Más allá de Garzón

XIMO BOSCH El País – 02/04/2010

Alguien escribió en forma aforística que los casos difíciles generan mal Derecho. La causa instruida por Garzón sobre la Guerra Civil y las posteriores querellas presentadas por supuesta prevaricación representan asuntos de cierta dificultad. Sin embargo, no parece que las resoluciones dictadas en ambos procedimientos presenten una mala calidad jurídica. Más bien dichas actuaciones han desencadenado una intensa polémica por la especial naturaleza de las mismas.

Al examinarse la labor de Garzón como instructor, resulta obligatorio entender la elevada complejidad del objeto de la investigación sobre la Guerra Civil.

No nos encontramos ante un pronunciamiento incruento como el que llevó a cabo el general Miguel Primo de Rivera, cuando en 1923 dio un golpe de Estado mediante un simple telegrama que remitió a Alfonso XIII.

Al contrario, el plan diseñado por Mola en julio de 1936, y continuado luego por Franco, buscaba derrocar un Gobierno constitucional mediante una amplia insurrección militar, así como usar el terror de forma planificada para exterminar a los adversarios ideológicos y de este modo atemorizar al resto de la población, con el fin de instaurar un nuevo orden político. Además, como señala Preston, el alcance de esta represión no tuvo equivalente en ningún país europeo por su extensión personal y su larga permanencia.

Al calificar penalmente estos hechos, partimos de un delito contra la forma de gobierno, que tuvo como consecuencia decenas de miles de asesinatos, torturas y lesiones. Y multitud de detenciones ilegales y desapariciones forzadas de personas que siguen enterradas en fosas comunes. Y, además, también otros sucesos penosos y poco conocidos, como los numerosos niños que fueron arrebatados a sus madres para ser entregados en adopción a familias del bando vencedor. La magnitud de esta terrible tragedia colectiva resulta difícil de describir. Por ello, la pluralidad de figuras delictivas concurrentes suscita enormes controversias sobre las normas aplicables, sobre los cómputos de la prescripción o sobre las reglas de competencia.

En relación con la causa contra Garzón, cualquier análisis de las resoluciones del magistrado instructor del Tribunal Supremo, Luciano Varela, debe implicar un reconocimiento de su trayectoria y de su acreditada valía profesional.

No obstante, existen importantes voces en la comunidad jurídica que han expresado sus discrepancias al considerar que se está optando de forma discutible por una lectura extensiva del delito de prevaricación. Desde esta perspectiva, Garzón se habría decantado por una alternativa jurídica legítima entre las varias posibles. En consecuencia, no resultaría acertado afirmar que Garzón sabía que no era competente, pues sus decisiones fueron compartidas por diversos magistrados de la Audiencia Nacional al emitir sus votos particulares. Y la misma tesis han sostenido varios jueces de instrucción que han intervenido en las actuaciones.

De hecho, somos cientos los magistrados de este país que habríamos actuado en conciencia del mismo modo en que lo hizo Garzón. Tampoco puede aceptarse que los hechos no pudieran investigarse a causa de la Ley de Amnistía de 1977, que se refiere sólo a delitos políticos, pues los tribunales internacionales han declarado reiteradamente la perseguibilidad en todo caso de los crímenes contra la humanidad y la falta de validez de las normas de punto final.

Más allá de la suerte de Garzón, en este debate están en juego concepciones esenciales del Estado de derecho. La consolidación de una doctrina expansiva sobre la prevaricación nos conduciría a una peligrosa restricción de la independencia judicial. Y a una visión jerarquizada y subordinada de la interpretación de las normas. Ello reduciría la potestad valorativa sobre los principios constitucionales y limitaría el desarrollo de la jurisprudencia, ante el riesgo de que las aportaciones innovadoras pudieran ser criminalizadas.

Por otro lado, en un plano muy distinto, no podemos ignorar una inquietante paradoja. A diferencia de lo que ocurrió en otros países con regímenes totalitarios, en España los autores de gravísimos delitos nunca se han enfrentado a un juicio ni han asumido sus responsabilidades penales. Sin embargo, es probable que quien se siente en el banquillo sea el único magistrado que ha investigado esos crímenes.

Resultaría perturbador que Garzón fuese excluido de la judicatura y finalizara su vida profesional impartiendo clases en universidades norteamericanas, argentinas o chilenas, como les ocurrió a Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Luis Cernuda y tantos otros de nuestros exiliados de la guerra.

Sin duda, ambas situaciones no serían literalmente comparables. Y los juristas siempre podríamos explicar lo sucedido con abundantes tecnicismos. Pero, ciertamente, no creo que gran parte de nuestra sociedad pudiera conseguir entenderlo.

Ximo Bosch es magistrado y portavoz territorial de Jueces para la Democracia (JpD).

