No entiendo

ROSA MONTERO El País – 23/02/2010

Hoy, aniversario del golpe del 23-F, he recordado aquella anécdota genial y al parecer verídica: cuando, al principio del golpe, los de la televisión sueca recibieron las imágenes del guardia civil Tejero asaltando el Congreso, enviaron un télex a Prado del Rey que decía: “No entendemos. ¿Es un programa informativo o dramático?”. “Informativo”, contestaron desde TVE. Y ellos insistieron: “No entendemos. ¿Qué hace un torero con pistola en el Parlamento?”. No me digan que no es un agudo retrato de la peor España, de un país de opereta entre lo violento y lo grotesco.

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Ver también la entrada “El 23-F en TVE

El juez Garzón no ha prevaricado

CARLOS JIMÉNEZ VILLAREJO El País – 23/02/2010

En un reciente manifiesto de apoyo al juez Garzón se dice que sólo por “malevolencia” o “razones políticas” puede afirmarse que ha actuado “injustamente” en la causa por los crímenes del franquismo. Resulta obvio que es así: desde que el Tribunal Supremo (TS) admitió a trámite la querella de organizaciones ultraderechistas contra dicho juez, siempre con la oposición de la Fiscalía.

El TS se limitó a decir que “lo afirmado en la querella no es algo que ab initio pueda considerarse ajeno al tipo penal de prevaricación”. Criterio que podría aplicarse a multitud de resoluciones judiciales que se apartan, dentro del respeto a la Ley, de los criterios mayoritarios en la interpretación de las normas jurídicas. Pero la resolución del juez Varela del pasado 3 de febrero ha llevado los límites del delito de prevaricación y el concepto de resolución judicial “injusta” mucho más allá de lo permisible.

En primer lugar, hay omisiones inadmisibles en esa resolución. Por ejemplo, no citar la cifra de personas desaparecidas violentamente durante la Guerra Civil y la dictadura, y de las que aún se ignora su paradero. Son 114.266, a las que habría que añadir los miles de menores que fueron arrebatados delictivamente a sus familiares, hecho que al juez Varela no le merece ninguna atención. Ignoramos si sabe, y resulta necesario saberlo para pronunciarse, que en el Valle de los Caídos aún quedan 12.530 restos de personas desaparecidas sin identificar.

Ante las denuncias formuladas por desapariciones forzadas durante aquel periodo, el juez Garzón obró como había que hacerlo, procedió a la “comprobación del hecho denunciado”. Y, desde luego, los hechos, frente al criterio del instructor Varela, tenían una evidente relevancia penal. No hace falta ser jurista para constatarlo. Como no es admisible que discuta si los denunciantes habían calificado delictivamente los hechos, a lo que no estaban legalmente obligados, ni menos aún que les atribuya, en términos que podrían considerarse ofensivos, que han buscado “atajos en el uso indebido del cauce penal”.

El juez Varela va más lejos y afirma que los hechos denunciados “han dejado de tener relevancia penal al tiempo de la denuncia” y que el juez Garzón, en consecuencia, no debería haber admitido aquellas denuncias y mucho menos darles trámite, ya que, además, también era evidente que no eran competencia de la Audiencia Nacional.

Pues no es tan evidente. Y el juez Garzón estaba obligado a otorgar tutela judicial suficiente y efectiva a unos denunciantes que describían, como resulta de los datos anteriores, un plan de exterminio sistemático de grupos sociales por razones ideológicas y políticas. La historia lo ha demostrado sobradamente. Pero el juez Varela, para comprender la magnitud de la masacre colectiva denunciada, debería examinar la moción del Grupo Parlamentario Socialista (Boletín del Congreso de Diputados, 8/9/2003) que se refiere a 150.000 fusilados por el franquismo y 500.000 presos políticos. Estamos ante crímenes contra la humanidad. Pese a dicha evidencia, para el instructor la apertura de las diligencias previas y las diligencias acordadas para la investigación de los hechos eran “objetivamente contrarias a Derecho” porque no estaban justificadas. Naturalmente que lo estaban, por varias razones que mencionaré brevemente.

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Carlos Jiménez Villarejo es fiscal de Sala jubilado.

Defensa borra el recuerdo de Franco en los cuarteles de Ceuta

Retira de los cuarteles los nombres alusivos de calle alusivos a la época del dictador

Público – 21/02/2010

El Ministerio de Defensa ha procedido a la retirada en la Ciudad Autónoma de Ceuta de los nombres de calles alusivos a la época de Francisco Franco que había en el interior de varios acuartelamientos de la ciudad.

Según han informado fuentes militares, los acuartelamientos del Fiscer -sede el Regimiento de Regulares-, el del Coronel Galindo -donde está la unidad Logística- y el cuartel de Montesa 3 -donde tiene su sede Caballería- tenían vestigios de la época franquista.

