Vidas paralelas en las cárceles de la dictadura

Los padres de Gaspar Zarrías y Cándido Méndez sufrieron la justicia franquista

Concentración en Jaén durante la Transición. Junto a Zarrías, Felipe Alcaraz y Fernando Calahorro. – DIARIO JAÉN

ANTONIO AVENDAÑO – Público – 16/04/2010 02:00

El actual secretario de Estado de Cooperación Territorial, Gaspar Zarrías Arévalo (Madrid, 1955), nació tres años después de que su padre, Gaspar Zarrías Jareño (Algeciras, 1918), saliera de la cárcel por segunda vez. Y aún habría una tercera. La primera vez que había dejado a sus espaldas las rejas franquistas fue en el año 1944, pero dos años más tarde sería nuevamente detenido por actividades subversivas. Zarrías Jareño lo había pasado mal, pero al menos podía contarlo. Quien, entre tantas decenas de miles, no podía contarlo era su propio padre, Gaspar Zarrías Moya, fusilado en Andújar en el desolado invierno de 1940.

El actual secretario de la Unión General de Trabajadores, Cándido Méndez Rodríguez (Badajoz, 1952), nació siete años después de que su padre, Cándido Méndez Núñez (Barcarrota, Badajoz, 1910), fuera puesto en libertad vigilada tras haberle sido conmutada la pena de muerte a la que fue condenado inicialmente por la justicia de entonces, y después de haber pasado por un campo de concentración y varias cárceles. Aunque ni Cándido padre ni Cándido hijo nacieron en Jaén, toda su trayectoria política y sentimental ha estado vinculada a esta provincia, adonde el padre había sido destinado por su empresa de construcción.

Referentes de la izquierda

Las vidas de los dos padres fueron vidas paralelas y, de algún modo, las vidas de los dos hijos también lo están siendo. Cándido padre y Gaspar padre, ambos ya fallecidos, tenían en común unas convicciones socialistas a prueba de cárceles y una determinación vital a prueba de sentencias. Lo pasaron mal, pero nunca se rindieron. La cárcel de la dictadura no pudo con los padres, del mismo modo que el olvido de la democracia no ha podido con sus hijos.

La presencia de estos últimos en el acto de la Universidad Complutense de desagravio al juez democrático Baltasar Garzón no puede leerse en clave únicamente ideológica, sino en también en clave vital: no en vano sus padres sufrieron la persecución de la justicia franquista y tuvieron la grandeza de perdonar a sus perseguidores, pese a cruzarse diariamente con no pocos de ellos por las plácidas calles del Jaén de los ochenta.

Junto con el también fallecido Antonio Villargordo, Zarrías Jareño y Méndez Núñez fueron los padres fundadores del socialismo jienense, cuya acta fundacional redactaron a las puertas un cortijo a mediados de los setenta. Y son también uno de los referentes históricos imprescindibles de la izquierda andaluza. Méndez sería elegido concejal por el PSOE en la primera corporación democrática de la capital jienense y Zarrías sería senador electo por la misma provincia desde 1977 hasta 1993.

En el libro Crónica de un sueño. Memoria de la transición democrática en Jaén, el periodista Francisco Romacho rescata una anécdota esclarecedora del talante del padre del líder de UGT: “Cándido Méndez Núñez dejó para el lapidario de la Transición una de las más hermosas paradojas de la recuperación de la democracia: Lo peor de las campañas electorales es lo sucias que me dejáis las calles. Había luchado como el que más por las libertades. Pero era el concejal de Limpieza”.

De él decía también el subdelegado del Gobierno en Jáen, y a su vez histórico militante socialista Fernando Calahorro, en un acto de homenaje a los primeros concejales democráticos estas sentidas palabras: “¡Que más quisiera yo que parecerme a la suela de los zapatos de Cándido Méndez Núñez”.

Amor entre rejas

La historia de Zarrías padre está forjada también con los materiales de un heroísmo no exento de ribetes románticos. Zarrías conoció en la cárcel madrileña de Yeserías a la que sería su esposa cuando esta acudía a la prisión a visitar a su propio padre, encarcelado por motivos políticos. Zarrías hijo lo recordaba ayer así para Público: “Mi madre iba a llevar la comida a su padre y alguien le habló de un chaval de Jaén también encarcelado y solo; allí se conocieron, se enamoraron y se casaron al salir mi padre”.

