La justicia es lenta; la injusticia, rápida

CRISTINA ALMEIDA El País – 22/05/2010

En España la justicia es lenta. Es lenta para proteger los derechos y libertades de los ciudadanos. Es lento el Tribunal Supremo para resolver recursos. Es superlento el Constitucional para renovarse, gracias a que su situación actual aprovecha a determinados partidos políticos, y es provocadoramente lento para resolver un recurso por encima de voluntades autonómicas, acuerdos parlamentarios o referendos ciudadanos. Es lenta, sí, y eso ya no es justicia.

Pero estoy asombrada de la rapidez que tiene cuando quiere realizar injusticias o perpetrar atropellos jurídicos. Me imagino al magistrado Luciano Varela trabajando mañana, tarde y noche para resolver en un solo día más de cinco recursos, y en algún caso, sobre todo cuando se quiere defender a sí mismo, con muchísimos folios. Todo ello con una finalidad: que llegue al Consejo del Poder Judicial un auto apresurado, pero suficiente para él, por la finalidad que persigue, en el que inicia el juicio oral contra Baltasar Garzón. Un Garzón al que, por supuesto, Varela le ha denegado todas sus pruebas, al tiempo que se las ha admitido al seudosindicato Manos ¿qué?, al que, además, cual maestro ejemplar, le ha dictado, a su gusto, un escrito de acusación. El que supuestamente era el juez, con sus lecciones magistrales a Manos ¿qué?, se ha convertido de hecho en el único acusador de Garzón. Y todo ello en 24 horas. ¿Habéis conocido alguna vez, ciudadanos, profesionales del Derecho, tal rapidez?

Y en cuanto al Consejo del Poder Judicial, ¿habéis observado la celeridad sorprendente de que en dos días se convoquen las reuniones necesarias para poder suspender al juez Baltasar Garzón, y esta se acuerde con presteza y unanimidad? La consumación de la injusticia fue rápida, en dos horas despacharon el tema y, acto seguido, llamaron por teléfono a Garzón para decirle que estaba suspendido en sus funciones y que tenía que dejar la Audiencia Nacional. Y ahí se terminaron las prisas. Misión cumplida: el juez Garzón había sido humillado.

Se rechazó incluso la posibilidad de dar una salida digna, por temporal que fuera, al asunto accediendo previamente a que Garzón se fuera en comisión de servicios a La Haya. Esto ya no tenía tanta prisa y se vería después. Porque somos mayoría los que tenemos la seguridad de que, en algún momento, nuestros tribunales verán la razón y desmontarán toda esta trama de envidias, rencillas y disparates jurídicos que estamos viviendo, y de que, si llega a ser juzgado, Garzón será absuelto.

Se nos ha dicho que el Consejo del Poder Judicial no tenía más remedio que suspender al magistrado una vez que había recibido el auto de apertura del juicio oral. ¿Pero se preocuparon sus señorías del Consejo de averiguar el porqué de la rapidez del juez Varela? Si ese auto es firme porque en principio no tiene recurso, ¿no recibieron ninguna noticia de que penden otros varios recursos ante la Sala del Tribunal Supremo, algunos de ellos de suma importancia, para no consumar este ataque sin precedentes a Garzón?

Quiero recordar que existen dos recursos, de importancia extrema, para resolver antes de seguir adelante. De un lado, la defensa de Garzón ha presentado recurso contra otro auto del rápido Varela haciendo constar que la instrucción no estaba terminada puesto que estaba recurrida la denegación de la totalidad de las pruebas solicitadas por el magistrado, lo que supone una absoluta indefensión.

Por otra parte, tanto el ministerio fiscal como la defensa de Garzón presentaron recursos de nulidad de actuaciones ante lo insólito del actuar del instructor dando instrucciones precisas tanto a Falange como a Manos ¿qué? para que volvieran a hacer los escritos de acusación en la forma que él les indicaba, lo que evidencia una actuación totalmente contraria al procedimiento. El ministerio fiscal solicita que se tengan por no hechas en forma esas acusaciones y, en consecuencia, se archive el procedimiento.

Pero eso no importaba. Los miembros del Consejo ni tan siquiera concedieron una oportunidad a la Sala para conocer esos recursos determinantes a la hora de seguir o no con la acusación. Solo les interesaba suspender a Garzón. Los derechos y la justicia, ya se verá.

Sé que hay muchos jueces que no comparten esta concepción de la justicia. Sé que hay muchos que realizan un cotidiano trabajo, a veces extenuante, para impartir justicia a los ciudadanos. A todos y a todas les muestro mi respeto. Pero sí quiero expresar mi más rotunda indignación por lo que está ocurriendo con Garzón.

