann, uno de los nazis más destacados y que se suicidó en su huida de Berlín, se enamora de alguna aristócrata alemana, y esa bonita historia de amor es el hilo argumental. Una serie en la que no se abordarían los crímenes contra la humanidad que cometió. En realidad sería mucho imaginar en Alemania. Pero en España esas cosas suceden.

Quede claro que para nada me opongo a que se realicen series donde aparezcan personajes históricos, ya sean polémicos o no. Para eso están los llamados biopic. Pero lo de la serie de Telecinco Lo que escondían sus ojos ha alcanzado el grado más alto de banalización de uno de los periodos más siniestros y crueles de la historia de España. Y han puesto como protagonista a alguien que representó en aquel momento la cara filonazi del régimen franquista que había alcanzado el poder definitivo en 1939 tras un golpe de Estado contra la República en 1936.

La serie, basada en la novela de Nieves Herrero del mismo nombre, narra la historia de amor de Ramón Serrano Suñer con María Sonsoles de Icaza y León, marquesa de Llanzol. Ése es el eje central. Lo demás es subsidiario. O no tanto, porque el trasfondo histórico muestra beneplácito y desconocimiento/ocultamiento de la historia. Porque ese apuesto galán que representa el actor Rubén Cortada fue uno de los ejes de la política del franquismo.

Serrano Suñer había sido uno de los políticos derechistas más destacados del periodo republicano. Diputado de derechas, al empezar la Guerra Civil fue detenido y encarcelado en la prisión en Madrid por su apoyo al golpe de Estado. En 1937 logró evadirse vestido de mujer y alcanzar la zona sublevada donde, desde el primer momento, adquirió un papel protagonista.

Muy cercano a las posiciones fascistas, Serrano Suñer promovió la unificación entre Falange (a la que se había adherido, pues durante la República fue integrante de la CEDA) y los Tradicionalistas con el objetivo de conseguir el partido único. Muy unido a Franco (eran cuñados, de ahí su sobrenombre de ‘El Cuñadísimo’), tuvo una enorme influencia política sobre los gobiernos franquistas. Ocupó los cargos de ministro de la Gobernación durante la guerra y de Asuntos Exteriores una vez finalizado el conflicto. Igualmente, fue el ideólogo del Fuero del Trabajo, una de las Leyes Fundamentales, basándose en la Carta di Lavoro de los fascistas italianos a los que tanto admiraba.

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, y ya como ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer fue un firme partidario de apoyar al Eje nazi-fascista. Por su iniciativa se toman contactos y apoyo directo desde la España franquista con la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. En septiembre de 1940 viajó a Alemania acompañado de los falangistas más partidarios de los nazis: Demetrio Carceller, Miguel Primo de Rivera, Dionisio Ridruejo, Miguel Tovar, etc. Tras la reunión de Hendaya con Hitler y en Bordiguera con Mussolini, las pretensiones de Serrano Suñer no quedaron del todo confirmadas. Pero su germanofilia y simpatía por los nazis le llevó a promover la creación de la División Azul.

Ese hombre, enamorado de la marquesa de Llanzol en la serie, fue el mismo que en los consejos de ministros de aquel primer franquismo, de aquellos años de plomo, daba el visto bueno a las penas de muerte que se dictaban por decenas todos los días en España. Ese mismo Serrano Suñer consideró “apátridas” a miles de españoles recluidos en los campos de concentración nazis.

Sin embargo, todas estas cuestiones no las aborda la serie. No hace falta. Lo importante es presentar a un Serrano Suñer enamorado, que se acerca amablemente a los monárquicos, que conversa con el embajador inglés para decirle que España es neutral en la Segunda Guerra Mundial, que no ve bien que Franco dé una de cal y otra de arena en el conflicto mundial, etc.

Un buen lavado de cara para una de las figuras con más poder en la dictadura franquista. La demonización de la República también está presente. El embajador inglés considera que la República amaba a la URSS y Franco a Hitler. Lo segundo es más acertado, pues Franco colaboró con aquel que le había ayudado a ganar la guerra. Lo primero es completamente falso y forma parte de las falacias que se alimentaron durante cuarenta años de dictadura.

