El narrador-protagonista en Luna de lobos y La lluvia amarilla

Hace un año leí la segunda novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla (1988) y ahora Luna de lobos me ha hecho pensar otra vez sus temas y características puesto que, aunque las tramas son muy distintas, las novelas comparten muchos aspectos. Uno de los rasgos que destacan es la sensación de subjetividad y percepción íntima proporcionado por la voz narrativa de un narrador-protagonista. El tipo de narrador que Llamazares ha elaborado en sus dos primeras novelas parece perfecto tanto para conseguir la intimidad y confianza del lector como para transmitir reflexiones acerca de la soledad, la memoria, el olvido y la muerte, y proporsionar una visión del mundo que algunos autores han considerado romántica o neorromántica.

Los protagonistas de las dos novelas han optado por un aislamiento del mundo que se ha vuelto desfavorable o hóstil a sus ideales. Después de la derrota en la Guerra civil, Ángel, el narrador de Luna de lobos ha huido a los montes con tres comapañeros que a lo largo de la novela son eliminados uno tras otro hasta que el protagonista queda completamente solo. En cambio, Andrés, protagonista de La lluvia amarilla es el último habitante de un pueblo abandonado en los pirineos, un anciano que en su lecho de muerte sigue resistiendo al olvido y en vano añora un mundo perdido para siempre.

El destino de los dos narradores-protagonistas está presente ya desde las primeras páginas de las obras por el tiempo verbal empeñado por ellos mismos. En el caso de Ángel, que cuenta la historia en el pretérito, es de suponer desde el principio que va a sobrevivir los acontecimientos venideros (para contarlos luego), lo que ofrece al lector un cierto alivio en medio de la persecución jadeante que sufren Ángel y sus compañeros, mientras que la tensión de La Lluvia amarilla se debe mucho al hecho de que Andrés narra desde el tiempo presente en espera del punto final, de ”los hombres de Berbusa que vienen a buscarle” y de la muerte, lo que hace suponer que el libro no puede acabar sin que acabe también su historia.

En un diálogo, como un fragmento metaficcional, Ángel dice que, desde su sitio, ve todo al igual que dios: efectivamente, el mundo de la obra consiste en lo que Ángel percibe y nos cuenta. Aunque Ángel no este omnipresente como dios, su punto de vista está presente en lo que se cuenta y sólo puede contar lo que ve en ese momento y tan sólo lo que abarca su vista, como el mismo autor afirma (Hammerschmidt). También surge mismo tipo de metaficcionalidad en las reflexiones del narrador de La lluvia amarilla. ”El tejado y la luna. La ventana y el viento. ¿Qué quedará de todo ello cuando yo me haya muerto?” (p. 43) Aunque una nota previa en el libro afirma que el pueblo Ainielle existe, ciertamente las palabras del narrador hacen el mundo del libro existir y construyen las verdades que lo reinan. Su pregunta también tiene que ver con la idea que iguala la memoria con la vida y la muerte con el olvido. Hasta parece que Andrés no teme tanto a la muerte física como al olvido que con ella le llega para él y para su querido pueblo. Por esto espera tan ansioso a los hombres de Berbusa que, cuando le hallen, de un modo le van a liberar del agarre de la muerte. Curiosamente parece que en La lluvia amarilla no hay mucha diferencia entre los vivos y los muertos. Los muertos, al igual que los vivos, están presentes através de lo que cuenta el narrador, aunque a veces lo son más porque aparecen a Andrés como fantasmas que parecen muy reales ya que por el monólogo interior no podemos distinguir si son delirio o si es que el mundo de la obra permite su existencia. Sin embargo, al final, cuando el cuento se acaba y se acaba la vida de Andrés, las tapas del libro se cierran y su mundo, con sus vivos y muertos, deja de existir.

Una semejante asimilación de la muerte y olvido aparece ya en Luna de lobos. La nieve, un símbolo de doble sentido, que surge a veces junto con la muerte, a veces con el olvido, forma en el fin un síntesis de los dos, cuando Ángel, rechazado por su hermana, el único pariente que sigue vivo, decide dejar atrás el mundo que le ha vuelto la espalda y, huyendo en tren, sólo tiene ya “nieve dentro y fuera” de los ojos (185). Ha dejado de existir para su pueblo, como su pueblo deja de existir para él y como, para tantos años, los maquis dejaron de existir para los españoles, si no fuera por las leyendas transmitidas de boca a boca que Llamazares recuerda con cariño en un epitafio (En Babia, 94) escrito a un maquis perseverante que inspiró en parte Luna de lobos.

