Contra la memoria hegemónica

La novela El vano ayer de Isaac Rosa rechaza repetidas veces la memoria del franquismo y de la Guerra Civil impuesta y generalizada en innumerables obras de ficción: en novelas, en series televisivas y en películas. El autor afirma que ”hay que tener en cuenta qué se nos ha contado y qué no, y sobre todo cómo nos lo han contado. El franquismo y la Guerra Civil se han convertido casi en géneros literarios y, como tales, tienen sus limitaciones”. (El País 29 septiembre 2004 citado por Isabel Cuñado.) En este diario me gustaría reflejar un poco cuáles son estas limitaciones y qué tipo de alternativas Rosa está sugiriendo.

En un informe de prensa publicado junto con la novela, Rosa lamenta que, al no tener recuerdos propios de la época, siente “insatisfacción acerca de la oferta de recuerdos disponibles” y afirma que es ”necesario entonces recordar preguntándome a la vez por qué recuerdo así, por qué me hacen recordar así. Es necesaria una memoria reflexiva, autocrítica, diseccionada. Reformular las preguntas, aunque se demoren las respuestas. Escribir lo que no recuerdo, pero también lo que otros no recuerdan, aunque deberían”. (Citado por Echevarría) Las ideas de Rosa tienen mucho parentesco con lo que plantea Foucault en L’archeologie du savoir que publicó en 1969. Según Foucault hay que prestar mucha atención en la manera de formación de los discursos y preguntar quién es apto para hablar, y cuál es su situación institucional desde la cual produce el discurso y cuál es la relación que el sujeto adopta con el objeto. También es importante conocer las estrategias del discurso. De esta manera se puede observar la economía de las formaciones discursivas: de que cosas se puede o no puede hablar dentro de un discurso. Declara también en una entrevista titulada “Film and Popular Memory” que la cultura popular es enemigo de la verdadera memoria popular que se solía divulgar oralmente.

Es natural que, cuando en un género de ficción las mismas características siguen repitiendose una vez tras otra, los significados que quizá han tenido originalmente se van perdiendo, hasta que sirven sólo para marcar el género y para mantener la repetición. La novela de Rosa insiste implícitamente que cada línea que escribe un autor debe tener justificación: si el autor se deja llevar por las convenciones de género, no puede tomar la responsabilidad entera de su narración. No obstante, con el uso de la autoreflexión, el autor también renuncia a su responsabilidad de su narración o por lo menos la comparte con el lector: es más fácil permitirle cualquier equivocación si ha avisado de la incerteza de las cuestiones.

La novela quiere luchar contra el maniqueísmo presente en muchas obras. Pero ¿se trata de un enemigo real o es algo que el autor necesita crear? Ciertamente el maniqueísmo es siempre un peligro, sobre todo cuando es muy conectada con la realidad de un entero país, porque impide la posibilidad de progreso y obstaculiza el diálogo. Se podía distinguir por ejemplo en La voz dormida algunos monstruos de bondad de los que Isaac Rosa nos alerta: aunque la protagonista Pepita tiene sus imperfecciones, su hermana Tensi y su novio Paulino parecen espantosamente irreales en su bondad sin fisuras. Pero en muchas obras tenemos abundancia de ejemplos contrarios: basta echar una mirada a los antihéroes medio locos, ausentes y oscuros de El embrujo de Shanghai, una magnífica novela de Juan Marsé, o a los protagonistas poco heroicos de Soldados de Salamina que intentan actuar de manera acertada a pesar de la polarización del mundo en que viven. A lo mejor el maniqueísmo que tenemos que rechazar está integrado en la manera de leer e interpretar: la adherencia a un bando muchas veces determina nuestra actitud hacia el personaje. Quizás por esto el autor de El vano ayer elige un protagonista cuya orientación política queda fuera de la vista.

