Republicanos españoles que liberaron París

Un artículo publicado en El País:

El jubilado español que liberó París

Rafael Gómez, de 94 años, es el único superviviente que puede contar qué hizo ‘La Nueve’

La compañía de republicanos escoltó a De Gaulle en 1944 por los Campos Elíseos

París 24 MAR 2015 – 21:09 CET

Foto: Rafael Gómez, el único superviviente que puede contar la historia.

Caía la tarde del 24 de agosto de 1944 cuando los soldados de La Nueve, una compañía de la División Leclerc, entraba en París, por la Puerta de Italia, dispuesta a liberar la ciudad. Entre vítores de los parisinos, los combatientes callejearon para evitar a los alemanes hasta alcanzar el Ayuntamiento de la capital. Las campanas repicaron. Ellos cantaron Ay, Carmela. Eran republicanos españoles y entre ellos estaba Rafael Gómez. A sus 94 años, iba a ser un rey, el de España, el que tenía presvisto rendirle homenaje este miércoles en la capital francesa por aquella gesta. Es el único superviviente que puede contarla. Vive modestamente en Longolsheim, a las afueras de Estrasburgo, la ciudad que Gómez también liberó en ese principio del fin de la II Guerra Mundial.

Gómez ha tenido una vida extraordinaria y su longevidad ha querido que sea ahora el representante de La Nueve, esa compañía admirada por su bravura, formada por 160 hombres, 146 de ellos españoles, la mayoría comunistas y anarquistas expulsados de su país. Hombres curtidos en la guerra civil que sufrieron el exilio, los campos de concentración y la muerte. Al final de la II Guerra Mundial solo sobrevivieron dieciséis, pero ganaron la batalla a los nazis y ahora Francia empieza a reconocer su valía.

En una pirueta del destino, Rafael Gómez, un republicano de corazón, iba a representar a La Nueve ante los Reyes de España en el homenaje previsto en París dentro de los actos de la visita de Estado cancelada tras la tragedia aérea de los Alpes. “No hay más remedio que pasar por ahí”, bromea por teléfono desde su casa de Estrasburgo. En otra pirueta, iba a saludar al bisnieto de Alfonso XIII, a quien también conoció en su adolescencia, cuando “le echaron de España y lo metieron en un barco”. Antes de eso, su propio padre, carabinero, sirvió en la guardia del bisabuelo de Felipe VI.

Rafael fue movilizado en España con solo 17 años en la Guerra Civil. Al final de la contienda se exilió en el país vecino, donde sufrió los rigores del campo de concentración de Saint Cyprian de la Francia colaboracionista de Vichy. Logró salir con vida y refugiarse en Orán (Argelia). Allí terminaría formando parte de la 2ª División Blindada del legendario general francés Phlippe Leclerc. En esas colonias africanas anidó su leyenda y la de sus aguerridos soldados españoles. Quizá porque, como el propio Gómez cuenta, el suyo era un batallón de choque, siempre en primera línea, sin retroceder un solo paso incluso ante enemigos supuestamente superiores. Fue entonces cuando Leclerc hizo su juramento de luchar hasta lograr poner la bandera francesa en la catedral de Estrasburgo. Gómez estuvo allí. Hoy, muchos de sus vecinos desconocen su gesta. Ignoran que la libertad de que disfrutan se la deben en parte a un modesto zapatero de origen español ya retirado.

Los hombres de Leclerc fueron trasladados de Argelia a Marruecos y de allí al sur de Inglaterra. Finalmente, a principios de agosto de 1944, cruzaron la Mancha y desembarcaron en Normandía. El camino hacia París registró pérdidas dramáticas. Muchos compañeros murieron en batalla, pero La Nueve fue la primera en llegar a París, el 24 de agosto de 1944. Al día siguiente, escoltarían con sus vehículos blindados al general De Gaulle por los Campos Elíseos. “Qué satisfacción y qué felicidad para aquellos españoles, combatientes de la libertad. París era un extraordinario símbolo para ellos”, escribiría treinta años después otro legendario militar francés que peleó junto a La Nueve, el capitán Raymond Dronne. Su hija, por cierto, quería haber estado en el Ayuntamiento de París en el homenaje a Rafael.