Llamazares, que antes de debutar como novelista publicó dos libros de poemas, conserva, como afirman María Carmen Herrero y Ana Benages Gimeno, en sus novelas el latido de la poesía. Los narradores de las dos novelas empeñan el mismo ideolecto y hasta las mismas metáforas en punto de convertirse en símbolos. Por ejemplo el río sirve en ambas novelas como un habitual símbolo de la vida y el tiempo. “El tiempo fluye siempre igual que fluye el río: melancólico y equívoco, al principio, precipitándose a sí mismo a medida que los años van pasando” (La lluvia amarilla p. 106) En Luna de lobos el río enmudece de repente “como si hubiera muerto” (p. 24) cuando Ángel se asusta al escuchar unos pasos en la oscuridad de la noche. Estos ejemplos sirven también para demostrar el diferente ritmo de las novelas y las condiciones en que viven sus protagonistas. Andrés ya no hace más que espera que llegue la muerte a poner fin a su vida que de un modo ha acabado ya (“mi corazón ya estaba muerto el día que se fueron los últimos vecinos” p. 107), y Ángel está agarrando la vida porque cualquier momento puede ser su último. Correspondientemente Luna de lobos está impregnado por diálogos que por su parte impulsan la narración. Son ausentes solamente en el final, donde Ángel ha quedado solo y predomina el monólogo interior que es también la forma narrativa de La lluvia amarilla. En cambio un recurso abundante en La lluvia amarilla, analepsis, manifiesta su ausencia casi total en Luna de Lobos.

Las dos novelas desarrollan algunos temas políticos o sociales, como es el olvido activo de “los del monte” por la historiografía franquista o la despoblación rural en la segunda mitad del siglo XX, pero aún así, como indica José María Izquierdo, a diferencia del neorrealismo y realismo social de los años cincuenta, por ejemplo, el reproche es más bien íntimo y humano, narrado por un ”yo” subjetivo que reacciona ante estos fenomenos. Los elementos naturales en las dos novelas son constantemente personificados, lo que hace las sensaciones del narrador más eminentes: “Hacia el mediodía reventaron las nubes. Ya no soportaban tanto silencio.” (Luna de lobos, p. 43) Por la intensa relación entre la naturaleza y las sensaciones del protagonista, Izquierdo ha utilizado la palabra neorromántica con respecto a la obra de Llamazares. La idea está también apoyado por un artículo de Llamazares (En Babia, p. 19) en que esboza un síntesis de la tendencia religiosa de un ser humano y el ecologismo imprescindible para nuestros tiempos. Denomina a esto nuevo panteismo. Hasta se puede arguir, al igual que hacen Herrero y Benages Gimeno, que en las novelas de Llamazares subyace una concepción del paisaje como un ser vivo capaz de guardar la memoria colectiva.

Aparte de los narradores-protagonistas, en las novelas aparecen otras personajes, pero ¿algunos de ellos se los pueden considerar protagonistas? En Luna de Lobos el grupo de Ángel está formado por cuatro hombres de las cuales Juan aparece brevemente y tiene función sólo como hermano de Ramiro. También Gildo queda distante, porque el narrador no le presta mucha interés y además muere en la mitad de la novela y así no lo llegamos conocer más que someramente. De esta manera nos queda Ramiro que, como ha notado Diana Diaconu, es el protagonista de la acción. Sin embargo, llegamos a saber muy poco de lo que él piensa o siente. Ramiro es una persona que muchas veces calla, y a Ángel le resulta difícil reconocer en él a aquel niño que conocía porque ya es “sólo un hombre lejano e inaccesible” que “observa con mirada descifrable.” (p. 72) De un modo el silencio de Ramiro le hace un personaje más compleja y vivo, pero también el acto de intentar descifrarle subraya el protagonismo de popio Ángel y incluso hace más evidente su soledad. Semejante relación, la soledad cuasada por la distancia de una persona cercana, podemos descubrir también entre Andrés y Sabina. Aunque no demasiado preocupado por los pensamientos o sentimientos de su mujer, Andrés la necesita (al igual que Ángel a su compañero) para no quedar solo y para pertenecer al mundo de vivos. Luego cuando Sabina se suicida (como Ramiro), la soledad existencial(ista) da paso a una soledad absoluta, donde el mundo interior de Ándres sustituye al mundo exterior y comienzan sus delirios. En el caso de Ángel, la muerte del compañero (y la del padre) le expulsa del seno de la humanidad hasta que resigne su identidad.