La mala memoria resulta nocivo ya en la cita inicial de la novela, dos líneas del poema de Antonio Machado, que ha también dado el nombre a la novela: “El vano ayer engendrará un mañana / vacío y ¡por ventura! pasajero”. En este caso el mañana vacío es lo que vivimos hoy y el vano ayer es la manera vana de representar el pasado. Con variados experimentos estilísticos el autor logra indicar cómo la forma de narrar establece limites para el contenido. Son ejercicios de estilo en el espíritu de la famosa obra de Raymond Queneau, y el más destacado de ellos es un capítulo que cuenta la vida de Franco en el estilo medieval de El cantar de mío Cid. Ironiza ingeniosamente la imagen que Franco quería construir de la historia del país, pero al mismo tiempo es un ejemplo maravilloso de cómo la forma puede avasallar el contenido. El estilo llamativo sirve para parodiar los conceptos anticuados de la historia que siguen teniendo vigor en la España de hoy. El autor comenta a la revista Ladinamo que ”tal vez la literatura no sirva para cambiar el mundo, pero sí está sirviendo para conservarlo” (Rendueles), de ahí la crítica constante.

En misma entrevista Isaac Rosa acusa la serie Cuéntame, junto a muchas novelas, de estandarizar el franquismo ”mediante intrigas vacías, o con recursos del peor sentimentalismo”. Con más de dos cientos horas emitidos a millones de espectadores, la serie es en efecto una masiva institución de la memoria ficticia. Un bloguero especializado en críticas televisivas, Ficción con T, analiza la serie: ”el tono general es definitivamente amable, a veces en exceso. Y a este respecto hay que decir que la voz en off de Carlos Hipólito no ayuda, a pesar de tratarse de un actor muy competente, ya que no hace sino acentuar la amabilidad de un relato en el que esa cualidad a veces está francamente fuera de lugar. Ver unas imágenes del archivo histórico de TVE en las que unos guardias civiles dan una paliza a un manifestante y que acto seguido una voz de narrador de cuento infantil diga lo mucho que le gustaba de joven una tal Karina o una tal Mayka no es precisamente acertado.”

Sin embargo, es inevitable preguntar igualmente si los autores tienen derecho de convertir una época, en que muchos sin duda vivían una niñez dulce, en mera tortura, palizas y represión, o sea, si estos niños no tienen derecho a la nostalgia por el mero hecho de que existía simultáneamente una represión que nada tenía que ver con ellos. De hecho, el punto de narración de Cuéntame no me parece mal elegida, porque más que una vez el niño que no conoce las extrañezas o los tabúes del dictadura puede a través de su ignorancia plantear una crítica aguda pero fresca y inocente hacia todo lo absurdo que estaba presente en la vida diaria del franquismo. Naturalmente, no se puede presentar mucha violencia en una serie familiar, pero cuando por curiosidad estaba viendo el último capítulo (109) que se transmitió aquí, me llamaba efectivamente la atención como las agresiones de los policías que disolvían una manifestación limitaban en sus muecas poco simpáticos (son menos afables incluso sus colegas en las socialdemocracias nórdicas). En fin, no creo que Rosa desee liquidar todo sentimiento nostálgico, más bien quiere poner en tela de juicio la supremacía de la historia sentimental que debe mucho a instituciones gigantescas como Cuéntame.

Hay un capítulo en la novela en que, para dar más perspectiva, el autor deja que un anarquista narre las torturas que padeció durante el franquismo. Aquí Rosa rompe con dos convenciones: en primer lugar la tortura inhumana de un activista poco peligroso y poco importante está mostrado con todo detalle y llevada, no hasta fin como el torturado en su agonía ya empieza a querer, pero tampoco falta mucho y el trato deja lesiones horribles e incurables en la víctima. Aquí la novela no oculta ni insinúa ni termina a medias. No muestra un héroe que con la increíble fuerza de convicción o la solidaridad a los compañeros o a miembros de la familia aguanta hasta la muerte, (tampoco un antihéroe débil que tras un par de golpes les traiciona). A lo contrario, la tortura desmesurada de un pobre hombre solitario, que poco tiene que ver con la trama, está revelada en totalidad. La representación de las atrocidades no es excepcional solamente en cuanto al contenido; tampoco la forma de narrarlas es lo que hemos acostumbrado leer. Carece absolutamente de cualquier sentimiento o suspense elaborado con recursos narrativos: el tratamiento terrible está expuesto de una manera simple y declaratoria como en la consulta de médico. El narrador dice que intenta no desatender el sufrimiento real, pero el intento queda corto porque las palabras no son capaces de transmitir el dolor como lo son los electrodos. Casi me sorprendió mi propia inmunidad ante la pura brutalidad, porque me sufría más con la tortura menos destrozador de un estudiante descrita en la misma novela. Será por el tono clínico con que el anarquista contaba su historia.

