El proceso contra Garzón en El País ayer y hoy

“Conde-Pumpido apunta que la Fiscalía no apoyará la suspensión de Garzón

El Fiscal General del Estado recuerda que su departamento no acusa al juez en ningún proceso.- El informe no es vinculante

JULIO M. LÁZARO – El País – 10/02/2010

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Garzón convoca a juristas internacionales para que declaren a su favor

El magistrado recurre ante el Supremo el auto de procesamiento de Varela y pide que se acepten nuevas pruebas

JULIO M. LÁZARO – El País – 10/02/2010

El juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón ha interpuesto este miércoles un recurso ante el Supremo contra la decisión de Luciano Varela -el instructor de la investigación contra el magistrado por supuesta prevaricación en la causa de la Guerra Civil y el franquismo- de pedir respaldo a la Sala de lo Penal para que siga adelante el proceso. En su auto Varela atribuía a Garzón un delito sancionado con inhabilitación de 12 a 20 años.

Garzón ha solicitado que el auto de Varela quede sin efecto y ha convocado a varios magistrados internacionales y expertos en el proceso contra el franquismo para que declaren a su favor. Entre los jueces que solicita que comparezcan están Carla del Ponte -antigua fiscal jefe del TPI de la antigua Yugoslavia- , Eugenio Raúl Zaffaroni -uno de los jueces que declaró inconstitucional la ley de punto final en Argentina-, Juan Guzmán Tapia -quien abrió causa contra los responsables de la dictadura chilena-, Hugo Relva- coordinador de Justicia de Amnistía Internacional-, Sergio García Ramírez -magistrado de la Corte Internacional- y Eduardo Freile -presidente de la Cámara Federal de Buenos Aires y autor de resoluciones contra las leyes de punto final en Argentina-.

Garzón pide además la declaración como testigos de los magistrados de la Audiencia Nacional Ricardo Prada, Ramón Sáenz Valcárcel y Clara Bayarri, que apoyaron la competencia del magistrado para investigar los crímenes del franquismo. Incluye también en la lista al antiguo fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo, al fiscal de la Audiencia Nacional Javier Zaragoza y a un grupo de expertos en el proceso contra el franquismo.

El magistrado de la Audiencia Nacional considera en su recurso que los argumentos del juez Varela son “insostenibles”, “incomprensibles” y sin fundamento jurídico.

Las posibilidades de que el recurso prospere son casi inexistentes, y si finalmente la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo no revoca la decisión, Varela preparará el juicio oral contra Garzón.

Varela aseguraba en sus 54 folios de escrito que Garzón no pretendió investigar los “horrendos crímenes” de la dictadura franquista, sino que obró “con la finalidad de eludir la decisión del legislador sobre el régimen de localización y exhumación de las víctimas”. De acuerdo con los argumento de Varela, Garzón se extralimitó tras aprobarse la ley de Memoria Histórica al hacerse cargo del control de las localizaciones y exhumaciones de los cuerpos sin vida de las víctimas de la dictadura y además “ignoró conscientemente” la Ley de Amnistía.

La Sala de lo Penal que tendrá que decidir si respalda la petición de de Varela está formada por los jueces conservadores Juan Saavedra, Adolfo Prego, Francisco Monterde y Juan Ramón Berdugo, y por el progresista Joaquín Jiménez, que admitieron a trámite las querellas contra Garzón del seudosindicato ultraderechista Manos Limpias, de Libertad e Identidad y Falange Española de las JONS.

El juez ha interpuesto el recurso un día después de que la Comisión Permanente del Poder Judicial comenzara los trámites para suspenderlo de funciones. El fiscal General del Estado, Candido Conde-Pumpido, ha apuntado hoy que el dictamen del fiscal encargado de analizaresta solicitud será negativo.