En estos últimos días, la Comandancia General de Ceuta ha procedido a la retirada de los nombres de las calles y otros distintivos que había en el interior de estos cuarteles relativos a la época de la Dictadura.

La medida se ha llevado a cabo en cumplimiento de una orden del Ministerio de Defensa, coordinada a través de Sevilla, para la eliminación de los vestigios que estaban en el interior de las dependencias militares de Ceuta.

El proceso para la retirada de los monumentos de la época de Franco se había iniciado a principios de esta misma semana con la retirada de dos monumentos del conocido “Convoy de la Victoria”, que conmemora el paso del Estrecho de Gibraltar de varios navíos en el año 1936.

La Comandancia General de Ceuta ha cubierto con cemento los “Piés de Franco” -obra del escultor Bonifacio López Torvizco- así como ha procedido a la retirar del lugar del mástil del cañonero “Dato”, los cuales estaban en el Monte Hacho.

En el lugar únicamente queda ahora una explanada y el monolito, ya sin los Piés de Franco y sin las placas que hacían referencia a este monumento.

En la autonomía ceutí todavía quedan más vestigios como el monumento del “Llano Amarillo”, que fue traído piedra a piedra desde Marruecos para conmemorar unas maniobras militares el 12 de julio de 1936, así como otras placas y cerámicas repartidas por distintas zonas.

“La condena a muerte no se olvida jamás”

Tres ex presos políticos repasan su paso por cárceles franquistas en el libro ‘La lucha por la libertad’

Foto: De derecha a izquierda: Luis Barrachina (siete años en prisión), Eugenio Cordero (dos años y medio) y José Martín (dos años). – REYES SEDANO

DIEGO BARCALA – Público – 21/02/2010 08:00

Los peatones caminan ajenos a las pequeñas ventanas de la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol. Sin sospechas de lo que pasó en el interior de ese edificio hace poco más de 30 años. Quienes sufrieron las palizas de la policía franquista no lo olvidan. Habitaciones cerradas, oscuras, frías, con una silla en el centro y unos bancos de ladrillo. Las manos más brutas de la represión dispuestas a pegar hasta el final al detenido esposado.

Las torturas sólo eran el inicio de una tunda psicológica que continuaba en cárceles como la de Burgos, donde los presos eran puestos de rodillas sobre garbanzos. O en la cárcel de Carabanchel (Madrid), donde sólo con ver la habitación con el garrote vil que mató al anarquista Salvador Puig Antich, bastaba para temblar.

“A veces pienso que cogían para las palizas a los más animales de los pueblos de campo”, recuerda Luis Barrachina, de 77 años. José Martín y Eugenio Cordero, una década más jóvenes, tampoco olvidan los nombres de los jefes de la DGS (Dirección General de Seguridad): “Conesa y Yagüe. Incluso al cabrón de [Roberto] Conesa lo llegaron a ascender a jefe de la brigada político social”. Ni una placa recuerda la lucha tras los muros del kilómetro cero. Reivindican memoria y justicia, porque muchos de ellos siguen siendo culpables por la decisión injusta de un tribunal militar.

Cuatro décadas de pelea carcelaria

Desde un humilde piso compartido con otras asociaciones en la calle de Campomanes de Madrid, este grupo de veteranos presos antifranquistas se conforma con que su pelea se escuche en las escuelas. Con ese objetivo han reunido sus vivencias en La lucha por la libertad, un libro elaborado gracias a una subvención del Ministerio de Presidencia. El volumen reúne los testimonios más emocionantes de las cuatro décadas de lucha carcelaria.

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Criaturas del bosque

JAVIER GOÑI El País – 20/02/2010

Narrativa. En un párrafo cualquiera de esta nueva novela de Jordi Soler (Veracruz, México, 1963, en plena selva, en una comunidad de republicanos catalanes) se lee: “Una runfla de exiliados, híbridos y apátridas, ni españoles ni mexicanos…, entre los que me cuento yo”. Yo, el Jordi Soler, que escribe en primera persona esta pesquisa, que arranca con unas primeras páginas de impresionante fuerza narrativa, con unos soldados republicanos, heridos, abandonados, operados de una derrota inminente a pelo, sin cloroformo ni coñac peleón, y todo ello situado en una inv(f)ernal frontera, a un paso -quien lo logre- de atravesarla: los gendarmes y la playa-prisión de Argelès. Y el lector, piensa, como en el libro de Isaac Rosa: “¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!”. Y La fiesta del oso es sólo en principio “otra novela sobre la Guerra Civil”, otra por diferente. Piensa Soler que “España arrastra el cadáver de la guerra” y tal vez, añado, no con el mismo heroísmo inicial que ese soldado arrastra por la nieve a un compañero en un esfuerzo inútil pues lleva un cadáver andante. Lo que no sabe es que va perdiendo sin dejar rastro en la nieve su condición de hombre y así se irá asilvestrando, ese soldado, ese tío Oriol del Soler del relato, hasta convertirse en una alimaña. Soler ha escrito un hermoso cuento infantil, una parábola de los estragos que la guerra puede hacer en un hombre, que es tan sólo un hombre, o nada menos que -en principio- todo un hombre; y lo ha hecho a la manera de aquel poemilla de José Agustín Goytisolo: “Érase una vez / un lobito bueno… todas estas cosas /había una vez, cuando yo soñaba /un mundo al revés”.