En este diario de aprendizaje he demostrado algunas semejanzas entre los narradores-protagonistas de las dos primeras novelas de Julio Llamazares. Seguramente quedan muchas para descubrir, pero de todos modos espero haber revelado algunos de los más importantes que de igual manera transmiten la sensación de subjetividad y una visión romántica del mundo junto con planteamientos sobre la soledad, la muerte y el olvido.

DIACONU, Diana N.: ”Luna de lobos de Julio Llamazares: el narrador-protagonista a partir del pacto narrativo” Anuario de estudios filológicos, Vol. 29, 2006, pp. 19-25.
HAMMERSCHMIDT, Claudia: ”Espectrología o La escritura intermedial de Julio Llamazares” 2008 http://congresoespanyola.fahce.unlp.edu.ar/programa/ponencias/HammerschmidtClaudia.pdf
HERRERO, Mª Carmen y Benages Gimeno, Ana: ”Aproximación a Luna de lobos de Julio Llamazares” http://www.alectura.educa.aragon.es/pdfmonogra/lunadelobos.pdf
IZQUIERDO, José María: ”Julio Llamazares: Un discurso neorromántico en la narrativa española de los ochenta”, Iberoromania 41/1995, pp. 55–67
IZQUIERDO, José María: ”Memoria e identidad en tiempos de amnesia: Manuel Vázquez Montalbán y Julio Llamazares”, Oslo/Lund, 1995 http://folk.uio.no/jmaria/VazquezMontalban/Vazquez =Llamazares.pdf
LIIKANEN, Elina: La lluvia amarilla de Julio Llamazares: ¿un monólogo autónomo? Helsinki, 2003. https://oa-doria-fi.libproxy.helsinki.fi/dspace/bitstream/10024/946/1/lalluvia.pdf
LLAMAZARES, Julio: En Babia, Seix Barral, Barcelona, 1991.
LLAMAZARES, Julio: La lluvia amarilla, Seix Barral, Barcelona, 1988.
LLAMAZARES, Julio: Luna de lobos, Seix Barral, Barcelona, 1985.
PARDO PASTOR, Jordi: ”Significación metafórica en La lluvia amarilla de Julio Llamazares”. Espéculo 21, año VII, julio – octubre 2002 http://www.ucm.es/info/especulo/numero21/amarilla.html

Diario de aprendizaje, Reeta K.

En su obra Luna de lobos Julio Llamazares cuenta la historia de cuatro hombres republicanos ocultados en las montañas en los años posteriores a la Guerra Civil.  La obra no concentra en  sucesos históricos ni políticos,  sino cuenta la historia de los hombres por el punto de vista de uno de ellos, llamado Ángel. La historia empieza en el año 1937 y termina en 1946.

El libro se divide en cuatro partes. Después de la segunda parte, ya estamos en el año 1943, y los hombres todavía siguen en las montañas, aunque la guerra ya ha acabado. Ángel y sus compañeros parecen muertos, enterrados vivos. Solo pueden mirar por prismáticos la lejana vida de sus familiares y vecinos en el pueblo. Pero su propia vida es muy dura: tienen que dormir durante las horas de luz y buscar alimentación y leña durante la noche. Parece que la única posibilidad de sobrevivir es adaptarse a su entorno. Se convierten en animaliños que viven en las montañas, en lobos, serpientes, búhos. En una ocasión Ángel dice: “Corro como el recebo, y oigo como la liebre y ataco con la astucia del lobo. Soy ya el mejor animal de todos estos montes.” (p. 109). El animal salvaje de las montañas es como un símbolo de estos guerrilleros fuera de la ley.

Finalmente parece que se realmente convierten en animales. Están dispuestos a hacer cualquier cosa para salvar la vida, cometen crímenes cada vez más graves. Cuando Ángel y sus compañeros están secuestrando el minero, y este critica las malas acciones de ellos, Ángel responda a él: “Coja usted un animal doméstico, el perro más noble y más bueno. Enciérrelo en una habitación y azúcelo. Verá como se revuelve y muerde. Verá como mata si puede.” (p. 82) Luna de lobos es un análisis del instinto primario de supervivencia que puede llevar a un hombre acosado hacia la violencia.

Yo no sabía antes de leer el libro que muchos de los republicanos pasaron tantos años en las montañas separados unos de otros. La resistencia debe haber sido muy difícil desde este punto.

