Diario de aprendizaje II (Enrique)

En esta segunda parte de la asignatura se han tratado dos temas, el maquis, distinguiéndose entre la guerrilla organizada y la mera supervivencia aislada, y la situación carcelaria durante la guerra y la posguerra, con los agravantes de la injusticia reinante y la dura represión aplicada, entre otros.  

Como fuentes referenciales las emblemáticas novelas Luna de Lobos y La voz dormida, la evocadora película Silencio roto, de contenido sórdido y hermético, una presentación sobre Raza y Espíritu de una raza (la propaganda y el franquismo), otra sobre La memoria y el simbolismo de Las trece rosas, las explicaciones, reflexiones y comentarios de clase y una completa colección de artículos.  

Todas las narraciones se tratan desde una óptica sensibilizada con el lado republicano, la víctima humillada y oprimida por el lado vencedor, el tiránico verdugo fascista, que impone su ley del terror, sesgando impunemente vidas, desmembrando familias, forzando al exilio, ultrajando obsesivamente el alma republicana. Es cierto y se trata de delitos sumamente graves. También lo es que la considerable parte de población que nunca cuestionó al franquismo nunca los sufrió (hecho que no lo exculpa naturalmente).     

Las posturas radicales “quien no está conmigo está contra mí” eran la tónica de aquellos tiempos. No obstante, debo decir que discrepo parcialmente del soslayado planteamiento con que se enfoca el tema, pues cabe hacer matizaciones sobre el tono tan extremoso de citadas narraciones y obra cinematográfica. La verosimilitud expresada con un incuestionable valor artístico queda parcialmente mermada por su sectarismo (las atrocidades sólo las cometía un bando), su ámbito restringido (no extensible a una gran parte del pueblo) y su precaria articulación histórica, factores que, si no en su estilo sí en su fondo, comparten con la mayoría de las novelas franquistas. La voz dormida es históricamente más completa. En cualquier caso, Luna de lobos invita poderosamente a una reflexión que reservo para el final. (Las consideraciones anteriores tampoco pretenden justificar las transgresiones cometidas).    

La radicalización fue denominador común a ambos bandos, como ya dije en el diario precedente. El 18 de julio supuso en toda España un levantamiento de la veda para la caza de unos españoles por otros. En la prensa de la zona republicana se concede la justificación popular de la justicia, e incluso se aplaude que “la justicia del pueblo” -es decir, los asesinatos a mansalva por motivos muchas veces personales- se adelante e incluso suplante a la justicia del Estado. En la zona nacional los presuntos “incontrolados” eran con frecuencia conversos de organizaciones izquierdistas que trataban de justificar historias adversas; o derechistas de toda la vida que interpretaban así su afiliación  a la Falange. [“Las matanzas colectivas en territorio rebelde no excusan las que tuvieron lugar en zona republicana. … Los españoles se mataban entre sí”, afirma el historiador de afiliación comunista M. Tuñón de Lara]. En la guerra la pertenencia a uno de los bandos sólo llevaba al suicidio; tendencia que tras ella continuó. 

En el Museo del Ejército de Madrid existe un gran cuadro que evoca las matanzas con una clara leyenda: “Españoles: perdonad, pero no olvidéis”.

(Sólo cabe la más viva repulsa y condena a toda aquella degradación humana, con independencia de su signo). 

Monte, anochecer, herido, sin comer, valiente, nombre verdadero, combate sangriento, Guardia Civil, … voces componentes de una canción guerrillera que recrea al galicismo francés “maquís” (matorral o lugar poblado de matorrales), “los que se echan al monte”, “los huidos”, “los fugados”, “los del monte”, para designar a la resistencia activa antifascista de los años cuarenta. Este contingente junto con la población reclusa constituyeron los focos preferentes de la dura represión franquista.  

Desde la retirada de las guarniciones alemanas de la vertiente pirenáica en 1944, las guarniciones fronterizas españolas y los puestos de la Guardia Civil registraban movimientos sospechosos y sufrían hostigamiento y agresiones armadas. Comenzó así una prolongación de la Guerra Civil. En alegatos de tono triunfalista el ejército guerrillero español (el/los maquis) trataba de presentarse como el enemigo activo del franquismo. “La unión de bolsas de huidos al finalizar la guerra civil y de los maquis infiltrados desde Francia hizo posible la guerrilla propiamente dicha”, afirma Secundino Serrano. 

En aquel ajedrez político se creó en Buenos Aires un Comité Nacional de Liberación, apareció una Junta de Unión Nacional auspiciada por el Partido Comunista, se lanzaban manifiestos monárquicos, republicanos y nacionalistas (vascos y catalanes, naturalmente) en pro de la invasión conducente a la Reconquista de España, aludiéndose al hambre, las tenebrosas mazmorras, los pelotones de fusilamiento, el reguero de sangre y los gemidos del pueblo, etc, ante el criminal contubernio de carroña y podredumbre … de “Franco, la muerte de España, cuyo derrocamiento es el umbral de la resurrección de la patria. ¡Mueran Franco y su maldita Falange! ¡Viva el Gobierno de la República!”. … “La canalla franquista, -el “enano sangriento” y sus esbirros-, emplea contra nosotros todos sus recursos represivos y terroristas: Guardia Civil y Policía armada; moros y Tercio Extranjero; Guardia Nacional Portuguesa y contrapartidas de forajidos y espías. Pero sus esfuerzos criminales están condenados al fracaso”.   

Resultado, el sangriento fracaso de las agrupaciones guerrilleras, como los 6.000 hombres de las brigadas-cuadro (en referencia a los cuadros de mando) que en su hábil penetración por el pirineo leridano y Roncesvalles ocuparon en sorpresivo ataque varios pueblos, tras arrollar a sus guarniciones (como vimos en Silencio Roto), en cuya contraofensiva se empleó un grupo móvil de divisiones hasta envolverlos (conforme a la táctica tradicional conocida como “la horca del Caudillo”). Durante la retirada algunos grupos ya no pudieron regresar y se adentraron en el país uniéndose a los huídos, escondidos desde el final de la guerra en grupos aislados, y sobrevivieron gracias al apoyo de una parte de la población campesina.  

