Los moros de la ‘cruzada’ de Franco

TOMÁS BÁRBULOEl País – 01/03/2008 

El realizador melillense Driss Deiback reconstruye en el documental Los perdedores la tragedia de los miles de marroquíes que lucharon en la Guerra Civil.

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Cerca de cien mil marroquíes de entre 16 y 50 años lucharon en la Guerra Civil española. Fueron reclutados por el Ejército de Franco en las cabilas del Protectorado del norte y en los miserables poblados de Ifni, y trasladados a la Península en barcos y en aviones alemanes. Durante los tres años que duró la contienda, participaron en todos los frentes de batalla y dejaron un recuerdo terrible de asaltos a sangre y fuego, saqueos (tenían derecho al pillaje), violaciones y matanzas. Tampoco ellos salieron bien librados. A los 20.000 que murieron en combate hay que sumarles los que fallecieron de enfermedades y los mutilados. Cuando terminó la guerra, los que quedaban vivos fueron licenciados y repatriados sin contemplaciones.

Una película documental llega ahora a las pantallas para rescatar su peculiar cruzada, Los perdedores, dirigida por el melillense Driss Deiback, arranca de aquellos sucesos de los años treinta y, a través del testimonio de los supervivientes y del análisis de especialistas como Juan Goytisolo, María Rosa de Madariaga o José María Ridao, trata de vincularlos con el conflicto que enfrenta a la cultura musulmana con las civilizaciones de raíz cristiana.

No-do, el noticiario que el régimen de Franco obligaba a emitir en todos los cines antes de la proyección de las películas, explicaba así el comienzo de esta historia: “Todos los musulmanes de nuestro Protectorado en Marruecos, impregnados del amor y la cultura que en ellos ha sembrado España, acuden en socorro inmediato al escuchar los clarines de la llamada de Occidente. (…) Ni levas ni propaganda. Voluntarios nada más. Por mandato del corazón”.

La realidad fue muy distinta. Los militares facciosos reclutaron a los marroquíes a través de la red de caídes amigos que el Ejército de África había tejido durante los años anteriores. El reclamo era económico: una paga que rondaba las 180 pesetas al mes, con dos meses de anticipo, y cuatro kilos de azúcar, una lata de aceite y tantos panes como hijos tuviera la familia del alistado. Empujadas por el hambre, miles de familias enviaron a sus hijos al matadero.

En el documental son entrevistados varios de aquellos soldados. Uno de ellos se llama Mimou Mohammedi. Convertido en un venerable anciano, resume gráficamente lo que hicieron con ellos: “Nos metieron como a gatos en un saco, nos soltaron en España y nos dijeron: ¡a disparar o a morir!”. Alentados por los oficiales, se aplicaron a la tarea con la misma brutalidad que habían aprendido pocos años antes luchando contra los españoles en las guerras de África: destripamientos, decapitaciones y mutilaciones de orejas, narices y testículos. Los generales aventaban su fama de salvajes. Desde la radio de Sevilla, Queipo de Llano prometía a los “milicianos castrados” que sus mujeres pronto conocerían la virilidad a manos de aquellas tropas.

“¡Volveréis a vuestros pueblos con babuchas de oro!”, les había prometido Franco. Pero cuando terminó la contienda los echó a patadas. Fueron licenciados y repatriados a la fuerza. Cierto que retuvo a unos pocos miles para luchar contra el maquis, pero también a ellos los despidió en los años cincuenta, una vez eliminada la amenaza guerrillera. Sólo conservó al puñado de integrantes de su Guardia Mora, que durante décadas actuaron como vistosa escolta ecuestre en torno al Rolls Royce (regalo de Hitler) en el que el dictador se desplazaba para los actos oficiales.

Las medallas que el Gobierno del caudillo entregó a los soldados marroquíes se oxidaron pronto. Hammou el Houcine, que ahora es ciudadano español y vive en Melilla, enumera sus ocho condecoraciones, entre las que figura la codiciada Laureada de San Fernando. “No recibo por ellas ni un céntimo”, asegura. Su compañero Amar Lazar muestra a la cámara el último recibo que le ha remitido el Ministerio de Hacienda: “Me dicen que todas mis medallas caducaron. Me queda sólo la de sufrimientos por la Patria. Por ella me pagan 5,17 euros al mes”. Más dramática aún es la situación de las viudas y los huérfanos de quienes murieron en la contienda. Jamás han recibido pensión alguna y viven desde entonces en la miseria.

