El regreso de un judío español que expulsó Franco

La Diputación de Cádiz le rinde a Mauricio Palomo un homenaje 66 años después de su éxodo por el Mediterráneo

Moshé Yanai, en el mismo hotel de Cádiz donde se alojó en enero de 1944. – LAURA LEÓN

ÁNGEL MUNÁRRIZ – Público – 21/04/2010 09:00

Una noche de enero de 1944, un niño barcelonés de 13 años, Mauricio Palomo, se aloja en el hotel Playa Victoria de Cádiz. Ha llegado allí enviado por el régimen franquista junto a su madre y su padre, un comerciante que acaba de cumplir tres años de cautiverio en los campos de concentración de Miranda de Ebro y Nanclares de Oca por el único delito de su fe.

Al día siguiente parten en un arriesgado éxodo por el Mediterráneo hacia Haifa, entonces integrada en el protectorado británico en Palestina, a bordo del buque portugués Nyassa. Ese niño, 66 años después, recibió a Público en el mismo hotel convertido en Moshé Yanai, un anciano de 79 años, orgulloso ciudadano israelí de fe judía.

Regresa sin rencor, emocionado por el homenaje que ayer le rindió la Diputación de Cádiz y la asociación Tarbut Sefarad. Se considera “prueba viviente” de que el franquismo sí expulsaba judíos, pero insiste en subrayar que, en medio de la brutal persecución de su pueblo en aquellos años, tuvo suerte porque el antisemitismo franquista no optó por una solución final de estilo nazi. “Es verdad que Franco me truncó la vida, claro. Pero en cierto modo también me la salvó, o más bien me la perdonó. No nos mató, no nos tocó ni a mi madre ni a mí. No fue como en Alemania”, afirma.

Sus padres eran emigrantes turcos judíos llegados a España en 1920. Moshé atribuye a la denuncia de algún comerciante envidioso que, en diciembre de 1940, dos agentes secretos tocaran la puerta de su casa y se llevaran a su padre. “No esperábamos que fueran a por mi padre, que vivía ajeno a la política, pese a que Franco declaraba que judíos, bolcheviques y masones eran enemigos”, cuenta.

España en la memoria

Poco más de tres años después, en Cádiz, la familia reunida otra vez salía hacia Haifa en un barco con más de 500 judíos, la mayoría llegados a España tras cruzar los Pirineos en huida. Hasta el año pasado Moshé no supo que su salida obedecía a una orden directa de expulsión, otra vez por el único delito de su judaísmo. Eran apátridas non gratos.

Al otro lado de la travesía, en la completa ruina, la familia encontró “sólo arena y más arena”. “¡Si aquello parecía la Barceloneta!”, bromea en su florido castellano. Moshé trabajó como empleado de banca y profesor de español antes de enrolarse, en 1948, en el Ejército de la naciente Israel, país del que habla con enorme orgullo. Y todo ello mientras su padre aún miraba de reojo a España. “Jamás la olvidó. ¡Si hablaba castellano y catalán, y allí había prosperado y formado familia!”. Supieron que nunca volverían cuando, tras la victoria aliada, vieron que el régimen ni se desmoronaba ni se abría.

Cofundador en 1963 del semanario Aurora, escrito en castellano, Moshé desarrolló una amplia y prolífica carrera periodística. Y se nota que conoce lo que se cuece en España, pese a lo cual se niega a dar opiniones sobre temas candentes. “Soy un invitado”, se excusa. Sí admite un único capricho: ver en Barcelona, ciudad que ya revisitó hace unos años, a Pilar Rahola y expresarle su “cariño” por manifestar opiniones sobre Israel que “no son las comunes en la izquierda”.

