Ni vestigio del franquismo

Defensa ha eliminado de los cuarteles el 80% de los símbolos de la dictadura – Pendiente de Cultura la estatua de Franco en la base de la Legión en Melilla

MIGUEL GONZÁLEZ El País04/04/2010

Más de tres horas de trabajo de una docena de operarios hicieron falta para trasladar a un almacén de la Armada, el pasado día 18, la estatua ecuestre del general Franco que, entre 1967 y 2002, presidió la Plaza de España de Ferrol, mal llamado de El Caudillo. Durante los últimos ocho años, la mole de seis metros de altura y siete toneladas aguardó en un patio del arsenal a que el Ayuntamiento, su legítimo propietario, decidiera su ubicación definitiva. También es de propiedad municipal el monumento que, de 1964 a 1983, se alzaba ante el Ayuntamiento de Valencia y al que Defensa tuvo que buscar acomodo en Capitanía. A muchos les parecía lógico que los cuarteles fueran el último reducto de los símbolos franquistas a medida que éstos desaparecían, con notable demora, de los espacios públicos de las principales ciudades españolas, casi siempre con el pretexto de una remodelación urbanística.

Esta situación ha cambiado radicalmente con la Ley de la Memoria Histórica de diciembre de 2007, cuyo artículo 15 obliga a todas las Administraciones Públicas a tomar “las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

Aunque muchos lo dieran por sentado, incluidos algunos alcaldes, fuentes de Defensa subrayan que los cuarteles no son los lugares más adecuados para conservar símbolos incompatibles con los valores constitucionales que los militares están obligados a proteger, incluso con el sacrificio de su vida.

– 405 objetos en el inventario. El primer paso para aplicar la Ley de la Memoria Histórica fue la elaboración de un catálogo de símbolos franquistas en dependencias militares. En total, se han inventariado 405 objetos, “básicamente, escudos preconstitucionales, placas, bustos, estatuas, vidrieras e inscripciones”, según explicó el pasado día 10 en el Congreso el secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez. La mayoría de estos vestigios (225) se encontraba en instalaciones del Ejército de Tierra, seguidas de las del órgano central (121), Armada (38) y Ejército del Aire (21).

– Más del 80% ejecutado. La eliminación de 321 vestigios (el 80% del total) ya ha concluido y está en ejecución la de otros 80. La solución técnica ha sido diferente en cada caso: el traslado cuando era posible (estatuas), la sustitución (lápidas, escudos) o, en casos extremos, su ocultación a la vista del público. Por ejemplo, se optó por tapar la placa de la fachada del Cuartel General del Ejército del Aire, en Madrid; y se zanjó el asunto suprimiendo la luz que iluminaba unas vidrieras con el escudo preconstitucional en la Academia de Infantería de Toledo.

– 11 objetos amnistiados. La Ley de la Memoria Histórica permite conservar aquellos vestigios que “sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados, o cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley”. Esto ha permitido a Defensa amnistiar 11 símbolos: un fresco en el Estado Mayor de la Defensa (Madrid); un conjunto escultórico en la Delegación de Defensa en Logroño; sendos escudos en la antigua prisión militar de Mahón, y las comandancias navales de Castellón y Tenerife; unas vidrieras en el Palacio de la Almudaina de Palma y en el cuartel La Rubia en Valladolid; y un grabado en la Escuela Militar de Marín. En la Capitanía de la Armada en San Fernando se salva un ventanal que reproduce el antiguo escudo de la Armada con la corona republicana; y en la base de submarinos de Cartagena, un mural que recuerda a todos los caídos, “con independencia del bando en que militasen”. Se ha descartado quitar el escudo de la antigua hípica de la Academia Militar de Zaragoza porque está previsto demoler el edificio.

– Cuatro consultas a Cultura. En otros cuatro casos, el Ministerio de Defensa ha optado por consultar a la comisión de expertos creada por el Ministerio de Cultura antes de tomar una decisión. Se trata de los escudos ubicados en las fachadas del antiguo Gobierno Militar de Valencia, de la Comandancia General de Melilla y de la Comandancia General del Miño, en Tuy; así como la estatua de Franco en el Acuartelamiento Millán Astray de Melilla. Esta última es la única escultura del dictador que queda en una unidad militar y su presencia se justifica por el hecho de que Franco (representado a caballo cuando era comandante) fue uno de sus fundadores. No parece, sin embargo, que esta razón sea suficiente para que el Ministerio de Cultura avale su valor artístico.

