¿A quién pertenecen los muertos?

grief.jpg

Os traigo hoy una parte de un texto escrito por Mireille Roselló (lo podéis leer entero aquí). El texto está fuera de contexto y hace referencia a Francia, pero creo que suscita muchas preguntas que resultan esenciales a la hora de reflexionar también sobre la situación en España en cuanto al debate acerca de la “recuperación de la memoria”.

* * * * * * * *

The question that seems to beg an answer, literally, like the beggar that religious or political ethics teaches me to honor, could be formulated as follows: how do we share mourning?

And “we” in that particular sentence, is obviously what needs to be constructed rather than what exists. Can we mourn for the dead when, between the dead, history and geography have placed the borders of nationality, ethnicity or religion. How can I think of a “we” that would grieve for “our” dead without resorting to a bland narrative of human mortality that makes Death the image of the great leveler of all differences. Even more specifically (but I take the apparently extreme case as paradigmatic rather than exceptional), how can we mourn our dead when the first “we” includes murderers and the survivors of their victims, and when “our dead” includes the victims killed by “our” executioners.

For a nation or a community to even agree on a day when “all souls” can be remembered, democratically so to speak, we need to have moved beyond other types of rituals, those for example, that would designate only martyrs, religious heroes, the “saints” as worthy of rememberance. Suggesting that “we” mourn one specific class of dead requires the type of identification that most often remains implicit and constructs the “we” by excluding all those who will not be invited to mourn “their” dead. All Saints Day implicitly disinvites not only those who were not martyrs or heroes, but perhaps more importantly, those who, in one way or another, identified or are identified as the people who killed the martyrs and the heroes. It also disinvites whoever does not believe in martyrdom, and all those who, as individuals, do not want their identity to be exclusively defined as members of a given community (whether their ascendants were victims of perpetrators).

France, like many countries today (and for a series of case studies I would refer you to Derrida’s text on “forgiveness”) the question of how “we” can mourn “our” dead is turning into a rather acrimonious debate about the role of history and, more broadly speaking, of any narrative that speaks in the name of history (and this includes cinema, literature and all the arts). Is it even possible to imagine a national discourse of mourning when the mourning in question reproduces, among the dead, the distinctions that originally led to the separation of the living between victims and torturers. When the dead that we want to mourn, and that politicians sometimes want to celebrate as national heroes, were killed not by “others” but by some of “us,” do we, fearfully, reconfigure the “us” so as to exclude either victims or executioners, either the dead or the living, from the common work of mourning, or do we face the immense task of finding a new national narrative of mourning that includes the history of slavery, colonization and collaboration? And if we choose that difficult path, doesn’t it mean that we must, on the one hand reconfigure the “we” that can mourn “our dead” but also find new genres, new types of stories that will allow us to represent the unthinkable object of our grief, the as yet unimagined shape of our loss?

Diario de aprendizaje II (Enrique)

En esta segunda parte de la asignatura se han tratado dos temas, el maquis, distinguiéndose entre la guerrilla organizada y la mera supervivencia aislada, y la situación carcelaria durante la guerra y la posguerra, con los agravantes de la injusticia reinante y la dura represión aplicada, entre otros.  

Como fuentes referenciales las emblemáticas novelas Luna de Lobos y La voz dormida, la evocadora película Silencio roto, de contenido sórdido y hermético, una presentación sobre Raza y Espíritu de una raza (la propaganda y el franquismo), otra sobre La memoria y el simbolismo de Las trece rosas, las explicaciones, reflexiones y comentarios de clase y una completa colección de artículos.  

Todas las narraciones se tratan desde una óptica sensibilizada con el lado republicano, la víctima humillada y oprimida por el lado vencedor, el tiránico verdugo fascista, que impone su ley del terror, sesgando impunemente vidas, desmembrando familias, forzando al exilio, ultrajando obsesivamente el alma republicana. Es cierto y se trata de delitos sumamente graves. También lo es que la considerable parte de población que nunca cuestionó al franquismo nunca los sufrió (hecho que no lo exculpa naturalmente).     

Las posturas radicales “quien no está conmigo está contra mí” eran la tónica de aquellos tiempos. No obstante, debo decir que discrepo parcialmente del soslayado planteamiento con que se enfoca el tema, pues cabe hacer matizaciones sobre el tono tan extremoso de citadas narraciones y obra cinematográfica. La verosimilitud expresada con un incuestionable valor artístico queda parcialmente mermada por su sectarismo (las atrocidades sólo las cometía un bando), su ámbito restringido (no extensible a una gran parte del pueblo) y su precaria articulación histórica, factores que, si no en su estilo sí en su fondo, comparten con la mayoría de las novelas franquistas. La voz dormida es históricamente más completa. En cualquier caso, Luna de lobos invita poderosamente a una reflexión que reservo para el final. (Las consideraciones anteriores tampoco pretenden justificar las transgresiones cometidas).    

La radicalización fue denominador común a ambos bandos, como ya dije en el diario precedente. El 18 de julio supuso en toda España un levantamiento de la veda para la caza de unos españoles por otros. En la prensa de la zona republicana se concede la justificación popular de la justicia, e incluso se aplaude que “la justicia del pueblo” -es decir, los asesinatos a mansalva por motivos muchas veces personales- se adelante e incluso suplante a la justicia del Estado. En la zona nacional los presuntos “incontrolados” eran con frecuencia conversos de organizaciones izquierdistas que trataban de justificar historias adversas; o derechistas de toda la vida que interpretaban así su afiliación  a la Falange. [“Las matanzas colectivas en territorio rebelde no excusan las que tuvieron lugar en zona republicana. … Los españoles se mataban entre sí”, afirma el historiador de afiliación comunista M. Tuñón de Lara]. En la guerra la pertenencia a uno de los bandos sólo llevaba al suicidio; tendencia que tras ella continuó. 

En el Museo del Ejército de Madrid existe un gran cuadro que evoca las matanzas con una clara leyenda: “Españoles: perdonad, pero no olvidéis”.

(Sólo cabe la más viva repulsa y condena a toda aquella degradación humana, con independencia de su signo). 

Monte, anochecer, herido, sin comer, valiente, nombre verdadero, combate sangriento, Guardia Civil, … voces componentes de una canción guerrillera que recrea al galicismo francés “maquís” (matorral o lugar poblado de matorrales), “los que se echan al monte”, “los huidos”, “los fugados”, “los del monte”, para designar a la resistencia activa antifascista de los años cuarenta. Este contingente junto con la población reclusa constituyeron los focos preferentes de la dura represión franquista.  

Desde la retirada de las guarniciones alemanas de la vertiente pirenáica en 1944, las guarniciones fronterizas españolas y los puestos de la Guardia Civil registraban movimientos sospechosos y sufrían hostigamiento y agresiones armadas. Comenzó así una prolongación de la Guerra Civil. En alegatos de tono triunfalista el ejército guerrillero español (el/los maquis) trataba de presentarse como el enemigo activo del franquismo. “La unión de bolsas de huidos al finalizar la guerra civil y de los maquis infiltrados desde Francia hizo posible la guerrilla propiamente dicha”, afirma Secundino Serrano. 