El abuelo materno de Zarrías hijo también habría de pasar nada menos que 14 años en la cárcel. Había sido dirigente sindical de artes blancas, que es como llamaban entonces al sector de panaderos. “En mi casa, mi padre y mi suegro discutían amigablemente porque, aunque los dos eran socialistas, mi padre era prietista y mi suegro era caballerista“.

Zarrías Jareño saldría por segunda vez de la cárcel en el 52, pero volvería a ella en el 59. Atrapado ayer en el aeropuerto de Bruselas, donde su vuelo fue suspendido a causa de las cenizas de un volcán islandés, su hijo rememoraba con emoción las lejanas visitas a la cárcel de Yeserías de la mano de su madre. ¿Fueron tiempos difíciles? “Lo fueron, pero en mi casa nunca hubo resentimiento”.

Miguel Delibes

El escritor Miguel Delibes, premio Cervantes, posa en su casa de Valladolid ante un retrato suyo. -Miguel Gener

Os recomiendo que echéis un vistazo a las páginas que El País ha dedicado al escritor Miguel Delibes, que falleció el pasado 12 de marzo. Encontraréis mucha información sobre su vida y obra. En el marco de este curso, resultan especialmente interesantes sus novelas Cinco horas con Mario (1966) y Los santos inocentes (1981).

Semprún y las fosas de Katyn (y Garzón)

PATXO UNZUETA El País – 15/04/2010

Jorge Semprún nació en Madrid en 1923, se exilió en Francia en 1939, formó parte de la Resistencia, estuvo preso en un campo de concentración nazi, luchó contra Franco en la clandestinidad, fue disidente antiestalinista y ministro de un Gobierno socialista en España. Además, Semprún es un gran escritor. En pocas personas la vida y ese oficio avanzan tan unidos: es a la vez autor y protagonista de gran parte de su obra. No es casual que así sea, pues su biografía es en sí misma novelesca.

Pero hay algo en esa biografía que no resulta exactamente novelesco, aunque sí admirable: Semprún ha estado en cada momento en el lugar en el que había que estar. No es difícil hallar personajes que, al contrario, se caracterizan por llegar siempre tarde, cuando el peligro ha pasado; personas que se sintieron sinceramente antifranquistas, pero sólo después de la muerte de Franco, o cinco minutos antes; combatientes de la Resistencia cuando la División Leclerc desfilaba ya por los Campos Elíseos; críticos con las dictaduras del Este europeo después de la caída del Muro.

No es necesario recordar que Semprún no aguardó a que la historia decidiera de qué lado estaba la razón, o al menos las mejores razones, para comprometerse con una causa que resultó la más humana, o la menos inhumana, de cada momento.

El lunes pasado estuvo en Buchenwald, el campo nazi en el que fue recluido a sus 19 años. En su discurso, cuyo contenido había adelantado en EL PAÍS una semana antes, consideró que Buchenwald es un lugar idóneo para hablar de Europa (de la tragedia de la Europa del siglo XX), pues tan sólo tres meses después de ser liberado por los aliados fue reabierto por los soviéticos que ocupaban esa zona de Alemania. Y añadió, teniendo a la vista la chimenea del crematorio nazi y el bosque plantado por las autoridades de la RDA para ocultar las fosas comunes en las que enterraron a miles de presos del campo, que sólo tras la caída del Muro pudo Buchenwald “asumir sus dos memorias, su doble pasado” nazi y estalinista.

Cuando escribió el artículo ignoraba que dos días antes de leerlo en Buchenwald se produciría el accidente aéreo en el que perecieron el presidente y gran parte de la cúpula del Estado polaco, que se dirigían precisamente a rendir homenaje a las víctimas de la matanza de Katyn, un bosque próximo a la ciudad rusa de Smolensk en el que fueron asesinados en 1940 por los soviéticos miles de soldados y gran parte de la élite dirigente polaca. Ese nombre ha quedado unido para siempre a la infamia, además, porque durante decenios los soviéticos aseguraron que la matanza la habían perpetrado los nazis.

