“Toda guerra es una puta guerra”

BORJA HERMOSO El País07/05/2010

Dos viñetas del cómic La guerra de las trincheras (1914-1918), de Jacques Tardi.-

Bajo las nubes de gas tóxico, sobre el barro que ahoga las trincheras y entre las ratas gigantescas que imitan a los soldados huyendo del caos, surge un hombrecillo de barba canosa, aspecto entrañable, verbo incendiario y mucha mala leche. Atiende al nombre de Jacques Tardi, tiene 64 años y lleva 40 plasmando en dibujos y textos algo tan odioso y tan banal como el horror de la guerra, “de las putas guerras, porque toda guerra es una puta guerra”, se apresura a remachar, cabreado como una mona.

Hace mucho que Tardi es una de las estrellas indiscutibles del cómic europeo. Y desde ayer, el invitado de honor del 28º Salón del Cómic de Barcelona, donde presenta su última obra, titulada, sí, lo han adivinado, ¡Puta guerra! (Norma), secuela, prolongación o consecuencia lógica, llámesele como se prefiera, de su espeluznante clásico La guerra de las trincheras, publicado en 1993.

La I Guerra Mundial, objeto de ambos volúmenes, es una obsesión para este autor empeñado en desmentir las voces de los prejuiciosos que insisten en ningunear al cómic en tanto que lenguaje narrativo. Esas voces tan solemnes a las que les parece fatal que el “arte secuencial” descrito por Will Eisner en 1985 y cuyos orígenes se remontan a las tiras cómicas de la prensa popular estadounidense de los primeros años del siglo XX encuentre su lugar bajo el sol en librerías (fenómeno creciente) y en medios de masas.

A lo que vamos: Jacques Tardi encuentra su medio camino entre las prescindibles solemnidades de uno y otro bando en esto de los tebeos, y explica: “Ya es tarde para despreciar al cómic como género, está ahí desde hace tiempo y es indiscutible su potencia y eficacia narrativa; si el cómic es un arte o no, si es arte menor o mayor, o si se llama tebeo, cómic o novela gráfica, me da exactamente igual, no me interesa nada el debate, sólo el placer que experimento ejerciendo el oficio”.

¿Y cómo ejerce ese oficio en un país como el suyo, Francia, donde los grandes autores llegan a convertirse en auténticas estrellas en vez de tener que emigrar o dedicarse a la publicidad o al ostracismo, como ocurre en España?: “Por la mañana me levanto, me siento en la mesa de dibujo, veo lo que hice la noche anterior, me rasco la cabeza, pienso si está bien o si hay que repetirlo o retocarlo, y así paso mis días… sin que nadie me toque las narices”.

Él supo lo que quería ser -pensador y dibujante de tebeos- muy de pequeñito, quizá porque enseguida le vio a la cosa un aire de contracorriente: “Durante mucho tiempo también hubo en Francia ese desprecio al medio; cuando yo iba al cole tenía un profesor que se divertía destrozando en el estrado delante de toda la clase los tebeos que encontraba en mi carpeta… y un buen día me dije: ‘Coño, a lo mejor es que los tebeos son algo subersivo’, y me dije también: ‘Coño, esto puede ser una profesión”.

Las aventuras extraordinarias de Adèle Blanc-Sec es la otra cara de Jacques Tardi y, para muchos de sus seguidores, la preferida: un homenaje a la literatura popular y a las viejas novelas por entregas. “Es mi vuelta a la infancia, un psicólogo diría que es como una regresión. Yo soy el único guionista y me tomo una libertad total, no es como con las historias de la guerra, en las que procuro ser fiel a la realidad histórica”.

Pero son las historias sobre la I Guerra Mundial -nacidas de la experiencia personal de su abuelo en las trincheras del norte de Francia- las que le catapultaron hace tiempo al Olimpo de la historieta europea, en una veta de fondo y forma situada más o menos en las Antípodas del mundo de los superhéroes a la salsa Marvel y del manga nipón. Pero a este señor de vocación libertaria los problemas le llovieron pronto: “El primer guión que le propuse a René Goscinny para la revista Pilote, año 72, creo recordar, era una historia de seis o siete páginas sobre la I Guerra Mundial… ¡No entendió nada! Lo rechazó porque pensó que me quería reír de los soldados muertos”.

