El juez Varela presiona a Robles para que el Poder Judicial respalde al Supremo

El presidente de la Sala Penal cita a la prensa extranjera para rebatir las críticas

J. M. LÁZARO / J. YOLDI El País14/04/2010

El juez instructor del Tribunal Supremo Luciano Varela exigió ayer un nuevo comunicado de apoyo a su actuación y a la de la Sala Penal del Tribunal Supremo frente a las críticas que vienen suscitando los procesos abiertos al juez Baltasar Garzón y en particular su próximo juicio por investigar los crímenes del franquismo. Durante la celebración de un almuerzo institucional en Granada, con motivo de la presentación de unas jornadas de comunicación, Varela llamó a su amiga la vocal del Consejo General del Poder Judicial Margarita Robles para quejarse de las “inadmisibles” manifestaciones del primer ex fiscal jefe Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo. En el acto de apoyo a Garzón celebrado ayer, Villarejo calificó la actuación de los jueces del Supremo como “golpe brutal a la democracia”.

Robles, visiblemente nerviosa, se llevó aparte al presidente del Poder Judicial, Carlos Dívar y al vocal conservador Manuel Almenar, con el que negocia los nombramientos de altos cargos, para proponer una nota de protesta. La también vocal de la Comisión Permanente Almudena Lastra se descolgó de la iniciativa por considerar que las opiniones de Villarejo estaban amparadas por la libertad de expresión.

De regreso a la mesa, una Margarita Robles cada vez más alterada siguió recibiendo llamadas. El presidente, al abandonar el acto, dejó encargado el comunicado, que redactó Robles, y firmaron también Almenar y el vocal Antonio Dorado. En la nota, atribuida al Consejo, se expresa la “preocupación y tristeza” por los ataques al Supremo realizados por “personas con responsabilidades en instituciones básicas del Estado”, en alusión a Villarejo, que no resultan “tolerables”.

Fuentes del Poder Judicial criticaron un acuerdo adoptado sólo por la Comisión Permanente, con la abstención de la vocal Lastra, y con el que otros vocales se mostraron disconformes.

Por otra parte, el Tribunal Supremo, por primera vez en su historia, convocó ayer a los principales corresponsales extranjeros a una “reunión informativa”, que se realizará el viernes, para explicarles las peculiaridades de los tres procesos abiertos al juez Baltasar Garzón, en vísperas de su suspensión de funciones.

La convocatoria, a instancias del presidente de la Sala Penal, Juan Saavedra, se realiza después de que los principales diarios del mundo, entre ellos The New York Times, The Guardian, Le Monde o The Economist, criticaran la “parodia de justicia” en España a propósito de la “injusticia” del Supremo con el juez Garzón.

El rechazo a los actos de apoyo a Garzón divide al Poder Judicial

El órgano de gobierno de los jueces critica a los cargos públicos que participan en la campaña de solidaridad con el magistrado.

El País13/04/2010

El ex fiscal anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, durante su discurso a favor del juez Garzón.- REUTERS [ver más fotos]

La Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial difundió el martes un comunicado en el que rechaza los actos de apoyo al juez Baltasar Garzón, que ha provocado la división en el órgano de gobierno de los jueces. La nota expresa “su preocupación y tristeza” por las muestras de apoyo al juez de la Audiencia Nacional que de “forma sistemática” se vienen produciendo y que, a su entender, suponen un ataque a “la actuación jurisdiccional del Tribunal Supremo”. Además, se muestra especialmente dolido por el acto, el martes por la mañana, en la Universidad Complutense de Madrid porque en él han participado “personas que han ocupado destacadas responsabilidades en instituciones básicas del Estado”, como el ex fiscal jefe anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo.

El Poder Judicial reitera en su comunicado que su papel “nuclear” consiste en la defensa de la independencia judicial y subraya “la ineludible necesidad de respetar la actuación de los órganos judiciales, cuya cúspide ostenta el Tribunal Supremo”, donde el juez de la Audiencia Nacional tiene abiertas tres causas, una de ellas por haber investigado los crímenes del franquismo iniciada a raíz de la querellas presentadas por el pseudosindicato ultraderechista Manos Limpias y Falange.

Los jueces admiten que es legítimo criticar las resoluciones judiciales, pero entiende que este tipo de actos producen un “descrédito hacia el propio Estado de Derecho” que “no resulta tolerable”.

No obstante, la nota ha sido aprobada por cuatro de los cinco miembros de la permanente y ha contado con la abstención de la vocal Almudena Lastra, quien, según fuentes del propio Consejo, formuló un voto particular en el que señaló que le parecía inoportuno que el órgano de gobierno de los jueces censurara la libertad de expresión de los ciudadanos.

La Comisión Permanente decidió redactar esta queja tras una llamada del magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela, encargado del proceso a Garzón por investigar los crímenes del franquismo, a la vocal Margarita Robles para protestar por las manifestaciones de Jiménez Villarejo.

La comisión permanente está formada por el presidente del Poder Judicial y el Supremo, Carlos Dívar; los vocales Margarita Robles (también magistrada del Supremo), Manuel Almenar, la fiscal Almudena Lastra y el secretario judicial Antonio Dorado. Robles se ha distinguido por su intento de suspender a Garzón desde que Luciano Varela dictó su primer auto imputando al juez, el pasado 3 de febrero.