En aquel ajedrez político se creó en Buenos Aires un Comité Nacional de Liberación, apareció una Junta de Unión Nacional auspiciada por el Partido Comunista, se lanzaban manifiestos monárquicos, republicanos y nacionalistas (vascos y catalanes, naturalmente) en pro de la invasión conducente a la Reconquista de España, aludiéndose al hambre, las tenebrosas mazmorras, los pelotones de fusilamiento, el reguero de sangre y los gemidos del pueblo, etc, ante el criminal contubernio de carroña y podredumbre … de “Franco, la muerte de España, cuyo derrocamiento es el umbral de la resurrección de la patria. ¡Mueran Franco y su maldita Falange! ¡Viva el Gobierno de la República!”. … “La canalla franquista, -el “enano sangriento” y sus esbirros-, emplea contra nosotros todos sus recursos represivos y terroristas: Guardia Civil y Policía armada; moros y Tercio Extranjero; Guardia Nacional Portuguesa y contrapartidas de forajidos y espías. Pero sus esfuerzos criminales están condenados al fracaso”.   

Resultado, el sangriento fracaso de las agrupaciones guerrilleras, como los 6.000 hombres de las brigadas-cuadro (en referencia a los cuadros de mando) que en su hábil penetración por el pirineo leridano y Roncesvalles ocuparon en sorpresivo ataque varios pueblos, tras arrollar a sus guarniciones (como vimos en Silencio Roto), en cuya contraofensiva se empleó un grupo móvil de divisiones hasta envolverlos (conforme a la táctica tradicional conocida como “la horca del Caudillo”). Durante la retirada algunos grupos ya no pudieron regresar y se adentraron en el país uniéndose a los huídos, escondidos desde el final de la guerra en grupos aislados, y sobrevivieron gracias al apoyo de una parte de la población campesina.  

El Partido Comunista trató de organizar a estos hombres para crear un frente único de liberación en el interior. Las agrupaciones guerrilleras se estructuraron con forma organizada y territorial, incluyendo una escala de mandos, disciplina castrense, responsabilidades políticas y militares, se creó una escuela técnica de capacitación para guerrilleros y se publicó un boletín de combate (el periódico El guerrillero). Existían puntos de apoyo que suministraban el abastecimiento de las bases. Sus objetivos eran civiles y militares, asaltaban trenes, secuestraban personas por las que se pedía un rescate, unido a las ejecuciones ejemplarizantes de falangistas o traidores. Realizaron campañas de propaganda, principalmente entre el campesinado, mostrándose como la única esperanza para acabar con el modelo caciquista que el falangismo pretendía perpetrar. [Recuérdese que el régimen semifeudal imperante en el campo mantenía al campesinado en unas condiciones paupérrimas]. Piénsese que durante el año 1947 toda la zona de actuación de la agrupación querrillera del Levante fue declarada zona de guerra, llegando a crearse compañías móviles para su control.     

Tras una reciente Guerra Civil, ante la veracidad de lo anterior no debería sorprender que el franquismo presentara al maquis (un enemigo armado) como una “conspiración exterior” o como un grupo de bandoleros, malhechores, forajidos, terroristas con las manos manchadas de sangre”, sobre todo por minimizar su importancia. [Con la banda terrorista ETA se recurre a la misma estratégia semántica (pistoleros, asesinos, bandidos), evitándose a toda costa calificarla como organización estructurada. En Rusia se alude de igual forma a los insurgentes chechenos]. Se pagaba una recompensa de hasta 5.000 pts. por cada huido o guerrillero capturado. Su delito se tipificaba como “Rebelión Militar (Bandoleros)” en juicio sumarísimo. 

Con un lapsus de dos centurias Robin Hoods a la española como Tragabuches, José María el Tempranillo, Pasos largos, Cintas verdes, Luis Candelas, etc., nombres míticos del romántico bandolerismo andaluz nacido en los tiempos de lucha contra el invasor gabacho, pasaban el testigo a Juanín, Facerías, Quico Sabaté, Caraquemada, etc., maquis rurales y urbanos de leyenda; los Migueletes, antiguos fusileros de montaña, intercambiaban papeles con los números de la Guardia Civil, los míticos depositarios del altruismo, la heroicidad y la masculinidad en la literatura franquista.   

Por su copiosa documentación y amplitud de análisis, cabe destacar el libro escrito en dos tomos, Maquis en España (1975) y El maquis en sus documentos (1976), por  Francisco Aguado Sánchez, historiador y teniente coronel de la Guardia Civil. Conforme a los archivos de la Guardia Civil, la acción del maquis produjo (en cifras aproximadas)  1.000 muertes violentas entre la población civil, 6.000 asaltos y atracos, 8.300 actos delictivos de toda clase, murieron en acción 2.200 guerrilleros o bandoleros, 3.000 fueron capturados, 550 se entregaron de forma voluntaria y 19.500 fueron detenidos como cómplices. En la contraofensiva murieron unos 300 miembros de los cuerpos armados (Guardia Civil, Cuerpo General de Policía, Policía Armada y Ejército). [Moreno Gómez descalifica esta obra con tremenda contundencia, afirmando que está escrita “sobre bases teóricas falsas, desde una defensa a ultranza de la dictadura y su Caudillo, desde un profundo desprecio hacia el sistema democrático, y desde unas fuentes unilaterales (los exclusivos fondos de la Guardia Civil, fragmentarios, tendenciosos y con muchas lagunas),…”]. Guste o no, hay que constatar que son los únicos datos que por el momento existen.      

Aquella actividad subversiva del maquis, pese a alcanzar su apogéo entre los años 1946 y 1947 (coincidiendo con las ofensivas políticas exteriores contra la España de Franco), duró hasta 1949, fecha en que el movimiento fue prácticamente aniquilado. Y pese a las consignas reconciliadoras impartidas finalmente desde el sur de Francia por el Partido Comunista, algunas guerrillas se negaron a abandonar el monte hasta entrados los años sesenta.  

La antes referida fragmentación de los grupos guerrilleros (de grupos aislados formados por huidos, como el de Luna de lobos), la paulatina disminución del apoyo familiar y popular por el miedo y el deseo de salir de la hambruna de los años de la autarquía (conforme indica José María Izquierdo), junto al control que las fuerzas de seguridad franquistas ejercían fueron factores decisivos que llevaron a su desaparición definitiva. El acoso y espionaje desplegado por la Benemérita fue de tal intensidad (téngase Silencio Roto como ejemplo) que  hasta familias enteras abandonaron todo lo que tenían para echarse literalmente al monte e ingresar en la guerrilla. “Ir a la cárcel en aquella época era ir a que te mataran a palos”, cuenta Remedios Montero, Celia, detenida en 1952 y que permaneció en prisión hasta 1960.  

El olvido los conmina a una supervivencia feroz, a una muerte en vida,  como es el caso del legendario Gregorio García Díaz, Gorete, cuyo solitario destierro en una fría y recóndita cueva se prolongó durante más de once años. El hombre que  presencia el entierro de su madre a través de unos prismáticos y siega por agradecimiento a la luz de la luna la hierba de una familia en Luna de lobos. Pese a todo, la dadivosa España democrática no llegó ni a indemnizarle mínimamente.   

La paradigmática “lucha borrosa” del maquis fue silenciada durante el régimen franquista (su lógica política para encubrir la actividad subversiva), paradójicamente incluso por el Partido Comunista, los gobiernos democráticos y las élites políticas e intelectuales. Además, la Transición fue útil para pasar de la dictadura a la democracia, pero no fue justa, ya que se construyó con una amnesia y olvido patentes, conforme observación de Secundino Serrano.  

La realidad histórica de la guerrilla antifranquista ha sido una de las áreas más desconocidas por la opinión pública y más abandonadas por la historiografía tradicional. Entre otras realidades del pasado que aúnan silencio histórico y trauma mencionar los campos de concentración franquistas, los trabajos forzados, la construcción del Valle de los Caídos, la oposición antifranquista protagonizada por mujeres, el robo de niños a los rojos, los desaparecidos, los topos, etc. Conforme a la teoría del trauma, toda víctima de un trauma no suele reconocerse a sí misma como tal víctima y evade el tema guardando silencio. El silencio es un modo de vida con el que sujeto se siente psíquicamente protegido del terror experimentado. De ahí el deseo de algunos autores a romper su silencio mediante la construcción de una memoria histórica, como representa la película vista, Silencio roto (2000).     