– Ahora, la nomenclatura. Una vez completada la retirada de objetos, el Ministerio de Defensa se propone revisar las denominaciones de instalaciones militares, bases y acuartelamientos. En el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid hay todavía unas dependencias dedicadas a Carmen Polo, esposa del dictador, y en la base aérea de Talavera la Real (Badajoz) existía una calle con el nombre de Legión Cóndor, un caso único en el mundo de homenaje a la unidad nazi que destruyó Gernika.

– Resistencia y colaboración. La eliminación de los símbolos de la dictadura ha tropezado con la resistencia pasiva de algunos mandos militares, los más apegados al franquismo, pero la tarea -realizada sin estridencias y con parsimonia, a lo largo de más de dos años- ha contado con la colaboración, por convencimiento o disciplina, de la mayoría. Sin ayuda de los cuarteles generales hubiera sido imposible completar ni siquiera el catálogo. “Todo ejército necesita símbolos y héroes a quienes honrar, pero deben ser símbolos de unión y no de división entre los españoles”, subraya un experto en historia militar. Si Franco levantara la cabeza, seguramente se caería del caballo.

Más allá de Garzón

XIMO BOSCH El País – 02/04/2010

Alguien escribió en forma aforística que los casos difíciles generan mal Derecho. La causa instruida por Garzón sobre la Guerra Civil y las posteriores querellas presentadas por supuesta prevaricación representan asuntos de cierta dificultad. Sin embargo, no parece que las resoluciones dictadas en ambos procedimientos presenten una mala calidad jurídica. Más bien dichas actuaciones han desencadenado una intensa polémica por la especial naturaleza de las mismas.

Al examinarse la labor de Garzón como instructor, resulta obligatorio entender la elevada complejidad del objeto de la investigación sobre la Guerra Civil.

No nos encontramos ante un pronunciamiento incruento como el que llevó a cabo el general Miguel Primo de Rivera, cuando en 1923 dio un golpe de Estado mediante un simple telegrama que remitió a Alfonso XIII.

Al contrario, el plan diseñado por Mola en julio de 1936, y continuado luego por Franco, buscaba derrocar un Gobierno constitucional mediante una amplia insurrección militar, así como usar el terror de forma planificada para exterminar a los adversarios ideológicos y de este modo atemorizar al resto de la población, con el fin de instaurar un nuevo orden político. Además, como señala Preston, el alcance de esta represión no tuvo equivalente en ningún país europeo por su extensión personal y su larga permanencia.

Al calificar penalmente estos hechos, partimos de un delito contra la forma de gobierno, que tuvo como consecuencia decenas de miles de asesinatos, torturas y lesiones. Y multitud de detenciones ilegales y desapariciones forzadas de personas que siguen enterradas en fosas comunes. Y, además, también otros sucesos penosos y poco conocidos, como los numerosos niños que fueron arrebatados a sus madres para ser entregados en adopción a familias del bando vencedor. La magnitud de esta terrible tragedia colectiva resulta difícil de describir. Por ello, la pluralidad de figuras delictivas concurrentes suscita enormes controversias sobre las normas aplicables, sobre los cómputos de la prescripción o sobre las reglas de competencia.

En relación con la causa contra Garzón, cualquier análisis de las resoluciones del magistrado instructor del Tribunal Supremo, Luciano Varela, debe implicar un reconocimiento de su trayectoria y de su acreditada valía profesional.

No obstante, existen importantes voces en la comunidad jurídica que han expresado sus discrepancias al considerar que se está optando de forma discutible por una lectura extensiva del delito de prevaricación. Desde esta perspectiva, Garzón se habría decantado por una alternativa jurídica legítima entre las varias posibles. En consecuencia, no resultaría acertado afirmar que Garzón sabía que no era competente, pues sus decisiones fueron compartidas por diversos magistrados de la Audiencia Nacional al emitir sus votos particulares. Y la misma tesis han sostenido varios jueces de instrucción que han intervenido en las actuaciones.

De hecho, somos cientos los magistrados de este país que habríamos actuado en conciencia del mismo modo en que lo hizo Garzón. Tampoco puede aceptarse que los hechos no pudieran investigarse a causa de la Ley de Amnistía de 1977, que se refiere sólo a delitos políticos, pues los tribunales internacionales han declarado reiteradamente la perseguibilidad en todo caso de los crímenes contra la humanidad y la falta de validez de las normas de punto final.

