Fatos Kongoli: El escritor que esperó a la democracia

Contemporáneo de Ismael Kadaré, aguardó la caída de la dictadura de Albania para retratar la cotidianidad bajo el totalitarismo

GUILLAUME FOURMONT – Público – 03/03/2010

Cada año se habla al menos una vez de la literatura de Albania. El nombre de Ismael Kadaré, último Premio Príncipe de Asturias de las Letras, siempre aparece en las quinielas del Nobel de Literatura. Luego se olvida, y Albania vuelve a ser un discreto país europeo bloqueado entre Grecia, Macedonia, Kosovo y Montenegro. Pero mientras Kadaré construyó una obra basada en mitos y leyendas de su país, otro escritor con apellido con K lleva más de 25 años, desde la caída del régimen totalitario de Enver Hoxha, escribiendo sobre la vida cotidiana bajo una dictadura. Se llama Fatos Kongoli y presenta ahora en España su última novela, La vida en una caja de cerillas (Siruela).

El protagonista es Bledi Terziu, un pobre tipo, un periodista sin ambición y en paro, que se encierra en su pequeño apartamento de Tirana la capital de Albania para beber whisky y pensar en su ex mujer, mientras mantiene relaciones sexuales con la joven camarera del bar de abajo. “El régimen totalitario oprimía a los individuos. La gente como Terziu vivía en espacios pequeños, lo que les convertía en personas moralmente débiles. Durante la dictadura, la gente vivía en cajas de cerillas, Albania era una caja de cerillas herméticamente cerrada”, explica Kongoli a este periódico en una conversación telefónica desde su apartamento de Tirana.

Fatos Kongoli nació el 12 de enero de 1944, “cuando llegaron los comunistas”, según el escritor. Fue en noviembre de ese año cuando se instaló en el poder el Partido del Trabajo, nombre que dio Hoxha (1908-1985) al Partido Comunista albanés nada más tomar las riendas del país. Fiel seguidor de Stalin, Hoxha impuso una de las dictaduras más cerradas del todo el ex Bloque Soviético. “Era un régimen incluso peor que el de Nicolae Ceaucescu en Rumanía. Era como en Corea del Norte. La mayor parte de mi vida pertenece a la dictadura”, insiste Kongoli.

Escribir para no olvidar

El escritor albanés es de una generación que fue testigo del terror y que siente ahora la obligación de contar lo que ocurrió. Sus referencias son los escritos de Primo Levi sobre el Holocausto (Si esto es un hombre), de la última Premio Nobel de Literatura Herta Müller sobre la dictadura de Ceaucescu (En tierras bajas) y de Aleksandr Solzhenitsyn sobre el estalinismo (Archipiélago Gulag). “Los escritores tienen una obligación de memoria. Yo no puedo hacer otra cosa que contar lo que pasó. Hay que olvidar para seguir adelante, dicen algunos. Pero si olvidamos la historia, estamos condenados a que se repita”, afirma el escritor, antes de matizar que sus “maestros” son Albert Camus y Fiedor Dostoievski.

La principal diferencia de Kongoli es que la palabra “comunista” está casi ausente de todos sus libros. El autor no condena en primera persona el régimen que tomó como rehén la mitad de su vida. “No quiero transmitir ningún mensaje. Los lectores son listos y saben sacar conclusiones ellos mismos. Yo prefiero quedar escondido, nunca mostrarme ante los ojos del lector. No puedo tomar posiciones políticas. Quiero ser invisible”, afirma. Bledi Terziu, el protagonista de La vida en una caja de cerillas, también es un asesino que oculta el crimen de una joven gitana, pero el lector no tiene al final del libro una conclusión clara de qué es el bien y qué es el mal. Sólo se asiste a la caída de Terziu en la locura.

Narración con dos voces

Kongoli consigue esta distancia entre el protagonista y el lector gracias a una doble narración. La primera es la voz del narrador, en tercera persona, que describe el cotidiano de Terziu en 2004. La segunda es la voz del protagonista, que quiere entender cómo terminó así, en su piso de Tirana bebiendo whisky, apelando al pasado, desde los tiempos de la dictadura hasta la transición de los años noventa. Kongoli suele utilizar esa técnica; la usó en El dragón de marfil (sin traducir en castellano), novela en la que el escritor recuerda su vida en China, donde estudió Matemáticas entre 1961 y 1964. Albania había rechazado la destalinización iniciada por Nikita Krutchev y había adoptado el maoísmo.