Universidad y sindicatos ante el ‘caso Garzón’

ANTONIO ELORZA El País – 13/04/2010

Los medios de opinión de la derecha española han iniciado ya desde hace semanas una campaña contra la posibilidad de que los sindicatos mayoritarios decidan una u otra forma de actuación frente al delirante procedimiento que está a punto de acabar con la carrera judicial de un prestigioso magistrado por el terrible crimen de intentar fijar de una vez las responsabilidades de quienes se sublevaron el 18 de julio de 1936, no sólo para acabar con la democracia, sino para eliminar masivamente a todos aquellos que la defendían. En una palabra, de quienes planearon y llevaron a cabo un genocidio, con más de cien mil ejecutados, amen de desencadenar la Guerra Civil.

Asimismo clamarán ahora contra el hecho de que nuestra Universidad se sume a la iniciativa de UGT y CC OO, olvidando que la Universidad era presentada por el dictador como el centro en que se fraguaba la degeneración de España, en virtud de lo cual muchos universitarios fueron asesinados y/o represaliados. La Universidad fue víctima del genocidio franquista. Es lógico que tome una posición pública frente a aquellos que desde cualquier ángulo y condición traten de frenar la declaración del levantamiento franquista como crimen contra la humanidad y que apoyen a los perseguidos injustamente por intentar una delimitación jurídica de esa responsabilidad criminal, no para ejecutar venganza alguna, sino para que de una vez por todas resulte deslegitimado todo intento de edulcorar la imagen de ese genocidio, en la opinión pública, y sobre todo en la enseñanza.

Tantas o más razones existen para la movilización de los sindicatos mayoritarios (curiosamente la derecha ha callado cuando se han puesto en acción los fascistas, verdaderos grupúsculos sin otra presencia que la reconocida para ellos por la Sala Segunda del Tribunal Supremo).

CC OO no existía en 1936, pero UGT, sí, y de acuerdo con las instrucciones del general Mola, en los documentos previos al 18 de julio e inmediatos a esa fecha que reproducía en su auto el juez Garzón, en tanto que pertenecientes a la izquierda y al Frente Popular, la suerte de sus miembros no debía ser otra de antemano que el pelotón de ejecución. Había que imponer el terror; un simple delito político para la argumentación del juez Varela contra Garzón, como si delito político y plan de exterminio político (y físico, esto Varela lo omite) fueran la misma cosa.

La UGT fue víctima de una condena a muerte extensible a todos sus miembros, y aplicable de forma preferente a todos aquellos que desempeñasen funciones directivas, partiendo del nivel local. ¿Cómo va a permanecer callada ante el intento de destrucción de la justicia que está teniendo lugar?

Y no sólo fue la muerte. A título personal, puedo mencionar el caso de mi padre, Antonio Elorza, que formó parte de la Comisión de la UGT que gestionó la Bolsa de Madrid a partir del 6 de noviembre de 1936. Guardo conmigo su carné, el que conservó hasta el fin de sus días y que hasta bien entrados los 40 le hubiera supuesto muerte. Nunca nadie le acusó de otra cosa. Mantuvo el pago de sus cuotas hasta marzo de 1939 y desde la victoria de Franco, tras salvar la piel permaneciendo escondido como topo durante varios años, perdió su empleo, y no lo recuperó hasta 1976. ¿Cuántos militantes de UGT salvaron la vida, pero vieron destrozada esa vida por el simple haber pertenecido al sindicato?

No es cuestión de venganza, sino de impedir que el mismo tiempo se corra una cortina infranqueable sobre el crimen de lesa humanidad en que consistió el franquismo y sea condenado quien intentó asumir la puesta en marcha de la justicia, siguiendo la estela de Francia, de Italia, de la propia Argentina.

Los autos del juez Varela rezuman incomprensión hacia lo sucedido a partir de julio del 36, animadversión al juez Garzón, perfectamente comprobable a partir de una lectura atenta de sus autos, y rechazo consciente de la pretensión de hacer justicia sobre algo que desde el juicio de Nüremberg debiera tener bien claro todo magistrado. Actuar frente a ellos mediante la ley y ante la opinión pública es, pues, una exigencia democrática.

Antonio Elorza es Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.

Almodóvar se encierra por Garzón

El manchego, presenta, acompañado por actores, actrices y cantantes, el maratón de actividades de apoyo al juez en Madrid

NATALIA JUNQUERA El País13/04/2010

El director de cine Pedro Almodóvar, los actores Juan Diego Botto, José Sacristán y Pepe Viyuela, la actriz Pilar Bardem, los escritores Almudena Grandes y Luis García Montero, el doctor Luis Montes presentaron el martes por la tarde el encierro convocado por asociaciones para la recuperación de la memoria histórica en la facultad de Relaciones Laborales de la Universidad Complutense (calle San Bernardo, 49) para mostrar su apoyo al juez Baltasar Garzón. El magistrado de la Audiencia Nacional se sentará en el banquillo de los acusados por un presunto delito de prevaricación que habría cometido al abrir una causa por las desapariciones del franquismo sin contar con competencias legales. Todos han querido intervenir y expresar públicamente su repulsa al procesamiento del magistrado.

Pedro Almodóvar: “La sociedad tiene una deuda moral con los que perdieron la guerra y con los familiares de esos 113.000 cadáveres que yacen en las cunetas. Si Falange sienta a Garzón en el banquillo sería como si Franco hubiese vuelto a ganar y eso es muy difícil de digerir”.

José Sacristán: “Es intolerable desde el punto de vista moral este acoso y derribo a Garzón. No es casual que se dé en medio de la Gürtel. Es el momento de salir a la calle y decir: ¡Basta!”