Más allá de la suerte de Garzón, en este debate están en juego concepciones esenciales del Estado de derecho. La consolidación de una doctrina expansiva sobre la prevaricación nos conduciría a una peligrosa restricción de la independencia judicial. Y a una visión jerarquizada y subordinada de la interpretación de las normas. Ello reduciría la potestad valorativa sobre los principios constitucionales y limitaría el desarrollo de la jurisprudencia, ante el riesgo de que las aportaciones innovadoras pudieran ser criminalizadas.

Por otro lado, en un plano muy distinto, no podemos ignorar una inquietante paradoja. A diferencia de lo que ocurrió en otros países con regímenes totalitarios, en España los autores de gravísimos delitos nunca se han enfrentado a un juicio ni han asumido sus responsabilidades penales. Sin embargo, es probable que quien se siente en el banquillo sea el único magistrado que ha investigado esos crímenes.

Resultaría perturbador que Garzón fuese excluido de la judicatura y finalizara su vida profesional impartiendo clases en universidades norteamericanas, argentinas o chilenas, como les ocurrió a Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Luis Cernuda y tantos otros de nuestros exiliados de la guerra.

Sin duda, ambas situaciones no serían literalmente comparables. Y los juristas siempre podríamos explicar lo sucedido con abundantes tecnicismos. Pero, ciertamente, no creo que gran parte de nuestra sociedad pudiera conseguir entenderlo.

Ximo Bosch es magistrado y portavoz territorial de Jueces para la Democracia (JpD).

Diferencia entre niños robados durante franquismo

Argentina

29/03/2010 ANSA

Las prácticas de apropiación de niños en el régimen franquista se hicieron a la “luz pública”, fueron respaldadas por una legislación y presentadas como medidas de “protección”, a diferencia de lo ocurrido en Argentina durante la dictadura militar (1976-1983), que se efectuaron de forma clandestina. “Una de las diferencias básicas con Argentina es que ahí todo ese proceso es oculto, clandestino. En cambio, aquí se hace a la luz pública y el estado se enorgullece de hacerlo, pues el discurso es que está salvando a los niños del mal”, dijo el historiador Ricard Vinyes a ANSA. Otra diferencia es que, en España, “hay indicios de que pudo haber adopciones ilegales, aunque no certezas, porque la documentación no es clara”, sostuvo Vinyes. En su obra “Irredentas”, el historiador afirmó que “la intencionalidad política de sustracción de los hijos de encarcelados y represaliados era una evidencia misma de la propaganda del régimen”. Así, citó una declaración del Patronato de la Merced en 1944: “miles de niños han sido arrancados de la miseria moral y material, miles de padres de esos niños, distanciados políticamente del nuevo estado español, se van acercando a él agradecidos a esta obra de protección”. De ese modo, el estado presenta como modelo las acciones de segregación, que no hubiesen sido posibles sin la “activa” intervención de la Iglesia Católica.
Según planteó Vinyes en “Irredentas”, en Argentina “las desapariciones fueron resultado de practicar la guerra sucia contra aquellos que eran considerados incómodos por el régimen, bajo el nombre global de izquierdistas”. “En España no. La pérdida y desaparición fue resultado de la purificación pública del país”, por lo que “la clandestinidad de las actuaciones argentinas no existió”, precisó. “Jamás hubo centros clandestinos de detención en nuestro país. Al contrario, fue el estado quien constituyó” el proceso legal y administrativo “que facilitó las desapariciones, especialmente desde la cárceles de mujeres”, completó el historiador en “Irredentas”. Después de 34 años de cometido el golpe, en Argentina siguen las investigaciones para encontrar a niños que fueron apropiados por los represores y que en muchos casos fueron entregados a otros militares o a civiles cómplices de la dictadura. GAT

Programa de radio “La memoria”

Acabo de añadir al blog un enlace a la página del programa de radio “La memoria”. Según la página,

La memoria es un programa semanal con el que la radio pública andaluza responde a la demanda social y al creciente interés ciudadano que suscita la recuperación de la memoria histórica, sobre todo en relación con la II República, la Guerra Civil y la postguerra española. Se trata del primer espacio dedicado exclusivamente a la memoria histórica en toda la radio española y aborda con estilo sereno, respetuoso y ponderado una temática histórica polémica y controvertida, con un tratamiento periodístico contrastado y documentado.

En la página, se presentan los contenidos de todas las emisiones, que pueden escucharse en la página web de Canal Sur o descargarse desde el archivo sonoro.