Niños de la Guerra Civil española en la Unión Soviética: su función propagandística

Diario de aprendizaje I – Elina K.

En la clase mencionamos brevemente los niños que fueron evacuados a otros países durante la Guerra Civil española, “los niños de la guerra”, y me interesé en el tema. Recuerdo haber visto el año pasado un documental sobre los niños mandados a Gran Bretaña que me ayudó a entender un poquito mejor de qué manera la guerra afecta a los niños y qué tremendas violaciones de derechos humanos  tuvieron lugar en las familias a las cuales se les quitaron sus niños.  El fenómeno de las expediciones de niños es muy vasto: fueron evacuados a varios países en varias ocasiones. Por lo tanto he querido limitar mi diario y voy a tratar los niños que fueron enviados a la Unión Soviética.  A parte de hablar sobre las expediciones voy a analizar otro rasgo importante y en mi opinión interesante: los fines propagandísticos para los cuales estos niños evacuados sirvieron por la parte de los Amigos de la Unión Soviética.

Tras estallar la guerra en 1936 fue el Gobierno de la II República quien se responsabilizó por proteger a los civiles puestos en peligro directamente por los bombardeos (Garrido: p.1). Creó Comité de Refugiados cuya meta era realojar a los civiles. La cooperación de varias organizaciones nacionales  e internacionales, junto con la Dirección de Asistencia Social, logró que a partir de 1937 miles de niños fuesen enviados a países extranjeros de una forma sistematizada. En total unos 34.000 niños fueron evacuados a Francia, Inglaterra, Bélgica, México y muchos otros destinos para salvarles de los horrores de la guerra. De estos niños cerca de 3.000 salieron a la Unión Soviética (Alted), que se vio obligada a ayudar a la República después de que Alemania e Italia mostrasen su apoyo a los sublevados. La Sección Española de los Amigos de la Unión Soviética (AUS) fue una de las organizaciones más activas en la evacuación de niños y educadores a la Unión Soviética  (Garrido: p.2).

Los niños fueron evacuados a la Unión Soviética en cuatro plazos: la primera expedición, de 72 niños, tuvo lugar el 21 de marzo 1937. La siguiente, tres meses más tarde, consistió en casi 1.500 niños, siendo la expedición más grande.  Las dos últimas tuvieron lugar en septiembre 1937 y en octubre 1938 y consistieron en 1.100 y 300 niños, respectivamente (Alted). Tantos niños pequeños como adolecentes fueron obligados a dejar a sus familias; las edades variaron entre tres y 14 años. Los niños llegaron a Leningrado, desde donde fueron trasladados a “casas infantiles para niños españoles”, preparadas especialmente por este propósito por la Unión Soviética. En total fueron 16 casas en las cuales los niños fueron atentados y educados por profesores y personal auxiliar ruso y español. Los destinos de estos niños variaron: unos estudiaron una carrera y se incorporaron a la vida soviética, otros murieron en batallas y aún otros trabajaron más tarde como especialistas y traductores (Alted).

¿Cómo era la vida de estos niños en la Unión Soviética? Alted nos nice que la mayoría de ellos consideran la etapa desde la llegada a las Casas hasta el 1941, cuando el ejército alemán atacó la Unión Soviética, la más feliz de su infancia.  Según ella “no les faltó de nada salvo la presencia de los padres”. Personalmente me cuesta creer que allí se quedó la cosa; como veremos a continuación, cabe sospechar que la información mandada a España sobre el estado de los niños fue falseada a veces. Además, la falta de la presencia de los padres debe ser algo que impacta las vidas de los niños para siempre.  Un niño de la guerra opina, según Garrido (p.10): “Yo estoy convencido de que los padres nunca deben separarse de los hijos, pase lo que pase”.

La Unión Soviética tenía, según Vázquez, dos líneas de propaganda (1: p.69): por una parte tenían la línea oficial, o sea, la política de frente popular antifascista y, por otra parte, la  línea de propaganda orientada a la popularización de la Unión Soviética en España, difundiendo los logros socialistas de la primera. El modelo de sociedad soviética fue la solución a los problemas, algo que tarde o temprano debía plantearse en España.  Dentro de la segunda línea cabe lo que llama Vázquez  mensajes españoles (1: p.70), incluyendo, entre muchas otras cosas, la acogida de los niños que puede ser interpretado como “un acto de solidaridad social que hace ver el cariño del estado soviético hacía la infancia” (1: p.71). Es justamente aquí donde los Amigos de la Unión Soviética juegan un papel importante; como dice Vázquez en su trabajo número (2), la mera existencia de dicha organización es un acto de propaganda. Los logros socialistas de la Unión Soviética fueron difundidos por varios medios: fotos, revistas, carteles, discos, proyecciones de cine y la radio.