Diferencia entre niños robados durante franquismo

Argentina

29/03/2010 ANSA

Las prácticas de apropiación de niños en el régimen franquista se hicieron a la “luz pública”, fueron respaldadas por una legislación y presentadas como medidas de “protección”, a diferencia de lo ocurrido en Argentina durante la dictadura militar (1976-1983), que se efectuaron de forma clandestina. “Una de las diferencias básicas con Argentina es que ahí todo ese proceso es oculto, clandestino. En cambio, aquí se hace a la luz pública y el estado se enorgullece de hacerlo, pues el discurso es que está salvando a los niños del mal”, dijo el historiador Ricard Vinyes a ANSA. Otra diferencia es que, en España, “hay indicios de que pudo haber adopciones ilegales, aunque no certezas, porque la documentación no es clara”, sostuvo Vinyes. En su obra “Irredentas”, el historiador afirmó que “la intencionalidad política de sustracción de los hijos de encarcelados y represaliados era una evidencia misma de la propaganda del régimen”. Así, citó una declaración del Patronato de la Merced en 1944: “miles de niños han sido arrancados de la miseria moral y material, miles de padres de esos niños, distanciados políticamente del nuevo estado español, se van acercando a él agradecidos a esta obra de protección”. De ese modo, el estado presenta como modelo las acciones de segregación, que no hubiesen sido posibles sin la “activa” intervención de la Iglesia Católica.
Según planteó Vinyes en “Irredentas”, en Argentina “las desapariciones fueron resultado de practicar la guerra sucia contra aquellos que eran considerados incómodos por el régimen, bajo el nombre global de izquierdistas”. “En España no. La pérdida y desaparición fue resultado de la purificación pública del país”, por lo que “la clandestinidad de las actuaciones argentinas no existió”, precisó. “Jamás hubo centros clandestinos de detención en nuestro país. Al contrario, fue el estado quien constituyó” el proceso legal y administrativo “que facilitó las desapariciones, especialmente desde la cárceles de mujeres”, completó el historiador en “Irredentas”. Después de 34 años de cometido el golpe, en Argentina siguen las investigaciones para encontrar a niños que fueron apropiados por los represores y que en muchos casos fueron entregados a otros militares o a civiles cómplices de la dictadura. GAT

El autor favorito de Mitterrand

Rescatada la obra de Gómez Arcos, escritor español – Censurado por Franco, triunfó en el exilio

TEREIXA CONSTENLA El País31/03/2010

Agustín Gómez Arcos, durante una visita a España en 1994.- SANTOS CIRILO

Cada nueva novela se recibía con un viejo ritual: la visita del chófer del presidente de la República al domicilio del escritor para recoger un libro dedicado. François Mitterrand admiraba a aquel autor español que escribía en francés: Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933-París, 1998), que triunfó en su voluntario exilio en Francia y fracasó en España, arrinconado en la esquina de los malditos.

Contra esa marginación pugna la editorial Cabaret Voltaire desde 2007, cuando publicó El niño pan (traducción de María del Carmen Molina Romero), al que siguieron El cordero carnívoro (2008), Ana no (2009) y, ahora, La enmilagrada (traducciones de Adoración Elvira Rodríguez). Gómez Arcos murió tras haber publicado 14 novelas en francés, haber sido finalista del premio Goncourt con dos obras -la editorial catalana publicará una de ellas, Escena de caza (furtiva), el próximo año-, haber sido condecorado con la Orden de las Artes y las Letras francesas con grado de caballero (1985) y oficial (1995) y ser estudiado en los liceos. Murió, en suma, como un escritor prestigioso y fue enterrado en el cementerio de Montmartre.

En España estaba muerto hacía mucho tiempo. Muerto para la cultura: sólo dos obras habían sido traducidas al español, Un pájaro quemado vivo (Debate, 1986) y Marruecos (Mondadori, 1991). Muerto en Enix, el pequeño pueblo de Almería que ya ni le recordaba y donde había nacido en una familia numerosa represaliada por su republicanismo. Muerto en Barcelona, la ciudad a la que se habían mudado tras la posguerra y de la que desapareció un buen día para abandonar los estudios de Derecho y consagrarse al teatro. Muerto en Madrid, donde brilló como dramaturgo (escribió 15 obras y ganó el Premio Nacional Lope de Vega en 1962 y 1966) y se estampó contra la férrea censura franquista.

Gómez Arcos había muerto incluso cuando Franco ya se había muerto. Eso era lo que más le enojaba. En 1985, en una visita a Madrid, con los socialistas en el Gobierno y a pesar de su buena relación con Felipe González y del estreno teatral de algunas de sus obras, lamentaba: “Me han cerrado todo con el mismo estrépito con que lo hizo el franquismo. Los políticos españoles han dejado sin contenido a la palabra libertad. Se pueden leer y ver obras en las que los personajes dicen tacos, muestran las tetas y se drogan. Pero en lo que respecta a la política, hay una censura feroz”.