“Es obsceno y ampara el adulterio”

Cursis, ‘snobs’, rojos, puercos o malos escritores – Así describen los informes de los censores en las dos últimas décadas de la dictadura a los grandes autores españoles

DANIEL VERDÚ – Madrid – 18/04/2010

El informe de Fiestas.- ANTONIO GABRIEL

Poetas malos, cursis y snobs. Escritores resentidos que leían y veían marranadas cuando salían al extranjero a puerquear con mujeres fáciles. Rojos. Pseudointelectuales. Esquizofrénicos que escupían alusiones vejatorias a la cruzada en la guerra de liberación. De entre todos ellos, de entre ese hatajo de perdedores, quien más quien menos tiene hoy el Premio Nacional de las Letras o el Cervantes. Autores como Juan Marsé, Francisco Ayala, Antonio Gamoneda o Jaime Gil de Biedma soportaron el lápiz censor de un ejército de lectores a los que nadie conocía -muchos curas y ex militares- que firmaban con un cobarde número para prohibir o ridiculizar sus obras. Porque así era, literalmente, como el régimen les describía a ellos y a sus textos.

Hoy, todos esos informes permanecen en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (el tercero más grande del mundo). Un enorme edificio en cuyos 200 kilómetros de estanterías descansan muchos de los secretos de la dictadura. EL PAÍS ha tenido acceso a los papeles que contienen el intento de cortocircuitar la explosión literaria de la España de los 20 últimos años del franquismo. Sacados de contexto pueden sonar hasta graciosos.

“Los de siempre es domingo, boîtes, planes, clubs, meretrices, infidelidades, queja y crítica de todo. La novela tiene bastante bilis política. El autor parece ser de aquellos pseudointelectuales que cuando salen al extranjero leen y ven marranadas y puerquean con mujeres fáciles”. Pese a la fina reseña que realizó Don 29, el censor señaló sólo 22 páginas donde había que realizar tachaduras y autorizó la edición en 1962 de Esta cara de la luna, de Juan Marsé.

Un poco más le costó al autor catalán publicar Últimas tardes con Teresa. Cuando se la denegaron, se citó con Carlos Robles Piquer, entonces director general de Cultura Popular y Espectáculos para tratar de convencerle. “Me recibió y fue muy gentil. Me dijo que quitara algunas palabrejas y lo del ‘bigotillo con aire de alférez provisonal’ de uno de los personajes. Eso lo dejé y, al final, salió”, explica por teléfono el último premio Cervantes. Más adelante, con Si te dicen que caí, no tuvo tanta suerte. “De la Cierva [el siguiente responsable del área] jugó conmigo a que hacía lo imposible para que se publicara. Luego supe que en realidad no hizo gran cosa, porque no había mucho que hacer. Me dijo que había estado encima de la mesa de un Consejo de Ministros, se puso como ejemplo de lo que había que vigilar”, recuerda Marsé.

Soplaban vientos de aperturismo. El régimen jugaba a la tolerancia, y con la “ley Fraga”, muchos editores empezaron a publicar las obras sin pasar por consulta. Arriesgarse era menos arriesgado. “Con el secuestro de varios libros habíamos sufrido un perjuicio económico enorme. Pero con la política de hechos consumados se podían publicar títulos más incómodos. Si los secuestraban, salía la noticia en la prensa, y la imagen aperturista del régimen quedaba dañada en el extranjero”, recuerda el editor y dueño de Anagrama, Jorge Herralde que, pese a todo, fue procesado, condenado y luego indultado por el libro Los tupamaros.

Paradójicamente, algunos libros de Anagrama poco acordes con el régimen, como Estrategia judicial en los procesos políticos, de Jaques M. Vergès, que defendía el papel del acusado como acusador del tribunal y que coincidió escandalosamente con el Proceso de Burgos, no tuvieron ningún problema. Cosas de la caprichosa y torpe censura.

