El legado de la dictadura

Un artículo muy recomendable publicado en El País:

La verdad de la dictadura aún molesta

La sociedad española enterró el franquismo en su vida cotidiana, pero sigue dividida. Es la conclusión del debate entre Almudena Grandes, Julián Casanova y Mirta Núñez

Foto: De izquierda a derecha, Mirta Núñez, Almudena Grandes y Julián Casanova, en las instalaciones de EL PAÍS. / Luis Sevillano

Almudena Grandes se interesó por el pasado al descubrir que el progreso no viaja recto. A lo más convulso del siglo XX español le está dedicando una serie de seis novelas, Episodios de una guerra interminable. Julián Casanova comenzó a mirar atrás al concluir sus estudios de historia, asombrado por la amnesia respecto a aquellos traumáticos años. Mirta Núñez Díaz-Balart, que está al frente de la cátedra de Memoria Histórica de la Universidad Complutense, investiga la represión desde los noventa. Los tres reflexionan sobre el legado de la dictadura en este encuentro.

PREGUNTA. ¿Queda algo del franquismo 40 años después de la muerte de Franco?

ALMUDENA GRANDES. Lo que queda, que es muy poco, tiene que ver con Franco. Cuarenta años de represión atroz para bordar en el alma de los españoles el ideal imperial y ultracatólico no han servido para mucho porque, tras su muerte, la sociedad española dejó de tener que ver. Esa herencia se evaporó en la vida cotidiana, en los usos, en las costumbres. Sin embargo, queda una imagen del propio Franco que a él le habría gustado bastante.

JULIÁN CASANOVA. Quedan memorias divididas, que es normal siempre que hay pasados traumáticos. Tienen tres peculiaridades. La primera: dado que no se estudia el franquismo en las escuelas hasta tarde, una parte de la memoria se debe más a propaganda que a conocimiento. La segunda: el principal partido de la derecha tiene una relación poco libre con el estudio del franquismo, lo que no pasa en otras sociedades. Y tercero: tampoco ha habido buena gestión pública del pasado, con lo cual en 2015 no sabemos qué hacer con el Valle de los Caídos.

MIRTA NÚÑEZ. Hay estrategias en las que el franquismo fue muy eficaz: la criminalización de las víctimas de la Guerra Civil. También consiguió que la gente asuma los mitos y leyendas de los golpistas. ¿Cómo es posible que a estas alturas la gente siga hablando de alzamiento o de nacionales? Hay un sector amplio al que le molesta la historia, somos deudores del franquismo en la actitud ante la política.

Una de las hazañas intelectuales del franquismo es no desligar jamás la dictadura de la guerra”

Almudena Grandes

A. G. Tenemos la única derecha europea que no ha roto sus vínculos con el fascismo y eso hace muy difícil llegar a un consenso.

J. C. Lo que ocurre en España hasta 1945 está metido en el escenario europeo, y de 1945 a 1975 es una gran anomalía junto a Portugal. En Europa, son las tres décadas de fortalecimiento de la sociedad civil, de escuela y sanidad para todos, de confianza en el Estado porque da servicios. Ahora bien, cuarenta años después, tanto la Transición como la democracia como los españoles han tenido tiempo de echar abajo todo eso. Los vicios actuales son producto de gente que está en la actualidad. Que los políticos sean corruptos no es culpa de Franco y que los ciudadanos apoyen a corruptos no es culpa de Franco. Es verdad que queda mucho del franquismo en las memorias, pero también que es difícil encontrar en la historiografía europea un periodo tan bien estudiado en los últimos años con proyectos de investigación. La paradoja está en que los historiadores hemos dicho muchas cosas pero pasamos por mentirosos.

A. G. Por mentirosos o por sectarios.

J. C. Si yo me diera la vuelta al mundo con Julio César en vez de con Franco, la gente diría que soy el máximo especialista. Si lo hago con Franco, sobre el que tengo más fuentes, estoy bajo sospecha siempre. Mientras que a Elliott nadie le discute lo que dice sobre el imperio. Esto es curiosísimo. Muestra una desconfianza hacia la ciencia porque está hablando de cosas que te molestan y rompen la transmisión que te han hecho.