“Siempre fue un outsider que no aprovechó su éxito, pero a pesar de la parte cínica y la mala leche, le hubiera gustado ser reconocido en España”, defiende Antonio Duque, el actor que alimentó durante 40 años su amistad con el escritor. Se habían conocido en el café Gijón y se convirtieron en inseparables. En Madrid compartieron piso con Miguel Narros, pero luego Duque arrastraría a Gómez Arcos a Londres y, en pleno 1968, a París. “Llegar y echar a correr todo fue uno”, bromea el actor. Antes de irse, Gómez Arcos le escribió una carta a Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, para quejarse del ninguneo que sufrió. Demasiado radical para la dictadura, pero también demasiado radical para la Transición, donde aún no había espacio para la memoria histórica que impregna la obra de Gómez Arcos, anticlerical, izquierdista y homosexual. “En aquel momento, España no quería mirar atrás y él no lo entendía porque ya había democracia”, precisa Miguel Lázaro, coeditor de Cabaret Voltaire. Atrapado en esa relación ambigua con su país de origen, Gómez Arcos visitó con cierta frecuencia España en los noventa. Recibió algún reconocimiento tímido, pero los temas de sus obras estaban lejos de interesar en un momento en que el pasado seguía acechando sobre los cogotes. Su peripecia era atípica: pastor, estudiante modélico, prometedor dramaturgo, camarero buscavidas en Francia y profeta en tierra extraña, capaz de doblegar una lengua ajena como si fuera propia. Escribía sobre incestos, derrotados, homosexuales, luchadores y represiones.

Miguel Lázaro cree que la carga biográfica pesó como una losa sobre su vida y su literatura. “Cuando acaba la guerra tiene seis años y ve las consecuencias para su familia, cómo se cambia del tiempo de ilusión en que su padre era el alcalde republicano y su madre la panadera a otro de encarcelamientos y penurias”, compara. Esa transición es patente en El niño pan, tan autobiográfica que causó una sublevación en su pueblo natal, Enix, cuando se publicó hace tres años. “No cambia nada, usa los nombres y los motes reales de familias que siguen allí”, afirma Lázaro. Molestó tanto que se recogieron numerosas firmas para pedir que le retirasen su nombre a una calle y el nombramiento de hijo predilecto. El destino de los malditos.

Tertsch: “Hablando de asesinos… Carrillo, héroe del zapaterismo guerracivilista”

En un artículo sobre ETA, el periodista ataca al ex líder del PCE sin tener nada que ver con el tema de su escrito

El periodista Hermann Tertsch, ingresado tras una agresión

El periodista Hermann Tertsch. EFE/Archivo – EFE

Público – 30/03/2010 09:48

Cada vez que Santiago Carrillo abre la boca, la derecha le saca las garras . Da igual los años que lleve retirado de la política activa, siguen lanzando furibundos ataques contra el ex secretario general del PCE. Esta vez, de nuevo, ha sido el periodista Herman Tertsch quien lo alude como “asesino” y “héroe del Zapaterismo guerracivilista”.

En un artículo en el periódico ABC publicado hoy, el periodista ha incrustado un último párrafo contra Carrillo en un texto cuya temática no tenía nada que ver con el ex líder comunista. Su título es Los asesinos buenos y versa sobre ETA y un nuevo supuesto proceso de diálogo, en el que Tertsch da credibilidad a las palabras de Mayor Oreja.

Después de hacer un repaso al tema desde su peculiar punto de vista, Tertsch dedica el último párrafo de su escrito a Carrillo, dando un histriónico cambio de tercio a su contenido: “Y hablando de asesinos…”, escribe refiriéndose al veterano comunista.

A Tertsch no le gustó que Santiago Carrillo, asegurara en una entrevista al Diario de Sevilla que en España no hay un partido como el de Le Pen en Francia porque el PP es capaz de aglutinar esos votos de extrema derecha. El “héroe del zapaterismo guerracivilista se lanza al cuello de la oposición y defiende a quienes lo han erigido en adalid de la mentira histórica”, asegura Tertsch.

Asegura que Carrillo sostuvo que “Rajoy es Lepen”y mantiene que sería “fácil” compararlo a él con Laurenti Beria, uno de los manos derechas de Stalin, al que se vincula con las purgas del dictador soviético. Las palabras de Carrillo fueron las siguientes: “Aquí no existe un movimiento como el de Le Pen, o la extrema derecha de Austria, por eso lo recoge Rajoy”.

Madrid, según el payés universal

Una exposición rescata el retrato implacable que Josep Pla escribió sobre la capital republicana

ABEL GRAU – Madrid – 31/03/2010

Arriba, entusiasmo popular en la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, en la plaza de Cibeles. Abajo, terraza de un café madrileño, en los años treinta.– ARCHIVO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID / EFE

No se puede decir que a Josep Pla le gustara mucho Madrid. Y así lo dejó escrito. Quien es probablemente el mayor escritor catalán del siglo XX, hoy quizá sería candidato al premio a la incorrección política. Llegado como corresponsal parlamentario el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la Segunda República, la capital le parecía un cúmulo de incomodidades sin ningún interés. Ahí va: la comida, “pésima”; los vinos, de “una pretensión grotesca”; ¿el cochinillo?, carne para “personas refinadas, decadentes y tristes”; ¿el teatro? “tan malo como la literatura que hacen los jóvenes”; la vida intelectual, “vacua e hiper-bólica, pasada de moda”. Casi nada.

