El papel de la propia lengua en “Otra vida por vivir” de Theodor Kallifatides

Mi objetivo en este trabajo es analizar, cómo el narrador de la obra Otra vida por vivir de Theodor Kallifatides explica su relación con la lengua –más específicamente, con su propia lengua–. También estudiaré el papel de escribir en la vida del narrador y si eso está vinculado con su emigración/inmigración. Hay varios temas en esta obra autobiográfica, como la identidad, la situación en la Europa de hoy y las actitudes hacia los inmigrantes, pero se destacan la lengua y la necesidad de escribir como temas principales. El escritor, nacido en 1938, inmigró en 1964 de Grecia a Suecia, donde sigue viviendo. Ha creado una distinguida carrera literaria en sueco y ha tratado de su vida como inmigrante en sus obras anteriores también. Sin embargo, en Otra vida por vivir la búsqueda y el redescubrimiento de la propia lengua de un escritor inmigrante constituyen el núcleo de la obra y daré voz al escritor mismo a través de varias citas ilustrativas.

La obra, publicada originalmente en griego en 2018 y traducida al castellano en 2019 (por Selma Ancira, ella también inmigrante), está ambientada en dos países: empieza en Suecia y acaba en Grecia. El narrador, quien aquí es la misma persona que el escritor, reflexiona su necesidad de escribir y la relación de esta necesidad a su emigración:

La emigración no me había hecho escritor. […] Estaba convencido de que también en Grecia había escrito, tal vez con otra respuesta o quizá sin respuesta ninguna, pero habría escrito por la sencilla razón de que no tenía otra forma de existir a los ojos de los demás, ni a los míos. (p. 16)

Por consiguiente es obvio, que la lengua tiene un papel muy importante en su vida y el hecho de ser emigrante/inmigrante ha tenido un efecto considerable en su lengua –o, en sus lenguas– :

La emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti. Entre otras, tu lengua. Por eso me siento más orgulloso de no haber perdido mi griego después de haber vivido cincuenta y cinco años en Suecia, que de haber aprendido el sueco tan bien como lo he aprendido. Lo segundo fue obra de la necesidad, pero lo primero es un acto de amor. Una victoria contra el olvido y la indiferencia. (p. 73)

Sin embargo, en el inicio del libro sufre de un bloque de escritor y no sabe propiamente, por qué. Puede ser por un lado a causa de la crisis de envejecimiento y por otro lado a causa de la sociedad que lo rodea, incluyendo la crisis inmigratoria que ve en Europa. Siente que ha perdido las palabras y piensa en dejar de escribir:

¿Por qué pesaba tanto en mi vida la escritura? ¿Qué me daba? ¿Qué reemplazaba? Diría que era semejante a lo que me pasaba durante las guardias en el servicio militar. Yo asumía una responsabilidad y tenía cierto poder. Y lo hacía sin preguntar a nadie y sin que nadie pudiera impedírmelo. Quizá esa fuera, finalmente, la importancia de la escritura. La responsabilidad de mi mundo. ¿Habría llegado la hora de dejar todo aquello? ¿De emigrar de mí mismo como había emigrado de mi país? (pp. 37-38)

Como escribir y publicar sus ideas es una parte inseparable de su vida, hasta empieza con Twitter, porque todavía es capaz de crear frases breves. Describe esta actividad sustituta (p. 99): “Había encontrado un remedio homeopático. Escribía en Twitter porque ya no podía escribir como antes”. Parece que hasta las aves migrantes conocen mejor su dirección que él, un ser humano migrante sin lengua:

Una tarde, a finales de agosto, cuando las aves habían comenzado su migración, vi a una de ellas completamente sola. Había perdido a su bandana. Con todo, seguía su viaje en el cielo solitario. Llevaba la dirección en su interior. ¿Tendría yo alguna dirección en mi interior? (p. 101)

Para encontrar alivio a la vaciedad que siente, viaja a Grecia con su mujer sueca, con quien ya ha estado casado casi cincuenta años. Primero en Atenas, cuando hace observaciones sobre la pobreza tanto de los griegos afectados por la crisis económica como de los inmigrantes, no siente nada particular y tiene la sensación de encontrarse en un país equivocado (p. 116): “…uno de los dramas del expatriado. Sueña con volver a lo que dejó. Pero eso ya no existe más que en su empañada memoria. No se puede volver”. Ya está un poco desesperado (p. 109): “¿Quién o qué volvería a hacer de mí aquello que siempre quise ser: un ser humano entre seres humanos?”