El papel desempeñado por los soldados marroquíes en la Guerra Civil quedó grabado al rojo en el imaginario español. Retratados como salvajes por los republicanos y despreciados como “moros amigos” por los franquistas, la opinión pública no ha logrado desprenderse de los viejos clichés, aun después de treinta años de democracia. Buen ejemplo de ello son los cementerios en donde fueron enterrados sin identificación alguna aquellos soldados y que ahora ni los ayuntamientos ni el Estado reconocen como tales. En las tumbas del de Asturias han brotado árboles que ahora una empresa quiere talar para convertir el lugar en un campo de golf. El de Granada, próximo a la Alhambra, es mantenido, de forma alegal, por los musulmanes de la provincia.

Es evidente que el miedo al moro sigue arraigado en España. Para explicarlo, el escritor Juan Goytisolo se remonta mucho más allá de la Guerra Civil, hasta la confrontación que durante siglos hubo entre Al Andalus y las naciones cristianas emergentes. “Se forjó una imagen terrible del moro. Ríase usted de lo que podían escribir los nazis sobre los judíos. Y la Iglesia fue la gran responsable de todo eso”. Frente a la gran cruz de piedra del Valle de los Caídos, el escritor y periodista José María Ridao sentencia: “El odio al moro es una consecuencia de que la idea de ser español haya sido asociada a la condición de cristiano, y posteriormente a la condición de católico”.

Pero hay una pregunta que el documental de Driss Deiback no formula: ¿existe en Marruecos un sentimiento inverso al odio al moro? El escritor Carlos Lencero vivió durante varios años en el Rif. Su anfitrión era un hombre mayor que había luchado en la guerra de España. Un día, Lencero le hizo notar la aparente contradicción que suponía haberse batido contra Franco en Marruecos para luego ir a pelear junto a él en España. El anciano levantó las cejas con sorpresa: “¿Por qué le extraña?”, dijo. “Nosotros siempre hicimos lo mismo: matar españoles”.

Canción escrita por las presas de la Carcel de Ventas

(Madrid, 1940)

Cárcel de Ventas.
Hotel maravilloso.
Lleno de lujo e higiene.
A todo confort.
Donde no hay.
Ni camas ni comidas.
En los infiernos.
Se está mucho mejor.
Hay cola atroz.
En los retretes.
Vivo cemento dan por pan.
Lentejas único alimento.
Un plato al día te darán.
Lujoso baldosín.
Disfrutas por el colchón.
Al levantarme, tengo deshecho.
Un riñón.
A eso de las siete.
Tocan a diana.
Nos levantamos todas en tropel.
Vienen a darnos.
Las sopas carceleras.
No hay más remedio que comer.
Lentejas por aquí.
Judías por allá.
Y luego un bombardeo.
Que es cosa fatal.
(Generalísimo) piensa.
En las presas.
Que la justicia.
No se haga esperar.
Que la sarna empiece a hacer estragos.
Y es un mal.
(General, general).
A eso de la nueve.
Nos pasmos la lendrera.
Este es un caso difícil de explicar.
Saltan los piojos tan grandes.
Como fieras.
Que hasta en la celda.
Nos hacen patinar.
Hay (fascistonas) y (pajilleras).
Cuánto nos quieren humillar.
Pero tenemos en las venas.
Sangre (rojilla) de verdad.
Tenemos que aplastar.
A Franco el vividor.
Y el pueblo madrileño.
Será (vencedor).
Bravo Negrete.
Los presos te saludan.
Yo sé que tú.
Nos traes la libertad.
Quiero volar contigo.
Para siempre y a los rojos.
Mis hermanos abrazar.
(Generalísimo).
Que tu justicia.
No se haga esperar.
Que ya estamos.
Pagando muy caro.
El delito de ser social.