El autor favorito de Mitterrand

Rescatada la obra de Gómez Arcos, escritor español – Censurado por Franco, triunfó en el exilio

TEREIXA CONSTENLA El País31/03/2010

Agustín Gómez Arcos, durante una visita a España en 1994.- SANTOS CIRILO

Cada nueva novela se recibía con un viejo ritual: la visita del chófer del presidente de la República al domicilio del escritor para recoger un libro dedicado. François Mitterrand admiraba a aquel autor español que escribía en francés: Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933-París, 1998), que triunfó en su voluntario exilio en Francia y fracasó en España, arrinconado en la esquina de los malditos.

Contra esa marginación pugna la editorial Cabaret Voltaire desde 2007, cuando publicó El niño pan (traducción de María del Carmen Molina Romero), al que siguieron El cordero carnívoro (2008), Ana no (2009) y, ahora, La enmilagrada (traducciones de Adoración Elvira Rodríguez). Gómez Arcos murió tras haber publicado 14 novelas en francés, haber sido finalista del premio Goncourt con dos obras -la editorial catalana publicará una de ellas, Escena de caza (furtiva), el próximo año-, haber sido condecorado con la Orden de las Artes y las Letras francesas con grado de caballero (1985) y oficial (1995) y ser estudiado en los liceos. Murió, en suma, como un escritor prestigioso y fue enterrado en el cementerio de Montmartre.

En España estaba muerto hacía mucho tiempo. Muerto para la cultura: sólo dos obras habían sido traducidas al español, Un pájaro quemado vivo (Debate, 1986) y Marruecos (Mondadori, 1991). Muerto en Enix, el pequeño pueblo de Almería que ya ni le recordaba y donde había nacido en una familia numerosa represaliada por su republicanismo. Muerto en Barcelona, la ciudad a la que se habían mudado tras la posguerra y de la que desapareció un buen día para abandonar los estudios de Derecho y consagrarse al teatro. Muerto en Madrid, donde brilló como dramaturgo (escribió 15 obras y ganó el Premio Nacional Lope de Vega en 1962 y 1966) y se estampó contra la férrea censura franquista.

Gómez Arcos había muerto incluso cuando Franco ya se había muerto. Eso era lo que más le enojaba. En 1985, en una visita a Madrid, con los socialistas en el Gobierno y a pesar de su buena relación con Felipe González y del estreno teatral de algunas de sus obras, lamentaba: “Me han cerrado todo con el mismo estrépito con que lo hizo el franquismo. Los políticos españoles han dejado sin contenido a la palabra libertad. Se pueden leer y ver obras en las que los personajes dicen tacos, muestran las tetas y se drogan. Pero en lo que respecta a la política, hay una censura feroz”.

“Siempre fue un outsider que no aprovechó su éxito, pero a pesar de la parte cínica y la mala leche, le hubiera gustado ser reconocido en España”, defiende Antonio Duque, el actor que alimentó durante 40 años su amistad con el escritor. Se habían conocido en el café Gijón y se convirtieron en inseparables. En Madrid compartieron piso con Miguel Narros, pero luego Duque arrastraría a Gómez Arcos a Londres y, en pleno 1968, a París. “Llegar y echar a correr todo fue uno”, bromea el actor. Antes de irse, Gómez Arcos le escribió una carta a Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, para quejarse del ninguneo que sufrió. Demasiado radical para la dictadura, pero también demasiado radical para la Transición, donde aún no había espacio para la memoria histórica que impregna la obra de Gómez Arcos, anticlerical, izquierdista y homosexual. “En aquel momento, España no quería mirar atrás y él no lo entendía porque ya había democracia”, precisa Miguel Lázaro, coeditor de Cabaret Voltaire. Atrapado en esa relación ambigua con su país de origen, Gómez Arcos visitó con cierta frecuencia España en los noventa. Recibió algún reconocimiento tímido, pero los temas de sus obras estaban lejos de interesar en un momento en que el pasado seguía acechando sobre los cogotes. Su peripecia era atípica: pastor, estudiante modélico, prometedor dramaturgo, camarero buscavidas en Francia y profeta en tierra extraña, capaz de doblegar una lengua ajena como si fuera propia. Escribía sobre incestos, derrotados, homosexuales, luchadores y represiones.

Miguel Lázaro cree que la carga biográfica pesó como una losa sobre su vida y su literatura. “Cuando acaba la guerra tiene seis años y ve las consecuencias para su familia, cómo se cambia del tiempo de ilusión en que su padre era el alcalde republicano y su madre la panadera a otro de encarcelamientos y penurias”, compara. Esa transición es patente en El niño pan, tan autobiográfica que causó una sublevación en su pueblo natal, Enix, cuando se publicó hace tres años. “No cambia nada, usa los nombres y los motes reales de familias que siguen allí”, afirma Lázaro. Molestó tanto que se recogieron numerosas firmas para pedir que le retirasen su nombre a una calle y el nombramiento de hijo predilecto. El destino de los malditos.