Luis García Montero: “Si el Estado hubiese arropado a las víctimas como se merecían, esto no estaría pasando”.

Almudena Grandes: “La transición democrática fue un éxito desde el punto de vista de las instituciones porque trajo el periodo democrático más sólido que ha tenido este país. Pero desde el punto de vista moral, no fue un éxito porque una generación después los españoles no podemos aceptar el saldo de ese proceso”.

Juan Diego Botto: “¿Cómo vamos a confiar en una justicia que persigue un robo, pero no cientos de robos de bebés; que persigue un asesinato, pero no un genocidio; que persigue la desaparición de una niña, pero no la de 113.000 personas?”

Doctor Luis Montes: “¡A por ellos!”

Pepe Villuela: “Hago un llamamoento a todos para que salgamos a la calle y demostremos que somos una sociedad madura, que ha aprendido de los errores y que tiene memoria”.

Pilar Bardem: “En esta calle nos reuníamos contra el franquismo. Al llegar hoy aquí he sentido una especie de nostalgia negativa. No creía yo que a mis 71 años iba a estar encerrada en las mismas aulas donde me encerraban cuando tenía 18. No sé si es una barbaridad decirlo, pero esto es lo más grave que ha pasado en democracia desde el 23-F”.

Méndez: “Estamos ante una vergüenza histórica”

Más de mil personas asisten a un acto de UGT y CC OO en defensa de Garzón.- Cospedal acusa a los sindicatos de antidemocráticos y Jiménez Villarejo responde que las imputaciones son “un golpe brutal contra la democracia”

NATALIA JUNQUERA El País13/04/2010

Acto en defensa del juez Garzón

El ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, saluda a Gervasio Puerta, presidente de la Asociación de Ex-presos y Represaliados Políticos Antifranquistas, durante el acto de defensa del juez Garzón.- ULY MARTIN

“Las querellas interpuestas contra Garzón persiguen injustamente al juez por otras actuaciones judiciales, como la instrucción del caso Gürtel. Es una vergüenza histórica”. Unas mil personas, más las que no han podido acceder por falta de espacio, han abarrotado el auditorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid para asistir al homenaje UGT y CC OO han tributado al juez de la Audiencia Nacional, imputado en tres causas por el Tribunal Supremo. En una declaración conjunta, ambas centrales han dejado claro el trasfondo político, en su opinión, del acoso al juez.

Multitudinario acto de apoyo a Baltasar Garzón en la Complutense

Decenas de asistentes, entre los que se encuentran las Madres de la Plaza de Mayo, han apoyado a Garzón en la Complutense. Muchos ni siquiera han podido entrar al anfiteatro.- ULY MARTÍN

El secretario general de UGT, Cándido Méndez, se ha mostrado sorprendido en su discurso de que las querellas contra el juez provengan “de organizaciones que deberían ser ilegales”. La declaración conjunta añade que los impedimentos judiciales que el Supremo impone al magistrado habrían hecho “imposible el proceso de Nüremberg contra los nazis”. Las reacciones políticas al acto no se han hecho esperar. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, lo ha calificado de”disparate” y “atentado contra la democracia” que trata de “presionar” al juez Luciano Varela, el magistrado del alto tribunal que ha firmado los autos más duros contra Garzón por investigar los crímenes del franquismo y que, en opinión de la número dos del PP, “ejerce su magistratura de acuerdo con la ley”.

“Si estuviera afiliada a un sindicato”, ha continuado en una entrevista en Telemadrid, “para mí sería una vergüenza que mis representantes se dedicaran a actuar contra la democracia de esta manera tan absolutamente disparatada”. El acto ha arrancado a las 11.30 tras la inauguración de su rector, Carlos Berzosa, quien ha defendido vehementemente la convocatoria. Además, han asistido el coordinador general de IU, Cayo Lara, y su diputado, Gaspar Llamazares, el ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, que encabeza el manifiesto Una memoria sin fronteras en defensa del juez, y el ex fiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo, que ha iniciado su intervención entre el aplauso cerrado de todos el público asistente. También han acudido el presidente del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Óscar Iglesias, y el embajador en misión especial para proyectos en el marco de la Unión Europea (UE), Carlos Carnero.

Respuesta a Cospedal

En su intervención, Villarejo ha acusado a los magistrados del Supremo de dar “un golpe brutal a la democracia española convirtiéndose en instrumento de expresión del fascismo español”. Antes de comenzar la protesta, Llamazares ha respondido a Cospedal al asegurar que “es un acto democrático y perfectamente lícito en defensa de la honestidad de un juez”. El político asturiano ha acusado a la secretaria general del PP de tener “su propia noción de la legalidad” y ha rematado: “Le encantaría vetar e incluso prohibir todo con lo que no está de acuerdo”.

El propio Berzosa se ha sumado a las críticas a Cospedal al asegurar que “el atentado sería que no pudiéramos celebrar este acto”. El rector de la UCM ha asegurado no que no entiende “por qué Cospedal dice que es un atentado a la democracia que la gente se reúna y exprese libremente”. Además, ha defendido que se celebre en la Universidad porque esta debe ser “un foro abierto a la libertad de expresión”. Por su parte, otro de los asistentes al acto, el historiador Ian Gibson, ha asegurado que la persecución que sufre Garzón es un “acto de cobardía que demuestra el miedo terrible a afrontar el genocidio”.