Fuente: Foro por la Memoria 

Arrestado un coronel por criticar la Ley de la Memoria Histórica en un escrito

El general Blas Piñar arremete contra los mandos del Ejército en una carta

MIGUEL GONZÁLEZ El País – Madrid – 22/02/2008

Genio y figura. Aunque el Ejército ha experimentado una profunda transformación en el último cuarto de siglo, no puede decirse lo mismo de algunos capitanes ultras que protagonizaron graves episodios de indisciplina en la Transición y fueron rehabilitados por el sistema democrático.

El general de brigada Blas Piñar Gutiérrez, hijo del fundador del partido de extrema derecha Fuerza Nueva y firmante en 1981 del Manifiesto de los 100, un panfleto en apoyo a los golpistas del 23-F, ha aprovechado su pase a la reserva, en enero pasado, para remitir una carta a los tenientes generales en activo con duros reproches hacia los mismos y críticas al Gobierno.

El jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, Carlos Villar, del que depende Blas Piñar tras su pase a la reserva, ha abierto ya un expediente disciplinario, que debería saldarse en los próximos días con la imposición de un arresto, ya que éste se negó incluso a retirar la misiva cuando fue requerido para ello.

Quería una brigada

En tono irrespetuoso hacia sus superiores, el general se queja de haber sido marginado por el Gobierno socialista y no haber sido defendido ni escuchado por éstos. Critica, por ejemplo, que no se le diera el mando de una brigada ni la Gran Cruz del Mérito Militar. Lo cierto es que, pese al grave episodio que protagonizó hace 25 años, ha llegado al generalato, lo que no logra la gran mayoría de los coroneles.

Piñar dirigió en septiembre de 2002 la agrupación española en Bosnia-Herzegovina, coincidiendo con la visita del Príncipe de Asturias. En enero de 2004, el Gobierno del PP le ascendió a general de brigada. Hasta enero pasado, ha sido subdirector del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército, en Granada.

Piñar expresó su voluntad de pasar a la reserva si no se le daba el mando de una brigada, pero Defensa le recordó que los generales no pasan a la reserva a voluntad propia, sino por decisión del ministro. Las fuentes consultadas estiman que, a la luz de su actitud, fue un acierto no acceder a sus pretensiones.

El segundo acto de indisciplina conocido ayer lo protagonizó el coronel Lorenzo Fernández Navarro de los Paños y Álvarez de Miranda, quien ha sido destituido como comandante militar de A Coruña y Lugo tras elaborar un escrito plagado de críticas y opiniones personales sobre la Ley de la Memoria Histórica.

Con el pretexto de informar sobre los escudos y símbolos preconstitucionales, el coronel remitió el pasado 8 de enero un escrito a su superior, el jefe de la Subinspección del Ejército con sede en Valladolid, en el que aseguraba que la ley “poco o nada tiene que ver” con el reconocimiento y ampliación de derechos de las víctimas de la Guerra Civil o la dictadura, que es su objetivo oficial. “Tampoco pretende reconciliación alguna, sino la supresión de los símbolos de los malos”, agrega el escrito.

Aunque La Voz de Galicia, que ayer adelantó la noticia, describió el escrito como aséptico, el mismo incluye frases como la siguiente: “La Segunda República no fue otra cosa que un golpe de Estado civil y cualquier vestigio de su legalidad desapareció el 11 de mayo, antes de haber transcurrido un mes de su proclamación”, en referencia a la quema de iglesias y conventos

El militar sugiere incluso incumplir la ley, al señalar que, “en el ejercicio de sus funciones y utilizando cuantas posibilidades deje la misma, los oficiales deben procurar la permanencia de los símbolos que forman parte auténtica de la memoria histórica y son matriz del actual ordenamiento constitucional”.

Hernández, que pasa a la reserva en julio, ha sido castigado con un mes de arresto, aunque la sanción podría elevarse a dos meses si se concluye que ha cometido una falta grave.

Escrito sobre la Ley de la Memoria Histórica

– “La ley poco o nada tiene que ver con el reconocimiento o ampliación de derechos […] Tampoco pretende reconciliación alguna, sino la supresión de los símbolos de

los malos […] La Segunda República no fue otra cosa que un golpe de Estado civil, cualquier vestigio de su legalidad desapareció el 11 de mayo de 1931 […] En el ejercicio de sus funciones y utilizando cuantas posibilidades deje la misma, los oficiales [del Ejército] deben procurar la permanencia de los símbolos que forman parte auténtica de la memoria histórica y son matriz del actual ordenamiento constitucional”.