Y claro, algunos van a estropear esa bonita historia de amor. Una vez que Serrano Suñer ha consumado su amor con la marquesa de Llanzol, unos terroristas ponen un cartucho de dinamita en un carro que explota al paso del coche del ministro franquista. Qué malos los rojos. No sabemos si son anarquistas o comunistas. Qué más da. Serrano estaba de acuerdo en fusilarlos tuvieran las ideas que tuvieran. Para que nos vamos a parar en detalles insignificantes. O para qué vamos a reparar si las prisiones españolas rebosaban de presos políticos, muchos de ellos fusilados.

En ese Madrid que narra el romance (devastado por las bombas de los amigos nazis de los franquistas durante la Guerra Civil), en el periodo que Serrano Suñer fue ministro (1939-1942) se fusiló en el Cementerio de la Almudena a 2.452 personas. Sólo allí. En el resto de la provincia mucho más. Y en el resto de España es incalculable. Todas estos fusilamientos fueron aprobados en Consejo de Ministros y ratificadas luego con el visto bueno de Franco.

El lavado de cara que se ha hecho a Serrano Suñer es increíble a través de esta serie. Cosa que no sorprende viendo cómo se trata la memoria histórica en este país.

Aun así hay una cosa curiosa en esta historia de Serrano Suñer con la marquesa de Llanzol. Y es que el ‘Cuñadísimo’ llegó a tener una hija con ella. No reconocida por él, claro está. Esa hija fue Carmen Díez de Rivera, que estuvo a punto de casarse con Ramón Serrano Suñer Polo, hijo legítimo de Serrano Suñer. Evidentemente ese matrimonio no se produjo porque eran hermanos, lo que llevó a Carmen a hacerse monja e irse a las misiones. Luego entró en política. Primero de la mano de Suárez en la UCD y el CDS donde llegó a ser eurodiputada. Luego mantuvo su escaño cuando en 1989 se pasó al PSOE. Esas historias para no dormir.

Como conclusión, mientras miles de militantes antifascistas y demócratas se pudren en fosas comunes, mientras los juicios sumarísimos del franquismo siguen vigentes, la televisión (en este caso privada) invierte dinero en remozar la imagen de uno de los ministros que llevó a España a uno de los periodos más siniestros de su historia.

Lecturas adicionales relacionadas con Los rojos de ultramar

Os dejo aquí enlaces a algunos artículos que os pueden interesar:

Jordi Soler: “Los nuevos españoles“. El País, 3/1/2008.

Jordi Soler: “La ignorancia“. El País, 1/2/2008.

Jordi Soler: “Rojos y judíos“. El País, 15/2/2009.

Jordi Soler: “La desmemoria“. El País, 12/1/2013.

Jordi Soler: “México no está en Sudamérica“. El País, 29/6/2013.

Jordi Soler: “La Europa mohosa“. El País, 23/2/2014.

Jordi Soler: “Una casa para los españoles al otro lado del mar“. El País, 9/6/2014.

Jordi Soler: “La herencia de la República“. El País, 20/7/2014.

Jordi Soler: “El catalán de ultramar“. El País, 8/10/2014.

Jordi Soler: “Piezas de ficción“. El País, 25/09/2015.

Jordi Soler: “La Europa flexible“. El País, 14/11/2015.

Jordi Soler: “Los campos de concentración“. El País, 16/10/2015.

Rosa Mora: “Los nietos de la guerra también somos mutilados“. El País, 10/6/2005.

 

Resistencias invisibles de mujeres contra el Franquismo

Miles de mujeres lucharon contra el régimen con sutiles y no tan sutiles formas de resistencia a la represión y el despojo.

Diagonal – Irene Murillo Aced, Historiadora – 22/11/15

Cárcel de mujeres en Ventas, en 1955 / Sánchez Yubero

 

Valentina Lizalde quedó viuda con dos hijos después de que su marido, albañil, fuera fusilado junto a otros vecinos por “pertenecer al Frente Popular”. Por si fuera poco, tras su muerte, fue multada con mil pesetas en virtud al artículo 15 de la mayor legislación de incautación del franquismo, la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939.