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Más movilizaciones

Con esta convocatoria se inicia una serie de movimientos en apoyo de Garzón que encabezará la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y otras asociaciones de memoria, que convertirán la Facultad de Relaciones Laborales de la Universidad Complutense, en el número 49 de la madrileña calle de San Bernardo, en una especie de cuartel general desde el que defenderán al magistrado y su causa contra el franquismo.

A partir de esta tarde, y en principio hasta el día 22, cuando está previsto que se reúna el Consejo General del Poder Judicial para estudiar la posible suspensión del juez, el recinto académico acogerá conferencias sobre la memoria histórica, testimonios de familiares de víctimas y la proyección de varios documentales sobre los crímenes de la Guerra Civil y la dictadura.

Entre otras actividades, está previsto que familiares de desaparecidos y fusilados lean en voz alta el auto del 16 de octubre de 2008 por el que el juez Garzón se declaró competente para investigar los crímenes del franquismo. También se procederá a recoger firmas en apoyo del magistrado

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Más de 1.000 personas denuncian “la vergüenza histórica” del proceso a Garzón

Zapatero pide “respeto” para el Supremo y también para quienes expresan su apoyo a Garzón

Cospedal arremete contra los sindicatos por apoyar a Garzón

UGT y CCOO convocan un acto para defender al magistrado con la presencia de la izquierda política y educativa.- Ian Gibson, sobre la persecución al juez: “es un acto de cobardía que demuestra el miedo terrible a afrontar el genocidio”

NATALIA JUNQUERA El País13/04/2010

El acto de apoyo al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, imputado en tres causas por el Tribunal Supremo, que han convocado hoy los sindicatos UGT y CCOO ha sido tildado por la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, de”disparate” y “atentado contra la democracia” que trata de “presionar” al juez Luciano Varela, el magistrado del alto tribunal que ha firmado los autos más duros contra Garzón por investigar los crímenes del franquismo y que, en opinión de la número dos del PP, “ejerce su magistratura de acuerdo con la Ley”.

“Si estuviera afiliada a un sindicato”, ha continuado en una entrevista en Telemadrid, “para mí sería una vergüenza que mis representantes se dedicaran a actuar contra la democracia de esta manera tan absolutamente disparatada”.

El acto tendrá lugar a las 11.30 de hoy en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, y lo inaugurará el propio rector, Carlos Berzosa. Además, asistirán el ex fiscal Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, el coordinador general de IU, Cayo Lara, y su diputado, Gaspar Llamazares, así como el ex presidente de la Generalitar, Pasqual Maragall, que encabeza el manifiesto Una memoria sin fronteras en defensa del juez.

Antes de comenzar la protesta, el diputado de Izquierda Unida Gaspara Llamazares ha respondido a Cospedal al asegurar que “es un acto democrático y perfectamente lícito en defensa de la honestidad de un juez”. El político asturiano ha acusado a la secretaria general del PP de tener “su propia noción de la legalidad” y ha rematado: “Le encantaría vetar e incluso prohibir todo con lo que no está de acuerdo”.

El propio Berzosa se ha sumado a las críticas a Cospedal al asegurar que “el atentado sería que no pudiéramos celebrar este acto”. El rector de la UCM ha asegurado no entender “por qué Cospedal dice que es un atentado a la democracia que la gente se reúna y exprese libremente”. Además, ha defendido que se celebre en la universidad porque esta debe ser “un foro abierto a la libertad de expresión”.

Por su parte, otro de los asistentes al acto, el historiador Ian Gibson, ha asegurado que la persecución que sufre Garzón es un “acto de cobardía que demuestra el miedo terrible a afrontar el genocidio”.

Con esta convocatoria, se inicia una serie de movimientos en apoyo de Garzón que encabezará la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y otras asociaciones de memoria, que convertirá la Facultad de Relaciones Laborales de la Universidad Complutense, en el número 29 de la madrileña calle de San Bernardo, en una especie de cuartel general desde el que defenderá al magistrado y su causa contra el franquismo.

A partir de esta tarde, y en principio hasta el día 22, cuando está previsto que se reúna el Consejo General del Poder Judicial para estudiar la posible suspensión del juez, el recinto académico acogerá conferencias sobre la memoria histórica, testimonios de familiares de víctimas y la proyección de varios documentales sobre los crímenes de la Guerra Civil y la dictadura.

Entre otras actividades, está previsto que familiares de desaparecidos y fusilados lean en voz alta el auto del 16 de octubre de 2008 por el que el juez Garzón se declaró competente para investigar los crímenes del franquismo. También se procederá a recoger firmas en apoyo del magistrado.

Tierra de la memoria

El último 24 de marzo, Carlos Gamerro participó en Leipzig junto con Laura Alcoba y Pablo Ramos de una mesa titulada “Los hijos de la memoria” –organizada por el comité para la participación argentina en la Feria de Frankfurt–, en la que se debatió acerca de la literatura escrita durante y después de la dictadura militar, relacionada con el período histórico y sus aspectos centrales en materia de memoria y derechos humanos. Este texto reconstruye esa presentación, incorporando reflexiones y conversaciones mantenidas entre los autores participantes (Tununa Mercado y Félix Bruzzone, además de los ya mencionados) y con el público presente.