Después de 42 años como abogada, muchos luchando por una justicia democrática, que para nada existía en mis primeros tiempos de duro ejercicio profesional, cuando defendía a trabajadores y presos políticos durante el franquismo, no puedo quedarme impasible ante la posibilidad de que en nombre de la justicia, que recuerdo que “emana del pueblo”, se puedan cometer este tipo de atropellos. La sociedad necesita sentirse amparada por la credibilidad y la confianza en sus instituciones de justicia, y hoy esa credibilidad está totalmente en entredicho, no solo en España, sino en todos los países democráticos.

Por ello termino al contrario de como empecé: la injusticia es rápida.

Cristina Almeida es abogada.

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Un artículo relacionado:

¿Qué justicia es esta?

“La perversión está en el sistema de cuotas de los partidos y en que los jueces las hayamos aceptado”.- “Para hacer carrera hay que estar en las asociaciones, y mejor en unas que en otras”.- Hablan los jueces que acusan al poder político de afectar a su independencia.

Garzón: “Las heridas que no se limpian se vuelven a abrir”

Garzón recibe en París un premio por su papel en favor de los valores democráticos.- La presidenta argentina asegura que la suspensión del juez español es “una regresión en la justicia universal”

ANTONIO JIMÉNEZ BARCA El País –  17/05/2010

En el auditorio abarrotado de la prestigiosa Escuelas de Ciencias Políticas de París, la famosa Sciences Po, el juez Baltasar Garzón, antes de recibir un premio por la defensa de la democracia, empuñó el micrófono y habló por primera vez en público desde que fue apartado de la Audiencia Nacional: “Las heridas que no se limpian se vuelven abrir”. Y prosiguió: “Todas las leyes que apoyan la impunidad caen”. Y agregó: “A veces la justicia universal se topa con dificultades para no investigar crímenes que no prescriben, dificultades en forma de olvido, perdón o amnistía”. Y agregó: “Es compatible la memoria, la justicia y el resarcimiento a las víctimas”.

Saludo

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, saluda al juez Baltasar Garzón.- EFE

Baltasar Garzón ha recibido hoy en París un premio por su defensa de los valores democráticos en el Instituto de Ciencias Políticas de la capital francesa, tres días después de haber sido suspendido de sus funciones. El juez recibió una fuerte ovación de los asistentes al acto. – AGENCIA ATLAS

El juez llegó a las ocho de la noche al auditorio, que aplaudió al recibirle, muchos puestos en pie. Venía a París a recibir el premio de la asociación de estudiantes “Joven República” por su “defensa de la democracia en situaciones hostiles”. El acto, planteado en principio como un coloquio sobre la justicia universal, acabó derivando en un homenaje entero al juez español. A su derecha se sentó el ex primer ministro francés Dominique de Villepin, recientemente juzgado -y absuelto- por el caso Clearstream y a su izquierda el mundialmente conocido pintor Miquel Barceló.

El joven estudiante de ciencias políticas y representante de la asociación que le otorgaba el premio subió al estrado y señaló que no le han dado la mención a un hombre “sino a un combate”. Luego recordó los logros de Garzón “luchando contra el narcotráfico, el terrorismo, el terrorismo de Estado, ETA y el Gal, contra el propio partido con el que fue a las urnas y luego, contra la hipocresía referente a la memoria histórica”. Y añadió: “Usted, señor, es un símbolo de la democracia en España, en Europa y en el mundo”. Y concluyó, ya en español, con los versos de Antonio Machado, de “caminante no hay camino…”. Pero el chico agregó una frase: “Esto no ha terminado, señor. Esto no ha hecho nada más que comenzar”.

Después, Garzón subió a la tribuna y cerró el acto con un discurso breve en el que agradeció el homenaje y volvió a defender la labor de la justicia universal frente la impunidad, “que es la otra cara de la corrupción”. Recordó su persecución a Pinochet y cómo los dictadores “se saben impunes durante su mandato pero no en los tiempos que vienen después”. Aseguró que hay lugares del mundo donde la justicia universal se ha impuesto pero que hay otros “en los que el pasado sigue siendo una cripta cerrada que impide el resarcimiento de las víctimas”. Sonriente, aventuró: “Siempre que existe un juez independiente en cualquier lugar de la tierra hay razones para la esperanza”. Y agregó: “En el futuro, quizá no haga falta unos Juegos Olímpicos para denunciar la falta de derechos humanos en China, no exista Guantánamo y Europa tenga el sentido integrador que todos le pedimos”. Después, aseguró: “A veces, el esfuerzo de unos pocos cambia el curso de los acontecimientos del mundo”.

Y añadió: “Soy juez, un hombre de derecho y para el derecho, como dijo Cicerón, “un esclavo de la ley”, pero no de la ley local, sino de la ley universal”. Un aplauso cerrado dio por terminado el acto.

