Las vueltas de la historia

Mario Wainfeld- Página 12 -Martes, 13 de abril de 2010

“Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”

Antonio Machado

Una vez ganada la guerra civil, el franquismo tomó una decisión brutal, apropiarse de los hijos de muchas mujeres republicanas presas, muertas o a punto de ser condenadas a muerte. La fundamentó en perversas teorías psicologistas: considerando a los marxistas “psicópatas antisociales”, “segregarlos de sus madres desde la infancia ahorraría una plaga a la sociedad”. Dicho y hecho, miles de familias fueron privadas de la patria potestad, que se endosó al Estado. Decenas de miles de niños, quizá centenares de miles, fueron “resocializados” en orfanatos creados al efecto y, eventualmente, entregados en adopción borrando todos los datos de su familia de origen. Todo se legisló, urdiéndose una pesada trama burocrática y pseudoasistencial.

En España, aún hoy día, poco se conoce sobre el asunto, memorablemente narrado en el libro Mala gente que camina, de Benjamín Prado. Es una novela inusual, que combina elementos ficcionales con una formidable investigación. Prado es novelista, ensayista, poeta, periodista. Hasta letrista, colaboró en las letras de las canciones del último disco de Joaquín Sabina. El año pasado presentó Mala gente… en la Feria del Libro de Buenos Aires. En varias entrevistas, burla burlando, dijo que una de sus finalidades era aliviar de culpas a los argentinos: “Quiero contaros que vuestra dictadura no inventó nada”.

Ironías (y diferencias de implementación) aparte, bastante de eso hay. La violación de derechos humanos es una constante expandida en varias latitudes, potenciada en el siglo XX. También el surgimiento de una justicia universal que saltea fronteras para impedir la impunidad de los crímenes de lesa humanidad.

Baltasar Garzón fue pionero en esa brega, aunque no su inventor. Para el movimiento de derechos humanos argentino, las causas abiertas por ese magistrado fueron un catalizador, un impulso llegado de ultramar que revitalizó la gesta contra la impunidad en nuestro territorio.

* * *

Hiperactivo y bastante solitario, Garzón encarnó una proeza persiguiendo a represores de este rincón del mundo. Contaba con pocos “fierros”, siendo apenas juez de primera instancia. Pero su tarea movilizó a víctimas, organizaciones nobles y militantes, abogados tan comprometidos como creativos. Ese inesperado colectivo litigó en España, abriendo ventanas en la formidable lucha de los movimientos de derechos humanos argentinos.

En un alarde de coraje y prepotencia de trabajo, Garzón arrestó a Augusto Pinochet en Londres, tras escribir sus fundamentos con la sola cooperación de un empleado de su juzgado en una noche febril.

Las réplicas primeras de los gobiernos argentino y chileno fueron deplorables. Por acá, bajo el mandato de dos presidentes argentinos, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, brotó un nacionalismo de opereta, pretendiendo poner fronteras al derecho de gentes. Entre tanto, se glorificaba la globalización y se permitía el despliegue irrefrenable de los mercados del mundo. Los flujos financieros no requerían pasaporte ni aduana, pero eso sí: la Argentina devino un aguantadero para represores genocidas. Para colmo de inconsecuencias, se lo justificaba con una retórica chauvinista que apestaba a naftalina. Y a complicidad.

* * *

Los escenarios han cambiado, en España y en Argentina. Tras vicisitudes (y con enormes bretes aún) se abrieron procesos por los crímenes de la dictadura. En su patria, Garzón está siendo asediado por una avanzada de la derecha, que tiene aliados transversales en cierta sedicente progresía. Como explicó con minucia y garbo el colega Martín Granovsky el domingo pasado en Página/12, el señor juez no se privó de nada. Puso en el banquillo a los criminales sudamericanos, a la ETA, a los GAL prohijadas por Felipe González, a terroristas islámicos. En los últimos tiempos pateó dos hormigueros domésticos. Uno fue la corrupción del Partido Popular, consagrada en el apodado caso Gürtel que está hoy día a punto caramelo, enlodando a la flor y nata del centroderecha hispano.

Además, consistente con su prédica para otras comarcas, Garzón interpretó que la Ley de Amnistía de su país no ampara los delitos contra la humanidad, imprescriptibles e imperdonables por vía de pretensas leyes. Develar los crímenes del franquismo fue un reto al silencio y a las componendas de décadas. Una coalición amplia y mediocre busca revancha: quiere juzgar al juzgador, condenarlo penalmente, privarlo de su cargo. Esa pelea está desplegándose y la solidaridad internacional tiene algo que hacer. Desde estas pampas, sumarse es un deber de gratitud.

La batida contra Garzón no es, tan solo, un ajuste de cuentas personal. Frena las causas contra los crímenes del franquismo. Los corsi y ricorsi de la historia validan la movida que se hará mañana, de la que se da cuenta en la nota central de estas páginas. La doctrina que ha recorrido el mundo se postulará ante los tribunales locales, a quienes se recabará que apliquen la ley universal.

Carlos Slepoy, el abogado argentino que representó a muchas víctimas en España, definió lo que se viene como “una devolución a Garzón”. Abrir los tribunales argentinos para evitar la inmunidad de crímenes afrentosos es un rizo de la historia, también un modo justo de pagar una deuda. ¿Encontrarán los demandantes un magistrado de la talla de Baltasar Garzón? Parece muy difícil, aun tomando en cuenta su personalismo y algunos errores, propios de quien hace tanto.

¿Encontrará el reclamo, al menos, jueces que se hagan cargo de lo que es legal y digno? No es seguro, no es imposible, sería justo y necesario.

“El franquismo nos sobrevuela”

Entrevista a José Manuel Caballero Bonald

JUAN CRUZ El País – 11/04/2010

H ay en José Manuel Caballero Bonald una serenidad casi anglosajona. Pero en cualquier momento parece que esa cara que te mira como si contuviera los ojos de un antepasado pudiera estallar. Es curioso pensar eso de él, en este momento en que le está haciendo fotos Sofía Moro, cambiando los muebles de sitio en su casa de siempre (de hace casi medio siglo, como su matrimonio con Pepa Ramis, “raro que se dure tanto, ¿eh?”) y enfocándolo como para que salga en el retrato esa mirada de marinero o de caminante. Porque en este momento este hombre, que según él fue colérico por causa del alcohol, vive uno de los momentos más apacibles de su vida. Pero así estaba, apacible, también en el año 2003; dijo incluso que ya estaba hecho todo, que no iba a escribir ni una línea más… Estaba apacible entonces, lo dijo, pero ocurrió la guerra de Irak, en la que entró España, y se rompió su silencio con un libro de versos, Manual de infractores (Seix Barral), que fue como una piedra en la crisma de los gobernantes de entonces, con Aznar al frente. Así que ahora está apacible, pero… Lo que le molesta, sobre todo, es la edad; ya es el más veterano de los vivos de su generación. Y a esta edad le molestan el frío y el invierno, así que, como todavía no había llegado la primavera cuando se hizo esta entrevista, ahí le ves apacible pero rabioso porque le duele todo, y además no se puede ir a su espacio dorado, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), porque allí hay humedad y los huesos rugen de estupor en contacto con el tiempo malo.

