‘La vida de los otros’, en versión real

El Encuentro de Centros de Memoria Histórica evoca con testimonios y cifras la represión en la ex Europa comunista – Las atrocidades de la Stasi, al descubierto

TEREIXA CONSTENLA El País28/04/2010

Soldados de la RDA cargan con el cuerpo de Peter Fechter, a quien mataron ante el muro de Berlín.- EFE

Ulrich Mühe murió en 2007, tras haber rozado una sarcástica gloria. Un año antes había sido encumbrado por su interpretación de un eficaz capitán de la Stasi, la ubicua policía secreta de la República Democrática Alemana, que debía espiar a una pareja de artistas. En el filme, La vida de los otros, el capitán lograba convertir a la espiada en espía del régimen. Una más. La película logró el Oscar y miles de aplausos. Mühe estaba impresionante. Hasta aquí la gloria. ¿Cuál era el sarcasmo? Que la primera esposa del actor había colaborado con la Stasi en el pasado.

Lo único bueno de los archivos de la Stasi es que existen. Cualquier alemán tiene derecho a consultar si hay información sobre él y quién la proporcionó. Y vaya si quieren. Más de 2,6 millones de personas han escrutado los fondos para averiguar si fueron espiados y por quiénes desde que se abrieron los archivos del régimen comunista, en 1992. Contra algunos temores apocalípticos, el ansia de saber no iba de la mano del afán de venganza. “No conocemos ni un solo acto violento de una víctima contra su acusador”, dijo ayer Helge Heidemeyer, representante del Comisionado Federal de Documentos de la Stasi, en el II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Histórica, que se celebra en Salamanca.

La Stasi fue puntillosa, obsesiva. Puestos en fila, sus archivos ocuparían 51 kilómetros. En aquel universo cerrado que todo lo oía, la desconfianza se convirtió en un arma de supervivencia. “Enfrentarse al pasado a veces es doloroso y emotivo, pero pone su vida en sus manos. Ahora ya saben quién espiaba y quién no, pueden probar si han sido víctimas de la Stasi y rehabilitar su nombre si no colaboraron”, contó Heidemeyer.

Porque Alemania oriental pareció durante unos años un país de espías. Hasta 174.000 personas colaboraron con la policía comunista en 1989, justo antes de la caída del muro de Berlín. Ese mismo año, en Polonia, los “soplones” no llegaban a los 100.000, según datos aportados ayer por Krzysztof Persak, del Instituto Nacional de la Memoria de Polonia.

El encuentro, que organiza por segunda ocasión el Centro Documental de la Memoria Histórica, pone en su sitio a los archivos, un arma incontestable contra la reescritura histórica o la tentación del silencio. Ya lo avisó el poeta Juan Gelman: “Desaparecen los dictadores de la escena y aparecen inmediatamente los organizadores del olvido”. En las oficinas de la Stasi lo hicieron a la carrera destruyendo documentos y grabaciones con cualquier método. “Los quemaron, le echaron agua y también los hicieron trizas con las manos, pero no fueron destruidos por completo”, contó Heidemeyer. Son el grupo de los “predestruidos”. Ocupan unas 15.500 cajas. Ya han logrado rehacerse 40.000 páginas. Gracias a lo recuperado se ha desenmascarado algún cargo parlamentario que negaba haber colaborado con la policía secreta.

La transparencia del Comisionado Federal de Documentos de la Stasi sirvió de guía para otros países de pasado comunista como Polonia, que comenzó a ajustar cuentas con su historia reciente en 2000, con la creación del Instituto Nacional de la Memoria. “Durante la transición se consideró agitadores a quienes pedían abrir los archivos y se destruyeron muchos documentos”, contó Krzysztof Persak, investigador e integrante de la Comisión para la Persecución de Crímenes contra la Nación Polaca.

El Instituto Nacional de la Memoria, además de custodiar 89 kilómetros de archivos de servicios represivos de la era comunista, promueve investigaciones penales y ha acusado a 400 personas por crímenes, torturas o detenciones. “El problema es llevar ante la justicia a los jueces militares que firmaron condenas de muerte, porque se tapan entre ellos”, lamentó Persak.

