El juez Varela sentará a Garzón en el banquillo por su causa al franquismo

El magistrado del Supremo, que deniega las pruebas solicitadas por el juez, sugiere a la Sala Penal una condena de hasta 20 años de inhabilitación

JULIO M. LÁZARO El País07/04/2010

El magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela sentará al juez Baltasar Garzón en el banquillo de los acusados por un presunto delito de prevaricación que habría cometido al abrir una causa por las desapariciones del franquismo sin contar con competencias legales. Varela ha transformado las diligencias en un procedimiento abreviado y da un plazo a las partes (Manos Limpias, Falange Española de las JONS y Libertad e identidad) para formular un escrito de acusación. El auto admite recurso, aunque todos los presentados hasta la fecha han sido rechazados por el Supremo y su interposición no paralizaría el proceso.

En su resolución, el juez instructor Varela no se priva incluso de “calificar”, anticipándose a las partes, el delito de Garzón como el de prevaricación del artículo 446.3 del Código Penal -dictar a sabiendas una resolución contraria a derecho-, con lo que viene a sugerir a la Sala Penal del Supremo que imponga una condena de 10 a 20 años de inhabilitación especial para empleo o cargo público y hasta dos años de multa. Varela prefiere la calificación más grave a la de la modalidad imprudente del artículo 447 que reduciría la pena a un máximo de dos a seis años de inhabilitación. En un apartado final de su escrito, Varela describe de la forma más parecida posible a los fundamentos de una sentencia los “múltiples motivos” que califican de “opuestas al ordenamiento jurídico” las decisiones de Garzón.

“Intentó asumir el control de las exhumaciones”

Según este anticipo de sentencia, Garzón, tras recibir siete denuncias de asociaciones de víctimas del franquismo, decide incoar un procedimiento criminal “sin determinar su concreto objeto y congelando de facto su tramitación”. Tras aprobarse la Ley de Memoria Histórica, y pese al informe en contra del Ministerio Fiscal -toda la instrucción de Varela ha contado también con la oposición del fiscal-, Garzón “intentó asumir el control de las localizaciones y exhumaciones” de las víctimas del franquismo. “Consciente de su falta de competencia”, insiste Varela, “construyó una artificiosa argumentación para justificar su control del procedimiento penal”, que fue rechazado por la Audiencia Nacional. “Privado, por decisión expresa de la Audiencia Nacional, del control de las exhumaciones, el querellado puso fin a la tramitación del sumario, lo que pretendió justificar por la acreditación del fallecimiento de los que él mismo había identificado como eventuales responsables criminalmente de los hechos”.

Antes de dictar sentencia, el instructor rechaza toda las pruebas pedidas por Garzón, como las declaraciones de juristas internacionales y de magistrados y fiscales de la Audiencia Nacional. En concreto, deniega el testimonio de juristas internacionales que declaren sobre la perseguibilidad de los crímenes contra la Humanidad al porque sería una “desconsideración” a la Sala Penal del Supremo y a los letrados de las acusaciones “acudir a la opinión de otros juristas”.

El abogado de Garzón, Gonzalo Martínez-Fresneda, ha manifestado que recurrirá la transformación del procedimiento en abreviado directamente en apelación ante la Sala por considerar inútil hacerlo ante el propio instructor. En su recurso impugnará la denegación de las pruebas, insistirá en que la sala no ha contestado a los argumentos de su anterior recurso de apelación y discutirá que la sala no contestase a sus argumentos para no contaminarse, puesto que, en su opinión, ya está “contaminada”.

A partir del momento en que las partes reciban todas las actuaciones, disponen de un plazo común de diez días para solicitar la apertura del juico oral. El recurso de Martínez-Fresneda no interrumpe la tramitación de la causa, por lo que Falange Española de las JONS y Manos Limpias ya pueden ir presentado sus escritos de acusación. Si la sala rechaza, como es previsible, el recurso de Martínez-Fresneda, éste dispondrá de un corto plazo para formular su escrito de defensa y después será Varela quien decrete la apertura del juicio oral, a solicitud de las acusaciones. Una vez se abra el juicio oral, sería el momento en que el Consejo del Poder Judicial decrete la suspensión de funciones del juez.

La defensa de Garzón estima que el proceso irá más rápido a partir de ahora, para aprovechar que están “vivos” los otros dos procedimientos contra el magistrado. En principio, el recurso que formule ahora puede estar resuelto en un par de semanas, y en un mes podría haber ya fecha para celebrar el juicio contra el magistrado de la Audiencia Nacional, al tiempo que se recrudecen los procedimientos por los cursos impartidos en Nueva York y las escuchas telefónicas del caso Gürtel. La decisión Varela de sentar en el banquillo a Garzón ha coincidido precisamente con el levantamiento del secreto del caso Gürtel .