Él nació en Jerez, en 1926; el Sur (las marismas, Doñana, el mar) ha sido su geografía poética y narrativa; Colombia fue un destino muy nutritivo para su experiencia, y también vivió en Mallorca, como secretario de redacción de Papeles de Son Armadans, la celebrada revista de Cela. Madrid ha sido el espacio del que más argumento sacó para sus memorias, Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir, dos volúmenes que son también un autorretrato muy vivo de la posguerra española, hasta que empezó la Transición. Esos dos volúmenes acaban de ser juntados en uno, que él ha revisado y titulado conjuntamente: La novela de la memoria (Seix Barral). Ya no va a escribir más memorias, repite. Pero esos dos volúmenes son oro puro, le han convertido en un memorialista literario sin cuya escritura no podría entenderse la peripecia de las letras y de la vida española de los años en los que él fue sucesivamente joven y maduro.

Así que no sabremos, por su memoria, lo que pasó por su vida cuando la Academia le negó el plácet reiteradamente, dejando fuera a uno de los escritores mejor dotados para el uso de la lengua. Sentado ya, conversando, apetece preguntarle cómo está por dentro.

[…]

Cuando llega a Madrid, narra ese color oscuro del franquismo, de la delación. ¿Cómo podría reproducir esa atmósfera ahora? Aquellos primeros años de los cincuenta se me aparecen como sumidos en cierta tristeza ambiental, con el color de la melancolía. Me obsesionaba lo que podía ocurrirme o podía ocurrir a mi alrededor. No eran buenos tiempos aquellos.

Narra algún episodio en el que los franquistas, dueños de todo, le despiertan una enorme repugnancia. Sí, además no andaba entonces muy allá económicamente. Conseguí un empleo en la Bienal Hispanoamericana de Arte y me pasaba todas las mañanas en un cuarto interior, con la luz encendida todo el tiempo. Era un trabajo anodino, que podía ser suprimido sin que se notara. Allí me pasé dos años, en aquel Madrid humana y culturalmente inhóspito. Pero tampoco tardé mucho en tener mis expansiones político-literarias, me relacioné con gentes afines. Estuve luego algún tiempo en el colegio mayor Guadalupe, donde intimé con poetas que luego serían relevantes en sus respectivos países hispanoamericanos: Eduardo Cote, Jorge Gaitán, Julio Ramón Ribeiro, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, Mejía Sánchez… También estaban los españoles Lledó, Juan y José Agustín Goytisolo, Valente, José María Valverde… Fue, desde luego, una rara casualidad histórica esa convivencia de un grupo de poetas y escritores muy significados. De hecho, mi biografía literaria arranca de ahí.

¿Cómo abordó la política? Porque fue un militante. Bueno, sí, aunque no tuve carné de ningún partido. El despertar político me llegó a través de Ridruejo. Aunque en principio lo traté poco, empecé a frecuentarlo cuando fundó el Partido Social de Acción Democrática, del que estuvieron cerca Vidal Beneyto, Benet, los hermanos Moreno Galván, Fernando Baeza, Roberto Mesa… Yo tenía un piso, al parecer, libre de vigilancias policiacas, y allí nos reuníamos los domingos. Dionisio era el que llevaba la voz cantante… Ocurrieron cosas incluso divertidas. Te cuento. Yo estaba pagando unos libros a plazos y el que cobraba los recibos era un gris (un guardia) que se ayudaba cobrando esos recibos los domingos. Uno de esos días llamaron a la puerta cuando estábamos reunidos y todos se quedaron en suspenso. Abrí y era el guardia con su recibo, de modo que fui a buscar el dinero, y entonces el guardia se asomó a la sala donde los demás permanecían expectantes. Todos se quedaron de piedra, y Baeza, que no sabía qué hacer, se levantó y se entregó… Supongo que el guardia se iría con la mosca detrás de la oreja.

¿Cree que este país se da cuenta ahora de la verdadera dimensión que tuvo el franquismo? Qué va. Todo eso viene arrastrado desde la Transición. Alguien ha dicho que la Transición fue un pacto entre el secretario general del Partido Comunista y el secretario general del Movimiento, o sea, entre Carrillo y Suárez. Unos acordaron no pedir cuentas ni juzgar los crímenes de la dictadura y otros decidieron prolongar un cierto franquismo disfrazado de democracia. Los seis años que van de la muerte de Franco al golpe de 1981 fueron terribles. Creo que fueron los peores años desde la Guerra Civil: la violencia, el descontento en los cuarteles, la ultraderecha dispuesta a no dejarse arrebatar ni uno de sus privilegios, el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, el acoso a Adolfo Suárez, la presión de la Iglesia, los asesinatos y secuestros de ETA… Creo que de ahí, de esa transición engañosa, improvisada, procede un franquismo latente que se ha mantenido hasta hoy mismo, a la vista está…

¿Cree que la reacción ante la memoria histórica es consecuencia de que el franquismo no se acabó? No, no se acabó. El franquismo está sobrevolando todavía en nuestra historia de hoy. Un indicio clarísimo es la maniobra contra el juez Garzón. ¿En qué cabeza cabe que la ultraderecha o el cabecilla de la trama Gürtel puedan demandar, presentar una querella contra el juez? Parece inconcebible, con independencia de lo que cada uno piense sobre Garzón. Todo esto es una consecuencia más de ese franquismo que la Transición mantuvo vivo.

¿Identificaría a Aznar, Rajoy, con la secuela del franquismo? Bueno, yo no llegaría a tanto… Pero hay gentes que no soporto. Por ejemplo, Aznar, Rouco Varela, Aguirre, Mayor Oreja, son personas que me producen un rechazo automático, detesto sus maneras. Y, claro, hay gente más tratable, no me permitiría ni mucho menos tildar de franquistas a otros miembros del PP. No soy tan arbitrario. También hay algún que otro impresentable en partidos de izquierda. El libro de la política está plagado de erratas. Y hay muchas cuñas franquistas incrustadas en la derecha, esa que está ejerciendo por ahí tanta crispación insultante. Realmente es una actitud muy desagradable.

¿No ocurrirá que también la sociedad se siente cómoda quizá en esta situación de oscuridad? Creo que la gente se está volviendo cada vez más acomodaticia. Hay en cierto modo un silencio cómplice en gentes que no quieren exponerse a nada. Y eso también se nota en ciertos sectores acomodaticios de la cultura. Una sensación de frivolidad, de neutralidad, de derechización, la idea de que el compromiso está pasado de moda, que eso tenía sentido en la época de la dictadura y que ahora ya no hace falta ningún tipo de intervención crítica. Eso es muy alarmante.

