“No entiendo el castigo a Garzón por rastrear la memoria”

JUAN CRUZ El País – 28/04/2010

Gelman vive comprometido con la búsqueda de desaparecidos.- G. LEJARCEGI

Juan Gelman, el poeta argentino, cumple 80 años el 3 de mayo. Parece que tiene 32 menos.

Hay algo de radiante en él, y en su esposa, Mara La Madrid, psicoanalista, o, como ella dice, “speakanalista”.

Ambos celebran, con una alegría muy privada, algo que ocurrió en 2000 y cambió sus vidas. Luego él ganó el Cervantes, publicó más libros, pero como aquello no hubo nada, ni habrá nada.

Él lo relata ahora, en este desayuno frugal, como si lo estuviera diciendo por vez primera. Mara le aporta algún dato, y explica: “Para él es tan emocionante; cualquier palabra se le quiebra mientras lo dice”.

Fue el año 2000, cuando los esfuerzos, sobre todo de Mara, dieron el fruto de encontrar a la nieta de Juan, que nació del matrimonio de su hijo y de María Claudia García Iruretagoyena, secuestrados y asesinados por los militares argentinos en 1976. María Claudia estaba embarazada. Se supo que de ese embarazo nació “un baby”, hasta ahí llegaron las noticias. Juan desgrana el proceso de la búsqueda, que duró tres años. Con los primeros indicios, Mara y él vinieron a ver al juez Garzón; tocaron en el Vaticano, en el Gobierno uruguayo, pero en todas partes sólo había hilillos y desesperanzas.

Hasta que en el año 2000 las evidencias les llevaron a Uruguay. Una gran campaña, organizada a partir de la generosidad de sus amigos José Saramago y Eduardo Galeano, alertó como una campana universal, y llegó a los oídos de alguien que había oído…, y así sucesivamente.

El encuentro con la nieta (primero en la residencia del obispo de San José, Uruguay, que ayudó, y después, casi clandestinamente, en la casa de Galeano) fue a tientas, casi, porque había que establecer todos los elementos analíticos que añadieran ciencia al convencimiento. Antes de ese encuentro, Gelman relataba esa búsqueda como si los ojos se le fueran a salir, con las lágrimas, de las órbitas. Su camisa blanca, las flores amarillas de la mesa, la sonrisa de Mara pespunteando las erratas del relato…, todo conspira para que en esa mirada haya ahora una sonrisa que todavía abraza el momento del reencuentro definitivo con quien para él (y para muchos) fue símbolo de la supervivencia frente a la barbarie. Macarena Gelman, la nieta, que ahora tiene 32 años.

Detrás de esa búsqueda han nacido muchos símbolos y su decidida defensa, también, de los que buscan en otros lugares a sus desaparecidos. Esa actitud fue la que le llevó a escribir en este periódico, el 12 de febrero, un artículo breve sobre lo que sucede con el juez Garzón. Gelman tituló: No se entiende nada. Ayer le preguntamos, cuando ya ha consumido su sexto cigarrillo, si ahora entiende. Y dijo: “Sigo sin entender nada. No se entiende que se pretenda castigar a un juez que está buscando la memoria de una nación, necesaria para la construcción de una ciudadanía de memoria sana, capaz de construir hacia adelante, a partir de la conciencia de lo ocurrido”.

Ha consumido su zumo, sus frutas, y nosotros le hemos mirado hablar. No hemos dicho nada de la comida, Juan, le decimos. “Di que desayuno así, casi nada. Y que en España me gusta el jamón”. ¿Y además? “Y además, el jamón”. Hay en su mirada, ahora, un alivio que se parece a la alegría.

‘La vida de los otros’, en versión real

El Encuentro de Centros de Memoria Histórica evoca con testimonios y cifras la represión en la ex Europa comunista – Las atrocidades de la Stasi, al descubierto

TEREIXA CONSTENLA El País28/04/2010

Soldados de la RDA cargan con el cuerpo de Peter Fechter, a quien mataron ante el muro de Berlín.- EFE

Ulrich Mühe murió en 2007, tras haber rozado una sarcástica gloria. Un año antes había sido encumbrado por su interpretación de un eficaz capitán de la Stasi, la ubicua policía secreta de la República Democrática Alemana, que debía espiar a una pareja de artistas. En el filme, La vida de los otros, el capitán lograba convertir a la espiada en espía del régimen. Una más. La película logró el Oscar y miles de aplausos. Mühe estaba impresionante. Hasta aquí la gloria. ¿Cuál era el sarcasmo? Que la primera esposa del actor había colaborado con la Stasi en el pasado.