“Bandoleros (asesinos y secuestradores, orquestados por la “bestia parda” del Partido Comunista), héroes (valerosos y altruistas que no dudan en dar su vida por la libertad y la justicia -La voz dormida y Silencio roto-) y supervivientes (de una extrema represión y expuestos a extremas condiciones de vida; cuya la heroicidad es resultado de la lucha contra la naturaleza, que también se ha convertido en enemiga -Luna de lobos- )” son tres modelos básicos de representación del maquis español según se hayan producido en la España franquista, la del exilio o la democrática.   

Concluyo mencionando Luna de lobos. Un relato mitificador de la Guerra Civil por su dialéctica entre mito (la luna, el sol de los muertos) y trauma (los lobos, los maquis apartados de la sociedad, perseguidos a muerte, que tienen que sobrevivir en condiciones extremas, llegando incluso a matar como alimañas salvajes). Un canto a la bondad y a la maldad, al entorno aliado y al hostil, a la oscuridad y a la soledad, a la astucia y al silencio, a la resistencia o a la muerte. Está llena de matices muy sugerentes sobre la esencia del ser humano y la vida misma. Su prosa poética y su contenido filosófico me han resultado fascinantes. 

Fuentes: 

Aguado Sánchez, Francisco, 1975 y 1976. Maquis en España y El maquis y sus documentos.  

De la Cierva, Ricardo, 1976. La Historia se confiesa. Tomos III y V. Planeta. Barcelona.

Izquierdo, José María. 2002. Maquis: Guerrilla antifranquista. Un tema en la literatura de la memoria española.

http://www.duo.uio.no/roman/Art/Rf-16-02-2/esp/Izquierdo.pdf 

Llamazares, Julio. 1991. “Adiós a Gorete”. En Babia. Seix Barral. Barcelona.  

Los últimos guerrilleros. La historia de los maquis. Documental.  

Moreno-Nuño, Carmen. 2006. Las huellas de la Guerra Civil. Mito y trauma en la narrativa de la España democrática. Ediciones Libertarias. Madrid. 

Serrano, Secundino. 2001. Entrevista: Antifranquista. Nueva Leer nro. 122.  Serrano,

Secundino. 2001. Maquis: Historia de la guerrilla antifranquista. 

El olvido de la crueldad franquista

Los estudiantes españoles saben más del nazismo, gracias al cine, o de las dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los medios de comunicación, que de lo que fue nuestra dictadura franquista

POR CARLOS BERZOSAEl País – 07/01/2008

salvador-puig-antich.jpgAntes de que tuviera ocasión de ver la película Salvador, acerca de la ejecución de Salvador Puig Antich, había hablado con jóvenes que ya la habían visto y que ignoraban por completo los hechos que narra. La mejor descripción la hizo una chica, quien dijo que le pareció impactante. Realmente lo es, y lo que más les extrañaba a estos jóvenes es que esos hechos pudieran haber sucedido en la España de los años setenta. Se enfrentaban, de esta manera, a través de la película, al horror que había supuesto el franquismo, y lo hacían ya no sólo a través de las ideas más o menos vagas que acerca de la dictadura les hubiesen contado en los estudios de bachillerato o de lo que pudiesen haber oído en sus casas.

Muchos estudiantes no tienen idea exacta de la brutalidad que supuso el régimen de Franco. No sabían nada de la matanza de Montejurra o de la de Vitoria. Algo sí sabían de la de Atocha.

El mismo desconocimiento de estos hechos recientes por parte de los jóvenes se ponía también en evidencia en una tertulia de radio que, dirigida por Concha García Campoy, se emitía desde los cursos de verano de la Complutense en El Escorial y en la que tuve la ocasión de participar. Al presentar a la actriz Leonor Watling, García Campoy señaló que ésta acababa de terminar el rodaje de Salvador. La actriz mencionó entonces que, antes del rodaje, ni ella ni el resto del equipo tenían conocimiento de esa historia. José Luis Sampedro y yo hablamos en el programa de radio de lo terrible que fue aquel suceso, de la conmoción que nos produjo y de otras ejecuciones que se llevaron a cabo al final del franquismo. Pero es que hay que admitir que resulta lógico que los jóvenes no sepan nada acerca de estos hechos tan cercanos en el tiempo, pues nadie les ha hablado de ellos, lo que es una muestra más de la ocultación a la que se encuentra sometida la historia de España más reciente y lo ominosa que pudo ser aquella parte de nuestra historia.

lagallinaciega.jpgEsta falta de información me recuerda la que también padecimos tantos jóvenes universitarios en la década de los sesenta, incluso entre los que nos enfrentábamos al franquismo. Max Aub arremete en La gallina ciega contra esa juventud que en 1969 no sabía nada acerca de la Guerra Civil, ni de lo que había representado la generación del escritor en el ámbito de las ciencias, las artes y la cultura. Para el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Manuel Aznar Soler, que hace un estudio introductorio a esta obra en la edición de Alba Editorial, este ataque a cuenta de la desmemoria impuesta por el régimen franquista le parece un tanto injusto, pues la culpa no podía ser de aquellos a quienes no se les había enseñado nada de aquello a que se refería Aub o, en todo caso, se lo habían transmitido totalmente deformado. En realidad, no podía ser de otra manera ya que los libros más rigurosos acerca de la República y la Guerra Civil, como los de Hugh Thomas y Gabriel Jackson, estaban prohibidos y no resultaba fácil para muchos adquirirlos en el cuarto de atrás de determinadas librerías o comprarlos en Francia.

Llegados a este punto, conviene volver al principio: ¿cómo se encuentra el conocimiento de la juventud universitaria hoy respecto a lo que fue el franquismo y su última etapa? Mi experiencia como profesor universitario es que, salvo una minoría excesivamente pequeña, la mayoría no tiene ningún conocimiento. Esto sucede, además, en un contexto y en un tiempo en el que no es posible excusa alguna, pues ahora no hay libros prohibidos y se han publicado muchos que permiten disponer de una información documentada sobre lo que realmente pasó.

losrojosdeultramar.jpgUn testimonio notable de todo este desconocimiento lo ofrece Jordi Soler en su libro Los rojos de ultramar, cuando explica el porqué de ese libro basado en las memorias escritas de su abuelo. Pensó, en principio, que su publicación carecía de interés, aunque fueran memorias noveladas, pues no dejaba de ser un libro más sobre la Guerra Civil. Sin embargo, cambió de idea cuando, encontrándose impartiendo una conferencia en la Universidad Complutense, un estudiante le preguntó cómo es que se llamaba Jordi y hablaba con acento mexicano. Como contestación, contó la historia del exilio de su familia en no más de 10 minutos. Cuando terminó su rápida explicación los alumnos se quedaron mirándole desconcertados, como si acabara de contarles algo que hubiera sucedido en otro país o en la época del Imperio Romano. Tras las preguntas y las caras de asombro, dejó su conferencia de lado y habló largo y tendido sobre el exilio republicano, sintiéndose un poco ofendido de que esta información hubiera sido extirpada de la historia oficial de España.

Las razones de este desconocimiento pueden ser muchas, pero algunas de las más inmediatas las he obtenido de las explicaciones de mis estudiantes. Unos me señalan que los acontecimientos más recientes apenas se abordan en la asignatura de historia del bachillerato, debido a la extensión del programa, lo que hace que las explicaciones se acaben cuando comienza el franquismo; otros apuntan que en esas clases percibían la impresión de que los profesores, no todos, por supuesto, demostraban poco interés en querer entrar en lo que parece ser un agujero negro en nuestra historia.