A. G. Una de las grandes hazañas intelectuales del franquismo, perpetuado por la generación de la Transición, es no desligar jamás la dictadura de la guerra. Es decir, son la misma cosa. Hacer un paquete para que la dictadura sea la consecuencia esencial de una cruzada por el bien y por Dios. Si eso era bueno, entonces su fruto también tiene que ser bueno.

M. N. Uno de los grandes éxitos del franquismo fue la estrategia de culpabilizar y otro el no cuestionar la estrategia de la benevolencia porque el régimen tenía una política de atrocidades terrible. Desde la muerte de Franco se ha trabajado exhaustivamente por los historiadores, pero han calado más los historietógrafos porque estaban más en sintonía con lo que generaciones de españoles estudiaron en el colegio o en su vida diaria.

A. G. La ignorancia tiene mucho que ver con esto. Los niños del franquismo no estudiamos el XIX porque era la bestia negra del régimen. Si lo hubiéramos estudiado, habríamos aprendido que en los levantamientos absolutistas, las partidas las dirigían curas y en los conventos se conspiraba. Como eso no forma parte de nuestra memoria porque no se estudia el XIX, la imagen de la Iglesia católica es la inmaculada de las pobres monjitas y frailes indefensos. Se ha roto el vínculo de la Iglesia de Franco con la Iglesia de Fernando VII, con el cura trabucaire.

Si diera la vuelta al mundo con Julio César en vez de Franco, me reconocerían como especialista”

Julián Casanova

M. N. Lo peor es que seguimos igual. El XIX se estudia muy poco. La historia se estudia muy poco.

J. C. Hay una perspectiva comparada que vale para todo esto. Hitler y Franco se las arreglaron para desvincularse de la parte más sucia de su pasado de tal forma que ha pasado mejor a la historia Hitler que el nazismo y Franco que el franquismo.

P. ¿En qué se diferencia España de otros países en la gestión de la posdictadura?

A. G. España es el único país europeo donde no hay una política pública de memoria. Somos el perro verde.

J. C. En esto hay tres modelos. El primero es en el que caen los fascismos a partir de 1945 y a la altura de los sesenta hay debates entre historiadores a propósito de lo que había significado el fascismo. Francia fue un poquito excepcional porque hasta finales de los setenta Vichy fue un problema. El segundo modelo viene de Grecia, Portugal y España. La revolución portuguesa marcó una transición diferente y en la española hay una excepción porque el partido de la derecha no tiene una mirada libre hacia el pasado. Y después está el modelo de las repúblicas exsoviéticas, que es muy traumático porque tienen Trianon, Versalles y fueron derrotados en el XVIII… Las memorias divididas van en la línea de qué les pasó para perder el imperio. Pero la excepcionalidad del PP es muy palpable en la historia europea.

A. G. Si el primer Parlamento democrático hubiera hecho una declaración de repulsa de la dictadura, todo habría sido diferente. Y lo que los españoles no comprenden es que un alemán, un húngaro o un danés no entienden que eso no se hiciera.

M. N. Vamos a la Transición. Hubo un mecanismo efectivo que fue el del silencio, y eso no fue replanteado. Por eso algo tan terrible como las exhumaciones…, ¿por qué no se apoya a nivel estatal las exhumaciones? ¿Por qué el PP ha bajado a cero el presupuesto de la memoria mientras dedica un cuarto de millón al Valle de los Caídos?

A. G. Que una familia de Murcia sepa dónde está su abuelo y quiera enterrarlo en su cementerio no tiene que ver con la política ni la ideología, es una cuestión de derechos humanos. Es muy desesperante que haya tanta gente que vincule esto a una posición política.

No se ha afrontado una política de la memoria y se ha dejado en manos de asociaciones y familias”

Mirta Núñez

J. C. La larga duración de la dictadura, que hace difícil conceptualizar de una sola pieza al franquismo, pesa muchísimo en las transiciones. La sombra alargada de los 40 años es muy importante. Hay represión y complicidad, pero el miedo, que no es cuantificable, permea en todos los ciudadanos.

A. G. Ese terror creó una memoria muy duradera que llega. Yo recuerdo muy bien el miedo ambiental y ya nací en el año 1960. Hubo una década de terror desatado, pero luego el control de la sociedad fue posible porque ese terror creó una memoria.

