Los recuerdos de Canetti

No tiene nada que ver el lícito recuerdo de quienes quieren recuperar los cuerpos y la dignidad de sus muertos en la guerra con el abusivo intento de cambiar lo sucedido para que sirva a intereses nuevos

JORGE M. REVERTE – El País – 24/02/2010

A diferencia de muchos, en particular de quienes han sucumbido a una psicología verbosa, yo no estoy convencido de que haya que torturar, dejar o extorsionar al recuerdo, ni tampoco exponerlo a la acción de alicientes bien calculados. Me inclino ante el recuerdo, ante el recuerdo de cada ser humano. Quiero dejarlo tan intacto como le pertenece al hombre que existe para bien de su libertad, y no oculto mi aversión por quienes se permiten someterlo a prolongadas intervenciones quirúrgicas hasta igualarlo al recuerdo de todos los demás. Que operen a su antojo narices, labios, orejas, piel y cabellos, que trasplanten ojos de otro color si no hay más remedio, o corazones ajenos que palpiten un añito más, que ausculten, amputen, alisen o igualen, pero que dejen en paz al recuerdo”.

El largo párrafo no es mío, sino de un gran hombre, de Elías Canetti, y está incluido en su libro La antorcha al oído. Un libro de memorias, de sus memorias.

Creo que no he leído nada más contundente al respecto. Ni he encontrado ocasión más oportuna para traer a colación esta sencilla forma de ver las cosas. Oportuna para el momento que vive nuestro país, para desbrozar las razones que a unos y a otros nos asisten para traer el pasado inmediato a la discusión política.

Porque esto del recuerdo y la memoria está sirviendo para poner en cuestión una etapa de la historia de España y, con ello, reventar la legitimidad del régimen en que vivimos, de la democracia que hemos construido, de la ley que nos ampara.

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