Tampoco en las familias se habla del tema, ni siquiera del tardofranquismo que han vivido sus padres. Hace pocos años, hablando distendidamente con estudiantes de doctorado, me confesaban que no conocían nada acerca de las muertes que se produjeron en el final del franquismo y el inicio de la transición. No sabían nada acerca de la matanza de Montejurra, ni de la de Vitoria, ni sabían nada acerca de la muerte de estudiantes como Luz Nájera, Carlos González, ambos de la Universidad Complutense. Algo sí sabían sobre la matanza de Atocha.

La idea que tienen los universitarios del franquismo es generalmente vaga, algo así como que fue una dictadura y que algunos de sus padres corrieron delante de los grises, planteándolo como algo divertido y folklórico, sin que se sepa que detrás de esas carreras había detenidos, torturas, expedientes de expulsión de la universidad, depuraciones, exilios, e incluso muertes como la de Enrique Ruano.

elvanoayer.jpgBien es verdad que este desconocimiento procede tal vez del pudor de muchos padres de no hablar de esa parte de la historia que hemos vivido. Y es que sobre el tardofranquismo, aunque haya novelas extraordinarias como El vano ayer, de Isaac Rosa, se ha escrito poco.

Mi experiencia como profesor me indica que los estudiantes saben más del nazismo, gracias al cine, o de lo que sucedió en las dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los medios de comunicación, que de lo que fue nuestra dictadura, y, por supuesto, que no tienen una idea exacta de la brutalidad que supuso el régimen de Franco.

Hay otro factor más que aclara este escaso conocimiento sobre el ayer cercano, y es que, en la actualidad, la curiosidad intelectual y la inquietud política y cultural es menor que la que había en esos años sesenta. Asimismo hay una menor afición por la lectura y, por tanto, también menos interés por averiguar por uno mismo, como se hacía entonces, aquello que no se encuentra en los programas de las asignaturas oficiales. El porqué esto es así tendría que ser objeto de un análisis sociológico más profundo, que no es lo que pretendo hacer aquí ya que tan sólo quiero dejar constancia de un hecho. Tampoco pretendo juzgar ni condenar a nadie por su desconocimiento, aunque sí lamentar que esto suceda, ni comparar generaciones. Son momentos diferentes que responden a realidades distintas, y en la actualidad hay cosas mejores y otras peores, en lo que a preparación intelectual se refiere y respecto a lo que sucedía en los años sesenta, que tampoco debe ser un decenio ni mucho menos mitificado.

Creo necesaria, no obstante, la adaptación de la enseñanza a los tiempos actuales, y también que no debemos consentir que la historia de España más cercana haya quedado extirpada o deformada, máxime cuando llevamos 30 años de democracia y ésta se encuentra ya consolidada.

* * * * * * *

Carlos Berzosa es rector de la Universidad Complutense de Madrid.

Los moros de la ‘cruzada’ de Franco

TOMÁS BÁRBULOEl País – 01/03/2008 

El realizador melillense Driss Deiback reconstruye en el documental Los perdedores la tragedia de los miles de marroquíes que lucharon en la Guerra Civil.

*  *  *  *  *  *

Cerca de cien mil marroquíes de entre 16 y 50 años lucharon en la Guerra Civil española. Fueron reclutados por el Ejército de Franco en las cabilas del Protectorado del norte y en los miserables poblados de Ifni, y trasladados a la Península en barcos y en aviones alemanes. Durante los tres años que duró la contienda, participaron en todos los frentes de batalla y dejaron un recuerdo terrible de asaltos a sangre y fuego, saqueos (tenían derecho al pillaje), violaciones y matanzas. Tampoco ellos salieron bien librados. A los 20.000 que murieron en combate hay que sumarles los que fallecieron de enfermedades y los mutilados. Cuando terminó la guerra, los que quedaban vivos fueron licenciados y repatriados sin contemplaciones.

Una película documental llega ahora a las pantallas para rescatar su peculiar cruzada, Los perdedores, dirigida por el melillense Driss Deiback, arranca de aquellos sucesos de los años treinta y, a través del testimonio de los supervivientes y del análisis de especialistas como Juan Goytisolo, María Rosa de Madariaga o José María Ridao, trata de vincularlos con el conflicto que enfrenta a la cultura musulmana con las civilizaciones de raíz cristiana.

No-do, el noticiario que el régimen de Franco obligaba a emitir en todos los cines antes de la proyección de las películas, explicaba así el comienzo de esta historia: “Todos los musulmanes de nuestro Protectorado en Marruecos, impregnados del amor y la cultura que en ellos ha sembrado España, acuden en socorro inmediato al escuchar los clarines de la llamada de Occidente. (…) Ni levas ni propaganda. Voluntarios nada más. Por mandato del corazón”.

La realidad fue muy distinta. Los militares facciosos reclutaron a los marroquíes a través de la red de caídes amigos que el Ejército de África había tejido durante los años anteriores. El reclamo era económico: una paga que rondaba las 180 pesetas al mes, con dos meses de anticipo, y cuatro kilos de azúcar, una lata de aceite y tantos panes como hijos tuviera la familia del alistado. Empujadas por el hambre, miles de familias enviaron a sus hijos al matadero.

En el documental son entrevistados varios de aquellos soldados. Uno de ellos se llama Mimou Mohammedi. Convertido en un venerable anciano, resume gráficamente lo que hicieron con ellos: “Nos metieron como a gatos en un saco, nos soltaron en España y nos dijeron: ¡a disparar o a morir!”. Alentados por los oficiales, se aplicaron a la tarea con la misma brutalidad que habían aprendido pocos años antes luchando contra los españoles en las guerras de África: destripamientos, decapitaciones y mutilaciones de orejas, narices y testículos. Los generales aventaban su fama de salvajes. Desde la radio de Sevilla, Queipo de Llano prometía a los “milicianos castrados” que sus mujeres pronto conocerían la virilidad a manos de aquellas tropas.

“¡Volveréis a vuestros pueblos con babuchas de oro!”, les había prometido Franco. Pero cuando terminó la contienda los echó a patadas. Fueron licenciados y repatriados a la fuerza. Cierto que retuvo a unos pocos miles para luchar contra el maquis, pero también a ellos los despidió en los años cincuenta, una vez eliminada la amenaza guerrillera. Sólo conservó al puñado de integrantes de su Guardia Mora, que durante décadas actuaron como vistosa escolta ecuestre en torno al Rolls Royce (regalo de Hitler) en el que el dictador se desplazaba para los actos oficiales.

Las medallas que el Gobierno del caudillo entregó a los soldados marroquíes se oxidaron pronto. Hammou el Houcine, que ahora es ciudadano español y vive en Melilla, enumera sus ocho condecoraciones, entre las que figura la codiciada Laureada de San Fernando. “No recibo por ellas ni un céntimo”, asegura. Su compañero Amar Lazar muestra a la cámara el último recibo que le ha remitido el Ministerio de Hacienda: “Me dicen que todas mis medallas caducaron. Me queda sólo la de sufrimientos por la Patria. Por ella me pagan 5,17 euros al mes”. Más dramática aún es la situación de las viudas y los huérfanos de quienes murieron en la contienda. Jamás han recibido pensión alguna y viven desde entonces en la miseria.