M. N. Hay mecanismos que confluyen. Por un lado el miedo, que es lógico porque se mata masivamente desde 1936 en zona ocupada hasta 1948 o 1950. ¿Que luego no se siguió matando igual? Lo sabemos, pero es que ya no hacía falta.

J. C. El terror burocrático que forja el miedo es un control de la sociedad impresionante. Ninguna dictadura dura 40 años solo con el terror. La represión tiene también consecuencias no contables. Los contables son los muertos, los expedientes de depuración, los presos, los juicios militares, pero hay consecuencias no contables a través de un control social donde el ciudadano medio que socialmente no le corresponde estar allí está con el franquismo.

P. ¿Qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal en estos 40 años?

M. N. Lo negativo es que no se ha afrontado una política de la memoria, no se ha hecho una comisión de la verdad desde el Estado cuando fue una dictadura sangrienta, lo poco hecho ha contado con una financiación que se ha racaneado y se ha dejado en manos de asociaciones y familias. Se han hecho bien aspectos que han resultado cojos, como la Ley de la Memoria Histórica.

J. C. Hay cosas que se han hecho bien. Los historiadores hemos tenido apoyos institucionales para la investigación de la Guerra Civil y la dictadura. Ha habido proyectos de I+D aplicados a la historia sin censura. La parte más negativa son las fosas y que tener a gente en las cunetas sea un objeto de discusión porque hay quien considere que no es importante. Tiene que haber una política pública de memoria.

M. N. Las asociaciones de la memoria histórica han sido muy positivas.

A. G. Es difícil ver aspectos positivos en lo institucional. La blandura de la Ley de la Memoria Histórica ha hecho daño a mucha gente. Una ley tan poco eficaz acaba empeorando más de lo que mejora. La sociedad civil ha ido muy por delante de las instituciones. La primera causa que fue capaz de movilizar a la sociedad después de largos años de atonía fue la memoria histórica. Todo lo conseguido, la sociedad se lo ha ganado a las instituciones por la presión. Falta un impulso nacional, pero estoy convencida de que esta batalla se va a ganar no por la Ley de la Memoria Histórica, sino por la ley de la gravedad. Las manzanas se caen de los árboles. Yo soy optimista.

¿70 años de paz?

Un artículo publicado en El País:

La nueva moneda de Felipe VI crea polémica al evocar “70 años de paz”

La inclusión de la dictadura franquista en este periodo desata críticas

Moneda de Felipe VI

Foto: Anverso y reverso de la nueva moneda de 200 euros.

La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FMNT) ha acuñado una nueva moneda con la efigie de Felipe VI y mucha polémica detrás, ya que conmemora los “70 años de paz” en Europa, tras el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, pero este periodo en España comprende buena parte de la dictadura franquista. Además, el lema se asemeja a aquel que utilizó Franco para conmemorar los “25 años de paz” al cumplirse un cuarto de siglo del fin de la Guerra Civil.

Joan Baldoví, diputado de Compromís, señaló que “no es de recibo que el Gobierno de España pretenda celebrar 70 años de Paz cuando este periodo alcanza la dictadura franquista de más de 35 años y que duró hasta finales del año 1975, atentando contra los principios de la vigente ley de Memoria Histórica”.

Por su parte, el representante permanente de la Generalitat catalana para la UE, Amadeu Altafaj, también criticó en Twitter (en inglés): “Nueva moneda en España: 70 años de paz. Eso incluye 40 años de la dictadura de Franco, paz del silencio y la muerte”. Además, arreciaron las críticas en la misma red social.

Se trata de la duodécima serie de monedas de colección del Programa Europa. Son dos monedas, una de ocho reales de plata (con un valor facial de 10 euros, pero que cuesta 45 euros) y otra de cuatro escudos de oro (200 euros de valor facial, pero que se compra por 675 euros). “En el anverso se reproduce la efigie de su Majestad el rey don Felipe VI, siendo estas las primeras monedas “proof en las que se reproduce su efigie”, explica la FNMT.