Querella ultraderechista

El jueves 16 de octubre de 2008, Garzón se declaró competente para investigar la desaparición de víctimas del franquismo en tanto que crímenes contra la Humanidad. Sin embargo, el 27 de mayo de 2009 el Tribunal Supremo admitía a trámite una querella presentada contra el magistrado por el sindicato ultraderechista Manos Limpias en la que le acusaba de prevaricación por excederse en sus competencias, querella a la que luego se han sumado, con el beneplácito del tribunal, Libertad e Identidad y Falange Española de las JONS.

En este caso, los fiscales han mostrado dos caras. Por un lado, el fiscal jefe de la Audiencia Nacional se opuso contundentemente a que Garzón investigara los crímenes cometidos durante el franquismo. Sin embargo, cuando el Supremo admitió a trámite la querella de Manos Limpias la fiscalía del alto tribunal se posicionó en contra de la denuncia.

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Los grupos de derechos humanos de Argentina renuevan su apoyo a Garzón

La decisión de la justicia española de sentar en el banquillo de los acusados al juez Baltazar Garzón por investigar los crímenes del franquismo apenas repercutió en los medios de comunicación de Argentina, pero los organismos de derechos humanos de este país recordaron su solidaridad con quien investigó los delitos de la última dictadura argentina (1976-1983) a fines de los 90, en tiempos en que los tribunales locales apenas se ocupaban de ellos. En los últimos meses, se habían acumulado los respaldos de estas entidades a Garzón.

El premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel, escribió un artículo titulado Garzón, un Juez cuestionado por una pandilla de jueces, en la que manifestaba que “el juez Garzón es incómodo para quienes pretenden ocultar la verdad y mantener la impunidad jurídica, y buscan destituirlo para evitar que investigue los crímenes de lesa humanidad provocados por el franquismo”.

Las Abuelas de Plaza de Mayo expresaron en un comunicado “su adhesión a la actuación profesional” del juez de la Audiencia Nacional. Señalaron la investigación del terrorismo de Estado “conforma una asignatura pendiente del Estado español” y destacaron que Garzón “desde hace años colabora en el avance de la conciencia de la humanidad respecto de la necesidad de sanción de esta clase de crímenes, sean cuales fueren el territorio y la época en que se cometieron”.

El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) recordó la carta abierta que recientemente había redactado junto a juristas, abogados, jueces, académicos y defensores de derechos humanos de distintas nacionalidades en defensa de Garzón. La misiva concluía así: “Esperamos que la máxima de Quevedo ‘donde hay poca justicia es un peligro tener razón’ pueda ser invertida para que haya en España mucha justicia y mucha razón, que permita a las víctimas ser resarcidas en sus derechos y jueces como Baltasar Garzón ser apoyados en sus actuaciones a favor del cumplimiento de las obligaciones de España frente al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, para bien del pueblo Español, pero de la humanidad en su conjunto”.

A. REBOSSIO

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Auto del juez Varela por el que abre procedimiento abreviado a Garzón


Defensa retira la estatua ecuestre de Franco de Capitanía

Peralta anunció que la escultura del dictador no se correspondía “ni con la imagen del Ejército español ni con la imagen de la democracia española”

PABLO FERRI El País06/04/2010

Una grúa eleva la escultura ecuestre de Franco tapada con una sábana para su traslado a Bétera.- JOSÉ JORDÁN

Envuelta en una sábana blanca, a modo de sudario, la estatua ecuestre de Francisco Franco que dominaba el patio de la Capitanía General de Valencia ha partido a su nuevo destino, un cuartel del ejército en Bétera. Sin sobresaltos, ni gritos, ni brazos alzados al viento, varios operarios del ministerio de Defensa controlaron que una grúa gigantesca hiciese levitar el monumento al caudillo sobre la valla de la sede militar hasta la base de un camión.

La casualidad ha querido que todo empezara y acabara a las 12.00, cuando sonaban las campanas del convento de Santo Domingo. La grúa levantó el Franco a caballo de sus anclajes y lo posó en una caja de metal sobre el camión que debía llevarle a su nuevo destino.

La retirada del monumento no ha congregado a ultraderechistas como cuando se trasladó, en 1983, del centro de la plaza del Ayuntamiento a la Capitanía General.

El delegado del Gobierno, Ricardo Peralta, declaró ayer en Castellón que la estatua del dictador no se corresponde “ni con la imagen del Ejército español ni con la imagen de la democracia española” y por ello “están siendo retiradas en todo el Estado”.

Una herida de guerra en Madrid

La popular calle fue el epicentro de los bombardeos franquistas durante el conflicto español mientras la población de la capital vivía entre el miedo y la diversión

La Gran Vía en 1934 desde el autogiro de Juan de la Cierva. – EFE

JESÚS MIGUEL MARCOS – MADRID – 06/04/2010 08:25

No todo es neón, glamour y arquitectura ejemplar en la Gran Vía de Madrid. Ni lo es, ni lo ha sido, ni seguramente lo será. Ya nació como un tajo al pueblo llano, que sufrió la fuerza centrífuga de las ambiciones de un rey, Alfonso XIII, que soñaba con un Madrid a la altura de las grandes metrópolis europeas. Tiró 300 casas a codazo limpio, largó a obreros y comerciantes al extrarradio y conectó lo que había que conectar: los barrios pudientes de Argüelles y Salamanca.

