Diario de aprendizaje IV (Ruska)

Llegada para mí la hora del olvido y Buen viaje excelencia

La novela “Llegada para mí la hora del olvido” de Tomás Val y la película “Buen viaje excelencia” me hicieron gracia. En las dos se describe al dictador Francisco Franco, quién fue probablemente la persona más temida de la historia de España, como una persona vieja, estupida, medio loca, tonta, etc. Se nota que obviamente después de tantos años bajo la rígida dictadura de Franco, se quiere hacer venganza de una persona que destruyó la vida de tanta gente inocente matando y torturando. Tanto en la novela como en la película hay un sabor fuerte a ironía. Franco ya es viejo y lo único que tiene en la mente son las pesadillas de las cosas malas que hizo durante la vida y el temor a la muerte. Es como cualquier anciano que sufre de la dementía y piensa si lo que hizo durante la vida sirvió para algo o no. Yo pienso que en la novela el personaje es más triste que en la película, porque en la novela está deprimido y aunque aún se cree divino, piensa en las cosas tristes, como en la muerte de su hijo recién nacido y la muerte de su padre con quien nunca tuvo una relación buena. También se siente muy solo y piensa que probablemente nunca amó de verdad a su esposa, Carmen Polo, y que ella tampoco le amó de verdad a él, sino solo se casó con él porque supo que iba a ser famoso en la vida y quiso conseguir fama através del matrimonio. En un punto del libro Franco (=Paco) hasta deja a su esposa y se va de la ciudad sin decir nada a Carmen, porque ya está harto de gobernar y de la gente que le rodea, que sólo está esperando su muerte. Trabaja por un tiempo de acomodador en un cine hasta que vuelve a su casa (surrealismo). Pienso que cuando uno lee la novela puede hasta sentir pena por el “monstruo”, por el horrible dictador fascista, que pienso, que casi todo el mundo debe odiar por los hechos sadistas que hizo, o que mejor dicho, mandó hacer. Aunque no podamos entender cómo pudo alguien hacer algo tan cruel a otras personas, aún podemos sentir pena por el pobre viejo que se siente solo y piensa que nadie le ama de verdad.
La película fue mucho más divertida en mi opinión, porque en ella los personajes son todos muy irónicos y un poco divertidos. Carmen Polo es una señora envejezida con una voz vaga e irritante, y no entiende nada de la enfermedad de Franco, porque aunque está muy mal, no lo llevan al hospital, sólo por el hecho de que no quiere, bueno, también porque no quieren que la gente se entere del mal estado en que está. Intentan disimular todo el tiempo que Franco está en perfecta condición, aunque de verdad está ya muy cerca de la muerte. Todo se hace según Franco quiere, aunque sea la cosa más ridícula (por ejemplo si él no tiene hambre, los demás no pueden comer tampoco). Pero de todas formas através de la ironía podemos imaginar como fue la realidad durante la etapa del franquismo. Que todo se rodeaba entorno a él y ninguna decisión se hacía sin él. Pero ya cuando las personas importantes que vivían con Franco notaban que no estaba bien, empezaban a robar y hacer otras cosas por el estilo detrás de su espalda. Pero esto no nos sorprende nada, porque cómo podía alguien considerarlo una persona fuerte y jefe del estado, si pescaba dentro de su casa y estaba ya loco y veía esas visiones tan extrañas en las que aún pensaba vivir en el pasado. Franco ya no era tanto una amenaza para ellos como antes, aunque aún no se atrevían a mostrarlo a él.
No sé si éticamente sea muy bueno hacer comedia con un personaje que fue la pesadilla para casi todo el país de España, pero alomejor ha pasado bastante tiempo para que la gente pueda ya reír de ello. Pero de todas formas, no creo que la gente que sufrío a causa de Franco le haga mucha gracia la película o la novela, porque como ya sabemos tratan del dictador que fusiló sistemáticamente una cantidad incalculable de gente.

2 thoughts on “Diario de aprendizaje IV (Ruska)”

  1. Muchas gracias por tu diario, Ruska. En tu texto hay algunas observaciones que me parecen muy interesantes, por ejemplo, la cuestión ética. Como dices, el franquismo fue una época que causó sufrimiento para una gran parte de la población española y, por lo tanto, creo que es importante prestar atención a las implicaciones éticas que conllevan las representaciones del periodo.