Las dos memorias. El mismo día en que Semprún leía su discurso en Buchenwald, se publicaba en La Vanguardia un memorable artículo en el que Antoni Puigvert reseñaba un libro de Miquel Mir y Mariano Santamaría sobre la violencia anticlerical en la Cataluña republicana de 1936, cuyas atrocidades no difieren mucho, dice Puigvert, de las que sufrieron los republicanos asesinados con extrema impiedad por patrullas falangistas en la zona ocupada por Franco. El argumento de que no es comparable una violencia con la otra, aduciendo que la de los franquistas fue sistemática mientras la otra era obra de incontrolados y fruto de la justa ira popular, o porque no es equiparable el número de víctimas de un lado y otro, pesa poco para cada memoria humana particular, a la que la estadística difícilmente aporta consuelo.

Las víctimas del lado franquista ya tuvieron su reconocimiento en los 40 años posteriores, se alega también. Pero de lo que se trata es de la asunción de las dos memorias; el reconocimiento por la España democrática de todas las víctimas injustamente asesinadas en ambos bandos es condición para fundar una memoria compartida. Pareció así establecido hasta hace poco, pero la herida ha vuelto a sangrar y el tema está ahora más candente que nunca por el inminente juicio al juez Garzón.

Paul Watzlawik teorizó hace años sobre lo que llamó ultrasoluciones: la fórmula infalible para convertir un problema en irresoluble es buscarle una solución tan extrema que provoque el caos. Garzón buscó una solución exagerada para atender al amparo solicitado por familiares de víctimas del franquismo que querían inhumar a sus deudos, y, queriendo justificar su competencia como juez penal en el caso, tomó iniciativas cada vez más radicales, incluyendo una reinterpretación de la Ley de Amnistía de 1977 como equivalente a las de punto final del Cono Sur. Con efectos fuera del marco judicial, tan delirantes como el surgimiento de voces que reclaman la derogación de la Amnistía de 1977 con el argumento de que fue un autoindulto franquista. O el deslizamiento desde la deslegitimación de la Transición, por haber permitido gobernar a los herederos del franquismo, a la del Estado democrático.

Al aceptar a trámite las querellas por prevaricación, el magistrado Varela también optó por la vía de la ultrasolución. La prevaricación no sólo es un delito gravísimo; también lo son, al margen de cuál sea la sentencia, las consecuencias del enjuiciamiento mismo, que implica la suspensión cautelar del magistrado (y el cuestionamiento de su autoridad moral). Los argumentos para dar vía libre al procedimiento contra Garzón (lo afirmado en la querella “no es algo que pueda considerarse ab inicio ajeno al tipo penal de la prevaricación, al menos como hipótesis”, etc.) podrían ser empleados por querellantes audaces contra Varela, como ya han anunciado dos asociaciones de memoria. Seguramente hay muchas personas contrarias a las iniciativas de Garzón, pero más contrarias a que por ellas se le inhabilite. Lo cual tal vez explique en parte esta ola aparentemente imparable que nos anega.

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El Katyn de todos” ¿Podrían compararse las fosas que investiga Garzón con las de la matanza estalinista?

Una bandera republicana en el Arco de la Victoria

Medio centenar de personas se han concentrado en el monumento para pedir la retirada de símbolos franquistas.- El encierro simbólico por Garzón acoge una terapia de grupo para víctimas

NATALIA JUNQUERA – El País – 15/04/2010

Medio centenar de personas se concentran bajo el Arco de la Victoria para pedir la retirada de los símbolos franquistas.- CRISTÓBAL MANUEL

Medio centenar de personas se ha concentrado esta tarde frente al Arco de la Victoria de Moncloa, en Madrid, para pedir la retirada de símbolos franquistas. Entre restos de un botellón y en presencia de la policía han colocado una bandera republicana de unos cinco metros de largo en el monumento que inmortaliza la victoria del bando franquista de la Guerra Civil.

El arco, de 40 metros de altura, se diseñó nada más terminar el conflicto, pero no se terminó hasta 1956. Lleva una placa en la que se lee en latín: “A las armas aquí vencedoras, la mente que vencerá siempre le dedica este monumento”, y en principio formaba parte de un complejo conmemorativo más amplio, con un monumento a José Antonio Primo de Rivera, que continúa detrás del arco, y una estatua ecuestre de Franco que finalmente decidió trasladarse al espacio que ocupó hasta hace cinco años en Nuevos Ministerios. “Cuando se terminó de construir el arco, los tiempos habían cambiado. Los aliados de Franco habían perdido la Segunda Guerra Mundial y el régimen, que entonces quería acercarse a EE UU prefirió ser más discreto. Por eso al terminarse, no se inauguró el arco y la estatua se llevó a otro lugar”, explica Jesús de Andrés, profesor de ciencias políticas en la UNED experto en símbolos del franquismo.