Desde aquel gran navajazo, se podría decir que todo lo que ocurre en Madrid, sea feliz o sea triste, pasa en la Gran Vía. Lo mismo aparece el príncipe haciendo el paseíllo antes de casarse en la Almudena, que Alaska en biquini cantando El rey del glam a lomos de una carroza en la marcha del Orgullo Gay. En la acera, unos hacen cola para comprar el iPhone, otros entran al cine y otras buscan clientes en las esquinas, donde unos limpian botas y a otros se las limpian.

Contrastes sin fin que se agudizaron en los años más dramáticos de la historia de la calle, los de la Guerra Civil (aunque pocos dudarán de que el drama continuó después). La Gran Vía fue el pulmón de la resistencia republicana. El frente estaba a sólo unos cientos de metros del bar Chicote, donde los milicianos reponían fuerzas entre botellas de vino y escotes. Franco disparaba obuses contra el edificio de Telefónica, pero terminaba haciendo un boquete con dos niños dentro a la altura de la Red de San Luis.

“La Gran Vía estaba hecha una mierda. Metralla en cada pared. Pero la gente hacía una vida normal. El temor era continuo, pero te acostumbrabas. No dejamos de dar paseos por la Gran Vía, porque era donde se iba a pasear”, cuenta José del Corral, autor del libro La Gran Vía, historia de una calle (Silex), que en la época vivía en la calle del Espíritu Santo, “donde hubo muchas fosas”.

La calle del espectáculo, el Broadway español que se ha dicho, vivió la guerra a su manera. Un drama asumido donde un día pegaban dos tiros a uno que pasaba por llevar sombrero y al día siguiente una señora vendía la capa de su marido muerto por seis huevos.

Además, la población madrileña fue la primera en ser bombardeada por aire, un acontecimiento que la población de la capital no se quiso perder. “La gente se iba desde los barrios hasta los alrededores del edificio de Telefónica, donde estaba el centro de comunicaciones republicano, para ver caer los obuses. El mes de agosto del 36 estuvo lleno de días de bombardeos feroces y mucho entretenimiento. Se trataba de una ciudad miliciana y alegre, donde el No pasarán estaba arraigado”, indica Ignacio Merino, autor de Biografía de la Gran Vía (Ediciones B). Por eso los vecinos le decían la calle del 15 y medio, que era el calibre de la munición nacional.

La parodia de vivir en guerra

La vida quería ser normal, pero evidentemente la Gran Vía cambió. Las tiendas de lujo situadas en el primer tramo de la calle, el que va de Alcalá a la Red de San Luis, cerraron tras los primeros bombardeos. “Si las comidas se habían convertido en parodias de comida, ¿quién iba a querer comprarse un traje caro?”, recuerda Del Corral. Las juventudes socialistas ocuparon el edificio de la Gran Peña, en el número dos, que era un casino de la nobleza. Con el cuero de las butacas, se hicieron zapatos que luego lucían en el Chicote, unos metros más arriba, mientras altavoces colocados en lugares estratégicos martilleaban con la propaganda.

La Gran Vía tenía algo de pasacalles durante la contienda. Había verbenas, teatros… Los milicianos volvían del frente por ella, para mostrarse, igual que décadas más tarde haría Pedro Almodóvar en una carroza en forma de zapato para el estreno de Tacones lejanos. “Es el lugar de Madrid donde más bombardeos hubo y al mismo tiempo era donde más jarana había”, subraya Ignacio Merino. Y todo bajo la atenta mirada de Lenin, Stalin y Marx desde sus cartelones gigantes.

Correr hacia las bombas

Madrid era el símbolo de resistencia al fascismo y la Gran Vía se transformó en un enjambre multicultural. A ella llegaban las Brigadas Internacionales y en sus calles trabajaban los más de 2.000 periodistas extranjeros que cubrían el conflicto. “Cuando caía una bomba, había gente que corría hacia un lado y otra gente que corría hacia el otro. Los que corrían hacia el lugar donde había estallado la bomba eran los corresponsales extranjeros”, explica Merino.

Los corresponsales, Hemingway y Dos Passos entre ellos, se hospedaban en la acera de los números impares de la Gran Vía (principalmente en el Hotel Florida de Callao), más a resguardo de la artillería nacional. El problema es que para mandar sus crónicas tenían que cruzar la calle hasta el edificio de Telefónica. “Era el centro de comunicaciones, desde donde se transmitía toda la información. No había noticia que no pasara por allí”, explica el catedrático de Historia Julián Casanova. El edificio, el más alto de Madrid, también albergaba la oficina de la censura, por la que pasaban todos los textos de los corresponsales extranjeros.