Lo único bueno de los archivos de la Stasi es que existen. Cualquier alemán tiene derecho a consultar si hay información sobre él y quién la proporcionó. Y vaya si quieren. Más de 2,6 millones de personas han escrutado los fondos para averiguar si fueron espiados y por quiénes desde que se abrieron los archivos del régimen comunista, en 1992. Contra algunos temores apocalípticos, el ansia de saber no iba de la mano del afán de venganza. “No conocemos ni un solo acto violento de una víctima contra su acusador”, dijo ayer Helge Heidemeyer, representante del Comisionado Federal de Documentos de la Stasi, en el II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Histórica, que se celebra en Salamanca.

La Stasi fue puntillosa, obsesiva. Puestos en fila, sus archivos ocuparían 51 kilómetros. En aquel universo cerrado que todo lo oía, la desconfianza se convirtió en un arma de supervivencia. “Enfrentarse al pasado a veces es doloroso y emotivo, pero pone su vida en sus manos. Ahora ya saben quién espiaba y quién no, pueden probar si han sido víctimas de la Stasi y rehabilitar su nombre si no colaboraron”, contó Heidemeyer.

Porque Alemania oriental pareció durante unos años un país de espías. Hasta 174.000 personas colaboraron con la policía comunista en 1989, justo antes de la caída del muro de Berlín. Ese mismo año, en Polonia, los “soplones” no llegaban a los 100.000, según datos aportados ayer por Krzysztof Persak, del Instituto Nacional de la Memoria de Polonia.

El encuentro, que organiza por segunda ocasión el Centro Documental de la Memoria Histórica, pone en su sitio a los archivos, un arma incontestable contra la reescritura histórica o la tentación del silencio. Ya lo avisó el poeta Juan Gelman: “Desaparecen los dictadores de la escena y aparecen inmediatamente los organizadores del olvido”. En las oficinas de la Stasi lo hicieron a la carrera destruyendo documentos y grabaciones con cualquier método. “Los quemaron, le echaron agua y también los hicieron trizas con las manos, pero no fueron destruidos por completo”, contó Heidemeyer. Son el grupo de los “predestruidos”. Ocupan unas 15.500 cajas. Ya han logrado rehacerse 40.000 páginas. Gracias a lo recuperado se ha desenmascarado algún cargo parlamentario que negaba haber colaborado con la policía secreta.

La transparencia del Comisionado Federal de Documentos de la Stasi sirvió de guía para otros países de pasado comunista como Polonia, que comenzó a ajustar cuentas con su historia reciente en 2000, con la creación del Instituto Nacional de la Memoria. “Durante la transición se consideró agitadores a quienes pedían abrir los archivos y se destruyeron muchos documentos”, contó Krzysztof Persak, investigador e integrante de la Comisión para la Persecución de Crímenes contra la Nación Polaca.

El Instituto Nacional de la Memoria, además de custodiar 89 kilómetros de archivos de servicios represivos de la era comunista, promueve investigaciones penales y ha acusado a 400 personas por crímenes, torturas o detenciones. “El problema es llevar ante la justicia a los jueces militares que firmaron condenas de muerte, porque se tapan entre ellos”, lamentó Persak.

Las deportaciones masivas a la URSS o las limpiezas étnicas contra polacos cometidas por nacionalistas ucranios son algunos de los asuntos que investiga el instituto, cuyo director falleció en el accidente aéreo en el que perecieron numerosas autoridades de Polonia, incluido su presidente Lech Kaczynski, justo cuando viajaban hacia Rusia para participar en un acto de desagravio por la matanza de Katyn. La URSS, responsable de aquella matanza de 22.000 polacos, negó su participación e incluso permitió que el tribunal de Núremberg juzgase por ello a varios oficiales nazis, finalmente, absueltos.

La farsa se destapó en 1990 gracias al presidente Mijaíl Gorbachov, que entregó a su colega polaco Jaruzelski la lista de los fusilados y otros documentos. Las investigaciones iniciadas entonces se cortaron en seco en 2004, bajo el mandato de Putin, cuando se ordenó declarar secreto de Estado 116 de los 183 tomos de la investigación. De nuevo, los organizadores de olvido.

A veces reaparecen sobre terreno ganado. El Tribunal Constitucional de Rumania declaró inconstitucional la ley que desnudaba la represión del régimen de Nicolae Ceausescu. “Contenía veneno”, opinó el tribunal. Dragos Petrescu, del Consejo Nacional para el Estudio de los Archivos de la Securitate, desveló la clave: “Los jueces del Constitucional necesitan tener más de 15 años de experiencia. ¡Habían accedido durante el antiguo régimen!”. En Rumania, la colaboración con la Securitate no era obligatoria, pero se incentivaba gracias al chantaje y a las prebendas como la autorización para viajar a Occidente. Lo vital y complejo que resultaba salir del país se aprecia con nitidez en la película Cómo celebré el fin del mundo (2006), en la que un niño de siete años, Lalalilu, planea asesinar al dictador para impedir que su hermana huya de Bucarest en 1989.