Muchos parisinos creyeron que aquellos soldados eran franceses, pero sus vehículos lucían nombres tan expresivos como Ebro, Guernica, Teruel, Guadalajara, Don Quichotte… El hispanista Robert S. Coale cuenta en el epílogo de La Nueve, del cómic de Paco Roca: “En mis primera investigaciones, me encontré una curiosa fotografía en color de los soldados en los Campos Elíseos en agosto de 1944. El uniforme era americano, pero sus vehículos llevaban nombres españoles y con el puño hacían el saludo del Frente Popular”.

Gómez no da importancia ahora a la gesta que vivió. Tampoco le gusta dar detalles. “Terminó bien, se ganó y estamos contentos”, dice y añade con amargura: “Pero la guerra…”. La periodista y escritora española Evelyn Mesquida ha relatado con detalle la historia en su libro La Nueve. Los españoles que liberaron París (Ediciones B) y sabe, tras entrevistar durante estos últimos años a media docena de combatientes –la mayoría ya fallecidos-, que su trauma les empuja a silenciar lo ocurrido. Ella ha luchado para que Francia reconozca, aunque sea tarde, sus méritos. Rafael fue uno de los que fue condecorado gracias a ella. “Me hizo mucha ilusión que me nombraran caballero de la legión de honor”.

Foto: Españoles a bordo de sus vehículos blindados bautizados con nombre español. El primera línea, ‘Guernica’. Es el 26 de agosto de 1944 / EVELYN MESQUIDA

De aquellos 146 hombres solo quedan dos: Rafael Gómez y Luis Royo, pero este último está hospitalizado muy delicado de salud. Todos albergaron durante años el sueño de volver a España para derribar a Franco. “No hubo manera”, dice Gómez. Una vez que los republicanos españoles llegaron hasta el Nido de Águilas, el refugio de Hitler, y una vez terminada la II Guerra, quedó sepultado el proyecto de seguir luchando contra el fascismo también en el sur. “Queríamos volver”, insiste Gómez.

Dice Mesquida que los de La Nueve son “los hombres de las cuatro traiciones”. Las grandes democracias europeas abandonaron su causa, Francia les maltrató al principio internándolos en campos de concentración, no lograron el apoyo logístico para luchar contra Franco una vez derrotado Hitler y, finalmente, también la Francia Libre de Charles De Gaulle, empeñada en afrancesar la Resistencia y la liberación, les condenó al silencio. Los mismos que escoltaron al general con sus banderas republicanas por los Campos Elíseos fueron luego conminados a abandonar sus estandartes. “No guardo ningún rencor”, asegura, sin embargo, Gómez.

Derrotado Hitler, Rafael Gómez volvió a Argelia. Allí se casó y tuvo cuatro hijos. En 1957 regresó a Francia, a Estrasburgo. El reconocimiento le llega a través de los libros que hablan de él. Un paisano, Alfonso Viciana, acaba de publicar también su historia. “Estoy yo dentro”, explica, “pero en casa nadie lo puede leer porque no saben español. Aquí hablamos una mezcla”.

Y si algo le hace ahora feliz es saber que la alcaldesa de París, la gaditana Anne Hidalgo, está detrás del homenaje que le habían preparado. “Es hija de un republicano; como yo”.

Los Schindler mexicanos

Un artículo del País que narra las hazañas de los diplomáticos mexicanos que salvaron la vida de miles de republicanos refugiados en Francia, entre ellos Luis Rodríguez mencionado muchas veces en Los Rojos de Ultramar.

La generosidad sin precedentes del presidente Lázaro Cárdenas con los republicanos españoles no hubiera sido posible sin el talento y el esfuerzo de un grupo de intelectuales y diplomáticos mexicanos que, superando unas circunstancias políticas extraordinariamente difíciles, lograron que unos 20.000 refugiados encontraran la libertad y una nueva patria en este país. De figuras como Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, pero sobre todo de Luis I. Rodríguez, Gilberto Bosques, Isidro Fabela y Narciso Bassols bien puede decirse una vez más que nunca tan pocos salvaron a tantos.

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Las víctimas del franquismo exigen el fin de la impunidad

Una noticia publicada en nuevatribuna.es:

Las víctimas del franquismo reclaman en Europa que España deje de “ser cómplice de la impunidad”

El objetivo de la visita y la petición remitida a la Comisión de Peticiones es “alzar la voz en el Parlamento Europeo y denunciar la impunidad que los crímenes del estado fascista perpetrados en España no queden impunes”.