El Partido Comunista trató de organizar a estos hombres para crear un frente único de liberación en el interior. Las agrupaciones guerrilleras se estructuraron con forma organizada y territorial, incluyendo una escala de mandos, disciplina castrense, responsabilidades políticas y militares, se creó una escuela técnica de capacitación para guerrilleros y se publicó un boletín de combate (el periódico El guerrillero). Existían puntos de apoyo que suministraban el abastecimiento de las bases. Sus objetivos eran civiles y militares, asaltaban trenes, secuestraban personas por las que se pedía un rescate, unido a las ejecuciones ejemplarizantes de falangistas o traidores. Realizaron campañas de propaganda, principalmente entre el campesinado, mostrándose como la única esperanza para acabar con el modelo caciquista que el falangismo pretendía perpetrar. [Recuérdese que el régimen semifeudal imperante en el campo mantenía al campesinado en unas condiciones paupérrimas]. Piénsese que durante el año 1947 toda la zona de actuación de la agrupación querrillera del Levante fue declarada zona de guerra, llegando a crearse compañías móviles para su control.     

Tras una reciente Guerra Civil, ante la veracidad de lo anterior no debería sorprender que el franquismo presentara al maquis (un enemigo armado) como una “conspiración exterior” o como un grupo de bandoleros, malhechores, forajidos, terroristas con las manos manchadas de sangre”, sobre todo por minimizar su importancia. [Con la banda terrorista ETA se recurre a la misma estratégia semántica (pistoleros, asesinos, bandidos), evitándose a toda costa calificarla como organización estructurada. En Rusia se alude de igual forma a los insurgentes chechenos]. Se pagaba una recompensa de hasta 5.000 pts. por cada huido o guerrillero capturado. Su delito se tipificaba como “Rebelión Militar (Bandoleros)” en juicio sumarísimo. 

Con un lapsus de dos centurias Robin Hoods a la española como Tragabuches, José María el Tempranillo, Pasos largos, Cintas verdes, Luis Candelas, etc., nombres míticos del romántico bandolerismo andaluz nacido en los tiempos de lucha contra el invasor gabacho, pasaban el testigo a Juanín, Facerías, Quico Sabaté, Caraquemada, etc., maquis rurales y urbanos de leyenda; los Migueletes, antiguos fusileros de montaña, intercambiaban papeles con los números de la Guardia Civil, los míticos depositarios del altruismo, la heroicidad y la masculinidad en la literatura franquista.   

Por su copiosa documentación y amplitud de análisis, cabe destacar el libro escrito en dos tomos, Maquis en España (1975) y El maquis en sus documentos (1976), por  Francisco Aguado Sánchez, historiador y teniente coronel de la Guardia Civil. Conforme a los archivos de la Guardia Civil, la acción del maquis produjo (en cifras aproximadas)  1.000 muertes violentas entre la población civil, 6.000 asaltos y atracos, 8.300 actos delictivos de toda clase, murieron en acción 2.200 guerrilleros o bandoleros, 3.000 fueron capturados, 550 se entregaron de forma voluntaria y 19.500 fueron detenidos como cómplices. En la contraofensiva murieron unos 300 miembros de los cuerpos armados (Guardia Civil, Cuerpo General de Policía, Policía Armada y Ejército). [Moreno Gómez descalifica esta obra con tremenda contundencia, afirmando que está escrita “sobre bases teóricas falsas, desde una defensa a ultranza de la dictadura y su Caudillo, desde un profundo desprecio hacia el sistema democrático, y desde unas fuentes unilaterales (los exclusivos fondos de la Guardia Civil, fragmentarios, tendenciosos y con muchas lagunas),…”]. Guste o no, hay que constatar que son los únicos datos que por el momento existen.      

Aquella actividad subversiva del maquis, pese a alcanzar su apogéo entre los años 1946 y 1947 (coincidiendo con las ofensivas políticas exteriores contra la España de Franco), duró hasta 1949, fecha en que el movimiento fue prácticamente aniquilado. Y pese a las consignas reconciliadoras impartidas finalmente desde el sur de Francia por el Partido Comunista, algunas guerrillas se negaron a abandonar el monte hasta entrados los años sesenta.  

La antes referida fragmentación de los grupos guerrilleros (de grupos aislados formados por huidos, como el de Luna de lobos), la paulatina disminución del apoyo familiar y popular por el miedo y el deseo de salir de la hambruna de los años de la autarquía (conforme indica José María Izquierdo), junto al control que las fuerzas de seguridad franquistas ejercían fueron factores decisivos que llevaron a su desaparición definitiva. El acoso y espionaje desplegado por la Benemérita fue de tal intensidad (téngase Silencio Roto como ejemplo) que  hasta familias enteras abandonaron todo lo que tenían para echarse literalmente al monte e ingresar en la guerrilla. “Ir a la cárcel en aquella época era ir a que te mataran a palos”, cuenta Remedios Montero, Celia, detenida en 1952 y que permaneció en prisión hasta 1960.  

El olvido los conmina a una supervivencia feroz, a una muerte en vida,  como es el caso del legendario Gregorio García Díaz, Gorete, cuyo solitario destierro en una fría y recóndita cueva se prolongó durante más de once años. El hombre que  presencia el entierro de su madre a través de unos prismáticos y siega por agradecimiento a la luz de la luna la hierba de una familia en Luna de lobos. Pese a todo, la dadivosa España democrática no llegó ni a indemnizarle mínimamente.   

La paradigmática “lucha borrosa” del maquis fue silenciada durante el régimen franquista (su lógica política para encubrir la actividad subversiva), paradójicamente incluso por el Partido Comunista, los gobiernos democráticos y las élites políticas e intelectuales. Además, la Transición fue útil para pasar de la dictadura a la democracia, pero no fue justa, ya que se construyó con una amnesia y olvido patentes, conforme observación de Secundino Serrano.  

La realidad histórica de la guerrilla antifranquista ha sido una de las áreas más desconocidas por la opinión pública y más abandonadas por la historiografía tradicional. Entre otras realidades del pasado que aúnan silencio histórico y trauma mencionar los campos de concentración franquistas, los trabajos forzados, la construcción del Valle de los Caídos, la oposición antifranquista protagonizada por mujeres, el robo de niños a los rojos, los desaparecidos, los topos, etc. Conforme a la teoría del trauma, toda víctima de un trauma no suele reconocerse a sí misma como tal víctima y evade el tema guardando silencio. El silencio es un modo de vida con el que sujeto se siente psíquicamente protegido del terror experimentado. De ahí el deseo de algunos autores a romper su silencio mediante la construcción de una memoria histórica, como representa la película vista, Silencio roto (2000).     

“Bandoleros (asesinos y secuestradores, orquestados por la “bestia parda” del Partido Comunista), héroes (valerosos y altruistas que no dudan en dar su vida por la libertad y la justicia -La voz dormida y Silencio roto-) y supervivientes (de una extrema represión y expuestos a extremas condiciones de vida; cuya la heroicidad es resultado de la lucha contra la naturaleza, que también se ha convertido en enemiga -Luna de lobos- )” son tres modelos básicos de representación del maquis español según se hayan producido en la España franquista, la del exilio o la democrática.   