Las deportaciones masivas a la URSS o las limpiezas étnicas contra polacos cometidas por nacionalistas ucranios son algunos de los asuntos que investiga el instituto, cuyo director falleció en el accidente aéreo en el que perecieron numerosas autoridades de Polonia, incluido su presidente Lech Kaczynski, justo cuando viajaban hacia Rusia para participar en un acto de desagravio por la matanza de Katyn. La URSS, responsable de aquella matanza de 22.000 polacos, negó su participación e incluso permitió que el tribunal de Núremberg juzgase por ello a varios oficiales nazis, finalmente, absueltos.

La farsa se destapó en 1990 gracias al presidente Mijaíl Gorbachov, que entregó a su colega polaco Jaruzelski la lista de los fusilados y otros documentos. Las investigaciones iniciadas entonces se cortaron en seco en 2004, bajo el mandato de Putin, cuando se ordenó declarar secreto de Estado 116 de los 183 tomos de la investigación. De nuevo, los organizadores de olvido.

A veces reaparecen sobre terreno ganado. El Tribunal Constitucional de Rumania declaró inconstitucional la ley que desnudaba la represión del régimen de Nicolae Ceausescu. “Contenía veneno”, opinó el tribunal. Dragos Petrescu, del Consejo Nacional para el Estudio de los Archivos de la Securitate, desveló la clave: “Los jueces del Constitucional necesitan tener más de 15 años de experiencia. ¡Habían accedido durante el antiguo régimen!”. En Rumania, la colaboración con la Securitate no era obligatoria, pero se incentivaba gracias al chantaje y a las prebendas como la autorización para viajar a Occidente. Lo vital y complejo que resultaba salir del país se aprecia con nitidez en la película Cómo celebré el fin del mundo (2006), en la que un niño de siete años, Lalalilu, planea asesinar al dictador para impedir que su hermana huya de Bucarest en 1989.

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Represión con nombres y apellidos

– Un encuentro internacional analiza en Salamanca el papel de los archivos para resarcir a las víctimas de las dictaduras comunistas

República Democrática Alemana. El Comisionado Federal de Documentos de la Stasi, que tiene 90 millones de euros y una plantilla de 1.700 trabajadores, guarda 31.000 grabaciones y 1,4 millones de documentos gráficos captados por la Stasi.

Polonia. El Instituto Nacional de la Memoria dispuso de 53 millones de euros en 2009. Emplea a 2.170 personas. Unas 200.000 personas han consultado los archivos de la represión.

Rumania. El Consejo Nacional para el Estudio de los Archivos de la Securitate custodia 1,8 millones de volúmenes de los servicios secretos de entre 1945 y 1989.

La herida abierta de Katyn

Rusia tiende la mano a Polonia con la emisión de la película de Wajda sobre la matanza de 22.000 polacos en 1940 – Putin visitará el monumento a las víctimas

PILAR BONET El País04/04/2010

Rusia tuvo el viernes un pequeño gesto de acercamiento a Polonia al difundir por la televisión la película Katyn, de Andrzej Wajda, sobre el exterminio de la élite militar polaca por el régimen estalinista en el bosque de ese nombre en Smolensk, en el territorio ruso de la URSS. Con la proyección de la cinta por el canal Kultura quedó satisfecho en parte uno de los deseos del gran director de cine polaco, cuyo padre fue una de las víctimas de los fusilamientos realizados por el NKVD (entidad precursora del KGB) en 1939-1940, tras el reparto de Polonia entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. En virtud de una orden del Politburó, de la que se cumplieron 70 años el 5 de marzo, fueron asesinados casi 22.000 militares polacos, y sus familias recluidas en campos de prisioneros en diversos territorios de la URSS (incluido Katyn) en Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

El 7 de abril, el jefe del Gobierno ruso, Vladímir Putin, y su homólogo polaco, Donald Tusk, visitarán juntos el monumento dedicado a las víctimas de Katyn, al oeste de Moscú. La iniciativa de esta visita sin precedentes corresponde a Putin.