El papel desempeñado por los soldados marroquíes en la Guerra Civil quedó grabado al rojo en el imaginario español. Retratados como salvajes por los republicanos y despreciados como “moros amigos” por los franquistas, la opinión pública no ha logrado desprenderse de los viejos clichés, aun después de treinta años de democracia. Buen ejemplo de ello son los cementerios en donde fueron enterrados sin identificación alguna aquellos soldados y que ahora ni los ayuntamientos ni el Estado reconocen como tales. En las tumbas del de Asturias han brotado árboles que ahora una empresa quiere talar para convertir el lugar en un campo de golf. El de Granada, próximo a la Alhambra, es mantenido, de forma alegal, por los musulmanes de la provincia.

Es evidente que el miedo al moro sigue arraigado en España. Para explicarlo, el escritor Juan Goytisolo se remonta mucho más allá de la Guerra Civil, hasta la confrontación que durante siglos hubo entre Al Andalus y las naciones cristianas emergentes. “Se forjó una imagen terrible del moro. Ríase usted de lo que podían escribir los nazis sobre los judíos. Y la Iglesia fue la gran responsable de todo eso”. Frente a la gran cruz de piedra del Valle de los Caídos, el escritor y periodista José María Ridao sentencia: “El odio al moro es una consecuencia de que la idea de ser español haya sido asociada a la condición de cristiano, y posteriormente a la condición de católico”.

Pero hay una pregunta que el documental de Driss Deiback no formula: ¿existe en Marruecos un sentimiento inverso al odio al moro? El escritor Carlos Lencero vivió durante varios años en el Rif. Su anfitrión era un hombre mayor que había luchado en la guerra de España. Un día, Lencero le hizo notar la aparente contradicción que suponía haberse batido contra Franco en Marruecos para luego ir a pelear junto a él en España. El anciano levantó las cejas con sorpresa: “¿Por qué le extraña?”, dijo. “Nosotros siempre hicimos lo mismo: matar españoles”.

Canción escrita por las presas de la Carcel de Ventas

(Madrid, 1940)

Cárcel de Ventas.
Hotel maravilloso.
Lleno de lujo e higiene.
A todo confort.
Donde no hay.
Ni camas ni comidas.
En los infiernos.
Se está mucho mejor.
Hay cola atroz.
En los retretes.
Vivo cemento dan por pan.
Lentejas único alimento.
Un plato al día te darán.
Lujoso baldosín.
Disfrutas por el colchón.
Al levantarme, tengo deshecho.
Un riñón.
A eso de las siete.
Tocan a diana.
Nos levantamos todas en tropel.
Vienen a darnos.
Las sopas carceleras.
No hay más remedio que comer.
Lentejas por aquí.
Judías por allá.
Y luego un bombardeo.
Que es cosa fatal.
(Generalísimo) piensa.
En las presas.
Que la justicia.
No se haga esperar.
Que la sarna empiece a hacer estragos.
Y es un mal.
(General, general).
A eso de la nueve.
Nos pasmos la lendrera.
Este es un caso difícil de explicar.
Saltan los piojos tan grandes.
Como fieras.
Que hasta en la celda.
Nos hacen patinar.
Hay (fascistonas) y (pajilleras).
Cuánto nos quieren humillar.
Pero tenemos en las venas.
Sangre (rojilla) de verdad.
Tenemos que aplastar.
A Franco el vividor.
Y el pueblo madrileño.
Será (vencedor).
Bravo Negrete.
Los presos te saludan.
Yo sé que tú.
Nos traes la libertad.
Quiero volar contigo.
Para siempre y a los rojos.
Mis hermanos abrazar.
(Generalísimo).
Que tu justicia.
No se haga esperar.
Que ya estamos.
Pagando muy caro.
El delito de ser social.

Fuente: Foro por la Memoria 

Arrestado un coronel por criticar la Ley de la Memoria Histórica en un escrito

El general Blas Piñar arremete contra los mandos del Ejército en una carta

MIGUEL GONZÁLEZ El País – Madrid – 22/02/2008

Genio y figura. Aunque el Ejército ha experimentado una profunda transformación en el último cuarto de siglo, no puede decirse lo mismo de algunos capitanes ultras que protagonizaron graves episodios de indisciplina en la Transición y fueron rehabilitados por el sistema democrático.

El general de brigada Blas Piñar Gutiérrez, hijo del fundador del partido de extrema derecha Fuerza Nueva y firmante en 1981 del Manifiesto de los 100, un panfleto en apoyo a los golpistas del 23-F, ha aprovechado su pase a la reserva, en enero pasado, para remitir una carta a los tenientes generales en activo con duros reproches hacia los mismos y críticas al Gobierno.

El jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, Carlos Villar, del que depende Blas Piñar tras su pase a la reserva, ha abierto ya un expediente disciplinario, que debería saldarse en los próximos días con la imposición de un arresto, ya que éste se negó incluso a retirar la misiva cuando fue requerido para ello.

Quería una brigada

En tono irrespetuoso hacia sus superiores, el general se queja de haber sido marginado por el Gobierno socialista y no haber sido defendido ni escuchado por éstos. Critica, por ejemplo, que no se le diera el mando de una brigada ni la Gran Cruz del Mérito Militar. Lo cierto es que, pese al grave episodio que protagonizó hace 25 años, ha llegado al generalato, lo que no logra la gran mayoría de los coroneles.

Piñar dirigió en septiembre de 2002 la agrupación española en Bosnia-Herzegovina, coincidiendo con la visita del Príncipe de Asturias. En enero de 2004, el Gobierno del PP le ascendió a general de brigada. Hasta enero pasado, ha sido subdirector del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército, en Granada.

Piñar expresó su voluntad de pasar a la reserva si no se le daba el mando de una brigada, pero Defensa le recordó que los generales no pasan a la reserva a voluntad propia, sino por decisión del ministro. Las fuentes consultadas estiman que, a la luz de su actitud, fue un acierto no acceder a sus pretensiones.

El segundo acto de indisciplina conocido ayer lo protagonizó el coronel Lorenzo Fernández Navarro de los Paños y Álvarez de Miranda, quien ha sido destituido como comandante militar de A Coruña y Lugo tras elaborar un escrito plagado de críticas y opiniones personales sobre la Ley de la Memoria Histórica.

Con el pretexto de informar sobre los escudos y símbolos preconstitucionales, el coronel remitió el pasado 8 de enero un escrito a su superior, el jefe de la Subinspección del Ejército con sede en Valladolid, en el que aseguraba que la ley “poco o nada tiene que ver” con el reconocimiento y ampliación de derechos de las víctimas de la Guerra Civil o la dictadura, que es su objetivo oficial. “Tampoco pretende reconciliación alguna, sino la supresión de los símbolos de los malos”, agrega el escrito.

Aunque La Voz de Galicia, que ayer adelantó la noticia, describió el escrito como aséptico, el mismo incluye frases como la siguiente: “La Segunda República no fue otra cosa que un golpe de Estado civil y cualquier vestigio de su legalidad desapareció el 11 de mayo, antes de haber transcurrido un mes de su proclamación”, en referencia a la quema de iglesias y conventos

El militar sugiere incluso incumplir la ley, al señalar que, “en el ejercicio de sus funciones y utilizando cuantas posibilidades deje la misma, los oficiales deben procurar la permanencia de los símbolos que forman parte auténtica de la memoria histórica y son matriz del actual ordenamiento constitucional”.

Hernández, que pasa a la reserva en julio, ha sido castigado con un mes de arresto, aunque la sanción podría elevarse a dos meses si se concluye que ha cometido una falta grave.