Ha juntado en un volumen sus dos libros de memorias. ¿Qué es lo que tacharía con rojo? No sé, quién sabe… Tampoco me privo de alguna mala conciencia, algún traspié, cosas de las que me pude arrepentir pero que están ahí contadas como si yo fuese un testigo y no un protagonista. En estas memorias procuré relatarlo todo tal como lo viví sin importarme que hubiera gente que se incomodara o se enfadara. Hay dos personas que me retiraron el saludo por lo que digo de ellas. Y ocurre que yo me critico a mí mismo en estas memorias. ¿Por qué no voy a contar entonces lo que pienso de los demás? Así que en estas memorias he procurado narrar las cosas tal como las viví, sin ningún tipo de tapujos, recovecos o pistas falsas.

[…]

¿Para qué le ha servido escribir? En primer lugar, para justificarme a mí mismo. Escribir me ha recompensado de todo mi pasado, incluso de mi presente. Como decía Cesare Pavese, “la literatura es una forma de defensa contra las ofensas de la vida”. Se escribe en contra de algo o a favor de algo. Y hoy abundan por ahí los motivos para escribir en contra de ciertas ofensas, de ciertas degradaciones. La literatura también es en este sentido una autodefensa, una forma de defensa personal.

¿Contra qué escribe? Digamos que mis últimos libros de poesía van contra los sumisos, los obedientes, los gregarios, los hipócritas… Y además suelo pensar en que alguien va a leerme y va a sentirse inculpado. Y eso me parece bien.

[…]

Un total de 923 páginas de memoria. Cuando las ha revisado, ¿cómo se ha quedado? Cansado y satisfecho. Satisfecho de un trabajo que considero bien hecho. Sueles decir que yo digo que no estoy capacitado para escribir mal, y con esta revisión he vuelto a darme cuenta de eso. No es ninguna petulancia ni arrogancia, es una táctica de escritor. Cuando sospecho que no me sale bien lo que quiero escribir, lo dejo, no me esfuerzo. Y este libro está bien escrito, tiene algunas descripciones brillantes, he suprimido ciertos fragmentos confusos para dejarlo todo más diáfano. Me interesaba que precisamente este libro fuera diáfano. Así como mi poesía a veces puede tener cierto gusto por el hermetismo, esta prosa narrativa no podía tenerlo. Cuento cosas divertidas, cosas significativas y cosas disparatadas.

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Del Biscúter al chicle Bazooka

Un mosaico único del Madrid de posguerra a través de los recuerdos de infancia de Pilar Garrido Cendoya y de las ilustraciones siempre geniales de su marido, Forges

PILAR GARRIDO CENDOYA – El País –  11/04/2010

El tufillo del bacalao, el café y el chocolate daban una bienvenida acogedora- FORGES

Mi calle era la del Arenal y hasta los años sesenta del siglo XX, todas las tiendas que había en ella eran de lujo. Saliendo de mi portal, a la izquierda, estaba la farmacia de Gayoso, donde comprábamos las necesarias medicinas. La mayoría de las veces aspirinas, que entonces hasta se vendían en sobrecitos individuales de dos en dos. El Payeski (no sé si se escribe así), una pomada muy dura que vendían en una cajita metálica que había que calentar con una vela para que al derretirse se pudiera coger una porción de ella con una espátula (aconsejado) o con el rabo de una cucharilla limpia para ser untado sobre unos granos horribles llamados forúnculos; también algún yogur porque fue en las farmacias donde empezó a comercializarse; unos gránulos deliciosos de calcio con sabor a chocolate, unos laxantes como chocolatinas, también apetitosos, y la harina de linaza para hacer cataplasmas.

(…) En la calle de las Fuentes, mi predilección se inclinaba hacia la tienda de Pepe, El de los ultramarinos. Como aquella tienda había muchísimas y eran todas encantadoras. Nada más abrir la puerta, la mezcla de café, bacalao, queso, cereales y chocolate daban con su tufillo una bienvenida acogedora. Pepe era muy amable y con frecuencia regalaba a los niños de su clientela un caramelito que sacaba de los botes hexagonales de cristal donde se exponían al público. En otros frascos similares había pequeñas galletas simulando burdos animales. Su ingesta era uno de los mayores placeres infantiles, pero eran muy caras: por 10 céntimos te daban dos galletitas tan minúsculas que parecía que desaparecerían entre los dedos de tu mano abierta.

El local era muy grande, con el suelo de madera lavada con asperón; del alto techo colgaban algún jamón y grandes bacalaos resecos. Para alcanzarlos hacía falta un palo largo con un pincho curvo en la punta. En el suelo había sacos de arroz, judías y garbanzos; bien ordenados y cada uno con su recogedor metálico correspondiente. Encima del mostrador, la poderosa máquina de cortar el bacalao -una guillotina bastante oxidada que chirriaba invariablemente- y una balanza, moderna para la época, con un platillo y un alto chaflán donde se veían los kilos y los gramos. Para las patatas se usaba una romana.

Nada como aquellas tiendas y aquellos tenderos que las más de las veces fiaban al vecindario. Además, eran otros de los plurales “observatorios” del barrio: con mirar atentamente un rato se sabía a la perfección cuáles eran las clientas de postín y cuáles las plebeyas. A las niñas que iban con las primeras, Pepe les alargaba siempre el caramelito; a las segundas, muy de vez en cuando.

(…) Estaba mal visto ser pobre. Ser pobre se había convertido en sinónimo de ser rojo. Se suponía que los rojos estaban muertos, o en la cárcel. Pero cuando alguien de clase media, alguien que había tenido posibles, había descendido por causa de la guerra al escalón de pobre, al adjetivo se le añadía vergonzante. Hasta se hacían colectas específicas para ellos en las parroquias más señoriales de Madrid. La realidad es que había muchos pobres vergonzantes; desfallecían de hambre con un traje bien cortado y bien planchado, acharolado en algunas zonas, con su pañuelo inmaculado en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, con corbata grasienta y sombrero casposo, con gemelos en los raídos puños de la camisa de algodón tan relavado que transparentaba la camiseta de tirantes.

¡Había tantos pobres! Muchos de los vergonzantes venían a mi casa a calentarse y a comer lo que hubiera, que no era mucho, pero que repartíamos con alegría. Venían unas hermanas que tenían vidas interesantes y desgraciadas: María, la encajera primorosa que contrajo tal reuma en las manos que si no es por mis tías hubiera muerto de hambre; doña Lola, una dama venida a menos, que nos frecuentó cuando ya no le quedaba nada por empeñar. De vez en cuando alguien desaparecía de nuestras vidas porque había muerto de cualquier infección, de abandono (…)

(…) Muy niña aún, fui a un colegio de monjas que estaba en un piso cerca de casa. Allí teníamos uniforme. También en tan práctica prenda, que nació con la pretensión de igualar a unas y a otras, se notaban los dineros. (…) Empecé el bachillerato en otro colegio, también de monjas, para huérfanas de médicos. Como era gratuito, esto supuso un ahorro para mi depauperada familia. (…) El colegio estaba situado en un lugar estratégico en la calle de Raimundo Fernández Villaverde. Justo por un lado pasaba el Canalillo (Canal de Isabel II). (…) Un día el colegio se revolucionó porque venía a vernos en calidad de amiguita y compañera nada menos que Carmencita Martínez-Bordiú, luego Carmencita Franco, la hijita del marqués de Villaverde, médico como nuestros papás -en su mayoría muertos o depurados- y nietecita de nuestro Caudillo, nada menos que del mismo Franco. Debíamos ponernos muy contentas por tan notable distinción, y estar muy agradecidas a personas tan importantes que nos mimaban tanto. (…)

La víspera del acontecimiento, la cocina echaba chispas y emanaba un olorcillo a repostería -digno de lo monjas que eran- que inundaba todo el colegio. Hasta el último rincón de la capilla refulgía -y eso que siempre estaba limpísima- y olía a maravilla de perfumes y flores. De las ventanas, normalmente, vacías, caían plantas, o subían hacia el cielo.