Semejante retrato, implacable pero sin acritud, revive ahora en la muestra El Madrid de Josep Pla, en el Centro Cultural Blanquerna (Alcalá, 44) hasta el 24 de abril. En la villa y corte de Pla (1897-1981), sin embargo, no todo eran pullas. El “payés universal” -según Francisco Umbral- elogió el clima y el Prado (“Greco, Velázquez, Goya. Ver a estros tres pintores tal como se pueden ver hoy en el Prado justifican no uno, sino muchos viajes a Madrid”). Y admiró, claro, los cafés y las tertulias. Captó el ADN local: “Si uno dispone de cierta simpatía, de una pizca de picante candor, no es tan cerrada [Madrid] como parece. En cambio, Barcelona, que de entrada parece tan abierta, es mucho más difícil de penetrar”, comparaba Pla. “En Madrid, si uno dispone de suficiente simpatía, puede entrar en una u otra sociedad, aunque no tenga dinero. En Barcelona, al que no tenga dinero, por muy atractivo que sea, le va a resultar mucho más difícil”.

Sobre un plano de la ciudad de los años treinta, la exposición recorre con fotografías y textos el paso del autor por la capital. Sobre todo en los años que van desde 1931 a 1936, la etapa republicana hasta la Guerra Civil. Fruto de aquella estancia es Madrid. El advenimiento de la república (1933), su gran fresco de la urbe, de un gran valor histórico, que describe unas calles dominadas por el entusiasmo ante el nuevo régimen. La bandera tricolor que se iza en el Palacio de Comunicaciones, los tenderos (¡tan “vivarachos!”) que inmediatamente retiran toda referencia monárquica de sus carteles. Qué impresión, de madrugada, ante el Palacio Real cerrado, “a cal y canto y en la más absoluta oscuridad”, “tétrico, fantasmal, dramático”.

Conservador y alérgico a toda agitación social (“la revolución no es más que un cambio brusco del personal dirigente”), el autor de El cuaderno gris pronto se distanció del nuevo orden. No podía tolerar el violento alboroto popular. Su perplejidad es absoluta ante la quema de la iglesia del convento jesuita de la Flor, cerca de la Gran Vía. “Es francamente curioso ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, el ojo lleno de curiosidad, una sonrisa festiva en la cara, mirando cómo sale el humo del convento”. Muchas caras largas y tristes. “Casi me atrevería a decir que esta terrible insensatez ha gustado poquísimo en Madrid, por no decir que no ha gustado nada entre las personas conscientes, claro está”.

Observador omnívoro y digresivo vocacional, Pla teje su dietario con fragmentos en los que habla de todo. Arquitectura, política, historia, arte y costumbres. Lejos de la literatura de imaginación y apegado a los hechos, su estilo es claro y antirretórico. Si puede contar algo con una palabra, no emplea dos. Su arma, la ironía; una aguja, decía, para reventar el globo de la vanidad. Así disecciona a los políticos: el ministro de la Guerra, Manuel Azaña, “estadista, afrancesado y maquiavélico” (todo un elogio, viniendo de Pla); el conde de Romanones, “es el tipo de cazador castellano, experimentado y astuto”; el populista Alejandro Lerroux, “de distinguida arrogancia”. Miguel Maura, ministro de Gobernación, “cuando se abrocha su americana cruzada con aquellas facciones enérgicas en la cara, parece que algo importante está a punto de suceder”. Y el comandante Franco, “tímido e intrigante, el típico personaje que se pasa la vida sentado en los cafés”.

Admirador del Ateneo como foco irradiador de cultura, Pla radiografía a los literatos de la capital, como el intelectual Eugenio d’Ors (“gordo, ventripotente, considerable”, envidioso de Ortega, que era un “gran orador”), el articulista Julio Camba (“Que sería un buen embajador, está fuera de toda duda. Juega al póquer como los ángeles”) y a grandes potentados como el banquero Juan March, cuyo poder multimillonario deslumbra en las Cortes.

La tauromaquia la resultaba odiosa. “Es un espectáculo que no me gusta, porque me descubre de forma demasiado brutal el fondo psicológico que llevo dentro”. El gran prosista ejercía su temeraria tendencia a la generalización categórica (en palabras del periodista Sergi Pàmies); “la dureza del pueblo castellano se conserva y se cultiva en gran parte gracias a la fiesta nacional.”

Su Madrid -“una ciudad de aristócratas (andaluces, por lo general), de funcionarios y de tenderos”- es una ciudad moderna y en ebullición. Rival de la capital catalana (que tampoco agradaba mucho a Pla): “Hacer más que Barcelona, ser más que Barcelona -esta ha sido una de las pasiones de Madrid-. Es una pasión pueril”. A ella sólo se acude, decía, por negocios o por ambición política. Como ni lo uno ni lo otro le interesaba, se aburría. Por eso se puso a escribir su dietario: “Mi ambición es nula, tanto la política como la literaria. Por lo tanto, ¿qué voy a hacer, yo, en Madrid? Nada. Respirar, vivir. ¿Observar? Mi capacidad de observación es insignificante”. Menudo socarrón.