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Represión con nombres y apellidos

– Un encuentro internacional analiza en Salamanca el papel de los archivos para resarcir a las víctimas de las dictaduras comunistas

República Democrática Alemana. El Comisionado Federal de Documentos de la Stasi, que tiene 90 millones de euros y una plantilla de 1.700 trabajadores, guarda 31.000 grabaciones y 1,4 millones de documentos gráficos captados por la Stasi.

Polonia. El Instituto Nacional de la Memoria dispuso de 53 millones de euros en 2009. Emplea a 2.170 personas. Unas 200.000 personas han consultado los archivos de la represión.

Rumania. El Consejo Nacional para el Estudio de los Archivos de la Securitate custodia 1,8 millones de volúmenes de los servicios secretos de entre 1945 y 1989.

Varela retrasa su decisión sobre la recusación de Garzón

El juez de la Audiencia le achaca “tener interés en la causa” y parcialidad

JOSÉ YOLDI El País27/04/2010

El juez del Tribunal Supremo Luciano Varela aplazó este martes pronunciarse sobre la recusación que Baltasar Garzón presentó en su contra el pasado viernes. El juez de la Audiencia Nacional achaca a Varela “tener interés directo o indirecto en el pleito” que instruye contra él por investigar los crímenes del franquismo.

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Amnistía a los franquistas

MIGUEL ÁNGEL AGUILAR – El País –  27/04/2010

Estamos dispuestos a pulverizar nuestros logros cualesquiera que sean, parecemos imbuidos del entusiasmo por el desastre, vamos encaminados hacia el triunfalismo de la catástrofe, que el fatalismo considera inscrito en el ADN de nuestra historia. Incapaces de concedernos la más mínima tregua para asimilar éxito alguno, después de haber servido de modelo a tantas otras transiciones de países europeos y americanos, ahora, agarrados a las vicisitudes que afectan al juez campeador Baltasar Garzón, se diría que por fin nos mostramos todos decididos a abominar de aquel periodo en el que los españoles decidimos reconciliarnos. Lo hicimos contra todo pronóstico y para desdicha de los hispanistas, dispuestos a narrar de nuevo nuestras desventuras guerracivilistas y obtener así valiosos méritos académicos y lucrativos éxitos editoriales.

La salud de Franco entraba en barrena. Pero aún con fuerzas para dar el enterado a los cinco fusilamientos del 27 de septiembre de 1975, uno de sus últimos actos conscientes. Revalidaba así el prestigio del terror que había sido cimiento y referencia de aquel régimen. Era también en el ámbito personal el regreso a los orígenes, la recuperación del arte de fusilar, que ensayó por vez primera en la Legión, al ejecutar a uno de los que instruía en 1920. Expertos de diferente extracción pensaban, conforme a la inercia de tantos desatinos, que se desatarían nuestras pasiones mediterráneas, que prevalecería nuestra exasperación unamuniana y brindaríamos un nuevo espectáculo de enfrentamiento cainita. Pero los españoles dimos la sorpresa y adoptamos el comportamiento frío propio de los ribereños del Báltico. Optamos por el discurso del método, convencidos de que el procedimiento prejuzga el resultado.

El bando franquista ya se había escindido como reacción a lo sucedido en Portugal con la caída del salazarismo. Cundió el espíritu de concordia, quienes sostenían posiciones políticas antagónicas hicieron esfuerzos permanentes para ponerse en los zapatos de sus adversarios y así se hizo posible la primera convocatoria de elecciones generales con todos los partidos y sindicatos dentro de la Ley y se formaron las Cámaras que aprobaron la amnistía de “todos los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al día 15 de diciembre de 1976” (Ley 46/1977 de 15 de octubre). Una amnistía que extendía y completaba las medidas anticipadas en dos Reales Decretos Leyes de 30 de julio de 1976 y de 14 de marzo de 1977 y que ahora se pretende invalidar como si hubiera sido consecuencia de imposiciones de unos sobre otros. Sucede que la reconciliación ya la planteó el Partido Comunista en 1956 y que la amnistía era el estribillo de todas las demandas políticas a partir de esa fecha.

