Diario de aprendizaje II (Eriikka)

En el primer diario de aprendizaje hablé de la Ley de memoria histórica. Como el tema me interesa, seguiré con la memoria histórica pero esta vez desde el punto de vista de la literatura que hemos visto en clase. Para mí, lo esencial no es estudiar hasta qué punto los acontecimientos de una obra literaria, o digamos en un sentido más amplio, las representaciones de hechos históricos de una obra correspondan o no con la realidad. En primer lugar, hacer eso implicaría tener que acudir a otras fuentes que no dejan de ser ellas también reconstrucciones textuales, representaciones del pasado. En segundo lugar, la ficción como forma de narrativa carece de las mismas exigencias de veracidad y objetividad que tiene la propia historiografía, aún cuando se traten de géneros de literatura que toman la historia como su punto de referencia o como su material. Es decir, el grado de veracidad de las novelas, en mi opinión, carece de interés ya que deberíamos ser capaces de separar lo que es una historia de lo que es Historia. (Dicho sea de paso, el portugués permite la deliciosa diferenciación entre história y estória. Desconozco si en español hay manera parecida para recalcar esta diferencia.) Ahora, el caso de la relación de literatura y memoria histórica ya es más complejo, y volveré a tratar el tema más adelante. Pero en otras palabras, lo interesante no es verificar hasta qué punto una obra como Luna de lobos, o La voz dormida ofrece una mirada imparcial o no, o hasta qué punto hace justicia a todos los partidarios de un cierto conflicto, y tampoco es algo que proponen hacer. En cambio, resulta interesante ver qué tipo de representación nos ofrece la obra (aspecto este que no trataré ahora con mucha profundidad, ya que ha sido tratado extensivamente en la clase y en los trabajos citados en la bibliografía del curso, tales como Arroyo Rodríguez (2004) en el caso de Luna de lobos) y cómo se sitúa dentro del paradigma de todas las representaciones ya existentes, cuáles son los posibles vacíos, dónde está la novedad.

Así por ejemplo Luna de lobos (1985) gana importancia como obra por marcar un cambio en la representación de los maquis en España. Según Izquierdo, “[d]e 1954 a 1975 se publicaron ocho novelas […] basadas en el discurso oficial del franquismo convirtiendo a los guerrilleros en delincuentes comunes deshumanizándoles y eliminando toda posible conexión entre sus actividades y la lucha política antifranquista”. (Izquierdo 2004:6) La visión opuesta, pero igual de maniqueísta, pintaba el maquis como el buen revolucionario, concepto parecido al de “buen salvaje”. Es en contraste a estas representaciones que debemos situar a la obra de Llamazares. Lo que podríamos preguntar es si el aparecimiento de tal cambio en el paradigma de las representaciones es resultado de un cambio más profundo en la sociedad que a su vez permite la representación literaria desde un punto de vista nuevo, o si más bien, obras como Luna de lobos hacen posible una paulatina popularización de nuevas representaciones hasta llegar a formar memoria colectiva. Quizá las dos interpretaciones son válidas y complementarias. En la clase hemos constatado que la publicación de la obra en 1985 puede ser vista como un acto político y que para gran parte de la población ofrecía el primer contacto con la realidad de los guerrilleros. Pero por otro lado, el propio Llamazares había escuchado historias sobre “los del monte” en su infancia y más tarde había entrevistado a antiguos guerrilleros a la hora de buscar documentación para su obra. Esto implica que entre las historias que la gente contaba en los pueblos, es decir entre la memoria popular, corrían también otro tipo de representaciones que se diferenciaban de las representaciones públicas. Talvez seria más preciso decir, por lo tanto, que Luna de lobos ofrecía para muchos el primer contacto escrito, la primera representación pública y de alguna manera “oficial” (al ser integrada al canon literario) de algo que hasta entonces algunos sólo habían conocido sólo de forma oral. Caso comparable, la importancia de La voz dormida (2002) cae en ofrecer una representación del papel de las mujeres en la resistencia antifranquista en los años posteriores a la Guerra Civil española, algo que las novelas anteriores habían dejado al margen.