Lo de los hechos consumados no funcionaba con algunos autores. Al amigo de Marsé, el poeta Jaime Gil de Biedma, no le podían ni ver. “El autor, poeta cursi y snob, cuenta cómo regresó de Manila con una tuberculosis incipiente, y los tres meses que pasó en La Nava haciendo reposo para curarse. Como se ve, tema interesantísimo. El libro es anodino, vacío y sin interés, con ninguna religión, casi ninguna política y una grosería inigualable en la cuestión de sexo. Estas porquerías están proliferando tanto en la literatura actual, que ya no llaman la atención ni siquiera en un libro que pretende ser espiritual”. Se indicaron las tachaduras correspondientes y se autorizó, ya en 1974, Diario de un artista seriamente enfermo.

Lo extraño es que a la misma censura, cinco años antes, cuando analizó la Colección particular del mismo autor, dijo de él: “Buen poeta y sobradamente conocido como firmante de manifiestos contra el régimen. Su poesía es francamente buena, romántica algunas veces pero con un deje de ironía. Influjos machadianos y becquerianos”. Pese a ello, claro, el libro tampoco pasó. El poeta escribió al censor para conocer los motivos de la prohibición, que lo denegó también en el “extrangero”, con g, y lo mantuvo secuestrado.

Porque esa opción era recurrente en autores vetados. Pero algunos, como Antonio Gamoneda, se negaban a hacerlo. Su libro Actos, luego titulado Blues castellano, tuvo que esperar a 1982 para ver la luz. Su informe, firmado por Don 29, decía esto del hoy premio Cervantes y premio Nacional de Poesía. “Libro de versos muy malos, de temática y métrica diversa. Sobre todos ellos camban un sentido de resentimiento y odio. Muchos de ellos aparecen con citas de Marx, Lefebvre y otros marxistas. La tónica general es demagógica. La obra carece de valor, pero hay poemas que pueden ser pasables”.

Gamoneda no quiso publicarlo mutilado ni llevarlo fuera de España. “Alguien, desde Canadá, me pidió el libro para publicarlo. No me interesó: si había censura, esta era un indicador de que el espacio natural del libro era precisamente España. Lo guardé y casi lo olvidé. Hoy está traducido al francés y al inglés”, explica el autor.

Otros, como la editorial Seix Barral, lo intentaron al revés y trataron de importar obras editadas fuera. Sucedió con La cabeza de cordero, de Francisco Ayala, como recuerda el censor. “Esta obra ya ha sido denegada […], también su importación. […] Suprimiendo esos párrafos y con mucha benevolencia, podría autorizarse. Aunque sigue siendo contraria al régimen español”. Del relato Un gallo cantó, decía: “Es obsceno y ampara el adulterio”. Quedó tachado.

Aunque pronto llegaría a su fin, la virulencia de la censura se acentuó en los últimos años -“en el 73 el régimen estaba en la recta final y se endureció en los últimos estertores”, explica Marsé, “hubo un breve sarampión liberal y democrático”, lo define Herralde-. En aquella época, el historiador Ricardo de la Cierva era el máximo responsable. “Mi padre fue quien eliminó la censura”, explica su hijo por teléfono, tras excusar que no se ponga porque está de viaje. Y pese a que eso no fue del todo así, sí se detecta en una de las cartas que mandó a la editorial Ariel una cierta intención de abrir las miras:

“Tengo la impresión de que si yo hubiera estado ahí cuando los Goytisolo empezaron a escribir, las cosas hubieran ido algo mejor para todos. Desde luego que el recuento de Luis y las señas de identidad de Juan Goytisolo no me parecen viables hoy por hoy. […] ¿No podríamos ir pensando en preparar una antología extensa de cada uno de ellos, en espera de que vaya madurando nuestro proceso de apertura? No se trata de echar balones fuera, sino de sopesar bien todas las posibilidades para que este delicado proceso no se nos venga abajo”. Pero el citado proceso sólo existió, y de golpe, cuando el dictador murió en su cama un año y ocho meses después.