“La Transición fue un proceso de condena a las víctimas y de perdón a los verdugos y el Parlamento Europeo tiene que trabajar por la justicia y la reparación”

Con los aniversarios de la masacre de Vitoria y la ejecución de Salvador Puig Antich como telón de fondo, la portavoz de Izquierda Unida en el Parlamento Europeo (PE), Marina Albiol, junto a eurodiputados integrantes del Grupo de trabajo de Memoria, recibió en Bruselas a una delegación de la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra los crímenes del franquismo (CeAQUA), quienes reclamaron a la Eurocámara y a la Comisión Europea (CE) que obliguen al Estado español a cumplir con las resoluciones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas y exijan al Gobierno que ponga en marcha los mecanismos necesarios para hacer justicia, si no quieren ser cómplices de la impunidad.

Durante su paso por el PE, los abogados Carlos Slepoy y Jacinto Lara, así como Paqui Maqueda, Chato Galante, Merçona Puig Antich, Soledad Luque, Josu Ibargutxi, Luis Suárez-Carreño e Irene de la Cuerda, todos ellos representantes de los colectivos que forman parte de la querella argentina, entregaron en mano a la comisaria Cecilia Wikström, una petición en la que denuncian la vulneración por parte del Estado español “de los derechos que asisten a las víctimas de la dictadura franquista” y solicitan que se constituya “una comisión de investigación en relación con la vulneración de la normativa europea que ampara los derechos de los ciudadanos víctimas de una dictadura”, así como que “la Comisión Europea investigue y detenga el incumplimiento de la normativa comunitaria”.

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Una nueva visión del franquismo

Un artículo publicado por El Mundo:

El franquismo en los libros, nuevas vías para el análisis de la dictadura

  • El régimen de Franco no fue un sistema de control de la información eficaz

  • Hubo mucha delación y complicidad entre el mundo de la cultura y el poder

  • La Universidad Complutense y la Fundación Pablo Iglesias han organizado un ciclo de conferencias para analizar las nuevas perspectivas historiográficas en torno al franquismo

Niñas en la escuela de Magarraz (Salamanca) en 1940.

Niñas en la escuela de Magarraz (Salamanca) en 1940.EFE

LIDIA GÓMEZ

Casi cuatro décadas han transcurrido desde que el dictador español Francisco Franco falleciera en Madrid el 20 de noviembre de 1975. “Es la hora del dolor y de la tristeza, pero no es la hora del abatimiento ni de la desesperanza”, afirmó Carlos Arias Navarro al anunciar su muerte por televisión. Sin embargo, la realidad no reservaba esperanza alguna para quienes creyeron que podría existir un franquismo sin Franco.

El derrumbamiento del régimen sería imparable, pese al empeño de las élites que apoyaron -y sobre las que se apoyó el franquismo- por evitarlo. Tal y como expresó el historiador y profesor de la Universitat de València, Ismael Saz Campos, en Las caras del franquismo, se trataba de “unas élites que solo apostaron por la democracia cuando comprendieron -y les costó- que ya no había alternativa”.

R. Pallol Trigueros: Cada generación está obligada a reescribir la historia

El interés por la dictadura franquista y la guerra civil continúa y los trabajos historiográficos al respecto no han dejado nunca de estar en boga. Son muchos los nuevos estudios e investigaciones científicas que intentan alejarse de los mitos y la propaganda política para apostar por el rigor, los temas más novedosos e inexplorados y los enfoques alternativos.

Desde el año 2012, el Seminario Complutense Historia, Cultura y Memoria y la Fundación Pablo Iglesias han organizado el ciclo de conferencias El franquismo en los libros, con el fin de plantear una visión crítica de la historia más reciente de nuestro país a través de recientes e innovadores trabajos historiográficos.

En opinión del historiador y coordinador de esta tercera edición del ciclo, Rubén Pallol Trigueros, el objetivo es “presentar los nuevos caminos que se abren a la investigación y reflexión histórica, además de dar voz a jóvenes valores en el terreno académico que probablemente se conviertan en futuros autores de referencia”.

Sobre las nuevas visiones acerca de la dictadura, el interés que este período suscita en los jóvenes o la relación entre las autoridades franquistas y los medios de comunicación, entre otros asuntos, ha hablado Rubén Pallol Trigueros con La Aventura de la Historia.