Los letrados de Nueva York apoyan al juez de la Audiencia

M. ALTOZANO El País07/05/2010

El Colegio de Abogados de Nueva York, con 23.000 miembros, ha enviado una carta al presidente del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, y al fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, en la que les urge -a ellos y al resto de magistrados del alto tribunal- a hacer todo lo posible para acabar con los procesos pendientes contra Baltasar Garzón.

La carta, firmada por la decana, Patricia M. Hynes, compara el caso del juez español con el de los magistrados Iftijar Chaudhry y María Lourdes Afiuni. El primero fue suspendido por el ex dictador paquistaní Pervez Musharraf por investigar torturas y desapariciones ocurridas durante su régimen, mientras que la segunda permanece en prisión tras liberar a un empresario opositor al régimen de Hugo Chávez en Venezuela.

“Los jueces nunca deberían ser castigados por decisiones de buena fe que un tribunal superior haya corregido (…). Hacerlo destruye toda apariencia de independencia judicial y socava el derecho de la nación a ser gobernada por la ley”, se asegura en la carta.

El colegio subraya que la petición se hace “con todo el respeto por la independencia de los tribunales españoles”. Pero precisa que es ese respeto el que convierte en “preocupantes” los procesos a Garzón y contra otros abogados y juristas en todo el mundo.

“Invitamos respetuosamente al Consejo General del Poder Judicial a que tenga en cuenta nuestras preocupaciones en cualquier proceso contra el juez Garzón y revoque lo antes posible las amenazas de sanciones criminales contra él”, concluye el escrito.

El procedimiento en Derecho

Lo que desprestigia al Supremo no son tales o cuales declaraciones, sino la actuación infundada e incomprensible contra el juez Garzón. También en Derecho el fondo es más importante que la forma

ARACELI MANJÓN-CABEZA OLMEDA – El País – 06/05/2010

El día 27 de abril se publicaba en este periódico un artículo que, bajo el título El procedimiento en democracia, firmaban cinco magistrados, refiriéndose a la causa que se sigue en el Tribunal Supremo contra el juez Garzón por sus investigaciones relativas a los crímenes de la Guerra Civil y de la posguerra franquista. Reconociendo que en tal escrito se manejan argumentos nuevos y atractivos sobre la cuestión, no se pueden compartir, sin embargo, algunas de las afirmaciones que se hacen o algunos de los resultados interpretativos que se alcanzan.

Para empezar, se refieren los firmantes a la sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos, de 12 de diciembre de 2000, por la que se impide el recuento manual de votos que antes había sido ordenado por la justicia de Florida a la vista de que existían claros y razonables indicios de que unos 180.000 votos de aquel Estado no hubieran sido bien leídos por las máquinas. El resultado de tal sentencia del Supremo estadounidense es sabido: derrota de Al Gore y George W. Bush instalado en la Casa Blanca.

Los magistrados autores del artículo que me ocupa subrayan dos de los argumentos del fallo de la Corte Suprema: los tribunales no pueden inmiscuirse en el cómputo de los votos y no se garantiza que el recuento manual acabe antes del plazo que la ley otorga para dar por finalizado el cálculo. Pero todo ello se afirma tras reconocer la posibilidad de irregularidades en el cómputo mecánico y, con ello, de un resultado distinto -Al Gore, presidente- en caso de realizarse un nuevo recuento. Se concluye en el artículo que comento que la decisión de la Corte se fundamentaba en la idea de “que el procedimiento debía respetarse de forma estricta”, y, además, se califica tal decisión como “probablemente, (la) más trascendente de la historia, atendidas sus implicaciones”.

Dos consideraciones me vienen a la cabeza. Primera: procedimiento para decidir y justicia en la decisión no deben estar reñidos, máxime si para salvar el procedimiento -el plazo previsto para el fin del recuento-, se admite que el resultado electoral real podría haber llevado a Gore a la presidencia de Estados Unidos y no a Bush. Segunda: no sé si esta sentencia es la más importante de la historia, pero creo que es una de las más lamentables, precisamente, “atendidas sus implicaciones”, por llevar a la Casa Blanca a quien llevó (el “mejor” presidente de los Estados Unidos, que será recordado por su falta de preparación para el cargo y por sus errores imperdonables, que a todos nos han salpicado).

Y llevan razón los magistrados firmantes cuando afirman que la esencia del sistema constitucional no está solo en el reconocimiento de los derechos, sino también en la existencia de reglas y procedimientos para ejercer el poder, pero insisto, una y otra esencia no pueden ser antinómicas, y, en caso de chocar, siempre deberá primar el fondo sobre la forma. El incumplimiento del plazo del recuento es un mal menor y dar por válido un resultado electoral del que se duda es un mal enorme. Es posible que el sistema electoral americano adolezca de éste y otros defectos, pero la solución que se alcanzó ningunea el valor de la más básica regla de una democracia: que mandan los votos.

