Crucifixión

MARÍA AGUSTÍN El País02/03/2010

Es desesperante ver cómo jueces ejercientes en el Tribunal Supremo (TS) tratan de inhabilitar al juez Garzón con tres querellas aceptadas, y a sabiendas de su improcedencia: se le imputa prevaricación y no dictó sentencia alguna, aunque reconoció crímenes contra la humanidad sobre los españoles, adultos y niños desaparecidos durante el franquismo. Se le imputan cobros indebidos en el caso de los cursos en Estados Unidos, cuando el propio TS lo ha desestimado dos veces. Se le imputa haber ordenado escuchas ilegales que invalidarían el caso Gürtel, cuando la propia fiscalía sostiene que esta imputación es contraria a derecho. No obstante, si Garzón renunciase a su cargo en la Audiencia, se diluirían misteriosamente todas las imputaciones y se anularía el caso Gürtel.

¿Tanto miedo tienen el PP y sus amigos del caso Gürtel? ¿Por su miedo son capaces de sojuzgar a un inocente, pagar con fondos del PP el abogado defensor de su tesorero y echar arena sobre la presunta financiación irregular de su partido? Nuestra situación económica se resolvería, en parte, si se pudiesen recuperar las decenas de millones de euros exportados ilegalmente de España y puestos de manifiesto con el caso Gürtel. ¿Asistiremos impasibles a la crucifixión del juez Garzón y a que ensucien nuestra democracia unos señores que, presuntamente, sólo defienden España para expoliarla.

Imperdonable

ROSA MONTERO El País – 02/03/2010

Hace un mes hablé en este artículo del infierno de las cárceles cubanas, del maltrato sistemático y de la aterradora indefensión de los presos de conciencia. Por entonces Orlando Zapata ya estaba en plena travesía hacia su muerte, pero yo no lo sabía. No lo sabía casi nadie. La huelga de Aminetu la conocimos desde el primer día, porque España es una democracia y las noticias circulan. Pero las dictaduras feroces, y la cubana lo es, se caracterizan por silenciar los gritos de las víctimas. Y hacen algo aún peor que silenciarlas: las difaman. En los foros de Internet leo comentarios de la gentuza castrista diciendo que Orlando era un delincuente común “de lo peor”. ¿Se puede concebir una abyección más grande? Además de torturar, denigran al torturado. Es como si alguien violara a una chica, le sacara los ojos y la decapitara, y luego nosotros dijéramos: algo habrá hecho para merecerlo, la muy puta. Con las agresiones contra las mujeres ya lo vemos claro, ¿no? Pero, asombrosamente, ese sucio prejuicio sigue funcionando con los cubanos. Hablo de la absoluta inhumanidad del pensamiento dogmático, de la pereza intelectual y moral que impide que una buena parte de la izquierda asuma su responsabilidad ante el horror del castrismo. Hablo de Zapatero no diciendo ni palabra el primer día, y luego, tarde y mal, limitándose a lamentar la muerte y no a condenarla. Hablo del PSOE insistiendo en reforzar las relaciones con Cuba, una política que ya ven adónde conduce. Gracias a la presión popular salvamos la vida de Aminetu. Pero, ¿dónde están ahora los actores, los famosos, los de Izquierda Unida, todos esos que apoyaron a la saharaui? Orlando tuvo que pagar con su vida la visibilidad mediática. Ahora hay otras seis personas en huelga de hambre en Cuba reclamando derechos básicos: hay que ayudarlas. Ya se han acabado las excusas: justificar o disculpar hoy el castrismo es como justificar o disculpar el fascismo. Una indecencia imperdonable.

El PP se abstiene de revocar honores a Franco en A Coruña

El Ayuntamiento quita distinciones a 18 miembros de la dictadura

PAOLA OBELLEIRO El País02/03/2010

El Ayuntamiento de A Coruña, con la abstención del PP, aprobó ayer la retirada de los títulos honoríficos concedidos a Francisco Franco y otros 17 miembros de la dictadura. Previamente, socialistas y nacionalistas, que conforman el gobierno municipal, unieron sus votos para desestimar los recursos presentados por los descendientes de militares del franquismo que dan nombre a calles de la ciudad, como son Millán-Astray, Juan Canalejo, Arcadio Vilela y Barreiro Tejeiro. Ahora la oposición a la retirada de la simbología franquista en A Coruña seguirá batallando en los juzgados, como ya lo hicieron los veteranos de la Legión contra la reciente retirada de la imponente estatua del fundador de este cuerpo, Millán-Astray, en una plaza que aún lleva su nombre.