Valentina envió una carta al presidente de la Comisión de Incautaciones negándose a pagar la multa impuesta y denunciando abiertamente el discurso de justicia social de Falange: “Bastante tengo con preocuparme de buscar [recursos], lavando ropa para familias particulares y haciendo recados, con los que poder dar a mis pequeñuelos un trozo de pan y ver que mi humilde hogar tenga algún día lumbre, cosas que no siempre consigo en la cantidad necesaria, y por lo que, contra las disposiciones de nuestro invicto caudillo, en mi casa existen días sin pan y también en mi hogar días sin lumbre”.

En Aragón, de los veinte millones de pesetas exigidos en forma de multas a la población vencida, sólo tres millones y medio se saldaron

La resistencia que se reconoce y se ha integrado en el imaginario colectivo es la abordada en singular y con mayúsculas, lo que nos coloca frente a frente con un análisis eurocéntrico y androcéntrico: es héroe de la resistencia el hombre militante que se va a Europa a luchar con las armas contra el fascismo, pero no es ni heroína ni resistente la mujer que permanece en su pueblo y se niega a pagar las multas que le impone un régimen considerado ilegítimo.

Es importante no olvidar que para el proyecto político de Franco la “contrarrevolución de género” era una prioridad. De hecho, la dictadura puso en marcha numerosas normativas de carácter específicamente antifeminista para la patologización y fiscalización de las vidas de las mujeres, así como medidas de violencia explícita, implícita y simbólica para su control social. Pero la actitud de las mujeres estuvo lejos de ser la de meras receptoras del modelo. La historia desde abajo del franquismo así nos lo muestra.

Las estrategias de resistencia de mujeres tuvieron como objetivo principal minimizar en su día a día la apropiación del poder sobre sus vidas. En la recuperación de la dignidad material se produjeron todo tipo de acciones para lograr una cierta autonomía. Por ejemplo, reapropiarse de los recursos materiales de los que habían sido despojados a través de la aplicación de diversas medidas, entre las que se encuentra la Ley de Responsabilidades Políticas.

Las denuncias de las viudas e hijas de republicanos destaparon la verdad de los eufemismos franquistas

Estas resistencias incluían la reocupación de sus casas cuando habían sido incautadas, el cultivo de sus campos cuando estaban embargados, o auténticas luchas titánicas para que la máquina de coser, el instrumental médico o el utillaje agrícola les fueran devueltos. Es interesante pensar que, en Aragón, de los veinte millones de pesetas exigidos en forma de multas a la población vencida, sólo tres millones y medio se saldaron, en buena parte gracias a los mecanismos de dilación y de­so­bediencia civil de las víctimas de la Ley de Responsabilidades Políticas.

Precursoras de la memoria

El propio discurso de género franquista que les relegaba al ámbito doméstico y privado fue revertido, como en un juego de espejos, y transformado en arma mediante la cual defender una conciencia femenina que ensalzaba su papel como administradoras del hogar y priorizaba el derecho a la vida y al pan ante las imposiciones de la Ley.

En agosto de 1940, y sin que se hubiera todavía celebrado el consejo de guerra que la mantenía presa, María Bordonaba, analfabeta de 28 años y acusada de ser una “mujer peligrosa para el régimen actual”, escribió al Auditor de Guerra gracias a la ayuda de Flora Mateos, una de las muchas mujeres que ejercieron de escritoras delegadas en pueblos y cárceles. En la carta pedían la libertad atenuada de Bordonaba para poder atender a sus “hijitos” y a su “salud quebrantada”. Concedida la libertad provisional, pedía su traslado a Zaragoza, con sus niños, “para dedicarse a trabajos domésticos para cuidar a su familia y socorrer” a su marido.

Precisamente la emigración a las ciudades permitía la búsqueda de trabajos informales como el servicio doméstico, la hospedería, la limpieza de ropa y edificios, o el cuidado de personas, así como el tránsito de los márgenes de la Ley formando parte del mercado negro local, o practicando la prostitución, pero también llevando a cabo hurtos y estafas.

Otra vertiente de estas resistencias fue la escritura, un mecanismo clave que supuso para las mujeres la posibilidad de reivindicar su voz y su propia visión de los acontecimientos, dejando además para la Historia no pocos relatos que unían testimonio con conocimiento y conocimiento con denuncia. Mediante cartas a las autoridades, plasmaban ante los más altos tribunales relatos de ilegalidad, rapiña y saqueo donde tanto ellas como sus familias eran víctimas de los hechos, o denunciando violaciones por parte de patronos, o la violencia de guardias civiles y falangistas.