“Mi padre era violinista, se formó en Italia, donde se hizo comunista. Luchó en los maquis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero tras largos años en el Partido del Trabajo, lo echaron. Mi padre entendió entonces que el arte era algo maldito, algo peligroso bajo la dictadura”, recuerda Kongoli.

El escritor albanés se expresa en francés, lengua que aprendió en el instituto. Y con modestia, no cesa de disculparse por contar su vida, su historia personal, que “no es muy interesante”, según él. Soñaba con ser escritor, aunque su padre lo obligó a estudiar Matemáticas. “No quería que yo tuviera problemas, lo obedecí y hoy le estoy muy agradecido. El marxismo no puede decir nada contra las matemáticas”, añade.

Hasta la publicación en 1992 de su primera novela aplaudida por la crítica internacional, El perdido (sin traducción al castellano), Fatos Kongoli era un perfecto desconocido. Y para muchos se convirtió en el escritor del silencio, el escritor que esperó a la democracia para explotar, para narrar lo que había visto y oído durante años. Pero al autor albanés no le gusta oír eso: “Cuando salió El perdido en Francia, a una periodista de Le Monde se le ocurrió decir que era mi primera novela y que no había escrito antes. Desde entonces todo el mundo lo dice, pero no es verdad”. “Durante la dictadura, yo leía muchísimo y escribía muy poco”, matiza.

A pesar de las advertencias de su padre, Kongoli abandonó su carrera de maestro en una escuela para dedicarse al periodismo literario: “Es verdad que mi primer gran periodo de creación fue a principios de los años noventa, aunque me publicaron unos cuantos textos antes de la caída del régimen”. Sin embargo, cuando se le pregunta por qué esperó la democracia para denunciar los excesos del totalitarismo, contesta simplemente que lo que le interesa es el “dolor humano”. “La literatura trata del espíritu humano y yo escribo sobre lo cotidiano, lo que me interesa es la gente. Mis libros hablan de la vida de la gente en un contexto preciso, como la dictadura”, insiste Kongoli.

Exilio imposible

El escritor albanés confiesa que nunca pensó en el exilio. O casi. “¿¡Exiliarme!? En Albania, ni una mosca podía entrar o salir sin que nadie la viera. El exilio era imposible. Sin embargo, reconozco que lo pensé en 1989, cuando fui por primera vez a Francia. El Muro acababa de caer y me hicieron incluso propuestas para quedarme, pero no podía. Pensé en mi familia, mis hijos. Habría sido un traidor para el régimen, pero los que lo iban a pagar de verdad eran los míos. No podía ser tan cobarde”, asegura.

La impotencia y la sumisión ante la fuerza del totalitarismo son temas recurrentes en los libros de Kongoli. El perdido narra la historia de un hombre incapaz de huir a Italia y que se resigna a quedarse en la Albania de Enver Hoxha (sustituido tras su muerte en 1985 por Ramiz Alia, quien lideró la muerte del régimen seis años más tarde). En La vida en una caja de cerillas, el protagonista reza por “quedarse para siempre en las tinieblas de la nada”, aunque en este libro el autor también retrata la Albania actual. “La democracia vio nacer problemas nuevos. La corrupción del Estado se generalizó y hay ahora muchas mafias, que gestionan incluso la vida cotidiana de la gente”, afirma Kongoli.

Sobre el papel y la responsabilidad del escritor para narrar la realidad, contar la historia, Kongoli considera que la ficción también vale. “La frase de Norman Mailer quiero contar una historia parece sencilla, aunque pensé mucho en ello. Narrar la historia en una novela puede ser peligroso porque existe el riesgo de simplificar, pero la literatura siempre habla del espíritu humano. Y no podemos escribir sin una historia. La literatura empieza donde la historia termina”, afirma el escritor.