La obligada aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, que establece desde 2007 la retirada de los honores o monumentos que exalten la figura de participantes en la Guerra Civil o en la dictadura, es “justificación” suficiente para rechazar los recursos de familiares, arguyó el edil de Educación y Protocolo, Carlos González-Garcés. Las distinciones concedidas a Franco y sus colaboradores “no pueden estar por encima de la ley”, añadió. El dictador ha dejado de ser desde ayer hijo adoptivo y predilectísimo de la capital provincial, alcalde honorario y medalla de Oro. La concesión de esta última distinción ha sido revocada también para Luis Carrero Blanco, Millán-Astray, Gómez Zamalloa y Juan Canalejo, un falangista local que daba hasta hace año y medio su nombre al hospital de A Coruña.

Fraga, excluido

Del listado aprobado ayer quedó excluido Manuel Fraga. Conservará su título de hijo adoptivo de A Coruña otorgado por el pleno municipal en 1968 por su condición de entonces ministro de Información y Turismo. Sin embargo, a otros seis miembros del Gobierno franquista, la mitad en la misma época que Fraga, sí se les revocó ayer la misma distinción, como es el caso de Camilo Alonso o José Ibáñez.

“Se hace justicia con los represaliados”, se congratuló la edil nacionalista Margarida Vázquez. Y calificó de “cobarde” al PP por abstenerse en este asunto. “Deja bien clara su ideología”, reprochó. Los conservadores coruñeses se mostraron siempre en contra la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, aunque cada vez que el pleno, como ayer, adoptó acuerdos para cumplirla y retirar simbología franquista, optaron por abstenerse. “No nos sentimos concernidos”, argumentó el edil del PP Juan de Dios Ruano, “por el modo excluyente, sectario y antirreglamentario” con el que se llevó a cabo el proceso.

“Los asesinatos previos a la dictadura se asumían con toda tranquilidad”

Juan José Campanella. Cineasta. El director, que está en Los Ángeles rodando capítulos de ‘House’, aspira a ganar su primer Oscar el 7 de marzo con ‘El secreto de sus ojos’, coproducción española ambientada en los años previos a la dictadura argentina

«Los asesinatos previos a la dictadura se asumían con toda tranquilidad»

Foto: l director da instrucciones a Ricardo Darín y Soledad Villamil durante el rodaje del filme. – CARLOS PRIETO

CARLOS PRIETO – Público – 28/02/2010 08:45

Campanella en pijama. Campanella completamente dormido. Campanella cagándose en tus muertos Todas estas imágenes se pasan por la cabeza del reportero mientras marca el número de teléfono de Juan José Campanella (Buenos Aires, 1959) en Los Ángeles. Son las 6:15 de la madrugada en la capital de California, una hora tan intempestiva como informativamente relevante. El director argentino está en EEUU rodando capítulos de House. Sólo se puede hablar con él al alba; en concreto, mientras conduce hacia el set de rodaje. “Disculpa un momento, me parece que me acabo de perder, voy a llegar tarde al trabajo”, dice de pronto mientras trata de descifrar la voz en off de su GPS.

«Estoy todo el día trabajando, no me ha dado tiempo a ponerme nervioso»

La ventaja de estar tan ocupado es que al autor de El hijo de la novia (2001) no ha tenido tiempo de ponerse “nervioso por lo de los Oscar”. Su último trabajo, la coproducción española El secreto de sus ojos, podría convertirse el próximo domingo en el segundo filme argentino en ganar el Oscar a la mejor película extranjera tras La historia oficial (1985). El filme de Luis Puenzo analizaba los efectos de la dictadura militar sobre las generaciones posteriores. El thriller de Campanella se ambienta en los años previos al levantamiento castrense.