Por otro lado, Izquierdo, entre otros, habla de “la necesidad de la sociedad española de conocer una parte de la historia de España silenciada por el bando de los vencedores y en ese sentido reivindicar la memoria civil de los últimos setenta años” (Izquierdo 2004: 3) Palabras éstas que hacen eco a tantas otras que hemos leído en este curso, parecen haberse transformado ya en un tipo de imperativo de la época actual. Independientemente de si se trata de una “necesidad de la sociedad” (como si la sociedad tuviera necesidades) o si simplemente es resultado natural de una retrospección que surge, en ciertos círculos, de un cambio generacional y político en la sociedad española, la publicación de una novela sobre un “tema silenciado” parece ofrecer un catalizador para un diálogo más abierto sobre las distintas memorias, primero de parte de los medios de comunicación y posiblemente luego de parte del público de lectores. Es de destacar que en este sentido la influencia de la obra no acaba en la lectura de la obra, sino que se extiende más allá – también personas que no leerán la obra podrán tener acceso a las nuevas representaciones a través de los diferentes metatextos sobre la obra y toda la discusión pública que resucita. La propia Dulce Chacón constata en una entrevista (Domínguez 2003): “Hay que establecer una conversación, no una discusión para recuperar la memoria de aquellos que no han tenido el derecho de expresar sus propios recuerdos y, de este modo, recuperar la memoria histórica.” Esto no implica que todos tendrían que leer su obra, pero su obra sirve para establecer esta “conversación”.

Entonces, ¿si obras como Luna de lobos y La voz dormida son esencialmente vistas como obras con una necesidad o función social, será que esto las convierte en algo parecido a la novela social? Quizá sería más conveniente aproximar estas novelas como lugares de memoria, lieux de mémoire (Nora 1989) como lo hace Martín Galvan (2006:28). Martín Galvan no estudia el caso de Luna de Lobos pero como nota también Izquierdo (2002:110), la obra de Llamazares, asimismo, plantea en varias ocasiones la temática de la memoria. Estas obras, a pesar de basarse en estudios y documentación previos, no pretenden ser historiografía, ni educar a la gente, sino restituir memoria. Asunto aparte, para muchos lectores pueden ser el único referente a los hechos históricos de la época y por lo tanto, acaban también popularizando la historia, es decir, acaban “educando” al lector. Dije anteriormente que la ficción carece de la exigencia de veracidad. Sin embargo, como hemos visto, se habla mucho de la “recuperación de la memoria histórica” en relación a novelas como las que hemos tratado hasta ahora en este curso. Aquí parecería haber una contradicción, pero de hecho, estamos frente a un fenómeno bastante común. En realidad, lo que es memoria histórica de un grupo colectivo, está muchas veces basada en las representaciones con una divulgación colectiva considerable, tradicionalmente obras literarias y cinematográficas, que narran episodios de una cierta época. En Finlandia, por ejemplo, obras como Täällä pohjantähden alla (1959-62), Tuntematon sotilas (1954), o Punainen viiva (1909), para nombrar algunos ejemplos, han contribuido a la memoria histórica (de menos de ciertas generaciones) de una manera considerable.

La pregunta interesante es, por lo tanto, ¿hasta qué punto este rol activo en la popularización de la historia y en la creación y divulgación de una memoria histórica colectiva también impone a este tipo de novela una cierta responsabilidad o una exigencia de la veracidad? ¿O será necesario recordar el lector de que a pesar de ser extensamente documentada, la obra puede ofrecer una visión un tanto simplista? ¿Acaso deberíamos advertir al lector ingenuo del peligro que corre su memoria, como en los paquetes de cigarrillos que anuncian una muerte inevitable u otra desgracia al fumador? Quizá no hay una respuesta, pero de menos nos damos cuenta del porqué las entidades en poder en un determinado momento histórico escogen promover ciertas obras, integrarlas a las lecturas obligatorias de los sistemas educativos, otorgarles premios o adoptarlas al canon literario de otras maneras. También nos damos cuenta que no sirve de mucho enseñarle a alguien a leer si no le enseñamos a cuestionar. (A no ser que queremos manipularle con más facilidad.)

Fuentes:

ARROYO RODRÍGUEZ, Daniel: “Descriminalización del maquis en la novela española contemporánea“. 2004. [consultado 11.3.2008]

DOMÍNGUEZ, Antonio José (2003) “Entrevista con Dulce Chacón”, Rebelión, 23.3.2003. [consultado 11.3.2008]

IZQUIERDO, José María (2002) “Maquis: Guerilla antifranquista. Un tema en la literatura de la memoria española”, en Actas del XV Congreso de Romanistas Escandinavos, Oslo 12-17 de agosto de 2002. Romansk forum (Oslo), 16:2, 2002, pp. 105-116.

IZQUIERDO, José María (2004) “La literatura de la generación del cincuenta en España y la narrativa actual de la memoria“. Études romanes de Lund, 70, pp. 77-90.