La diferencia entre Ismael Kadaré y Fatos Kongoli es que el segundo prefiere no opinar de política, incluso cuando se trata de Kosovo y de las minorías albanesas: “Claro que me informo, pero cuando escribo, me olvido de todo. Quizá sea como mis personajes, sin ideas políticas. Yo soy una persona muy indecisa”.

Militares, amnesia histórica y platillos volantes

Sacheri repasa las claves de la novela en que se basa el filme

Foto: El escritor Eduardo Sacheri escribió la novela El secreto de sus ojos. – REYES SEDANO

PAULA CORROTO – Público – 28/02/2010 09:00

Si al escritor Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) le dieran a elegir entre el fútbol y la literatura, no sabría con qué quedarse. “Si no gana mi equipo, el Independiente de Avellaneda, para mí ya no es un día perfecto”, afirma.

A esta declaración de principios le debe Sacheri casi toda su proyección internacional: fue un relato sobre su pasión futbolística Te conozco, Mendizabal el que en 2001 le llevó a fraguar amistad con Juan José Campanella. El director y guionista entró en una librería y se entusiasmó con el título. Cinco más tarde, entre los dos adaptaron al cine la primera novela de Sacheri, El secreto de sus ojos (Alfaguara), publicada en 2005, adaptación cinematográfica que se convirtió en una de las películas argentinas más taquilleras de toda la historia. Una amistad redonda.

“A los argentinos todavía nos cuesta mucho lidiar con la culpa”

Sacheri cuenta, sin embargo, que esta novela que se sitúa en la Argentina de finales de los sesenta y de los noventa, nunca tuvo como germen una imagen. “Algunos cineastas sí me han dicho que tengo una narrativa muy visual, pero yo desconozco hasta dónde llega esa capacidad. No quiero reflexionar sobre cómo escribo porque temo que eso me paralice”, explica el escritor.

La pregunta que se hizo antes de empezar a escribir la novela, en la que un ex agente judicial recuerda las consecuencias de un horrible asesinato acaecido a finales de los sesenta, fue la siguiente: ¿Qué hicieron los argentinos para llegar a la dictadura? Esa es la razón por la que el libro tiene un argumento mucho menos policiaco y romántico que la película.

“En esta historia hay un intento de buscar una mirada más amplia y arriesgada de los años setenta en Argentina. De 1976 en adelante se ha escrito mucho, pero no hemos sido capaces de revisar cómo llegamos a eso. Y no hay dictadura posible sin una sociedad acostumbrada a manejar esas categorías. Porque esos militares no llegaron subidos a un plato volador, sino que nacieron aquí”.

“En el país hay miedo. La mirada a los años sesenta sigue ausente”

La culpa y el miedo están detrás de la escasa reflexión sobre los años previos a la dictadura de Videla. El escritor llegó a esta conclusión tras bucear en aquellos años. “A los argentinos nos cuesta mucho lidiar con la culpa. Por eso creo que la mirada a esa época sigue ausente”.

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“El madrileño es un ser difícil de comprender”

Una exposición repasa el Madrid descrito por el escritor Josep Pla en su obra

Josep Pla en el despacho de su domicilio de Llofriu, en Girona. – efe

JESÚS ROCAMORA – Público – 01/03/2010 08:20

“No hay nada como alejarse un poco para curarse de la psicosis de la proximidad, de la deformación de la proximidad, de la que todos estamos atacados. Hay que viajar para aprender a conservar, a perfeccionar, a tolerar”, escribía Josep Pla (1897-1981) en el prólogo de Viaje en autobús, en 1941. Hubiese sido raro que este trotamundos con boina de payés, que hizo del género de viajes una de las patas de su obra, que trabajó como corresponsal en París y Roma y que publicó guías de la Costa Brava, Catalunya y Mallorca, no hubiese parado en Madrid y hubiese volcado en notas y artículos sus impresiones.

Pla, considerado “el más importante narrador catalán del siglo XX, el fundador de hecho de la prosa narrativa moderna en esta lengua”, según Santos Sanz Villanueva, estuvo dos temporadas en la capital, una en 1921 y otra en 1931-1936, hasta poco antes de estallar la Guerra Civil. De ambas saldrían Madrid. Un dietari (1929) y Madrid. Ladveniment de la República (1933), que sirven de base para la exposición El Madrid de Josep Pla, que desde hoy puede visitarse en el Centro Cultural Blanquerna de Madrid.