Escrito sobre la Ley de la Memoria Histórica

– “La ley poco o nada tiene que ver con el reconocimiento o ampliación de derechos […] Tampoco pretende reconciliación alguna, sino la supresión de los símbolos de

los malos […] La Segunda República no fue otra cosa que un golpe de Estado civil, cualquier vestigio de su legalidad desapareció el 11 de mayo de 1931 […] En el ejercicio de sus funciones y utilizando cuantas posibilidades deje la misma, los oficiales [del Ejército] deben procurar la permanencia de los símbolos que forman parte auténtica de la memoria histórica y son matriz del actual ordenamiento constitucional”.

Firmado: Coronel Lorenzo Fernández Navarro de los Paños y Álvarez de Miranda. Comandante Militar de La Coruña y Lugo. 8 de enero de 2008.

Almodóvar rodará la vida de Marcos Ana

poeta_marcos_ana.jpg

El director manchego adquiere los derechos de la biografía del poeta comunista

JOSEBA ELOLA El País – Madrid – 17/02/2008

Hace algo más de cuatro meses, el domingo 30 de septiembre, Pedro Almodóvar se enamoró de una historia. Fue un fogonazo que le asaltó al leer las páginas de este periódico.

Aparecía publicado en el suplemento Domingo un avance de las memorias de Marcos Ana, poeta que se convirtió en voz de los presos de la era franquista. Relataba su salida de prisión tras 23 años entre rejas: la luz cegadora, los mareos al circular en coche, el incómodo reencuentro con la libertad y el vértigo ante su primera experiencia amorosa, a los 41 años. Ese hombre temeroso que nunca había estado con una mujer, sus titubeos, esa prostituta que se enternece con su historia y no quiere cobrarle, ese paseo de madrugada por la Gran Vía y esa noche inolvidable se convirtieron rápidamente en celuloide en la cabeza del cineasta manchego. Al día siguiente, el mismo lunes por la mañana, Almodóvar pedía que le enviaran el libro. A los cuatro días decidía que quería conocer a Ana y hacer la película. La semana pasada cerró el acuerdo para hacerse con los derechos.

Subiendo las escaleras camino de su piso, Marcos Ana se queja de la rodilla, pero sube como un tiro: “No tengo tiempo para estar enfermo, por eso estoy así a los 88 años”, dice. Desde luego, aparenta 65. Una foto del Che Guevara preside su librería. Con un puñado de cuadernos de poemas entre las manos, cuenta que su relación con el director manchego puede ser el inicio de una gran amistad, “como en el final de Casablanca”. Ana -nacido Fernando Macarro Castillo, adoptó los nombres de su padre y su madre para firmar- ingresó en prisión a los 19 años y sobrevivió a abominables torturas y a dos condenas de muerte. En el año 1954, encerrado en una celda de castigo, empezó a escribir poemas apoyándose del revés del plato que le daban para comer. A la luz de un minúsculo candil, hecho con un tintero, alcohol y mecha, compuso versos que pronto trascendieron los muros de prisión y empezaron a ser publicados por comités de solidaridad en el exilio. Los compañeros presos que salían en libertad los memorizaban para poder dictarlos a su salida. Se convirtió así en una voz intramuros de la España perseguida.

Escribir sus memorias era una de sus asignaturas pendientes. Ya en una madrugada de 1963, apenas dos años después de salir de prisión, su amigo Pablo Neruda le abroncó tras una larga noche en que Ana le contó su vida: “¡Somos unos insensatos, las palabras se las lleva el viento, si hubiéramos tenido un magnetofón ya tenías escrito el libro!”, exclamó el poeta chileno. Ana, humilde hasta decir basta, nunca osó negociar la publicación de sus poemas: “La poesía era un arma más para luchar por las libertades, no sé si mis versos son buenos o malos, sólo sé que fueron necesarios”, dice con la lucidez de un hombre que sigue viviendo a contrarreloj, ganándole tiempo al tiempo, intentando recortar el efecto de 23 años entre rejas. Hace tres años, las presiones de sus amigos le llevaron a ponerse a escribir por fin sus memorias, Decidme cómo es un árbol (Editorial Umbriel-Tabla Rasa), el material en el que se basará Almodóvar, que hará dos películas antes de ésta (en mayo empieza a rodar Los abrazos rotos).

Gran amigo de Rafael Alberti, Ana es un comunista convencido: “Lo único que puede compensarme a mí es el triunfo de mis ideales”, dice con voz cadenciosa, profundo. “Solidaridad es hoy la palabra más hermosa y más necesaria. Este mundo es muy injusto y eso tiene que explotar. Muchos jóvenes saben que otro mundo es posible”.

almodovar.jpg

Un hombre bueno

PEDRO ALMODÓVAREl País – 17/02/2008

El superviviente Marcos Ana representa el mejor modelo de reconciliación, una asignatura que cada década parece más pendiente en nuestro país.

Marcos ha sobrevivido a varias penas de muerte, a muchas jornadas de tortura en las que le dejaban por imposible, convertido en un amasijo de carne, a la durísima vida carcelaria, en condiciones dantescas, expuesto a todas las enfermedades del cuerpo y de la mente. Pero especialmente, Marcos Ana ha sobrevivido con una limpieza impresionante al odio. Él es lo contrario al discurso de las “heridas abiertas”, las suyas, profundas y persistentes (22 años, desde el año 39 al 61, arrastrándose por distintas cárceles franquistas, dan para muchas y variadas heridas) como decía, sus heridas las cerraron sus propias ganas de vivir y de convivir. Su pasión por la vida, y por la vida de los otros.

Es emocionante, cuando en el libro decide no dar el nombre de un compañero que le denunció (aunque a causa de esta denuncia le cogieron y le condenaron a muerte), no le nombra pensando que el traidor tendrá en la actualidad, hijos, sobrinos y nietos, que no son responsables de su traición y que ahora se sentirían avergonzados.

Marcos Ana es un modelo de víctima, en estos años en que las víctimas salen a las calles (todo su derecho) a gritar su dolor (nada más humano) pero que en ocasiones desafinan de un modo estridente. Marcos es una víctima que no pide venganza. Pide que el horror que el pueblo español vivió durante y después de la guerra no se vuelva a repetir

Es muy importante, y ya sé que es un tema delicado (todo mi respeto y solidaridad a las víctimas de todo tipo de violencia), es esencial que las víctimas no sean un impedimento para la reconciliación.

Marcos Ana representa todo esto. Y por ello le admiro, le quiero, y porque en el trato personal es lo más parecido a un ángel. No he conocido a nadie tan bueno. Por eso me gustaría hacer una película sobre su vida. No existen tantos hombres buenos sobre los que hacer películas, en mi cine, desde luego, brillan por su ausencia. Pero naturalmente no es por su bonhomía, por rara que sea esta cualidad, por lo que quiero hacer la película.

Su libro de memorias Decidme cómo es un árbol contiene en todos sus capítulos material cinematográfico de primer orden. Da para varias películas, muy distintas y de diversos géneros.

La que a mí me interesa, la que espero abordar dentro de dos o tres años, una vez que termine las dos películas que tengo entre manos, empezaría con Marcos Ana saliendo de la cárcel en el año 61. Según él mismo confiesa era un niño de 42 años que se da de bruces con la libertad, en el Madrid de principio de los 60. La experiencia física fue durísima, sus sentidos no están acostumbrados a los espacios abiertos y extensos, ni a la luz, montar en un vehículo le provocaba vómitos. Tampoco está acostumbrado a la presencia de las mujeres jóvenes. Le atraen enormemente pero reacciona como un niño.

Hay imágenes muy plásticas en el libro cuando describe su fascinación por el sexo opuesto. Cuando ve una mujer, la sigue a escondidas hasta que desaparece en la boca del metro, o tras la puerta de su casa.