“Entre el 63 y el 75 todo lo que escribí fue prohibido. Me acusaban de ser el aduanero que impedía que se publicase buena literatura en París. Porque todo lo que salía ahí era antifranquista”, recuerda Juan Goytisolo desde la capital francesa. Y así es como realmente se les había retratado a él y a su hermano por Fiestas, una de sus obras: “No se explica uno cómo estos autores, esos dos hermanos, tienen tanta aceptación en el extranjero”, rezaba la primera parte del informe.

Luego, a modo de pitoniso aficionado, ofrecía a sus superiores una modernizada versión de censura: “Con la apertura de criterios en los casos de estos mozalbetes se consigue un bien mayor al mal que se pueda evitar censurándolos. Hay que desenmascararlos ante el extrangero (de nuevo con g). No hacerles el juego. No darles pies a heroísmos y martirios. Olvidarlos, que se pudrirán solos. No tiene consistencia literaria. Condenémosles a la libertad, libertad vigilada. Es la sanción mayor que se les puede dar”. Pero la bendita condena no llegó tan rápido.

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“Condenados a la libertad vigilada”

– El libro Fiestas, de Juan Goytisolo, fue sometido a grandes tachaduras. Pero lo más interesante del informe está al final, cuando el censor considera que es mejor que se publique porque Juan y su hermano Luis son malos escritores. “Hay que desenmascararlos en el extrangero (con g). No darles pie a heroísmos y martirios. Olvidarlos, que se pudrirán solos. No tiene consistencia literaria. Condenémosles a la libertad, libertad vigilada”.

La tumba

MANUEL VICENT El País – 18/04/2010

La izquierda política considera un escándalo que Falange Española, salida, de repente, del baúl de la historia, tenga fuerza suficiente todavía para sentar al juez Garzón en el banquillo. No es tan raro. El cadáver de José Antonio, fundador de ese movimiento fascista, está enterrado con todo honor al pie del altar mayor de la basílica del Valle de los Caídos, y durante 30 años de democracia nadie ha osado tocarlo. Al iniciar su instrucción sobre los crímenes del franquismo el juez Garzón pidió el certificado de defunción de Francisco Franco y esta diligencia, que sólo era un requisito formal, causó asombro en la mayoría de españoles. Los más ingenuos pensaron que ese papel era innecesario porque se sabe a ciencia cierta que los huesos del dictador permanecen bajo una losa de mil kilos en la basílica del Valle de los Caídos construido por presos políticos, y en la vertical de sus despojos se levanta una poderosa cruz de granito. En cambio, otros más suspicaces dudan que Franco haya muerto, porque precisamente esa enorme cruz proyecta todavía desde las breñas de Cuelgamuros la sombra del dictador sobre todas las instituciones de la democracia. A estas alturas lo realmente escandaloso debería ser el miedo reverencial que sienten los demócratas españoles hacia ese panteón faraónico, como si esa olla de hormigón guardara una barra de uranio que puede liberar una incontrolada carga radioactiva muy peligrosa. De ese miedo nacen todas las ruedas de molino con las que hay que comulgar. Es evidente que la actitud de este juez ha liberado unas fuerzas reaccionarias muy oscuras que nuestra democracia creía cegadas para siempre. Metidos en estos enredos jurídicos de rábulas se puede discutir si el juez Garzón ha prevaricado a la hora de tocar esa barra de uranio radioactivo. Juristas insignes lo niegan. El acto con que un juez inicia unas diligencias de investigación no puede ser nunca constitutivo de prevaricación porque en ese momento no se actúa aun contra nadie en concreto, en consecuencia no hay resolución injusta, puesto que no hay perjudicados todavía. Pero en el fondo, con este pleito político solo se trata de saber si Franco realmente ha muerto, por eso hizo muy bien el juez Garzón en pedir antes que nada su certificado de defunción.