La solución le llega al autor, por fin, en su pueblo natal y –no sorprendentemente– en forma de la lengua. Está invitado a visitar una escuela secundaria que va a llevar su nombre como un homenaje a él. La función empieza en un pequeño anfiteatro al aire libre, bajo la luna llena, y los jóvenes actores le recitan a Esquilo (p. 147): “Las palabras de Esquilo caían en mí como lluvia refrescante en tierra seca. […] Aquella era mi lengua”. Por la mañana siguiente empieza a escribir en griego:

Desde la primera palabra sentí cierta dulzura, como si hubiera comido miel. Dulzura y alivio. No escribía. Hablaba. […] Era mi idioma. […] Con el sueco, idioma que amaba y amaré siempre, no había alcanzado esa inmediatez. […] El resultado final no era ni mejor ni peor. Era distinto. (p. 150)

En conclusión, conocer y reconocer su propia lengua tiene un papel fundamental para este escritor inmigrante para quien escribir es la única forma de vivir. Y aunque no escribe porque es inmigrante, el hecho de ser inmigrante añade un nivel especial a su uso de la lengua y a la necesidad de definir su propia lengua –o sea, su propio lugar en el mundo–. La obra está llena de ideas humanas y frases formuladas (y traducidas) de modo excelente las que describen la relación entre el escritor y la lengua, tal como si fuera una recopilación de aforismos. En las últimas palabras del libro el autor resume sus sentimientos:

… Y este libro, el primero que escribo directamente en griego después de cincuenta años, es mi agradecimiento tardío para ellos, que me devolvieron a mi lengua, la única patria que todavía me queda y la única que no me heriría. […] Salvaron en mí lo que aún podía ser salvado. ¿Qué importancia tenía en qué rincón del mundo viviera? (p. 153)

Y gracias al redescubrimiento de su propia lengua, saca una conclusión profunda de su identidad (p. 152): “…nunca más sería un inmigrante”.

 

BIBLIOGRAFÍA

Kallifatides, Theodor (2019): Otra vida por vivir. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Información sobre Theodor Kallifatides (consultada el 02/11/2020): https://www.albertbonniersforlag.se/forfattare/5374/theodor-kallifatides/

Diagramas de pertenencia en “Conjunto vacío” de Verónica Gerber Bicecci

En este trabajo analizaré el uso de los llamados diagramas de Venn en la novela Conjunto vacío de Verónica Gerber Bicecci, autora y artista visual mexicana. No es mi intención exponer el contenido de diagramas individuales sino buscar interpretaciones para su uso: ¿por qué la protagonista de la obra elige usar estos diagramas particulares? Es una obra en que la forma es muy distinta a la forma habitual, utilizando dibujos entre los párrafos del texto como medio de narración paralela, no como mera ilustración, y la relación entre el lenguaje y los dibujos es muy simbiótica. Muchos de los dibujos son diagramas de Venn, originalmente desarrollados por el matemático John Venn en 1880 para describir las relaciones lógico-matemáticas de inclusión y exclusión (CAAC 2019). En la obra describen las relaciones entre distintos personajes o entre los personajes y los universos.

Principalmente, la novela es una historia de autoficción de la protagonista, que también se llama Verónica. Es hija de padres exiliados de Argentina a México en 1976, durante la dictadura militar de Argentina, ella misma nacida en México a principios de los ochenta. Sin embargo incluye otras historias también, cada una vinculada en la suya de alguna manera. Hay varios temas en la novela y en este análisis los temas centrales son las consecuencias transgeneracionales del exilio, la búsqueda de la identidad y de las raíces y las relaciones con otras personas.