Si bien el mero acto de acoger a niños españoles sirvió como propaganda, aún más impacto tendría la información sobre el tratamiento de ellos en la Unión Soviética. Los AUS  exaltaron el sistema educativo en sus folletos (Garrido: p.3). Niños con tan solo dos meses fueron integrados en el sistema escolar y las facilidades tenían en objetivo de fomentar a los niños por un oficio, el arte y la naturaleza, educándoles por medio de juegos colectivos. Los maestros fueron representados como consejeros de los padres, instruyéndoles sobre la educación socialista en otros asuntos. La propaganda se ve por ejemplo en la consigna de un centro educativo: “El que no trabaja y no intenta educarse, no puede ser un miembro digno de la sociedad comunista” (Garrido: p.4). El sistema escolar soviética fue alabada también por el secretario de los AUS, Antonio Ballester, que comunicó la situación de los niños españoles enviados en la Unión Soviética de la siguiente forma: “(…) Están provistos de toda clase de ropa…que les permite no sufrir la dureza del duro clima de la URSS…varios médicos y enfermeras atienden a su higiene (…). El comisario de la educación de la URSS ha dispuesto la traducción al castellano de todos los libros escolares que en la URSS existen (…). Todo el sistema de instituciones de educación, de recreo y de enseñanza de que disfrutan los niños soviéticos, el paraíso de los niños se ha llamado con razón, a la URSS, están puestos al servicio de los escolares españoles” (Garrido: p.7).

Efectivamente, parece que los niños españoles se lo estaban pasando bien.  Esta imagen está apoyada también por Tomás Navarro: “Los ejercicios de cultura física los hacen en común con sus compañeros soviéticos… En excursiones y deportes los chicos españoles figuran entre los más ágiles y audaces pioneros. Muchos de ellos entienden y hablan ya el ruso lo suficiente para las necesidades ordinarias de la conversación. En los días de descanso, las familias de sus amigos rivalizan en invitarles a fiestas, conciertos, cines, meriendas y paseos” (Garrido: p. 8).

Este tipo de propaganda tranquilizaría a las familias de los niños españoles. La estancia de estos niños marcaba también un cambio importante en la Unión Soviética; según Sergei Kara-Murzá la cultura española despertó un gran interés entre los soviéticos, quienes pocas veces habían tenido contacto con una cultura tan distinta (Garrido: p.8). Según Carrido, sin embargo, los contactos interculturales causaron también conflictos: entre otras cosas, los métodos de enseñanza y los libros eran diferentes y la vigilancia les parecía muy estricta a los españoles. Estos choques culturales se ocultaron en los discursos propagandísticos.

Ahora, después de haber visto unos ejemplos de la situación de los niños de guerra según algunas personas, a mí me gustaría saber hasta qué punto los niños se lo pasaron tan bien como la propaganda por los AUS sostiene. Garrido afirma que los niños atravesaron por una situación de angustia latente, que les afectaría incluso durante el resto de sus vidas (p.9). Según ella, esta angustia se produjo a partir del desconocimiento del destino de sus padres. Sea como sea, a mí me parece tremendo que los niños se convirtiesen, como lo expresa Garrido, en “un pretexto más para la riña ideológica entre los bandos” (p. 11), pues el bando franquista quería repatriarlos mientras los AUS y otras asociaciones confirmaron que la decisión de evacuarlos había sido acertada, apoyando su posición con discursos propagandísticos.

Para concluir, espero haber dejado bien claro cuál fue el papel de los niños de la guerra en la propaganda en el caso de la Unión Soviética. Es un tema que provoca emociones, pues no se puede ni imaginar el dolor que sienten los padres y los niños al separarse. Además, para muchos niños no había retorno y se pasarían por una crisis de identidad y por un sentimiento de olvido. Sin embargo, quedarse en España les hubiera podido costar la vida. Muchos de ellos no han tenido la oportunidad de averiguar el destino de sus padres hasta  la aparición de la Ley de la Memoria. Me ha gustado mucho profundizarme un poquito más en el tema  porque los niños tienen un papel importante en las guerras también hoy en día: son los más inocentes y los que más sufren. También, les recomiendo familiarizarse con algunos carteles de la guerra conmovedores en los que los niños son los protagonistas y figuras de propaganda.