Gente que ya estaba antes de 1975

Isaac Rosa – Público (blog Trabajar cansa) – 16/04/2010

“Argentina tiene problemas de todas clases; sería bueno que intentaran resolverlos y no querer resolver los nuestros.”-Manuel Fraga, presidente fundador del PP-

No parece probable –aunque sólo sea por razones de edad- que Manuel Fraga vaya a acabar extraditado a Argentina. Pero la sola mención de su nombre, a cuenta de la querella por los crímenes franquistas, ya pone nerviosos a muchos. Es nada menos que el fundador de la actual derecha española, y oficialmente uno de los padres de la democracia. Que un redactor de la Constitución pueda ser denunciado como colaborador de la dictadura resume bien cómo se ha gestionado el pasado reciente en España.

Durante mi adolescencia, cuando aún era víctima de la ignorancia que sobre el franquismo me impartieron en el bachillerato, siempre me llamaba la atención un hecho curioso: cómo la biografía política y profesional de muchos prohombres de la democracia –leída en la solapa de un libro, por ejemplo- comenzaba en 1975, como si antes de esa fecha ni siquiera hubieran nacido.

Luego, claro, creces y te enteras de que muchos jueces ya eran jueces antes de 1975 –como ha recordado Jiménez Villarejo, quien también era fiscal entonces-, que los padres de la democracia ya eran ministros o directores generales con Franco, que muchos policías ya habían sido grises y crearon escuela, que el rey ya era príncipe, o que el poder económico actual se parece mucho al que hizo fortuna entonces.

De Fraga ya sabíamos que había sido ministro franquista, no es ningún secreto. Pero siempre nos aclaran que lo fue de Información y Turismo, para que nos fijemos en la segunda parte, Turismo, que parece algo inocente, y no veamos lo primero: Información, portavoz del gobierno, responsable de cuidar la imagen del régimen en momentos como la ejecución de Grimau.

La sola mención a Fraga pondrá de los nervios a muchos. Porque si él no es intocable, nadie está a salvo. Y se confirmarían los temores de quienes hoy hablan de guerracivilismo y llevan años resistiéndose a mirar atrás: que esto no tiene sólo que ver con la guerra –tan lejana, casi todos ya muertos-, sino que los crímenes perseguibles son más recientes, en el tardofranquismo y hasta la modélica Transición.

Fraga: ‘Sería bo que a Arxentina resolvese os seus problemas’

A Nosa Terra, 15/04/2010

O presidente fundador do PP e senador, Manuel Fraga, afirmou, á mantenta da querela presentada na Arxentina contra o ‘xenocidio’ na Guerra Civil e a ditadura franquista, que no país americano teñen ‘problemas de todas clases’ que deberían solucionar antes de dedicarse aos doutros países.

Manuel  Fraga, senador do PP

Manuel Fraga, senador do PP. César Cebolla/Alfaqui/AGN

“Neste asunto a única resposta pode ser esta: a Arxentina ten problemas de todas clases, sería bo que intentasen resolvelos e non querer resolver os nosos”, afirmou Manuel Fraga en declaracións a Europa Press.

O senador quixo aclarar previamente que mantén “unha gran simpatía e admiración pola Arxentina”, país ao que emigrou parte da súa familia e co que os galegos, engadiu, “sempre tiveron unha relación moi especial”.

Malia e todo, non quixo dicir nada máis sobre a querela, nin sobre a intención de quen a presentaron de solicitar a España a identificación de todos os presidentes e ministros do país entre 1936 e 1977, entre os que se atopa o propio Manuel Fraga.

“Non teño máis nada que dicir. Teñen suficientes problemas na Arxentina como para darlles prioridade sobre este, que non lles afecta”, concluíu o ex presidente da Xunta.

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Manuel Fraga Iribarne (Villalba, Lugo, 23 de noviembre de 1922) es un político español. Fue ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969, durante la dictadura de Francisco Franco, así como vicepresidente del Gobierno y ministro de la Gobernación inmediatamente después de su muerte, entre diciembre de 1975 y julio de 1976, bajo la presidencia de Carlos Arias Navarro. Fundador del partido Reforma Democrática, embrión de Alianza Popular y a su vez del Partido Popular, el principal partido de derecha en España, fue uno de los Padres de la actual Constitución Española de 1978. Líder de la oposición a Felipe González durante los años ochenta del siglo XX, presidió la Junta de Galicia entre 1990 y 2005.

