La irracionalidad del nacionalismo

Todos sabemos que el racismo y la xenofobia son conceptos negativos y ridículos, fundamentados en fanatismos y prejuicios, no en hechos. Lo que no es tan aceptado es cuestionar si el nacionalismo es una condición natural o si las naciones son entidades perennes. En este pequeño ensayo piensa fundamentar que el nacionalismo es sólo una ideología y que las naciones son en realidad una construcción política elaborada para controlar mejor a la población como resultado de distintos procesos históricos.

Las naciones no son una construcción natural ni tampoco constituyen agrupaciones sociales naturales (Kedourie, 1961: 9). Las naciones se han construído gracias a distintos procesos económicos y sociales como la invención de la prensa, la Revolución Francesa, la revolución industrial y, especialmente, la desaparición de los grandes imperios como resultado de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, es muy difícil determinar el comienzo exacto del nacimiento de una nación dada su cualidad colectiva y la dificultad de obtener pruebas escritas de los posibles sentimientos nacionalistas de las grandes masas, normalmente analfabetas (Connor, 1994: 223). No obstante, aún es posible analizar el desarrollo del nacionalismo siguiendo ciertos eventos históricos que nos pueden ayudar a comprender mejor este fenómeno.

Los seres humanos somos animales sociables, que necesitamos vivir en grupos para sobrevivir. Estos individuos necesitan identificarse entre ellos como miembros de una unidad y tener motivos para diferenciarse de otros grupos (Weber, 1968: 389-390). Estos elementos de diferenciación son normalmente mitos sobre un origen o un ancestro común, un idioma común, un mismo territorio o tradiciones compartidas. Cuando estos grupos, que pertenecen a una misma etnia, logran formar un lazo psicológico subconsciente que los une a pesar de pertenecer a estructuras políticas distintas, por ejemplo practicar distintas profesiones o vivir en ciudades distintas bajo el dominio de distintos líderes, estamos hablando ya de una nación. La nación es el grupo social más grande que puede invocar las lealtades de sus habitantes a través de lazos de parentesco. La nación se convierte así en una familia extendida. No importa si esos lazos están basados en realidades históricas o si sólo se deben a propaganda política (Connor, 1994: 196, 202). La gente no está consciente ni está interesada en analizar esos lazos pues los considera como naturales y, por lo tanto, irrefutables e innegables.

Cuando las grandes civilizaciones empezaron a surgir, los gobernantes comenzaron a usar el concepto de nacionalismo para unir a la población bajo la bandera de un origen étnico común. Sin embargo, cuando estos reinos iniciaron su expansión y conquistaron otros reinos, el nacionalismo étnico basado en descendencia, costumbres y territorio compartidos no era suficiente. Los imperios tenían que inventar un nacionalismo político basado en una Constitución, leyes y afiliación (Geary: 2002: 55). El nacionalismo político es lo que crea estados y el nacionalismo étnico el que crea naciones. En el mundo hay miles de grupos etno-nacionales pero únicamente alrededor de doscientos estados.

Los imperios estaban gobernados principalmente por monarquías hereditarias, las cuales necesitaban refuerzo ideológico además de sus derechos divinos, especialmente después de la Revolución Francesa. Fue así que los monarcas adoptaron la idea de nacionalismo oficial, que significaba que la persona del monarca estaba directamente relacionada al poder del estado y que representaba a éste (Deringil, 1993: 3, 29). Las monarquías usaban ceremonias reales, rituales públicos y crearon costumbres que incrementaron los lazos de amor y lealtad entre los gobernantes y sus súbditos. Es así que los emperadores descartaron su imagen de reyes todopoderosos y pasaron a representar al padre o madre de la nación (Wolf, 2007: 214–215).

Cuando la mayoría de los imperios cayeron y fueron reemplazados por repúblicas como modelo básico de organización política, el nacionalismo político adquirió una importancia sin precedentes. La soberanía de la nación y la democracia como la tiranía de las masas son conceptos que vemos a diario y que dominan las leyes internacionales, el comercio exterior, las políticas diplomáticas y geopolíticas en general. El nacionalismo político y civil requiere de un estado grande y bien organizado con su propia cultura y medios de comunicación constituidos. También requiere de una población con altos estudios, de cierta manera homogénea para que se puedan identificar entre ellos como pertenecientes a una misma estructura. Estos súbditos letrados necesitan recibir una educación básica y estar familiarizados con las versiones oficiales de la historia de la nación y su propaganda. (Connor, 1994: 223; Gellner, 1983: 140; Anderson 1991: 101)