Republicanos españoles que liberaron París

Un artículo publicado en El País:

El jubilado español que liberó París

Rafael Gómez, de 94 años, es el único superviviente que puede contar qué hizo ‘La Nueve’

La compañía de republicanos escoltó a De Gaulle en 1944 por los Campos Elíseos

París 24 MAR 2015 – 21:09 CET

Foto: Rafael Gómez, el único superviviente que puede contar la historia.

Caía la tarde del 24 de agosto de 1944 cuando los soldados de La Nueve, una compañía de la División Leclerc, entraba en París, por la Puerta de Italia, dispuesta a liberar la ciudad. Entre vítores de los parisinos, los combatientes callejearon para evitar a los alemanes hasta alcanzar el Ayuntamiento de la capital. Las campanas repicaron. Ellos cantaron Ay, Carmela. Eran republicanos españoles y entre ellos estaba Rafael Gómez. A sus 94 años, iba a ser un rey, el de España, el que tenía presvisto rendirle homenaje este miércoles en la capital francesa por aquella gesta. Es el único superviviente que puede contarla. Vive modestamente en Longolsheim, a las afueras de Estrasburgo, la ciudad que Gómez también liberó en ese principio del fin de la II Guerra Mundial.

Gómez ha tenido una vida extraordinaria y su longevidad ha querido que sea ahora el representante de La Nueve, esa compañía admirada por su bravura, formada por 160 hombres, 146 de ellos españoles, la mayoría comunistas y anarquistas expulsados de su país. Hombres curtidos en la guerra civil que sufrieron el exilio, los campos de concentración y la muerte. Al final de la II Guerra Mundial solo sobrevivieron dieciséis, pero ganaron la batalla a los nazis y ahora Francia empieza a reconocer su valía.

En una pirueta del destino, Rafael Gómez, un republicano de corazón, iba a representar a La Nueve ante los Reyes de España en el homenaje previsto en París dentro de los actos de la visita de Estado cancelada tras la tragedia aérea de los Alpes. “No hay más remedio que pasar por ahí”, bromea por teléfono desde su casa de Estrasburgo. En otra pirueta, iba a saludar al bisnieto de Alfonso XIII, a quien también conoció en su adolescencia, cuando “le echaron de España y lo metieron en un barco”. Antes de eso, su propio padre, carabinero, sirvió en la guardia del bisabuelo de Felipe VI.

Rafael fue movilizado en España con solo 17 años en la Guerra Civil. Al final de la contienda se exilió en el país vecino, donde sufrió los rigores del campo de concentración de Saint Cyprian de la Francia colaboracionista de Vichy. Logró salir con vida y refugiarse en Orán (Argelia). Allí terminaría formando parte de la 2ª División Blindada del legendario general francés Phlippe Leclerc. En esas colonias africanas anidó su leyenda y la de sus aguerridos soldados españoles. Quizá porque, como el propio Gómez cuenta, el suyo era un batallón de choque, siempre en primera línea, sin retroceder un solo paso incluso ante enemigos supuestamente superiores. Fue entonces cuando Leclerc hizo su juramento de luchar hasta lograr poner la bandera francesa en la catedral de Estrasburgo. Gómez estuvo allí. Hoy, muchos de sus vecinos desconocen su gesta. Ignoran que la libertad de que disfrutan se la deben en parte a un modesto zapatero de origen español ya retirado.

Los hombres de Leclerc fueron trasladados de Argelia a Marruecos y de allí al sur de Inglaterra. Finalmente, a principios de agosto de 1944, cruzaron la Mancha y desembarcaron en Normandía. El camino hacia París registró pérdidas dramáticas. Muchos compañeros murieron en batalla, pero La Nueve fue la primera en llegar a París, el 24 de agosto de 1944. Al día siguiente, escoltarían con sus vehículos blindados al general De Gaulle por los Campos Elíseos. “Qué satisfacción y qué felicidad para aquellos españoles, combatientes de la libertad. París era un extraordinario símbolo para ellos”, escribiría treinta años después otro legendario militar francés que peleó junto a La Nueve, el capitán Raymond Dronne. Su hija, por cierto, quería haber estado en el Ayuntamiento de París en el homenaje a Rafael.