(…) Por fin apareció la niña con su interminable comitiva. Era el momento o la escena de la confraternización. Se dirigió al corro muy derecha, orlada de tirabuzones, con un vestido blanco inmaculado, calcetines y zapatitos blancos, y un lazo rosa. Sonrió tímidamente, miró para atrás y a una orden cogió de las manos a las dos niñas que estaban en el centro. (…) A un tiempo, la madre superiora dio dos palmadas y, conforme habíamos ensayado, todas nos pusimos a girar como en el corro de la patata.

Gritos:

-¡Paren, paren, paren! ¡Estaos quietas! No ha valido.

¡Consternación! ¿Qué estaba mal? Pues que, si girábamos del todo, la niña Carmencita desaparecía del campo “visual” de la cámara del NO-DO. ¿Qué hacer? Sencillo: la niña invitada y las tres o cuatro de cada mano se debían mover, no muy de prisa, de un lado para el otro, es decir, cinco o seis pasos a la derecha y después cinco o seis pasos a la izquierda. El resto, para no estropear el ritmo de las actuantes, debíamos saltar derecho sin movernos del sitio. La toma duró lo que parecía una eternidad.

Después seguimos a la niña como perrillos, en fila, a través de las galerías ornamentadas hasta llegar de nuevo a la entrada. Allí hicieron unas fotos en grupo: la niña con las monjas, dos o tres condiscípulas y el séquito. Aplaudimos. La calle se llenó de vítores. Los del NO-DO rodaban ya al público reunido. Salieron pitando hacia el coche. Dijimos adiós con la manita. ¡Pues vaya!

Según pasábamos por la portería nos hicieron devolver los lazos blancos. “¡Me importa un pito, yo tengo en mi casa mil!”. Pero no era verdad. Al día siguiente todo era un vago recuerdo. No vimos el NO-DO y si lo hubiéramos visto no nos habríamos encontrado porque no salimos.

Del Biscúter al chicle Bazooka. La posguerra vista por una particular y su marido, de Pilar Garrido Cendoya. Ilustraciones de Forges. Editorial Planeta. Precio: 19,90 euros. Fecha de publicación: 13 de abril.

Joe Sacco: “Quiero dar voz a los palestinos”

Tras narrar los conflictos de Palestina y Bosnia, el dibujante publica ahorael cómic Notas al pie de Gaza, que relata la masacre de 300 palestinos en 1956

Joe Sacco asistió impotente a la realidad de la vida cotidiana de los palestinos en la franja de Gaza.

GUILLAUME FOURMONT – Público – 01/04/2010

Palestina es un país ocupado, destruido, azotado por la violencia de la guerra. Los palestinos son los rehenes de la fuerza militar israelí, de la mala fe de la comunidad internacional, de la corrupción y del extremismo de quienes se dicen sus portavoces. ¿Demasiado subjetivo? ¿Falta la supuesta y necesaria objetividad ante un conflicto?

“La objetividad no existe. Los periodistas creen que hacen bien su trabajo cuando consiguen las versiones de los dos lados, pero su labor no termina ahí. Hay que ir más allá, hay que mostrar lo que realmente está pasando en el terreno. No pretendo dar mi opinión sobre un conflicto, sólo soy honesto”, zanja Joe Sacco, referencia mundial del cómic desde que relató, a principios de los años noventa, la vida cotidiana bajo las bombas en Palestina. En la franja de Gaza. Era la primera vez que viajaba a aquellos territorios.

Joe Sacco (Malta, 2 de octubre de 1960) regresó a Palestina, a Gaza, aquel minúsculo territorio de 40 kilómetros de longitud por apenas 12 de anchura que aparece todos los días en los medios de comunicación, para publicar Notas al pie de Gaza (Mondadori). Son más de 400 páginas de viñetas que bucean en lo cotidiano de la gente y sus memorias para intentar explicar la situación actual, para entender “cómo se sembró el odio en sus corazones”. “Este libro es una manera de dar voz a los palestinos, mostrar sus vidas, ¡mostrar que son seres humanos!”, explica Sacco a Público en una conversación telefónica desde su casa de Portland (costa oeste de Estados Unidos).

A principios de 2001, Sacco acompañaba a un periodista de la revista estadounidense Harpers para narrar cómo los habitantes de la ciudad de Khan Younis vivían la segunda Intifada, cuando la dirección de la publicación decidió suprimir las referencias al asesinato, en noviembre de 1956, de 275 palestinos a manos del ejército israelí. Hasta lo documentó un informe de la ONU. “Aquello me molestó, aunque no creo que fuera censura política, sino simplemente un problema de espacio”, reconoce el autor. Y decidió regresar.

Entender el pasado

Notas al pie de Gaza es una investigación sobre un acontecimiento grave y sólo tenía las informaciones de la ONU. Había que comprobar lo que había pasado”, añade. Entre noviembre de 2002 y marzo de 2003, Sacco viajó dos veces a la franja de Gaza, a Khan Younis y a Rafah, donde descubrió que también hubo una masacre de civiles: “Tenía que encontrar testigos de aquello para saber lo que realmente pasó. Entender el pasado es muy importante para comprender el presente. Porque hay algo que no cambia: la situación en Gaza siempre ha sido y es mala, la gente sufrió y sigue sufriendo”.

El lector descubre, en blanco y negro, los recuerdos de personajes, como Saleh Shiblaq, antiguo militar; Khaled, que vivió años en la clandestinidad, y Mohammed Atwa El-Najeeli, que vio a su familia morir aquel día de noviembre y que sobrevivió a las balas israelíes. Entre otros muchos. Sacco los conoció en persona gracias a Abed, guía y traductor. “No elegí a los protagonistas, me eligieron a mí. Muchos encuentros fueron por coincidencia”, confiesa.

La voz de los testigos

Su dibujo es preciso, duro, aunque no deja indiferente. Los rasgos de los protagonistas son un poco groseros. Recuerda al trabajo de Robert Crumb “es uno de mis héroes. Es capaz de pintar cualquier cosa y hacer sentir su existencia al lector”, dice Sacco. El autor entra en las casas de sus testigos, el lector los escucha mientras va entendiendo la complejidad del conflicto.