La protagonista intenta bosquejar sus relaciones interpersonales y su lugar en el universo a través de dibujar diagramas de Venn. Esta costumbre casi se vuelve una obsesión, aunque es fácil entender que le sirven bien los dibujos cuando no sabe escribir con palabras. Los diagramas dan nuevas perspectivas para las relaciones y los acontecimientos, y la protagonista escribe en la página 84: “Visto así, ‘desde arriba’, el mundo revela relaciones y funciones que no son del todo evidentes”. Necesita esta nueva perspectiva y distancia a sus propias emociones.

Una posibilidad obvia es interpretar los diagramas de Venn a través de la teoría de la pertenencia, discutida por ejemplo en el artículo de Lähdesmäki et al. (2016). La pertenencia está relacionada con los antedichos conceptos de inclusión y exclusión y con la distancia/cercanía (aquí principalmente emocional). De hecho, cuando Verónica explica su gusto por los diagramas (p. 84), utiliza el verbo pertenecer:

[…] un jitomate pertenece al conjunto de jitomates (JI) y no al de cebollas (C) ni al de chiles (CH) […] pero también de que tienen cosas en común, como el hecho de que todos podrían pertenecer al conjunto salsa pico de gallo (SPG) […] y unir fuerzas contra algún otro conjunto…

Es discutible, si se pueden describir relaciones humanas, siempre tan diversas, con conceptos exactos de lógica o matemáticas. Simplifica las situaciones bastante, lo que puede causar interpretaciones erróneas. No obstante, da mucha claridad y también belleza para acontecimientos difícilmente explicados.

Además, se puede dar una justificación más política a los diagramas. También esta interpretación se puede ver dentro de la teoría de la pertenencia, porque por ejemplo según Yuval-Davis la pertenencia puede incluir un aspecto nacional-político (apud Lähdesmäki et al. 2016: 239). La protagonista cuenta (p. 84), que durante la dictadura en Argentina se prohibió la enseñanza de los diagramas de Venn en las escuelas. Escribe:

Los diagramas de Venn son herramientas de la lógica de los conjuntos. Y la dictadura, desde la perspectiva de los conjuntos, no tiene ningún sentido porque su propósito es, en buena medida, la dispersión: separar, desunir, diseminar, desaparecer. Tal vez es eso lo que les preocupaba, que los niños aprendieran desde pequeños a hacer comunidad, a reflexionar en colectivo para descubrir las contradicciones del lenguaje, del sistema.

A la luz de esta información surge la próxima pregunta: ¿por qué quiere describir la protagonista su propia realidad a través de un método que una vez fue prohibido? Aquí algunas propuestas. Primero, el uso del método prohibido se puede ver como una reacción a lo que habían sufrido sus padres: para ellos habría sido imposible describir sus emociones y pensamiento con este método. O aún más trágico, tal vez no podían expresar sus emociones de ninguna manera antes de y durante el exilio, lo que resultó en su divorcio, en la desaparición al menos simbólica de la madre y en las dificultades emocionales de la siguiente generación. En el caso de la familia de Verónica, la dictadura de una manera venció, aunque habían logrado exiliarse los padres: “separar, desunir, diseminar, desaparecer” es lo que les pasó, y ahora intenta Verónica buscar un conjunto, una unión y una aparición. Segundo, puede ser que la protagonista ve los conjuntos subconscientemente como amenazas, igual que los vio la dictadura, porque ha sido herida y abandonada tantas veces en sus relaciones, por ejemplo con su madre y en las relaciones amorosas. Sin embargo, busca la sensación de unión –la pertenencia, en otras palabras. Por consiguiente se puede ver el uso de los diagramas de Venn como una manifestación de las heridas transgeneracionales de la dictadura y del exilio, y también como una protesta (retrasada) contra la dictadura y como una crítica contra la violación de la libertad de expresión ejercida por la dictadura de Argentina. Con el uso de las diagramas, la protagonista no solamente se sitúa en su “universo personal” sino también en la historia y la política del país del exilio de sus padres.