Además, dejaban constancia de que la legislación franquista venía acompañada del enriquecimiento y la reposición en el poder de personas provenientes de un mundo de privilegios económicos y sociales, mientras dejaba en la indigencia a la mayor parte de la población.

En tanto que supervivientes de la guerra y agentes de memoria, la labor de no pocas mujeres durante la posguerra puede considerarse pionera de la hoy conocida como memoria histórica. Las denuncias de las viudas e hijas de republicanos destaparon la verdad de los eufemismos franquistas, desafiando la versión oficial y descubriendo dónde estaban los cuerpos de los “desaparecidos” que la sublevación había dejado tras de sí y quiénes fueron sus verdugos.

Historiar la resistencia de las mujeres al franquismo es una cuestión de género, pero también de construcción de ciudadanía. Al incorporar estas experiencias al imaginario colectivo, a los tejidos culturales más invisibles, reclamamos este patrimonio como asunto de todas y todos, y nos reivindicamos como sujetos, también en lo que respecta a la resistencia al poder.

Traspaso del patrimonio a los vencedores

Las mujeres denunciaron cómo la guerra y el enriquecimiento que de ella surgía había sido una opción planea­da desde arriba y ejecutada a nivel local por agentes conocidos. Dejaban así constancia del enriquecimiento que acompañaba a la incautación de bienes de particulares vencidos en la guerra, cuyo patrimonio iba a parar a manos de las fuerzas vivas, solidificando un mundo de privilegios económicos para los colaboradores del nuevo Estado en su tarea represiva… Entre los testimonios, el de una mujer, llamada Fermina Larraga, que describía al mínimo detalle cómo un grupo de gente armada del pueblo “que se dijeron falangistas” se llevaron de su establo cuatro vacas, seis ocas, diez gallinas “porque se incautaba de las mismas el Estado”. De aquella requisa “no les dieron justificante o recibo de clase alguna”.

Disfrazadas para llegar a sobrevivir

En el ambiente de la dictadura, estas mujeres debían pasar desapercibidas a ojos del régimen. Para que sus técnicas fueran exitosas, el régimen debía encontrar en ellas todo el elenco de virtudes políticas y morales que el nacionalcatolicismo franquista llevaba por bandera. Por eso, la protesta de estas mujeres no era siempre y en todo caso abierta. Es significativa la gran cantidad de mujeres que en el pueblo de Caspe (Zaragoza) escribieron defendiéndose con las mismas palabras ante acusaciones también similares. Magdalena Dolador, Pilar Lacarta, Antonia Piera, María Poblador, Lucía Rafales y Benita Sorrosal compartieron un texto común para defenderse de sus cargos de “transgresoras”. Reproducimos, poniendo entre corchetes las variaciones entre unos y otros pliegos: “(…) tanto por su sexo, como por su estado de viuda [tanto por su sexo, edad y estado; y de salud], como por su falta de instrucción, nunca ha tenido la menor intervención en política [de la cual no entiende lo mas mínimo y que la tenía sin cuidado; ni cosas sindicales; sin que se haya metido nunca en política, ni pueda ser considerada como revolucionaria], no se ha ocupado de otra cosa que de las atenciones de su hogar [sin haber desarrollado otras actividades que las de su casa; de las faenas de su casa]; más que de sus faenas en el campo; y de sus seis hijos; haciendo la vida propia de un pueblo de las de su sexo”.

La lucha por la justicia y la reparación

La idea de que la violencia es conocida por todos y que no podrá ser sepultada por eufemismos como “desaparecido”, la encontramos en muchos testimonios, como el de Romualda Garulo, que ejercía de voz de la memoria de las historias familiares. Ella recordaba que “se habla en el expediente de fallecimiento, más lo cierto es que, a mediados del mes de agosto de 1936, se presentaron en casa unas cuantas personas, que obligaron a mi esposo y a nuestros dos hijos Emilio y José de 24 y 21 años respectivamente, a que se levantasen de la cama y los acompañasen, apareciendo días después el cadáver de mi esposo y no habiendo sido posible encontrar hasta el presente el de mis dos hijos. Comprenderá el Tribunal la situación de terror en que se desenvolvía nuestra actividad familiar”.