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Juristas internacionales se movilizan para testificar a favor de Garzón

La defensa impugna el “insostenible” e “infundado” auto del juez Varela

JULIO M. LÁZARO – El País – 11/02/2010

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Uno de los argumentos que el instructor de la causa contra Garzón por investigar el franquismo, Luciano Varela, usa contra el juez de la Audiencia es la no aplicación de la Ley de Amnistía, que, según Varela, le obligaba a cerrar el caso. En su nuevo recurso, Garzón propone como testigos a siete juristas de prestigio internacional para demostrar que los crímenes contra la humanidad no son amnistiables conforme a tratados internacionales suscritos por España.[…]

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Los fiscales progresistas también apoyan a Garzón

El presidente de la Audiencia Nacional cree que la ideología de los jueces puede determinar el proceso

El País – 11/02/2010

El juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzon, suma apoyos entre la judicatura ante la posibilidad de que el Tribunal Supremo le impute por dos causas distintas y sea suspendido por el Consejo General del Poder Judicial. Si ayer el abogado del magistrado daba a conocer que juristas de gran prestigio internacional habían accedido a testificar a favor de Garzón y que la asociación Jueces para la Democracia le respaldaba, hoy ha sido la Unión Progresista de Fiscales quien ha defendido públicamente al juez.

En un comunicado, la asociación ha querido “manifestar su solidaridad y apoyo” a Garzón. En su opinión, la investigación de los crímenes del franquismo “y su consideración como crímenes contra la humanidad” es “completamente ajustada a la legalidad nacional e internacional”, por lo que la actuación del magistrado “de ningún modo puede considerarse jurídicamente infundada o arbitraria”.

Los fiscales, además, recuerdan que la iniciativa contra Garzón nace de “organizaciones relacionadas con la derecha más extrema de este país, herederas directas de algunas de las implicadas en los crímenes investigados” y finalizan: “Criminalizar la discrepancia jurídica en base a querellas palmariamente sospechosas pone en grave peligro la función jurisdiccional y la independencia judicial”.

[…]

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La asociación del instructor de la causa contra Garzón apoya al magistrado

Jueces para la Democracia expresa su “honda preocupación” por la decisión de Varela y consideran que el juez no prevaricó

El País – 10/02/2010

La asociación de Jueces para la Democracia, a la que pertenece Luciano Varela, el instructor de la causa penal contra el juez Baltasar Garzón por su actuación prevaricadora al investigar los crímenes del franquismo, ha mostrado su apoyo al magistrado de la Audiencia Nacional y ha expresado su “honda preocupación” por la decisión de Varela de pedir respaldo a la Sala de lo Penal para que siga adelante el proceso.

A través de un comunicado, la asociación ha recordado que “la causa se abrió exclusivamente a instancias de asociaciones que podrían calificarse como de extrema derecha, herederas ideológicas del franquismo”, en alusión a Manos Limpias, Libertad e Identidad y Falange Española de las JONS. Por ello, pese a su respeto a la independencia del Tribunal Supremo, Jueces para la Democracia ha manifestado su “opinión contraria” a que estas asociaciones utilicen el proceso penal para sentar en el banquillo al “único juez que, a instancias de familiares de desaparecidos durante la represión franquista, ha tratado de articular una respuesta procesal penal adecuada a las demandas de aquellos olvidadas durante décadas”.

La asociación señala que en el seno de la propia sala de lo penal de la Audiencia que le declaró no competente hubo “discrepancias” al respecto, por lo que concluye que la actuación del juez es “jurídicamente discutible y, por lo tanto, no opuesta frontalmente a la legalidad”. Añade, además, que la investigación llevada a cabo por Garzón no perjudicó a nadie, ya que “no existe ninguna persona o grupo que haya visto limitados sus derechos por la instrucción”, y considera que no puede llamarse “prevaricadora” a una actuación que, “acertada o equivocadamente desde una perspectiva jurídica”, trata de dar respuesta a las demandas de “las víctimas de crímenes contra la humanidad, así declarados por las Naciones Unidas en 1946, por el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo”.

Por último, la asociación ha reiterado su apoyo a las víctimas de la represión franquista y de sus familias y “a cuantas iniciativas ciudadanas se lleven a cabo para conseguir la más completa reparación de las mismas, y, en especial la apertura de las fosas diseminadas por todo el país”.

