Punto de vista de dios

Normalmente si tratamos de imaginarnos a un narrador cuyo punto de vista se asemeja al de dios, nos viene a la mente el narrador del realismo: todopoderoso, omnipresente pero inlocalizable, aparentemente objetivo y justo. No obstante, el caso de Llegada para mí la hora del olvido es todo lo contrario: el narrador de la novela de Tomás Val es un dios autodeclarado, introvertido, subjetivo y delirante – el Francisco Franco demenciado de sus últimos años. La visión del dictador está restringida por sus conocimientos, observaciones y imaginación; pero no obstante es más amplia de lo que se podría suponer. Tiene imaginación vívida y se refleja bastante (casi demasiado) para ser un dictador atroz, calculador y ignorante que con sus aspiraciones de poder ha causado la muerte de cientos de miles de conciudadanos. De hecho la novela une en su protagonista algunas características que le hacen parecer más que un mortal ordinario.

En una sola voz narrativa, la novela conjunta una multitud de diferentes voces y puntos de vista acerca de Franco. Coexisten voces elogiosas e injuriosas, las de la historiografía, de la propaganda franquista y de la mitología popular. De esta manera se nos presenta una imagen que es bastante completa en su multidimensionalidad causada por la gran cantidad de enfoques (suponiendo que el pasado o una persona histórica está compuesto de todas las cosas que logramos conocer sobre de él), pero al mismo tiempo inverosímil o hasta surrealista en su polifonía. (No hay polifonía en el sentido bajtiniano ya que todas las voces son filtradas a través del dictador y su postura, muchas veces irónica). No obstante, si dios es todo o un ser que es consciente de todo, la polifonía subraya también el aspecto divino del protagonista, aunque en la mayoría de los casos es más sencillo explicar la penetración del dictador en los pensamientos de sus súbditos como fantasía del protagonista, como por ejemplo en la siguiente cita donde se ve también la pregunta fundamental de la obra: “Quién soy, quién soy, mi voz sonámbula recorre el caserón, toca generala en los cuarteles, pone las catedrales en rebato, alerta a las sirenas policiales, moviliza todo el cuerpo diplomático, los curas rurales se ponen la sotana porque se asustan de repente ser hombres, los obispos recuperan de pronto su fe en dios y todo el país, hasta los barcos de altamar se olvidan las minas movedizas de peces, se ponen a averiguar quién es Francisco Franco.” (23)

Además de la consciencia amplia hay incluso otros elementos relacionados con la divinidad asumida por el dictador. Uno de los más importantes es la existencia de la vida postmortal. Durante las horas solitarias en el Pardo a Franco le aparecen generales muertos, víctimas de fusilamiento o garrote y además su propio padre. También está recordando como hizo resucitar su primer víctima en Burgos en 1936, un joven oficial a quien ha matado arbitrariamente, sólo para demostrar su poder. Tantos muertos han sido en su camino que de algún modo es lógico que le siguen hasta el fin de la vida y no es difícil de interpretar los elementos sobrenaturales de la obra como fantasía o delirios de Franco, porque nunca aparecen para otras personas y los resucitaciones no tienen testigos.

El elemento que mejor podría comprobar la divinidad de Franco es su capacidad de ver más allá de su muerte. En un pasaje donde quiere acentuar la distinción entre él y los dictadores ficticios que “no llevan más trajes que las palabras” dice que “[u]n caudillo tiene más poderes y puede soñar el tiempo verdadero de después del acabóse y hasta puede leer en una noche todos los libros que sobre él aún no se han escrito” (29) Efectivamente nombra varios historiadores reconocidos, entre ellos Paul Preston que se ha publicado casi toda su obra después de la muerte de Franco. Sin embargo, más revelador aun es que no solamente conoce la fecha de su propia muerte, sino también la de su mujer que se murió trece años tras la muerte de su marido: “Santa Carmen Polo de Franco, nacida en Oviedo en 1922 y muerta en olor de santidad en Madrid, el 6 de febrero de 1988, bajo un Gobierno socialista” (86) (Obsérvese que el demenciado dictador equivoca en la fecha de nacimiento con dos décadas.)