El Parlament inicia el trámite para anular los juicios franquistas

Una ley catalana dejará sin efectos jurídicos los consejos de guerra y las sentencias políticas.

El País – Pere Ríos – Barcelona
Familiares y víctimas del franquismo posan con los diputados tras la votación.
Familiares y víctimas del franquismo posan con los diputados tras la votación. EFE

 

El Parlament ha dado este miércoles un paso sin precedentes desde que se restableció la democracia en España. La cámara ha aprobado una proposición de ley que pretende declarar nulos y sin efectos jurídicos todos los consejos de guerra sumarísimos y las sentencias dictadas en Cataluña por causas políticas durante el régimen franquista. Es la primera vez en más de 40 años que una insitución adopta un acuerdo tan ambicioso.

La iniciativa ha sido presentada por Junts pel Sí, la CUP y Catalunya Sí que es Pot y ningún otro grupo ha presentado una enmienda a la totalidad, por lo que ahora continuará su trámite parlamentario. La aprobación se ha realizado en un ambiente muy emotivo porque decenas de familiares de aquellas víctimas del fascismo han llenado la tribuna de invitados.

Entre ellos, las hermanas del anarquista Salvador Puig Antich, pero también familiares del expresidente Lluís Companys o del que fuera dirigente de Unió Manuel Carrasco i Formiguera. Junto a ellos, ancianos y ancianas y otros familiares anónimos con las fotos de sus muertos colgadas en el pecho y que han sido ovacionadas largamente (excepto los diputados del PP y Ciudadanos) por la cámara puesta en pie a la entrada y la salida de la sesión. Después se ha producido la habitual foto de familia con el presidente de la Generalitat, la presidenta del Parlament y algunos diputados.

La ley que se pretende no tiene parangón en la España de José Luis Rodríguez Zapatero que alardeó de memoria histórica, ni tampoco en los siete años que gobernó el tripartito. “Nos faltó ambición”, ha admitido sin reparos el diputado de Sí que es Pot Joan Josep Nuet, quien ha recordado el papel que tienen esas gentes en la historia. “Fueron luchadores por la libertad, no delincuentes”, ha dicho.

78.331 procesados y 3.358 ejecutados son las cifras de aquella represión en Cataluña que se inició con un bando de 28 de julio de 1936 y finalizó con un decreto ley el 26 de agosto de 1975, apenas tres meses antes de que el dictador muriese en la cama. Los números los ha ofrecido la diputada de la CUP Mireia Boya, que se ha mofado del recurso que pudiera presentar el Gobierno ante el Tribunal Constitucional.

EL PSC sostiene que la Generalitat no tiene competencias para aprobar esta ley y por eso ha presentado una propuesta que se debatirá esta tarde en la que reclama del Congreso una modificación de la ley de la memoria histórica con el mismo objetivo de anular las sentencias franquistas por motivos políticos e indemnizar con 135.000 euros a los beneficiarios de las personas que entre junio de 1940 y septiembre de 1945 murieron como consecuencia de su deportación o internamiento en los campos de concentración y de trabajo nazis. La propuesta saldrá adelante porque ningún grupo ha presentado tampoco una enmienda a la totalidad.

La emoción del debate solo se ha roto en algún momento de la intervención del diputado del PP Fernando Sánchez Costa, quien ha aludio constantemente a Santiago Carrillo, Adolfo Suárez y Marcelino Camacho y a sus proclamas a favor de pasar página en pro de la reconciliación nacional.

La última búsqueda de Lorca termina sin resultados

El equipo liderado por el arqueólogo Javier Navarro y el historiador Miguel Caballero detiene la excavación por falta de fondos y sin haber hallado restos humanos

Unos arqueólogos trabajando en noviembre de 2014 en la zona donde, según varios falangistas, fue enterrado el poeta Federico García Lorca, un paraje conocido como Peñón Colorado, en Alfácar (Granada).
Unos arqueólogos trabajando en noviembre de 2014 en la zona donde, según varios falangistas, fue enterrado el poeta Federico García Lorca, un paraje conocido como Peñón Colorado, en Alfácar (Granada). M. Zarza

 

Tras un mes de trabajo en las inmediaciones de Alfacar, el arqueólogo de la Universidad de Zaragoza, Javier Navarro y el historiador, Miguel Caballero, han dado por concluida la tercera búsqueda de la fosa donde sus teorías apuntaban a que se podía encontrar Federico García Lorca. En los terrenos de lo que se conoce como los Llanos de Corbera o el Peñón Colorado tampoco hay rastro de restos humanos. Sí de fosas, pero vacías.