Hoy en día podemos ver ejemplos de nacionalismo étnico y político en nuestra vida diaria. El nacionalismo étnico es considerado más peligroso y volátil ya que puede generar estereotipos, xenofobia y racismo como en la Italia Fascista o la Alemania Nazi (Geary: 2002: 55). El nacionalismo político está basado en igualdad y virtud pero aún así puede ser peligroso ya que alienta a la gente a hacer sacrificios y ofrecer servicios de toda clase al estado puesto que al reemplazar a la religión, al monarca y a la ley se convierte en el principio más alto que deba defenderse y por la cual todo sacrificio es poco (Berlin: 1982, 349–350). El estado se convierte en la nación eterna, por la cual las personas están dispuestas a morir porque lo importante es que la nación prevalezca para futuras generaciones (Kapferer: 1988, 167).

Si entendemos que las naciones son resultado de procesos históricos y no de la voluntad divina, que las naciones han sido construidas y afianzadas a través de una historia oficial y que no han sido entidades naturales que siempre han existido, entonces podremos ser más críticos con los contenidos de propaganda que nuestros estados y los medios de comunicación fuerzan sobre nosotros. Los ciudadanos podremos entonces discernir mejor y con una conciencia más clara quiénes pertenecen o no a qué territorios y quiénes tienen derecho a venir o a irse de acuerdo a su voluntad.

Fuentes:

Benedict Anderson, “The Origins of National Consciousness” in Imagined Communities, London, 1991, pp. 37-46.

Isaiah Berlin, “Nationalism. Past Neglect and Present Power” in Against the Current. Essays in the History of Ideas, Middlesex, UK, 1982, pp. 333-355.

Walker Connor, “Man is a N/Rational Animal. Beyond Reason: The Nature of the Ethnonational Bond” in Ethnonationalism. The Quest for Understanding, Princeton, 1994, pp. 195-209.

Selim Deringil, “Long Live the Sultan! Symbolism and Power in the Hamidian Regime” in The Well-Protected Domains, 1998, pp. 16-43.

Patrick Geary, “Imagining Peoples in Antiquity” in Myth of Nations, Princeton, 2002, pp. 41-62.

Ernest Gellner, “Definitions,” “The Transition to an Age of Nationalism” and “Conclusion” in Nations and Nationalism, Ithaca, 1983, pp. 1-7, 39-52, 137-143.

Bruce Kapferer, “But the Band Played ‘Waltzing Mathilda’. National Ceremonial and the Anatomy of Egalitarianism” (Australia) in Legends of People. Myths of State. Violence, Intolerance, and Political Culture in Sri Lanka and Australia, Washington, 1988, pp. 149-167.

Elie Kedourie, “Politics in a New Style” in Nationalism, London, 1961, pp. 9-19.

Max Weber, “The Belief in Common Ethnicity: Its Multiple Social Origins and Theoretical Ambiguities” in Economy and Society, vol. I, New York, 1968, pp. 387-398.

Christiane Wolf, “Representing Constitutional Monarchy in Late Nineteenth and Early Twentieth-Century Britain, Germany, and Austria,” in The Limits of Loyalty. Imperial Symbolism, Popular Allegiances, and State Patriotism in the Late Habsburg Monarchy by Laurence Cole and Daniel Unowsky (Eds.), New York, 2007, pp. 199-222.

 

One thought on “La irracionalidad del nacionalismo”

  1. Buenos pensamientos, estoy de acuerdo contigo. El nacionalismo es tan artificial como las fronteras de las naciones. Es entendible que los seres humanos tenemos la tendencia de hacer clasificaciones e identificarnos a un grupo, pero la cuestión es siempre dónde ponemos el límite y cómo vemos ese límite. ¿Cómo determinamos quién tiene derecho de pertenecer a qué grupo? ¿Y podemos elegir a qué grupo queremos pertenecer, y por qué o por qué no?

    Tenemos diferentes naciones y diferentes nacionalidades porque pensamos que tienen una historia, una cultura y una lengua en común. Y muchas veces la inmigración es visto como una amenaza para esta identidad nacional. ¿Pero qué es ser finlandés, español o palestino, por ejemplo? ¿Qué es Finlandia, España, Palestina? ¿Qué es esa identidad nacional que tenemos miedo de perder? Dentro de las naciones hay muchos pueblos y lenguas diferentes, y cada uno tiene su diferente historia y cultura. Y muchos de estos pueblos, lenguas, culturas e historias se cruzan con otros de otras naciones.

    Cuando pensamos en nuestra identidad, es muy importante responder a la pregunta “¿de dónde soy, cuál es mi origen?”, y muchas veces pensamos justo en las naciones o nacionalidades. Pero si al fin y al cabo, todos somos de mismo origen.

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