En un principio me perturbaba la clarividencia sobrenatural del protagonista porque no sólo parecía innecesario en cuanto a la historia que cuenta la novela sino también incongruente con la imagen abyecta y desfavorable que representa de él. ¿Tiene sentido juntar en el personaje poderes cuya existencia puede acreditar que es algo más que un anciano demente? En este aspecto la novela actúa como un dictador caprichoso que de repente fuerza a sus súbditos en algo aparentemente absurdo, y al mismo tiempo hace añicos la última posibilidad del realismo o verosimilitud. Se trata de un acto de metaficción absoluta en que el lector se ve forzado a tomar postura sobre las diferentes niveles de la ficción y la realidad, reflexionar quién fue el Francisco Franco histórico que tanto parece al protagonista pero no puede ser él. De esta manera reinvidica la función original de la metaficción que ya desde hace décadas ya no ofrece resistencia a la lectura y se ha convertido en un recurso literario frecuente y placentero en vez de suscitar preguntas sobre la naturaleza de la literatura y del conocimiento humano. Al mismo tiempo demuestra de un modo muy concreto cómo el período de tiempo que nos separa de un determinado momento histórico, junto con los acontecimientos y interpretaciones que este período ha producido están siempre presentes en la imagen que somos capaces de reconstruir del momento histórico en cuestión. Este enfoque rompe con el concepto de tiempo lineal porque, si bien el futuro se basa en los acontecimientos del pasado, la historia más reciente cada vez ejerce una gran influencia sobre las interpretaciones de la historia anterior. Así podemos observar que el punto de vista de la novela no es de los años setenta, es retrospectivo y el autor no intenta ocultarlo: es visible por ejemplo en algunos topónimos: en la página 42 Franco habla de la Gran vía, aunque durante su régimen fue denominada Avenida de José Antonio. Sin embargo, no se trata de un anacronismo, porque la obra está operando en varios niveles temporales a la vez.

La visión que transmite la obra de Val sobre el dictador envejecido es muy inquietante en su complejidad narrativa pero a la vez verdaderamente original. Aunque casi todos los aspectos sobrenaturales tienen una explicación natural dentro del mundo de la obra, en cuanto al tiempo incluye metaficción historiográfica que verdaderamente ofrece resistencia a la lectura. La novela y su narrador tiranizan la lectura de manera que nos invita reconstruir activamente la imagen que tenemos de Francisco Franco.

VAL, Tomás. Llegada para mí la hora del olvido. Madrid: Alfaguara, 1997.

3 Replies to “Punto de vista de dios”

  1. Gracias por tu diario, Antero. Me gusta el tema que has elegido, pues entre los varios nombres que tiene Franco destaca el de dios.
    En mi opinión analizas bien las características divinas del dictador descritas en el libro y además reflexionas el tema en un contexto más amplio. Efectivamente, esta novela consigue dar una imagen relativamente exacta de una época concreta del pasado sin intentar reconstruir el momento histórico tal y como era (como un ejemplo tenemos lo que dices de la Gran Vía/Avenida de José Antonio). Creo que es un efectivo reconstructor del pasado porque no se conforma con datos y hechos reales que siempre resultan insuficientes, sino elige otro camino, es mucho más íntima.

    Sobre la divinidad del dictador en la novela, creo que crea una deliciosa contradicción. Por una parte Franco puede ver más allá de la muerte y tiene encuentros con los muertos, por la otra aparece débil ante una bombilla fundida. He intentado imaginar la misma novela sin los “rasgos divinos” (delirios o no, eso no es tan importante) y creo que perdería mucho humor. La ironía en esta novela es la palabra clave para mí. Y si hubiera habido testigos cuando Franco se encontraba con los muertos, la novela subrayaría casi demasiado el estado mental preocupante del dictador (suponiendo que los testigos no habrían visto lo mismo que Franco).

    Como dices, esta novela nos obliga revisar nuestra imagen sobre el dictador. Aún más, nos sugiere algo sobre la inutilidad del poder: Franco había sido todopoderoso y ahora nos escribe sobre su frustración y impotencia ante sufrimiento personal (ej. la muerte de su hijo). En ese sentido, veo que la novela contiene filosofía de la vida.

    También dices que el momento en que se “reconstruye” el pasado define qué tipo de reconstrucción se forma. Creo que hoy en día la gente tiene sed de este tipo de novelas, que no intentan convencer con hechos reales. La gente quiere más, quiere entender lo ocurría dentro de las mentes de las víctimas, gobernantes, soldados, dictador. Creo que si se publicase ahora la novela, tendría más éxito, aunque luego tenemos el tema de la responsabilidad del pueblo español expresada en la novela, un tema de que escribe Ignacio en su diario.

  2. Tu trabajo me parece un buen ejemplo de economía verbal, ya que en pocas palabras presentas un análisis muy agudo de varios aspectos de la novela: la voz narradora, los mecanismos de metaficción, la temporalidad y la representación del dictador en general.

    Como muestra tu trabajo, Llegada para mí la hora del olvido resulta una obra original y sugerente porque une de forma bastante exitosa una serie de estrategias y recursos narrativos heterogéneos, o incluso contradictorios. Aparte de desafiar las ideas preconcebidas del lector y problematizar la tendencia actual de representar el pasado de forma realista, la novela también ofrece una lectura absorbente y memorable. Por todo ello, creo que Llegada para mí la hora del olvido bien merecería una reedición.

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