Terapia de grupo

Mientras, el aula de la facultad de Relaciones Laborales de la Complutense donde tiene lugar el encierro voluntario en apoyo del juez Garzón ha acogido hoy una sesión de terapia de grupo. Familiares de víctimas del franquismo, como Carmen Páez, que busca a su abuelo, un guardia de asalto que dejó cinco hijos, o Fausto Canales, que lucha para rescatar los restos de su padre del Valle de los Caídos, adonde fueron llevados sin su consentimiento, compartieron sus historias.

Todos elevaron la voz, de indignación, al recordar el final de su proceso, la paralización de la investigación que le reclamaron al juez Garzón. “Me daba confianza, me sentía arropada por él. ¿Ahora quién nos va ayudar a dignificar el nombre de mi abuelo y el de todos los que lucharon por España? Todavía somos malos y rojos? ¿Todavía tenemos que tener miedo?”, se preguntaba Carmen Páez.

Después, un hombre que no dice su nombre toma la palabra: “A mi hermano lo condenaron a muerte, al final se salvó. Yo soy un niño del auxilio social. Con diez años, he hecho trabajos forzados. Quería dar las gracias al juez Garzón porque nos ha dado un motivo para unirnos y recordar las tropelías y penalidades que pasamos. No podemos olvidar víctimas”.

Sin recursos suficientes

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) atiende a los familiares de las víctimas del franquismo en una oficina en la calle Francisco Madariaga, 30, en Madrid todos los miércoles. El local se lo ha cedido Psicólogos sin Fronteras. Están desbordados y denuncian que la oficina de atención a las víctimas del franquismo del Ministerio de Justicia ha llegado a remitirles cinco casos.

“La oficina estatal es una ventanilla. Allí no les escuchan, ni les dan ayuda psicológica. Nos remiten casos, cuando nosotros no tenemos ni para pagar Internet”, ha declarado Carlos Agüero, coordinador del centro de atención a las víctimas de la ARMH, que graba en vídeo a los familiares. “Sin sus testimonios será imposible exhumar de dentro de diez años, o que los hijos de los nietos sepan qué pasó. Hay pasajes de la historia más negra de este país que sólo están en la memoria de las víctimas. Llevamos diez años diciendo que esto es urgentísimo pero nadie nos hace caso”, ha añadido.

En esta oficina, donde han atendido a 103 personas, también ofrecen ayuda jurídica sobre las indemnizaciones que pueden solicitar “porque los octogenarios no entienden el lenguaje del BOE”, explica Agüero. El desamparo en el que se encuentran los familiares ha propiciado la aparición de empresas que piden dinero a las familias para hacer exhumaciones.

Caso por caso, casa a casa, los voluntarios de la oficina se han entrevistado con familiares de víctimas, “algunas en situaciones insalubres” y han tropezado con muchos obstáculos en los archivos que guardan las pistas sobre el paradero de los desaparecidos. “El 99% de las parroquias nos han puesto problemas”, ha denunciado Agüero.

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Peces-Barba: “Garzón no es un prevaricador”

El alma galleguista de México

A Coruña rinde tributo a Luisa Viqueira, hija del filósofo exiliado en América

PAOLA OBELLEIRO El País16/04/2010

Luisa Viqueira, con sus dos hijos, en una fotografía familiar de 1959.-

La democracia arrancaba apenas en España cuando Luisa Viqueira Landa (A Coruña, 1918) regresó por primera y única vez a su tierra natal, tras más de cuatro décadas de exilio en México. Era 1979, año de elecciones para constituir los primeros ayuntamientos democráticos, y fue “recibida y tratada como una reina” por Isaac Díaz Pardo, García-Sabell y Ramón Piñeiro, quienes durante sus seis meses de estancia no ahorraron esfuerzos y medios para dar la mejor atención a una comprometida galleguista del exilio.

Pero nunca más quiso volver donde su vida “fue truncada”, decía. Hija del filósofo y poeta galleguista Xohán Vicente Viqueira, destacada militante comunista y comprometida defensora de Galicia desde su país de acogida, Luisa no dejó nunca de trabajar por la promoción y difusión de su tierra y de su lengua pese a toda la persecución y represalias que sufrió ella y toda su familia durante gran parte de su vida.