La guerra, cualquier guerra, cambia nuestras vidas, vuelve las cosas del revés. Y Soler ha querido contar -las metáforas, como el valor a los militares, se suponen, se sobreentienden- una historia, atroz, de guerra, en donde un derrotado, que vaga desprovisto de su condición de hombre por tierras pirenaicas, deja de ser héroe para pasar a ser un monstruo. Y en ese mundo al revés -o tan real como un calcetín violentamente dado la vuelta- el monstruo intenta sobrevivir en un bosque lleno de criaturas, niñas-pastores de virginal dulzura, y donde hay un gigante bueno, como el lobito de Goytisolo, que no es el ogro que se los come crudos, a los niños. Al contrario, es un excelente hallazgo literario de Soler o se lo encuentra realmente, pues toda la narración es una pesquisa personal -la búsqueda del tío que no fue el héroe que pensaban- y una indagación casi policial, que atenúa el horror de la historia con un lenguaje burocrático, fruto de las actas que el yo narrador va encontrando, como migas de pan en el camino, para llegar al aquelarre final, tal vez algo, por metafórico, excesivamente previsible.

La escritura del horror

JESÚS RUIZ MANTILLAEl País 21/02/2010

De Hitler a Stalin. De Franco a Pinochet. Sufrían complejo de inferioridad, problemas con la libido, delirios de grandeza? Los grafólogos definen rasgos comunes en esta colección de fotos con dedicatorias de los grandes sátrapas del siglo XX.

Ojalá el pueblo alemán hubiese hecho caso al grafólogo Ludwig Klages cuando antes de que Adolf Hitler subiera al poder predijo que podría llevarle al desastre. Lo que habrían dado España y los españoles por que las señoritas pretendidas por el mozo Francisco Franco en cartas de amor nos hubieran advertido de su bloqueo afectivo o de sus golpes de irritabilidad. ¿Y si algún italiano a los que Mussolini dedicaba fotos con letra florida y frases grandilocuentes se hubiera dado cuenta a tiempo de que en esa escritura se encerraba un orgullo desmedido? Por no hablar de aquellos rasgos que denunciaban avidez y tendencia a la acaparación en el general Pinochet…

Es tarde ahora para evitar las consecuencias que han asolado durante el siglo XX la moral y parte de la especie por culpa del ensañamiento de varios sátrapas como aquellos tres o también de otros como Stalin y Augusto Pinochet. Pero gracias a las fotografías y las cartas de su puño y letra que se guardan en la Fundación José María Castañé, un auténtico arsenal de historia contemporánea en Madrid, podemos hacernos una idea amplia de sus personalidades enrevesadas.

Por su letra les conoceréis… No encierra secretos para una ciencia como la grafología. Germán Belda García-Fresca, director de Grafostudium y vicepresidente de la Sociedad Española de Grafología, ha estudiado los documentos de la fundación y ha sacado conclusiones interesantes. “Todos ellos presentan rasgos comunes”, asegura este experto. “Son cinco monstruos con líneas similares: hombrecillos con fuertes complejos de inferioridad que buscan desesperadamente demostrar una grandeza de la que carecen”.

Como todo trauma comienza en la infancia, este catálogo de monstruos no iba a ser menos. Los cinco presentan una tremenda influencia a imitar de la figura paterna y graves carencias afectivas por parte materna. “Se observa cierto despecho hacia la madre, no se sentían queridos por ella, lo que tampoco indica que fuera cierto. Se trataba de una percepción muy íntima”, comenta Belda. […]

Foto: Los rasgos de Francisco Franco son curiosos. La letra del dictador español denota austeridad, su frialdad y una tendencia a la vida rutinaria obsesiva. También sufría bloqueos afectivos y su manera de escribir la T indica iracundia y descargas violentas de energía. Era un gran estratega que calculaba bien las consecuencias.-Archivo de la Fundación José María Castañé.