Hace más de 80 años, el 17 de agosto de 1936, el poeta granadino fue asesinado junto al maestro de escuela Dióscoro Galindo y dos banderilleros anarquistas, Juan Arcoya Cabezas y Francisco Galadí. La investigación en los años ochenta de Eduardo Molina Fajardo, basada en testimonios directos del escuadrón de fusilamiento, así como la confirmación años después por parte del general Fernando Nestares, hijo del capitán Nestares, encargado de la zona en plena guerra civil, apuntaban concretamente al lugar donde las máquinas excavadoras han estado apartando tierra en dos ocasiones sin éxito. Se trataba de una teoría que difería de la del hispanista Ian Gibson –que dio lugar a la primera de las excavaciones- en 500 metros.

Esta vez han estado más cerca de alguna evidencia, como que allí hubo disparos al haber hallado restos de balas, pero ningún cuerpo. La falta de medios económicos obliga a la expedición, formada por diversos expertos de varias universidades españolas, a dar por concluidos los trabajos.

Durante la primera fase, aproximadamente 10 días, la pala intervino en la tierra de un campo de fútbol construido años después. Pero al llegar a los pozos donde, según todos los indicios han existido fosas…, nada. “Las sucesivas intervenciones sobre el terreno, el campo de fútbol y un circuito de motocross, han removido mucho previamente el terreno. Los pozos son los que los testigos apuntaban, el resto del camino blanco también, pero no están”, afirma Miguel Caballero.

A partir de ahora, los responsables de la búsqueda creen que debe seguir explorándose terreno, pero ante la falta de resultados, las autoridades locales de Alfacar se inclinan por tapar los agujeros. Los restos de munición, metal y cerámica hallados van a ser examinados en el laboratorio, apunta Caballero. Cualquier pista no debe caer en saco roto.

20-N: muere Franco, pero siguen los asesinatos en las calles

 

Funeral de los cinco obreros asesinados por la Policía en Vitoria.- EFE

Funeral de los cinco obreros asesinados por la Policía en Vitoria.- EFE

SEVILLA.- La Transición no fue una etapa pacífica. También tuvo su lista de asesinados. Hechos paradójicos en una etapa de intento democrático con otros modelos de actuación. El investigador Alfredo Grimaldos apunta en su libro La Sombra de Franco en la Transición (Oberon) que el “el franquismo sin Franco”, arroja un creciente “número de víctimas que se producen a consecuencia de intervenciones desproporcionadas de las Fuerzas de Orden Público contra pacíficos manifestantes o huelguistas y también como resultado de criminales agresiones y atentados de bandas fascistas”. Tiros a bocajarro, a la espalda, al aire… Todo valía para unas autoridades con comportamientos heredados. Comportamientos viciados de una dictadura demasiado extensa en el tiempo.

Grimaldos señala otra característica: la juventud de los represaliados. “Los muertos y heridos en la calle durante la segunda mitad y finales de los 70 tienen alrededor de 20 años. La violencia estatal, parapolicial y ultraderechista de la Transición se ceba con los jóvenes que pelean por la ruptura democrática”.

Si hablamos de heridos de arma, agredidos en interrogatorios, sórdidas palizas en los cuartes de la Guardia Civil u hospitalizados con pronóstico grave, los números se disparan. Mariano Sánchez Soler así lo destaca en su investigación La Transición Sangrienta (Península). Del 20 de noviembre de 1975 hasta el 31 de diciembre de 1983, la Transición española se cobró “más de 2.663 víctimas por violencia política entre muertos y heridos hospitalizados”. De estas, un total de 591 personas perdieron la vida. 188 murieron en actos de violencia política de origen institucional. 1.072 hombres y mujeres fueron víctimas de la brutal represión policial.

