¿Qué nos sucede cuando envejecemos? ¿Qué sucede a las eminencias cuando pasa el tiempo? ¿Un asesino serial sigue siendo igual de espantoso cuando ya se le cae la baba y está en una silla de ruedas? Tanto la novela Llegada para mí la hora del olvido como la película ¡Buen viaje, excelencia! dan lugar a preguntas de este tipo y voy a reflexionarlas en este diario.
Tanto Llegada para mí la hora del olvido (de aquí en adelante: Llegada) como ¡Buen viaje, excelencia! ilustran la debilidad de la vejez de Franco. De cierta manera este tipo de representaciones sirven para abrogar la imagen casi mítica de los personajes admirados, temidos y odiados como Franco. Se puede decir que tanto Llegada como ¡Buen viaje, excelencia! mofan de Franco o por lo menos ofrecen al lector y al espectador un punto de vista que no solemos tener de un dictador. Parece que los síntomas o consecuencias de su vejez le desarman y vemos un Franco más íntimo y vulnerable. Las dos obras nos muestran un anciano senil que esta completamente perdido entre las memorias de sus mejores años y el presente en que ya no goza de buena salud. En Llegada tiene el delirio de volver a Galicia y en la película se abisma en las memorias en medio de una negociación con los políticos. Aunque Franco sigue teniendo las riendas, las dos obras nos demuestran que debería estar ‘jubilado’ desde hace mucho tiempo. En la película su voz y sus problemas de pronunciación crean una imagen de deficiencia mental. Sus parientes cercanos insisten que Franco se encuentra bien, a lo mejor porque tienen miedo de las consecuencias: tienen el presentimiento que con la caída de Franco van a cambiar muchas cosas en la sociedad española.
Las dos obras me dieron la impresión que Franco, como muchos dictadores y jefes autoritarios, fue muy solitario. Creo que esa soledad fue creada paulatinamente tanto por Franco mismo que por su estatus social. Tomar este tipo de posición social parece implicar el abandono de la vida privada. Por lo menos en la película Franco es un dictador incluso en los ojos de su propia familia. Cuando ya no es capaz de mandar, empieza a sentirse inseguro. No tiene gente que tenga la audacia de contradecir. Es por eso que en la película se acoge a la protección de la señora (médico) que le recuerda mucho a su madre y que parece ser la única persona en su sano juicio en el palacio. De una manera estas representaciones nos ayudan a desmenuzar la autoridad de una persona espantosa que se ha tomado la justicia por su mano. Muestran que al final de su período en poder cualquiera le hubiera podido ganar en el duelo. Al mismo tiempo sirven a ilustrarnos que Franco también era un ser humano: un ser humano vulnerable que tiene sus penas, traumas y tragedias. No quiero decir que la vejez de una persona vuelva más aceptables sus crímenes, pero que al fin y al cabo ellos envejecen, se vuelven chochos y mueren por lo divino e inmortal que hayan parecido.
Como dijo Ruth en la penúltima clase, en la Llegada se puede percibir cierta ternura, algo que no solemos asociar con un dictador como Franco. En mi opinión la representación de Franco en ¡Buen viaje, excelencia! es ambiguo. Por un lado la película mofa de Franco de una manera que no era posible durante la dictadura. Podría ser una comedía: nos ofrece un Franco que parece estar demente, que caza sus animales domésticos y se encierra en el baño para llorar por la muerte de un subalterno. También me llamaron atención algunos detalles del marco en que vive Franco: las moscas y la oscuridad – efectos intencionales en la película. La oscuridad de su palacio no era solamente debida a los problemas técnicos que tuvimos al mirar la película sino era realmente muy oscuro. Creo que eso simbolizaba el retraso y el estancamiento del Caudillo y de su régimen. A lo mejor las moscas fueron solamente herramientas para añadir a la cómica de la película, pero también estaba pensando que contrastaron muy bien el sentimentalismo de la película porque las moscas pueden servir casi en el mismo papel que las ratas en las películas de propaganda antisemítico – que la gente puede asociarlas moscas con lo podrido, que el palacio hierve de moscas porque hay algo (o más bien alguien) podrido.
Por otro lado, la representación de Franco en la película es algo muy sentimental, casi nostálgico. Algunas escenas que demuestran la decadencia de la dictadura y la caída paulatina del dictador mismo evocan compasión. Para mí por ejemplo la visita de Horneja fue una escena muy triste; sentí lástima por Franco – no por el Franco como dictador, pero por el Franco como un anciano que ya no vive en el presente sino en el delirio y en sus recuerdos pasajeros. Sin embargo, esa misma escena de Horneja sirve también para ilustrarnos la insensibilidad de Franco: cuando le viene a la memoria la imagen de la tortura de alguien, sólo tiene ganas de comer huevos y chorizo. Las dos obras me parecieron muy interesantes justamente por el punto de vista íntimo en la representación de Franco. Si les interesa la ficción ‘dictadoresca’ , les recomiendo The Castle in the Forest (2007) de Norman Mailer (traducido al finés como Aadolfin linna).