Firmado: Coronel Lorenzo Fernández Navarro de los Paños y Álvarez de Miranda. Comandante Militar de La Coruña y Lugo. 8 de enero de 2008.

Almodóvar rodará la vida de Marcos Ana

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El director manchego adquiere los derechos de la biografía del poeta comunista

JOSEBA ELOLA El País – Madrid – 17/02/2008

Hace algo más de cuatro meses, el domingo 30 de septiembre, Pedro Almodóvar se enamoró de una historia. Fue un fogonazo que le asaltó al leer las páginas de este periódico.

Aparecía publicado en el suplemento Domingo un avance de las memorias de Marcos Ana, poeta que se convirtió en voz de los presos de la era franquista. Relataba su salida de prisión tras 23 años entre rejas: la luz cegadora, los mareos al circular en coche, el incómodo reencuentro con la libertad y el vértigo ante su primera experiencia amorosa, a los 41 años. Ese hombre temeroso que nunca había estado con una mujer, sus titubeos, esa prostituta que se enternece con su historia y no quiere cobrarle, ese paseo de madrugada por la Gran Vía y esa noche inolvidable se convirtieron rápidamente en celuloide en la cabeza del cineasta manchego. Al día siguiente, el mismo lunes por la mañana, Almodóvar pedía que le enviaran el libro. A los cuatro días decidía que quería conocer a Ana y hacer la película. La semana pasada cerró el acuerdo para hacerse con los derechos.

Subiendo las escaleras camino de su piso, Marcos Ana se queja de la rodilla, pero sube como un tiro: “No tengo tiempo para estar enfermo, por eso estoy así a los 88 años”, dice. Desde luego, aparenta 65. Una foto del Che Guevara preside su librería. Con un puñado de cuadernos de poemas entre las manos, cuenta que su relación con el director manchego puede ser el inicio de una gran amistad, “como en el final de Casablanca”. Ana -nacido Fernando Macarro Castillo, adoptó los nombres de su padre y su madre para firmar- ingresó en prisión a los 19 años y sobrevivió a abominables torturas y a dos condenas de muerte. En el año 1954, encerrado en una celda de castigo, empezó a escribir poemas apoyándose del revés del plato que le daban para comer. A la luz de un minúsculo candil, hecho con un tintero, alcohol y mecha, compuso versos que pronto trascendieron los muros de prisión y empezaron a ser publicados por comités de solidaridad en el exilio. Los compañeros presos que salían en libertad los memorizaban para poder dictarlos a su salida. Se convirtió así en una voz intramuros de la España perseguida.

Escribir sus memorias era una de sus asignaturas pendientes. Ya en una madrugada de 1963, apenas dos años después de salir de prisión, su amigo Pablo Neruda le abroncó tras una larga noche en que Ana le contó su vida: “¡Somos unos insensatos, las palabras se las lleva el viento, si hubiéramos tenido un magnetofón ya tenías escrito el libro!”, exclamó el poeta chileno. Ana, humilde hasta decir basta, nunca osó negociar la publicación de sus poemas: “La poesía era un arma más para luchar por las libertades, no sé si mis versos son buenos o malos, sólo sé que fueron necesarios”, dice con la lucidez de un hombre que sigue viviendo a contrarreloj, ganándole tiempo al tiempo, intentando recortar el efecto de 23 años entre rejas. Hace tres años, las presiones de sus amigos le llevaron a ponerse a escribir por fin sus memorias, Decidme cómo es un árbol (Editorial Umbriel-Tabla Rasa), el material en el que se basará Almodóvar, que hará dos películas antes de ésta (en mayo empieza a rodar Los abrazos rotos).

Gran amigo de Rafael Alberti, Ana es un comunista convencido: “Lo único que puede compensarme a mí es el triunfo de mis ideales”, dice con voz cadenciosa, profundo. “Solidaridad es hoy la palabra más hermosa y más necesaria. Este mundo es muy injusto y eso tiene que explotar. Muchos jóvenes saben que otro mundo es posible”.