Tertsch: “Hablando de asesinos… Carrillo, héroe del zapaterismo guerracivilista”

En un artículo sobre ETA, el periodista ataca al ex líder del PCE sin tener nada que ver con el tema de su escrito

El periodista Hermann Tertsch, ingresado tras una agresión

El periodista Hermann Tertsch. EFE/Archivo – EFE

Público – 30/03/2010 09:48

Cada vez que Santiago Carrillo abre la boca, la derecha le saca las garras . Da igual los años que lleve retirado de la política activa, siguen lanzando furibundos ataques contra el ex secretario general del PCE. Esta vez, de nuevo, ha sido el periodista Herman Tertsch quien lo alude como “asesino” y “héroe del Zapaterismo guerracivilista”.

En un artículo en el periódico ABC publicado hoy, el periodista ha incrustado un último párrafo contra Carrillo en un texto cuya temática no tenía nada que ver con el ex líder comunista. Su título es Los asesinos buenos y versa sobre ETA y un nuevo supuesto proceso de diálogo, en el que Tertsch da credibilidad a las palabras de Mayor Oreja.

Después de hacer un repaso al tema desde su peculiar punto de vista, Tertsch dedica el último párrafo de su escrito a Carrillo, dando un histriónico cambio de tercio a su contenido: “Y hablando de asesinos…”, escribe refiriéndose al veterano comunista.

A Tertsch no le gustó que Santiago Carrillo, asegurara en una entrevista al Diario de Sevilla que en España no hay un partido como el de Le Pen en Francia porque el PP es capaz de aglutinar esos votos de extrema derecha. El “héroe del zapaterismo guerracivilista se lanza al cuello de la oposición y defiende a quienes lo han erigido en adalid de la mentira histórica”, asegura Tertsch.

Asegura que Carrillo sostuvo que “Rajoy es Lepen”y mantiene que sería “fácil” compararlo a él con Laurenti Beria, uno de los manos derechas de Stalin, al que se vincula con las purgas del dictador soviético. Las palabras de Carrillo fueron las siguientes: “Aquí no existe un movimiento como el de Le Pen, o la extrema derecha de Austria, por eso lo recoge Rajoy”.

Madrid, según el payés universal

Una exposición rescata el retrato implacable que Josep Pla escribió sobre la capital republicana

ABEL GRAU – Madrid – 31/03/2010

Arriba, entusiasmo popular en la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, en la plaza de Cibeles. Abajo, terraza de un café madrileño, en los años treinta.– ARCHIVO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID / EFE

No se puede decir que a Josep Pla le gustara mucho Madrid. Y así lo dejó escrito. Quien es probablemente el mayor escritor catalán del siglo XX, hoy quizá sería candidato al premio a la incorrección política. Llegado como corresponsal parlamentario el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la Segunda República, la capital le parecía un cúmulo de incomodidades sin ningún interés. Ahí va: la comida, “pésima”; los vinos, de “una pretensión grotesca”; ¿el cochinillo?, carne para “personas refinadas, decadentes y tristes”; ¿el teatro? “tan malo como la literatura que hacen los jóvenes”; la vida intelectual, “vacua e hiper-bólica, pasada de moda”. Casi nada.

Semejante retrato, implacable pero sin acritud, revive ahora en la muestra El Madrid de Josep Pla, en el Centro Cultural Blanquerna (Alcalá, 44) hasta el 24 de abril. En la villa y corte de Pla (1897-1981), sin embargo, no todo eran pullas. El “payés universal” -según Francisco Umbral- elogió el clima y el Prado (“Greco, Velázquez, Goya. Ver a estros tres pintores tal como se pueden ver hoy en el Prado justifican no uno, sino muchos viajes a Madrid”). Y admiró, claro, los cafés y las tertulias. Captó el ADN local: “Si uno dispone de cierta simpatía, de una pizca de picante candor, no es tan cerrada [Madrid] como parece. En cambio, Barcelona, que de entrada parece tan abierta, es mucho más difícil de penetrar”, comparaba Pla. “En Madrid, si uno dispone de suficiente simpatía, puede entrar en una u otra sociedad, aunque no tenga dinero. En Barcelona, al que no tenga dinero, por muy atractivo que sea, le va a resultar mucho más difícil”.