Recuerdo una ocasión del pretérito imperfecto, cuando en 1968 el entonces secretario general de los Sindicatos Verticales, Rodolfo Martín Villa, presentó en Mayte Comedero la nueva Ley Sindical. Los periodistas echaban a faltar una amnistía rehabilitadora de todos los enlaces sindicales electos que habían sido desposeídos de sus cargos por aplicación de un decreto despótico de 1942. Martín Villa reiteraba al responderles su preferencia por mantenerse abierto en la ley y conservador en las personas. Un buen amigo, al que le correspondió intervenir casi al final, quiso tranquilizar a todos y anticipó que “la primera medida del postfranquismo sería una generosa, completa y total amnistía para todos los franquistas”. Entonces, algunos fornidos “procuradores sindicales” se levantaron dispuestos a la agresión. Recuperada la calma, Martín Villa sentenció: es muy duro que os invitemos a cenar para que nos perdonéis la vida. Ese mismo amigo considera que sus procesamientos ante el Tribunal de Orden Público en 1967 y ante los Tribunales Militares, confirman que estuvo donde debía en defensa de las libertades. Para nada quiere su anulación.

Deseemos ahora al Juez Campeador que le vaya bien y que tenga un juicio justo con todos los elementos precisos para articular su legítima defensa en las mejores condiciones. Pero evitemos la confusión y reconozcamos, por ejemplo, que dar digna sepultura a quienes fueron víctimas de la violencia de los alzados en el 36 es un deber pendiente, que todos hemos de honrar con independencia de que Garzón desistiera en su día de proseguirlo.

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VergaraPúblico – 25/04/2010

Varela decide hoy si rechaza o admite a trámite la recusación de Garzón

El magistrado del Supremo ha sido acusado de “tener interés en la causa”

J. YOLDI El País27/04/2010

El magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela decidirá hoy previsiblemente si admite a trámite o rechaza de plano la recusación que Baltasar Garzón presentó en su contra el pasado viernes. El juez de la Audiencia Nacional considera que Varela tiene “interés en el caso” que instruye contra él por investigar los crímenes del franquismo.

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El procedimiento en democracia

El Holocausto con voz eslovena

Babelia avanza en primicia el prólogo que Claudio Magris ha hecho para el libro imprescindible de Boris Pahor, ‘Necrópolis’ (Anagrama), sobreviviente del nazismo

WINSTON MANRIQUE SABOGAL El País26/04/2010

“Es una de las obras maestras de la literatura del Holocausto” Con esta contundencia define Claudio Magris Necrópolis, de Boris Pahor, uno de los sobrevivientes eslovenos del horror del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. El escritor italiano se refiere en esos elogiosos términos en el prólogo que acompañará la edición española del libro que Anagrama pondrá a la venta el próximo 13 de mayo. Ante la trascendencia del valor testimonial y literario de Necrópolis, Babelia adelanta hoy este texto de Magris en ELPAIS.com, donde tras estas páginas el lector se encontrará con un Boris Pahor cuyo nombre y obra queda ya unido al de otros autores que han narrado desde su experiencia el infierno del Holocausto, tales como Primo Levi, Elie Wiesel, Imre Kertész, Robert Antelme y Jorge Semprún.

“La mirada micrológica del autor atrapa lo esencial -el horror difícilmente expresable- desde partículas aparentemente insignificantes y coloca cada cosa, aunque sea mínima, dentro de una perspectiva global, dentro de la totalidad de la vida y de los procesos naturales e históricos”. Es la mirada del italiano Magris sobre el texto que ha creado Pahor, un hombre de 97 años nacido en Trieste y que estuvo en varios campos de concentración como Dachau y Natzweiler-Struthof en la Alsacia francesa, y el primero de los campos de la muerte que fue descubierto por los Aliados en 1944.

Una historia que parte, se reconstruye y vivifica a partir de una visita que Boris Pahor realiza a ese antiguo campo de la muerte de la Alsacia en medio de los turistas que hoy lo recorren. A partir de ahí, el autor logra imbricar de manera natural ese presente bullicioso de gente que pasea y quiere homenajear y no olvidar, con el infernal pasado evocado y revivido en una prosa poética. El escritor entabla un diálogo consigo mismo y con el resto del mundo. Todo ello esparcido de reflexiones sobre sentimientos, emociones, ideas y sensaciones conocidas y desconocidas que crean una cartografía de lo mejor del ser humano pero también de los precipicios empeñados en crear él mismo.

“Con este gran libro Pahor afronta la tortuosa pesadilla de la culpabilidad del superviviente, de quien ha regresado”, analiza Claudio Magris, autor de títulos como El Danubio. “Él no se deshace de la culpa, la asume como asume la presencia a cada instante de su existencia vivida en la necrópolis, que no sólo es la necrópolis de ese lugar y de los campos de concentración, sino la existencia en general”.