En conclusión, se puede ver el uso de las diagramas de Venn como una representación o un símbolo de pertenencia personal y política, también en un significado transgeneracional. “Lo personal es político”, como dice la conocida frase feminista. Al escribir este trabajo encontré información sobre otra artista visual de la misma generación que Verónica, la argentina Amalia Pica, que también ha trabajado con las diagramas de Venn (CAAC 2019). Quiero concluir mi trabajo por citar su nota de prensa, ya que pienso que dice exactamente lo que intenta decir y hacer Verónica también:

Gran parte de mi trabajo proviene de ese deseo casi infantil de ser entendido, y creo que muchas de las formas en que inventamos para hablar entre nosotros tienen que ver con ese extremo deseo de alcanzar… 100% de empatía con otras personas. Eso nunca sucederá, pero el hecho de que lo intentemos… es hermoso, de alguna manera.

 

BIBLIOGRAFÍA

CAAC (2019): El CAAC presenta la primera exposición en España de la artista argentina Amalia Pica. Nota de prensa sobre la exposición de Amalia Pica [disponible en línea en: http://www.caac.es/prensa/dossiers/Nota-de-Prensa-Amalia-Pica.pdf, consultada el 02/11/2020].

GERBER BICECCI, Verónica (2017): Conjunto vacío. La Rioja: Pepitas de calabaza.

LÄHDESMÄKI, Tuuli, et al. (2016): “Fluidity and flexibility of “belonging”: Uses of the concept in contemporary research”. Acta Sociologica 59:3, págs. 233-247.

El papel del lector en “Rasgos occidentales” de Isaac Rosa

Mi objetivo en este trabajo es analizar, cuál es el papel del lector en el cuento Rasgos occidentales de Isaac Rosa. También procuraré reflejar mis propias experiencias como una lectora “de rasgos occidentales”. Muchas veces hay un componente dialógico en la literatura de la migración, y, según Berlage (2016), “las obras de literatura de la migración favorecen, pues, esta lectura activa por parte de los lectores quienes, al leer, cuestionan su cultura y la cosmovisión personal que han ido desarrollando desde sus primeras lecturas”. Creo que es exactamente esto lo que quiere hacer Rosa con su obra.

Rasgos occidentales es publicado en 2006 y está ambientado en las costas de España en la misma época. Es una historia breve sobre pateras llenas de cadáveres de inmigrantes africanos, entre los que, de alguna razón, también se hallan unos cadáveres “de rasgos occidentales”, como los acaba describiendo un funcionario en la nota de prensa. Estos hallazgos imprevisibles causan mucha especulación, hasta teorías macabros, en los medios de comunicación y entre los ciudadanos y las autoridades. Generalmente, la reacción a los cadáveres “de rasgos occidentales” es muy distinto de la reacción a los cadáveres “de rasgos africanos”.

Al principio, la narración de Rosa parece neutral y describe los acontecimientos a través de un narrador impersonal y de focalización externa. Hace una excepción en el inicio del cuento al describir los pensamientos del juez, que atiende a la primera patera: “… él seguía sin soportar aquella frecuencia de la muerte. Lo de hoy, además, era especialmente horrible…” Poco a poco aumenta la voz personal del narrador y la involucración del lector, principalmente a través del empleo casi imperceptible de la primera persona del plural, por primera vez en la página 4: “… quienes cubren de huesos el fondo oceánico entre uno y otro continente, como un puente submarino que crece y crece hasta que tal vez un día alcance la superficie y podamos atravesar el Estrecho a pie…”. De esa manera el narrador refuerza su propia participación y la del lector en los acontecimientos o por lo menos en las reacciones hacia lo que está ocurriendo. No oculta su actitud. En las últimas páginas la involucración ya es muy clara: “… eran fenómenos paranormales para los que carecíamos de esquemas de interpretación; no había molde donde encajarlos.” En la página 8 escribe: “Los ciudadanos nos desinteresamos poco a poco del inexplicado asunto, y comprobamos con inconfesable alivio que ya sólo llegaban muertos africanos.” Y claro que la involucración  –y no solamente la involucración sino la culpabilidad–  es la más obvia en el último párrafo de la historia, en el que dirige sus palabras directamente al lector, empezando “Como tú, hipócrita lector…”.