El tercer tramo de la Gran Vía, desde Callao a Plaza de España, era la frontera de la ciudad con el frente. Varias barricadas de un lado a otro de la calle manchaban de guerra un paisaje urbano que también escondía un submundo oculto de putas a peseta y mercadeo negro. El cine Velusia, después Azul, se transformó en un hospital de campaña. “La Gran Vía fue parada obligatoria para el embajador soviético durante la guerra y, ya en 1940, también recibió al embajador nazi”, cuenta Ignacio Merino.

Tras el conflicto, la Gran Vía se convirtió en un nido de espías. Acababa de estallar la Segunda Guerra Mundial y el espionaje inglés y alemán se movilizó en Madrid para saber cuál sería la decisión de Franco sobre su entrada en el conflicto. Pero para entonces España ya había tenido suficiente guerra.

‘La Mari’ vive ahora la Transición

TV-3 prosigue la miniserie sobre la inmigración andaluza

FERMÍN ROBLES El País06/04/2010

Ana Fernández, María Galiana y Ramon Madaula, en la serie, durante la manifestación del 11 de septiembre.- TV-3

En junio de 2003, TV-3 estrenó una miniserie que contaba la historia la Mari, una mujer que en la década de 1970 hace las maletas, abandona su Huelva natal y se establece en Barcelona en busca de una vida mejor. Ese recorrido de superación e integración, similar al que muchos catalanes hicieron desde otros puntos de España, cautivó a la audiencia y los dos primeros capítulos obtuvieron el 31% de cuota de pantalla. Ana Fernández era la protagonista de La Mari, una producción que tendrá continuidad con una segunda parte que se emitirá hoy y el próximo día 13. Han pasado los años, la Mari es ahora maestra, vive los días de la Transición y busca nuevas causas por las que luchar, junto a su marido, interpretado por Ramon Madaula.

La primera parte de esta historia se cerró con la muerte de Franco y la noticia de que la Mari iba a ser madre. “Seis años más tarde no hay fisura, el personaje sigue siendo el mismo, pero se enfrenta a una crisis de madurez”, explica la protagonista. Una visita a su tierra de origen actúa como revulsivo. Tras unos años volcada en el papel de madre, la Mari más combativa despierta, encuentra nuevas reivindicaciones y decide estudiar magisterio. Lo hace en un momento convulso, marcado por las protestas sindicales, el atentado de Atocha y el golpe de estado del 23-F.

Los autores de la serie -coproducida por TV-3, Canal Sur e Invitro Films y dirigida por Ricard Figueras- no han querido desaprovechar ese marco histórico y en esta segunda parte retratarán algunos episodios clave para recordar cómo era esa sociedad en plena transformación. Aun así, la directora de TV-3, Mònica Terribas, invita a ver esta nueva producción sin olvidar el presente. La superación personal, la integración y la cultura como vía para avanzar -resume- son valores de la protagonista también muy importantes ahora que Cataluña recibe una nueva inmigración, porque “a pesar de que las circunstancias personales han cambiado, las vivencias de las personas que llegan deben de ser muy similares”.

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Podéis ver algunos capítulos de la serie en la página web de TV-3.

La herida abierta de Katyn

Rusia tiende la mano a Polonia con la emisión de la película de Wajda sobre la matanza de 22.000 polacos en 1940 – Putin visitará el monumento a las víctimas

PILAR BONET El País04/04/2010

Rusia tuvo el viernes un pequeño gesto de acercamiento a Polonia al difundir por la televisión la película Katyn, de Andrzej Wajda, sobre el exterminio de la élite militar polaca por el régimen estalinista en el bosque de ese nombre en Smolensk, en el territorio ruso de la URSS. Con la proyección de la cinta por el canal Kultura quedó satisfecho en parte uno de los deseos del gran director de cine polaco, cuyo padre fue una de las víctimas de los fusilamientos realizados por el NKVD (entidad precursora del KGB) en 1939-1940, tras el reparto de Polonia entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. En virtud de una orden del Politburó, de la que se cumplieron 70 años el 5 de marzo, fueron asesinados casi 22.000 militares polacos, y sus familias recluidas en campos de prisioneros en diversos territorios de la URSS (incluido Katyn) en Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

El 7 de abril, el jefe del Gobierno ruso, Vladímir Putin, y su homólogo polaco, Donald Tusk, visitarán juntos el monumento dedicado a las víctimas de Katyn, al oeste de Moscú. La iniciativa de esta visita sin precedentes corresponde a Putin.

Durante medio siglo, la URSS culpó de la matanza de Katyn a la Gestapo, pero en 1990 el presidente Mijaíl Gorbachov entregó a su colega polaco Wojciech Jaruzelski la lista de los fusilados y otros documentos, y se abrió una causa criminal. Las investigaciones iniciadas entonces se cerraron en 2004, durante la presidencia de Vladímir Putin, en virtud de una disposición secreta de la fiscalía militar. La matanza de Katyn enturbia las relaciones entre Varsovia y Moscú y es un enorme obstáculo para crear un clima de confianza entre dos vecinos.

