Vendedores de biblias contra Hitler

Magdalena Reuter, una testigo de Jehová alemana, cuenta su paso por los campos de concentración en el II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Histórica

TEREIXA CONSTENLA El País28/04/2010

Magdalena Reuter, superviviente del campo de concentración de Ravensbrück- DAVID ARRANZ

La alemana Magdalena Reuter no guarda rencor por los años que pasó en el campo de concentración de Ravensbrück. Salta a la vista en su discurso, optimista y casi naïf. Pero hay un hecho biográfico que apuntala su falta de resentimiento con contundencia: se casó con un antiguo soldado alemán que vigiló el gueto de Varsovia. El encuentro entre ambos fue posible gracias a su activismo religioso como testigos de Jehová. “Nos contábamos experiencias”, recordó hoy ella en Salamanca, poco antes de la clausura del II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Histórica.

La religión fue la causa de la caída en desgracia de la familia de Magdalena (los Kusserow tenían 11 hijos) y también fue su tabla de salvación. “De alguna manera mi padre nos preparó para lo que ocurriría, avisando de que venían tiempos difíciles”, recordó. Su padre, un antiguo oficial alemán que había combatido en la I Guerra Mundial, fue encarcelado por vez primera en 1936. Los testigos de Jehová no eran del agrado del Führer. En sus revistas habían criticado la deriva totalitaria y lunática del dirigente. Quería ser Dios. Una afrenta para los creyentes. “Heil quiere decir también salvación y eso no puede venir de un hombre, y menos de Hitler”, explicó Reuter.

Así que Magdalena y sus hermanos sufrieron el escarnio de sus compañeros de escuela y los golpes del maestro por negarse a participar en la ceremonia en la que ensalzaban a Hitler. Tres de sus hermanos fueron encerrados en reformatorios durante siete años. Sólo en 1945 pudieron reencontrarse con los demás. Wilhem, otro de los Kusserow, fue fusilado en 1940 por negarse a ir a la guerra. “Cada día le visitaban oficiales para hacerle desistir pero él estaba decidido”.

Magdalena, nacida en 1924, fue arrestada a los 16 años por primera vez y enviada a un campo de concentración en cuanto cumplió los 18. Llegó a Ravensbrück en febrero de 1942. En el patio aún había un gran árbol de Navidad y, bajo las ramas, se esparcían cadáveres de judíos.

Durante tres años, en los que se reencontró con su madre, vivió en el barracón de los testigos de Jehová, lo que le proporcionó una red afectiva que le ayudó a sobrellevar la infamia del encierro. También se envalentonaban: se negaron a trabajar en la fábrica de armamento de Siemens y a coser bolsas para los soldados. El propio Himmler las golpeó y ordenó que las castigasen durante días por su boicot a la guerra. Irónicamente, cuando abandonaron el campo en los últimos días del conflicto, caminaron hasta una finca del propio Himmler, donde un empleado las cuidó. En septiembre de 1945 regresó a su casa. Su padre reunió a la familia, citó al maestro del pueblo para afearle la conducta y pasaron página.

Ella fue una de los 4.200 prisioneros que llevaron cosido en el uniforme un triángulo violeta, que identificaba a los testigos de Jehová en los campos. Se calcula que murieron 1.490, entre ellos 253 sentenciados a muerte. Tras los judíos, fue el segundo colectivo religioso más perseguido por el régimen nazi. Una unidad especial de la Gestapo había comenzado a registrarlos desde 1936. Su resistencia, pacífica, y sus denuncias -en 1938 editaron un libro donde se recogía el plano de un campo de concentración- les convirtieron en un grupo detestable para el nacionalsocialismo. Una parte de los alemanes contrario a Hitler salió de las filas de “bibelforscher” (vendedores de biblias) como los Kusserow.

La biblioteca del gran dictador

Timothy Ryback analiza en un libro las lecturas que moldearon la vida del Führer, que podía llegar a leer varios libros al día

Foto: Hitler y Goering comparten lectura en la terraza de su residencia de los Alpes bávaros. – AFP

CARLOS PRIETO – Público – 27/02/2010 08:00

Test rápido. Adolf Hitler se alistó voluntario en el ejército tras estallar la Primera Guerra Mundial en 1914. ¿Qué escribió en la casilla relativa a su profesión? a) Militar. b) Político. c) Artista. En efecto, el futuro Führer de Alemania, como Conchita Velasco, quería ser artista. En concreto, pintor. Sí, la Real Academia de las Artes de Viena le había cerrado las puertas por falta de aptitudes, pero nadie iba a impedir al joven Adolf seguir alimentando su espíritu bohemio a base de lecturas. Ni siquiera la guerra.