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“Hablar con el régimen de Irán es jugar al ajedrez con un mono”

Azar Nafisi, autora de ‘Leer “Lolita” en Teherán’, publica sus recuerdos familiares

JUAN CRUZ – El País – 28/02/2010

Foto: La escritora iraní Azar Nafisi, durante la entrevista.- BERNARDO PÉREZ

Es una mujer elegante que ha escrito una historia sin pudor, la de sus padres. El libro es Cosas que he callado, lo ha publicado Duomo en España. Algunos han visto en esta historia personal el relato de su ruptura y de su amor por Irán, su patria. Ella, exiliada, dice con melancolía que de su país se llevó, tan sólo, un viejo mosaico que le regaló un amigo.

El padre fue alcalde de Teherán, en la época del Sha, y la madre fue la primera parlamentaria de Irán. Ella, Azar Nafisi, decidió exiliarse del régimen religioso de su país, cuando se le obligó a usar velo en las clases, en 1995. Antes le habían prohibido las clases de literatura extranjera, y ella se encerró con unas discípulas a contarles quién era Vladímir Nabokov (y otros de sus ídolos literarios), y de esa experiencia nació su libro más famoso, Leer ‘Lolita’ en Teherán (El Aleph). Ahora vive en Estados Unidos, escribe en varios medios y es directora del Dialogue Project en el Instituto de Política Exterior de la Universidad Johns Hopkins.

Esta historia sin pudor está atravesada de dolor; a Azar (Azar significa fuego, en persa) no le extraña que Anita Desai haya dicho, en la New York Review of Books, que este libro sobre su madre es también un libro sobre su madre patria. A lo largo de Cosas que he callado la madre es una presencia tiránica contra la que ella se rebela; el padre, un político prominente, es cómplice de la hija, que le ayuda a mentir para conservar a su mujer y para alcanzar la felicidad. Esa relación distante con la madre se va aliviando y al final se produce una reconciliación tácita, la hija necesita a la madre, “te debo tanto”, le dice. La madre muere en Irán, ella sigue en el exilio. La despedida es desgarradora, como una herida que ya no se ha de resolver. Del padre se despide en Londres, y la escritora exiliada está atravesada por una melancolía sutil, atenuada; al final, ha podido tocar al padre.

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Nuevos libros en la biblioteca

En realidad, estos libros no son tan recientes, pero acaban de llegar a la biblioteca hace poco. Todos tienen que ver con la temática del curso. El primero es sobre España, los tres siguientes sobre América Latina.

VV.AA.: Tiempo de Transición

Madrid: Fundación Pablo Iglesias, 2007.

Idelber Avelar: The Untimely Present: Postdictatorial Latin American Fiction and the Task of Mourning
Duke University Press, 1999

Nelly Richard: The Insubordination of Signs: Political Change, Cultural Transformation, and Poetics of the Crisis

Duke University Press, 2004

Nelly Richard: Cultural Residues: Chile In Transition

University of Minnesota Press, 2004

Alicante nombra hijo predilecto a Miguel Hernández

Una calle o una plaza recibirán el nombre del poeta, que pasó sus dos últimos años encarcelado por su compromiso con la República

Público – 25/02/2010 12:28

La ciudad de Alicante, donde murió y está enterrado Miguel Hernández, se ha unido a los homenajes al poeta con motivo de su centenario en 2010 acordando designarle hijo predilecto y buscar una plaza o un gran parque para darle un nuevo sitio en el callejero. Así lo ha decidido hoy el pleno municipal con los votos de PP y PSPV-PSOE a raíz de una declaración de éstos últimos pidiendo al Ministerio de Justicia revisar el proceso “pseudojudicial” que sufrió el poeta, que originó su muerte por tuberculosis en el Reformatorio de Adultos de Alicante, a los 31 años.

La alcaldesa, la popular Sonia Castedo, ha dado orden al departamento de Estadística para que estudie qué plaza o gran parque llevará el nombre de Miguel Hernández, al tiempo que se inicia el expediente para su nombramiento como hijo predilecto. Esta distinción se otorga en reconocimiento a su vinculación con la ciudad y para “enaltecer la figura de uno de los poetas más insignes del siglo XX en el país”.

