Dos mundos juntos

ANA RODRÍGUEZ FISCHER El País – 27/03/2010

Narrativa. Un viaje aéreo de Bilbao a Nueva York realizado en el otoño de 2008 sirve para articular la novela con la que Kirmen Uribe obtuvo el Premio Nacional de Narrativa 2009, Bilbao-New York-Bilbao. Tal motivo, en sí mismo casi insignificante, le permite al narrador (figura que es un claro trasunto del autor) registrar el presente que le rodea (un paisaje exterior casi todo él anónimo, y anodino y previsible) y, al par, abrir estas páginas al mundo de la memoria y los recuerdos, personales -“buscamos restos de cosas en nuestro interior”-, familiares y colectivos, introduciendo así un buen número de historias y pequeños sucesos, de personajes y de vidas que se relacionan entre sí a partir de una polaridad muy interesante. Si titulo esta reseña “Dos mundos juntos” es por anticipar la ley compositiva de Bilbao-New York-Bilbao, cuyo proceso de escritura también queda evocado en breves pasajes de índole metanarrativa. Si en Las Meninas Velázquez pinta lo que hay detrás de un cuadro y nos muestra cómo se pintaba un lienzo en su época, revelando el artefacto, también el narrador-autor desvela los distintos pasos que se dan en la escritura de una novela y nos cuenta cómo la ha ido escribiendo, incluidas las dudas y las posibilidades desechadas. Uribe parte de un propósito muy concreto, novelar el mundo familiar (en especial la rama paterna) persiguiendo inicialmente descubrir un enigma -por qué el barco del abuelo Liborio se llamaba Dos amigos-, convencido de que tras ese dato se ocultaba algo -acaso una novela sobre el mundo del mar y de los pescadores-, o simplemente contar un suceso chocante: de cómo su abuelo, al saber que le quedaban unos meses de vida, lleva a su nuera al Museo de Bellas Artes de Bilbao y le muestra el mural que Aurelio Arteta pintó para el salón de la casa del arquitecto Ricardo Bastida en el verano de 1922, un cuadro donde se aprecia “el paso del mundo antiguo al nuevo”, el contraste entre el mundo rural y agrario y el mundo urbano y moderno. La polaridad Modernidad y Tradición, Burguesía y Pueblo, Arte y Artesanía u Oficio… articula estas primeras páginas de la novela, mostrando la coexistencia de dos mundos diversos, que se juntan y a la vez se excluyen. Dos mundos que recorren un siglo -desde el naufragio de 1908 al otoño del presente narrativo- y se extienden desde Bilbao a Nueva Cork o desde Ondarroa a la isla de Rockall, donde faenan los marineros vascos. La polaridad es la línea axial de toda la obra, ramificada hasta posibilidades incalculables, pues en su investigación el narrador irá haciendo acopio de un buen número de materiales de todo tipo -cartas, diarios, filmaciones, fotos, leyendas populares, testimonios orales, recuerdos, poemas, información procedente de Internet- que se ensamblan en la novela al modo de un collage, y vertebran un relato en el que la fragmentación y la yuxtaposición y la alternancia tienen sus notas más destacadas. Así, lo que en una típica novela-saga al modo del siglo XIX daría lugar a un volumen de unos cuantos cientos de páginas, en Bilbao-New YorkBilbao la historia de tres generaciones distintas de una misma familia queda reducida a lo esencial, dejando que el lector componga -o recomponga y ordene- la línea del continuum argumental o intuya o complete o desarrolle algunos episodios de los que se muestra sólo lo esencial. Como en Las Meninas, “la propia novela no aparecería en la novela”. Kirmen Uribe trabaja con los materiales de la tradición propia sin renunciar a incorporarle lo legado por otras o los nuevos procedimientos del presente en el que vive, que en última instancia servirán para abrir las ventanas de esa casa. –

Kirmen Uribe: Bilbao-New York-Bilbao. Traducción de Ana Arregui. Barcelona, Seix Barral, 2010.