Sois ridículos

MARUJA TORRES El País – 15/04/2010

No contentos con hacer el ridículo enjuiciando a Garzón, los llamados jueces del Tribunal Supremo se disponen a meter la gamba contándoles a los corresponsales extranjeros por qué lo hacen, y seguramente cómo es él, y en qué lugar se desenamoraron del juez. Me pregunto si estos tiesos y secos franquistas se han reblandecido con los años. Quizá es que la democracia que practican -entendida a la manera de Cospedal, es decir, la salvaguardia de sus intereses- les ha convencido de que el mundo les comprenderá en cuanto se expliquen e inviten a los corresponsales a una paella y una corrida de toros. Chicos, chicos, recordad el regio ejemplo que antaño os dio vuestro defendido, Francisco Franco. “Somos el asombro de Europa”, proclamaba cada dos por tres. Y seguía poniéndose a Europa, al mundo, por montera. Aquel sí que era un fascista berroqueño. A vosotros se os ven las grietas. No porque seáis mejores, sino porque estáis en terreno resbaladizo: terreno democrático. Mas no de Cospedal ni de Rajoy ni de Rita la Barbacoa. Democracia sin adjetivos y, sobre todo, sin zorrillas (en el sentido bíblico: que se cargan la vid) que usan su nombre en vano. Quizá la cercanía de una socialistísima como Margarita Robles os ha debilitado y necesitáis, además de hundir a Garzón, al Estado de derecho y a esta ciudadanía, además de dar la espalda de nuevo a las víctimas del franquismo y echar una manita a los gürteles, necesitáis, decía, de un poquitín de cariño por parte del extranjero.

Un consejo: tened cuidado que esta clase de gentuza, periodistas de democracias consolidadas, están acostumbrados a preguntar y repreguntar en las ruedas de prensa. Porque será una rueda de prensa, supongo. ¿O pensáis saliros con un comunicado y un vino español? Ayyyyy, ayyyyy, en qué pedazo de jardín os habéis metido. Perdón por el tuteo. Lo hallaréis irrespetuoso. Pero es que no os respeto en absoluto.

IU denuncia que el rey no haya condenado todavía el franquismo

IU reclama  la nulidad de los juicios sumarísimos franquistas

El líder de IU, Cayo Lara.

Público – 14/04/2010

IU reclama la “nulidad plena de todos los juicios militares sumarísimos por los que fueron asesinados, torturados y encarcelados cientos de miles de personas” y defiende al magistrado de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón , procesado por investigar los crímenes de la dictadura. Así consta en el manifiesto redactado por la coalición que lidera Cayo Lara con motivo del 79 aniversario de la proclamación de la II República, que se cumple este miércoles.

“La condena de la dictadura de Franco, que en su momento aprobó el Consejo de Europa y que aún no ha realizado el rey Juan Carlos, sólo tendrá credibilidad si se declara la nulidad plena de todos los juicios militares sumarísimos por los que fueron asesinados, torturados y encarcelados cientos de miles de personas”, dice el texto.

A juicio de IU, “la restitución de su memoria exigiría romper el pacto de silencio que desde la Transición opera como una gigantesca ‘Ley de Punto Final'”. La coalición critica el procesamiento de Garzón , pues demuestra que “la Administración de Justicia en España no se ha adecuado a los valores democráticos y a la defensa de los derechos humanos”.

El manifiesto se refiere también a la monarquía, de la que afirma que “es la negación de la igualdad ante la ley”. Tras hacer un llamamiento para “avanzar en la legítima aspiración de la III República”, IU afirma que “no habrá democracia plena, si aún existen ámbitos del Estado al margen de la elección popular”, en referencia a la monarquía, de la que critica que se la considera “inviolable e irresponsable, y con privilegios y derechos por razones de nacimiento”.