“Que, en noviembre de 1915, un cabo del frente se gastara cuatro marcos en un libro que trata de los tesoros artísticos de Berlín, postergando los encantos más tangibles e inmediatos que ofrecían los cigarrillos, los licores y las mujeres, puede considerarse un acto de trascendencia estética; o bien, en el caso de Hitler, la mejor prueba de que conservaba sus aspiraciones artísticas”, explica Timothy W. Ruback en Los libros del gran dictador (Destino), ensayo sobre las lecturas que moldearon al líder alemán, que llegó a tener16.000 volúmenes.

“Hitler se refirió a su estancia en la prisión de Landsberg como a su educación superior a expensas del Estado y acogió con agrado su encarcelamiento como una oportunidad para ponerse al día con las lecturas atrasadas”, cuenta Ruback sobre el encarcelamiento tras el Putsch de Múnich (1923). “Personalmente tengo más tiempo y ocio tras el final del juicio. Por fin puedo volver a leer y estudiar”, escribió el célebre preso en una carta a uno de los hijos de Richard Wagner.

El hombre estaba lanzado a la arena intelectual. Tanto que se puso a escribir un ensayo, el Mein Kampf, de “vacuo contenido intelectual” y “deficiente gramática”, según Ryback. “El autor de 34 años aparece como un hombre de poca cultura que no ha llegado a dominar siguiera la ortografía básica ni muestra un conocimiento normal de la gramática”, concluye.

Graves carencias

Una de las tesis de Rayback es que es que el líder tenía una serie de carencias intelectuales que la lectura compulsiva no pudo tapar. Y eso que engullía textos sin descanso. “Leía con avidez, por lo menos un libro cada noche o, a veces, según su propio testimonio, incluso más. Situaba a Don Quijote entre los grandes libros de la literatura universal, junto a Robinson Crusoe, La cabaña del tío Tom y Los viajes de Gulliver“. La antigua secretaria Traudl Junge explicó a Ryback que “muchas veces, durante el desayuno, Hitler contaba sus lecturas de la noche anterior, entrando en extensos y a menudo tediosos pormenores”.

Pero peor lo pasaron los militares alemanes durante la guerra. Pese a que Hitler era un estudioso de la historia militar (tenía 7.000 libros de ese género) “para los círculos del Estado Mayor seguía siendo un intruso, un extraño y, lo que era aún peor, un diletante peligroso”, cuenta Ryback. Para colmo, era el típico lector resabido. El choque de trenes estaba servido.

Durante la campaña de Rusia, Hitler, que no estaba por la labor de ceder terreno, soltó un día una perorata a sus militares sobre “fanatismo y heroísmo, y citó a Clausewitz y Nietzsche”. Se puso tan pesado que Franz Halder, jefe del Estado Mayor del Ejército, contrario a la estrategia bélica en Rusia, perdió la paciencia. “Normalmente Halder soportaba las lecciones culturales que el antiguo cabo vomitaba a sus generales, pero esta vez no se quedó callado”. Hitler montó en cólera. La ofensiva sobre Rusia continuó….

“Franco era un oportunista”

Jimmy Burns Marañón. Periodista

«Franco era un oportunista»

C.P. – Público – 24/02/2010

El periodista británico Jimmy Burns Marañón (1953) documenta en Papá espía (Debate) las intrigas de su padre, Tom Burns, para que Franco no se involucrara en la II Guerra Mundial.

¿Por qué marcó tanto la Guerra Civil en Inglaterra?

Desde la revolución rusa no ocurría algo que podía determinar el futuro de Europa. Parte de la intelectualidad pensaba que la solución pasaba por apoyar el marxismo-leninismo y denunciar al fascismo.

Su padre no opinaba así.

Pertenecía a la minoría de los católicos ingleses que, al contrario que en España, se movían fuera del establishment. Cuando estalló la Guerra Civil se quedaron impresionados con la persecución religiosa. Apoyaron a Franco, pero lucharon contra Hitler y eran churchillianos. Sé que a algunos españoles les puede costar entender un personaje así, pero mi libro está escrito con objetividad anglosajona: contar la historia tal y como pasó, no como nos hubiera gustado que ocurriera.

Churchill decidió no intervenir en España.

Su decisión le costó cara a los republicanos. Cuando le visitó el embajador republicano Azcárate dijo “Sangre, sangre, sangre, no quiero más sangre”. Pensaba que si los aliados intervenían España viviría otra baño de sangre.

Su padre intuyó que Franco no uniría su destino al de Hitler.

Franco se consideraba sobre todo un español. Veía la historia de España en términos de cruzadas, conquistadores e imperio. Un nacionalcatolicismo lejano al nazismo.

Franco y Hitler chocaron en Hendaya.

La reunión fue un desastre. Dentro del franquismo había pro nazis, pero también anglófilos, a los que sobornó Inglaterra para asegurar la neutralidad. Cuando EEUU entró en la guerra, Franco jugó las cartas aliadas.