Ahora, cuando tiene las facultades mentales y físicas muy mermadas por la edad, fue su hijo Manuel el que acudió al reconocimiento y homenaje que A Coruña y la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica le brindan estos días con el ánimo de rescatar del olvido la biografía de esta “incansable luchadora y defensora de Galicia” y entregarla la insigna de Republicana de Honor 2010.

Criada en el pazo familiar con nombre de regimiento -A Quinta de San Victorio- en la parroquia de Vixoi, en Bergondo (A Coruña), Luisa contó innumerables veces aquel cuaderno con dibujos y textos que su padre le elaboró para enseñarle el gallego. Nada más desembarcar en México, a donde llegó en 1939 tras tres años de periplo forzoso por Francia, Suecia e incluso Rusia, a donde se fue voluntaria para acompañar como profesora a los niños de la guerra llevados a la antigua Unión Soviética, Viqueira empezó a dar mitines y conferencias denunciando la represión que sufrían sus compatriotas.

Cada domingo, a las nueve de la mañana y durante años, se sentaba ante los micrófonos de la radio mexicana para el programa La hora de Galicia que retransmitía íntegramente en gallego “cuando estaba prohibido hablarlo” en su tierra por imperativo de la dictadura. Enseñaba a bailar muñeira y a tocar la gaita a los hijos de gallegos exiliados com ella. Luisa Viqueira era, junto a Luis Soto, el alma y centro de la “isla republicana española y galleguista” del país azteca, cuenta su hijo. En los años cincuenta crearon el Patronato de la Cultura Gallega de Mexico. Ambos activos militantes del grupo gallego del PCE, dejaron el partido a principios de los sesenta para participar, en alianza con el grupo Brais Pinto en Madrid, en la fundación de la UPG, el partido hoy hegemónico del BNG. Y se implicaron en la creación de la revista Vieiros.

La persecución marcó toda la vida de Luisa. Incluso cuando, ya instalada en México, se quedó viuda con tres niños de corta edad, en 1949. Su marido, encargado de prensa del PCE en el país centroamericano, apareció asesinado de un tiro en una cuneta. “Nunca se supo por qué, unos decían que fue Stalin, otros que fue Franco, y los comunistas hablaron de un suicidio”, cuenta Manuel Rodríguez Viqueira.

En sus ahora escasos “ratos de lucidez”, Luisa suspira por A Coruña. Ferviente defensora “de dejar el pasado y mirar sólo al futuro” no quiso, sin embargo, retornar a Galicia no sólo porque su vida y familia está en México o porque “nunca aceptamos”, cuenta Manuel, “la monarquía parlamentaria instaurada en España en la Transición”. Luisa no volvió por las heridas sin cerrar de la represión vivida.

Incluida la “batalla” que recuerda perfectamente, para enterrar a su padre en Ouces, la parroquia de Bergondo donde murió en 1924 y donde a Luisa, con 18 años, le pilló la sublevación militar de 1936.

El cura negó una plaza en el cementerio al que Piñeiro consideraba el “primer gran filósofo de Galicia” ya que era hijo de “descomulgados” -el padre de Xohán Vicente era tío materno de su madre-. De noche, y tras derribar un muro, su familia lo enterró igualmente, a escondidas y con ayuda de vecinos. El sacerdote levantó entonces un muro de tres metros de alto para dejar aquella sencilla sepultura fuera del camposanto y se inició un largo litigio judicial con la familia que ésta acabaría por ganar en el Tribunal Supremo.

Pero Luisa Viqueira no vio jamás rehabilitada la sepultura de su padre. Años después de su primera y última visita, cuando el ayuntamiento, ya gobernado por el PSOE, hizo derribar el muro y puso una placa “de Bergondo a Viqueira”. Pero la tumba del filósofo galleguista siguió igualmente aislada: nadie está enterrado junto a él, por la amenaza del cura de que quien lo fuese iría al infierno.

Fraga: ‘Sería bo que a Arxentina resolvese os seus problemas’

A Nosa Terra, 15/04/2010

O presidente fundador do PP e senador, Manuel Fraga, afirmou, á mantenta da querela presentada na Arxentina contra o ‘xenocidio’ na Guerra Civil e a ditadura franquista, que no país americano teñen ‘problemas de todas clases’ que deberían solucionar antes de dedicarse aos doutros países.