[…]

Repasemos un poco los temas de El secreto de sus ojos. Ha comentado que el cine argentino no había reflejado casi los años previos a la dictadura. ¿A qué lo achaca?

La dictadura fue un shock. Así que tanto el inconsciente colectivo como la historia oficial situaron todos los males en esos años, olvidándose de los antecedentes. Supongo que ocurre algo parecido con el cine español y la Guerra Civil; no hay tantas películas que reflejen los años previos al conflicto.

¿Qué ambiente se vivía en Argentina esos años?

Había mucha violencia. Yo era muy chico entonces y estaba a otras cosas, pero recuerdo que había un clima de violencia cotidiana. Uno convivía con la violencia hasta el punto de que los asesinatos de sindicalistas, militares o gente corriente no llamaban la atención, se asumían con toda tranquilidad, como parte del entorno diario, sin más sobresaltos. También se notaba un incremento de la violencia en el discurso; todo un síntoma de lo que estaba por venir.

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¿Garzón prevaricador?

CARLOS SLEPOY 02/03/2010

La inaudita y despiadada persecución judicial que está sufriendo Baltasar Garzón excede a su persona. Sin perjuicio del odio visceral que trasluce el dislate jurídico que contra él han puesto en marcha algunos magistrados, es el propósito de enterrar la posibilidad de juzgar los crímenes del franquismo y de lanzar al mismo tiempo el mensaje urbi et orbi de que hay que acabar con esas exóticas ideas de justicia universal y lucha judicial contra la impunidad, lo que explica el desafuero que se está cometiendo, para pasmo y estupefacción de aquellos que creían que la judicatura española estaba en primera línea en la persecución de genocidios y crímenes de lesa humanidad.

Contraviniendo la Constitución española, el Derecho Internacional, el Código Penal, la Ley de Enjuiciamiento Criminal y la doctrina de la que un día supo hacer gala el propio Tribunal Supremo, miembros de este tribunal se proponen inhabilitar a Garzón por cumplir lo que esas normas y esa doctrina establecen. Le imputan, nada más y nada menos, que el haber dictado a sabiendas resoluciones injustas por haber tenido la osadía de pretender investigar crímenes que sólo se justifica que aún no estén juzgados por la impunidad que se ampara en la Ley 46/1977 de 15 de octubre, de Amnistía, cuya declaración de nulidad ha sido instada por el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Esta ley, sostienen estos jueces, impediría investigar los crímenes del franquismo. Garzón, dicen, no podía ignorarlo. Pero lo no que pueden ignorar quienes desde la cúspide del Poder Judicial así opinan es que, si esta ley es entendida en el sentido de que impide el ejercicio de la acción penal contra quienes han cometido crímenes lesivos para la humanidad, vulneraría los artículos 10.2 de la Constitución, que establece que las normas relativas a los derechos fundamentales se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales ratificados por España, y 96.1, que señala que dichos tratados formarán parte del ordenamiento jurídico interno. También se opondría semejante interpretación de esta ley al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que determina que serán juzgados y condenados quienes cometan actos delictivos según los principios generales del Derecho Internacional; la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, que establece que todo tratado obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe, y que una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado; la Convención contra el Genocidio; la Convención contra la Tortura; la Convención sobre Desaparición Forzada de Personas, todos ellos firmados por España. Éstos y otros acuerdos, principios y normas imperativas del Derecho Internacional establecen la imprescriptibilidad de estos crímenes y señalan que sus responsables no pueden en ningún caso beneficiarse de leyes de impunidad.

En el colmo del despropósito, el Tribunal Supremo juzgó y condenó al represor argentino Adolfo Scilingo por crímenes de lesa humanidad cometidos en Argentina sosteniendo que los mismos pueden y deben ser perseguidos por ofender a la comunidad internacional, siendo inhábiles cualesquiera leyes que los amparen. Ahora, cuando el mismo juez español que procesó a aquél pretendió investigar delitos del mismo tenor cometidos por españoles contra españoles en España, algunos de sus miembros lo tildan de prevaricador y pretenden juzgarlo.