MARTÍN GALVAN, Juan Carlos (2006) Realismo documental en la narrativa española a principios del siglo XXI, disertación doctoral, University of North Carolina, Chapel Hill. [consultado 11.3.2008]

NORA, Pierre (1989) “Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire”, Representations, No. 26, Special Issue: Memory and Counter-Memory. pp. 7-24. (Trad. por Marc Roudebush.)

3 thoughts on “Diario de aprendizaje II (Eriikka)”

  1. ¡Gracias, Eriikka! Si te acuerdas, en la última clase quedamos en que todos que postean su diario deberían comentar el diario anterior (indicar lo positivo que hay y también qué aspectos se podrían desarrollar). A ti te toca el de Ruska.

  2. “También nos damos cuenta que no sirve de mucho enseñarle a alguien a leer si no le enseñamos a cuestionar”
    Erikka, me ha encantado tu diario porque tratas un tema que es cierto: hay que diferenciar entre historia e historia. Me ha encantado ver cómo te has dado cuenta de un hecho: muchas veces se confunde la realidad con la ficción; algunas veces el lector piensa que lo que lee ha sio cierto, cuando, en realidad, no es más que una manipulación por parte del escritor a favor de una cierta ideología.
    otro asunto que tratas es sí se podría considerar este tipo de novelas como aociales, aunque tú ves considerarlas como “lugares de memoria”. Yo no sé mucho sobre literatura pero creo que s epueden considerar, para mí (que no implica que esto sea una regla general o norma)algo de los dos: “lugar de la memoria” porque tratan un hecho histórico que no se había tocado hasta ahora; y social, porque ninguna de las novelas que hemos tratado hata ahora sólo trata de batallas, enfrentamientos… sino de los personjas, de lo que rodeaba, de lo que rodeaba el conflicto de lo que era “el día a día”… aunque de manera “dudosa”, siempre hay que decirlo. Y es que, como tú dices, hay que diferenciar entre lo que leemos y lo que es verdad/ real: ninguno de los autores vivió la guerra, y los datos que conoce los obtuvo de manera indirecta: entrevistas, lectores, familiares… Y, el ser humano, por suerte o por desgracia, no suele ser objetivo (sobre todo la gente de una determinada edad).
    En resumen, me ha gustado que tratas este aspecto: hay que diferenciar entre lo que se lee y lo que es la historia real.

  3. Gracias por tu contribución, Eriikka. Tu diario está tan lleno de observaciones agudas y preguntas estimulantes que no sé bien por dónde empezar… Pero vamos por partes.

    Parte 1: Sobre políticas de la representación

    Como indicas en el comienzo de tú diario, yo también creo que es importante diferenciar la ficción de lo que es la Historia o la investigación histórica, y que resulta mucho más fructífero estudiar las representaciones y las políticas de la representación que la relación de correspondencia entre una novela y la realidad histórica.

    Sin embargo, lo que hace la propia literatura (sobre todo la novela postmodernista también llamada metaficción historiográfica) en muchos casos es deliberadamente confundir o problematizar la diferencia entre historia y ficción (como veremos en el caso de Soldados de Salamina y, sobre todo, El vano ayer), con el fin de llamar la atención hacia la naturaleza textual y construida de ambos discursos. Como bien indicas, hay que recordar que tenemos acceso a la llamada realidad histórica únicamente en forma textualizada (mediante documentos, imágenes, memorias de otras personas, etc.) y, por lo tanto, incluso las fuentes propiamente históricas implican imaginación, interpretación y manipulación verbal.

    De ahí surge la pregunta:

    ¿hasta qué punto este rol activo en la popularización de la historia y en la creación y divulgación de una memoria histórica colectiva también impone a este tipo de novela una cierta responsabilidad o una exigencia de la veracidad?

    ¿Deberíamos exigirle, entonces, a la ficción histórica la misma responsabilidad que le exigimos a la Historia como ciencia?

    Esta es la pregunta que se ha hecho también Isaac Rosa, autor de El vano ayer. En una entrevista, explica su postura de la siguiente manera:

    No sé si la literatura es incapaz de fijar un análisis válido del franquismo o de otras cuestiones, pero debe intentarlo. Entre otras razones, porque para una mayoría de lectores la novela es un género historiográfico, ya que reciben sus conocimientos y forman sus opiniones del pasado y del presente a través de la ficción literaria y, sobre todo, audiovisual. Quiera o no quiera, el novelista tiene una labor ideologizante que puede asumir y ejercer con responsabilidad, o descuidar y que sea ocupada por la ideología dominante.