Salvo en casos concretos, cuyas muertes han sido recordadas públicamente. El resto ha quedado prácticamente invisible. Los sucesos de Vitoria, en marzo del 76, con un balance de cinco muertos y 150 heridos de bala o el de los abogados laboralistas de Atocha el 24 de enero de 1977 como una auténtica carnicería organizada por funcionarios del Sindicato de Transportes y por militantes de Fuerza Nueva. Sin olvidar el asesinato de la joven estudiante Yolanda González, ocurrido el 2 de febrero de 1980 y perpetrado por ultraderechistas.

Muchos de ellos no llegaron a los medios y sus muertes solo perviven en la memoria de sus familiares y amigos. Público rescata cinco casos de aquella etapa de represión. Cinco biografías. Cinco pequeños héroes. Algunos casos mediatizados. Otros olvidados o casi desconocidos.

Francisco Aznar Clemente. Muerto por disparos en el caso Vitoria. Marzo 1976

Francisco Aznar Clemente

Francisco Aznar Clemente

Salió en todos los medios. El caso de Francisco Aznar Clemente, protagonista de los sucesos de la matanza de Vitoria y panadero de profesión, con tan solo 17 años, no dejó a nadie indiferente. Clemente murió junto a cuatro compañeros a las 17.20 horas del 3 de marzo de 1976 mientras participaba en una asamblea pacífica de trabajadores.

En la iglesia de Francisco de Asís, del barrio obrero de Zaramaga, había una concentración, en la que participaría Francisco. Miles de trabajadores, a las puertas del recinto religioso, se agolpaban para pedir mejores coberturas salariales. Mientras, la Policía comunicaba las acciones que tenía en mente por radio para interrumpir la protesta. Grabaciones que han llegado hasta nuestros días. “Si desalojan por las buenas, vale. Si no, a palo limpio”, se escucharía antes de iniciar la terrible matanza que ordenó gasear la iglesia.

Las bombas de humo fueron el primer aviso de evacuación. Más tarde, llegaron los tiros al aire y la histeria colectiva con más de 150 heridos. Francisco fue uno de los cinco muertos que cayó tiroteado, de forma indiscriminada.

Nunca se reconocieron los hechos por parte del gobierno. La sentencia de un tribunal militar, dictaba que la acción policial hizo uso de la “legítima defensa para responder a la agresión” de los obreros. Se archivó la causa sin pedir culpables y a pesar de la pelea de aquellas familias en reclamar justicia. Hoy los descendientes del caso Vitoria, han acudido a la querella argentina para pedir reparación por los suyos a la Jueza María Servini.

Josu Zabala. Tiro por la espada en Hondarribia. Septiembre 1976

Josu Zabala

Josu Zabala

En aquellos días este joven vasco de 24 años, trabajador de la empresa de Laminaciones de Lesaka se encuentra de vacaciones en las fiestas patronales del Alarde, junto a sus compañeros. Después de pasar una jornada de descanso, Josu decide participar en una manifestación, sin imaginar, en ningún momento, lo que podría esperarle en la protesta a la que iría hasta el barrio de la Marina, en la que vivía desde pequeño.

La tensión era notable. Más creciente con las fiestas locales. La pequeña manifestación fue disuelta, al poco tiempo, con botes de humo y culatazos de la Guardia Civil que controlaba al grupo desde sus coches oficiales. El joven Zabala correría con fuerza para resguardarse del caos cuando, al doblar la esquina de uno de los callejones cayó tras la ráfaga de dos disparos de un Guardia Civil. Testigos de aquellas horas recuerdan como el policía gritó cuando apretaba el gatillo “¡Jódete, cabrón!”.

El cuerpo del joven, ya sin vida, fue trasladado a Donostia. La autopsia determinó la causa del fallecimiento por peritonitis. En ningún informe constan las dos balas que recibió en el tórax por culpa del disparo.

En el lugar de los hechos, los hondarribiarras improvisaron un altar con flores y velas. Además de recoger dinero para su familia. Mientras, los tribunales juzgaban al Guardia civil que le provocó la muerte. El policía fue sentenciado y puesto en libertad un año después con la Ley de Amnistía del 1977.

Francisco Rodríguez Ledesma. Tiro al aire a un albañil en Sevilla. Junio 1977

Francisco Rodríguez

Francisco Rodríguez

56 años y trabajador en la construcción. Francisco Rodríguez Ledesma, vecino de Sevilla y miembro del sindicato de Comisiones Obreras resultó herido por “disparos al aire” el 8 de julio de 1977 por un policía de la Brigada Político Social cuando regresaba hacia su casa, después de trabajo.