Sobre un plano de la ciudad de los años treinta, la exposición recorre con fotografías y textos el paso del autor por la capital. Sobre todo en los años que van desde 1931 a 1936, la etapa republicana hasta la Guerra Civil. Fruto de aquella estancia es Madrid. El advenimiento de la república (1933), su gran fresco de la urbe, de un gran valor histórico, que describe unas calles dominadas por el entusiasmo ante el nuevo régimen. La bandera tricolor que se iza en el Palacio de Comunicaciones, los tenderos (¡tan “vivarachos!”) que inmediatamente retiran toda referencia monárquica de sus carteles. Qué impresión, de madrugada, ante el Palacio Real cerrado, “a cal y canto y en la más absoluta oscuridad”, “tétrico, fantasmal, dramático”.

Conservador y alérgico a toda agitación social (“la revolución no es más que un cambio brusco del personal dirigente”), el autor de El cuaderno gris pronto se distanció del nuevo orden. No podía tolerar el violento alboroto popular. Su perplejidad es absoluta ante la quema de la iglesia del convento jesuita de la Flor, cerca de la Gran Vía. “Es francamente curioso ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, el ojo lleno de curiosidad, una sonrisa festiva en la cara, mirando cómo sale el humo del convento”. Muchas caras largas y tristes. “Casi me atrevería a decir que esta terrible insensatez ha gustado poquísimo en Madrid, por no decir que no ha gustado nada entre las personas conscientes, claro está”.

Observador omnívoro y digresivo vocacional, Pla teje su dietario con fragmentos en los que habla de todo. Arquitectura, política, historia, arte y costumbres. Lejos de la literatura de imaginación y apegado a los hechos, su estilo es claro y antirretórico. Si puede contar algo con una palabra, no emplea dos. Su arma, la ironía; una aguja, decía, para reventar el globo de la vanidad. Así disecciona a los políticos: el ministro de la Guerra, Manuel Azaña, “estadista, afrancesado y maquiavélico” (todo un elogio, viniendo de Pla); el conde de Romanones, “es el tipo de cazador castellano, experimentado y astuto”; el populista Alejandro Lerroux, “de distinguida arrogancia”. Miguel Maura, ministro de Gobernación, “cuando se abrocha su americana cruzada con aquellas facciones enérgicas en la cara, parece que algo importante está a punto de suceder”. Y el comandante Franco, “tímido e intrigante, el típico personaje que se pasa la vida sentado en los cafés”.

Admirador del Ateneo como foco irradiador de cultura, Pla radiografía a los literatos de la capital, como el intelectual Eugenio d’Ors (“gordo, ventripotente, considerable”, envidioso de Ortega, que era un “gran orador”), el articulista Julio Camba (“Que sería un buen embajador, está fuera de toda duda. Juega al póquer como los ángeles”) y a grandes potentados como el banquero Juan March, cuyo poder multimillonario deslumbra en las Cortes.

La tauromaquia la resultaba odiosa. “Es un espectáculo que no me gusta, porque me descubre de forma demasiado brutal el fondo psicológico que llevo dentro”. El gran prosista ejercía su temeraria tendencia a la generalización categórica (en palabras del periodista Sergi Pàmies); “la dureza del pueblo castellano se conserva y se cultiva en gran parte gracias a la fiesta nacional.”

Su Madrid -“una ciudad de aristócratas (andaluces, por lo general), de funcionarios y de tenderos”- es una ciudad moderna y en ebullición. Rival de la capital catalana (que tampoco agradaba mucho a Pla): “Hacer más que Barcelona, ser más que Barcelona -esta ha sido una de las pasiones de Madrid-. Es una pasión pueril”. A ella sólo se acude, decía, por negocios o por ambición política. Como ni lo uno ni lo otro le interesaba, se aburría. Por eso se puso a escribir su dietario: “Mi ambición es nula, tanto la política como la literaria. Por lo tanto, ¿qué voy a hacer, yo, en Madrid? Nada. Respirar, vivir. ¿Observar? Mi capacidad de observación es insignificante”. Menudo socarrón.