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Un hombre bueno

PEDRO ALMODÓVAREl País – 17/02/2008

El superviviente Marcos Ana representa el mejor modelo de reconciliación, una asignatura que cada década parece más pendiente en nuestro país.

Marcos ha sobrevivido a varias penas de muerte, a muchas jornadas de tortura en las que le dejaban por imposible, convertido en un amasijo de carne, a la durísima vida carcelaria, en condiciones dantescas, expuesto a todas las enfermedades del cuerpo y de la mente. Pero especialmente, Marcos Ana ha sobrevivido con una limpieza impresionante al odio. Él es lo contrario al discurso de las “heridas abiertas”, las suyas, profundas y persistentes (22 años, desde el año 39 al 61, arrastrándose por distintas cárceles franquistas, dan para muchas y variadas heridas) como decía, sus heridas las cerraron sus propias ganas de vivir y de convivir. Su pasión por la vida, y por la vida de los otros.

Es emocionante, cuando en el libro decide no dar el nombre de un compañero que le denunció (aunque a causa de esta denuncia le cogieron y le condenaron a muerte), no le nombra pensando que el traidor tendrá en la actualidad, hijos, sobrinos y nietos, que no son responsables de su traición y que ahora se sentirían avergonzados.

Marcos Ana es un modelo de víctima, en estos años en que las víctimas salen a las calles (todo su derecho) a gritar su dolor (nada más humano) pero que en ocasiones desafinan de un modo estridente. Marcos es una víctima que no pide venganza. Pide que el horror que el pueblo español vivió durante y después de la guerra no se vuelva a repetir

Es muy importante, y ya sé que es un tema delicado (todo mi respeto y solidaridad a las víctimas de todo tipo de violencia), es esencial que las víctimas no sean un impedimento para la reconciliación.

Marcos Ana representa todo esto. Y por ello le admiro, le quiero, y porque en el trato personal es lo más parecido a un ángel. No he conocido a nadie tan bueno. Por eso me gustaría hacer una película sobre su vida. No existen tantos hombres buenos sobre los que hacer películas, en mi cine, desde luego, brillan por su ausencia. Pero naturalmente no es por su bonhomía, por rara que sea esta cualidad, por lo que quiero hacer la película.

Su libro de memorias Decidme cómo es un árbol contiene en todos sus capítulos material cinematográfico de primer orden. Da para varias películas, muy distintas y de diversos géneros.

La que a mí me interesa, la que espero abordar dentro de dos o tres años, una vez que termine las dos películas que tengo entre manos, empezaría con Marcos Ana saliendo de la cárcel en el año 61. Según él mismo confiesa era un niño de 42 años que se da de bruces con la libertad, en el Madrid de principio de los 60. La experiencia física fue durísima, sus sentidos no están acostumbrados a los espacios abiertos y extensos, ni a la luz, montar en un vehículo le provocaba vómitos. Tampoco está acostumbrado a la presencia de las mujeres jóvenes. Le atraen enormemente pero reacciona como un niño.

Hay imágenes muy plásticas en el libro cuando describe su fascinación por el sexo opuesto. Cuando ve una mujer, la sigue a escondidas hasta que desaparece en la boca del metro, o tras la puerta de su casa.

Una de las primeras noches en libertad encuentra a un antiguo compañero, que le lleva a un cabaret. Poco después le deja solo, con una de las prostitutas a la cual le ha pagado para que le atienda toda la noche. Esa primera noche con una mujer es lo que quiero contar. A lo largo de esa noche aparecerá todo su pasado, y el pasado de la prostituta a la que no me queda más remedio que relacionar con alguno de sus compañeros de prisión para cerrar la historia…

Juntos recorrerán el Madrid nocturno de la época, intercambiando soledades. Es la historia del primer amor de Marcos Ana, una prostituta que al final de la noche no le cobró, porque noches como aquella no tienen precio.

Pujol habla de tortura

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“Llegó a mis oídos que Franco pensaba realizar ese mismo año (1960) una larga visita a Barcelona. (…) Teníamos que boicotear la visita. (…) Redacté un texto largo, con mucha letra. “La falta de libertad es absoluta. Y sólo se ve atenuada por el estado de corrupción en el que vivimos. El general Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha escogido como instrumento de Gobierno la corrupción”. (…) Alcanzamos el objetivo de echar a perder la visita de Franco.