Uno de los testigos de Sacco, Raesa Salim Hassan Kaloob, narra que era una adolescente cuando vio “a todos los hombres juntos, con la cabeza contra el suelo, y a los judíos que andaban entre ellos de un lado a otro. Si alguien se movía lo apaleaban. Les disparaban por encima de las cabezas”. Y los fusilaron.

¿Cómo creerlos? ¿Quién miente y quién no? El propio Sacco siempre protagonista de sus obras plantea sus dudas en el cómic: “Se lo cuento todo al lector, quiero darle todas las piezas. Es verdad que iba a encontrarme con un problema de memoria, 50 años tras los hechos. La observación de los detalles de sus vidas, de lo que les rodea, es importe. No sólo baso mis historias en lo que me cuentan”. Y, curiosamente, a Sacco nunca se le ve dibujar en el terreno. Toma notas, saca fotografías y graba las conversaciones.

“Las únicas veces que dibujo durante mis viajes es cuando resulta imposible sacar fotografías, como en los puntos de control militares. Escribo mucho, tenía centenares de páginas de apuntes para esta historia. Mi prioridad es tener la historia”, explica Sacco. El proceso es largo: “Cuando vuelvo a casa, transcribo las cintas de las entrevistas, leo mis apuntes. ¡Tardo meses! Y luego escribo un guión; para este libro, necesité años”. Tiene una editorial que lo respalda y que le financia sus viajes.

Edward Saïd (Jerusalén, 1935 – Nueva York, 2003) escribió sobre el trabajo de Sacco: “Sus imágenes son más gráficas que cualquier cosa que uno pueda leer o ver por televisión”. El dibujante es consciente de la fuerza del cómic: “Las viñetas tienen fuerza, incluso en el sentido periodístico, porque los lectores están ahí, en Gaza. Pueden sentir la atmósfera con dibujos”.

La dureza de la realidad narrada por Sacco casi lo convierte en un activista pro palestino, aunque al autor no le gusta nada: “No soy un activista, sino un dibujante que hace periodismo. Insisto, sólo busco la verdad”. Y aunque esta verdad pueda molestar, Sacco nunca se sintió amenazado, ni por los israelíes, ni por los palestinos. “Era consciente de que era peligroso, pero nunca sentí que mi vida corría peligro. Algunos me critican; un historiador israelí me dijo que desconocía lo ocurrido en 1956, pero nadie niega que pasó.”, asegura. Joe Sacco dedica su libro “al pueblo de Gaza”.

Defensa de la novela histórica

LUIS GARCÍA JAMBRINA El País – 03/04/2010

Según un reciente estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas, el género literario preferido por los lectores españoles sigue siendo la novela histórica, elegida por el 22,4% del total de las personas encuestadas, dentro de una lista que incluía todo tipo de opciones. Está claro que este gran auge de la novela histórica, durante las últimas décadas, ha propiciado un abuso de esta etiqueta, así como la publicación de un gran número de novelas de ínfima calidad literaria o carentes de todo rigor histórico, con lo que el género se ha banalizado y desprestigiado de tal forma que continuamente está bajo sospecha. Eso explica el desprecio y el rechazo que por él sienten muchos críticos literarios e historiadores. La novela histórica goza, pues, del favor del público, pero cuenta con grandes enemigos y detractores; disfruta de una abundante presencia mediática, pero, a la vez, tiene muy mala prensa.

Naturalmente, dentro de este género, como en cualquier otro, hay de todo, y, al igual que en el mundo de las antigüedades, en ella son muy frecuentes los fraudes y las falsificaciones. Pero también hay muchas novelas pretendidamente vanguardistas, innovadoras o experimentales que están muy mal escritas o llenas de defectos formales y estructurales o que son un puro engaño, un camelo o una filfa. Ahora mismo, sin ir más lejos, se nos están vendiendo como novedades cosas que ya se habían inventado hace justo un siglo, aunque sus autores invoquen referentes más inmediatos. Entre otras cosas, presumen de haber mezclado géneros y modos de discurso, cuando resulta que la novela histórica es, desde sus inicios, un género “mestizo y ambiguo”, “el hijo bastardo de la novela y la historia”, como lo definió no hace mucho Carlos García Gual. Y eso es justamente lo que lo ha hecho tan atractivo y, al mismo tiempo, tan sospechoso.

Por otra parte, no debemos olvidar que una novela histórica es, en primer lugar, una novela y, sólo de manera secundaria o accidental, es histórica, por lo que el adjetivo nunca debe comerse al sustantivo ni ponerse por encima de él. Precisamente, su gran ventaja es que, gracias a la invención y la imaginación, puede llegar allí donde no llega la Historia, y hacerlo, además, de forma más intensa y entretenida. Frente a la supuesta objetividad de la Historia con mayúsculas se alza entonces la verdad o la verosimilitud de la historia de ficción. El secreto está en saber combinar, de forma equilibrada, el rigor histórico con el rigor narrativo, la invención con la documentación, la enseñanza con el disfrute y, por supuesto, la recreación histórica con la creatividad literaria.

Suele decirse que España es un país sin una gran tradición de novela histórica, en comparación con países como Inglaterra o Francia. Tal vez esto se deba a que los españoles casi siempre nos hemos llevado mal con nuestro pasado. Incapaces de verlo con el debido distanciamiento, con ironía o con naturalidad, sólo hablábamos de él para idealizarlo o para denigrarlo de forma maniquea: la Leyenda Blanca o la Leyenda Negra, parece que no cabía otra opción. Por eso, creo que el gran auge que está viviendo ahora este género tiene mucho que ver con lo que podríamos llamar la normalización histórica de España. Al fin y al cabo, la novela histórica nos permite conocer mejor nuestro presente y recuperar la memoria del pasado.

Luis García Jambrina (1960) es profesor de la Universidad de Salamanca y escritor; recientemente ha publicado la novela El manuscrito de piedra (Alfaguara), galardonada con el Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza.

Suomalaisdiplomaatti auttoi yli tuhat chileläistä maasta 1970-luvulla

Helsingin Sanomat – 3.4.2010 – Jaakko Lyytinen

Suomen asiainhoitajana Chilessä 1973 vallankaappauksen aikana  toiminut Tapani Brotherus.

Suomen asiainhoitajana Chilessä 1973 vallankaappauksen aikana toiminut Tapani Brotherus. Vesa Oja.

// <![CDATA[// // <![CDATA[// Chilen maavoimien komentaja kenraali Pinochet on ilmoittanut klo 09.00 asevoimien ottaneen vallan Chilessä. Edustusto joudutaan sulkemaan turvallisuussyistä.

Suomen Chilen-edustuston asiainhoitaja Tapani Brotherus, 35, on kuullut uutisen heti aamulla ja näppäilee telex-viestin ulkoministeriöön Helsinkiin. Lähetystön kakkosmies Ilkka Jaamala on jo saapunut toimistolle Santiagon keskustaan, mutta Brotherus tavoittaa hänet puhelimella. Jaamala pakenee kuplavolkkarillaan halki pääkaupungin, jonka kaduille tankit vyöryvät. Sotilaat ammuskelevat ja pystyttävät katusulkuja.