Concluyo mencionando Luna de lobos. Un relato mitificador de la Guerra Civil por su dialéctica entre mito (la luna, el sol de los muertos) y trauma (los lobos, los maquis apartados de la sociedad, perseguidos a muerte, que tienen que sobrevivir en condiciones extremas, llegando incluso a matar como alimañas salvajes). Un canto a la bondad y a la maldad, al entorno aliado y al hostil, a la oscuridad y a la soledad, a la astucia y al silencio, a la resistencia o a la muerte. Está llena de matices muy sugerentes sobre la esencia del ser humano y la vida misma. Su prosa poética y su contenido filosófico me han resultado fascinantes. 

Fuentes: 

Aguado Sánchez, Francisco, 1975 y 1976. Maquis en España y El maquis y sus documentos.  

De la Cierva, Ricardo, 1976. La Historia se confiesa. Tomos III y V. Planeta. Barcelona.

Izquierdo, José María. 2002. Maquis: Guerrilla antifranquista. Un tema en la literatura de la memoria española.

http://www.duo.uio.no/roman/Art/Rf-16-02-2/esp/Izquierdo.pdf 

Llamazares, Julio. 1991. “Adiós a Gorete”. En Babia. Seix Barral. Barcelona.  

Los últimos guerrilleros. La historia de los maquis. Documental.  

Moreno-Nuño, Carmen. 2006. Las huellas de la Guerra Civil. Mito y trauma en la narrativa de la España democrática. Ediciones Libertarias. Madrid. 

Serrano, Secundino. 2001. Entrevista: Antifranquista. Nueva Leer nro. 122.  Serrano,

Secundino. 2001. Maquis: Historia de la guerrilla antifranquista. 

Diario de aprendizaje I (Ilona)

Estudiar la historia española de los últimos casi 80 años me ha parecido sumamente interesante e importante. Lo que tal vez más me haya hecho pensar durante este curso es un tema que me ha tormentado ya antes: el problema de la dictadura, sea derechista o comunista. Una dictadura represiva que persigue a sus críticos, los que no están de acuerdo con la ideología official, encarcelándolos y torturándolos, sigue existiendo en muchos países del mundo (Coréa del Norte, Cuba, Birmania etc.) En la política rusa actual, no lejos de Finlandia, también existen espantosas tendencias de despotismo, como la censura de los medios de comunicación críticos del presidente y de su gobierno y la eliminación de periodistas y otros que se atreven presenter una opinión que difiere de la official. Lo que estas distintas dictaduras tienen en común, y lo que explica hasta cierta medida su existencia, es que  benefician ciertos grupos de la sociedad, aunque sean minoritarios, son influenciales.

Tanto Julián Casanova como Gabriel Jackson destacan en sus artículos la importancia del reconocimiento de los crímenes de la dictadura. Sin embargo, dice Jackson que “no son los afectados más inmediatos -las viudas e hijos de las víctimas republicanas-, sino sus nietos, quienes impulsan el movimiento para crear un recuerdo veraz y digno del periodo entre 1931 y 1975”. Quizás sea así con la mayor parte de aquellos ‘afectados más inmediatos’, pero no es completamente cierto en cuanto al artista  Carlos Giménez: no sé si impulsó un movimiento, pero participó en “crear un recuerdo veraz y digno” cuando públicó el primer album de la serie Paracuellos ya en 1977.

Las historietas “Paracuellos” de Giménez, incluídas en las lecturas complementarias del curso son otra cosa que me ha impresionado, primero porque el tebeo me fascina como forma de arte y representación de la historia, del pasado, pero también porque aprendí de ellas un nuevo aspecto de la dictadura franquista. En estas historietas Giménez relata sus experiencias en los Hogares de Auxilio Social, que eran instituciones de corte falangista para niños de padres republicanos muertos en la Guerra, encarcelados o con problemas económicos. En estos colegios, la educación se componía básicamente de la religión y de la instrucción militar. La experiencia y el punto de vista de un niño que sufrió durante la dictadura franquista, me parecen muy interesantes: parecen, si posible aun más trágicos que los de un adulto, ya que en la infancia nuestra identidad no se ha formado aún, sino estamos en una fase importante de desarrollo intellectual y emocional y dependemos de los adultos que nos rodean.

En un artículo que escribió como prólogo a una obra de Giménez Antonio Martín cita a Carlos Groocke, jefe de Informaciones e Investigaciones que en 1941 se refirió a los niños acogidos en los Hogares «Comprende usted… estos niños no son responsables. Y representan la España futura. Queremos que lleguen a decir un día: sin duda la España falangista fusiló a nuestros padres pero fue porque lo merecían. […] Los que, pese a todo, a los veinte años nos odien todavía, serán los que no tengan valor alguno. Los desperdicios». (Max Gallo según Antonio Martín, http://www.carlosgimenez.com/obra/paracuellos.htm) Por lo tanto, los Hogares eran una herramienta más del Gobierno franquista para humillar y reorientar niños de familias republicanas, y negarles su historia.

Hanna habló en su diario de la importancia de la historia para la identidad de una persona. El tema de la identidad y los factores que influyen en su formación,  me interesan mucho y quiero terminar este texto con una cita del artículo de Antonio Martín, en la que explica el daño que sufre una persona, y especialmente un niño, cuando se le prohibe tener su historia personal. ”Durante los años del franquismo se intentó ocultar, borrar, negar la historia previa, creando un enorme vacío vital en el que nos movíamos los que entonces éramos niños. Debido a ello tuvimos que aprender desde cero quiénes éramos y dónde estábamos, comenzando por volver a dar vida a lo que parecía, y el régimen quería, muerto. Esta larga tarea por la recuperación de nuestras señas de identidad se ha llevado gran parte de nuestro esfuerzo y tiempo y explica muchos de nuestros errores”.

 

Bibliografía:

PRESTON, Paul: La guerra civil española. Barcelona, Mondadori, 2004.

Artículos:

CASANOVA, Julián: “Después de tanta memoria…“. El País, 20/09/2007.

JACKSON, Gabriel: “El reconocimiento del pasado trágico“. El País, 02/04/2006.