“Sin la complicidad del mundo de la cultura habría sido imposible crear un discurso de legitimación de la dictadura”

¿Cree que está cambiando la visión acerca del franquismo?
Por fortuna sí. Y espero que lo siga haciendo con el tiempo porque cada generación está obligada a reescribir la historia de acuerdo con sus intereses y preocupaciones. Esto no quiere decir que no se hayan producido excelentes obras de historiadores en el pasado, en algunos sentidos insuperables, pero quienes las firmaron eran humanos y no dioses. Siempre hay un terreno inculto que seguir trabajando cuando uno se acerca al pasado y siempre hay nuevas preguntas.
¿Se trata de un tema que sigue interesando a los jóvenes?
Sin lugar a dudas. Basta con observar lo que sucede en las clases universitarias todos los días. Cuando se les propone a los alumnos la realización de un trabajo académico con tema libre, la abundancia de elecciones sobre la guerra civil y la dictadura es abrumadora. Hay otros temas que cada día despiertan más interés también, al menos entre los contemporaneístas, como son la transición a la democracia… pero la guerra civil y la dictadura siguen siendo los temas estrella.
¿Cómo fueron las relaciones entre poder y medios de comunicación de masas durante la dictadura?
Las relaciones fueron complejas y no pueden resumirse en un veredicto claro. Evidentemente la dictadura franquista trató de controlar los medios de comunicación sometiéndolos a su censura y uso propagandístico y, en gran medida, lo consiguió -sobre todo en los primeros años de la dictadura de Franco-. Sin embargo, también hay que tener en cuenta la rapidez con que evolucionaban las tecnologías de la información y la comunicación ya en estos años y la lenta capacidad de respuesta de los colaboradores de la dictadura, además de su torpeza en algunos aspectos.
¿Logró verdaderamente el franquismo el controlar la información?
El régimen de Franco no fue un sistema de control eficaz, aunque fuera cruel y tiránico, y se les escaparon muchas cosas. Un terreno que por ejemplo queda por investigar de manera más intensa es el surgimiento de las empresas periodísticas y la evolución de las ya existentes en tiempos de la dictadura, atendiendo a las pugnas entre las distintas familias franquistas (ACNP, Opus Dei, Falange) por controlar los medios de comunicación, no sólo en la disputa de las distintas cabeceras y emisoras de radio sino también en la formación de nuevos profesionales en las recién creadas escuelas de periodismo.
¿De qué modo se estructuraba la propaganda política?
La propaganda franquista no fue uniforme a lo largo del régimen; los intentos iniciales de crear un sistema moderno de propaganda, a imagen y semejanza de los nazis, quedaron sesgados una vez que Franco expulsó a los falangistas más puros de su gobierno. Y si bien, el ministerio de información y turismo cumplió algún papel al respecto a partir de los años 50, puede que pareciera más el tipo de propaganda institucional que hemos heredado que un sistema refinado de “control de conciencias”. No olvidemos que el NODO era quizá lo más eficiente en ese momento, dada la escasa socialización de la televisión hasta finales de los 60.
¿Qué queda de la memoria de este régimen dictatorial en las nuevas generaciones españolas?
Toda generación tiene memoria; no es una cuestión de cantidad sino de calidad y, sobre todo, de significado. En realidad puede que nos encontremos ante las generaciones con más posibilidades de conocer con rigor histórico y profundidad analítica el pasado, por la mayor distancia con los hechos que existe, un abismo en el que las emociones y los recuerdos se van apagando y dejando paso a la historiografía. Pero también, porque en las últimas décadas se ha producido un avance intenso de la investigación, con acalorados y fructíferos debates. Al menos en el terreno de la alta investigación se ha hecho un trabajo excelente y los historiadores extranjeros que se acercan a nuestra historia así lo reconocen, sorprendidos por el nivel de refinamiento técnico y metodológico en algunas investigaciones.