La narración de Pahor describe un mundo aterrador creado por Hitler y el nazismo que aunque ya contado por otros autores aquí parece y se aparece diferente. Su voz, con sus frases, metáforas y recuerdos son como una cerilla que se enciende en la oscuridad del mal.

Una de las imágenes que podría acercarse a lo que este libro contiene en forma y fondo y su trascendencia es la coincidencia y fusión de un hecho fortuito de la naturaleza con la maquinación del ser humano: “Así, la luz sorprendió en su nido a un gorrión que había muerto de hambre antes de que le saliesen las plumas y que ahora se mueve inerte de acuerdo con los movimientos de la mano que ejecuta las órdenes del examinador”.

Es la vida de un Boris Pahor que de joven tuvo la suerte de tener el dedo meñique malo, cubrirlo con una venda y gracias a eso poder contarlo. Un hecho “bendito” que le permitió “jugar al escondite con el destino”. Las páginas de Necrópolis también repasan la historia del pueblo esloveno, su cultura, el destino que por momentos se ensaña con ellos mientras ellos se rebelan contra la asimilación. Una obra imprescindible como escribe Magris en el prólogo que se puede leer hoy en la edición digital de este diario.

Ya en las páginas del propio libro se escuchan voces, pisadas, lluvias; escapan susurros; se ven los uniformes a rayas blancas y violáceas, la oscuridad; se percibe la esperanza que habita detrás de los montes Vosgos que no llegará hasta 1944; se siente el frío de la nieve, el anhelo y los remordimientos por comerse el pan del que ya no volverá; los temores agazapados que no dejan dormir. “La puerta sigue cerrada. En el bosque empieza a ulular un búho, surgido de repente de la imaginación amedrentada de un niño que se ha dejado llevar por el cuento de su abuela. El suelo está sembrado de bultos de los que crecen blancos cuerpos desnudos”.

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Extracto de la novela imprescindible de Boris Pahor ‘Necrópolis’

Víctimas vencidas y víctimas vencedoras

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA – El País –  26/04/2010

Se pensaba que, cuatro décadas después, las dos Españas era una idea superada por nuestra convivencia democrática. Es lamentable afirmarlo, pero no es así. Sigue existiendo la brecha que nos separa y nos divide. Debe ser que la Transición no salió tan bien como se pensaba y que dejamos veredas abiertas por las que algunos se adentraron, convirtiéndolas, con el paso del tiempo, en autopistas por las que se vuelve a circular hacia el rencor, el odio y la división.

No es extraño que algunas cosas se hicieran mal, porque la correlación de fuerzas era desigual. De una parte, todo el aparato del franquismo, intacto, poderoso y retador, y, de otra, una izquierda débil, radicalizada y temerosa de no saber encontrar el hueco apropiado para que España se adentrara por la senda democrática y constitucional.

Han pasado 70 años y sería necesario que los demócratas fuéramos capaces de transmitir nuestros sentimientos sin revancha, cuando nos referimos al salvajismo sobrevenido del golpe de Estado del año 1936. Y desde esa voluntad noble, se puede ser consciente de que, si no recuperamos la España que perdió en las trincheras, no es que tengamos una sola España, es que tendremos media España. Teníamos la España de Franco, pero llegó la Democracia y es justo que España recupere el patrimonio de la otra España silenciada. También aquellos perdedores eran España. Nadie puede pretender cambiar la realidad sino explicarla. La guerra la ganó Franco. No hay duda. Ese no es el debate.

Quiero comprender a muchos de los que estuvieron en el bando ganador. Muchos ganadores fueron también sufridores de una guerra que ganaron. Los soldados ganadores también fueron arrancados de sus hogares, marchitaron sus esperanzas y su juventud, abandonaron a sus padres ya ancianos, a sus esposas, a sus hijos. Muchos fueron lanzados a un combate en el que no querían participar, les obligaron a sobrevivir entre la pólvora y la sangre. Sin querer combatieron, sin querer mataron y sin querer murieron. Aquella guerra asustó tanto a los que ganaron como a los que perdieron, porque, al final, todos perdieron, perdió España. No es guerracivilismo estudiar los excesos de los vencedores, pero tampoco ha de serlo entrar en la averiguación de las torpezas republicanas.

No tendremos la paz de todos hasta que sepamos todas las situaciones que padecimos. Para que nadie pueda albergar reservas mentales, los demócratas aceptamos, sin objeción alguna, que se estudie, que se revise el periodo republicano, que se aireen las luces y las sombras de esos años convulsos de la historia de España. Pero, de igual forma, como medio completo de higiene, porque no tiene sentido asear sólo medio cuerpo, tenemos que aceptar que se estudie el periodo completo de la Guerra Civil y la posterior dictadura, también por los excesos que protagonizaron los vencedores. Pero ahí, entre los que vencieron que murieron y los que murieron que perdieron, es de justicia recibirlos con honor, porque creían defender unos ideales y, ante tal creencia, no caben discriminaciones. El soldado merece el respeto, pero no lo merece el asesino, ese otro personaje que, instalado a veces en la retaguardia, era el manijero que señalaba los ajustes de cuentas, en frío y sin piedad.