Carlos Gamerro – Página 12 – Martes, 13 de abril de 2010

Como soy narrador, antes que ensayista o conferencista, voy a empezar hablando de tres descubrimientos que hice mientras trabajaba en algunas de mis novelas. Cuando estaba escribiendo Las Islas, que trata, entre otras cosas, de la Guerra de Malvinas, quise entrevistar a los soldados que habían participado en ella. En su ensayo Experiencia y pobreza, Walter Benjamin famosamente dijo que durante la Gran Guerra los hombres “volvían mudos del campo de batalla” y, agregaba, “no enriquecidos sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable”. De eso que había pasado en las trincheras, los soldados que volvían no podían hablar, eso que habían vivido nunca había pasado antes. Jorge Luis Borges nos recuerda, una y otra vez, que el lenguaje, para comunicar, requiere de experiencias compartidas. Palabras como “rojo”, “verde” o “violeta” nada pueden decirle a un ciego de nacimiento; ciegos también, y sordos, eran los oyentes de los soldados que volvían de las trincheras, educados por tres milenios de literatura épica y relatos orales a concebir la guerra como el terreno privilegiado donde se desplegaban valores como el honor, la gloria o la hombría. Mi descubrimiento personal fue que los soldados volvían de Malvinas no mudos sino lacónicos. Me miraban como si supieran de antemano que yo no iba a entender, que las mismas palabras significarían, para nosotros, cosas diferentes. Entre ellos, en cambio, se entendían perfectamente. Cada palabra que usaban, como “frío”, “pozo de zorro”, “balas trazadoras”, “bombardeo naval”, desbordaba de paisajes, situaciones y vivencias definidas y precisas, infinitamente ricas y sugerentes, aterradoras, intolerablemente vívidas. Uno de ellos las pronunciaba; los otros asentían, generalmente mudos. Para hablar conmigo, todas las palabras parecían insuficientes; para comunicarse entre ellos, las palabras eran casi innecesarias: lo mismo valían los silencios y los gestos.

Yo me había acercado a ellos con timidez, casi con vergüenza. ¿Cómo iba a escribir yo, que no había estado en la guerra, desde el punto de vista de un ex combatiente? ¿No estaban ellos, los que habían estado, mucho más capacitados para hacerlo? Pero estos encuentros que tuve con los ex combatientes paradójicamente sirvieron para infundirme confianza. Tuve una intuición en ese momento. Sentí: ellos no necesitan hacer real esa experiencia mediante el lenguaje. Yo, que no estuve allí, yo, el que nada ve y el que nada siente ante esas pobres palabras en que destila todo lo que vieron y vivieron, me veo obligado a construir esa experiencia con las palabras; debo hacerla verdadera para mí, primero, y si lo logro, hay una buena probabilidad de que logre hacerla verdadera para mis lectores; y quizá, quién sabe, verdadera, de modos nuevos, incluso para ellos, los que estuvieron. Ese fue mi primer descubrimiento, obvio tal vez, pero una de esas verdades que sólo valen si uno las descubre por su cuenta: que la pobreza de la experiencia puede ser suplida por la riqueza de la imaginación y, sobre todo, por el trabajo de la escritura, que no siempre el que ha tenido la experiencia será el que mejor la cuente.

Se cuenta, entonces, una experiencia que no es enteramente propia; pero para tener la urgencia de contarla –y sin esta urgencia no hay literatura posible– tampoco debe ser completamente ajena. ¿Por qué quería yo contar la Guerra de Malvinas? Hasta donde alcanzo a ver, mis motivaciones personales no eran ningún misterio. Soy clase ’62, la clase que fue a Malvinas. No fui a Malvinas. Malvinas, en ese sentido, me dejó la sensación de una vida, quizá también una muerte, paralela, fantasmal (la mía, si me hubiera tocado ir a la guerra). La ficción no sólo existe en la literatura, existe en cada uno de nosotros, en esas otras vidas posibles que se desarrollan paralelamente a la que nos tocó, o elegimos. Ese fue mi segundo descubrimiento: que la literatura puede ser autobiográfica en negativo: la historia no de lo que nos pasó sino de lo que nos pudo haber pasado.

Cuando mis novelas ya fueron varias, y mi afición a tratar en ellas el pasado reciente una rutina, un lector se acercó a preguntarme: “¿Y? ¿Para cuándo la novela del corralito?”. Me hice la pregunta a mí mismo. La época sin duda me había marcado, como a la mayoría de nosotros. Viví cada una de las angustias de ese tiempo, mis padres perdieron sus ahorros, yo perdí mi casa. Y, sin embargo, es algo que no caló con la profundidad necesaria: me lastimó la piel, me magulló los músculos, pero no se revolvía en mis tripas, ni se me alojaba en la médula de los huesos. La escritura necesita de raíces más profundas. Se nutre sobre todo de lo que no logramos percibir o entender en su momento; por eso éstas se hunden tantas veces en la adolescencia, la infancia temprana, e incluso la época anterior a nuestro nacimiento; luego, esas vivencias que nos convierten en otro, que nos cambian para siempre. Este fue mi tercer descubrimiento: hay experiencias que nos afectan, y experiencias que son la materia misma de la que estamos hechos. Estas últimas son el más poderoso motor de la escritura.