La torcida interpretación que se hace de la Ley de Amnistía y la negativa a juzgar hechos ilícitos no sólo sumen en el descrédito y la vergüenza, nacional e internacional, a la Administración de Justicia española, sino que desamparan a los cientos de miles de víctimas que en su día lucharon por defender la legalidad republicana y por eso sufrieron muerte, desaparición y destierro, y a sus familiares que, pasados ya casi setenta años del comienzo de la acción criminal, todavía deben seguir reclamando reparación y justicia.

En Alemania, Francia e Italia se sigue juzgando a los responsables nazis por hechos cometidos antes de los que Garzón imputaba a los asesinos españoles. En Argentina, Chile y Uruguay se juzga a criminales que pretendieron ser amparados con leyes que los exoneraban de responsabilidad penal.

Hasta el presidente de la Audiencia Nacional, tribunal en su día admirado mundialmente por declarar la competencia de la justicia española para investigar y juzgar el genocidio cometido en el Cono Sur de América, se permite decir que lo de juzgar los crímenes franquistas es opinable. Nada hay opinable en esta materia: los crímenes contra la humanidad cometidos por el fascismo español pueden y deben ser juzgados.

Hay prevaricadores, pero Garzón no es uno de ellos. Los prevaricadores son los que se han opuesto a la investigación de los crímenes de la dictadura y los que contra este juez vienen dictando resoluciones manifiestamente injustas. A ellos debe serles aplicada la sanción que el Código Penal prevé para quienes lo hagan a sabiendas, lo que debe suponer, dadas sus altas investiduras, inhabilitación absoluta para todo empleo o cargo público de 10 a 20 años. A esta pena deberían enfrentarse cuando cese el desvarío y sean restablecidos el derecho y la justicia.

Carlos Slepoy, abogado argentino, es especialista en temas de Justicia Universal y premio internacional de Derechos Humanos 2008.

“El madrileño es un ser difícil de comprender”

Una exposición repasa el Madrid descrito por el escritor Josep Pla en su obra

Josep Pla en el despacho de su domicilio de Llofriu, en Girona. – efe

JESÚS ROCAMORA – Público – 01/03/2010 08:20

“No hay nada como alejarse un poco para curarse de la psicosis de la proximidad, de la deformación de la proximidad, de la que todos estamos atacados. Hay que viajar para aprender a conservar, a perfeccionar, a tolerar”, escribía Josep Pla (1897-1981) en el prólogo de Viaje en autobús, en 1941. Hubiese sido raro que este trotamundos con boina de payés, que hizo del género de viajes una de las patas de su obra, que trabajó como corresponsal en París y Roma y que publicó guías de la Costa Brava, Catalunya y Mallorca, no hubiese parado en Madrid y hubiese volcado en notas y artículos sus impresiones.

Pla, considerado “el más importante narrador catalán del siglo XX, el fundador de hecho de la prosa narrativa moderna en esta lengua”, según Santos Sanz Villanueva, estuvo dos temporadas en la capital, una en 1921 y otra en 1931-1936, hasta poco antes de estallar la Guerra Civil. De ambas saldrían Madrid. Un dietari (1929) y Madrid. Ladveniment de la República (1933), que sirven de base para la exposición El Madrid de Josep Pla, que desde hoy puede visitarse en el Centro Cultural Blanquerna de Madrid.

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El brigadista era cubano

El voluntario que aparece en la foto que Zapatero quería regalar a Obama zarpó de Nueva York, pero no nació en EE UU – Aún se ignora su nombre

La fotografía del brigadista cubano realizada por Agustí Centelles.-

NATALIA JUNQUERA El País01/03/2010

Era el regalo perfecto. La foto de un brigadista afroamericano para un presidente afroamericano que planeaba viajar pronto a Madrid. No era ni la fría guía turística de Barcelona que Zapatero le había regalado la última vez, ni el socorrido jamón con que obsequió al presidente ruso.