Otro argumento que aporta el artículo de referencia: el juez en el sistema político implantado con la Revolución Francesa es un burócrata funcionario, con un poder insignificante, mientras que el juez que sale de la Revolución Norteamericana tiene un importante papel de controlador de los otros poderes, lo que plantea la cuestión de cuáles son los límites del poder del juez. Para los magistrados firmantes esta cuestión no está resuelta.

Y así parece, porque lo que estaba claro hasta hace unos meses, hoy ha sido puesto en crisis desde la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Me explico: superada la figura del juez autómata de Montesquieu y Beccaria, al que se le prohibía interpretar la ley, que debía aplicar como si de una receta se tratase, surge el juez que aplica la ley tras interpretarla, seleccionando, de entre los entendimientos posibles, uno que es el que se impone, salvo que un tribunal superior, en vía de recurso corrija esa interpretación.

Y aquí se acaba la historia. Cualquier intento de criminalizar como prevaricador al juez que sostiene una tesis posible y defendible en Derecho es una aberración.

Siguen los magistrados autores diciendo que en el “caso Garzón I” es imprescindible respetar las reglas procedimentales y “aceptar la legitimidad de aquellos órganos de poder a los que la Constitución les otorga la última palabra”, lo que, a su entender, no está ocurriendo cuando se afirma que “las decisiones… de la Sala Segunda del Tribunal Supremo son un golpe de Estado perpetrado por togas fascistas, cómplices de la tortura”.

Expresiones como ésta pueden compartirse o no, pero son inocuas para poner en riesgo el sistema; el sistema no es tan débil y no resulta afectado por lo que no es más que una manifestación, afortunada o no, de la libertad de expresión.

Lo que pone en riesgo el sistema es la actuación infundada e incomprensible hecha desde dentro. Discrepo de la premisa de la que parten los magistrados de que en la causa contra Garzón haya suficientes motivos para investigar y proceder. Yo creo que, en origen, esta causa estaba huérfana de contenido penal y no hay ningún indicio para mantener este procedimiento por prevaricación porque no prevarica quien aplica una interpretación de la ley sostenible, sostenida y fundada. Y si en origen la investigación contra el juez carecía de fundamento, en su desarrollo ha llegado al “no va más” del esperpento jurídico: el instructor se ha convertido en tutor de las acusaciones, corrigiendo sus deberes mal hechos -por dos veces-, hasta obtener el aprobado y con ello una acusación “válida” para sentar a Garzón en el banquillo.

La perversión del procedimiento y de las reglas del juego es supina; el imputado ve cercenadas sus expectativas de defensa, pues pasa a oponerse a una acusación “admisible”, cuando, de no haber irrumpido el instructor Varela en la escena rompiendo la igualdad de armas, se habría confrontado con una acusación impresentable, rechazable de plano e ineficaz para abrir el camino al banquillo.

El proceso debido -al que se refieren los magistrados firmantes del texto que analizo- se ha roto porque el instructor se ha salido de su papel, inventándose un trámite contra-procesal, no previsto en el procedimiento, y tomando partido por la acusación, a cuyo servicio se ha puesto.

En este caso, las reglas de procedimiento -que han de respetarse siempre- no se han visto amenazadas por unas u otras manifestaciones, por duras o injustas que sean, sino que se ha prescindido de ellas desde dentro, lo que es grave, muy grave. Quiero decir, el sistema no está siendo desprestigiado sin motivo desde fuera; ni los muertos de las cunetas, ni las críticas más despiadadas, ni las opiniones de los más prestigiosos juristas del mundo son responsables de la que le está cayendo encima a la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Más bien ocurre que algunos de sus integrantes están siendo víctimas del fuego amigo.

Concluyo tomando prestada una afirmación del artículo de referencia: es necesario “respetar las reglas de los procesos decisionales”. Reitero que estoy de acuerdo, pero ese respeto es exigible en primer lugar a los que protagonizan el procedimiento y, especialmente a quien lo dirige y no ocurriendo así, pedir respeto para el Tribunal Supremo y sus decisiones parece una broma. Cada palo que aguante su vela.

Araceli Manjón-Cabeza Olmeda es profesora titular de Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid.