La literatura argentina sobre la dictadura pasó por cuatro etapas, etapas más lógicas que cronológicas. La primera (que por excesivo énfasis en el tema de la memoria de la dictadura obvié en mi presentación en Berlín, omisión que me ayudó a remediar Sergio Chejfec, presente entre el público) fue la literatura producida durante la dictadura, cuando cualquier revelación sobre lo que estaba sucediendo sería no sólo censurada sino castigada con la muerte. Las estrategias habituales para eludir la censura: la elipsis, el desplazamiento, la alegoría más o menos evidente, se extremaron en esta situación de censura de muerte. Ejemplar en este sentido es Respiración artificial de Ricardo Piglia (1980), novela tan críptica e inteligente que estaba garantizado que los militares no podrían entenderla, y en la cual la desaparición forzada de las personas, ya que no podía decirse, se realiza haciendo desaparecer a un personaje del texto de la novela. La literatura del período necesariamente debe haber tenido una elaboración diferente en los escritores que vivían en el exilio (obligado o voluntario) y publicaban en el extranjero. Pero en Nadie nada nunca (1980) de Juan José Saer o en Cuarteles de invierno (1982) de Osvaldo Soriano también se optó por versiones más o menos indirectas o metafóricas: como señaló Laura Alcoba, los exiliados, por solidaridad mimética, podrían haber limitado su propia libertad de expresión a imagen y semejanza de los que se habían quedado en situación de riesgo.

La etapa siguiente estuvo marcada por la producción discursiva de los participantes directos: militantes y sobrevivientes de los campos de concentración de la dictadura. La forma privilegiada fue el testimonio: lo sucedido en aquellos años había sido escamoteado, negado, borrado, desaparecido; era esencial rescatar la historia, oponer la verdad a las ficciones de la dictadura. En lo discursivo, recordemos, la dictadura y el periodismo cómplice fueron sobre todo creadores de ficciones: estábamos librando la tercera guerra mundial contra el comunismo, los desaparecidos estaban vivos en Europa, estábamos ganando día a día la Guerra de Malvinas. Frente a las ficciones del poder, la literatura se vio obligada a ocupar el lugar de la mera verdad: la imaginación era innecesaria, casi irreverente. El Nunca Más fue el texto fundamental del período: un informe, cuyo fin principal era el de establecer la verdad de los hechos, pero también una colección de relatos, que funda un género discursivo: el Decamerón o Las mil y una noches de los años oscuros. En esta etapa aparecen también novelas que oscilan entre la ficción y el testimonio, como Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso (1984), y ese otro Decamerón, ahora de los años de la militancia, que es La voluntad de Martín Caparrós y Eduardo Anguita (1997-1998). Posteriores, pero asimilables en algunos aspectos a la producción de esta etapa, fueron Villa de Luis Gusman (1995) y El fin de la historia de Liliana Heker (1996), novelas en las cuales la novedad está en haberles dado voz y adoptar el punto de vista de los victimarios –como el médico que trabaja para López Rega en la novela de Gusman–, o de una militante que pasa a colaborar con la represión, como en la de Heker.

Paralelamente empieza a elaborarse la literatura de los que podríamos llamar los testigos, aunque quizá les convenga mejor la palabra inglesa bystanders, que designa al testigo-observador más que al testigo–participante; niños o como mucho adolescentes cuando aquel fatídico 24 de marzo de 1976, demasiado jóvenes para la militancia y mucho más para la guerrilla; testigos a veces directos, como Laura Alcoba en La casa de los conejos (2008), novela que narra, desde la perspectiva de una nena de siete años, la vida cotidiana en una casa operativa de Montoneros; a veces meramente testigos de los silencios, las verdades a medias, o directamente las mentiras que nuestros mayores nos impartían. En esta etapa regresa la mirada indirecta, los testimonios sesgados y refractados de la primera, pero ahora no por necesidad práctica sino por elección estética, como la más adecuada a la naturaleza incompleta, bloqueada, turbia de la experiencia: como en las novelas Dos veces junio (2002) y Ciencias morales (2007) de Martín Kohan, con su énfasis en las actitudes de los que, como un colimba o una preceptora de escuela, habitan rincones remotos del aparato represivo, o La ley de la ferocidad de Pablo Ramos (2007), en la cual la violencia exterior es referida, metafórica o más bien metonímicamente –porque no se trata de un juego de analogías sino de contagios mutuos–, por la cadena de violencia familiar, y donde el orden moral se trastrueca cuando el hijo sometido a la violencia del padre se regodea de que éste, preso por la dictadura, deba “sentir en carne propia la ferocidad interminable de un sistema invencible”.

Y por último –por ahora– llegó la literatura de los que no tienen recuerdo personal alguno; que saben porque escucharon las historias familiares, o leyeron, o investigaron, o imaginaron lo sucedido. Albertina Carri en la película Los rubios (2003) o Félix Bruzzone con 76 (2007) y Los topos (2008). Los caminos parecen dividirse: en algunos casos, el de un furor investigativo, de llegar a la verdad, reponer lo elidido o desaparecido de la memoria o los relatos familiares y sociales. Pero esta investigación no logra a veces más que hacer presente la ausencia, como sucede en el documental-ficción de Carri. Otras veces, la imaginación se sacude todo imperativo de verdad y rellena y aun desborda los huecos de la historia, que parece ser la estrategia de Los topos.