Kultura es un canal dirigido a un público intelectual y tiene una audiencia inferior a la de otros canales nacionales. Sin embargo, la proyección de Katyn, que fue programada la víspera, saturó su página web y se convirtió de inmediato en uno de los asuntos más debatidos de la noche en el Internet ruso. A la proyección, que sólo puede haberse producido por orden del Kremlin, siguió una mesa redonda con políticos, historiadores y el cineasta Nikita Mijalkov. Desde distintas posiciones, todos los participantes reconocieron como un hecho incuestionable que Katyn fue un crimen perpetrado por el estalinismo. Konstantin Kosachov, el jefe del comité internacional de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento), admitió que sólo la “total publicación” de los muchos documentos aún secretos dará respuesta a las necesidades emotivas de los polacos.

Kosachov es figura influyente en el partido gubernamental y sus palabras parecen indicar que Vladímir Putin podría dar una muestra de buena voluntad a Polonia, facilitando la apertura de los archivos.

En Rusia, Katyn se había proyectado en sesiones restringidas, una de las cuales, en marzo de 2008, fue organizada en Moscú por Memorial -la ONG que vela contra el olvido del estalinismo-, con asistencia del mismo Wajda. En una sala atiborrada, el cineasta dijo que deseaba acceder a los documentos sobre el destino de su padre y conseguir la proyección comercial y televisiva de Katyn en Rusia.

De los 183 tomos de la investigación sobre Katyn, nada menos que 116 han sido declarados secreto de Estado, y el delito ha sido trivializado, al ser calificado como “un abuso de poder con graves consecuencias y circunstancias agravantes”. La fiscalía militar se ha negado a examinar las peticiones de Memorial para rehabilitar a las víctimas.

En 2005, el Parlamento polaco exigió que el fusilamiento de Katyn fuera reconocido como un acto de genocidio. Parientes de las víctimas se dirigieron al Tribunal de Estrasburgo para pedir que Rusia reconozca su responsabilidad jurídica, acepte la calificación de genocidio y se disculpe, cosa que ya hizo el presidente Borís Yeltsin al hincarse de rodillas en Varsovia en 1993. Polonia no excluye reclamaciones de sus ciudadanos a Rusia, en tanto que heredera de la URSS.

“La proyección de la cinta es positiva, pero parece más bien un gesto simbólico para desviar la atención y agradar a los polacos sin tener que dar pasos prácticos”, manifestó Nikita Petróv, de Memorial. Esta organización ha exigido que se den los nombres de los culpables de la matanza, que se califique el asesinato como crimen contra la humanidad y que los muertos sean declarados víctimas de la represión política estalinista. También quiere que se publiquen los documentos, incluida la disposición secreta mediante la cual la fiscalía rusa dio por concluido el caso en 2004.

“El crimen de Katyn no sólo es el asesinato de casi 22.000 polacos, sino medio siglo de mentiras y falsificaciones, durante el cual la URSS, pese a los hechos evidentes, negó su responsabilidad por el exterminio de prisioneros políticos y trató de convencer a todo el mundo y a sus propios ciudadanos de que el crimen era del nazismo”, afirmaba Memorial en una carta dirigida al presidente Dmitri Medvédev. “Los intentos de resucitar la versión falsificada de Stalin se emprenden no sólo en la prensa sensacionalista, sino desde el Parlamento. Como resultado, la sombra de los delitos y la mentira del régimen estalinista gravitan sobre la Rusia de hoy”, señalaba Memorial.

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Trailer de la película Katyn (2007), de Andrzej Wajda:

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El PP respalda ahora la pugna judicial con los Millán-Astray

X. M. PEREIRO El País06/04/2010

Los tres grupos municipales de A Coruña -PSdeG, PP y BNG- apoyaron ayer que el Ayuntamiento se persone en los recursos presentados por las familias de José Millán-Astray y Juan Canalejo contra la retirada de los honores de ambos próceres franquistas. El pasado septiembre, con los votos de socialistas y nacionalistas y en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, el pleno había aprobado la retirada de 53 símbolos y distinciones a figuras relacionadas con la dictadura, entre ellos la estatua del fundador de la Legión.

Tanto en aquella ocasión como posteriormente, cuando el pleno decidió retirar los honores y distinciones a Franco y demás líderes golpistas, el PP se había abstenido, por considerar que el Gobierno local “miraba al pasado” y “generaba conflictos”. El portavoz popular, Carlos Negreira, llegó a calificar a Millán-Astray como “coruñés de pro”.