Garzón, la justicia y la memoria

Ignacio Ramonet – Le Monde diplomatique en español, no. 175 – Mayo 2010

La prensa mundial, las asociaciones de defensa de los derechos humanos y los más eminentes juristas internacionales no salen de su estupor. ¿Por qué la justicia española, que tanto hizo estos últimos años para reprimir los crímenes de lesa humanidad en distintas partes del globo, quiere sentar en el banquillo a Baltasar Garzón, el juez que mejor simboliza el paradigma contemporáneo en la aplicación de la justicia universal?
Los medios internacionales recuerdan los méritos del “superjuez”: su trascendental papel en el arresto del dictador chileno Augusto Pinochet en Londres, en 1998; su denuncia de las atrocidades cometidas por los militares en Argentina, Guatemala y otras dictaduras latinoamericanas; su empeño en desmantelar a los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) y en enviar a los tribunales a Felipe González; su oposición a la invasión de Irak en 2003; y hasta su reciente viaje a Honduras para advertir a los golpistas de que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles.
Como juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón ha encausado a unos mil activistas de la organización ETA (la derecha sugirió que se le concediera por eso el Premio Nobel de la Paz….). Lo que ha dado lugar a críticas, en particular su decisión de ordenar, en 1998, el cierre del diario Egin . O sus órdenes de detención, bajo régimen de incomunicación, de personas acusadas de terrorismo. Organismos como el Comité para la Prevención de la Tortura, del Consejo de Europa, reclaman la abolición de esa modalidad de detención. También se ha criticado la inmoderada afición del “juez estrella” por los primeros planos mediáticos.

En cualquier caso, Garzón ha demostrado ser un juez alborotador, independiente e incorruptible. Por eso ha acumulado tantos adversarios y se ve perseguido hoy por los corruptos de la trama “Gürtel” (1) y los herederos del franquismo. En el Tribunal Supremo hay, en efecto, tres denuncias contra él. Una sobre los honorarios que habría percibido por unas conferencias en Nueva York patrocinadas por el Banco Santander. Otra sobre unas escuchas telefónicas ordenadas en el marco de la investigación sobre la red “Gürtel”. Y la principal: por investigar los crímenes del franquismo.
Dos organizaciones ultraconservadoras le acusan de “prevaricación” (2) por haber iniciado, en octubre de 2008, una investigación sobre las desapariciones de más de cien mil republicanos (cuyos restos yacen en las cunetas y fosas, sin derecho a un entierro digno) y sobre el destino de 30.000 niños arrebatados a sus madres en las cárceles (3) para ser entregados a familias del bando vencedor durante la dictadura franquista (1939-1975).
Si le declararan culpable, Garzón se enfrentaría a una suspensión de entre diez y veinte años. Sería una vergüenza. Porque, en el fondo, este asunto gira en torno a una cuestión central: ¿qué hacer, desde el punto de vista simbólico, con la Guerra Civil? La decisión administrativa tomada en 1977, con la Ley de Amnistía (que, en lo inmediato, buscaba esencialmente sacar de prisión a cientos de detenidos de izquierda), fue la de no hacer justicia y no encarar ningún tipo de política de memoria.
Obviamente, a 71 años del final del conflicto, y al haber desaparecido, por causas biológicas, los principales responsables, hacer justicia no consiste en llevar materialmente a los acusados de crímenes abominables ante los tribunales. Éste no es sólo un asunto jurídico. Si tanto apasiona a millones de españoles es porque sienten que, más allá del caso Garzón, lo que está en juego es el derecho de las víctimas a una reparación moral, el derecho colectivo a la memoria, a poder establecer oficialmente, sobre la base de atrocidades demostradas, que el franquismo fue una abominación. Y que su impunidad es insoportable. Poder enunciarlo, proclamarlo y mostrarlo en “museos consagrados a la Guerra Civil”, por ejemplo; en los manuales escolares de historia; en días de solemne homenaje colectivo, etc. Como se hace en toda Europa en solidaridad con las víctimas del nazismo.
Los partidarios de la “cultura del ocultamiento” acusan a Garzón de querer abrir la caja de Pandora y enfrentar de nuevo a los españoles. Insisten en que en el otro bando también se cometieron crímenes. No acaban de entender la especificidad del franquismo. Se comportan como un periodista que, deseando organizar un “debate equilibrado” sobre la Segunda Guerra Mundial, decidiese: “Un minuto para Hitler y un minuto para los judíos”.
El franquismo no fue sólo la guerra (en la que el general Queipo de Llano afirmaba: “Hay que sembrar el terror eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros.”) fue sobre todo, de 1939 a 1975, un régimen autoritario de los más implacables del siglo XX que usó el terror de forma planificada y sistemática para exterminar a sus oponentes ideológicos y atemorizar a toda la población. Afirmar esto no es una consideración política, sino una constatación histórica.
La Ley de Amnistía condujo a imponer, sobre la “banalidad del mal” franquista, una suerte de amnesia oficial, una “escotomización”, o sea un mecanismo de “ceguera inconsciente” (en este caso colectiva) mediante el cual un sujeto hace desaparecer hechos desagradables de su memoria. Hasta que un día regresan a borbotones, en un estallido de irracionalidad.
Es lo que ha querido evitar el juez Garzón. Revelar la naturaleza malévola del franquismo, para que la historia no pueda repetirse. Nunca más.