¿El franquismo es un tema bien estudiado por la historiografía o, por el contrario, todavía necesita de un análisis más riguroso y menos contaminado?
Está bien estudiado, en algunas obras. Sucede como con la Segunda guerra mundial, un tema con punch editorial y que por lo tanto genera un amplio caudal de libros y producciones culturales. Claro que hay mucha mala literatura y hasta cierta pornografía que busca el éxito fácil con visiones provocadoras pero superficiales, pero si nos atenemos a la investigación estrictamente académica creo que se puede certificar que el análisis del franquismo no sólo ha mejorado en los últimos años sino que también ha contribuido a generar conceptos, herramientas de análisis y estrategias de investigación históricas que son importantes aportaciones no sólo para conocer ese periodo de la historia española, sino que se pueden aplicar a otras épocas y lugares.
En este sentido, ¿cuáles son los nuevos retos?
El problema, el desafío, es quizá en el terreno editorial y de la divulgación; tenemos que preocuparnos por ganar la batalle entre los best sellers y hacer visibles y más válidos los estudios rigurosos y no los estudios militantes, preocupados más por defender una postura política tomada de antemano que por analizar el pasado, preocupados más por juzgar el pasado (objetivo que no es propio del historiador) que por comprenderlo.
¿Hasta qué punto el mundo de la cultura y la intelectualidad fue cómplice de la dictadura o delator de la misma?
Hubo mucha delación y mucha complicidad. Sin la complicidad de una parte importante del mundo de la cultura habría sido imposible generar un discurso de legitimación de la dictadura; en algunos caso se trató de una adhesión sincera, pero en otras interesada, puesto que se ofrecieron muchas recompensas a los intelectuales y creadores que quisieron cantar las bondades de la dictadura. Demasiadas veces se nos ha presentado a los intelectuales y científicos como personajes desinteresados y ajenos a las luchas políticas, cuando no como luchadores por la libertad, sin matices. Las cosas son más complicadas y lejos de pretender una historia de buenos y malos, que juzgue y clasifique a intelectuales por su adscripción política, deberíamos ser capaces de entender que se puede ser un excelente poeta y un colaborador con una cruel dictadura, o que un liberal de toda la vida, que pudiera haberse presentado como republicano luego era capaz de traicionar sus ideas (o cambiarlas) por otras contrarias a la libertad.
¿Qué nuevos temas y enfoques se están abordando en lo referente al estudio del franquismo?
Las relaciones entre el poder y la cultura, la historia de la ciencia y de los intelectuales en el franquismo, la violencia política y la represión, los mecanismos de control social… son temas cada vez más populares en investigaciones recientes. Personalmente, creo que necesitamos hacer una reflexión sobre la economía; la manera en que la dictadura creó un modelo de desarrollo o modelo productivo que ha lastrado o condicionado nuestra sociedad posteriormente, y con carácter más general, deberíamos ocuparnos de los triunfos de la dictadura, significando esto aquello que Franco logró modificar para siempre en nuestro país, imposibilitando la recuperación de la senda del desarrollo moderno iniciada a comienzos de siglo XX. Con esto último no me refiero tanto a aquellas personas que en la transición no perdieron poder, en virtud de pactos y acuerdos y consensos, sino esa parte de la obra de Franco que todos los españoles hemos interiorizado y asumido y que puede ir desde sus políticas de vivienda hasta la presencia de la religión en la vida pública.