Era algo más sentimental: una imagen tomada por el fotoperiodista Agustí Centelles durante la Guerra Civil a un hombre negro que había viajado desde Estados Unidos a España para defender con el bando republicano, en la brigada Abraham Lincoln, la democracia. Sólo faltaba averiguar su identidad. Un equipo de expertos de tres países (EE UU, Cuba y Guayana) ha realizado importantes hallazgos tras dos meses de investigación.

“Vimos el artículo en EL PAÍS de diciembre que hablaba del asunto y nos pareció un desafío, y desde entonces hemos llevado a cabo una investigación casi detectivesca”, cuenta Sebastiaan Faber, profesor de estudios hispánicos y miembro de la junta directiva del Archivo de la Brigada Abraham Lincoln (ALBA, en sus siglas en inglés), ubicado en la Universidad de Nueva York. Faber y su colega James D. Fernández bucearon en el material del archivo, creado en 1979 por veteranos de la Brigada Lincoln y alimentado desde entonces por una ingente documentación: desde fotografías a diarios de los propios brigadistas. Así, dieron con otra foto, tomada en el barco Champlain en Nueva York, en la que el mismo hombre posa con otros voluntarios.

La foto de Centelles fue tomada el 17 de enero de 1937 en Barcelona. “El seis de enero los voluntarios habían empezado a desfilar por la ciudad. El primer barco había partido de Nueva York a finales de diciembre. Y el Champlain, el seis de enero”, dice Faber. Siguieron su rastro. El hombre de la foto durmió en el Castillo de Figueras, llegó a Barcelona una mañana, desfiló por la tarde y por la noche partió hacia el campo de entrenamiento en Albacete.

En otra foto tomada por Centelles ese mismo día vieron que el brigadista negro sostenía una bandera en la que además de Brigada Abraham Lincoln se podía leer “Centuria Antonio Guiteras”. Y entonces se fijaron en la persona a la que el brigadista rodeaba con el brazo en el Champlain: Rodolfo de Armas, líder de esa centuria, un estudiante cubano de medicina que se había destacado en las protestas contra el presidente cubano Gerardo Machado. “Murió en el Jarama y se convirtió en un héroe para los cubanos”.

Así fue como descubrieron que el brigadista negro no era estadounidense, sino cubano. “No tenemos dudas. Era un cubano exiliado, muy activo en los círculos izquierdistas de Nueva York y que salió de EE UU para integrar el núcleo cubano del Batallón Lincoln”. La pista definitiva la encontraron en el libro de otro brigadista, John Tisa, titulado Tisa, Recuerdo de la buena lucha: una autobiografía de la guerra civil española, escrito en 1985, y que incluía una foto en la que volvía a aparecer el brigadista negro, al que el autor llamaba Cuba hermosa.

Cuba hermosa es una expresión de una canción política de la época, titulada Lamento cubano. Sólo es el apodo porque el equipo de investigadores aún no ha encontrado el nombre verdadero del brigadista de Centelles. “En la lista de embarque del Champlain hemos ido eliminando los nombres conocidos y nos hemos quedado con cinco: Bienvenido Domínguez, Faustino García, Juan Godoy, Ricardo Pérez y Ronaldo Rodríguez. Uno de ellos es él”.

La II Guerra Mundial en imágenes inéditas

ISABEL GALLO El País01/03/2010

Foto: Imagen de la serie de Canal de Historia II GM. Los archivos perdidos.-

“Te escribo desde un refugio, en un descanso del combate y entre el ruido ensordecedor de los aviones. El cielo está cubierto de humo, escucho gritos de dolor. Nuestro ánimo ha decaído bastante. Dicen que los únicos que ven la guerra así son los que viven…”. Este testimonio es un fragmento de una carta que Rockie Blunt, soldado de Infantería estadounidense, envió a su familia desde el frente europeo. Este aspirante a batería de jazz en su vida civil es uno de los 12 protagonistas que aparecen en II GM. Los archivos perdidos, una superproducción que Canal de Historia (dial 64 de Digital +) estrenará el 3 de marzo (23.00).