Suele decirse que para entender un período histórico, sobre todo si es traumático, se necesita dejar pasar el tiempo, a veces una o dos generaciones (o tres o cuatro, subirán la apuesta los interesados en que nunca suceda). Pero el tiempo no pasa solo, hay que hacerlo pasar: no es tiempo de espera sino de trabajo incesante. La distancia no se crea con silencio sino a fuerza de escritura. Si se dejan pasar treinta años a la espera de ese momento adecuado, estaremos, treinta años después, todavía al comienzo. Cada escritor se apoya en lo que han hecho los anteriores; porque lo han hecho, puede pasarse a una segunda etapa, o a una tercera. En este proceso inciden todas las prácticas de la sociedad, no sólo la literatura. No importa cuánto tiempo ha pasado, lo que importa es lo que ha pasado en ese tiempo. En la Argentina, en los últimos 34 años desde el golpe, se realizaron los Juicios contra las Juntas, que continúan ahora con los otros responsables; se reivindicó y reparó, en la medida de lo posible, a las víctimas, se restableció la identidad a muchos cuerpos, se recuperaron muchos chicos arrebatados a sus familias. Si no hubiera sucedido todo eso, la literatura seguiría atada a las funciones más básicas del testimonio y la denuncia. El discurso de los derechos humanos, por su vinculación necesaria con la Justicia, es, necesariamente, un discurso de verdad; la literatura no lo es, no necesariamente, y puede, si no oponerse, hacer otra cosa. Cualquier cosa, como dijo Beatriz Sarlo a propósito de Los topos, novela cuya deriva, más que decurso, lleva al protagonista, hijo de desaparecidos, desde una vinculación a regañadientes con la agrupación H.I.J.O.S. hacia planes de venganza personal que lo impulsan a convertirse en travesti y, eventualmente, a convivir en cálida felicidad conyugal con el Alemán, un sádico-tierno, amante-torturador de travestis quizá vinculado con la dictadura. El protagonista, cuyo padre le fue señalado por la propia familia como topo (doble agente), se convierte a su vez en otro topo-traidor que intenta desmarcarse de lo que los discursos oficiales le impondrían, y a quitarle a la palabra H.I.J.O.S. las mayúsculas y los puntos.

Los discursos de la ficción adquieren, en la obra de estos autores, máxima independencia de discursos como los de la militancia o los de los derechos humanos, que pueden considerarse solidarios, pero no por eso rectores. No es que la literatura esté por encima, ni que se constituya en discurso soberano (en todo caso estará al costado, en un lugar marginal, o menor). Esta independencia respecto de los discursos de verdad va de la mano con otra: la independencia de los discursos de la experiencia y los de la memoria, subsidiarios de aquélla. Y no nos parece adecuada esta etiqueta de “hijos de la memoria”: contra la visión necesariamente maniquea del discurso de los derechos humanos, que opone la necesidad de la memoria al discurso del olvido interesado, la construcción de una memoria en los discursos de ficción parte de la comprobación de que el olvido, lejos de ser el opuesto de la memoria, es su componente creativo; que la memoria no es igual al registro del pasado sino una versión de éste, siempre cambiante, urdida en función de las necesidades del presente, la más acuciante de las cuales es la de la construcción de la identidad. No hay –lo señala Beatriz Sarlo en su Tiempo pasado– diferencia fundamental entre la construcción de la memoria por parte de los protagonistas, de los testigos, de los que no tienen experiencia directa para recordar: cada memoria personal es un constructo hecho de recuerdos personales, relatos oídos, los discursos de la historia y los medios masivos, sólo que en la obra de estos últimos autores esto se vuelve más evidente que nunca antes. En contra del sentido común, que nos dice que son los protagonistas, o los testigos, los más indicados para recordar y contar la historia, ellos indagan de manera absolutamente novedosa y potente en una época que no vivieron, pero que los gestó en su vientre; tienen pleno derecho a hacer lo que quieren con ella, porque ella los hizo; la mudez no es problema para ellos, porque no están volviendo del campo de batalla: en él nacieron.

Las vueltas de la historia

Mario Wainfeld- Página 12 -Martes, 13 de abril de 2010

“Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”

Antonio Machado

Una vez ganada la guerra civil, el franquismo tomó una decisión brutal, apropiarse de los hijos de muchas mujeres republicanas presas, muertas o a punto de ser condenadas a muerte. La fundamentó en perversas teorías psicologistas: considerando a los marxistas “psicópatas antisociales”, “segregarlos de sus madres desde la infancia ahorraría una plaga a la sociedad”. Dicho y hecho, miles de familias fueron privadas de la patria potestad, que se endosó al Estado. Decenas de miles de niños, quizá centenares de miles, fueron “resocializados” en orfanatos creados al efecto y, eventualmente, entregados en adopción borrando todos los datos de su familia de origen. Todo se legisló, urdiéndose una pesada trama burocrática y pseudoasistencial.

En España, aún hoy día, poco se conoce sobre el asunto, memorablemente narrado en el libro Mala gente que camina, de Benjamín Prado. Es una novela inusual, que combina elementos ficcionales con una formidable investigación. Prado es novelista, ensayista, poeta, periodista. Hasta letrista, colaboró en las letras de las canciones del último disco de Joaquín Sabina. El año pasado presentó Mala gente… en la Feria del Libro de Buenos Aires. En varias entrevistas, burla burlando, dijo que una de sus finalidades era aliviar de culpas a los argentinos: “Quiero contaros que vuestra dictadura no inventó nada”.

Ironías (y diferencias de implementación) aparte, bastante de eso hay. La violación de derechos humanos es una constante expandida en varias latitudes, potenciada en el siglo XX. También el surgimiento de una justicia universal que saltea fronteras para impedir la impunidad de los crímenes de lesa humanidad.

Baltasar Garzón fue pionero en esa brega, aunque no su inventor. Para el movimiento de derechos humanos argentino, las causas abiertas por ese magistrado fueron un catalizador, un impulso llegado de ultramar que revitalizó la gesta contra la impunidad en nuestro territorio.

* * *

Hiperactivo y bastante solitario, Garzón encarnó una proeza persiguiendo a represores de este rincón del mundo. Contaba con pocos “fierros”, siendo apenas juez de primera instancia. Pero su tarea movilizó a víctimas, organizaciones nobles y militantes, abogados tan comprometidos como creativos. Ese inesperado colectivo litigó en España, abriendo ventanas en la formidable lucha de los movimientos de derechos humanos argentinos.