Las decisiones municipales fueron recurridas por la hija de Millán, Peregrina Millán-Astray Gasset, por considerar que los honores le habían sido otorgados a su padre como fundador de la Legión, antes del alzamiento franquista, y la estatua que se erigió en 1970 era para conmemorar el 50 aniversario de la fundación del Tercio. También recurrió María del Carmen Canalejo Lorenzo, hija del líder falangista Juan Canalejo. El PP argumentó su voto, “fuera de connotaciones políticas”, en que siempre había apoyado los personamientos en asuntos judiciales “para no perjudicar los intereses del Ayuntamiento”.

Un libro desentraña las protestas estudiantiles en el franquismo

D. SALGADO El País06/04/2010

No todo fueron 25 años de paz. Por debajo del eslogan urdido por el entonces ministro Manuel Fraga para conmemorar la victoria franquista en la Guerra Civil, hubo resistencia guerrillera en los montes, huelgas obrerars, protestas estudiantiles. Del inconformismo universitario entre 1939 y 1968, pero en Galicia, trata Inmunda escoria, el libro de Ricardo Gurriarán que Xerais acaba de colocar en la calle en colaboración con la Fundación 10 de Marzo.

“El título procede de un editorial que el Abc dedico a los estudiantes”, explica Gurriarán (O Barco, 1953) “y que un alumno utilizó para atacar, en el periódico local, a los estudiantes compostelanos”. Aquel artículo provocó una quema de diarios ante la sede del rotativo. Era enero de 1968 y la hoguera se convirtió “en el primer acto con contenido político del año”. La huelga que empezó en marzo anticipó, en la universidad de la capital gallega, la oleada insurgente que recorrería el mundo occidental y afectó a 6.000 matriculados.

Pero Inmunda escoria, pese a las restricciones de la ley española sobre archivos, arranca su relato con la primera revuelta de la Universidad compostelana: en el curso 1942-1943 y promovida por la Falange contra un rector de veleidades monárquicas, Carlos Ruiz del Castillo. Facturado a partir de 120 entrevistas y bibliografía sobre los movimientos estudiantiles periféricos, el volumen se presenta mañana a 19.30 en Fonseca (Santiago). Asistirá un ilustre sesentayochista, el presidente asturiano Vicente Álvarez Areces.

Memoria y sexualidad de las mujeres bajo el franquismo

Hoyesarte.com – Martes, 30 de Marzo de 2010

Entre los días 5 y 9 de abril tendrá lugar en el Museo Reina Sofía de Madrid y en el Centro de Escuelas Pías de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) el seminario internacional Memoria y sexualidad de las mujeres bajo el franquismo, una cita que se completará con la proyección de distintos documentales durante el fin de semana del 10 y 11 de abril.

El seminario tiene como objetivo poner voz, rostros, sonidos, imágenes y texto a los diferentes testimonios registrados sobre el tema y silenciados durante una época en la que la vida sexual de la mujer sólo tenía dos vertientes posibles: la supeditación al marido en el ámbito del hogar o la prostitución.

Las temáticas de las charlas será variada y abordará aspectos importantes como el lesbianismo durante el régimen de Franco, la sexualidad y las presas en las cárceles franquistas a través de la figura de Carlota O’Neill, la prostitución, la educación de las élites femeninas de la mano de las monjas del Sagrado Corazón o los distintos modelos de mujer bajo la dictadura según la Sección Femenina.

Creación de nuevos modelos

Destacable es también la ponencia sobre la figura de Serrano Vicéns, médico de familia de la época que realizó centenares de encuestas a mujeres sobre su vida íntima y que constató realidades calificadas por él mismo de “sorprendentes”, como relaciones sexuales con otros hombres e incluso con mujeres.

Con todo ello se busca reflejar cómo el franquismo, además de reprimir la vida sexual de las mujeres a través de la moral católica, la vigilancia social y la censura pública, actuaba como creador de nuevos modelos y subjetividades en torno a la figura femenina.

El seminario concluirá con la lectura dramatizada del texto de Carlota O’Neill Los que no pudieron huir, bajo la dirección de Javier Hernández-Simón y presentado por Juan Antonio Hormigón, director de escena y escritor. Durante el fin de semana se proyectarán los documentales El exilio de Carlota O’Neill, Vidas de lesbianas en el primer franquismo, El alegre Paralelo, Los niños perdidos del franquismo, 1ª Parte y La sección femenina.

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Información sobre el seminario y el programa

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=onWNHrUuWjw]

La Juana de Arco del comunismo

François Maspero destaca en un ensayo la “propaganda emocional” de la fotógrafa Gerda Taro en la Guerra Civil

Miliciana republicana recibe instrucción en la playa, en 1936 – © Gerda Taro

P. H. R. – Público – 01/04/2010

Seguirle la pista a la sombra del fotógrafo Robert Capa es una tarea pendiente que François Maspero ha iluminado tenuemente. Su rastro ha quedado desvirtuado por la falta de testimonios que alabaran su trabajo en la Guerra Civil española: toda su familia fue exterminada por los nazis, Capa saltó por los aires al pisar una mina en 1953, en Indochina. Después de la guerra, no quedaba nadie que pudiese presentarse en nombre de Gerda Tardo y preocuparse de su obra fotográfica, como explica François Maspero (París, 1932) en sus conclusiones en el libro Gerda Taro, la sombra de una fotógrafa, que La Fábrica Editorial publicará la semana que viene.