Una de las primeras noches en libertad encuentra a un antiguo compañero, que le lleva a un cabaret. Poco después le deja solo, con una de las prostitutas a la cual le ha pagado para que le atienda toda la noche. Esa primera noche con una mujer es lo que quiero contar. A lo largo de esa noche aparecerá todo su pasado, y el pasado de la prostituta a la que no me queda más remedio que relacionar con alguno de sus compañeros de prisión para cerrar la historia…

Juntos recorrerán el Madrid nocturno de la época, intercambiando soledades. Es la historia del primer amor de Marcos Ana, una prostituta que al final de la noche no le cobró, porque noches como aquella no tienen precio.

Diario de aprendizaje I (Ilona)

Estudiar la historia española de los últimos casi 80 años me ha parecido sumamente interesante e importante. Lo que tal vez más me haya hecho pensar durante este curso es un tema que me ha tormentado ya antes: el problema de la dictadura, sea derechista o comunista. Una dictadura represiva que persigue a sus críticos, los que no están de acuerdo con la ideología official, encarcelándolos y torturándolos, sigue existiendo en muchos países del mundo (Coréa del Norte, Cuba, Birmania etc.) En la política rusa actual, no lejos de Finlandia, también existen espantosas tendencias de despotismo, como la censura de los medios de comunicación críticos del presidente y de su gobierno y la eliminación de periodistas y otros que se atreven presenter una opinión que difiere de la official. Lo que estas distintas dictaduras tienen en común, y lo que explica hasta cierta medida su existencia, es que  benefician ciertos grupos de la sociedad, aunque sean minoritarios, son influenciales.

Tanto Julián Casanova como Gabriel Jackson destacan en sus artículos la importancia del reconocimiento de los crímenes de la dictadura. Sin embargo, dice Jackson que “no son los afectados más inmediatos -las viudas e hijos de las víctimas republicanas-, sino sus nietos, quienes impulsan el movimiento para crear un recuerdo veraz y digno del periodo entre 1931 y 1975”. Quizás sea así con la mayor parte de aquellos ‘afectados más inmediatos’, pero no es completamente cierto en cuanto al artista  Carlos Giménez: no sé si impulsó un movimiento, pero participó en “crear un recuerdo veraz y digno” cuando públicó el primer album de la serie Paracuellos ya en 1977.

Las historietas “Paracuellos” de Giménez, incluídas en las lecturas complementarias del curso son otra cosa que me ha impresionado, primero porque el tebeo me fascina como forma de arte y representación de la historia, del pasado, pero también porque aprendí de ellas un nuevo aspecto de la dictadura franquista. En estas historietas Giménez relata sus experiencias en los Hogares de Auxilio Social, que eran instituciones de corte falangista para niños de padres republicanos muertos en la Guerra, encarcelados o con problemas económicos. En estos colegios, la educación se componía básicamente de la religión y de la instrucción militar. La experiencia y el punto de vista de un niño que sufrió durante la dictadura franquista, me parecen muy interesantes: parecen, si posible aun más trágicos que los de un adulto, ya que en la infancia nuestra identidad no se ha formado aún, sino estamos en una fase importante de desarrollo intellectual y emocional y dependemos de los adultos que nos rodean.

En un artículo que escribió como prólogo a una obra de Giménez Antonio Martín cita a Carlos Groocke, jefe de Informaciones e Investigaciones que en 1941 se refirió a los niños acogidos en los Hogares «Comprende usted… estos niños no son responsables. Y representan la España futura. Queremos que lleguen a decir un día: sin duda la España falangista fusiló a nuestros padres pero fue porque lo merecían. […] Los que, pese a todo, a los veinte años nos odien todavía, serán los que no tengan valor alguno. Los desperdicios». (Max Gallo según Antonio Martín, http://www.carlosgimenez.com/obra/paracuellos.htm) Por lo tanto, los Hogares eran una herramienta más del Gobierno franquista para humillar y reorientar niños de familias republicanas, y negarles su historia.

Hanna habló en su diario de la importancia de la historia para la identidad de una persona. El tema de la identidad y los factores que influyen en su formación,  me interesan mucho y quiero terminar este texto con una cita del artículo de Antonio Martín, en la que explica el daño que sufre una persona, y especialmente un niño, cuando se le prohibe tener su historia personal. ”Durante los años del franquismo se intentó ocultar, borrar, negar la historia previa, creando un enorme vacío vital en el que nos movíamos los que entonces éramos niños. Debido a ello tuvimos que aprender desde cero quiénes éramos y dónde estábamos, comenzando por volver a dar vida a lo que parecía, y el régimen quería, muerto. Esta larga tarea por la recuperación de nuestras señas de identidad se ha llevado gran parte de nuestro esfuerzo y tiempo y explica muchos de nuestros errores”.

 

Bibliografía:

PRESTON, Paul: La guerra civil española. Barcelona, Mondadori, 2004.

Artículos:

CASANOVA, Julián: “Después de tanta memoria…“. El País, 20/09/2007.

JACKSON, Gabriel: “El reconocimiento del pasado trágico“. El País, 02/04/2006.

MARTÍN, Antonio: La obra nacional del Auxilio Social. En la página web: http://www.carlosgimenez.com/obra/paracuellos.htm 15/02/08

Diario de aprendizaje I (Ruth)

En este curso, que en principio me interesaba por el tema y la literatura, estoy aprendiendo mucha historia. Mi conocimiento de la Guerra civil española hasta hace unos diez años era sobre todo culturo-mítico-emocional.  Sobre todo se trataba de representaciones: canciones, posters, películas, algunos libros, los relatos de conocidos de mis padres.  Crecí con “Morir en Madrid” y las canciones republicanas, con una serigrafía de “Guernica”, escuchando historias de exiliados y brigadistas, leyendo a Rafael Alberti o a León Felipe. Y con una frase de la Pasionaria en un pequeño cuadro colgado en la pared:  “Más vale morir de pie que vivir de rodillas”. Pero sin tener una visión general y amplia de la guerra civil ni del franquismo. Un día, leyendo “Por quién doblan las campanas” pensé que debería saber un poco más sobre esa época.  Leí algunos libros, articulos, de vez en cuando encontraba algo interesante en internet y le seguía el rastro. Pero no había sistematizado mis conocimientos.  De ahí el gran interés con que seguí las tres primeras clases del curso donde  aprendimos las circunstancias históricas, los hechos más importantes de la guerra civil y sus consecuencias, y las distintas etapas del franquismo. Hasta ahora no había tenido la oportunidad de ver la propaganda franquista. Como la republicana, la de la resistencia francesa, la nazi o la soviética, la franquista es hija de la época y responde a arquetipos, estereotipos y clichés. Las representaciones de un hecho (o de un mito ) nos forman tanto como el hecho mismo. Y tanto los republicanos como los rebeldes han utilizado la propaganda en una forma muy directa y apelando a los sentimientos patrióticos más básicos, mostrando quién es el enemigo, con quién hay que solidarizarse.

Los  artículos leídos (Jackson, Casanova, Pradera, Cercas, Preston, etc) y el material de clase me han permitido acceder a datos que desconocía totalmente, como la cantidad de ayuda que recibieron en soldados, armas o materiales republicanos y franquistas. También ponerle fecha aproximada a algunos hechos como la huelga de mineros de Asturias o la batalla de Madrid ha sido importante para mí.  Aprender datos sobre la situación de la mujer en España durante la dictadura de Franco ha sido casi chocante al conocer, o por lo menos tratar de entender el alcance del nacional-catolicismo en esferas de la vida privada que desconocía.