Notas:
(1) Que afecta a personalidades del Partido Popular, en especial al ex tesorero del PP, Luis Bárcenas.
(2) La prevaricación consiste en que una autoridad dicte una resolución, a sabiendas de que dicha resolución es injusta.
(3) Ricard Vinyes, Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas , Planeta, Barcelona, 2002. Ver el documental Els nens perduts del franquisme (Los niños perdidos del franquismo), de Montserrat Armengou y Ricard Belis.

Justicia

ROSA MONTERO – El País – 20/04/2010

Con esta innata propensión a la tolerancia y la mesura que nos caracteriza a los españoles, he aquí que estamos sumergidos una vez más en una batalla campal, ahora por Garzón. Nos encanta polarizarnos, dividirnos en hinchadas enemigas, helarnos el corazón unos a otros y escupirnos en los ojos, a ser posible.

Si fuéramos más normales, Garzón no tendría que ser tan puro como Juana de Arco o tan malo como Landrú. Por ejemplo, parece evidente que la Ley de Amnistía no ampara delitos de lesa humanidad. ¿Por qué no se van a poder perseguir los crímenes del franquismo? Hemos aplaudido actuaciones semejantes en otros países. Pero para mí también es evidente que un juez no debe mandar resbaladizas cartas al presidente de un banco: la prensa sacó fotos de esas cartas y, si no está falsificada, una dice adjuntar “la propuesta y el presupuesto” de un seminario. Y, aunque estoy segura de que él no se ha lucrado, creo que eso simplemente no se hace y que los favores, por pequeños que sean, crean lazos. Garzón, en fin, ha tenido actuaciones magníficas, y otras imprudentes y bastante torpes: recordemos las fotos de caza con el ministro Bermejo. Las cosas, como siempre, no son blancas y negras. Pero lo peor de todo este gorigori es la enorme sensación de arbitrariedad y sectarismo judicial que produce. Esta lluvia de causas contra Garzón, ¿tiene motivos políticos? Sin duda. Y la numantina defensa en torno a él, ¿es partidista? Pues también. Hay magistrados estupendos, pero la justicia española está bajo mínimos. Las asociaciones judiciales alardean de acaparar cargos para sus compañeros de ideología, el Constitucional está catatónico, los partidos crían a sus pechos lustrosos rebaños de dóciles jueces. El 65% de los españoles creen que la Justicia está politizada. Y cuando la justicia no parece justa, nada funciona.

Cuando las injusticias no prescriben

REYES MATE El País – 20/04/2010

“La memoria abre expedientes que el derecho considera archivados”,

Walter Benjamin

El recurso a la memoria, proclamado con rabia en plena guerra mundial cuando a los vencidos no les quedaba otra arma de lucha contra la barbarie, se ha convertido en clave interpretativa de los conflictos más agudos de nuestro tiempo, incluido el que afecta al juez Garzón.

Baltasar Garzón está siendo procesado, acusado de prevaricación, por intentar dar satisfacción a las víctimas del franquismo. El juez instructor, Luciano Varela, le echa en cara desconocer principios esenciales del Estado de derecho como “la irretroactividad de la ley y de leyes como la de amnistía”. La actual querella contra el franquismo está siendo abordada desde perspectivas muy diferentes: desde la técnica jurídica y ahí el problema es cuándo una interpretación de la ley deriva en prevaricación; desde el costado político y ahí la ironía es que grupos falangistas lleven al banquillo al juez que quiso juzgar al franquismo; o también desde la cultura que somete los planteamientos del derecho a las exigencias morales de la memoria. Estaríamos entonces ante un conflicto entre la memoria y el olvido.

Si hoy la memoria resulta, aquí y fuera de aquí, tan peligrosa es porque se ha ido cargando a lo largo del siglo XX, debido a las dos guerras mundiales, de una autoridad que escapa a los controles que durante siglos habían impuesto el derecho, la política y la ética. Esa autoridad procede de unos contenidos nuevos que hoy reconocemos como propios de la memoria. En primer lugar, que no es un sentimiento sino un conocimiento. La memoria ve algo que escapa a la historia o a la ciencia. Lo que la memoria ha descubierto en los últimos años es que las víctimas del colonialismo, de la esclavitud, de la conquista o de la guerra civil son significativas, tienen significación. Claro que víctimas ha habido siempre, pero eran insignificantes o invisibles porque entendíamos que eran el precio del bienestar presente o de la transición política. Había que asumirlo como irremediable y lo que tocaba era pasar página. Eso se ha acabado. Ahora son visibles y si queremos romper una lógica política que camina sobre víctimas, hay que hacer justicia a las víctimas de la historia. No podemos plantearnos el futuro del País Vasco al margen de la memoria de las víctimas y no podemos lograr la reconciliación sin la memoria de la guerra y de la postguerra.