On tiistai 11. syyskuuta 1973, ja Chilessä on tapahtunut se, mitä on pelätty viikkojen ajan. Sotilaat ovat kaapanneet vallan vasemmistolaiselta presidentiltä Salvador Allendelta, joka on ehtinyt hallita Chileä kolme vuotta.

Puoliltapäivin hävittäjät alkavat pommittaa presidentin palatsia La Monedaa, jonka vieressä sijaitsee Suomen edustusto. Sitten palatsin uumenissa kajahtaa laukaus: Allende on ampunut itseään.

Juntta aloittaa laajat pidätykset, mutta niistä tihkuu tietoa vain niukasti, sillä yhteydet ulkomaailmaan on katkaistu.

Mutta eivät kaikki. Ruotsin lähetystöllä on generaattori ja radioaalloilla toimiva telex, jonka avulla Brotherus saa lähetetyksi kaappauspäivän iltana Suomeen vielä lyhyen viestin: Olemme turvassa.

Seuraavat päivät ovat kaoottisia. Sotilaat ovat saaneet käytännössä koko maan ja tuotantolaitokset haltuunsa. Torstaina 13. syyskuuta Brotherus viestittää Suomeen: Kuolonuhrien määrää vaikea arvioida. Haavoittuneita on paljon ja radiossa kehotetaan jatkuvasti verenluovuttajia liikkeelle. Pidätettyjen määrä noussee satoihin.

Maahan on julistettu sotatila, puolueet on kielletty ja parlamentti lakkautettu. Vasemmistolaisia on alettu vangita koko maassa. Huhut kertovat kidutuksista.

Pian pidätettyjä on kymmeniätuhansia. Juntta muuttaa stadionit valtaviksi ulkoilmavankiloiksi.

Myöhemmin käy ilmi, että vähintään kolmetuhatta ihmistä kuolee vallankaappauksessa. Maailma seuraa kauhistuneena Chilen tilannetta. Suomessa perustetaan jo vallankaappauspäivänä Suomi–Chile-seura ja heti perään toinenkin Chile-seura.

Vainotut etsivät turvaa Latinalaisen Amerikan maiden lähetystöistä. Myös Ruotsin suurlähettiläs Harald Edelstam ryhtyy ottamaan pakolaisia vastaan. 60-vuotias diplomaatti on tukenut Allendea, ja nyt hänestä tulee juntan äänekäs kriitikko. Toisen maailmansodan aikana Edelstam on pelastanut juutalaisia ja auttanut Norjan vastarintaliikettä, joka on antanut hänelle koodinimen “Musta neilikka”.

Pian ensimmäinen turvapaikanhakija ilmestyy Brotherusten ovelle. Hän on Guillermo Pavez, joka on kolme kuukautta aiemmin johtanut Suomessa vieraillutta kauppavaltuuskuntaa. Nyt Pavez seisoo ovella naama noessa.

Brotherus päästää hänet kotiinsa. Hän tietää, että Suomi on käännyttänyt loikkareita Prahassa ja Havannassa. Ulkoministeriö on antanut tiukan ukaasin: Suomen edustustojen on suhtauduttava turvapaikkapyyntöihin kielteisesti, vaikka niille olisi inhimilliset perusteet. Suomen ulkopoliittisen opin mukaan muiden maiden asioista on pysyttävä erossa.

Silti ratkaisu on Brotherukselle selvä. Pakolaisia on autettava, mutta Suomen linjan takia hän päättää salata tekonsa. Hän lähettää asiasta kyselyn ministeriöön, mutta postittaa sen raskaalla kuriirilla, jonka perillemeno kestää pari kuukautta.

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El autor favorito de Mitterrand

Rescatada la obra de Gómez Arcos, escritor español – Censurado por Franco, triunfó en el exilio

TEREIXA CONSTENLA El País31/03/2010

Agustín Gómez Arcos, durante una visita a España en 1994.- SANTOS CIRILO

Cada nueva novela se recibía con un viejo ritual: la visita del chófer del presidente de la República al domicilio del escritor para recoger un libro dedicado. François Mitterrand admiraba a aquel autor español que escribía en francés: Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933-París, 1998), que triunfó en su voluntario exilio en Francia y fracasó en España, arrinconado en la esquina de los malditos.

Contra esa marginación pugna la editorial Cabaret Voltaire desde 2007, cuando publicó El niño pan (traducción de María del Carmen Molina Romero), al que siguieron El cordero carnívoro (2008), Ana no (2009) y, ahora, La enmilagrada (traducciones de Adoración Elvira Rodríguez). Gómez Arcos murió tras haber publicado 14 novelas en francés, haber sido finalista del premio Goncourt con dos obras -la editorial catalana publicará una de ellas, Escena de caza (furtiva), el próximo año-, haber sido condecorado con la Orden de las Artes y las Letras francesas con grado de caballero (1985) y oficial (1995) y ser estudiado en los liceos. Murió, en suma, como un escritor prestigioso y fue enterrado en el cementerio de Montmartre.

En España estaba muerto hacía mucho tiempo. Muerto para la cultura: sólo dos obras habían sido traducidas al español, Un pájaro quemado vivo (Debate, 1986) y Marruecos (Mondadori, 1991). Muerto en Enix, el pequeño pueblo de Almería que ya ni le recordaba y donde había nacido en una familia numerosa represaliada por su republicanismo. Muerto en Barcelona, la ciudad a la que se habían mudado tras la posguerra y de la que desapareció un buen día para abandonar los estudios de Derecho y consagrarse al teatro. Muerto en Madrid, donde brilló como dramaturgo (escribió 15 obras y ganó el Premio Nacional Lope de Vega en 1962 y 1966) y se estampó contra la férrea censura franquista.

Gómez Arcos había muerto incluso cuando Franco ya se había muerto. Eso era lo que más le enojaba. En 1985, en una visita a Madrid, con los socialistas en el Gobierno y a pesar de su buena relación con Felipe González y del estreno teatral de algunas de sus obras, lamentaba: “Me han cerrado todo con el mismo estrépito con que lo hizo el franquismo. Los políticos españoles han dejado sin contenido a la palabra libertad. Se pueden leer y ver obras en las que los personajes dicen tacos, muestran las tetas y se drogan. Pero en lo que respecta a la política, hay una censura feroz”.