Cuánto cuento

MARUJA TORRES El País – 11/02/2010

Érase una vez un dragón muy malo, muy malo y muy pérfido. Se llamaba Garrzón, y con sus actuaciones tenía atemorizada a la gente más buena de un país muy bonito llamado Ehpaña. Esas bondadosas personas habitaban todas en la región Amnesia Bendita, que últimamente se les estaba poniendo perdida de agujeros, debido a que el dragón Garrzón usaba hollar con sus garras las calles de la ciudad, ahondando en los socavones urbanos en busca del pasado. Al dragón le acompañaba siempre en sus incursiones la pérfida bruja Memo Riaistórica, un pozo sin fondo de rencor cuyo único objetivo era sembrar el enfrentamiento y la discordia en el reino. Tampoco en el campo se veían tranquilos estos sencillos ciudadanos. Cuando salían a cazar pacíficamente jabalíes y cosas así, los antaño calmos montes, tan bucólicos -con sus fosas, comúnmente denominadas comunes, cubiertas de hierbas-, presentaban un aspecto amenazador.

Los afligidos súbditos no sabían qué hacer ni a quién acudir, y le rezaban a san Augusto Pinochet. ¿Habría algún guerrero lo bastante valeroso para oponerse al vil dragón Garrzón? ¿Podría un mercenario enfrentarse a la furia de la Bestia y de su cómplice, la Bruja? Sufrían mucho, los pobrecillos, y, por las noches, en sueños, veían un hueso por aquí, una calavera por allá, y se llevaban tremendos sustos. Habían perdido toda esperanza cuando, en el horizonte, cara al sol e impasible el ademán, aparecieron un grupo de héroes y heroínas legendarios: el justiciero Man O’Slimpias, las hermanas Liberty e Identity, y el prestigioso Falan Gespa Ñola. Mas no iban solos. Tras ellos caminaban airosamente Mary Provida, Mary Demagogia y el señor Odios, que también puede pronunciarse Ohdiós.

Las afligidas almas respiraron con satisfacción. Ahora sólo tenían que hallar, en la Justicia, a implacables justicieros como ellos. Lo más triste es que los encontraron.

Adiós a Gorete

JULIO LLAMAZARES El País – 14/12/1990

El pasado día 17 de noviembre fallecía en León, a la edad de 87 años y en el más oscuro de los anonimatos, Gregorio García Díaz, Gorete. A la mayoría de los lectores, seguramente, ni el apodo ni el nombre les dirán nada. Pero a quienes, como yo, los aprendimos al arrimo de la lumbre o caminando en la nieve cuando los años cincuenta se despedían de España -y a quienes, sobre todo, tuvimos la fortuna de llegar a conocer al hombre que con su vida alimentó de leyendas las largas noches de invierno de nuestra infancia-, el nombre de Gorete nos trae recuerdos de un tiempo que ya se ha ido y de un mundo en el que los cuentos servían para decir lo que la radio callaba. Gregorio García Díaz, Gorete, había nacido en Lillo, un pequeño pueblecito de León colindante con Asturias, allá por el año de 1903, en el seno de una humilde familia campesina dedicada, como todas en la zona, al cuidado de los prados y las vacas. Campesino fue también él, lo mismo que sus abuelos y que sus padres y, aunque desde muy joven dio muestras de su particular tesón y de un temple y valentía extraordinarios (durante los años de la República, por ejemplo, llevó a cabo en solitario la aventura de viajar en bicicleta hasta Madrid; y vuelta, pedaleando 800 kilómetros durante una semana, para asistir a un mitin de Manuel Azaña), nada hacía presagiar que, con el tiempo, su apodo acabaría convirtiéndose en un nombre de leyenda para los habitantes de aquella zona de España.