El segundo componente consiste precisamente en entender la memoria como justicia y al olvido como injusticia. Primo Levi cuenta que una joven le preguntó, después de oír su testimonio, qué podrían hacer ellos, los oyentes. Y Levi, que no daba una puntada sin hilo, respondió con un escueto “los jueces sois vosotros”. Extraña respuesta porque ¿qué justicia puede impartir un oyente? Eso debería ser cosa de los tribunales o de la historia. Pero Levi lo tenía muy claro. Sabía que sin memoria de la injusticia no hay justicia posible. Sin memoria la injusticia deja de ser, como si lo que en su momento fue crimen, robo o infamia, nunca hubiera tenido lugar. Nadie lo sabe mejor que el propio criminal, por eso se afana, una vez cometido el crimen, en borrar las huellas, es decir, en quitar importancia al crimen, interpretándolo como inevitable dadas las circunstancias. Los supervivientes mantenían viva esa memoria de la injusticia mientras vivían, pero, una vez idos, el testigo pasaba a las generaciones siguientes. Lo que Levi pedía a la generación de la joven es que hiciera justicia bajo esa forma modesta, pero fundamental, que es la memoria de la injusticia. La forma más perversa de olvido consiste en privar de significación y de actualidad a la injusticia pasada.

El deber de memoria alcanza al derecho en el sentido de la frase del exordio: la memoria abre expedientes criminales que las leyes de punto final o de amnistía convinieron en dar por clausurados. Algunos de esos expedientes abiertos han sido muy sonados. Recordemos el Juicio de Nüremberg. Cayó de un plumazo el sacrosanto principio, mantenido durante milenios, de que hasta los crímenes más horrorosos prescribían con el tiempo. Pues no, hay crímenes, como los del franquismo, que no prescriben aunque se invoquen dos amnistías. Pero más allá de las anécdotas, lo importante es señalar que gracias a la moderna cultura de la memoria se ha creado una cultura moral que establece una relación indisoluble entre justicia y memoria de la injusticia, de suerte que las figuras del olvido son cómplices de la injusticia. Entre las variables que un juez, también si es del Tribunal Supremo, tiene que tener en cuenta en la interpretación de la ley, la atención a las injusticias pasadas olvidadas es prioritaria porque es un deber moral. En el caso de que esa inspiración moral no haya logrado aún cambiar las leyes en ese sentido, debe condicionar la argumentación jurídica siempre en favor de dar satisfacción a las víctimas que esperan se las haga justicia. En este caso el juez Garzón está del lado de la memoria y el juez Varela, del olvido.

Reyes Mate es profesor e investigador del CSIC, autor de La herencia del olvido, premio Nacional de Ensayo.

Con pedido para que se aceleren los juicios

UNA MULTITUD COLMO LA PLAZA DE MAYO EN EL ACTO CENTRAL POR EL DIA NACIONAL DE LA MEMORIA, POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA

Decenas de miles de personas se manifestaron en todo el país. En el acto central, Madres y Abuelas destacaron ante una multitud que desbordaba la Plaza de Mayo la necesidad de que todos los represores respondan ante la Justicia.

Por Diego Martínez – Página 12 – Jueves, 25 de marzo de 2010

Una multitud, reunida por tres convocatorias, marchó a Plaza de Mayo a los 34 años del golpe. La mayoría de los organismos de derechos humanos abrió el camino con su enorme bandera con los rostros de los desaparecidos. Los partidos de izquierda llevaron sus protestas y cerró Hebe de Bonafini, quien aseguró que “Argentina es el único país que condena a los genocidas”

A dos meses del bicentenario, con ocho juicios en curso y centenares de imputados por crímenes de lesa humanidad a la espera de ser sometidos a proceso, decenas de miles de personas marcharon en todo el país para repudiar el último golpe de Estado, del que se cumplieron ayer treinta y cuatro años. El acto central para conmemorar el Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia se desarrolló en la Plaza de Mayo, a la que decenas de Abuelas y Madres rejuvenecidas por las buenas nuevas de los últimos años ingresaron portando una bandera interminable con los rostros de miles de desaparecidos. Los organismos de derechos humanos históricos leyeron un documento consensuado en el que celebraron las conquistas pero también recordaron que “la dictadura se hizo entre muchos, militares y civiles al servicio del exterminio y la apropiación de niños”, y reclamaron la “urgente aceleración de los juicios a genocidas, cómplices, ideólogos y beneficiarios”.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, por la mañana, también reclamó celeridad al Poder Judicial y destacó ante Abuelas de Plaza de Mayo su compromiso para lograr que se esclarezcan las adopciones irregulares de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Es “una prueba de ácido para saber si vivimos en democracia”, aseguró. A menos de una semana del fallo de la Sala II de la Cámara de Casación Penal que suspendió la realización de análisis de ADN a los jóvenes registrados como hijos de la dueña del Grupo Clarín, que había ordenado la Cámara Federal de San Martín, la mandataria le manifestó en público a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, su confianza en que “luego de tantos años de impunidad del poder mediático vamos a poder conocer realmente la identidad que usted está tratando denodadamente de buscar”. “Si no encontramos justicia en la Argentina”, agregó, acompañará a Abuelas “a otros tribunales internacionales” para esclarecer las posibles apropiaciones (ver página 7).