Aunque la novela no siempre da muchas respuestas, no se cansa de hacer preguntas, y una vez leído El vano ayer, no creo que ya pudiera leer más novelas, ver más películas o series televisivas relacionadas al tema sin recordar la perspectiva crítica que la novela ha ofrecido. Es posible que el objeto principal de la crítica que plantea El vano ayer, no es la ficción de ”mala memoria” en sí, sino la manera poco crítica de aceptarla: creerlo todo como si no fuera una obra de ficción limitada, como si no fuera, al igual que la novela de Rosa, un solo intento subjetivo de reconstruir el pasado.

Echevarría, Ignacio: ”Una novela necesaria”  12.6.2004.

Ficción con T: Cuéntame cómo pasó; Nostalgia con fondo. El País 9 de febrero de 2007.

Foucault, Michel: Tiedon arkeologia. (L’archéologie du savoir, 1969.) Traducido por Tapani Kilpeläinen. Tampere: Vastapaino, 2005.

Foucault, Michel. “Film and Popular Memory: An Interview with Michel Foucault.” Radical Philosophy 11 (1975): pp. 24-29.

Rendueles, César: ”Isaac Rosa. La anamnesis del franquismo” Ladinamo Nov-dic 2004.

Rosa, Isaac: El vano ayer Barcelona: Seix barral , 2004.

ante la pura brutalidad, porque me sufría más con la tortura menos destrozadora de un estudiante descrita en la misma novela. Será por el tono clínico con que el anarquista contaba su historia.

Aunque la novela no siempre da muchas respuestas, no se cansa de hacer preguntas, y una vez leído El vano ayer, no creo que ya pudiera leer más novelas, ver más películas o series televisivas relacionadas al tema sin recordar la perspectiva crítica que la novela ha ofrecido. Es posible que el objeto principal de la crítica que plantea El vano ayer, no es la ficción de ”mala memoria” en sí, sino la manera poco crítica de aceptarla: creerlo todo como si no fuera una obra de ficción limitada, como si no fuera, al igual que la novela de Rosa, un solo intento subjetivo de reconstruir el pasado.

El mañana efímero

A Roberto Castrovido.

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su marmol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Antonio Machado, 1913

Lecturas sobre Isaac Rosa y El vano ayer

isaac_rosa.jpg

En internet hay muchas críticas sobre El vano ayer y también entrevistas a Isaac Rosa. Os dejo aquí algunos enlaces:

CRESPO, Marciano: “El franquismo torturó y ejecutó hasta el último momento” [entrevista a Isaac Rosa]. Tribuna, octubre de 2004 [http://www.fsap.ccoo.es/comunes/temp/recursos/22/29408.pdf].

ECHEVARRÍA, Ignacio: “Una novela necesaria”. El País, 12/06/2004 [http://www.elpais.com/articulo/semana/novela/necesaria/elpepuculbab/20040612elpbabese_16/Tes].

RENDUELES, César: “Isaac Rosa. La anamnesis del franquismo”. Ladinamo, 13, 2004 [http://www.ladinamo.org/ldnm/articulo.php?numero=13&id=324].

En el “I Congreso Internacional de Literatura y Cultura Españolas Contemporáneas”, celebrado en la Universidad Nacional de la Plata (Argentina) del 1 al 3 de octubre del 2008, se presentaron varias ponencias sobre El vano ayer. Tenéis acceso a ellas en la página del congreso.

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Os recomiendo también la siguiente novela de Isaac Rosa:

otra-maldita.jpg

y un artículo sobre ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!:

GOYTISOLO, Juan: “Ejercicio de valentía y lucidez”. El País, 17/03/2007 [http://www.elpais.com/articulo/narrativa/Ejercicio/valentia/lucidez/elpepuculbab/20070317elpbabnar_9/Tes].