Reacio a toda agitación social, Pla pronto se distanció del nuevo orden. Recriminó la violencia de los alborotadores. Como los que quemaron el convento jesuita de la iglesia de la Flor, cerca de la Gran Vía. Su actitud escéptica recorre las páginas de ‘El advenimiento de la república’, en las que describió los primeros compases de la República, entre 1931 y 1934. En la imagen, la iglesia y el convento jesuita de la Flor, en llamas, en 1931.- EFE

Arte bajo las bombas

Una exposición rememora el recorrido de las obras maestras del arte español en la Guerra Civil para salvarlas de la guerra

JAIME PRATS El País31/03/2010

Una imagen del traslado del cuadro Venus y la música, de Tiziano, en 1939.-

En febrero de 1939 un convoy de 71 camiones salió de Figueres con destino a la frontera francesa cargado con lo más preciado del patrimonio artístico español. Hacía un intenso frío. Las carreteras estaban colapsadas por el trasiego de material militar y por los refugiados que huían del avance de las tropas del general Franco. Fue todo un reto reunir los vehículos que Francia no proporcionaba mientras la aviación italiana y alemana hostigaba las carreteras, hasta el punto de que la comitiva se interrumpió dos días por los bombardeos aéreos.

“Las condiciones eran terribles”, recordaba ayer Arturo Colorado, comisario de la exposición Arte Salvado, que se expone en el edificio de La Nau de la Universitat de València y organiza la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. En Perpiñán, ya a salvo de la guerra, las obras fueron depositadas en un tren que se dirigió hacia Ginebra, donde la Sociedad de Naciones se hizo cargo del valioso cargamento.

La muestra, que permanecerá abierta hasta el 30 de mayo, describe los avatares que sufrieron las obras de arte de mayor valor del país y los esfuerzos de las autoridades de la República por protegerlas de las bombas. En todo ello, Valencia tuvo un importante papel, como recordó ayer Colorado. Por un lado, por la responsabilidad que tuvo en el traslado un valenciano: el pintor y muralista Josep Renau, por entonces director general de Bellas Artes e impulsor de la Junta del Tesoro Artístico, el organismo encargado de coordinar la evacuación. Pero también, porque esta ciudad fue la primera etapa del recorrido emprendido por las obras de arte.

Las torres de Serranos y el Colegio del Patriarca albergaron obras del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, colecciones privadas o monasterios, como el de las Descalzas Reales de Madrid. En total, se recopilaron 525 cuadros -entre ellos, todo Goya, Velázquez, Rubens-, 200 libros -códices, incunables- y tesoros como el que trajo a España Felipe V antes de ser coronado, el llamado Tesoro del Delfín, “de elevado valor artístico y crematístico”, comenta Colorado.

De Valencia, las obras maestras se trasladaron a Barcelona, y de allí a Figueres. Entonces un comité internacional formado por representantes de nueve museos de todo el mundo logró que la colección se depositara en Ginebra. “Fue la campaña de salvamento más importante de la historia”, destaca el comisario de la muestra, que subraya que este modelo de salvaguarda artística fue seguido luego por países europeos en la II Guerra Mundial.

Ginebra expuso una selección de 200 cuadros en una exposición que concluyó el 30 de agosto de 1939. El 1 de septiembre, Alemania invadió Polonia y comenzó la II Guerra Mundial. Un tren nocturno, con las luces apagadas para esquivar los bombardeos, devolvió la valiosa colección a España ese mismo mes. Las joyas artísticas hicieron el camino de vuelta huyendo, una vez más, de un nuevo conflicto armado.

Bronca política en Alicante por la memoria histórica

La oposición denuncia que el PP quiere obviar en una placa conmemorativa que la aviación “fascista” italiana bombardeó el Mercado Central en 1938

S. N. El País30/03/2010

El homenaje a la víctimas del bombardeo del Mercado Central de Alicante por parte de una escuadrilla de la aviación fascista italiana el 25 de mayo de 1938 ha derivado en un enfrentamiento político entre la oposición, el PSPV-PSOE y EU, y el PP, en el gobierno local con mayoría absoluta. Los promotores del homenaje, la Comisión Cívica por la Recuperación de la Memoria Histórica de Alicante, han propuesto colocar una placa en la escena del brutal bombardeo, que costó la vida a 400 vecinos, que refleje que la acción bélica fue realizada por “la aviación fascista italiana”.

En cambio, el equipo de gobierno del PP, que lidera Sonia Castedo, plantea un texto sin el término fascista. La decisión de la alcaldesa ha acarreado las críticas del portavoz socialista, Roque Moreno, que ha calificado de “indignante” la intención de Castedo de obviar la autoría del ataque. “En el Mercado Central no murieron más de 300 alicantinos, fueron asesinados. Eran abuelos y bisabuelos de muchos alicantinos que, estando realizando labores cotidianas, fueron asesinados en un bombardeo de la aviación fascista italiana, auspiciado por Franco”, asegura en un comunicado Moreno. En el mismo sentido se expresa Miguel Ángel Pavón, candidato de EU a la alcaldía en 2011 (en este mandato la coalición de izquierdas es extramunicipal). “Es un insulto a las víctimas y a los alicantinos que se oculte la verdad histórica del criminal bombardeo del 25 de mayo de 1938”, señala Pavón.