(…) La noche del sábado tenía un acto en Manresa. Creo que por motivos relacionados con las noticias que llegaban de Barcelona, el encuentro se suspendió y me fui a dormir temprano. A la una y media de la madrugada vinieron y se me llevaron. Cuando llegué a la jefatura de Via Laietana, los policías me dijeron: “Ya nos damos cuenta de que usted no es un hombre experto. Aquí ha venido gente muy entrenada, muy experimentada, y todos han acabado diciéndonos lo que tenían que decirnos. De manera que no quiera hacerse el gallito”. (…)

He tenido mucho cuidado al utilizar la palabra “tortura”. Cuando pienso que hay gente que ha muerto a manos de sicarios muy entrenados en la práctica de hacer sufrir, personas que han saltado por la ventana porque no han podido más, o a las que han tirado, a mí me da vergüenza calificar de tortura lo que sufrí esa noche. Pero, ¿qué fue si no? ¿Maltrato? ¿Tengo que decir que fui víctima de maltratos? La palabra resulta insuficiente. La realmente adecuada es “tortura”. Me dieron una paliza muy fuerte y muy profesional. Bofetadas en la cara, una detrás de otra. Puñetazos en lugares estratégicos para no dejar marcas. Sólo una vez a uno de los agentes se le fue la mano y me partió la ceja. Un compañero le dijo que fuera con cuidado. Golpes con una porra en el culo y en las partes blandas del cuerpo. Golpes continuados con un palo en las plantas de los pies. Golpes en los empeines, calculados para no romper huesos. Hicieron que me pusiera en cuclillas con las manos esposadas por debajo de las piernas. En esta posición, que se conoce con el nombre de “cigüeña”, me pegaban y hacían que me cayera al suelo. (…) Todo de noche y en un subterráneo, sabiendo que es inútil gritar porque no te oirá nadie. (…) Aquellos hombres tenían las de ganar. (…)Di el nombre de Francesc Pizón, el impresor.

Consejo de guerra sumarísimo. (…) Tres años para Francesc Pizón y siete para mí. (…) La sentencia fue ratificada y al cabo de unos días nos destinaron a la cárcel de Torrero, en Zaragoza. (…)Me soltaron el 22 de noviembre de 1962. Pizón había quedado libre un año antes. (…) La prisión me afectó negativamente. Antes de entrar era una persona más dúctil, de carácter más abierto, más alegre, más franco. Nunca me he recuperado completamente.

Memorias (1930-1980) Historia de una convicción. Jordi Pujol, con la colaboración de Manuel Cuyàs. Ediciones Destino.

[El País, 03/02/2008]

Un finlandés en la Guerra Civil

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Jules Päiviö

En el último número de la revista Voima hay un artículo sobre Jules Päiviö, un canadiense de origen finlandés que se fue a la guerra de España a los 22 años. El artículo incluye también un poema escrito por el padre de Jules, Aku Päiviö, sobre el momento en que su hijo le comunicó su decisión de irse para luchar en las filas republicanas:

“(…) Salud!
ja kunnialaukaus kolme kertaa!

Lyökää alas fasismi,
tuo kansojen painajainen,
tuo omiensa kiduttaja ja vierasten teurastaja,
tuo sodan lietsoja, kauhun kylväjä,
tuo vimmattu uhmailija ja uhkailija,
tuo päästä kantapäähän asti aseistuva,
imeväisten elämänkin siihen uhraava,
maailmanherruuden unelmista juopunut
hyökkäyshimoinen veripeto.
Verta se tahtoo,
vereen se hukkukoon!

Lyökää se alas,
että Espanjan kansa, ja muut,
kansa tulinen ja urhoollinen,
kansa orjuutettu ja riistetty,
kauan herrojensa kuormaa kantanut
saapi kerrankin vapaana hengittää,
vapaana aurinkoista maatansa astua,
vapaana viinitarhojansa viljellä,
vapaana kotinsa kohottaa,
vapaana, koko kuohuvan energiansa voimalla,
rakentaa uuden, onnellisen yhteiskunnan.

SALUD!
Ja kunnialaukaus kolme kertaa.”

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Aku Päiviö