Todo empezó con la guerra. Una guerra que a Gorete, entonces de 33 años, le sorprendió en su pueblo dedicado a la política local (fue presidente del pueblo con tan sólo 27) y al cuidado de sus prados y sus vacas y que le arrastró en seguida, después de atravesar en plena noche las montañas, a combatir en el frente del Norte enrolado en las tropas republicanas. Cuando éste cayó en el otoño de 1937, Gorete, como tantos, se escondió en las montañas y así fue como empezó la increíble aventura que le iba a convertir en un nombre de leyenda y en un mito popular para todos cuantos nacimos y vivimos hacia la mitad del siglo en las perdidas aldeas de los montes leoneses y asturianos. Lo que empezara una noche como una huida desesperada se iba a acabar convirtiendo -sin que el propio Gorete entonces, claro está, lo imaginara- en una de las páginas más crueles de la guerra y en uno de los destierros más solitarios de los que guarda memoria la última historia de España: durante 11 años, tres meses y cinco días (años, meses y jornadas que Gorete apuntó en su propio cinto haciendo muescas con la navaja), permaneció escondido en una cueva de su pueblo, completamente solo, como un Robinson Crusoe de las montañas.

La relación de sus aventuras, reales o legendarias, es, como cabe pensar, ciertamente impresionante. Yo mismo, en Luna de lobos, la novela que escribí para recoger los cuentos que de los hombres del monte me contaron en mi infancia, intercalé dos de ellas, precisamente las mismas que algún crítico avisado descalificó en su momento por demasiado fantásticas: aquella en la que el maquis, el mosquetón a la espalda y la guadaña en las manos, siega a la luz de la luna la hierba de una familia que le ha ayudado, y aquella otra en la que asiste desde el monte y a través de los prismáticos al entierro de su padre (de su madre, en realidad, en el caso de Gorete) para bajar después en plena noche al cementerio a ver su tumba, caminando de espaldas sobre la nieve para confundir sus huellas y envuelto, para evitar ser visto, en una manta blanca. Hubo más, muchas más, alguna incluso todavía más fantástica. Como cuando escapó en plena noche a un cerco de varios guardias, o como cuando se cayó desde 10 metros de una peña y permaneció cuatro días sin poder incorporarse, temiendo haberse roto la columna y no tener otro remedio que suicidarse. Pero lo peor no fueron esas anécdotas, por más que fueran las que le hicieran a los ojos de la gente un personaje legendario. Lo peor fue el silencio, el frío de los inviernos, la soledad de la cueva durante más de 11 años. Baste saber, para imaginar el frío, que ésta estaba en lo alto de una peña, a 1.800 metros de altura y en lo que hoy es la estación de esquí de San Isidro, en la que practican los deportes de la nieve los aficionados leoneses y asturianos.

El 26 de enero de 1949, 11 años, tres meses y cinco días después de haberse echado al monte, Gorete, incapaz de aguantar ya más tiempo, se entregó a los guardias. Luego vendría la cárcel, y el trabajo, y la familia, y los pequeños paseos frente a su casa del barrio de Puente Castro, en la que yo le conocí un día, hace ahora nueve años, cuando el hombre legendario de los cuentos de mi infancia era ya un silencioso y apacible jubilado. Hasta el mismo momento de su muerte, sin embargo, Gorete, como la mayoría de los hombres que secundaron sus pasos, conservó la rebeldía y el espíritu tenaz que, al finalizar la guerra, le llevaron a esconderse en las montañas y, de la misma manera que guardaba en un armario, como si fueran reliquias, las cartucheras y el cinto y el puñal y los prismáticos, conservó hasta el último día la esperanza de que los ideales que un día le llevaron a vivir en una cueva, como si en lugar de un hombre fuera un lobo o una alimaña, se pudieran realizar en la renaciente España.

Por eso se murió sin entender demasiado. Por eso, seguramente, vivió los últimos años otro destierro -obligado, relegado como tantos al baúl de los recuerdos precisamente por el Gobierno por el que tanto lucharon y que ni siquiera se acordó de ellos para intentar resarcirles de las penurias pasadas (a Gorete, en concreto, ni el millón de pesetas aprobado a modo de limosna hace unos meses para quienes cumplieron un mínimo de tres años en las cárceles de Franco le llegó a corresponder porque, evidentemente, los 11 de la cueva no los consideraron cárcel). Por eso, precisamente, quiero ahora despedir con el mejor de mis recuerdos, en este tiempo de olvidos y en esta España moderna y desmemoriada, al hombre que con su vida alimentó de leyendas las largas noches de invierno y los días de mi infancia, cuando los años cincuenta se despedían de España y los cuentos de los viejos servían para decir lo que la radio callaba.