Durante medio siglo, la URSS culpó de la matanza de Katyn a la Gestapo, pero en 1990 el presidente Mijaíl Gorbachov entregó a su colega polaco Wojciech Jaruzelski la lista de los fusilados y otros documentos, y se abrió una causa criminal. Las investigaciones iniciadas entonces se cerraron en 2004, durante la presidencia de Vladímir Putin, en virtud de una disposición secreta de la fiscalía militar. La matanza de Katyn enturbia las relaciones entre Varsovia y Moscú y es un enorme obstáculo para crear un clima de confianza entre dos vecinos.

Kultura es un canal dirigido a un público intelectual y tiene una audiencia inferior a la de otros canales nacionales. Sin embargo, la proyección de Katyn, que fue programada la víspera, saturó su página web y se convirtió de inmediato en uno de los asuntos más debatidos de la noche en el Internet ruso. A la proyección, que sólo puede haberse producido por orden del Kremlin, siguió una mesa redonda con políticos, historiadores y el cineasta Nikita Mijalkov. Desde distintas posiciones, todos los participantes reconocieron como un hecho incuestionable que Katyn fue un crimen perpetrado por el estalinismo. Konstantin Kosachov, el jefe del comité internacional de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento), admitió que sólo la “total publicación” de los muchos documentos aún secretos dará respuesta a las necesidades emotivas de los polacos.

Kosachov es figura influyente en el partido gubernamental y sus palabras parecen indicar que Vladímir Putin podría dar una muestra de buena voluntad a Polonia, facilitando la apertura de los archivos.

En Rusia, Katyn se había proyectado en sesiones restringidas, una de las cuales, en marzo de 2008, fue organizada en Moscú por Memorial -la ONG que vela contra el olvido del estalinismo-, con asistencia del mismo Wajda. En una sala atiborrada, el cineasta dijo que deseaba acceder a los documentos sobre el destino de su padre y conseguir la proyección comercial y televisiva de Katyn en Rusia.

De los 183 tomos de la investigación sobre Katyn, nada menos que 116 han sido declarados secreto de Estado, y el delito ha sido trivializado, al ser calificado como “un abuso de poder con graves consecuencias y circunstancias agravantes”. La fiscalía militar se ha negado a examinar las peticiones de Memorial para rehabilitar a las víctimas.

En 2005, el Parlamento polaco exigió que el fusilamiento de Katyn fuera reconocido como un acto de genocidio. Parientes de las víctimas se dirigieron al Tribunal de Estrasburgo para pedir que Rusia reconozca su responsabilidad jurídica, acepte la calificación de genocidio y se disculpe, cosa que ya hizo el presidente Borís Yeltsin al hincarse de rodillas en Varsovia en 1993. Polonia no excluye reclamaciones de sus ciudadanos a Rusia, en tanto que heredera de la URSS.

“La proyección de la cinta es positiva, pero parece más bien un gesto simbólico para desviar la atención y agradar a los polacos sin tener que dar pasos prácticos”, manifestó Nikita Petróv, de Memorial. Esta organización ha exigido que se den los nombres de los culpables de la matanza, que se califique el asesinato como crimen contra la humanidad y que los muertos sean declarados víctimas de la represión política estalinista. También quiere que se publiquen los documentos, incluida la disposición secreta mediante la cual la fiscalía rusa dio por concluido el caso en 2004.

“El crimen de Katyn no sólo es el asesinato de casi 22.000 polacos, sino medio siglo de mentiras y falsificaciones, durante el cual la URSS, pese a los hechos evidentes, negó su responsabilidad por el exterminio de prisioneros políticos y trató de convencer a todo el mundo y a sus propios ciudadanos de que el crimen era del nazismo”, afirmaba Memorial en una carta dirigida al presidente Dmitri Medvédev. “Los intentos de resucitar la versión falsificada de Stalin se emprenden no sólo en la prensa sensacionalista, sino desde el Parlamento. Como resultado, la sombra de los delitos y la mentira del régimen estalinista gravitan sobre la Rusia de hoy”, señalaba Memorial.

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Trailer de la película Katyn (2007), de Andrzej Wajda:

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=XUhBB3FgslI]