Reacio a toda agitación social, Pla pronto se distanció del nuevo orden. Recriminó la violencia de los alborotadores. Como los que quemaron el convento jesuita de la iglesia de la Flor, cerca de la Gran Vía. Su actitud escéptica recorre las páginas de ‘El advenimiento de la república’, en las que describió los primeros compases de la República, entre 1931 y 1934. En la imagen, la iglesia y el convento jesuita de la Flor, en llamas, en 1931.- EFE

Arte bajo las bombas

Una exposición rememora el recorrido de las obras maestras del arte español en la Guerra Civil para salvarlas de la guerra

JAIME PRATS El País31/03/2010

Una imagen del traslado del cuadro Venus y la música, de Tiziano, en 1939.-

En febrero de 1939 un convoy de 71 camiones salió de Figueres con destino a la frontera francesa cargado con lo más preciado del patrimonio artístico español. Hacía un intenso frío. Las carreteras estaban colapsadas por el trasiego de material militar y por los refugiados que huían del avance de las tropas del general Franco. Fue todo un reto reunir los vehículos que Francia no proporcionaba mientras la aviación italiana y alemana hostigaba las carreteras, hasta el punto de que la comitiva se interrumpió dos días por los bombardeos aéreos.

“Las condiciones eran terribles”, recordaba ayer Arturo Colorado, comisario de la exposición Arte Salvado, que se expone en el edificio de La Nau de la Universitat de València y organiza la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. En Perpiñán, ya a salvo de la guerra, las obras fueron depositadas en un tren que se dirigió hacia Ginebra, donde la Sociedad de Naciones se hizo cargo del valioso cargamento.

La muestra, que permanecerá abierta hasta el 30 de mayo, describe los avatares que sufrieron las obras de arte de mayor valor del país y los esfuerzos de las autoridades de la República por protegerlas de las bombas. En todo ello, Valencia tuvo un importante papel, como recordó ayer Colorado. Por un lado, por la responsabilidad que tuvo en el traslado un valenciano: el pintor y muralista Josep Renau, por entonces director general de Bellas Artes e impulsor de la Junta del Tesoro Artístico, el organismo encargado de coordinar la evacuación. Pero también, porque esta ciudad fue la primera etapa del recorrido emprendido por las obras de arte.

Las torres de Serranos y el Colegio del Patriarca albergaron obras del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, colecciones privadas o monasterios, como el de las Descalzas Reales de Madrid. En total, se recopilaron 525 cuadros -entre ellos, todo Goya, Velázquez, Rubens-, 200 libros -códices, incunables- y tesoros como el que trajo a España Felipe V antes de ser coronado, el llamado Tesoro del Delfín, “de elevado valor artístico y crematístico”, comenta Colorado.

De Valencia, las obras maestras se trasladaron a Barcelona, y de allí a Figueres. Entonces un comité internacional formado por representantes de nueve museos de todo el mundo logró que la colección se depositara en Ginebra. “Fue la campaña de salvamento más importante de la historia”, destaca el comisario de la muestra, que subraya que este modelo de salvaguarda artística fue seguido luego por países europeos en la II Guerra Mundial.

Ginebra expuso una selección de 200 cuadros en una exposición que concluyó el 30 de agosto de 1939. El 1 de septiembre, Alemania invadió Polonia y comenzó la II Guerra Mundial. Un tren nocturno, con las luces apagadas para esquivar los bombardeos, devolvió la valiosa colección a España ese mismo mes. Las joyas artísticas hicieron el camino de vuelta huyendo, una vez más, de un nuevo conflicto armado.

Bronca política en Alicante por la memoria histórica

La oposición denuncia que el PP quiere obviar en una placa conmemorativa que la aviación “fascista” italiana bombardeó el Mercado Central en 1938

S. N. El País30/03/2010

El homenaje a la víctimas del bombardeo del Mercado Central de Alicante por parte de una escuadrilla de la aviación fascista italiana el 25 de mayo de 1938 ha derivado en un enfrentamiento político entre la oposición, el PSPV-PSOE y EU, y el PP, en el gobierno local con mayoría absoluta. Los promotores del homenaje, la Comisión Cívica por la Recuperación de la Memoria Histórica de Alicante, han propuesto colocar una placa en la escena del brutal bombardeo, que costó la vida a 400 vecinos, que refleje que la acción bélica fue realizada por “la aviación fascista italiana”.

En cambio, el equipo de gobierno del PP, que lidera Sonia Castedo, plantea un texto sin el término fascista. La decisión de la alcaldesa ha acarreado las críticas del portavoz socialista, Roque Moreno, que ha calificado de “indignante” la intención de Castedo de obviar la autoría del ataque. “En el Mercado Central no murieron más de 300 alicantinos, fueron asesinados. Eran abuelos y bisabuelos de muchos alicantinos que, estando realizando labores cotidianas, fueron asesinados en un bombardeo de la aviación fascista italiana, auspiciado por Franco”, asegura en un comunicado Moreno. En el mismo sentido se expresa Miguel Ángel Pavón, candidato de EU a la alcaldía en 2011 (en este mandato la coalición de izquierdas es extramunicipal). “Es un insulto a las víctimas y a los alicantinos que se oculte la verdad histórica del criminal bombardeo del 25 de mayo de 1938”, señala Pavón.