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Se me olvidó deciros hoy en clase que tenéis este artículo y más material relacionado con Luna de lobos y la figura del maquis en la carpeta que está delante de mi despacho.

Proceso exprés para suspender a Garzón

El Poder Judicial se salta los trámites habituales con el fin de acelerar el relevo del juez de la Audiencia Nacional, impulsado desde el Supremo por Luciano Varela

JULIO M. LÁZARO El País10/02/2010

La Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial acordó ayer por unanimidad iniciar los trámites para suspender de funciones al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Lo hizo sin esperar siquiera a la resolución de los recursos planteados por Garzón contra la decisión del juez del Tribunal Supremo Luciano Varela de sentarle en el banquillo por investigar el franquismo y contra la admisión de una querella por no haber archivado un proceso contra el presidente del Santander.

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“Me interesa la esencia del totalitarismo, sea vasco o sueco”

CAMILO SÁNCHEZ El País09/02/2010

Unai Elorriaga

El temperamento de Unai Elorriaga (Ondárroa, Vizcaya, 1970) se asemeja a primera vista a su escritura. Esa prosa esencial y poco dada a los artificios que le valió el Premio Nacional de Narrativa en 2002 por su debú, Un tranvía en SP, se ajustan a su aspecto y al modo en que se conduce. Pide una botella de agua mineral y un lugar con poca luz en una tarde opaca y lluviosa como todo requisito para hablar de Londres es de cartón (Alfaguara), su nueva novela, recién editada. “Uno de los retos a la hora de sentarme a escribirla fue evitar los maniqueísmos”, asegura. En la obra, Elorriaga propone la memoria como el antídoto más eficaz contra los regímenes totalitarios. Y se permite la licencia de incrustar una pequeña novela negra que navega entre Agatha Christie y Charles Dickens.

“La reflexión sobre una dictadura debe ir más allá de discursos simplistas como el de Bush cuando se refería al eje del mal. Ni en la guerra, ni en el arte o la política hay únicamente buenos y malos”, añade.

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El Poder Judicial pregunta al fiscal si suspende a Garzón

Las dos causas que tiene el magistrado en el Tribunal Supremo podrían suponer su inhabilitación

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ El País09/02/2010

La Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial ha acordado por unanimidad inciar el proceso de solicitud de suspensión presentada ayer contra el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón por las causas abiertas contra él en el Tribunal Supremo referente a unas conferencias dadas en la Universidad Nueva York y la investigación de los crímenes perpetrados durante el franquismo.
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Si queréis saber más sobre la carrera y la personalidad de Baltasar Garzón, os recomiendo el reportaje de Luis Gómez y José Yoldi que salió en El País el 01/03/2009: “Van a por él“.

La aberración

Los crímenes del franquismo se vuelven contra el juez Garzón, que ha intentado investigarlos

El País (editorial) – 08/02/2010

La aberración histórica de que herederos ideológicos del franquismo sienten en el banquillo al juez que intentó investigar los crímenes de aquel régimen, a demanda de familiares de víctimas que todavía yacen en fosas comunes, lleva camino de consumarse. Como si entráramos en el túnel del tiempo o el pasado más oscuro retornara, el juez del Tribunal Supremo Luciano Varela, instructor de las querellas por prevaricación formuladas por el sindicato Manos Limpias y la asociación Libertad e Identidad, ha concluido que hay motivos para enjuiciar a Baltasar Garzón por abrir una causa penal contra el franquismo. Ironía máxima: está pendiente de resolver otra del mismo tenor nada menos que de Falange Española.

A Garzón le queda todavía la posibilidad de apelar a la sección de la Sala Segunda del Supremo que admitió a trámite las querellas. Pero visto el tono y el contenido del auto de Varela -que más parece una sentencia condenatoria que una resolución en fase instructora-, pocas dudas caben sobre el curso del procedimiento. Las consecuencias inmediatas serían la suspensión cautelar de Garzón y su extrañamiento de la Audiencia Nacional, en la que acumula a lo largo de 23 años un ingente balance de actuaciones en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la delincuencia económica.