    Tanto el autor de la novela como el de la película eligen un acercamiento cómico a la figura de Franco y, como indicas en tu diario, ambos lo retratan con una gran dosis de ironía y un toque de surrealismo. Sin embargo, no se trata de un tipo de comedia inocente que sólo pretende hacer reir, sino que el humor funciona en las dos obras como un arma de doble filo, que a la vez hiere y entretiene. Tu utilizas la palabra “venganza”, pero a mí no me parece la más adecuada. Franco está muerto y enterrado y ya no se le puede hacer daño; por lo tanto, la venganza no tiene sentido. En mi opinión, lo que las dos obras procuran hacer es más bien desmitificar al Generalísimo y convertirlo en un personaje de farsa para que el lector se ría un poco a su costa. El humor y la ironía sirven, de este modo, como armas (pacíficas) para bajar el Caudillo de su pedestal y para liberarse del lastre de un pasado aborrecido.

    En tu diario, observas que tanto la película como la novela nos hacen sentir pena por el “monstruo”, pero que es en la novela en la que el personaje de Franco resulta más triste. Puede ser, aunque la escena de la película en que Franco deambula por el pueblo abandonado imaginando cientos de personas vitoreándolo también resulta bastante desgarrador. El propio autor Tomás Val destaca en una entrevista (http://www.elmundo.es/1997/11/20/cultura/20N0108.html) que el Franco de su novela es un Franco literario, y no político, y por lo tanto,

    imposible, mucho más humano, incluso tierno; de haber sido así el real mucho mejor nos habría ido.

    A pesar de esta “humanización del monstruo”, me parece que la novela es también más crítica con la dictadura que la película: el Franco de Llegada para mí la hora del olvido puede ser una figura triste, pero la novela nunca permite al lector olvidar las atrocidades cometidas por él.

    Cuando reflexionas sobre la ética del hecho de representar a Franco como una figura cómica, haces referencia a las personas que sufrieron durante el franquismo. Desde luego, no hay que hacer caso omiso de la sensibilidad de las víctimas del régimen, pero sin embargo creo que cada vez será más importante tener en cuenta a las nuevas generaciones, ya que éstas no vivieron el franquismo y sus conocimientos sobre la época en cuestión suelen ser escasos. Parafraseando a Isaac Rosa, as novelas y las películas constituyen a veces la única fuente de información sobre el franquismo para los jóvenes y, por lo tanto, las políticas de la representación importan: no es lo mismo “recordar” a Franco como un viejo chocho que pesacaba desde su ventana que imaginarlo como un dictador que asesinó sin remordimientos a miles y miles de ciudadanos.

    Como aclaración final quiero decir que, aunque pueda parecerlo, mi intención NO es promover un arte didáctico cuya única función consiste en promulgar una cierta concepción del pasado, sino que simplemente quiero destacar que las obras de arte (al igual que las novelas y las películas de entretenimiento) nunca son objetos neutros, libres de ideología.

  2. Añado unas citas sobre la figura del dictador sacadas del libro Franco y yo. ¡Buen viaje, Excelencia! (Madrid, Espasa Calpe, 2003) escrito por Albert Boadella, director de la película, porque tienen que ver con los temas que dicutes en tu diario:

    Si el público se identificaba con el Franco que iba a presentar, a mí me parecía una contradicción formidable. Conseguir que los antifranquistas sintieran en algún momento piedad ante un peligroso anciano que jamás había mostrado un solo gesto de misericordia atenuaba los posibles excesos de maniqueismo que tan fácilmente se cuelan cuando se retrata a un ruin y que siempre acaban relegando al personaje a una caricatura de la maldad. (57)

    (…) empezaba a notar que el espectador podía sentir, al margen de la repugnancia por el historial del personaje, una cierta conmiseración hacia aquel anciano enfermo y desvalido. Si ello ocurría ligeramente, ya entraba en mis planes de colocar al espectador más allá de una actitud primaria o revanchista. Pero en el caso de que el impulso misericordioso no estuviera bajo control, me arriesgaba a construir un auténtico bumerang, con el consiguiente cabreo de mi cliente (el productor) por haber financiado una apología más de Franco. (89)

    El director añade que, para contrarrestar los efectos de la potencialmente excesiva conmiseración, decidió insertar en la película también imágenes de tortura, fusilamientos, etc.

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