“Siempre fue un outsider que no aprovechó su éxito, pero a pesar de la parte cínica y la mala leche, le hubiera gustado ser reconocido en España”, defiende Antonio Duque, el actor que alimentó durante 40 años su amistad con el escritor. Se habían conocido en el café Gijón y se convirtieron en inseparables. En Madrid compartieron piso con Miguel Narros, pero luego Duque arrastraría a Gómez Arcos a Londres y, en pleno 1968, a París. “Llegar y echar a correr todo fue uno”, bromea el actor. Antes de irse, Gómez Arcos le escribió una carta a Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, para quejarse del ninguneo que sufrió. Demasiado radical para la dictadura, pero también demasiado radical para la Transición, donde aún no había espacio para la memoria histórica que impregna la obra de Gómez Arcos, anticlerical, izquierdista y homosexual. “En aquel momento, España no quería mirar atrás y él no lo entendía porque ya había democracia”, precisa Miguel Lázaro, coeditor de Cabaret Voltaire. Atrapado en esa relación ambigua con su país de origen, Gómez Arcos visitó con cierta frecuencia España en los noventa. Recibió algún reconocimiento tímido, pero los temas de sus obras estaban lejos de interesar en un momento en que el pasado seguía acechando sobre los cogotes. Su peripecia era atípica: pastor, estudiante modélico, prometedor dramaturgo, camarero buscavidas en Francia y profeta en tierra extraña, capaz de doblegar una lengua ajena como si fuera propia. Escribía sobre incestos, derrotados, homosexuales, luchadores y represiones.

Miguel Lázaro cree que la carga biográfica pesó como una losa sobre su vida y su literatura. “Cuando acaba la guerra tiene seis años y ve las consecuencias para su familia, cómo se cambia del tiempo de ilusión en que su padre era el alcalde republicano y su madre la panadera a otro de encarcelamientos y penurias”, compara. Esa transición es patente en El niño pan, tan autobiográfica que causó una sublevación en su pueblo natal, Enix, cuando se publicó hace tres años. “No cambia nada, usa los nombres y los motes reales de familias que siguen allí”, afirma Lázaro. Molestó tanto que se recogieron numerosas firmas para pedir que le retirasen su nombre a una calle y el nombramiento de hijo predilecto. El destino de los malditos.

Madrid, según el payés universal

Una exposición rescata el retrato implacable que Josep Pla escribió sobre la capital republicana

ABEL GRAU – Madrid – 31/03/2010

Arriba, entusiasmo popular en la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, en la plaza de Cibeles. Abajo, terraza de un café madrileño, en los años treinta.– ARCHIVO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID / EFE

No se puede decir que a Josep Pla le gustara mucho Madrid. Y así lo dejó escrito. Quien es probablemente el mayor escritor catalán del siglo XX, hoy quizá sería candidato al premio a la incorrección política. Llegado como corresponsal parlamentario el 14 de abril de 1931, el día de la proclamación de la Segunda República, la capital le parecía un cúmulo de incomodidades sin ningún interés. Ahí va: la comida, “pésima”; los vinos, de “una pretensión grotesca”; ¿el cochinillo?, carne para “personas refinadas, decadentes y tristes”; ¿el teatro? “tan malo como la literatura que hacen los jóvenes”; la vida intelectual, “vacua e hiper-bólica, pasada de moda”. Casi nada.

Semejante retrato, implacable pero sin acritud, revive ahora en la muestra El Madrid de Josep Pla, en el Centro Cultural Blanquerna (Alcalá, 44) hasta el 24 de abril. En la villa y corte de Pla (1897-1981), sin embargo, no todo eran pullas. El “payés universal” -según Francisco Umbral- elogió el clima y el Prado (“Greco, Velázquez, Goya. Ver a estros tres pintores tal como se pueden ver hoy en el Prado justifican no uno, sino muchos viajes a Madrid”). Y admiró, claro, los cafés y las tertulias. Captó el ADN local: “Si uno dispone de cierta simpatía, de una pizca de picante candor, no es tan cerrada [Madrid] como parece. En cambio, Barcelona, que de entrada parece tan abierta, es mucho más difícil de penetrar”, comparaba Pla. “En Madrid, si uno dispone de suficiente simpatía, puede entrar en una u otra sociedad, aunque no tenga dinero. En Barcelona, al que no tenga dinero, por muy atractivo que sea, le va a resultar mucho más difícil”.

Sobre un plano de la ciudad de los años treinta, la exposición recorre con fotografías y textos el paso del autor por la capital. Sobre todo en los años que van desde 1931 a 1936, la etapa republicana hasta la Guerra Civil. Fruto de aquella estancia es Madrid. El advenimiento de la república (1933), su gran fresco de la urbe, de un gran valor histórico, que describe unas calles dominadas por el entusiasmo ante el nuevo régimen. La bandera tricolor que se iza en el Palacio de Comunicaciones, los tenderos (¡tan “vivarachos!”) que inmediatamente retiran toda referencia monárquica de sus carteles. Qué impresión, de madrugada, ante el Palacio Real cerrado, “a cal y canto y en la más absoluta oscuridad”, “tétrico, fantasmal, dramático”.

Conservador y alérgico a toda agitación social (“la revolución no es más que un cambio brusco del personal dirigente”), el autor de El cuaderno gris pronto se distanció del nuevo orden. No podía tolerar el violento alboroto popular. Su perplejidad es absoluta ante la quema de la iglesia del convento jesuita de la Flor, cerca de la Gran Vía. “Es francamente curioso ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, el ojo lleno de curiosidad, una sonrisa festiva en la cara, mirando cómo sale el humo del convento”. Muchas caras largas y tristes. “Casi me atrevería a decir que esta terrible insensatez ha gustado poquísimo en Madrid, por no decir que no ha gustado nada entre las personas conscientes, claro está”.

Observador omnívoro y digresivo vocacional, Pla teje su dietario con fragmentos en los que habla de todo. Arquitectura, política, historia, arte y costumbres. Lejos de la literatura de imaginación y apegado a los hechos, su estilo es claro y antirretórico. Si puede contar algo con una palabra, no emplea dos. Su arma, la ironía; una aguja, decía, para reventar el globo de la vanidad. Así disecciona a los políticos: el ministro de la Guerra, Manuel Azaña, “estadista, afrancesado y maquiavélico” (todo un elogio, viniendo de Pla); el conde de Romanones, “es el tipo de cazador castellano, experimentado y astuto”; el populista Alejandro Lerroux, “de distinguida arrogancia”. Miguel Maura, ministro de Gobernación, “cuando se abrocha su americana cruzada con aquellas facciones enérgicas en la cara, parece que algo importante está a punto de suceder”. Y el comandante Franco, “tímido e intrigante, el típico personaje que se pasa la vida sentado en los cafés”.

Admirador del Ateneo como foco irradiador de cultura, Pla radiografía a los literatos de la capital, como el intelectual Eugenio d’Ors (“gordo, ventripotente, considerable”, envidioso de Ortega, que era un “gran orador”), el articulista Julio Camba (“Que sería un buen embajador, está fuera de toda duda. Juega al póquer como los ángeles”) y a grandes potentados como el banquero Juan March, cuyo poder multimillonario deslumbra en las Cortes.

La tauromaquia la resultaba odiosa. “Es un espectáculo que no me gusta, porque me descubre de forma demasiado brutal el fondo psicológico que llevo dentro”. El gran prosista ejercía su temeraria tendencia a la generalización categórica (en palabras del periodista Sergi Pàmies); “la dureza del pueblo castellano se conserva y se cultiva en gran parte gracias a la fiesta nacional.”