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595, inventario oficial de fosas

La Junta concluye el mapa de las tumbas sin nombre del franquismo y la guerra. Los historiadores no se atreven a aventurar el número de cadáveres de las fosas

ISABEL PEDROTE El País08/02/2010

595 es el número oficial de las fosas comunes de la Guerra Civil y la dictadura en Andalucía. Cinco años después de iniciarse los trabajos, la comisión de las universidades a la que la Junta encomendó la validación del inventario de las tumbas sin nombre esparcidas por el franquismo ha dado por concluido el estudio. Aunque una investigación histórica nunca puede considerarse cerrada (siempre es susceptible de sumar nuevos descubrimientos), el presidente de la comisión que engloba a las nueve universidades andaluzas, el catedrático Fernando Martínez López, certificó a finales del año pasado (22 de diciembre), el valor científico de este inmenso plano del horror de los represaliados, dibujado en cada provincia por las asociaciones de la memoria histórica, con las que la Consejería de Justicia había conveniado.

Con el mapa de fosas, en la actualidad en fase de localización detallada (coordenadas cartográficas) a cargo del Instituto Andaluz de Patrimonio, se cumple uno de los preceptos de la Ley de Memoria Histórica que, si bien fue aprobada en diciembre de 2007, hasta ahora ha sido un goteo lento de pequeñas acciones desperdigadas, aisladas, sueltas. La Asociación de la Memoria Guerra y Exilio ha investigado y recopilado los datos de las provincias de Almería, Jaén y Málaga; la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia, Cádiz, Huelva y Sevilla; el Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria Histórica, Córdoba; y la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, Granada.La junta de coordinadores de las universidades andaluzas, nombre completo de la comisión de historiadores que ha visado los proyectos, recomendó unos parámetros para uniformar el futuro mapa. De esta forma, cada una de las ocho provincias incluye a su vez otro mapa con todos los municipios, una memoria de la represión pueblo a pueblo -cómo entraron las tropas, qué hicieron, cómo se fraguaron las detenciones y fusilamientos-, la ubicación de las fosas (fotos y coordenadas), el listado de los nombres de los muertos (en algunos casos), testimonios, documentación en archivos y las bibliografías.

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Larga vida al presidente Mao

ANTONIO MUÑOZ MOLINA El País – 06/02/2010

Cuando yo llegué a estudiar a Madrid, en el enero sombrío de 1974, Engels, Lenin y Mao Zedong ocupaban los escaparates de todas las librerías. Franco estaba vivo y decrépito con algunas penas de muerte todavía por firmar, y a los sindicalistas y a los estudiantes rebeldes la Brigada Político Social les hacían orinar sangre en las comisarías, pero el panorama editorial, por esas singularidades de una época que sólo quedan en el recuerdo de quienes las han vivido, estaba dominado por un aluvión de libros revolucionarios, con los retratos barbudos de Marx y Engels en las portadas, con obreros soviéticos y guardias rojos chinos, con el rictus asiático de la cara de Lenin y la carota pepona de Mao que parecía el más cool de todos, igual que lo más moderno parecía ser apuntarse a algún partido comunista prochino. El Partido Comunista de toda la vida, el Partido, sin necesidad de añadiduras, ya tenía algo de anticuado para las antenas sutiles del esnobismo universitario. Mao Tse Tung, como decíamos entonces, era tan moderno que un libro suyo titulado Cuatro tesis filosóficas lo publicó en español el que ya entonces era el más moderno de los editores, Jorge Herralde, que se las arregló para hacer con ellos su acumulación primitiva de capital, por decirlo con el lenguaje de la época. Nosotros teníamos un dictador de mano temblona y vocecilla aflautada que rezaba el rosario todas las tardes junto a su señora en una mesa camilla del palacio del Pardo. Mucho más admirable nos parecía a muchos jóvenes antifranquistas el distinguido Mao, que vivía en la Ciudad Prohibida de Pekín -otro nombre de época- y escribía tratados filosóficos y breves poemas de exotismo entre oriental y revolucionario, y era autor además de aquel pequeño Libro Rojo de máximas antiimperialistas que algunos llevaban como un breviario en los bolsillos de las trencas sacándolo a veces con reverencia para recitar una muestra destilada de sabiduría: Los imperialistas son tigres de papel.