La serie, de 10 capítulos, reconstruye cómo fueron aquellos seis años de contienda a través de los ojos de quienes la vivieron y padecieron. Diez militares, un reportero y una enfermera narrarán “sus impactantes experiencias personales”, dice Mercedes Rico, directora de Programación de Canal de Historia, que asegura que los documentales son “pura realidad”. “Aquí no hay estrellas de cine, ni extras, ni maquillaje, ni efectos especiales, sólo gente que sufrió, mató y vio morir”.

Nada que ver entonces con películas de trama bélica como La batalla de Midway, La delgada línea roja, Patton o Banderas de nuestros padres. Ni con héroes del celuloide como Gary Cooper, Charlton Heston, Glenn Ford, George C. Scott y Sean Penn. Y aunque Rico reconoce que Hollywood hizo mucho para que el mundo conociera la implicación de Estados Unidos en la contienda, esta serie sirve “para desmitificar lugares comunes y conocer mejor lo que sucedió”. Así, los espectadores podrán saber que Estados Unidos no tenía ningún interés en intervenir en la guerra, que la mayor parte de los reclutas que se alistaron como voluntarios o a la fuerza no sabían dónde iban y nunca habían disparado un fusil o lo escasamente preparados que estaban, tanto que los cascos pertenecían a la I Guerra Mundial. Este trabajo ha sido el resultado de dos años de investigación. Se han restaurado más de 3.000 horas de imágenes inéditas grabadas en color en los años cuarenta y que permanecían ocultas en archivos de 35 países. Muchas de ellas, “por demasiado gráficas, pueden herir la sensibilidad”, se advierte en el primer capítulo, narrado por Iñaki Gabilondo.

Pedestal para el juez

SANTOS JULIÁ El País – 28/02/2010

Como no teníamos bastante con la crisis económica y la desorientación política que afligen desde su comienzo a esta legislatura, las altas instancias judiciales han decidido entrar también en escena. En el centro de la nueva gresca, viejos conocidos: la magistrada Robles, el magistrado Garzón, los sindicatos vergonzantes de la carrera judicial, el Consejo, el Supremo, la Audiencia Nacional, y menos mal que por ahora la sangre no llega al río del Constitucional.

Todo comenzó con la trama narrativa urdida por Garzón para sentar en el banquillo a los culpables de un delito de insurrección militar contra los Altos Organismos de la Nación y todo debió haber concluido con el recurso de interpelación presentado por el fiscal de la Audiencia Nacional. No era posible procesar a los sublevados porque, como reconocía el auto de Garzón, todos y cada uno de los 35 mencionados en su lista estaban notoriamente muertos [ah, si hubieran estado vivos: ningún juez, ningún fiscal ha manifestado la necesidad de procesar a los culpables de la rebelión militar de 1936 hasta bien pasados 30 años de sus muertes]; ni cabía identificar a personas asesinadas hace seis décadas con el tipo penal de “detención ilegal sin dar paradero de la víctima”. Así lo entendió el mismo juez instructor sin más demora que la necesaria para ordenar determinadas diligencias a su mayor gloria y declararse no competente.

De manera que sólo metafóricamente puede decirse que Garzón es el primer juez que se ha atrevido en España a perseguir judicialmente los crímenes del franquismo. De lo que se trataba era de abrir un sumario contra los jerarcas del régimen que habían sido titulares de los ministerios militares, de Gobernación y de Justicia, o responsables de la estructura paramilitar de Falange. Para iniciar un procedimiento contra ese grupo, Garzón se basaba en las investigaciones sobre los crímenes del franquismo -realizadas, éstas sí, por decenas de historiadores que desde los años 80 vienen publicando listas de miles de asesinados- aunque sabía perfectamente que nunca entraría en la investigación de los crímenes vinculados a la sublevación militar por la sencilla razón de que el sumario habría de paralizarse en el mismo momento en que recibiera los certificados de defunción de los 35 muertos notorios.