La Comisión por la Recuperación de la Memoria de Alicante, a través del escritor Enrique Cerdán Tato, asegura: “No somos obstinados ni intransigentes, pero nuestro único propósito es honrar a las víctimas del bombardeo con orgullo y honestidad, y no desde la mentira. Hubo un verdugo y unas víctimas. Estas están identificadas, y no se puede ignorar al primero a base de eufemismos”, explica.

Cerdán Tato señala que se convocó un concurso para el monumento en cuyas bases están claramente reflejadas las características del hecho histórico que se pretende evocar. El escritor resalta que en los últimos dos meses no han recibido por parte de la alcaldesa un texto alternativo a su propuesta.

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Castedo corrige a Alperi y quita a Franco los títulos honoríficos

José Luis Ferris recupera en “El sueño de Whitman” la memoria colectiva

Público – 24/03/2010

El escritor alicantino José Luis Ferris ha presentado hoy su tercera novela “El sueño de Whitman”, la historia de búsqueda de una mujer, Julia Gadea, que recompone su pasado mientras el lector recupera una memoria colectiva enterrada desde hace 50 años. 

“La literatura es el mejor medio para las reivindicaciones, porque pone cara y cuerpo al ultraje y la soledad, perforando el corazón de los lectores” ha explicado Ferris hoy durante la presentación de la obra, reciente ganadora del Premio Málaga de Novela 2009.

“El sueño de Whitman” (Fundación José Manuel Lara) narra un oscuro episodio cometido en la ciudad norteafricana de Larache a Comienzos de la Gerra Civil, protagonizado por un capitán del ejército y relacionado con la muerte de Paulina Sarabia.

La hija de la víctima, Julia, pretende desenterrar en la actualidad ese pasado que desconocía y que ha descubierto gracias a unos documentos perdidos.

De esta forma la novela se estructura en dos partes: los capítulos impares, narrados en tercera persona y ambientados en 1936, y los pares, contados en primera persona por Claudio Valbuena, el editor que ayuda a Julia en su búsqueda.

Además, la historia de los personajes se hace más compleja al plantear el amor poco convencional entre Julia, una mujer madura de 65 años y el editor, casi 30 años más joven que ella.

Ferris ha explicado que más allá de la historia le interesaba llegar “a lo más profundo” de los personajes, construidos de forma que estuviesen “vivos” para el lector, “haciendo así de sus historias personales, experiencias colectivas”.

“Otro de los aspectos que me interesaban era mezclar realidad y ficción, de esta forma los personajes de la historia conviven con los ficticios de un modo que me fascina, porque siempre he defendido que todos somos producto de nuestra realidad y nuestra propia ficción” ha afirmado el autor.

En este sentido, la historia incluye personajes reales como el poeta Antonio Carvajal y el escritor de novela negra Chester Himes, y está recorrida por la sombra de Walt Whitman, cuyo verso “desvela” el final de la historia.

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El trailer (!) del libro:

[vimeo http://vimeo.com/10458814]

97-vuotias esikoiskirjailija kertoo Espanjan sisällissodasta

Tommi Nieminen – Helsingin Sanomat – 7.3.2010

97-vuotias Jorma Multanen julkaisee esikoiskirjansa kokemuksistaan  Espanjan sisällissodassa.

97-vuotias Jorma Multanen julkaisee esikoiskirjansa kokemuksistaan Espanjan sisällissodassa. Vesa Oja / HS

Keväällä 1937 Jorma Multanen oli 24-vuotias rahaton oikeustieteen opiskelija Helsingin Puistolasta. Hän oli myös reservin aliluutnantti, ja etsi rahakasta kesätyötä. Tiedossa Multasella oli paikka Suursaaren ravintolan portsarina.

Edellisenä kesänä Espanjassa oli alkanut sisällissota kenraali Francisco Francon fasistien ja punaisten tasavaltalaisten välillä. Sen pelättiin leviävän muualle Eurooppaan, ja Ranskan ja Englannin johdolla ryhdyttiin neuvottelemaan aseviennin estämisestä Espanjaan. Perustettiin Puuttumattomuuskomitea, joka palkkasi eri puolilta Eurooppaa noin 700 miestä tarkastamaan Espanjaan kulkevaa rahtia. Suomesta valvontaupseereiksi valittiin 39 henkilöä.

Multanen oli kielitaidoton, hän tunsi huonosti Espanjan tilanteen, ja hänellä ei ollut tarkkaa kuvaa siitä mitä valvontaupseeri tekee. “Olin lukenut lehdistä, että Saksa ja Italia auttavat Francoa, ja Ranska ja Neuvostoliitto punaisia.” Se riitti. Multanen pestattiin Puuttumattomuuskomitean merivalvontaupseeriksi. Lähtiessään toukokuussa 1937 Turun satamasta kohti Lissabonia, hänellä oli taskussaan viisitoista puntaa. “En tiennyt edes missä Gibraltarin salmi on. Tai tiesin, että se on jossain Euroopan ja Afrikan välissä. Eikä minulla ollut aavistustakaan, mitä teen siellä sodassa. Kuvittelin, että olen hienoilla englantilaisilla sotalaivoilla.”