MARTÍN, Antonio: La obra nacional del Auxilio Social. En la página web: http://www.carlosgimenez.com/obra/paracuellos.htm 15/02/08

Diario de aprendizaje I (Ruth)

En este curso, que en principio me interesaba por el tema y la literatura, estoy aprendiendo mucha historia. Mi conocimiento de la Guerra civil española hasta hace unos diez años era sobre todo culturo-mítico-emocional.  Sobre todo se trataba de representaciones: canciones, posters, películas, algunos libros, los relatos de conocidos de mis padres.  Crecí con “Morir en Madrid” y las canciones republicanas, con una serigrafía de “Guernica”, escuchando historias de exiliados y brigadistas, leyendo a Rafael Alberti o a León Felipe. Y con una frase de la Pasionaria en un pequeño cuadro colgado en la pared:  “Más vale morir de pie que vivir de rodillas”. Pero sin tener una visión general y amplia de la guerra civil ni del franquismo. Un día, leyendo “Por quién doblan las campanas” pensé que debería saber un poco más sobre esa época.  Leí algunos libros, articulos, de vez en cuando encontraba algo interesante en internet y le seguía el rastro. Pero no había sistematizado mis conocimientos.  De ahí el gran interés con que seguí las tres primeras clases del curso donde  aprendimos las circunstancias históricas, los hechos más importantes de la guerra civil y sus consecuencias, y las distintas etapas del franquismo. Hasta ahora no había tenido la oportunidad de ver la propaganda franquista. Como la republicana, la de la resistencia francesa, la nazi o la soviética, la franquista es hija de la época y responde a arquetipos, estereotipos y clichés. Las representaciones de un hecho (o de un mito ) nos forman tanto como el hecho mismo. Y tanto los republicanos como los rebeldes han utilizado la propaganda en una forma muy directa y apelando a los sentimientos patrióticos más básicos, mostrando quién es el enemigo, con quién hay que solidarizarse.

Los  artículos leídos (Jackson, Casanova, Pradera, Cercas, Preston, etc) y el material de clase me han permitido acceder a datos que desconocía totalmente, como la cantidad de ayuda que recibieron en soldados, armas o materiales republicanos y franquistas. También ponerle fecha aproximada a algunos hechos como la huelga de mineros de Asturias o la batalla de Madrid ha sido importante para mí.  Aprender datos sobre la situación de la mujer en España durante la dictadura de Franco ha sido casi chocante al conocer, o por lo menos tratar de entender el alcance del nacional-catolicismo en esferas de la vida privada que desconocía.

Lo que no deja de sorprenderme es cómo la guerra duró tres años. Cuanto más leo, mi impresión es que la lucha republicana frente a los alzados nació muerta. Me emociona esa lucha sin héroes, o con anti-héroes del pueblo republicano, con tan pocas posibilidades militares frente a los ejércitos organizados con los que se enfrentó. No deja de entristecerme, aún hoy la injusticia de ver un régimen elegido democráticamente derrocado por una dictadura militar. No fue la primera, ni fue la última. América Latina aprendió muchas lecciones de dictadores europeos. Pero es una de las que más duelen.

Como en cualquier país luego de catástrofes humanas, faltan muchos, de ambos lados, pero de uno faltan muchos más, muchos más sufrieron  juicios sumarios, humillaciones, cárcel, escarnio,  muerte.  El verdugo no fue sólo el que ordenaba o el que obedecía órdenes, el verdugo fue también el silencio.

¿Y hoy? a casi setenta años del comienzo del oscurantismo franquista, a más de treinta de la muerte de su instigador y creador, todavía no se ha recuperado la memoria histórica “aparcada” según Cercas durante la Transición.   La pregunta  subyacente, en artículos sobre la muerte de Franco o cada vez que se abren fosas comunes resultados de los “paseos”, es ¿por qué? o ¿para qué? o ¿de qué sirve recordar, homenajear, restituir honores, poner nombres en lápidas que no existían? Alguien dijo que no se puede construir sobre los muertos.  Los que no quieren recordar dicen que todo eso pasó hace demasiado tiempo.  Sólo hace treinta y siete años que murió Franco. El ejercicio de la memoria activa, de la recuperación de la memoria histórica quizás no sirva para no repetir errores, pero quizás sirva para construir un país de paz. Países como Chile, Uruguay o Argentina, están en el doloroso y accidentado proceso  de la recuperación de la memoria histórica, abriendo fosas conocidas sólo por los represores de las dictaduras de los años ´70, creando museos donde hubo centros de tortura, recuperando niños robados. Sólo hace un poco más de treinta años que sucedió. Pero si en esos países no es fácil construir un futuro, menos lo será sin la transparencia, sin revisar leyes de “obediencia debida”  o indultos indebidos.  Sin devolver la dignidad a sus muertos.

Diario de aprendizaje I – (Eriikka)

Ya que veo que me resulta imposible hacer un comentario breve de un tema tan complejo y polémico como la Guerra Civil Española o la época de franquismo en un espacio tan limitado como este diario de aprendizaje, prefiero comentar nada más un tema actual, La Ley de Memoria Histórica, que me ha llamado la atención y que me parece relevante considerando el enfoque de este curso.

Nombres como “la Ley de Memoria Histórica” o “la Asociación para la Recuperación de la Memoria” me sonaron al inicio como algo salido de un cuento de Borges. Pero después de haber estudiado los antecedentes y el contexto, veo que estos términos encuentran su justificación histórica, y una primera tentación de acusar a los políticos actuales de inventar nombres altivos a sus proyectos se desmorona, ya que el término parece haberse establecido en el discurso público español desde hace tiempo. Queda claro también que no se trata de fijar una versión “verídica” de los hechos históricos, o de establecer algo parecido a una historiografía oficial. (Eso sería preocupante.) La función principal es de dar aunque sea una mínima consolación moral a las víctimas de las represiones franquistas y a sus familiares, en forma de un reconocimiento jurídico y político. Se trata de enderezar un entuerto de la época de transición, de reparar la injusticia histórica y el pecado político de la evidente desigualdad en el trato de las víctimas de la guerra. Como afirma Julián Casanova en su artículo (El País 20/09/2007), “sólo las víctimas de la represión [—] y de la violencia de la dictadura [—] necesitan la reparación moral y el reconocimiento jurídico y político después de tantos años de vergonzosa marginación”. Sin embargo, habría que tener cuidado para no incentivar una situación opuesta pero igual de parcial al de los años de franquismo. En teoría esto no debería significar que se olviden de las víctimas en el lado nacionalista, aunque siempre corre el riesgo de tal “hipercorrección histórica”. La frase de Casanova simplemente implica que los del lado nacionalista ya han recibido su parte de la reconciliación. Está claro que como tal la reconciliación viene tarde, y tampoco estoy totalmente convencida de hasta qué punto una indemnización remunerada sirve de solución, aunque seguramente habrá también quienes lo necesiten. (Ni hablar de que seguramente el procesamiento de todo tipo de solicitudes será un lío burocrático sin precedentes. [Ver artículos 4 a 9 de la Ley.]) De todas maneras, si todavía es posible restituir algo de dignidad a esas personas y sus familias, bien. Al fin de cuentas, el valor simbólico de la ley puede bastar para muchos. Varias fuentes comprueban que el silencio colectivo fue institucionalizado y por ende, quedó arraigado en la sociedad española. (Ver por ejemplo el artículo de Rodrígues al que vuelvo más adelante.) Y quizá, en ese sentido, es cierta la frase de Casanova, en el ya mencionado artículo: “[l]a democracia española necesita esa ley” aunque pienso que ninguna democracia debería necesitar semejante ley, sino que el concepto de democracia ya debería implicar una capacidad de promover y mantener una memoria histórica que también permita un debate histórico. Veo ahora que no habría que juzgar a esta ley fuera de su contexto histórico particular.