En su texto el autor expresa un supuesto muy fuerte: que el lector solo piensa en los cadáveres blancos. También parece suponer, que el lector es, de hecho, “de rasgos occidentales”. A través de estos supuestos acusa al lector de olvidar el problema verdadero, los miles de destinos trágicos de inmigrantes “de rasgos africanos”. ¿Esto es justo? Es bien cierto que el autor construye su texto a esa dirección: describe solo los fallecidos “de rasgos occidentales” y su tratamiento en la prensa, por consiguiente estimulando el interés en este lado de la historia. Y aunque no revela más de las identidades detrás de “los rasgos occidentales”, son personajes redondos, los cuales merecen privilegios aunque ya están muertos. Los africanos a su vez forman una masa, sin personajes ni siquiera planos, a los que el autor no da ningún tipo de voz –¿así que cómo la podría oír el lector…?

Después de toda la especulación en el cuento hay que decir que sí, estaba esperando una explicación de los cadáveres “de rasgos occidentales”. Por una parte leí la historia como un misterio, como un relato de suspense, y es natural querer soluciones a todas las preguntas que el autor deja abiertas. Por otra parte también estaba esperando un vínculo al problema verdadero, la situación de decenas de miles de inmigrantes. Y sí, tuve un vínculo, y no de manera muy agradable si bien efectiva, en la acusación de solo estar preocupada por los cadáveres blancos. ¿Reconozco el sentimiento de culpa en mi misma? Como lectora no tanto, porque la cuestión existía todo el tiempo allí, en los cadáveres “de rasgos africanos”. Sin embargo, como ciudadana europea sí, es mi obligación ser consciente de lo que está pasando en las fronteras de Europa. Y debido a la magnitud del problema ni siquiera intento profundizar en ese tema aquí.

¿Cómo lee un lector “de rasgos africanos” esta historia? ¿Va dirigida a él también? No sé responder.

Una anécdota más, basada en una experiencia personal. Un poco antes de la época del cuento de Rosa trabajé un verano en Holanda en una explotación agrícola. Pasé mis días en los campos con compañeros de Rumania y de Camerún, de Angola y algunos otros países africanos. Los africanos eran jornaleros que vivían en un centro de acogida para solicitantes de asilo, autorizados a trabajar una cierta cantidad de días al mes. Un día llegaron un par de autoridades, inspectores, para ver que todos los trabajadores tuviéramos los documentos en regla –con la excepción de que no me pidieron nada a mí. Pero sí charlé un rato divertido sobre los pilotos de Fórmula Uno y futbolistas finlandeses con uno de los inspectores al que el dueño de la finca debió haber dicho que era de Finlandia. Bueno, esto es de ninguna manera un evento dramático, solo un pequeño ejemplo del efecto de “los rasgos occidentales”.  Y es importante tener en cuenta, que “los rasgos occidentales” no solamente son rasgos externos sino también internos y que afectan a mi pensamiento y a mi cosmovisión.

 

BIBLIOGRAFÍA

Berlage, Pauline (2016): “Mundialidad hispánica y literatura de la migración”. Revista suiza de literaturas románicas 63:3, págs. 167-183.

Rosa, Isaac (2006): “Rasgos occidentales”. En:  VV.AA: Inmenso estrecho II. Cuentos sobre inmigración. Madrid: Kailas. [disponible en línea en: https://elcultural.com/Inmenso-Estrecho-II-Cuentos-sobre-inmigracion, consultado el 19/10/2020]. (Hay que notar que los números de páginas mencionados en este trabajo son números de la versión de la obra que está usada durante el curso.)