Lo que no deja de sorprenderme es cómo la guerra duró tres años. Cuanto más leo, mi impresión es que la lucha republicana frente a los alzados nació muerta. Me emociona esa lucha sin héroes, o con anti-héroes del pueblo republicano, con tan pocas posibilidades militares frente a los ejércitos organizados con los que se enfrentó. No deja de entristecerme, aún hoy la injusticia de ver un régimen elegido democráticamente derrocado por una dictadura militar. No fue la primera, ni fue la última. América Latina aprendió muchas lecciones de dictadores europeos. Pero es una de las que más duelen.

Como en cualquier país luego de catástrofes humanas, faltan muchos, de ambos lados, pero de uno faltan muchos más, muchos más sufrieron  juicios sumarios, humillaciones, cárcel, escarnio,  muerte.  El verdugo no fue sólo el que ordenaba o el que obedecía órdenes, el verdugo fue también el silencio.

¿Y hoy? a casi setenta años del comienzo del oscurantismo franquista, a más de treinta de la muerte de su instigador y creador, todavía no se ha recuperado la memoria histórica “aparcada” según Cercas durante la Transición.   La pregunta  subyacente, en artículos sobre la muerte de Franco o cada vez que se abren fosas comunes resultados de los “paseos”, es ¿por qué? o ¿para qué? o ¿de qué sirve recordar, homenajear, restituir honores, poner nombres en lápidas que no existían? Alguien dijo que no se puede construir sobre los muertos.  Los que no quieren recordar dicen que todo eso pasó hace demasiado tiempo.  Sólo hace treinta y siete años que murió Franco. El ejercicio de la memoria activa, de la recuperación de la memoria histórica quizás no sirva para no repetir errores, pero quizás sirva para construir un país de paz. Países como Chile, Uruguay o Argentina, están en el doloroso y accidentado proceso  de la recuperación de la memoria histórica, abriendo fosas conocidas sólo por los represores de las dictaduras de los años ´70, creando museos donde hubo centros de tortura, recuperando niños robados. Sólo hace un poco más de treinta años que sucedió. Pero si en esos países no es fácil construir un futuro, menos lo será sin la transparencia, sin revisar leyes de “obediencia debida”  o indultos indebidos.  Sin devolver la dignidad a sus muertos.

Diario de aprendizaje I – (Eriikka)

Ya que veo que me resulta imposible hacer un comentario breve de un tema tan complejo y polémico como la Guerra Civil Española o la época de franquismo en un espacio tan limitado como este diario de aprendizaje, prefiero comentar nada más un tema actual, La Ley de Memoria Histórica, que me ha llamado la atención y que me parece relevante considerando el enfoque de este curso.

Nombres como “la Ley de Memoria Histórica” o “la Asociación para la Recuperación de la Memoria” me sonaron al inicio como algo salido de un cuento de Borges. Pero después de haber estudiado los antecedentes y el contexto, veo que estos términos encuentran su justificación histórica, y una primera tentación de acusar a los políticos actuales de inventar nombres altivos a sus proyectos se desmorona, ya que el término parece haberse establecido en el discurso público español desde hace tiempo. Queda claro también que no se trata de fijar una versión “verídica” de los hechos históricos, o de establecer algo parecido a una historiografía oficial. (Eso sería preocupante.) La función principal es de dar aunque sea una mínima consolación moral a las víctimas de las represiones franquistas y a sus familiares, en forma de un reconocimiento jurídico y político. Se trata de enderezar un entuerto de la época de transición, de reparar la injusticia histórica y el pecado político de la evidente desigualdad en el trato de las víctimas de la guerra. Como afirma Julián Casanova en su artículo (El País 20/09/2007), “sólo las víctimas de la represión [—] y de la violencia de la dictadura [—] necesitan la reparación moral y el reconocimiento jurídico y político después de tantos años de vergonzosa marginación”. Sin embargo, habría que tener cuidado para no incentivar una situación opuesta pero igual de parcial al de los años de franquismo. En teoría esto no debería significar que se olviden de las víctimas en el lado nacionalista, aunque siempre corre el riesgo de tal “hipercorrección histórica”. La frase de Casanova simplemente implica que los del lado nacionalista ya han recibido su parte de la reconciliación. Está claro que como tal la reconciliación viene tarde, y tampoco estoy totalmente convencida de hasta qué punto una indemnización remunerada sirve de solución, aunque seguramente habrá también quienes lo necesiten. (Ni hablar de que seguramente el procesamiento de todo tipo de solicitudes será un lío burocrático sin precedentes. [Ver artículos 4 a 9 de la Ley.]) De todas maneras, si todavía es posible restituir algo de dignidad a esas personas y sus familias, bien. Al fin de cuentas, el valor simbólico de la ley puede bastar para muchos. Varias fuentes comprueban que el silencio colectivo fue institucionalizado y por ende, quedó arraigado en la sociedad española. (Ver por ejemplo el artículo de Rodrígues al que vuelvo más adelante.) Y quizá, en ese sentido, es cierta la frase de Casanova, en el ya mencionado artículo: “[l]a democracia española necesita esa ley” aunque pienso que ninguna democracia debería necesitar semejante ley, sino que el concepto de democracia ya debería implicar una capacidad de promover y mantener una memoria histórica que también permita un debate histórico. Veo ahora que no habría que juzgar a esta ley fuera de su contexto histórico particular.

Y entonces, ¿por qué apenas ahora? Independientemente de qué tan consciente y consensual haya sido el silencio en la época de transición, pienso que muchas veces hace falta un distanciamiento temporal para poder tratar temas difíciles desde un punto de vista más analítico, menos emocional. Javier Cercas da en su artículo (El País 29/11/2005) una visión comprensiva de la época de la transición, que no cae en los clichés del “pacto de olvido”, pero apunta el problema más grave: que el conocimiento del pasado histórico se haya limitado en los ámbitos académicos, que la pluralidad de interpretaciones no se haya popularizado hasta alcanzar al pueblo. Jesús Rodríguez llama la atención sobre el mismo problema en su artículo titulado “Ese fantasma de la historia” (El País, 2000) en el que habla sobre los conocimientos limitados de los alumnos de enseñanza media sobre Franco y el franquismo, y como muchas veces la fuente de información principal viene del ámbito de la familia. Revela, asimismo, una de las razones al porqué las representaciones literarias tienen tanta importancia en la recreación del pasado: uno de los alumnos entrevistados por Rodríguez dice: “Yo me he enterado más del régimen de Franco en Tiempo de silencio o La colmena que en clase”. La Ley de Memoria Histórica pretende tomar un rol activo en esta popularización de nuevas interpretaciones sobre el pasado histórico. Es interesante ver cómo la ley ha causado tanta discrepancia en España y como, hasta cierto punto, se convirtió en una cuestión política entre el PP y el PSOE. Me pregunto también si el artículo 15 de la ley sobre la retirada de los símbolos y monumentos franquistas no esté de alguna manera en contradicción con el ideal de la memoria histórica, ya que al retirar los monumentos estamos borrando pruebas históricas que sirven para recordar a las futuras generaciones. Entiendo que la razón fundamental es porque se considera que estos monumentos ofenden a las víctimas; el acto de quitarlos es, otra vez, más que nada simbólico. De la misma manera me preocupa que explícitamente prohíban cualquier acto exaltando la Guerra Civil o el franquismo en el Valle de los Caídos (artículo 16 de la Ley) porque pienso que muchas veces no hay manera más efectiva para fomentar una actividad que prohibiéndolo.

Fuentes:

Ley 52/2007

Casanova, Julián: “Después de tanta memoria…“. El País, 20/09/2007.

Cercas, Javier: “Cómo acabar de una vez por todas con el franquismo”. El País, 29/11/2005.

Rodríguez, Jesús: “Ese fantasma de la historia”. El País 2000 “25 años después de Franco