Manuel  Fraga, senador do PP

Manuel Fraga, senador do PP. César Cebolla/Alfaqui/AGN

“Neste asunto a única resposta pode ser esta: a Arxentina ten problemas de todas clases, sería bo que intentasen resolvelos e non querer resolver os nosos”, afirmou Manuel Fraga en declaracións a Europa Press.

O senador quixo aclarar previamente que mantén “unha gran simpatía e admiración pola Arxentina”, país ao que emigrou parte da súa familia e co que os galegos, engadiu, “sempre tiveron unha relación moi especial”.

Malia e todo, non quixo dicir nada máis sobre a querela, nin sobre a intención de quen a presentaron de solicitar a España a identificación de todos os presidentes e ministros do país entre 1936 e 1977, entre os que se atopa o propio Manuel Fraga.

“Non teño máis nada que dicir. Teñen suficientes problemas na Arxentina como para darlles prioridade sobre este, que non lles afecta”, concluíu o ex presidente da Xunta.

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Manuel Fraga Iribarne (Villalba, Lugo, 23 de noviembre de 1922) es un político español. Fue ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969, durante la dictadura de Francisco Franco, así como vicepresidente del Gobierno y ministro de la Gobernación inmediatamente después de su muerte, entre diciembre de 1975 y julio de 1976, bajo la presidencia de Carlos Arias Navarro. Fundador del partido Reforma Democrática, embrión de Alianza Popular y a su vez del Partido Popular, el principal partido de derecha en España, fue uno de los Padres de la actual Constitución Española de 1978. Líder de la oposición a Felipe González durante los años ochenta del siglo XX, presidió la Junta de Galicia entre 1990 y 2005.

Sois ridículos

MARUJA TORRES El País – 15/04/2010

No contentos con hacer el ridículo enjuiciando a Garzón, los llamados jueces del Tribunal Supremo se disponen a meter la gamba contándoles a los corresponsales extranjeros por qué lo hacen, y seguramente cómo es él, y en qué lugar se desenamoraron del juez. Me pregunto si estos tiesos y secos franquistas se han reblandecido con los años. Quizá es que la democracia que practican -entendida a la manera de Cospedal, es decir, la salvaguardia de sus intereses- les ha convencido de que el mundo les comprenderá en cuanto se expliquen e inviten a los corresponsales a una paella y una corrida de toros. Chicos, chicos, recordad el regio ejemplo que antaño os dio vuestro defendido, Francisco Franco. “Somos el asombro de Europa”, proclamaba cada dos por tres. Y seguía poniéndose a Europa, al mundo, por montera. Aquel sí que era un fascista berroqueño. A vosotros se os ven las grietas. No porque seáis mejores, sino porque estáis en terreno resbaladizo: terreno democrático. Mas no de Cospedal ni de Rajoy ni de Rita la Barbacoa. Democracia sin adjetivos y, sobre todo, sin zorrillas (en el sentido bíblico: que se cargan la vid) que usan su nombre en vano. Quizá la cercanía de una socialistísima como Margarita Robles os ha debilitado y necesitáis, además de hundir a Garzón, al Estado de derecho y a esta ciudadanía, además de dar la espalda de nuevo a las víctimas del franquismo y echar una manita a los gürteles, necesitáis, decía, de un poquitín de cariño por parte del extranjero.

Un consejo: tened cuidado que esta clase de gentuza, periodistas de democracias consolidadas, están acostumbrados a preguntar y repreguntar en las ruedas de prensa. Porque será una rueda de prensa, supongo. ¿O pensáis saliros con un comunicado y un vino español? Ayyyyy, ayyyyy, en qué pedazo de jardín os habéis metido. Perdón por el tuteo. Lo hallaréis irrespetuoso. Pero es que no os respeto en absoluto.

Nostalgia de la escuela progresista

Los niños de la guerra recuerdan cómo eran las clases de la II República

TERESA CUÍÑAS El País15/04/2010

Margarita Caballero y su prima Maruja Torrado, en la casa de la primera.- Lalo R. Villar

El 14 de abril de 1931, una niña de nueve años caminaba hacia la Puerta del Sol de Madrid de la mano de sus tíos entre una muchedumbre alborozada. Eso ocurrió tal día como ayer. Setenta y nueve años después, antes de salir de casa para tomar parte en una concentración en recuerdo de la proclamación de la República en Vigo, Maruja Torrado Calleja recuerda perfectamente que llevaba “un lacito prendido en la chaqueta con los colores de la bandera tricolor”. Desde que se puede celebrar el aniversario, Maruja y su prima, Margarita Caballero Calleja, procuran no faltar. “¡Qué alegría había en la calle ese día! ¡La gente salía de sus casas y se abrazaban unos a otros!”, dice Margarita, que vivió el cambio político con siete años.