Y entonces, ¿por qué apenas ahora? Independientemente de qué tan consciente y consensual haya sido el silencio en la época de transición, pienso que muchas veces hace falta un distanciamiento temporal para poder tratar temas difíciles desde un punto de vista más analítico, menos emocional. Javier Cercas da en su artículo (El País 29/11/2005) una visión comprensiva de la época de la transición, que no cae en los clichés del “pacto de olvido”, pero apunta el problema más grave: que el conocimiento del pasado histórico se haya limitado en los ámbitos académicos, que la pluralidad de interpretaciones no se haya popularizado hasta alcanzar al pueblo. Jesús Rodríguez llama la atención sobre el mismo problema en su artículo titulado “Ese fantasma de la historia” (El País, 2000) en el que habla sobre los conocimientos limitados de los alumnos de enseñanza media sobre Franco y el franquismo, y como muchas veces la fuente de información principal viene del ámbito de la familia. Revela, asimismo, una de las razones al porqué las representaciones literarias tienen tanta importancia en la recreación del pasado: uno de los alumnos entrevistados por Rodríguez dice: “Yo me he enterado más del régimen de Franco en Tiempo de silencio o La colmena que en clase”. La Ley de Memoria Histórica pretende tomar un rol activo en esta popularización de nuevas interpretaciones sobre el pasado histórico. Es interesante ver cómo la ley ha causado tanta discrepancia en España y como, hasta cierto punto, se convirtió en una cuestión política entre el PP y el PSOE. Me pregunto también si el artículo 15 de la ley sobre la retirada de los símbolos y monumentos franquistas no esté de alguna manera en contradicción con el ideal de la memoria histórica, ya que al retirar los monumentos estamos borrando pruebas históricas que sirven para recordar a las futuras generaciones. Entiendo que la razón fundamental es porque se considera que estos monumentos ofenden a las víctimas; el acto de quitarlos es, otra vez, más que nada simbólico. De la misma manera me preocupa que explícitamente prohíban cualquier acto exaltando la Guerra Civil o el franquismo en el Valle de los Caídos (artículo 16 de la Ley) porque pienso que muchas veces no hay manera más efectiva para fomentar una actividad que prohibiéndolo.

Fuentes:

Ley 52/2007

Casanova, Julián: “Después de tanta memoria…“. El País, 20/09/2007.

Cercas, Javier: “Cómo acabar de una vez por todas con el franquismo”. El País, 29/11/2005.

Rodríguez, Jesús: “Ese fantasma de la historia”. El País 2000 “25 años después de Franco

Diario de aprendizaje I (Ruska)

Me parece muy interesante la guerra civil española y el franquismo, y sobre  todo las causas y razones por las que todo esto sucedió en España. Aunque estudié en España por 3 años y también he viajado mucho en el país, no me parece haber oído hablar casi nada sobre la guerra, pero debe ser también porque los jovenes no hablan tanto de esas cosas. Me acuerdo solamente haber oído un poco sobre Franco.

A mí me da un angustia hablar sobre la guerra, por todo lo que sufrío la gente; las matanzas, torturas etc. Pero pienso que para la gente que lo vivió debe ser un alivio hablar sobre los acontecimientos traumatizantes que tuvieron que aguantar sin poder hablar sobre ellos en voz alta durante mucho tiempo.

En mi opinión para una persona de nuestra época es casi incomprensible entender por qué la gente aguantó la dictadura por tanto tiempo sin atreverse a oponer a Franco y al fascismo, por qué tuvieron tanto miedo y no defendieron a sus amigos, sino  que hasta los vecinos denunciaban unos a otros.

El papel de la mujer  durante el franquismo también me asombra muchísimo, y no pienso que ninguna de las mujeres de hoy aceptarían unas normas tan estrictas.

Diario de aprendizaje I (Hanna)

Para poder conocer la España de hoy, hay que conocer su pasado, y inevitablemente, la Guerra Cívil (1936-1939) y la subsiguiente dictadura de Francisco Franco son los acontecimientos históricos que más han marcado la sociedad española. Sin embargo, conocer la historia no es simplemente memorizar datos, y una mayor cantidad de información no implica mayor nível de comprensión. Durante las clases he pensado mucho en las causas y las consecuencias de los acontecimientos, así que también quería concentrarme en ellas en este diario de aprendizaje. ¿Por qué hubo una guerra civil y una dictadura en España? ¿Qué tipo de consecuencias han tenido?

Es obvio que el tema es inagotable, pero para poder captar de algún modo las causas y las consecuencias de aquellos 39 años (desde el comienzo de la Guerra Civil hasta la muerte de Franco), he jugado con la idea de que aquellos años forman un núcleo de una historia, mientras que los anteriores son un preámbulo y los posteriores, un epílogo. La historia puede ser contada de muchas formas dependiendo del punto de vista, o del enfoque, y una nueva interpretación siempre tiene como resultado una nueva versión. La historia puede ser diferente también en función del lugar y el tiempo en que se cuenta, y desde luego, de la persona que la narra.

Empezando por el preámbulo: ¿por qué estalló una guerra civil en España? Como vimos en clase, según la version franquista los patriotas se vieron obligados a salvar España, que estaba en caos total por culpa de La República, y el supuesto peligro rojo del extranjero también fue un factor importante. Durante la época franquista, ésta fue “la verdad” promovida y aceptada por las autoridades. El Estado ya no tiene el monopolio de la memória, pero las ideas no cambian en una noche, así que esta versión persiste, aunque ahora es sólo una entre muchas. Para tener una visión más ámplia, habrá que distinguir entre las raíces del conflicto y los factores que actuaron como catalizador del mismo. Los vecinos y los familiares no empiezan a matarse unos a otros por cualquier motivo, y tales motivos no surgen de repente. Como consecuencia de las desigualdades sociales y regionales, que se remontaban a décadas, e incluso a siglos, España de aquel entonces era un país polarizado, pero factores como el contexto internacional, la Guerra de Marruecos, la desintegración del imperio, las turbulencias sociales conllevadas por la industrialización, la situación política nacional etc. seguramente contribuían a que al final estallase una verdadera guerra. Fue la combinación de varios factores que causó una situación política inestable, y al final, explosiva.