Su Madrid -“una ciudad de aristócratas (andaluces, por lo general), de funcionarios y de tenderos”- es una ciudad moderna y en ebullición. Rival de la capital catalana (que tampoco agradaba mucho a Pla): “Hacer más que Barcelona, ser más que Barcelona -esta ha sido una de las pasiones de Madrid-. Es una pasión pueril”. A ella sólo se acude, decía, por negocios o por ambición política. Como ni lo uno ni lo otro le interesaba, se aburría. Por eso se puso a escribir su dietario: “Mi ambición es nula, tanto la política como la literaria. Por lo tanto, ¿qué voy a hacer, yo, en Madrid? Nada. Respirar, vivir. ¿Observar? Mi capacidad de observación es insignificante”. Menudo socarrón.

Reacio a toda agitación social, Pla pronto se distanció del nuevo orden. Recriminó la violencia de los alborotadores. Como los que quemaron el convento jesuita de la iglesia de la Flor, cerca de la Gran Vía. Su actitud escéptica recorre las páginas de ‘El advenimiento de la república’, en las que describió los primeros compases de la República, entre 1931 y 1934. En la imagen, la iglesia y el convento jesuita de la Flor, en llamas, en 1931.- EFE

Sofi Oksaselle Pohjoismaiden neuvoston kirjallisuuspalkinto

Helsingin Sanomat – 30.3.2010

Kirjailija Sofi Oksanen Tallinnassa viime joulukuussa.

Kirjailija Sofi Oksanen Tallinnassa viime joulukuussa. -Toomas Volmer

Sofi Oksanen on voittanut Pohjoismaiden neuvoston kirjallisuuspalkinnon romaanillaan Puhdistus. Palkintoa tavoitteli kaikkiaan 11 kaunokirjallista teosta. Palkinnon suuruus on 47 000 euroa, ja se luovutetaan Reykjavikissa marraskuussa.

Palkintoperusteissa romaania kiitetään muun muassa ajattomista teemoista ja kouraisevasta kielestä: “Puhdistus sijoittuu Viroon ja kulkee kahdella aikatasolla, mutta sen aiheet – rakkaus, petos, valta ja avuttomuus – ovat ajattomia. Puhdistus väreilee jännityksestä: vaietut salaisuudet ja mitä häpeällisimmät teot leviävät kuin rihmasto läpi kirjan ja pakottavat lukemaan.” “Oksanen kuvaa harvinaisen tarkalla ja kouraisevalla kielellä sitä, miten historia koulii yksilöä ja miten menneisyys on läsnä nykyhetkessä.”

Suomesta ehdolla palkinnon saajaksi oli tänä vuonna myös Monika Fagerholm. Viime vuonna palkinnon voitti norjalaiskirjailija Per Petterson. Suomeen palkinto on myönnetty viimeksi vuonna 2004, jolloin sen sai Kari Hotakainen Juoksuhaudantie-romaanillaan. Pohjoismaiden neuvoston kirjallisuuspalkinto on jaettu vuodesta 1962 lähtien.

Oksanen on kahminut kolmannella romaanillaan jo aiemmin lukuisia palkintoja. Suomessa ensimmäisenä romaanina sekä Finlandia- ja Runeberg-palkinnot saanutta Puhdistusta on myyty kotimaassa 142 400 kappaletta. Virolainen Postimees-lehti valitsi Oksasen viime vuonna vuoden ihmiseksi. Amerikkalainen kustantaja Grove Press julkaisee teoksen englanninkielisen käännöksen 1. huhtikuuta. Samalla alkaa Sofi Oksasen promootiokiertue Yhdysvalloissa.

Muualla HS.fi:ssä:

Puhdistus-teoksen arvio

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Puhdistus, la última y muy premiada novela de la autora Sofi Oksanen aún no ha sido traducido al español, pero la anterior –Las vacas de Stalin– sí. La editorial (451 Editores) describe la novela de la siguiente manera:

Las vacas de Stalin
de Sofi Oksanen

Tres mujeres, tres generaciones: La historia de una Europa dividida entre el este y el oeste, el hambre y la bulimia.

Anna no está dispuesta a creer en las malas consecuencias de la bulimia salvaje que padece. ¿Qué puede haber de malo en algo que le provoca un placer comparable al del sexo y hace que se sienta divina? Perdida en sus obsesiones, necesita controlar su destino y no quiere repetir los errores de su madre, Katariina, que huyó de la Estonia soviética a Finlandia y desde entonces malvive entre la paranoia y la amargura. Del otro lado de la frontera, la abuela de Anna, Sofia, subsiste como la memoria descarnada del absurdo estalinista.

Cuando la historia se nos ha grabado en el cuerpo, atravesar la frontera puede ser fatal.

José Luis Ferris recupera en “El sueño de Whitman” la memoria colectiva

Público – 24/03/2010

El escritor alicantino José Luis Ferris ha presentado hoy su tercera novela “El sueño de Whitman”, la historia de búsqueda de una mujer, Julia Gadea, que recompone su pasado mientras el lector recupera una memoria colectiva enterrada desde hace 50 años. 

“La literatura es el mejor medio para las reivindicaciones, porque pone cara y cuerpo al ultraje y la soledad, perforando el corazón de los lectores” ha explicado Ferris hoy durante la presentación de la obra, reciente ganadora del Premio Málaga de Novela 2009.

“El sueño de Whitman” (Fundación José Manuel Lara) narra un oscuro episodio cometido en la ciudad norteafricana de Larache a Comienzos de la Gerra Civil, protagonizado por un capitán del ejército y relacionado con la muerte de Paulina Sarabia.

La hija de la víctima, Julia, pretende desenterrar en la actualidad ese pasado que desconocía y que ha descubierto gracias a unos documentos perdidos.

De esta forma la novela se estructura en dos partes: los capítulos impares, narrados en tercera persona y ambientados en 1936, y los pares, contados en primera persona por Claudio Valbuena, el editor que ayuda a Julia en su búsqueda.

Además, la historia de los personajes se hace más compleja al plantear el amor poco convencional entre Julia, una mujer madura de 65 años y el editor, casi 30 años más joven que ella.

Ferris ha explicado que más allá de la historia le interesaba llegar “a lo más profundo” de los personajes, construidos de forma que estuviesen “vivos” para el lector, “haciendo así de sus historias personales, experiencias colectivas”.

“Otro de los aspectos que me interesaban era mezclar realidad y ficción, de esta forma los personajes de la historia conviven con los ficticios de un modo que me fascina, porque siempre he defendido que todos somos producto de nuestra realidad y nuestra propia ficción” ha afirmado el autor.

En este sentido, la historia incluye personajes reales como el poeta Antonio Carvajal y el escritor de novela negra Chester Himes, y está recorrida por la sombra de Walt Whitman, cuyo verso “desvela” el final de la historia.

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El trailer (!) del libro:

[vimeo http://vimeo.com/10458814]