El cine de Abel Gance, Chaplin o Kubrick (Senderos de gloria se cita como influencia básica en La guerra de las trincheras) y la literatura de Hemingway, Dalton Trumbo o Louis-Ferdinand Céline (de quien ilustró para Gallimard El viaje al final de la noche, de la que le acaban de proponer hacer una versión en dibujos animados) sobrevuelan las historias de Tardi sobre “la puta guerra”.

Esa guerra que él sitúa como principio y fin de casi todo lo que es el género humano: “Es lo que define el mundo en el que hoy vivimos, sin ella no se entiende nada de la II Guerra Mundial ni de lo que vino después… es el fomento del odio al otro, es comprobar que si a alguien le das un uniforme lo conviertes en asesino en potencia”. Tardi, un señor armado hasta los dientes con lápiz y papel. Un tipo al que le gusta repetir: “Quiero a los pobres hombres, odio a los generales”.

Los soldados de Tardi aguardan en el refugio

Badalona y el Salón del Cómic dedican una exposición al historietista francés y los horrores de la guerra

FERMÍN ROBLES El País05/05/2010

Badalona y el Salón del Cómic dedican una exposición al historietista francés y los horrores de la guerra

El miedo para Jacques Tardi tiene cara de soldado raso, con el casco calado, la mirada perdida y el rostro cadavérico. En la obra del veterano historietista francés (Valence, 1946), las atrocidades de la I Guerra Mundial son un tema casi omnipresente. Porque más que las gestas militares, Tardi quiere retratar la absurdidad del conflicto y las historias a pie de trinchera en un cómic claramente antimilitarista y bien documentado gracias a la colaboración con el historiador Jean Pierre Verney, que hace ya más de 30 años que dura.

Sus personajes, los protagonistas de cómics como Puta guerra! -cuya versión integral presentará el autor en el Salón del Cómic que arranca mañana, donde será la principal atracción- o La guerra de las trincheras, han encontrado donde resguardarse estos días: la muestra que la sala de exposiciones El Refugi -situada en un antiguo refugio antiaéreo de la Guerra Civil- le dedica en Badalona hasta el 30 de mayo, en colaboración con el propio salón. Para la ciudad, que acogerá el futuro Museo del Cómic de Cataluña, es una gran ocasión para ir abriendo boca y reivindicar ya el noveno arte.

Tardi ha sido el encargado de presentar sus propias láminas. “Yo planteó preguntas porque no he encontrado respuestas sobre la guerra. ¿Por qué no había más combatientes que desertaban? Algunos historiadores presentan al soldado como alguien que lucha convencido por unos ideales. Se han inventado el concepto de sacrificio colectivo, que para mí es poesía pura”, señala irónico el autor, hijo de un militar. “Lo que yo quiero es mostrar al pobre tío que está en el frente, que pasa frío bajo la tempestad y quiere volver a casa. Nada de superhéroes, yo tengo más capacidad para identificarme con el que sufre. Por eso he querido mostrar la miseria del día a día en las trincheras”, explica Tardi ante sus viñetas, que en ocasiones no ahorran en realismo y muestran las ratas y el agua putrefacta en la que se hincaban las botas de los soldados. Esos a los que las balas sí alcanzaban. “Es un tema del que no intento huir, hace unos 40 años que me dedico”.

Las historietas de Tardi son una manera de volver a la Primera Gran Guerra. El dibujante cuenta en su trabajo con la ayuda del historiador Jean-Pierre Verney, que cuenta que a menudo viaja con Tardi sobre el terreno de las batallas. “Compartimos indignaciones comunes. La guerra del 14 fue la negación de los derechos humanos”, dice Verney. “Para dibujar sus viñetas, Jacques necesita fotografías, objetos, documentos… Eso es lo que procuro aportarle y así conseguimos reconstruir como era la estación de Berlín, por ejemplo, que quedó arrasada por los bombardeos”. Aunque más allá de la rigurosidad histórica del álbum, lo más estremecedor de libros como Puta guerra! es la mirada imborrable del soldado, algo común seguramente a muchos conflictos.

La guerra de las trincheras- TARDI