Se dice que el pasado siempre está presente, aunque no seamos conscientes de ello. Para saltar al epílogo, nos podemos preguntar cómo se reflejan los 39 años de Guerra y dictadura en la sociedad española de hoy. Lo que destaca en España, desde mi punto de vista, es la division: ‘nosotros’ contra ‘ellos’. Me imagino que los años de la dictadura han agravado, si no directamente causado, la necesidad de contraponer ‘lo español’ y ‘lo catalán/vasco’, o ‘la derecha’ y ‘la izquierda’. El pluralismo parece ser un concepto foráneo, lo que es lógico después de tantos años del franquismo, cuya gran empresa consistía en la construcción de una nación única y unida. Supongo que la gravedad de la situación es una cuestión de opinión, pero la división existe sin duda. También la memoria está afectada por la división, porque se reproducen distintas versiones de historia incompatibles. Por un lado, hay memorias personales y individuales, y por el otro, está la memoria colectiva. La historia es un ingrediente importante en la construcción de la identidad, con lo cual los conflictos entre las diferentes interpretaciones pueden crear conflictos entre identidades.

Cómo se puede salir adelante? El proceso ya ha empezado, por ejemplo, con la recuperación de la memoria histórica. Ya hay una generación de españoles que no tienen experiencias personales de la dictadura y que es, posiblemente, mejor capacitada para enfrentar el pasado y desenredar las memorias y los traumas. El pasado siempre formará una parte esencial de las ideologías y así también, de la política, pero el orden social ya parece haberse consolidado, así que uno no necesita tener miedo de perderlo todo, aunque se remueva el pasado.

Diario de aprendizaje I (Enrique)

Respecto a la teoría del análisis de la novela como texto narrativo, todo lo aprendido de modo sistematizado y esquemático (narrador, focalizador, personaje; analépsis y prolepsis en cuanto al tiempo; lenguaje empleado; intertextualidad) me ha resultado tan práctico como ignorado hasta participar en el curso de Literatura española contemporánea  (sin duda para recomendar). Ahora resulta más fácil deslindar conceptos y utilizarlos como instrumento de análisis. Existen algunas diferencias terminológicas entre uno y otro curso.   Además, tales conocimientos básicos sobre narratología revierten positivamente en la asignatura de Historia Universal de la Literatura de “Metodiopinnot”.  

Respecto al Franquismo, leyendo ’Comrades’ -’Queridos Camaradas’, en español- del prestigioso historiador inglés Paul Preston, en el capítulo que trata sobre Millán Astray se adolece de falta de neutralidad historiográfíca. Pese a la certeza de hechos, el tono descalificativo de algunas de sus aseveraciones e interpretaciones refleja la tendencia antes aludida. Todo un atrevimiento, viniendo precisamente de un inglés. No olvidemos que en el Ejército británico hay cuerpos que no se caracterizan precisamente por su delicadeza, amén de los marines estadounidenses y los legionarios franceses, entre otros muchos. (Durante la IMEC pasé seis meses en el Tercio).    

Según Preston, al lector, foráneo o no, pero sí ajeno a tales hechos y realidades, le quedará clara y desgarradamente marcada la imagen del legalmente constituido, ilegalmente derrotado y ferozmente masacrado y perseguido Ejercito popular, rojo o republicano a manos de las tan inconstitucionales como salvajes fuerzas golpistas o nacionales: la víctima y el verdugo; una visión demasiado simplista de tamaño conflicto bélico. Yo creo que existió totalitarismo radical en ambos bandos.   

Sobre una época tan turbulenta, aunque sólo sea a modo de conjetura, cabría también plantearse qué habría sido de España, de los españoles y de los pretendidos logros reformistas republicanos de no haberse impuesto un régimen autoritario derechista como el que se impuso: ¿se habría respetado el principio de la indisolubilidad territorial de la patria?, ¿se hubiese detenido el poder destructivo de la invasión nazi en los Pirinéos franceses?, ¿no habría aprovechado la Unión Soviética semejante coyuntura política -interna y externa- para desplegar sus tentáculos sobre la Peninsula?, ¿cuál habría sido su coste humano y económico?, ¿continuaría aún?  

No trato de defender el Franquismo, es condenable en muchos aspectos (cruenta represión de sus detractores, abusos de poder,  injusticias, limitación de libertades fundamentales a lo largo de casi cuatro décadas). En 2006 el Consejo de Europa ya lo condenó oficialmente por su violación de los derechos humanos.

Sobre el impasible carácter del Caudillo, ya de pequeños nos habían contado que en cierta ocasión una de las muchas mujeres con hijos pequeños y maridos condenados a la pena capital logró ser recibida en audiencia. Le rogó clemencia y Franco la tranquilizó. Tras su término cuentan que él dijo: “Pobre, no sabe que ya es viuda”).  

No. Sólo constato que para todos aquellos que nunca lo cuestionamos (nacimos,  nos educamos y vivimos felizmente durante parte de aquel régimen dictatorial) se disfrutó en España de auténtica paz, seguridad (orden público), libertad (movilidad geográfica; no me refiero a la política ni sindical, ni a la de la mujer cuyo tratamiento legal era absolutamente vejatorio), progreso, unidad nacional y de la lengua (un país hoy semifragmentado y con falta de solidaridad interterritorial), unidad familiar, profundo sentimiento religioso (resumido, entiéndase como solidaridad y respeto para con el prójimo y temor de Dios; hacíamos ejercicios espirituales) y alto sentido de la honradez, respeto a la Ley, a la propiedad privada, al poder de las autoridades, etcétera.

Luego junto a lo negativo, a mí no me cabe cuestionar que también tuvo repercusiones y aspectos más que positivos.  

Sobre los antecedentes historicos resulta patente que el país seguía careciendo de un adecuado y estable poder político. El descontento social de las clases obreras, la anarquía reinante, los caóticos y sangrientos enfrentamientos y las ansias de poder -bien revolucionario terrenal, bien absolutista divino- unido a la lógica inhibición de las grandes potencias en un conflicto nacional coadyuvó inevitablemente a su estallido y posterior prolongación. Consabido es que el eje fascista ayudó al bando nacional, lo que le permitió utilizar España, “el cortijo de Franco”, como pista de pruebas armamentísticas, así como que el supuesto ¿dilema estaliniano? se despejó casualmente el mes, sinónimo a revolución rusa, del 36. De este modo la URSS pudo quedarse con todas las reservas de oro del Estado español que el Gobierno republicano le envió para abonar su deuda (como mínimo). Ese oro jamás volvió a las arcas del Estado.     