En el sevillano polígono de Hytasa, junto al barrio del Cerro del Águila, los trabajadores protestaban por el expediente de regulación de empleo presentado por la empresa textil que da nombre al polígono. Ledesma resultó herido en la puerta de Hytasa por uno de los cinco disparos efectuados por un agente de unos 45 años, con gafas, que bajó de un coche de forma inesperada.

Seis meses después fallecía en el hospital. Cecilio Gordillo, representante del grupo Recuperando la Historia Social de CGT Andalucía recuerda a Público la tremenda injusticia y olvido de este caso, al ser también “víctima de la represión franquista”. El disparo, perpetrado por aquel policía, le penetró por la espalda y le provocó estallido del bazo, dejándolo en un estado casi vegetal. Hasta su muerte el cinco de enero de 1978, Ledesma pasó una lenta agonía. Tuvo que ser sometido a seis intervenciones. Hoy el grupo de memorialista de Gordillo pide que el rincón de aquel disparo sea declarado “Lugar de la Memoria” de Andalucía, sin haber recibido aún respuesta por parte de la Dirección competente de la Junta.

Gladys de Estal. Tiro en la sien “por defender el agua y la libertad”. Junio 1979.

Gladys de Estal

Gladys de Estal

Gladys del Estal tenía 23 años cuando fue abatida como consecuencia del disparo de un Guardia Civil el 3 de junio de 1979. Era estudiante en el País Vasco e hija de exilia-dos en Venezuela. Su participación en la concentración contra el Plan Energético Nacional, mientras solicitaba la paralización de la central nuclear de Lemóniz, era “pacífica”. Miles de personas, la mayoría estudiantes, se encontraban en la marcha.

Sin embargo, aquel acto se convirtió pronto en tragedia cuando los antidisturbios cargaron violentamente contras los asistentes. La Guardia Civil intervino de inmediato acercándose uno de ellos, a Gladys. Según los testigos, el policía, José Martínez Salas le dirigió un comentario obsceno y la joven quiso contestarle. Minutos después recibiría un culatazo del fusil en los riñones. Al intentar levantarse, el agente arroja un disparo a Gladys en la nuca.

Martínez Salas fue condenado por la Audiencia de Pamplona por un delito de imprudencia temeraria a 18 meses de cárcel. El agente nunca entraría en prisión, recibiendo “irónicamente” la Cruz del Mérito Militar por el gobierno de Felipe González en el año 92.

Valentín González. Disparo a bocajarro en Valencia. Junio 1979

Valentín González

Valentín González

Estudiante cenetista valenciano de 20 años. Valentín González muere en una manifestación por un disparo de una bala de goma, lanzada al pecho. La mala suerte hizo que aquel tiro le atravesara el corazón en el acto. Era 25 de junio de 1979 cuando Valentín se encuentra en la manifestación junto a su padre de 48 años, apaleado brutalmente por otro miembro de la Guardia. Ambos se encontraban en una huelga pacífica y legal en el Mercado de Abastos de Valencia, siendo la primera huelga protestataria de la ciudad.

“A cargar, es que no tenéis cojones”, gritaba el jefe de Policía con fuerza. Los testigos directos cuentan que “los trabajadores comenzaron a refugiarse en la caseta que tenían en el mercado”. El objetivo no era solo asustarlos. También cargar contra ellos. Valentín vio en primera persona el sufrimiento de su padre. Le contestaría al agente. “Ya está bien de pegarle”. Sin miramiento alguno, el policía disparó una bala de goma al pecho de Valentín, reventándole el corazón.

Tendido en el suelo, y ya casi sin vida el Guardia le asestó un nuevo golpe con la porra para rematar “la faena”. Del mercado saldría ya muerto, dirección al hospital.
El informe de la muerte de Valentín González tuvo un diagnóstico muy diferente a la realidad, al morir por “parada cardíaca”, según los médicos. Dos días después de su entierro, se produjo una huelga general en la ciudad de Valencia. El llamamiento de los compañeros por la muerte injusta del joven sindicalista reunió a la clase obrera para protestar por el terrible suceso.