Aquel día empezó el primer vuelco de unas vidas azarosas que quedarían después definitivamente marcadas por la Guerra Civil. Pero antes de que la dictadura oscureciera muchas existencias, la Segunda República abrió las ventanas para que entrase aire en un país enmohecido. A pesar de que la brisa duró poco, algunas corrientes fueron lo suficientemente persistentes como para revolucionar algunas cosas. Y la educación quizá fuese una de las más importantes.

“No recuerdo que nos hablasen de política en clase, pero sí que nos explicaban que había que mejorar las condiciones laborales y sociales de los padres para que los niños y las niñas pudiesen estudiar y no tuviesen que ponerse a trabajar tan pequeños. Otro mensaje insistente era el de lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Nuestros profesores decían que las mujeres no podían estar supeditadas a los hombres”, cuenta Margarita, hija del militante socialista Mauro Caballero, un colaborador del diputado del PSOE por Pontevedra José Gómez Osorio, que se pasó tres años escondido de los falangistas en su propia casa. Hasta 1936, asistió a un colegio público, gratuito, laico y mixto ubicado en el edificio que ahora ocupa la Cámara Agraria Provincial, en la Praza do Teucro pontevedresa. Tampoco Antonio Vázquez Mariño, nacido en 1929, rezaba en su escuela de la parroquia viguesa de Cabral. Estaba cerca del lugar en el que sus tíos Juan y José enseñaban “a leer, escribir y las cuatro reglas” a adultos por las noches; era el local del sindicato agrario de Cabral, presidido por Amante Caride Rodríguez, un trabajador del naval que fue paseado en Monteferro (Nigrán) y rematado en Baiona con una inyección letal.

El vicio de leer, que Margarita conserva intacto, al igual que Maruja y Antonio, se lo inocularon unos maestros “que venían a dar clase con mucho entusiasmo en un clima de respeto y de mucha camaradería”. “Nos pedían que compusiéramos redacciones con nuestras propias ideas”, evoca su prima Maruja, quien pasó su infancia entre traslados y fue escolarizada brevemente en Barcelona. “Se me daba muy bien inventar cosas y me encantaban las clases de geografía, en las que trazábamos viajes imaginarios”.

La lectura fue uno de los ejes de un programa educativo destinado a formar ciudadanos instruidos en una nación nueva que heredaba un millón de niños sin escolarizar y una tasa de analfabetismo del 32% pero también el aliento de la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos, que desde finales del siglo XIX promovía la reforma de la instrucción pública. La Segunda República convirtió al colectivo en símbolo de libertad intelectual e impulsó sus innovaciones pedagógicas: creación de bibliotecas ambulantes, reuniones públicas, escuelas nocturnas y las célebres Misiones Pedagógicas, que implicaron a artistas e intelectuales en la culturización del medio rural. No sólo se construyeron escuelas y se ampliaron las plantillas del magisterio, sobre todo durante el bienio reformista 1931-1933, sino que la profesión docente se vio dignificada con mejores sueldos y más oportunidades de formación, además del amparo legal de una Constitución (1931) que consagraba la libertad de cátedra y de conciencia. La renovación de la red escolar supuso una inversión de 400 millones de pesetas.

Mientras duró la guerra, Margarita dejó de ir a la escuela. Su familia temía que la niña pudiese hablar de lo que ocurría de puertas para adentro: el padre oculto y los hermanos, Federico y Carlos, afiliados a la CNT y a las Juventudes Socialistas, respectivamente, encarcelados. Cualquier comentario, incluso los más inocentes con las amiguitas del barrio, podía poner a todos en peligro. Al término de la contienda, se incorporó ya al instituto para cursar 2º de Bachillerato. Las variaciones fueron notables: había crucifijos en las paredes, los curas volvían a dar clase y la religión se estudiaba en el colegio. Lo que más le llamó a ella la atención fue la actitud de sus profesores, cuyo comportamiento evidenciaba “que estaban cumpliendo una obligación”.