En aquella España no cabían gobiernos dictatoriales cuestionables (Dictadura de Primo de Rivera). La tendencia republicana fue tan numerosa que ocasionó el exilio del monarca don Alfonso XIII. Durante la II República las ambiciones reformistas, aunque acertadas por progresistas y justas, fueron en extremo radicales, apresuradas e inconsensuadas en su implantación, pues chocaban de frente con los poderes económicos y con la mitad del pueblo. Durante el bienio negro posterior gana la derecha y los papeles se invierten, la sed de venganza se acrecienta y los desordenes de orden público y laboral se suceden. La situación se va escapando del control gubernamental y se sofoca con la intervención de cuerpos armados de élite como la Legión (“como matar moscas a cañonazos”).  

La amenaza potencial del poderío ofensivo que tan desproporcionada medida represiva supuso no fue calibrada lo suficientemente por los líderes republicanos, nuevamente vencedores en el 36, como ocurrió.  Finalmente, trabajadores armados y brigadistas extranjeros frente a tropas de ejercito entrenadas en los duros y continuos combates de la zona del Protectorado y muchos otros civiles alistados a sus filas, lo que no impidió a que la represión, entendida como asesinatos selectivos, no fuese extremadamente cruel en ambos bandos. (No cabe creer que en una guerra civil un bando es el malo y asesino y el otro el bueno y “menos asesino”).

De Córdoba, Sevilla y Málaga nos contaban que en las zonas republicanas persiguieron a todo aquel que antes de la guerra tenía algo, fuese una finca, un negocio o una situación de vida más desahogada. Los encarcelaban y los fusilaban, a menos que escapasen o se escondiesen.  A uno de mis abuelos le confiscaron su coche y una empresa constructora y al otro una próspera finca de regadío. Unos de mis tíos varones, aún menores de edad, tuvieron que esconderse en el campo en sitios increíbles porque también los perseguían como a sus padres. Los rojos también expoliaban, violaban y mataban . Los religiosos y religiosas fueron sus víctimas predilectas. Contaban que antes de tirarlos aún vivos a pozos, o sitios por el estilo, les cortaban los órganos sexuales y las extremidades superiores para hacerlos sufrir cruelmente. Se profanaban y destruían iglesias y se perseguía a los fieles más representativos. 

Afirmar, como se ha hecho, que en situación de guerra, eso era obra sólo de elementos incontrolados y no apoyados por el Gobierno, dada la clara animadversión gubernamental hacia todo lo religioso, puede ser creíble sólo en parte. 

Durante los traslados de presos nacionales, el Gobierno republicano permitía su desvio a otros puntos para irlos asesinando por miles. Como ejemplo, los asesinatos ocurridos en Paracuellos del Jarama, siendo comisario de Orden Público el ya nonagenario, lúcido, astuto y eterno fumador Santiago Carrillo Solares, primer secretario general del Partido Comunista de la democracia actual. (Pese a su ideología y antecedentes, siempre me ha resultado tan atrayente como carismático. Continúa dando conferencias pese a su avanzada edad).     

Al anochecer los nacionales comenzaban a dar sus tradicionales “paseos o paseillos” del horror (en andaluz se decía en diminutivo para más sorna). Los invictos estaban en casa tranquilos e incluso acostados, se los llevaban en coches y camionetas y los asesinaban a tiros junto a las cunetas en las afueras de las ciudades o a las tapias de los cementerios.  

Cuando los niños éramos demasiado traviesos, para apaciguarnos nos decían “cuidado que como seáis malos os van a dar el paseillo”. Al oír eso se te quitaban las ganas de seguir molestando. Esta frase se puede asociar con la que le decían a los niños holandeses de “que viene el Duque de Alba”).      

Respecto a la pregunta ¿por qué ganaron los nacionales? sería coherente añadir que también debido al igualmente considerable apoyo popular. Esta parte de la población sintió su integridad física, seguridad laboral, sus creencias religiosas (España es un país tradicionalmente católico, y “la fe mueve montañas”) así como sus ideales más conservadores amparados por el bando franquista. Al inicio de la guerra fueron 29 provincias, frente a 21, las que se adhirieron al bando nacional. Esto ya es bastante significativo. El Gobierno republicano en su vivo afán de reforma pareció ignorar las demandas de esta parte de la población.      

Respecto a las hipótesis que plantea Gabriel Jackson en el apartado ‘La noticia en otros web’, de su artículo ‘El reconocimiento del pasado trágico’, resulta frívolo cómo en base a semejantes hipótesis pone en entredicho unas condiciones históricas tan ampliamente estudiadas. No aporta pruebas fehacientes sino meros planteamientos teóricos llevados con mayor o menor acierto, adorno narrativo, al terreno que trata de defender.  Si su especie de “varita mágica” argumental tocase el otro extremo, podría hasta pensarse que Franco resultaba ser inteligentísimo y casi un bendido, extremos no ciertos.   

He recordado al polifacético Fernando Vizcaíno Casas (1926-2003), abogado, periodista y escritor. Caracterizado por su fina ironía, aunque perteneciente a la generación anterior a la del 75 de “los nietos de la guerra” que ahora nos ocupa, es un caso peculiar y  divertido. Una especie de “Arturo Pérez Reverte” de aquel entonces, sin llegar a ser miembro de la RAE. Durante la incipiente democracia algunas de sus obras fueron llevadas al cine. Franco, un personaje hasta entonces intocado, se convertía en algo esperpéntico, de ahí su éxito e interés.    

Como podéis ver, este delicado septuagenario tema me está resultando tan interesante como evocador. No son pocas las personas queridas, ya del pasado, que, ensalzando a la Iglesia o no, han vuelto a mi recuerdo relatando hechos, historias, anécdotas, mostrando armas de fuego, armas blancas, fotografías, heridas, expedientes y condecoraciones de guerra, etc. Testimonios inolvidables de aquel ayer. Citaré el lagrimeo y pesar de mi abuela materna contemplando en televisión la misa funeral celebrada en la basílica del Valle de los Caídos. Para unos la orfandaz política, para otros el regocijo.

Mi generación queda bajo el apartado de las consecuencias ideológicas. Los coletazos de aquella impronta educativa se mantienen casi intactos. Nunca, ni si quiera ahora, he creído necesario cuestionar el claro lado oscuro del franquismo. Lo sé pero sólo veo lo positivo. Contradictorio, pero mi mente funciona así.  

Como homenaje a todo aquel cúmulo de sufrimientos recordar los enternecedores poemas “Nanas de la cebolla” y “El niño yuntero” de Miguel Hernández que décadas atrás popularizara el cantautor Joan Manuel Serrat. 