IU recuerda que “la Casa Real española recibe anualmente de los Presupuestos Generales del Estado cerca de 9 millones de euros, que gestiona con total falta de transparencia actuando como un verdadero paraíso fiscal”. Para la coalición que lidera Cayo Lara, “tratándose de dinero público, ninguna institución debería gestionarlo sin transparencia y sin control”.

Asimismo, expresa su rechazo a “un orden social en el que la desvergüenza, la impunidad y la corrupción parecen avanzar sin freno” y añade que “en medio de una crisis devastadora, la mayor deslegitimación del sistema proviene de la percepción del deterioro de las condiciones de vida y de trabajo, consecuencia implacable de las políticas especulativas y neoliberales”.

El manifiesto recuerda a las familias que, frente a los “beneficios insultantes de la Banca”, se ven sumidas en el paro, que no cesa de aumentar, pierden sus viviendas y abocadas a”la precariedad y a la temporalidad”.

Estado Laico

El texto defiende también la laicidad del Estado y de la educación pública, pues consideran que las creencias religiosas deben quedar en el seno de la conciencia personal de cada uno. “No se puede seguir argumentando que los acuerdos con la Santa Sede, de 1976 y 1979, son un muro insalvable para avanzar hacia una sociedad y una escuela laica. Exigimos su denuncia y derogación”, señala el texto.

Además, IU clama contra el vigente sistema electoral español porque “no garantiza la igualdad de voto”. Recuerda que la coalición necesita cuatro veces más votos que los partidos mayoritarios para obtener representación parlamentaria.

Resumiendo

ELVIRA LINDO El País– 14/04/2010

Por primera vez en mucho tiempo, el New York Times le ha dedicado un editorial a España. Por primera vez en mucho tiempo, el asunto a tratar no han sido los toros, la tomatina o el jamón de bellota. Simultáneamente, hemos encabezado secciones internacionales de periódicos argentinos, chilenos, ingleses o franceses. Si queríamos que nuestro país ocupara un lugar notable en la prensa del mundo con un tema que no fuera folclórico lo hemos conseguido. Lástima que el resultado sea para recibir el pésame más que la enhorabuena. A estas alturas, extranjeros de aquí y de allá observan atónitos una noticia que para ellos se resume de la siguiente manera: dos organizaciones franquistas llevan a los tribunales al juez que ha querido fijar las responsabilidades de la represión y dar honrosa sepultura a los muertos que aún permanecen enterrados en fosas comunes.

Los españoles llevamos siguiendo los pormenores de este caso más de un año, conocemos (aunque sea por encima) las razones por las que, al margen del asunto de la memoria histórica, hay quien está deseando que Garzón abandone la Audiencia Nacional; pero para alguien que no se revuelque a diario en la charca de nuestra actualidad no sólo resulta inconcebible que un juez de tan dilatado prestigio sea apartado de su carrera de por vida, hay más. Este desgraciado asunto ha sembrado la idea de que en 30 años de democracia los españoles hemos sido incapaces de lidiar con el pasado, que la Transición fue una bajada de pantalones, que la Guerra Civil es un tema tabú y que hay una parte de la derecha que sigue siendo franquista. No sé si estarán de acuerdo con este balance aquellos que hicieron posible la Transición, pero finalmente esto es lo que a ojos de los demás ha quedado. Sea como sea, hay que darle las gracias a la justicia española por permitirnos hacer el más grande de los ridículos.