Nyt siitä on jo 73 vuotta. Korsolainen varatuomari Multanen täytti eilen lauantaina 97 vuotta. Hän on todennäköisesti viimeinen elossa oleva Puuttumattomuuskomitean valvontaupseeri. Hän on myös aika varmasti tämän kevään iäkkäin esikoiskirjailija – ainakin Suomessa –, sillä huomenna maanantaina hän julkaisee kokemuksistaan omakustanteen Suomalaisena Espanjan sisällissodassa.

Merivalvontaupseeri Multanen teki yhteensä 21 laivamatkaa Espanjan sotasatamiin. Tehtävänä oli tarkistaa rahtilaivoja, jotka saapuivat Espanjaan muualta Euroopasta tai Pohjois-Afrikasta. Hän astui laivaan jo sen lähtösatamassa esimerkiksi Marseilles’ssa, Gibraltarissa tai Doverissa, tutki laivan dokumentit ja lastin siinä määrin kuin yksi mies siihen kykenee. Jos laivan lastidokumenteissa luki säilykepurkkeja, ruumassa piti olla niitä, ei esimerkiksi kiväärejä, taistelukaasuja tai kranaatteja joko fasisteille tai tasavaltalaisille joukoille. Myöskään vapaaehtoisia taistelijoita ei Espanjaan saanut kuljettaa. Espanjaan saavuttaessa Multanen nostatti rahtilaivan raakaan eli maston poikkipuuhun ison valkopohjaisen viirin, jossa on kaksi isoa mustaa palloa. Se oli merkki siitä, että laivalla on valvontaupseeri.

Espanjan satamissa Multanen kyykisteli sadoissa ilmapommituksissa, sillä etenkin fasisteja tukeneet Saksa ja Italia harjoittelivat ahkerasti ilmasodankäyntiä Espanjan sisällissodassa. Vaarallisin Multasen tarkastusmatkoista oli vuoden 1938 alussa brittiläisellä Bramhill-aluksella Barcelonan satamaan. Lentokoneet pudottivat pommeja neljään satamassa olleeseen säiliöalukseen ja Bramhill olisi todennäköisesti palanut samassa rytäkässä, jos öljysäiliöt olisivat saaneet täysosuman. “Bramhillin perämies kysyi minulta, että kummalla puolella olen. Sanoin, että totta kai Francon puolella”, Multanen muistelee. “Laivan miehistö oli aivan kauhuissaan. Selitin niille, että meillä Suomessa on ikuinen vihollinen rajan toisella puolen. Ja että meillä on epäisänmaallisia ihmisiä, jotka kannattavat kommunismia.”

Multanen oli tuolloin – ja on edelleen – kenraali Francon ihailija. Siitäkin huolimatta, että Puuttumattomuuskomitean valvontaupseerien tehtävä oli pysyä tiukasti puolueettomina. “Pidin tarkkaan huolta, että tein työni samalla tavalla kaikilla laivoilla.” Multaselle Franco oli eurooppalaisen sivistyksen pelastaja.

Hänen näkemyksensä Euroopan 1900-luvun sotahistoriasta kulkee suurin piirtein näin: ilman Francon fasistien voittoa Espanjassa Stalinin neuvostojoukot olisivat Espanjan kautta päässeet valtaamaan Länsi-Eurooppaa, ja koko maanosa olisi ollut vaarassa jäädä kommunistien jyräämäksi. Toisaalta Franco hyydytti Multasen mukaan myös Hitlerin maailmanvalloituksen, kun hän ei täysimittaisesti liittoutunut akselivaltojen kanssa.

“Franco oli maailman viisain, etevin ja etenkin juonikkain valtiomies”, Multanen sanoo. Mutta älkää nyt ymmärtäkö väärin. Ei Multanen ole arjessaan mikään Korson kiihkein fasisti. Sanottaisiinko, että hän on enemmänkin vannoutunut kommunismin vastustaja, joka on ollut kahdessa sodassa Neuvostoliittoa vastaan.

Suomalaisia seikkaili Espanjan sisällissodassa aika paljon. Punaisten puolella taisteli 72 suomensuomalaista, 78 amerikansuomalaista, 73 kanadansuomalaista ja kaksi suomalaista Neuvostoliitosta. Fasistien joukoissa soti neljätoista suomalaista. Se oli surullinen sota myös suomalaisille, sillä heistä lähes joka kolmas kuoli. Enää kaksi heistä on elossa, tasavaltalaisten riveissä taistelleet amerikansuomalaiset Matti Mattsson, 93, ja Jules Päiviö, 92.

Kirjassaan Multanen kertoo tapaamastaan Mikkola-nimisestä tasavaltalaisesta, joka oli Kuolemajärven kylästä Karjalan kannakselta. “Hän oli punaisten puolella, annoin hänelle tupakkaakin. Kysyin, mistä hänellä on rahaa. Hän sanoi että me nostamme niiden rahat, jotka kaatuvat. Myöhemmin hän itsekin kaatui.” Multanen piti koko sodan ajan päivittäin tarkkaa päiväkirjaa. Hän muistaakin sisällissodan yksityiskohtia ja tunnelmia hämmästyttävän hyvin. Sellaisia, että punaisten satamissa oli aina pimeää. “Niistä ei voinut ostaa mitään, paitsi mustasta pörssistä josta sai ihan mitä tahansa. Hienoimpia suklaita ja sikareita, mutta siihen tarvittiin hirveästi rahaa.”