Símbolos del franquismo

Milenio.com ha publicado un artículo sobre los símbolos del franquismo:

Reportaje: Caza a los símbolos del franquismo todavía presentes en España

Cuarenta años después de la muerte del dictador Francisco Franco, su régimen sigue presente en símbolos, inscripciones, calles, monumentos, lo que es considerado una vergüenza por sus víctimas.
El Arco de la Victoria, en Madrid, construido por orden de Franco en 1956 como un homenaje a la victoria de su ejército nacionalista
Foto: El Arco de la Victoria, en Madrid, construido por orden de Franco en 1956 como un homenaje a la victoria de su ejército nacionalista (AFP)

Madrid

Cuatro décadas después de la muerte de Francisco Franco, España no termina de pasar página a su dictadura, que aún ronda en sus calles, monumentos, símbolos e inscripciones, algo considerado indignante por sus víctimas.

“Es impensable que hubiera en Alemania una plaza al Fuhrer o una plaza dedicada al Duce en Italia”, lamenta Eduardo Ranz, un abogado de 30 años que lidera la batalla para retirar los símbolos del franquismo. “Es impensable que en Alemania una víctima del nazismo vaya por la calle y se encuentre con una cruz esvástica. No cabe en la cabeza”, añade.

En España eso puede ocurrir, por ejemplo, en el enclave de Melilla, en el norte de Marruecos, a los pies de cuya muralla todavía se levanta una estatua de bronce del dictador que tomó el poder en 1939 tras una sangrienta guerra civil y lo mantuvo hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975.

Por ello, Ranz presentó el 11 de febrero una denuncia contra 38 alcaldes del país –entre ellos la líder de Madrid, Ana Botella, mujer del ex mandatario José María Aznar– para retirar 86 símbolos de la dictadura de Franco del espacio público. La fecha no es casual: marca la proclamación de la Primera República española en 1873, que apenas duró dos años.

El 14 de abril, aniversario de la Segunda República inaugurada en 1931 que finalizó con la dictadura franquista, ampliará su demanda contra “la simbología franquista que pertenece a la Iglesia católica y los colegios religiosos”, estamento muy vinculado al franquismo en algunas regiones.

Su objetivo es “recuperar la dignidad para las víctimas del franquismo y dejar de humillarnos como país”, dice el jurista. Anteriormente habían existido otras denuncias contra estos símbolos pero nunca con tantos ayuntamientos implicados, destaca Ranz.

En 2007 se consiguieron importantes avances gracias a una ley aprobada por el ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero que retiró muchos de los vestigios franquistas, pero se realizaron excepciones con objetos de particular valor religioso o artístico.

Un mausoleo al dictador

Uno de los pilares de la transición democrática posterior a la muerte del dictador fue una ley de Amnistía en 1977 que puso un velo pudoroso frente a los excesos de la guerra y la dictadura por parte de ambos bandos. El resultado es que abrir el debate aún es tabú.

“Las víctimas del franquismo pagan con sus propios impuestos la tumba del dictador”, lamenta Emilio Silva, fundador y presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (AMRH).

“Esto no existe en ningún país democrático del mundo”, añade Silva, cuyo abuelo fue asesinado por las tropas franquistas en 1936. Silva se refiere al Valle de los Caídos, un enorme mausoleo dedicado al dictador en las afueras de Madrid, construido por los prisioneros del bando republicano derrotado durante la Guerra Civil.

No es el único ejemplo en la capital, donde todavía permanece en pie el Arco de la Victoria, de 50 metros de altura, construido en los años 1950 para conmemorar la victoria de Franco en el conflicto.

“Está a 800 metros de la residencia del presidente de gobierno y ningún presidente se ha sentido molesto ni ha tomado medidas para quitarlo o cambiar su significado”, critica Silva. “Están haciendo un reconocimiento público a gente que participaron en el asesinato de más de cien mil civiles”, apunta.

“Humillación”

Más de 113 mil civiles desaparecieron durante la Guerra Civil española y los primeros años de la dictadura, cuando la represión era más dura, según la ARMH. De ellos, solo seis mil fueron encontrados, principalmente en fosas comunes, y enterradas dignamente, explica Silva.

Los ayuntamientos de Madrid y Melilla no respondieron a las solicitudes de entrevista. El gobierno de la ciudad africana rechazó en numerosas ocasiones retirar la estatua alegando que honora al militar y no al dictador.

“España es un caso único en el mundo democrático no solo por el hecho que no se ha juzgado a nadie sino porque todavía se mantienen numerosos monumentos”, afirma Silva.

Para Eduardo Ranz, estos símbolos vulneran la ley de 2007 que obliga a las administraciones a “la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos” del régimen franquista.

Incluso las Naciones Unidas, en un informe del 2 de julio de 2014, instan a España a implementar “la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición”.

Para Chon Vargas, cuyo abuelo era un líder sindical ejecutado tras un juicio sumario en 1939, estos símbolos son “una humillación” para las familias de las víctimas. Su madre, Ascensión Mendieta, vive en una calle dedicada a los hermanos García Noblejas, que lucharon junto a Franco en la Guerra Civil y se hicieron célebres por su crueldad.

“Quiero que quiten este nombre a la calle”, dice. “Los judíos recibieron reparación por el nazismo. Nosotros también la queremos”, reclama. Pero la crisis parece haber enterrado este debate, muy activo a principios de siglo, explica el profesor de ciencias políticas y especialista de la materia Jesús de Andrés. Si el joven partido antiliberal Podemos llega al poder, “volverá a surgir este debate”.