Muchos parisinos creyeron que aquellos soldados eran franceses, pero sus vehículos lucían nombres tan expresivos como Ebro, Guernica, Teruel, Guadalajara, Don Quichotte… El hispanista Robert S. Coale cuenta en el epílogo de La Nueve, del cómic de Paco Roca: “En mis primera investigaciones, me encontré una curiosa fotografía en color de los soldados en los Campos Elíseos en agosto de 1944. El uniforme era americano, pero sus vehículos llevaban nombres españoles y con el puño hacían el saludo del Frente Popular”.

Gómez no da importancia ahora a la gesta que vivió. Tampoco le gusta dar detalles. “Terminó bien, se ganó y estamos contentos”, dice y añade con amargura: “Pero la guerra…”. La periodista y escritora española Evelyn Mesquida ha relatado con detalle la historia en su libro La Nueve. Los españoles que liberaron París (Ediciones B) y sabe, tras entrevistar durante estos últimos años a media docena de combatientes –la mayoría ya fallecidos-, que su trauma les empuja a silenciar lo ocurrido. Ella ha luchado para que Francia reconozca, aunque sea tarde, sus méritos. Rafael fue uno de los que fue condecorado gracias a ella. “Me hizo mucha ilusión que me nombraran caballero de la legión de honor”.

Foto: Españoles a bordo de sus vehículos blindados bautizados con nombre español. El primera línea, ‘Guernica’. Es el 26 de agosto de 1944 / EVELYN MESQUIDA

De aquellos 146 hombres solo quedan dos: Rafael Gómez y Luis Royo, pero este último está hospitalizado muy delicado de salud. Todos albergaron durante años el sueño de volver a España para derribar a Franco. “No hubo manera”, dice Gómez. Una vez que los republicanos españoles llegaron hasta el Nido de Águilas, el refugio de Hitler, y una vez terminada la II Guerra, quedó sepultado el proyecto de seguir luchando contra el fascismo también en el sur. “Queríamos volver”, insiste Gómez.

Dice Mesquida que los de La Nueve son “los hombres de las cuatro traiciones”. Las grandes democracias europeas abandonaron su causa, Francia les maltrató al principio internándolos en campos de concentración, no lograron el apoyo logístico para luchar contra Franco una vez derrotado Hitler y, finalmente, también la Francia Libre de Charles De Gaulle, empeñada en afrancesar la Resistencia y la liberación, les condenó al silencio. Los mismos que escoltaron al general con sus banderas republicanas por los Campos Elíseos fueron luego conminados a abandonar sus estandartes. “No guardo ningún rencor”, asegura, sin embargo, Gómez.

Derrotado Hitler, Rafael Gómez volvió a Argelia. Allí se casó y tuvo cuatro hijos. En 1957 regresó a Francia, a Estrasburgo. El reconocimiento le llega a través de los libros que hablan de él. Un paisano, Alfonso Viciana, acaba de publicar también su historia. “Estoy yo dentro”, explica, “pero en casa nadie lo puede leer porque no saben español. Aquí hablamos una mezcla”.

Y si algo le hace ahora feliz es saber que la alcaldesa de París, la gaditana Anne Hidalgo, está detrás del homenaje que le habían preparado. “Es hija de un republicano; como yo”.

Lecturas adicionales relacionadas con Los rojos de ultramar

Os dejo aquí enlaces a algunos artículos que os pueden interesar:

Jordi Soler: “Los nuevos españoles“. El País, 3/1/2008.

Jordi Soler: “La ignorancia“. El País, 1/2/2008.

Jordi Soler: “Rojos y judíos“. El País, 15/2/2009.

Jordi Soler: “La desmemoria“. El País, 12/1/2013.

Jordi Soler: “México no está en Sudamérica“. El País, 29/6/2013.

Jordi Soler: “La Europa mohosa“. El País, 23/2/2014.

Jordi Soler: “Una casa para los españoles al otro lado del mar“. El País, 9/6/2014.

Jordi Soler: “La herencia de la República“. El País, 20/7/2014.

Jordi Soler: “El catalán de ultramar“. El País, 8/10/2014.

Rosa Mora: “Los nietos de la guerra también somos mutilados“. El País, 10/6/2005.