El editor y periodista trabaja desde 1959 con las fotografías de Capa y Taro, de ahí que sea una de las fuentes esenciales para recuperar la historia de la pareja de fotógrafos. A pesar de hacer un repaso biográfico exhaustivo, basado en el libro de la historiadora alemana Irme Schaber, las conclusiones de Maspero añaden más literatura a una vida en el aire. En su caso, la ficción le ha llevado tan lejos que ha construido un arranque inverosímil en el que se imagina una entrevista con una Taro anciana, superviviente a aquel atropello del tanque en Brunete, situada como la mejor fotógrafa de gatos a los noventa años de edad.

Al margen de esta licencia, Maspero se apoya en la autoría de las 300 fotografías para apreciar que la foto es una cuestión de género: “Los hombres hacen las guerras y las mujeres las padecen. Tal vez eso explique por qué en algunas de las últimas fotos de Gerda encontramos menos pudor y control que en las de Capa: vemos cadáveres y sufrimiento, en imágenes que denuncian a gritos la agonía de los pueblos impotentes”.

La cámara, su arma

Ambos, Taro y Capa, tomaron partido desde el principio en la Guerra Civil española, aclara para ir más allá al asegurar que la fotógrafa murió “porque no soportaba lo que ocurría”. Y se explica: “Porque se empeñó en la derrota, porque se obstinó en su deses-perado deseo de una victoria que, en su calidad de testigo visual, deseaba inmortalizar”, piensa Maspero. “Quiso usar su cámara como arma”.

Gerda Taro ofrecía la imagen de pureza revolucionaria definitiva gracias a su muerte, que es la que ha llegado hasta nuestros días, convertida, apunta Maspero, en “una especie de Juana de Arco del comunismo”. Insiste en esta línea para marcar la diferencia entre las fotos que se suponen son de Gerda y no de Capa: indican una tendencia más firme en ella a “amoldarse a las exigencias del realismo socialista”. Es lo que Orwell describiría como “propaganda emocional exagerada”. A pesar de ello, no llega a ser una fotógrafa revolucionaria como Tina Modotti, ni llega a tratar la intimidad de un pueblo que captó Kati Horna.

Entre los testimonios que el editor francés recoge destaca el del comisario político Alfred Kantorowitcz que ya transcribió Fernando Olmeda en su libro Gerda Taro. Fotógrafa de guerra (Debate),quien la describió como alguien a la que le “encantaba creer que una aparición suya en el frente, en los momentos crudos de los contraataques fascistas, tendría sobre nuestros hombres el efecto de un estandarte; que el encanto que poseía, su audacia y su participación les daría valor y convencería a las escasas y reticentes Brigadas Internacionales de hacer otro esfuerzo más”.

Para François Maspero, Gerta Taro, antes Gerda Pohorylle, fue una mujer en un mundo de hombres, que reivindicó su libertad, aunque pusiera su pensamiento a cargo de la política.

Joe Sacco: “Quiero dar voz a los palestinos”

Tras narrar los conflictos de Palestina y Bosnia, el dibujante publica ahorael cómic Notas al pie de Gaza, que relata la masacre de 300 palestinos en 1956

Joe Sacco asistió impotente a la realidad de la vida cotidiana de los palestinos en la franja de Gaza.

GUILLAUME FOURMONT – Público – 01/04/2010

Palestina es un país ocupado, destruido, azotado por la violencia de la guerra. Los palestinos son los rehenes de la fuerza militar israelí, de la mala fe de la comunidad internacional, de la corrupción y del extremismo de quienes se dicen sus portavoces. ¿Demasiado subjetivo? ¿Falta la supuesta y necesaria objetividad ante un conflicto?

“La objetividad no existe. Los periodistas creen que hacen bien su trabajo cuando consiguen las versiones de los dos lados, pero su labor no termina ahí. Hay que ir más allá, hay que mostrar lo que realmente está pasando en el terreno. No pretendo dar mi opinión sobre un conflicto, sólo soy honesto”, zanja Joe Sacco, referencia mundial del cómic desde que relató, a principios de los años noventa, la vida cotidiana bajo las bombas en Palestina. En la franja de Gaza. Era la primera vez que viajaba a aquellos territorios.