Valvontaupseereille maksettiin hyvää palkkaa: 450 puntaa kuukaudessa, majoitus ja ruoka. Oli työssä tosin riskinsäkin. Kun Multanen jumittui Tarragonan satamaan kahdeksi viikoksi, hän laski yhteensä 44 ilmapommitusta. Muita vaarallisia satamia olivat ainakin Barcelona, Valencia, Alicante ja Almeria. “Minä en ole missään tapauksessa mikään rohkea mies, kartan väkivaltaa. Kun lentokoneet tulivat, ei voinut kuin painua mahdollisimman matalalle laivan kantta vasten”, Multanen sanoo.

Merivalvontaupseereja kuoli Espanjan sisällissodassa yhteensä 14. Suomalaiset selvisivät pikkuvammoilla. “Meillä oli korvaustaksat kuin lihakauppiaalla”, Multanen muistelee. “Jos meni yksi silmä, siitä sai 500 puntaa. Kahdesta sai tuhat puntaa. Jaloista sai samoin 500 puntaa ja käsistä. Se oli melko kaukana nykyisistä vakuutusyhtiöiden arviointihinnoista.”

Luksusta työ oli silloin, kun ei oltu Espanjan sotasatamissa. Valvontaupseerit pukeutuivat keikarimaisiin siviiliasuihin, söivät laivojen kapteenien pöydässä ja saivat parhaimmat hytit. Marseilles’ssa Multanen vei paikallisen daamin oopperaan katsomaan Samson et Dalilaa. “Minkkiturkkisen rouvan” kanssa hän teki Citroënilla autoreissun Pyreneillä. Toisen kerran hän vei Marseilles’n oopperaan toisen paikallisen naisen katsomaan Figaron häitä.

Kapteenien pöydissä syötiin ja juotiin hyvin. Miehistöissä taas oli Multasen mukaan paljon “tokkuraisia ja öriseviä kompuroitsijoita, kännistä päällystöä ja miehistöä, laulunhoilotusta, pientä tappelun nujakkaa sekä haitarin ja huuliharpun soittelua”.

Sekoilua tosin oli myös Puuttumattomuuskomitean asevientivalvonta. Multanen sanoo suoraan, että se oli “humpuukihommaa”. Espanjan rajat todella vuotivat kuin seula. Kiväärejä, kranaatteja, taistelukaasuja ja sotilaita virtasi erityisesti Italiasta, Saksasta, Yhdysvalloista ja Neuvostoliitosta. “Ei meillä ollut keinoja valvontaan”, Multanen sanoo. “Italialaiset olivat pahimpia, he toivat Punaisen Ristin sairaalalaivoilla sotatarvikkeita Espanjaan.” Itse hän ei löytänyt kertaakaan tarkastamiltaan laivoilta kiellettyä lastia, mutta ei hän sellaista voi vannoa, etteikö laivojen ruumassa olisi joskus jotain ollutkin. Mutta kun ei yksi mies isoa rahtilaivaa kovin helposti nuohoa.

Huhtikuussa 1939 tasavaltalaiset antautuivat Francon fasisteille. Yhteensä noin 500 000 ihmistä oli kuollut sodan seurauksena, Espanjassa alkoi lähes neljäkymmentä vuotta kestänyt Francon diktatuuri. Muu Eurooppa otti Espanjasta vauhtia toiseen maailmansotaa, joka alkoi syyskuussa 1939.

Multanen oli palannut Suomeen huhtikuussa 1939. Kesällä hänet kutsuttiin laivaston reserveihin, talvisota oli muutaman kuukauden päässä. Ja pian sauhuttiin jo jatkosodassa. Omissa sodissammekin Multanen oli enemmän tarkkailuasemissa laivoilla kuin rintamalla. Hänestä tehtiin jäänsärkijän päällikkö.

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Lue myös kanadansuomalaisen Jules Päiviö kokemuksista Espanjan sisällissodassa (Päiviö taisteli siis tasavaltalaisten riveissä):

Espanjan puolesta

Toisen maailmansodan syttyessä 22-vuotiasta Jules Päiviötä ei päästetty Eurooppaan sotimaan fasismia vastaan, koska hän oli jo käynyt Euroopassa sotimassa fasismia vastaan. (Voima 10/2007)

Jules Päiviön ja muiden Kanadan suomalaisten kokemuksista on myös tehty dokumenttielokuva To My Son In Spain: Finnish Canadians in the Spanish Civil War /Pojalleni Espanjassa: Kanadan suomalaiset Espanjan sisällissodassa (Dave Clement & Saku Pinta, 2009). Lue elokuvasta lisää lehdestä Vapaa sana. Elokuvalla on myös oma Facebook-ryhmä.