El sumario se paralizó, pues, no porque la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional esté formada por un hatajo de jueces herederos del franquismo o enfermos de amnesia, esa pócima letal que nos hartamos de beber desde 1976 hasta el día de hoy; o porque nadie en la carrera judicial, excepto Garzón, se atreve a procesar a los culpables de aquellos delitos. El sumario se paralizó porque era imposible mantenerlo abierto sobre el artificio de que los asesinatos fueron desapariciones forzadas con detención ilegal permanente en una acción coordinada y dirigida por las Juntas Militares y los gobiernos desde 1936 a 1951. Que todo esto era un dislate procesal quedó claro en el recurso del fiscal Zaragoza y en la cuestión de incompetencia resuelta por la Sala de lo Penal.

¿Por qué entonces esta especie de saña vengadora que se ha acumulado sobre la cabeza de Garzón? La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo da curso a unas querellas que debió haber desestimado de un simple manotazo; el instructor del Supremo, Luciano Varela, no satisfecho con rebatir el relato de Garzón, lo acusa de prevaricación sin ninguna evidencia de que haya cometido injusticia alguna durante el tiempo en que el sumario permaneció abierto. Y para colmo, y mostrando una vez más sus proverbiales dotes para la política, Margarita Robles, miembro de la comisión permanente del CGPJ, mueve hilos e influencias para conseguir que el Consejo suspenda al magistrado-juez antes de que sea efectivamente procesado por el Supremo.

Se diría que entre todos se han propuesto erigir un pedestal al juez perseguido por la santa inquisición. Y esto -por decirlo a la manera cínica- es peor que un crimen, es un error de alcance universal. Nada de qué sorprenderse, porque Robles es experta en la materia desde los tiempos en que, al alimón con el ministro Belloch, mostró a Garzón la puerta de salida de su frustrada aventura política. El problema es que los errores de jueces fracasados en política, y regresados a la judicatura como quien sube y baja del tranvía, los pagamos todos. Y todos vamos a pagar este nuevo rifirrafe entre jueces políticos que con sus enconos y querellas por el poder han logrado convertir aquellos polvos de 1994 en este lodazal de 2010.

“Hablar con el régimen de Irán es jugar al ajedrez con un mono”

Azar Nafisi, autora de ‘Leer “Lolita” en Teherán’, publica sus recuerdos familiares

JUAN CRUZ – El País – 28/02/2010

Foto: La escritora iraní Azar Nafisi, durante la entrevista.- BERNARDO PÉREZ

Es una mujer elegante que ha escrito una historia sin pudor, la de sus padres. El libro es Cosas que he callado, lo ha publicado Duomo en España. Algunos han visto en esta historia personal el relato de su ruptura y de su amor por Irán, su patria. Ella, exiliada, dice con melancolía que de su país se llevó, tan sólo, un viejo mosaico que le regaló un amigo.

El padre fue alcalde de Teherán, en la época del Sha, y la madre fue la primera parlamentaria de Irán. Ella, Azar Nafisi, decidió exiliarse del régimen religioso de su país, cuando se le obligó a usar velo en las clases, en 1995. Antes le habían prohibido las clases de literatura extranjera, y ella se encerró con unas discípulas a contarles quién era Vladímir Nabokov (y otros de sus ídolos literarios), y de esa experiencia nació su libro más famoso, Leer ‘Lolita’ en Teherán (El Aleph). Ahora vive en Estados Unidos, escribe en varios medios y es directora del Dialogue Project en el Instituto de Política Exterior de la Universidad Johns Hopkins.

Esta historia sin pudor está atravesada de dolor; a Azar (Azar significa fuego, en persa) no le extraña que Anita Desai haya dicho, en la New York Review of Books, que este libro sobre su madre es también un libro sobre su madre patria. A lo largo de Cosas que he callado la madre es una presencia tiránica contra la que ella se rebela; el padre, un político prominente, es cómplice de la hija, que le ayuda a mentir para conservar a su mujer y para alcanzar la felicidad. Esa relación distante con la madre se va aliviando y al final se produce una reconciliación tácita, la hija necesita a la madre, “te debo tanto”, le dice. La madre muere en Irán, ella sigue en el exilio. La despedida es desgarradora, como una herida que ya no se ha de resolver. Del padre se despide en Londres, y la escritora exiliada está atravesada por una melancolía sutil, atenuada; al final, ha podido tocar al padre.

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