Joe Sacco (Malta, 2 de octubre de 1960) regresó a Palestina, a Gaza, aquel minúsculo territorio de 40 kilómetros de longitud por apenas 12 de anchura que aparece todos los días en los medios de comunicación, para publicar Notas al pie de Gaza (Mondadori). Son más de 400 páginas de viñetas que bucean en lo cotidiano de la gente y sus memorias para intentar explicar la situación actual, para entender “cómo se sembró el odio en sus corazones”. “Este libro es una manera de dar voz a los palestinos, mostrar sus vidas, ¡mostrar que son seres humanos!”, explica Sacco a Público en una conversación telefónica desde su casa de Portland (costa oeste de Estados Unidos).

A principios de 2001, Sacco acompañaba a un periodista de la revista estadounidense Harpers para narrar cómo los habitantes de la ciudad de Khan Younis vivían la segunda Intifada, cuando la dirección de la publicación decidió suprimir las referencias al asesinato, en noviembre de 1956, de 275 palestinos a manos del ejército israelí. Hasta lo documentó un informe de la ONU. “Aquello me molestó, aunque no creo que fuera censura política, sino simplemente un problema de espacio”, reconoce el autor. Y decidió regresar.

Entender el pasado

Notas al pie de Gaza es una investigación sobre un acontecimiento grave y sólo tenía las informaciones de la ONU. Había que comprobar lo que había pasado”, añade. Entre noviembre de 2002 y marzo de 2003, Sacco viajó dos veces a la franja de Gaza, a Khan Younis y a Rafah, donde descubrió que también hubo una masacre de civiles: “Tenía que encontrar testigos de aquello para saber lo que realmente pasó. Entender el pasado es muy importante para comprender el presente. Porque hay algo que no cambia: la situación en Gaza siempre ha sido y es mala, la gente sufrió y sigue sufriendo”.

El lector descubre, en blanco y negro, los recuerdos de personajes, como Saleh Shiblaq, antiguo militar; Khaled, que vivió años en la clandestinidad, y Mohammed Atwa El-Najeeli, que vio a su familia morir aquel día de noviembre y que sobrevivió a las balas israelíes. Entre otros muchos. Sacco los conoció en persona gracias a Abed, guía y traductor. “No elegí a los protagonistas, me eligieron a mí. Muchos encuentros fueron por coincidencia”, confiesa.

La voz de los testigos

Su dibujo es preciso, duro, aunque no deja indiferente. Los rasgos de los protagonistas son un poco groseros. Recuerda al trabajo de Robert Crumb “es uno de mis héroes. Es capaz de pintar cualquier cosa y hacer sentir su existencia al lector”, dice Sacco. El autor entra en las casas de sus testigos, el lector los escucha mientras va entendiendo la complejidad del conflicto.

Uno de los testigos de Sacco, Raesa Salim Hassan Kaloob, narra que era una adolescente cuando vio “a todos los hombres juntos, con la cabeza contra el suelo, y a los judíos que andaban entre ellos de un lado a otro. Si alguien se movía lo apaleaban. Les disparaban por encima de las cabezas”. Y los fusilaron.

¿Cómo creerlos? ¿Quién miente y quién no? El propio Sacco siempre protagonista de sus obras plantea sus dudas en el cómic: “Se lo cuento todo al lector, quiero darle todas las piezas. Es verdad que iba a encontrarme con un problema de memoria, 50 años tras los hechos. La observación de los detalles de sus vidas, de lo que les rodea, es importe. No sólo baso mis historias en lo que me cuentan”. Y, curiosamente, a Sacco nunca se le ve dibujar en el terreno. Toma notas, saca fotografías y graba las conversaciones.

“Las únicas veces que dibujo durante mis viajes es cuando resulta imposible sacar fotografías, como en los puntos de control militares. Escribo mucho, tenía centenares de páginas de apuntes para esta historia. Mi prioridad es tener la historia”, explica Sacco. El proceso es largo: “Cuando vuelvo a casa, transcribo las cintas de las entrevistas, leo mis apuntes. ¡Tardo meses! Y luego escribo un guión; para este libro, necesité años”. Tiene una editorial que lo respalda y que le financia sus viajes.

Edward Saïd (Jerusalén, 1935 – Nueva York, 2003) escribió sobre el trabajo de Sacco: “Sus imágenes son más gráficas que cualquier cosa que uno pueda leer o ver por televisión”. El dibujante es consciente de la fuerza del cómic: “Las viñetas tienen fuerza, incluso en el sentido periodístico, porque los lectores están ahí, en Gaza. Pueden sentir la atmósfera con dibujos”.

La dureza de la realidad narrada por Sacco casi lo convierte en un activista pro palestino, aunque al autor no le gusta nada: “No soy un activista, sino un dibujante que hace periodismo. Insisto, sólo busco la verdad”. Y aunque esta verdad pueda molestar, Sacco nunca se sintió amenazado, ni por los israelíes, ni por los palestinos. “Era consciente de que era peligroso, pero nunca sentí que mi vida corría peligro. Algunos me critican; un historiador israelí me dijo que desconocía lo ocurrido en 1956, pero nadie niega que pasó.”, asegura. Joe Sacco dedica su libro “al pueblo de Gaza”.