En este curso, que en principio me interesaba por el tema y la literatura, estoy aprendiendo mucha historia. Mi conocimiento de la Guerra civil española hasta hace unos diez años era sobre todo culturo-mítico-emocional. Sobre todo se trataba de representaciones: canciones, posters, películas, algunos libros, los relatos de conocidos de mis padres. Crecí con “Morir en Madrid” y las canciones republicanas, con una serigrafía de “Guernica”, escuchando historias de exiliados y brigadistas, leyendo a Rafael Alberti o a León Felipe. Y con una frase de la Pasionaria en un pequeño cuadro colgado en la pared: “Más vale morir de pie que vivir de rodillas”. Pero sin tener una visión general y amplia de la guerra civil ni del franquismo. Un día, leyendo “Por quién doblan las campanas” pensé que debería saber un poco más sobre esa época. Leí algunos libros, articulos, de vez en cuando encontraba algo interesante en internet y le seguía el rastro. Pero no había sistematizado mis conocimientos. De ahí el gran interés con que seguí las tres primeras clases del curso donde aprendimos las circunstancias históricas, los hechos más importantes de la guerra civil y sus consecuencias, y las distintas etapas del franquismo. Hasta ahora no había tenido la oportunidad de ver la propaganda franquista. Como la republicana, la de la resistencia francesa, la nazi o la soviética, la franquista es hija de la época y responde a arquetipos, estereotipos y clichés. Las representaciones de un hecho (o de un mito ) nos forman tanto como el hecho mismo. Y tanto los republicanos como los rebeldes han utilizado la propaganda en una forma muy directa y apelando a los sentimientos patrióticos más básicos, mostrando quién es el enemigo, con quién hay que solidarizarse.
Los artículos leídos (Jackson, Casanova, Pradera, Cercas, Preston, etc) y el material de clase me han permitido acceder a datos que desconocía totalmente, como la cantidad de ayuda que recibieron en soldados, armas o materiales republicanos y franquistas. También ponerle fecha aproximada a algunos hechos como la huelga de mineros de Asturias o la batalla de Madrid ha sido importante para mí. Aprender datos sobre la situación de la mujer en España durante la dictadura de Franco ha sido casi chocante al conocer, o por lo menos tratar de entender el alcance del nacional-catolicismo en esferas de la vida privada que desconocía.
Lo que no deja de sorprenderme es cómo la guerra duró tres años. Cuanto más leo, mi impresión es que la lucha republicana frente a los alzados nació muerta. Me emociona esa lucha sin héroes, o con anti-héroes del pueblo republicano, con tan pocas posibilidades militares frente a los ejércitos organizados con los que se enfrentó. No deja de entristecerme, aún hoy la injusticia de ver un régimen elegido democráticamente derrocado por una dictadura militar. No fue la primera, ni fue la última. América Latina aprendió muchas lecciones de dictadores europeos. Pero es una de las que más duelen.
Como en cualquier país luego de catástrofes humanas, faltan muchos, de ambos lados, pero de uno faltan muchos más, muchos más sufrieron juicios sumarios, humillaciones, cárcel, escarnio, muerte. El verdugo no fue sólo el que ordenaba o el que obedecía órdenes, el verdugo fue también el silencio.
¿Y hoy? a casi setenta años del comienzo del oscurantismo franquista, a más de treinta de la muerte de su instigador y creador, todavía no se ha recuperado la memoria histórica “aparcada” según Cercas durante la Transición. La pregunta subyacente, en artículos sobre la muerte de Franco o cada vez que se abren fosas comunes resultados de los “paseos”, es ¿por qué? o ¿para qué? o ¿de qué sirve recordar, homenajear, restituir honores, poner nombres en lápidas que no existían? Alguien dijo que no se puede construir sobre los muertos. Los que no quieren recordar dicen que todo eso pasó hace demasiado tiempo. Sólo hace treinta y siete años que murió Franco. El ejercicio de la memoria activa, de la recuperación de la memoria histórica quizás no sirva para no repetir errores, pero quizás sirva para construir un país de paz. Países como Chile, Uruguay o Argentina, están en el doloroso y accidentado proceso de la recuperación de la memoria histórica, abriendo fosas conocidas sólo por los represores de las dictaduras de los años ´70, creando museos donde hubo centros de tortura, recuperando niños robados. Sólo hace un poco más de treinta años que sucedió. Pero si en esos países no es fácil construir un futuro, menos lo será sin la transparencia, sin revisar leyes de “obediencia debida” o indultos indebidos. Sin devolver la dignidad a sus muertos.
Muchas gracias por tu diario, Ruth. Me gusta que en tu diario, partiendo de tus experiencias personales, llegas sin embargo a unas reflexiones generales sobre el papel de las representaciones, la guerra y las huellas de las dictaduras. También las comparaciones entre España y América Latina me resultan muy interesantes.
Por si queréis leer más sobre la herencia de las dictaduras tanto en España como en América Latina, os recomiendo el siguiente libro:
A. Barahona de Brito, P. Aguilar Fernández y C. González Enríquez (eds.), Las políticas hacia el pasado. Juicios, depuraciones, perdón y olvido en las nuevas democracias. Madrid, Istmo, 2002.
En él, hay un artículo de Paloma Aguilar Fernández titulado “Justicia, política y memoria: los legados del franquismo en la Transición española”, que tengo fotocopiado y os puedo dejar si os interesa.
Un detalle que me ha llamado la atención en tu diario es la repetición de la palabra “mito”, ya que los estudiosos de la literatura española han hablado mucho de la tendencia a la mitificación en la novela actual sobre la guerra civil. Aquí una selección de citas, ¿os parece que tienen razón?
Según Santos Sanz Villanueva (“Una realidad en la última novela española”. Ínsula, 512-513, 1989, pp. 3-4), la guerra
José Carlos Mainer (“Para un mapa de lecturas de la guerra civil”. Letra Internacional, 89, 2005, pp. 22-30) observa que, después de 1982,
Gregorio Morales Villena (“Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina: La Guerra Civil como mitología”. Ínsula, 474, 1986, pp. 14-15) expresa más o menos lo mismo, pero en términos más poéticos:
Hay una frase en tu diario que me ha gustado especialmente: “Las representaciones de un hecho (o de un mito) nos forman tanto como el hecho mismo.” Es lo que yo creo también. Sin embargo, quiero destacar que cuando hablo de representaciones en la clase, no me refiero sólo a las representaciones artísticas (novelas, películas, cómics, pósters, obras de arte) sino que, en mi opinión, los libros de historia son igualmente representaciones del pasado. Sobre este tema, podéis ver también mi comentario al diario de Hanna.
Sólo un comentario más sobre la duración de la guerra. Sí, conociendo los antecedentes y el desequilibrio en cuanto a la formación militar, el armamento y la ayuda externa entre los dos bandos, la duración de la guerra resulta sorprendente. Pero hay que recordar que, al principio de todo, la determinación del pueblo a la hora de luchar contra el golpe de Estado sorprendió también a los propios sublevados. Y más adelante, creo que un factor importante fue el cambio de estrategia de parte de Franco; el golpe de Estado inicial se se convirtió con el tiempo en una guerra de aniquilación, de exterminio.
Estas son los comentarios que yo quería hacer, espero que los demás quieran comentar algo también.