Es necesario entender que la ley aprobada sugiere también abrir las puertas de par en par a la verdad histórica, a esa historia de hace 70 años que nos heló el corazón, pero donde hubo, en un sitio u otro, gente de bien, personas que creían en una idea y lucharon por ella y hasta dieron la vida. La memoria histórica no es un instrumento para afilar el arma arrojadiza, sino una idea noble para devolver al presente nombres y circunstancias, a fin de que también moren en los vivos esas páginas reencontradas con toda la dignidad posible. Y aunque todavía hay resquemores porque no hay circunstancias más sangrantes que los enfrentamientos en una guerra civil, es lo cierto que hemos de tender a una serenidad amable, aunque sea a contrapelo de nuestro dolor, pensando que la gran mayoría de los combatientes no fueron culpables, porque ellos no provocaron ni decidieron ir al combate.

Los hijos o nietos de aquellas víctimas no quieren ya sacar los colores a nadie, ni buscar afrentas, ni pedir venganza. El deseo de estas personas es muy sencillo, es ejercer el derecho de enterrar dignamente a sus muertos y dejar clara su memoria. Muchos familiares no saben dónde están los restos de sus padres o de sus abuelos. Cada uno desea pacificar su propia vida dando sepultura a sus seres queridos. Eso persiguen quienes participan ahora en la Recuperación de la Memoria Histórica, dar satisfacción a un sentimiento humano, cumplir con un ritual indispensable para aliviar el dolor, desagraviar a aquellos que cayeron, con el último gesto que les pueden dedicar, darles una tumba y renovarles el recuerdo. La voz de los herederos de esos perdedores no dice más que una cosa: “Que mis muertos y su papel en esa terrible historia quede aclarado y descansen en paz”.

Nadie debe ganarnos en generosidad a quienes, desde la izquierda, hemos contribuido a la Democracia. Las víctimas de los que se sintieron vencedores ya tuvieron la oportunidad de honrar a sus muertos. ¿Creen ellos que ya es hora de que las víctimas de los que perdieron tengan también esa misma oportunidad? Porque hay el mismo dolor humano en unos que en otros, porque el dolor no sabe de siglas, de ideologías ni de banderas.

La mayor parte de los contendientes en la Guerra Civil fueron víctimas, víctimas vencidas y víctimas vencedoras. Otros, los menos, son los culpables de subvertir un orden que estaba democráticamente construido y cimentado. No podemos -ni debemos- bendecir lo criminal, pero sí queremos que cada uno reivindique la memoria de quienes, sin ser culpables, padecieron, murieron y fueron olvidados. Desde la izquierda, vivido lo vivido y aprendido lo aprendido, y habiendo escuchado de labios de gente que venció confesiones de dolor y desasosiego, porque no quisieron ser protagonistas de lo que hicieron, confieso que no albergo resquemor alguno. Pero comprendo y apoyo, en toda su dimensión humana, la esperanza, la última esperanza, para brindar el último homenaje a los anónimos e ignorados, gracias a un deseo que no es reaccionario ni vengativo. Esa es la voluntad sincera de recuperación de la Memoria Histórica.

No cabe la menor duda, pues, de que la Ley de Memoria Histórica pretende ayudar a que todo el mundo pueda cumplir ese deseo de encontrar y enterrar dignamente a sus muertos. Lo acontecido desde su aprobación por las Cortes, con el último episodio judicial que tanto nos divide, no está permitiendo que eso ocurra de la forma en que querían y quieren familiares y demócratas amantes de la concordia y reconciliación. Se debería intentar, por todos los medios y con máxima celeridad, una modificación de esa ley o la elaboración de otra que obligue a todas las instituciones del Estado a facilitar los medios de todo tipo para que ese objetivo pueda ser alcanzado, separando al muerto de las circunstancias de su muerte o asesinato.

Y cuando las fuerzas políticas consideren necesario aclarar las circunstancias de esas muertes, que se revise lo pactado en la Transición, que se legisle en función de la justicia y que ningún juez encuentre en esa legislación ningún resquicio para, unilateralmente, alterar lo que se haya decidido en nombre de la soberanía nacional. El Gobierno tiene la obligación de liderar este proceso que nos devuelva la concordia.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra es ex presidente de la Junta de Extremadura.