En un alarde de coraje y prepotencia de trabajo, Garzón arrestó a Augusto Pinochet en Londres, tras escribir sus fundamentos con la sola cooperación de un empleado de su juzgado en una noche febril.

Las réplicas primeras de los gobiernos argentino y chileno fueron deplorables. Por acá, bajo el mandato de dos presidentes argentinos, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, brotó un nacionalismo de opereta, pretendiendo poner fronteras al derecho de gentes. Entre tanto, se glorificaba la globalización y se permitía el despliegue irrefrenable de los mercados del mundo. Los flujos financieros no requerían pasaporte ni aduana, pero eso sí: la Argentina devino un aguantadero para represores genocidas. Para colmo de inconsecuencias, se lo justificaba con una retórica chauvinista que apestaba a naftalina. Y a complicidad.

* * *

Los escenarios han cambiado, en España y en Argentina. Tras vicisitudes (y con enormes bretes aún) se abrieron procesos por los crímenes de la dictadura. En su patria, Garzón está siendo asediado por una avanzada de la derecha, que tiene aliados transversales en cierta sedicente progresía. Como explicó con minucia y garbo el colega Martín Granovsky el domingo pasado en Página/12, el señor juez no se privó de nada. Puso en el banquillo a los criminales sudamericanos, a la ETA, a los GAL prohijadas por Felipe González, a terroristas islámicos. En los últimos tiempos pateó dos hormigueros domésticos. Uno fue la corrupción del Partido Popular, consagrada en el apodado caso Gürtel que está hoy día a punto caramelo, enlodando a la flor y nata del centroderecha hispano.

Además, consistente con su prédica para otras comarcas, Garzón interpretó que la Ley de Amnistía de su país no ampara los delitos contra la humanidad, imprescriptibles e imperdonables por vía de pretensas leyes. Develar los crímenes del franquismo fue un reto al silencio y a las componendas de décadas. Una coalición amplia y mediocre busca revancha: quiere juzgar al juzgador, condenarlo penalmente, privarlo de su cargo. Esa pelea está desplegándose y la solidaridad internacional tiene algo que hacer. Desde estas pampas, sumarse es un deber de gratitud.

La batida contra Garzón no es, tan solo, un ajuste de cuentas personal. Frena las causas contra los crímenes del franquismo. Los corsi y ricorsi de la historia validan la movida que se hará mañana, de la que se da cuenta en la nota central de estas páginas. La doctrina que ha recorrido el mundo se postulará ante los tribunales locales, a quienes se recabará que apliquen la ley universal.

Carlos Slepoy, el abogado argentino que representó a muchas víctimas en España, definió lo que se viene como “una devolución a Garzón”. Abrir los tribunales argentinos para evitar la inmunidad de crímenes afrentosos es un rizo de la historia, también un modo justo de pagar una deuda. ¿Encontrarán los demandantes un magistrado de la talla de Baltasar Garzón? Parece muy difícil, aun tomando en cuenta su personalismo y algunos errores, propios de quien hace tanto.

¿Encontrará el reclamo, al menos, jueces que se hagan cargo de lo que es legal y digno? No es seguro, no es imposible, sería justo y necesario.

Canción de apoyo a Garzón

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«Yo estoy con Garzón»: el juez ya tiene quien le cante

12 Abril 2010 – La Razón

    Un dúo madrileño compone una canción de apoyo al juez y a las víctimas de la dictadura. La letra de la canción apunta a que los cantantes están con Garzón “como el mundo entero” y tienen el corazón “con los que perdieron”.

    El dúo madrileño Unomasuna ha compuesto una canción en apoyo al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón y a las víctimas de la dictadura franquista titulada ‘Yo estoy con Garzón’. Su intención es rendir un “particular homenaje musical a las víctimas de la   dictadura, que muchos años después de la muerte de Francisco Franco   todavía no han logrado obtener justicia”, señalan.

    Se trata de una canción con tintes latinos compuesta para la ocasión por Unomasuna (formado por Rafael Sánchez y Carolina Muñoz). El estribillo de la canción apunta a que los cantantes están con Garzón “como el mundo entero” y tienen el corazón “con los que   perdieron”.

    Asimismo, la letra alude a la querella interpuesta contra el juez   por el sindicato Manos Limpias por prevaricación manifestando que ‘huelen mal’ “esas manos que dicen tener tan limpias”.  La letra completa de la canción es la siguiente: “La Falange y Manos limpias denuncian al juez Garzón el Supremo lo aprovecha delirante acusación  quieren cobrarse las deudas vengarse de quién metió  el dedo en la llaga infecta de un silencio que mató. Por los desparecidos y enterrados en las fosas  tornar olvido en recuerdo donde hay huesos sembrar rosas  así no se cura el odio ni se cierran las heridas que mal huelen esas manos que dicen tener tan limpias”.

    Estribillo

    “Yo estoy con Garzón como el mundo entero tengo el corazón ay mi niña con los que perdieron.  Lo siento por esos jueces honestos de este País  que hicieron de su carrera un camino pa construir  esto no se entiende fuera es un insulto a la razón a la memoria de tantas familias y a su dolor. Mi gente, los sueños  las luces que se apagaron un día en ti se prendieron  nos duele, da rabia  por eso ha nacido este canto que nuestra boca dispara”.