Original en euskera publicado por Elkar. San Sebastián, 2008.

En gallego: Vigo, Xerais, 2010. Traducción de Isaac Xubín.

En catalán: Barcelona, Edicions 62, 2010. Traducción de Pau Joan Hernàndez.


“La Guerra Civil fue entre vascos, no una invasión”

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS El País18/02/2010

Foto: Kirmen Uribe, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.- CLAUDIO ÁLVAREZ

Cuando en octubre pasado Kirmen Uribe recibió el Premio Nacional de Literatura por Bilbao-New York-Bilbao, su novela no tenía editor en castellano pese a haber ganado el Premio de la Crítica en euskera y vendido en esa lengua 8.000 ejemplares, una cifra importante para cualquier libro y casi un hito en una comunidad de lectores estimada en 250.000 personas. Tres meses después, Bilbao-New York-Bilbao, traducida por Ana Arregi, aparece en Seix Barral.

En una cafetería de Madrid desde la que se ve un edificio del arquitecto Ricardo Bastida, uno de los “personajes” de su novela, Uribe (Ondarroa, Vizcaya, 1970) se sacude tanto las grandes cifras como los 15 minutos de fama que le cayeron encima el día en que Patxi López leyó un poema suyo en su toma de posesión como lehendakari: “Hay que poner las cosas en su medida. Yo creo que lo que quería era leer un texto en euskera de un autor joven, no algo mío en concreto”. Él, no obstante, no era ningún desconocido. Aquel poema, Mayo, está incluido en Mientras tanto dame la mano (Visor), Premio de la Crítica en 2002.

Lejos de ser una “novela de poeta”, Bilbao-New York-Bilbao narra un vuelo entre las dos ciudades del título durante el que se intercalan historias sacadas de la tradición oral, de la memoria familiar del autor o de su correo electrónico. “La novela trata de abrir formas”, dice el escritor, “pero lo ideal es que el lector no repare en eso, igual que cuando uno ve el Guernica lo que hace es emocionarse, no ponerse a teorizar sobre el cubismo”.

El cuadro de Picasso es, de hecho, uno de los ladrillos con los que Uribe ha construido una obra llena de preguntas como ésta: “¿Por qué apoyó a Franco un hombre de Ondarroa que casi no hablaba castellano?”. Aquel hombre era su abuelo, alguien que ilustra bien una idea que recorre la novela: el corazón está por encima de las ideas. “Aunque me pesara, necesitaba verbalizar que uno de mis abuelos -por cobardía, por interés, no sé por qué- optó por el bando incorrecto, no seguir obviando una realidad tantas veces silenciada: la Guerra Civil fue también una guerra entre vascos, no una invasión de los franquistas”, afirma. “Decirlo nos viene bien. Creo que mi generación, la de los nietos, va a hablar de la guerra de otra manera, asumiendo las culpas de nuestros abuelos. Para empezar a cerrar heridas hay que admitir lo que se hizo y quién lo hizo”, continúa.

Kirmen Uribe viene de una familia de marinos y Bilbao-New York-Bilbao es también un libro sobre el mar que habla sin nostalgia de un mundo a punto de desaparecer. “He querido desmitificar la tradición porque la memoria, la individual y la colectiva, es muy engañosa. Se magnifica el pasado para hacer reivindicaciones en el presente”. ¿Cómo luchar contra esa manipulación? “Mostrando las cosas a su tamaño real”. Por eso retoma en la novela la escena de su abuelo paterno, enfermo ya, escuchando cómo su abuela materna, “nacionalista confesa”, le leía cada tarde la prensa franquista: “La gente sabe diferenciar entre los discursos y las relaciones personales. Al final, cualquier conflicto se soluciona en base a eso. El peligro es que la persona se convierta en grupo, por eso quería volver a la persona”.