Retratos tras el consejo de guerra

Los creadores se refugiaron en el arte para sobrellevar las prisiones franquistas – Una muestra recupera los dibujos en la cárcel de los derrotados republicanos

TEREIXA CONSTENLA El País26/04/2010

A la izquierda, Buero Vallejo según Antequera; y a la derecha, David Álvarez dibujado por Antonio Buero Vallejo.-

Ojeroso, con barba de días y uñas de semanas. El retrato de Antonio Buero Vallejo intimida. Tanta adustez tiene disculpa: el dramaturgo, que por entonces aún no era dramaturgo, había perdido una guerra y malvivía entre rejas, al igual que miles de derrotados republicanos. El artista Pedro Antequera le captó con ese aire huraño el 4 de junio de 1939 en la prisión madrileña de Conde de Toreno, donde también Buero Vallejo se refugiaba tras el lápiz. Al final de la guerra, parte de la élite artística que no había huido al exilio coincidió en Conde de Toreno, un antiguo convento donde reinaban las chinches y faltaba el agua. Dormían en el suelo, hacinados. Un gobernador militar lo comparó con “los calabozos de la Inquisición”. En semejante antro, estudiar, pintar y crear era una liberación. Miguel Hernández iba a las clases de francés, inglés e historia. Buero Vallejo daba charlas sobre arte y pintaba. Hizo retratos predestinados a ser símbolos, como el de Miguel Hernández. Al dibujante David Álvarez lo inmortalizó poco después de ser condenado por un consejo de guerra.

Antes de coger el fusil y hacerse comunista, David Álvarez (Madrid, 1900-1940) prometía llegar lejos como dibujante. Y al arte volvió para suavizar su final: antes de ser fusilado montó su última exposición en prisión con retratos de carceleros y presos, entre los que figura el de Pedro Antequera (Madrid, 1892-1975) sentado ante unos barrotes. Los tres dibujos (Buero, Álvarez y Antequera) pertenecen a la exposición Retratos desde la prisión, organizada en el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca, a partir de obras realizadas en la cárcel por Pedro Antequera y David Álvarez. Al margen de su valor plástico, el comisario de la muestra, el historiador de arte Mikel Lertxundi Galiana, propone reflexionar sobre las circunstancias. “Fueron una vía de escape que les permitía reconocerse a sí mismos en ese inhumano régimen carcelario. Es creación artística entendida como un refugio”.

Entre los 53 retratos de presos figuran el del arquitecto Vicente Eced (Valencia, 1902-Madrid, 1978), coautor junto a Luis Martínez-Feduchi de una de las construcciones más emblemáticas de la Gran Vía madrileña: el Capitol. Nada hay del visionario Eced en el retrato que le hizo Antequera en septiembre de 1940: purgó los galones de capitán republicano con el ostracismo profesional.

Antequera, que colaboró con La Nación y Abc, también dibujó al escritor Félix Urabayen (Ulzurrun, Navarra, 1883-Madrid, 1943) con un libro en las manos, sentado en la que podría ser una enfermería. Urabayen, autor de ocho novelas y colaborador del diario El Sol, había sido amigo de Azaña, Ortega y Gasset y Marañón. Concluida en 1942, su última novela ya no se publicó.

Nadie sabe cuántos creadores acabaron entre rejas. Ni siquiera uno de los pocos estudiosos del tema: el historiador del arte Francisco Agramunt Lacruz. En 2005 publicó Arte y represión en la guerra civil española. Artistas en checas, cárceles y campos de concentración. Agramunt calculaba que fueron encarcelados entre 300 y 400 artistas plásticos, pero desde que publicó el libro ha ido sumando nombres. “Es difícil contarlos, pero el 90% de los artistas republicanos murieron, se exiliaron o fueron encarcelados”.

Contra ellos, las autoridades franquistas usaron normas retroactivas que, además de enviarlos a prisión, podía sancionarlos con multas, desposeerlos de sus bienes, inhabilitarlos para cargos o desterrarlos. “Su aplicación convirtió la geografía española en una inmensa prisión”, sostiene Agramunt. Las celdas, expone, “en ocasiones se convirtieron en espacios de transferencia artística y un intercambiador de conocimientos y experiencias”. Pintaban para evadirse, entretenarse, denunciar y también sobrevivir. Una lata de sardinas o dos cigarrillos bien valían un retrato.