Una de las características del dirigente español era cierta tendencia hacia la frialdad: “Tenía los objetivos muy marcados en la vida. Planificaba perfectamente, era un gran estratega. No ponía énfasis en los ideales ni era amante de los alardes materiales”, comenta el experto. Es algo que también señala Beevor: “De Franco impresiona su sangre fría en su actitud hacia la violencia. La acometía como una estrategia para mantenerse en el poder”. Algo que impresionaba hasta a los propios alemanes. “En 1936, el embajador nazi se mostró impactado cuando en mitad de una cena Franco dio orden de ejecutar a una milicia de mujeres y después siguió comiendo tranquilamente”, comenta Beevor. También su escritura demuestra mucha cerrazón a la hora de reivindicar sus posiciones: “Sus actuaciones parecían desproporcionadas a la hora de defender sus propios intereses”. Todo un mecanismo de defensa que protegía otras carencias. “Su bloqueo afectivo constante, por ejemplo”.

También echaba mano de otros mecanismos psicológicos para combatir eso: “Quitaba lo emocional de en medio con mucha facilidad. Y basaba su día a día en la constancia y una rutina muy fija”. La letra que más le delata en sus peores rasgos es la T. “La lanza demasiado hacia la derecha, con lo que llamamos un golpe de látigo”. Eso indica una clara iracundia y descargas de energía. La P también hace evidentes sus debilidades: “La coloca a menudo por encima de su medida habitual”.

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Las dos muertes de Rafael Mesa

El hijo de una víctima de la guerra descubre tras buscar 70 años que un miliciano robó la identidad de su padre

NATALIA JUNQUERA El País21/02/2010

Foto:  Dolores Juárez y Rafael Mesa, el día de su boda.-

En una fosa común en el cementerio de Vic (Barcelona) hay una placa que recuerda que allí yace un malagueño llamado Rafael Mesa Leal, chófer del Estado Mayor durante la Guerra Civil, muerto en un bombardeo en 1939. En un cementerio de Toulouse (Francia) hay una lápida el la que se lee el mismo nombre, pero con una fecha de fallecimiento distinta: 3 de diciembre de 1985. El hijo del primero llamó recientemente por teléfono al hijo del segundo, que contestó en francés:

– ¿Habla usted español?

– Sí, cómo no, soy descendiente de españoles. ¿En qué puedo ayudarle?

– Me llamo Rafael Mesa Juárez…

Al otro lado del teléfono, un hombre también llamado Rafael Mesa rompió a llorar. “Se vino abajo. Yo entonces aún no entendía muy bien lo que estaba pasando y traté de tranquilizarle, pero enseguida me lo confesó todo”, explica el hijo del chófer fallecido en Vic. “Me dijo que, antes de morir, su padre le había confesado que en realidad no se llamaba así, sino Rufino Álvarez, y que huyendo de la guerra, para poder pasar a Francia, había robado la documentación de un cadáver”. Rafael Mesa Juárez, de 74 años, averiguó entonces, después de una vida, que alguien había suplantado a su padre.

Su madre, Dolores Juárez, y él le habían seguido por el frente, donde había sido llamado como chófer y mecánico para las filas republicanas. Entonces Rafael era un bebé de meses, y en las peligrosas y largas travesías estuvo varias veces a punto de morir de hambre. “A principios de 1937 mi padre pidió un permiso y se citó con mi madre en Alicante porque quería verme. Yo ya tenía un año y mi madre me contó que, al verme, él empezó a llorar porque estaba muy cambiado”. Fue la última vez que le vieron.

Al terminar la guerra, siguieron buscándolo. “Durante mucho tiempo, mi madre pensó que volvería a casa en uno de los barcos de refugiados que llegaban al puerto de Málaga. Los esperaba todos. No se perdió ni uno”, recuerda Rafael, entre sollozos. Pero él nunca volvió. Dolores no volvió a casarse. “Y entonces empezó la supervivencia…”

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Varela da entrada a la Falange en el juicio a Garzón

J. M. L. El País20/02/2010

El juez del Tribunal Supremo Luciano Varela, instructor de la causa abierta al magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón por investigar los crímenes del franquismo, ha fijado una fianza de 6.000 euros a Falange Española de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) para ejercer la acción popular “en defensa del derecho al honor de nuestro movimiento y sus miembros”, como proclaman. El instructor del Supremo ha fijado la fianza casi seis meses después de que Falange presentara su querella.

Varela fijó fianza de 6.000 euros al pseudo sindicato ultraderechista Manos Limpias y después hizo una rebaja del 50% a la también querellante Libertad e Identidad, cuya fianza dejó en 3.000 euros al tener que actuar bajo la dirección letrada del primer querellante.

El juez instructor del Supremo accede a que la Falange actúe con una representación letrada independiente, por lo que vuelve a elevar la fianza a 6.000 euros. Esta última decisión de Varela vuelve a perjudicar a Garzón, cuya defensa tendrá enfrente a dos acusaciones distintas en vez de una. El auto del instructor tampoco aclara si Garzón tendrá que defenderse de un supuesto delito de calumnias al que apunta la querella de Falange, además del de prevaricación que ya le ha atribuido el propio Varela.