Universidad y sindicatos ante el ‘caso Garzón’

ANTONIO ELORZA El País – 13/04/2010

Los medios de opinión de la derecha española han iniciado ya desde hace semanas una campaña contra la posibilidad de que los sindicatos mayoritarios decidan una u otra forma de actuación frente al delirante procedimiento que está a punto de acabar con la carrera judicial de un prestigioso magistrado por el terrible crimen de intentar fijar de una vez las responsabilidades de quienes se sublevaron el 18 de julio de 1936, no sólo para acabar con la democracia, sino para eliminar masivamente a todos aquellos que la defendían. En una palabra, de quienes planearon y llevaron a cabo un genocidio, con más de cien mil ejecutados, amen de desencadenar la Guerra Civil.

Asimismo clamarán ahora contra el hecho de que nuestra Universidad se sume a la iniciativa de UGT y CC OO, olvidando que la Universidad era presentada por el dictador como el centro en que se fraguaba la degeneración de España, en virtud de lo cual muchos universitarios fueron asesinados y/o represaliados. La Universidad fue víctima del genocidio franquista. Es lógico que tome una posición pública frente a aquellos que desde cualquier ángulo y condición traten de frenar la declaración del levantamiento franquista como crimen contra la humanidad y que apoyen a los perseguidos injustamente por intentar una delimitación jurídica de esa responsabilidad criminal, no para ejecutar venganza alguna, sino para que de una vez por todas resulte deslegitimado todo intento de edulcorar la imagen de ese genocidio, en la opinión pública, y sobre todo en la enseñanza.

Tantas o más razones existen para la movilización de los sindicatos mayoritarios (curiosamente la derecha ha callado cuando se han puesto en acción los fascistas, verdaderos grupúsculos sin otra presencia que la reconocida para ellos por la Sala Segunda del Tribunal Supremo).

CC OO no existía en 1936, pero UGT, sí, y de acuerdo con las instrucciones del general Mola, en los documentos previos al 18 de julio e inmediatos a esa fecha que reproducía en su auto el juez Garzón, en tanto que pertenecientes a la izquierda y al Frente Popular, la suerte de sus miembros no debía ser otra de antemano que el pelotón de ejecución. Había que imponer el terror; un simple delito político para la argumentación del juez Varela contra Garzón, como si delito político y plan de exterminio político (y físico, esto Varela lo omite) fueran la misma cosa.

La UGT fue víctima de una condena a muerte extensible a todos sus miembros, y aplicable de forma preferente a todos aquellos que desempeñasen funciones directivas, partiendo del nivel local. ¿Cómo va a permanecer callada ante el intento de destrucción de la justicia que está teniendo lugar?

Y no sólo fue la muerte. A título personal, puedo mencionar el caso de mi padre, Antonio Elorza, que formó parte de la Comisión de la UGT que gestionó la Bolsa de Madrid a partir del 6 de noviembre de 1936. Guardo conmigo su carné, el que conservó hasta el fin de sus días y que hasta bien entrados los 40 le hubiera supuesto muerte. Nunca nadie le acusó de otra cosa. Mantuvo el pago de sus cuotas hasta marzo de 1939 y desde la victoria de Franco, tras salvar la piel permaneciendo escondido como topo durante varios años, perdió su empleo, y no lo recuperó hasta 1976. ¿Cuántos militantes de UGT salvaron la vida, pero vieron destrozada esa vida por el simple haber pertenecido al sindicato?

No es cuestión de venganza, sino de impedir que el mismo tiempo se corra una cortina infranqueable sobre el crimen de lesa humanidad en que consistió el franquismo y sea condenado quien intentó asumir la puesta en marcha de la justicia, siguiendo la estela de Francia, de Italia, de la propia Argentina.

Los autos del juez Varela rezuman incomprensión hacia lo sucedido a partir de julio del 36, animadversión al juez Garzón, perfectamente comprobable a partir de una lectura atenta de sus autos, y rechazo consciente de la pretensión de hacer justicia sobre algo que desde el juicio de Nüremberg debiera tener bien claro todo magistrado. Actuar frente a ellos mediante la ley y ante la opinión pública es, pues, una exigencia democrática.

Antonio Elorza es Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.