Nos hacíamos clientes precoces de Anagrama comprando las Cuatro tesis filosóficas, pero en cuanto empezábamos a leerlo se nos ponía una nube en el cerebro, como con tantas lecturas obligatorias de entonces. ¿Quién tenía la constancia necesaria para abrirse paso en las espesuras de filosofismo germánico del Anti-Dühring, de Engels, o de aquel tomazo de grosor y título pavorosos, Materialismo y empiriocriticismo, de V. I. Lenin? ¿Y, ya puestos, qué significaba esa palabra, empiriocriticismo, que yo no he vuelto a ver escrita desde entonces?

Unos meses después una bandera roja ondeó sobre los tejados de Madrid por primera vez desde 1939. La España de Franco había reconocido a la República Popular China, y la primera embajada se había instalado en unos salones muy burgueses del hotel Palace, que un amigo mío maoísta me llevó a visitar una tarde de mayo. Unos diplomáticos chinos en mangas de camisa nos recibieron con copiosas inclinaciones y nos llenaron las manos de folletos en español, consagrados a celebrar la Revolución Cultural y a denostar agotadoramente a los socialimperialistas y socialfascistas soviéticos. Si al salir del Palace la policía nos hubiera registrado habrían podido llevarnos detenidos por posesión de propaganda subversiva: hoces y martillos, estrellas rojas, jóvenes guardias rojos con sus uniformes verdes, sus bayonetas caladas y sus espléndidas sonrisas, masas aclamando al presidente Mao, millares de cabezas gritando al unísono y de manos agitando el pequeño Libro Rojo.

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El hombre que inventaba mundos reales

SERGIO RAMÍREZ El País – 07/02/2010

Tomás Eloy Martínez

Cuando Eva Duarte se encontró por primera vez con Juan Domingo Perón en Luna Park, la noche del 22 de enero de 1944 en que se daba una función artística de beneficencia por los damnificados del terremoto de San Juan, ella le dijo cuando estuvieron sentados lado a lado: “Gracias por existir”. O no se lo dijo nunca para los términos de la historia mezquina que resiente de imaginaciones, porque la frase la inventó Tomás Eloy Martínez, que acaba de morir en Buenos Aires, en su novela Santa Evita. Pero se lo dijo. La historia fue modificada a partir de la novela, igual que los propios personajes de la historia argentina, y de la novela, Juan Domingo Perón y Eva Duarte fueron modificados y ya no serían nunca más los mismos desde que pasaron por las manos de su novelista inevitable. Su creador, su inventor. Su falsario.

Tomás contaba historias en sus novelas y las contaba para sus amigos con la misma calidad seductora. Una de las que más me seguirá cautivando tiene que ver con esa frase maestra del arte de la seducción, que años después de haber sido publicada en Santa Evita pasó a ser el texto de una manta en una manifestación peronista: “General Perón, gracias por existir”. Tomás protestó que se trataba de una frase suya escrita en una novela suya y puesta en boca de un personaje suyo, pero su intento resultó tan ingenuo como vano, al punto que fue acusado de falsear la historia del peronismo atribuyéndose lo que no le pertenecía, sino a la historia.

La historia, ya tomándose en serio, se apropió no sólo de la frase, sino de toda la novela, y la hizo suya. El novelista dejó de ser el inventor y pasó a ser el cronista, y a lo mejor ni siquiera eso, porque para negar que la Eva Perón que conocemos, tal como la conocemos, sea la invención de una persona, y para negar que las frases célebres que dijo sean también la invención de esa persona, hay que empezar por negar al novelista, y negar su novela. Para que Eva Perón sobreviva, hay que desaparecer a Tomás Eloy Martínez. La criatura sacrifica al creador; pero allí está precisamente su victoria. El personaje sale de las páginas de la novela y se queda en el mundo real.

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Os reccomiendo también el artículo de Carlos Fuentes sobre Tomás Eloy Martínez y su obra: “El escribidor de un país autoengañado“, El País, 02/02/2010.