“Nunca hubiésemos pensado en ver a los asesinos en las cárceles, muchos condenados, cientos de procesados, anuladas las leyes de obediencia debida y punto final”, admitió horas después Hebe de Bonafini, sobre el mismo escenario que antes ocuparon los organismos, en nombre del grupo de Madres que a poco de asumir Raúl Alfonsín perdió toda esperanza en la vía judicial. “Estamos orgullosas de vivir en este maravilloso país. ¡Gracias Cristina!”, redondeó emocionada (ver aparte). La contracara de la jornada estuvo a cargo del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, que reúne a agrupaciones de izquierda, marchó por separado y leyó su documento desde el trailer de un camión.

[leer todo el artículo]

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Lo clásico y los cambios

Cada 24 de marzo repite escenas, promesas, imágenes. Los asistentes se reencuentran, se abrazan, se festejan y emocionan. Los rostros de las pancartas son los mismos, la consabida larga bandera descorre las avenidas que desembocan en la Plaza. La escena, con variaciones federales, se replica en tantas otras del país.

“Los voy a acompañar a otros tribunales”

En el acto oficial por el Día de la Memoria, realizado en la ex ESMA, la Presidenta pidió “dar vuelta la página de la historia con verdad y justicia”. También se comprometió con la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo y criticó la “impunidad del poder mediático”.

Solo como Duhalde el Día de la Memoria

El ex presidente propuso que en 2011 se vote también si seguir o no con los juicios por los crímenes de la dictadura. Hasta los macristas reprobaron su idea. El centroizquierda promoverá una declaración del Congreso en contra de su iniciativa.

Otro acto a la izquierda de la Plaza

El Encuentro por la Memoria, la Verdad y la Justicia marchó desde el Congreso y se manifestó a un costado de la Plaza de Mayo. Hubo críticas al Gobierno por “pretender monopolizar” la manifestación. Reclamaron “no a la impunidad de ayer y de hoy”.

Esperanza y certeza

El primer acto en conmemoración del Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia se realizó en las primeras horas de ayer en el centro porteño. La convocatoria del artista Gabriel Serulnicoff y del escritor Juan Diego Incardona para homenajear al escritor y periodista Rodolfo Walsh inauguró en la esquina de San Juan y Entre Ríos la jornada de actos en todo el país. La lectura de la “Carta Abierta a la Junta Militar”, difundida por Walsh en el primer aniversario del golpe militar, en la esquina donde fue asesinado, fue el corolario de una marcha que había comenzado frente al edificio de la ex ESMA horas antes y simulaba el recorrido inverso al que realizó el cuerpo del periodista tras enfrentarse con un grupo de tareas el 24 de marzo de 1977.

Una carrera por la verdad y contra el olvido

Más de dos mil personas corrieron una “prueba atlética por la Memoria, la Verdad y la Justicia”, que organizó el municipio de Morón, como parte de la conmemoración del 24 de marzo. En la largada estuvieron el diputado del EDE Martín Sabbatella, el intendente Lucas Ghi, y las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora Nora Cortiñas, Delicia Córdoba de Mopardo y Pepa de Noia, además de Sara Steimberg, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. La experiencia reedita la Carrera de Miguel, que se corre en la ciudad de Buenos Aires y en Italia.

La memoria recorrió todo el país

Se inauguró un sitio de memoria en un predio militar donde funcionó un centro de detención y una obra artística en homenaje a los desaparecidos mendocinos. Entre otras cosas, se realizaron también exposiciones de fotos y de biografías de las víctimas.

Con necesidad de justicia y memoria

El ministro Alak sostiene que se debe avanzar con la Justicia en los crímenes de la dictadura para alcanzar la paz. La decana de Derecho, Mónica Pinto, destaca la importancia de la memoria. La legisladora Bisutti, ex detenida-desaparecida, sostiene que no puede haber olvido ni perdón.

Imagen: Leandro Teysseire