    (RENDUELES, César: “Isaac Rosa. La anamnesis del franquismo”. La dinamo, 13, 2004.

    Asimismo, creo que la propia novela de Isaac Rosa, que estudiaremos más adelante en el curso, contiene una respuesta a otra pregunta que tú formulas:

    ¿O será necesario recordar el lector de que a pesar de ser extensamente documentada, la obra puede ofrecer una visión un tanto simplista?

    Desde luego, existen muchas opiniones y también muchas formas de recordar al lector.

    Las cuestiones que tú planteas sobre la responsabilidad y de las políticas de la representación me parecen fundamentales cuando estudiamos un tema como el del presente curso, y seguiremos reflexionando sobre ellas en clase.

    Parte II: Sobre el huevo y la gallina

    Lo que podríamos preguntar es si el aparecimiento de tal cambio en el paradigma de las representaciones es resultado de un cambio más profundo en la sociedad que a su vez permite la representación literaria desde un punto de vista nuevo, o si más bien, obras como Luna de lobos hacen posible una paulatina popularización de nuevas representaciones hasta llegar a formar memoria colectiva.

    ¿A lo mejor de trata un poco de ambas cosas? O sea, que un cambio en la sociedad da origen a nuevas actitudes, pero a la vez estas nuevas actitudes funcionan como catalizadores del cambio. ¿Podría ser eso?

    la publicación de una novela sobre un “tema silenciado” parece ofrecer un catalizador para un diálogo más abierto sobre las distintas memorias, primero de parte de los medios de comunicación y posiblemente luego de parte del público de lectores. Es de destacar que en este sentido la influencia de la obra no acaba en la lectura de la obra, sino que se extiende más allá – también personas que no leerán la obra podrán tener acceso a las nuevas representaciones a través de los diferentes metatextos sobre la obra y toda la discusión pública que resucita.

    Lo que dices en el párrafo citado me recuerda el término emprendedores de la memoria que la socióloga Elizabeth Jelin introduce en su libro Trabajos de la memoria (Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2002, p. 48), utilizando como base el término moral entrepreneur de Howard Becker. Con la noción de emprendedores de la memoria la autora se refiere a los agentes de la memoria que intervienen en los campos de disputa sobre las memorias y movilizan sus fuerzas a favor de una causa concreta. El emprendedor es alguien que “se involucra personalmente en su proyecto, pero también compromete a otros, generando participación y una tarea organizada de carácter colectivo”. Creo que en la España actual los novelistas, sobre todo los que pertenecen a la generación de “los nietos de la guerra”, tienen un papel importante como emprendedores de la memoria. Este papel implica también una gran responsabilidad, como he intentado argumentar en la primera parte de mi comentario.

    Parte III: Otros asuntos

    Pero por otro lado, el propio Llamazares había escuchado historias sobre “los del monte” en su infancia y más tarde había entrevistado a antiguos guerrilleros a la hora de buscar documentación para su obra. Esto implica que entre las historias que la gente contaba en los pueblos, es decir entre la memoria popular, corrían también otro tipo de representaciones que se diferenciaban de las representaciones públicas. Talvez seria más preciso decir, por lo tanto, que Luna de lobos ofrecía para muchos el primer contacto escrito, la primera representación pública y de alguna manera “oficial” (al ser integrada al canon literario) de algo que hasta entonces algunos sólo habían conocido sólo de forma oral.

    En cuanto a este párrafo, sólo quería comentar que, aunque sí siempre existió una amplia memoria popular sobre “los del monte”, esta memoria sin embargo nunca ha alcanzado a todos los sectores de la población. Los cuentos sobre el maquis pertenecían más bien al ámbito rural y no eron habituales entre, por ejemplo, la burguesía urbana. Creo que también una gran parte de la juventud actual desconoce estas historias, a no ser por novelas como Luna de lobos.

    Entonces, ¿si obras como Luna de lobos y La voz dormida son esencialmente vistas como obras con una necesidad o función social, será que esto las convierte en algo parecido a la novela social? Quizá sería más conveniente aproximar estas novelas como lugares de memoria, lieux de mémoire (Nora 1989) como lo hace Martín Galvan (2006:28).

    La sugerencia es válida y, además, te agradezco la referencia bibliográfica, no conocía el estudio de Martín Galván, pero me va a resultar muy útil.

    Si te interesa, tengo un libro editado por Joan Ramón resina y Ulrich Winter que se titula Casa encantada. Lugares de memoria en la España constitucional (1978-2004) (Madrid, Iberoamericana, 2005).

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