Cuenta que la inteligencia británica infiltró un topo en Hendaya.

Identificado como agente T. Allí sólo había siete personas. He deducido que el topo sólo pudo ser el barón de las Torres, traductor y jefe de protocolo de Franco.

Dice que Franco toleraba el espionaje inglés.

Lo único que preocupaba a Franco, que era un pragmático y un oportunista, era mantenerse en el poder. Mientras británicos o alemanes, cuyas embajadas eran vigiladas, se limitaran a pelearse entre sí sin socavar su poder, no había problema.

La escritura del horror

JESÚS RUIZ MANTILLAEl País 21/02/2010

De Hitler a Stalin. De Franco a Pinochet. Sufrían complejo de inferioridad, problemas con la libido, delirios de grandeza? Los grafólogos definen rasgos comunes en esta colección de fotos con dedicatorias de los grandes sátrapas del siglo XX.

Ojalá el pueblo alemán hubiese hecho caso al grafólogo Ludwig Klages cuando antes de que Adolf Hitler subiera al poder predijo que podría llevarle al desastre. Lo que habrían dado España y los españoles por que las señoritas pretendidas por el mozo Francisco Franco en cartas de amor nos hubieran advertido de su bloqueo afectivo o de sus golpes de irritabilidad. ¿Y si algún italiano a los que Mussolini dedicaba fotos con letra florida y frases grandilocuentes se hubiera dado cuenta a tiempo de que en esa escritura se encerraba un orgullo desmedido? Por no hablar de aquellos rasgos que denunciaban avidez y tendencia a la acaparación en el general Pinochet…

Es tarde ahora para evitar las consecuencias que han asolado durante el siglo XX la moral y parte de la especie por culpa del ensañamiento de varios sátrapas como aquellos tres o también de otros como Stalin y Augusto Pinochet. Pero gracias a las fotografías y las cartas de su puño y letra que se guardan en la Fundación José María Castañé, un auténtico arsenal de historia contemporánea en Madrid, podemos hacernos una idea amplia de sus personalidades enrevesadas.

Por su letra les conoceréis… No encierra secretos para una ciencia como la grafología. Germán Belda García-Fresca, director de Grafostudium y vicepresidente de la Sociedad Española de Grafología, ha estudiado los documentos de la fundación y ha sacado conclusiones interesantes. “Todos ellos presentan rasgos comunes”, asegura este experto. “Son cinco monstruos con líneas similares: hombrecillos con fuertes complejos de inferioridad que buscan desesperadamente demostrar una grandeza de la que carecen”.

Como todo trauma comienza en la infancia, este catálogo de monstruos no iba a ser menos. Los cinco presentan una tremenda influencia a imitar de la figura paterna y graves carencias afectivas por parte materna. “Se observa cierto despecho hacia la madre, no se sentían queridos por ella, lo que tampoco indica que fuera cierto. Se trataba de una percepción muy íntima”, comenta Belda. […]

Foto: Los rasgos de Francisco Franco son curiosos. La letra del dictador español denota austeridad, su frialdad y una tendencia a la vida rutinaria obsesiva. También sufría bloqueos afectivos y su manera de escribir la T indica iracundia y descargas violentas de energía. Era un gran estratega que calculaba bien las consecuencias.-Archivo de la Fundación José María Castañé.

Una de las características del dirigente español era cierta tendencia hacia la frialdad: “Tenía los objetivos muy marcados en la vida. Planificaba perfectamente, era un gran estratega. No ponía énfasis en los ideales ni era amante de los alardes materiales”, comenta el experto. Es algo que también señala Beevor: “De Franco impresiona su sangre fría en su actitud hacia la violencia. La acometía como una estrategia para mantenerse en el poder”. Algo que impresionaba hasta a los propios alemanes. “En 1936, el embajador nazi se mostró impactado cuando en mitad de una cena Franco dio orden de ejecutar a una milicia de mujeres y después siguió comiendo tranquilamente”, comenta Beevor. También su escritura demuestra mucha cerrazón a la hora de reivindicar sus posiciones: “Sus actuaciones parecían desproporcionadas a la hora de defender sus propios intereses”. Todo un mecanismo de defensa que protegía otras carencias. “Su bloqueo afectivo constante, por ejemplo”.

También echaba mano de otros mecanismos psicológicos para combatir eso: “Quitaba lo emocional de en medio con mucha facilidad. Y basaba su día a día en la constancia y una rutina muy fija”. La letra que más le delata en sus peores rasgos es la T. “La lanza demasiado hacia la derecha, con lo que llamamos un golpe de látigo”. Eso indica una clara iracundia y descargas de energía. La P también hace evidentes sus debilidades: “La coloca a menudo por encima de su medida habitual”.

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