Preston, Paul (2006). Comrades. London: Harper Perennial.

Preston, Paul (2004).La Guerra Civil Española. Barcelona: Novoprint.

Reader’s Digest (1977). Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado, Tomo VI. Madrid: Selecciones del Reader’s Digest.

Jackson, Gabriel (2006). El reconocimiento del pasado trágico.   

http://www.informativos.telecinco.es/Franco/condena-europa/dictadura/dn_22117.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Matanzas_de_Paracuellos

http://es.wikipedia.org/wiki/El_oro_de_Mosc%C3%BA

http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Vizca%C3%ADno_Casas

http://es.wikipedia.org/wiki/%C2%A1Viva_Franco%21_%28con_perd%C3%B3n%29

http://es.wikipedia.org/wiki/Y_al_tercer_a%C3%B1o_resucit%C3%B3     

Diario de aprendizaje I (Estefanía)

Para mí, lo más novedoso de estas clases ha sido el punto de vista. Se ha explicado el conflicto español desde un punto de vista foráneo, para mí, claro. Este punto de vista es un poco diferente al que yo tenía. La guerra civil española enfrentó dos movimientos políticos, dos puntos de vista muy diferentes sobre la vida: los republicanos y los franquistas. Una de las posibles causas que provocó la derrota de los republicanos pudo ser que su ejército estaba formado por personas sin ningún tipo de experiencia militar: estaba formado por intelectuales, panaderos, albañiles, maestros… pero realmente nadie tenía preparación suficiente para una guerra. Esto provoco que ellos no estuvieran capacitados y no fueran capaces de sobrellevar las embestidas del lado contrario. Mientras tanto, los franquistas estaban mucho más preparados, contaba con un conocimiento militar, y tuvieron un apoyo económico y político real, de las principales potencias: Inglaterra, Portugal (que les permitió la entrada de material proveniente de Alemania a través de sus aguas), Italia, Suiza, Bélgica… e incluso, en el caso de EE.UU. fue relevante el hecho de que, mientras el gobierno se nombraba neutral y no apoyaba a ninguno de los bandos enfrentados, los empresarios del petróleo prestaron petróleo y aceite al bando franquista, y sin pedir nada a cambio (económicamente, quiero decir).En el lado republicano se encontraron con un montón de problemas: empezando con el económico. Se vieron obligados a arruinarse y a ceder buena parte del oro del país a la Unión Soviética. Los soviéticos, a cambio, tardaron tres meses en enviar a los voluntarios y las armas. Tres meses que fueron decisivos para la derrota de la guerra.

No es difícil imaginarse la dura situación en la que se encontraban los republicanos: arruinados, sin apoyo “real”, sin conocimientos sobre las guerras… habría sido un milagro, casi, casi, que hubieran ganado.

Pero, la situación dura para los republicanos no terminó con la guerra: tras la misma, el estado franquista consiguió imponer un ambiente de silencio y miedo, donde los muertos franquistas eran héroes, y los republicanos no eran más que rojos y, casi, casi, un peligro para la sociedad. Este miedo y este silencio provocaron que la población decidiera no buscar respuestas a las preguntas que se realizaban, y muchas personas se quedaron sin una solución, pues había muchas fosas comunes, y parecía que a nadie le interesara realmente quien estaba allí enterrado. Ni se quisiera averiguar qué había pasado, aunque en los pueblos todo el mundo sabía quien había matado a quien, quien estaba enterrado… pero el miedo a represalias por parte del sistema provoco el silencio y el temor por parte de los ciudadanos.

Pero todo cambio en el momento en que se comenzó a debatir sobre los derechos humanos, termina la Guerra Fría y, desaparecen los regímenes comunistas de Europa del Este, todo esto provoco en la sociedad española una necesidad por saber la verdad. Se crean asociaciones, y se empieza pedir al gobierno que levante las fosas comunes para devolver los cadáveres a sus familiares. Hasta la entrada en el poder de zapatero se encontraron con todo tipo de dificultades, e incluso, la Ley de Memoria Histórica sigue, hoy en día, sin estar aprobada. La causa de este retraso está en la oposición por parte del PP y de la iglesia. A pesar de todo, ha aumentado increíblemente la publicación de libros que tratan este período. Y, ahora los “hijos y nietos” de aquellos ciudadanos que se callaron por miedo, ahora reivindican la búsqueda de la verdad.

La conclusión que tengo de todo lo anterior es, el cambio tan sustancial en la sociedad española, y como sigue habiendo dos bandos enfrentados, que aun no se han perdonado.

También, me ha llamado la atención los carteles que se exhibían en la época en aquella época: los colores, las palabras, las formas… todo estaba más que medido. Más que estudiado para transmitir los ideales a los ciudadanos.

Diario de aprendizaje I (Päivi)

El tratamiento público de la Guerra Civil en España parece haber sido muy parecido (si no el mismo) que en Finlandia. Como dice Gabriel Jackson en El reconocimiento del pasado trágico ( El País 2.4.2006), durante la dictadura del Franco, los que habían perdido en la Guerra Civil no podían hablar, por lo menos en público, de sus sufrimientos personales ni de las pérdidas padecidas por sus familias. Considerando el sentido de miedo en la época franquista, ese silencio me parece bastante comprensible. Pero que, según Jackson, después siguieron manteniendo un silencio casi absoluto solamente “para lograr el primero sistema democrático estable en España”, me parece muy idealista. La razón por la cual nosotros nos callamos en Finlandia ha por supuesto podido ser la misma. La recién nacida república finlandesa ha sin duda sido muy frágil, pero pensar que una parte de población finlandesa (y española) haya ocultado los sufrimientos de la Guerra Civil solamente por el interés político del país me parece poco creíble. Por lo menos en Finlandia siguieron castigando las personas que manifestaron ideología “inadecuada” de una manera u otra, así que también existía el peligro de un “malentendido” fatal.

Como hablamos en clase de la semana pasada, también había otros factores para el silencio. En primer lugar, como los “vencedores” de la Guerra Civil seguían su vida en el país o incluso en el vecindario, hablar por ejemplo de las pérdidas de una familia significaba acusar el padre/hijo de otra. El hecho de que el culpable tenía una cara (incluso familiar) complicó mucho las cosas por lo menos en Finlandia, e hicieron el silencio aún más doloroso para las victimas y más conveniente para los culpables. Por consiguiente, la estrategia nacional para sobrevivir las atrocidades de la Guerra Civil ha sido el olvido hasta que bastante agua haya pasado bajo el puente y encarar el pasado sea un poco más fácil.