La Comisión por la Recuperación de la Memoria de Alicante, a través del escritor Enrique Cerdán Tato, asegura: “No somos obstinados ni intransigentes, pero nuestro único propósito es honrar a las víctimas del bombardeo con orgullo y honestidad, y no desde la mentira. Hubo un verdugo y unas víctimas. Estas están identificadas, y no se puede ignorar al primero a base de eufemismos”, explica.

Cerdán Tato señala que se convocó un concurso para el monumento en cuyas bases están claramente reflejadas las características del hecho histórico que se pretende evocar. El escritor resalta que en los últimos dos meses no han recibido por parte de la alcaldesa un texto alternativo a su propuesta.

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Castedo corrige a Alperi y quita a Franco los títulos honoríficos

Sofi Oksaselle Pohjoismaiden neuvoston kirjallisuuspalkinto

Helsingin Sanomat – 30.3.2010

Kirjailija Sofi Oksanen Tallinnassa viime joulukuussa.

Kirjailija Sofi Oksanen Tallinnassa viime joulukuussa. -Toomas Volmer

Sofi Oksanen on voittanut Pohjoismaiden neuvoston kirjallisuuspalkinnon romaanillaan Puhdistus. Palkintoa tavoitteli kaikkiaan 11 kaunokirjallista teosta. Palkinnon suuruus on 47 000 euroa, ja se luovutetaan Reykjavikissa marraskuussa.

Palkintoperusteissa romaania kiitetään muun muassa ajattomista teemoista ja kouraisevasta kielestä: “Puhdistus sijoittuu Viroon ja kulkee kahdella aikatasolla, mutta sen aiheet – rakkaus, petos, valta ja avuttomuus – ovat ajattomia. Puhdistus väreilee jännityksestä: vaietut salaisuudet ja mitä häpeällisimmät teot leviävät kuin rihmasto läpi kirjan ja pakottavat lukemaan.” “Oksanen kuvaa harvinaisen tarkalla ja kouraisevalla kielellä sitä, miten historia koulii yksilöä ja miten menneisyys on läsnä nykyhetkessä.”

Suomesta ehdolla palkinnon saajaksi oli tänä vuonna myös Monika Fagerholm. Viime vuonna palkinnon voitti norjalaiskirjailija Per Petterson. Suomeen palkinto on myönnetty viimeksi vuonna 2004, jolloin sen sai Kari Hotakainen Juoksuhaudantie-romaanillaan. Pohjoismaiden neuvoston kirjallisuuspalkinto on jaettu vuodesta 1962 lähtien.

Oksanen on kahminut kolmannella romaanillaan jo aiemmin lukuisia palkintoja. Suomessa ensimmäisenä romaanina sekä Finlandia- ja Runeberg-palkinnot saanutta Puhdistusta on myyty kotimaassa 142 400 kappaletta. Virolainen Postimees-lehti valitsi Oksasen viime vuonna vuoden ihmiseksi. Amerikkalainen kustantaja Grove Press julkaisee teoksen englanninkielisen käännöksen 1. huhtikuuta. Samalla alkaa Sofi Oksasen promootiokiertue Yhdysvalloissa.

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Puhdistus-teoksen arvio

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Puhdistus, la última y muy premiada novela de la autora Sofi Oksanen aún no ha sido traducido al español, pero la anterior –Las vacas de Stalin– sí. La editorial (451 Editores) describe la novela de la siguiente manera:

Las vacas de Stalin
de Sofi Oksanen

Tres mujeres, tres generaciones: La historia de una Europa dividida entre el este y el oeste, el hambre y la bulimia.

Anna no está dispuesta a creer en las malas consecuencias de la bulimia salvaje que padece. ¿Qué puede haber de malo en algo que le provoca un placer comparable al del sexo y hace que se sienta divina? Perdida en sus obsesiones, necesita controlar su destino y no quiere repetir los errores de su madre, Katariina, que huyó de la Estonia soviética a Finlandia y desde entonces malvive entre la paranoia y la amargura. Del otro lado de la frontera, la abuela de Anna, Sofia, subsiste como la memoria descarnada del absurdo estalinista.

Cuando la historia se nos ha grabado en el cuerpo, atravesar la frontera puede ser fatal.