“No hay que tener miedo a la verdad”

MARÍA JOSÉ GONZÁLEZ R. El País26/04/2010

Amnistía Internacional España tiene desde ayer nuevo presidente. Alfonso López Borgoñoz toma el testigo de Itziar Ruiz-Giménez a la cabeza de una organización cuya voz lucha por ser escuchada en todo el mundo como bandera en defensa de los derechos humanos y, también ahora, de los derechos económicos, sociales y culturales. Son muchos los retos que afronta la organización: las numerosas campañas, el uso de las nuevas tecnologías para captar más activistas y propagar el mensaje, y en el tema político, el caso Garzón, en el que López Borgoñoz ratifica que “en cualquier caso se ha de llegar a conocer y establecer la verdad”. Hemos hablado con el nuevo jefe de AI España por teléfono, en su primer día en el cargo.

P. Hay dos temas pilares en la política de AI España: el uso del velo y el caso Garzón ¿qué nos puede decir sobre estos temas?

R. En el caso del velo, decir que AI, como no podría ser de otra manera, está completamente a favor de la libertad de las personas en el uso de su indumentaria, a menos que haya razones objetivas para que en casos concretos se puedan poner algún tipo de restricciones, argumentadas, porque existe algún riesgo grave de violaciones religiosas o políticas. A nadie se le puede imponer que se ponga el pañuelo, y al contrario. La gente tiene derecho a elegir su indumentaria en cualquier parte del mundo, aquí como en cualquier país del norte de África.

Con respecto al tema Garzón, creemos que, al igual que hemos estado persiguiendo los crímenes de lesa humanidad en muchos países de América, África y en Europa, también hay que perseguirlos cuando se hayan cometido en España. Los principios del derecho internacional son aplicables en nuestro ordenamiento jurídico y están por encima de las normas de nuestro país. No hay que procesar a la gente que investiga estas violaciones, sino cambiar la ley. La ley es la que está equivocada no la conducta, porque una conducta que trate de conocer la verdad de conseguir justicia y trate de conseguir reparación sobre víctimas de derechos humanos no es algo equivocado. Lo equivocado son las normas que tratan de impedir eso. En el caso del juez Garzón, lo que nos interesa es reflejar precisamente lo equivocado que es poner obstáculos al conocimiento de esa verdad, al poder impartir justicia y al poder dar reparación a las víctimas y sus familiares. Lo equivocado no es tratar de saberlo sino poner trabas, impedir, obstaculizar, pretender olvidar, no solo en España sino en cualquier parte del mundo, en México, Argentina, Chile, Rusia o China. Por eso todos debemos luchar para que el caso no se cierre por una puerta falsa y para que la gente que ha cometido esos crímenes horrorosos no viva en la más completa impunidad. Cuando hablamos de reparación no se trata de que todo sea igual sino que sea tratado de forma adecuada de acuerdo a las normativas internacionales. No se trata de venganza sino de justicia.

P. En caso de que Garzón sea suspendido ¿Qué haría AI, cuál sería el siguiente paso?

R. No puedo ahora predecirlo porque todo eso depende de reuniones con compañeros y de una estrategia que muchas veces viene marcada a nivel internacional. Lo que sí puedo decir es que AI seguiría reclamando que los que merecen protección son las víctimas, nunca los verdugos. En cualquier caso, se ha de llegar a conocer y establecer la verdad, se ha de poder investigar y llegar a los mejores datos, y no hay que tener miedo a la verdad, independientemente de cuándo sucedieran los casos.

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Familiares de los últimos muertos de Franco se unen a la querella en Argentina

NATALIA JUNQUERA El País26/04/2010

Flor Baena, hermana de Humberto, uno de los cinco últimos fusilados del franquismo (27 de septiembre de 1975) y miembro del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico), va a adherirse el próximo viernes a la querella interpuesta en Argentina contra el genocidio franquista. También la viuda de José Luis Sánchez Bravo, otro de los ejecutados aquel día, integrante de la misma organización, según comunicó a este diario el abogado Gustavo García desde Buenos Aires. El Ministerio de Justicia acaba de denegar a la viuda de Sánchez Bravo la indemnización como víctima del franquismo, añadió.

“Yo sigo luchando, me acuerdo todos los días de él”, explicó la hermana de Humberto Baena. García cree que hay muchas posibilidades de que la querella se admita a trámite en los tribunales argentinos. “La juez a la que le ha tocado fue la primera en juzgar el robo de niños durante la dictadura argentina”.

Además, el viernes se depositarán en los juzgados federales de Buenos Aires los nombres de más de 5.000 gallegos ejecutados y desaparecidos y en qué circunstancias. “En Galicia no hubo guerra apenas, pero sí un genocidio. En Chile hubo 3.000 muertos, en Galicia, casi el doble”, declaró García, que anunció la inminente constitución de una Fundación Gallega contra la Impunidad, donde se integrarán asociaciones y familiares de desaparecidos.