La ciudad de Alicante ya cuenta con una pequeña calle dedicada a Miguel Hernández en el barrio periférico de Babel, a poco más de un centenar de metros del antiguo Reformatorio (edificio que hoy ocupan parte de los juzgados de la ciudad), y no se ha aclarado si la nueva plaza o gran parque al poeta conllevará variar esta denominación.

Murió en prisión

Hernández, nacido el 30 de octubre de 1910 y muerto el 28 de marzo de 1942, tuvo una estrecha vinculación con su población natal, Orihuela, así como con Madrid, donde conoció a los grandes poetas de la época, Elche y Alicante, en donde pasó sus dos últimos años encarcelado a causa de su compromiso con la República. La declaración del consistorio repudia la condena a muerte dictada el 18 de enero de 1940 por el Consejo de Guerra Permanente número 5 y la conmutación a pena de 30 años de prisión con el objetivo de que el poeta fuera “ignominiosamente exterminado”.

Rechazan los cargos que se presentaron contra él de “antecedentes izquierdistas”, dedicarse a actividades literarias y ser miembro activo de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, así como de “publicar numerosas poesías, crónicas y folletos de propaganda revolucionaria”. La declaración señala que “con su muerte se acalló la capacidad creativa del autor de obras que han pasado a los anales de la historia de la literatura universal, como Perito en lunas, El rayo que no cesa o Vientos del pueblo”.

En el mismo pleno también se ha aprobado por unanimidad una moción socialista para crear un grupo de trabajo en el que participen asociaciones de comerciantes y para la recuperación de la memoria histórica, al objeto de elaborar un informe que saque del callejero las denominaciones relacionadas con la sublevación militar, la Guerra Civil o la dictadura.

La ciudad de Alicante, donde murió y está enterrado Miguel Hernández, se ha unido a los homenajes al poeta con motivo de su centenario en 2010 acordando designarle hijo predilecto y buscar una plaza o un gran parque para darle un nuevo sitio en el callejero. Así lo ha decidido hoy el pleno municipal con los votos de PP y PSPV-PSOE a raíz de una declaración de éstos últimos pidiendo al Ministerio de Justicia revisar el proceso “pseudojudicial” que sufrió el poeta, que originó su muerte por tuberculosis en el Reformatorio de Adultos de Alicante, a los 31 años.

La alcaldesa, la popular Sonia Castedo, ha dado orden al departamento de Estadística para que estudie qué plaza o gran parque llevará el nombre de Miguel Hernández, al tiempo que se inicia el expediente para su nombramiento como hijo predilecto. Esta distinción se otorga en reconocimiento a su vinculación con la ciudad y para “enaltecer la figura de uno de los poetas más insignes del siglo XX en el país”.

La ciudad de Alicante ya cuenta con una pequeña calle dedicada a Miguel Hernández en el barrio periférico de Babel, a poco más de un centenar de metros del antiguo Reformatorio (edificio que hoy ocupan parte de los juzgados de la ciudad), y no se ha aclarado si la nueva plaza o gran parque al poeta conllevará variar esta denominación.

Criaturas del bosque

JAVIER GOÑI El País – 20/02/2010

Narrativa. En un párrafo cualquiera de esta nueva novela de Jordi Soler (Veracruz, México, 1963, en plena selva, en una comunidad de republicanos catalanes) se lee: “Una runfla de exiliados, híbridos y apátridas, ni españoles ni mexicanos…, entre los que me cuento yo”. Yo, el Jordi Soler, que escribe en primera persona esta pesquisa, que arranca con unas primeras páginas de impresionante fuerza narrativa, con unos soldados republicanos, heridos, abandonados, operados de una derrota inminente a pelo, sin cloroformo ni coñac peleón, y todo ello situado en una inv(f)ernal frontera, a un paso -quien lo logre- de atravesarla: los gendarmes y la playa-prisión de Argelès. Y el lector, piensa, como en el libro de Isaac Rosa: “¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!”. Y La fiesta del oso es sólo en principio “otra novela sobre la Guerra Civil”, otra por diferente. Piensa Soler que “España arrastra el cadáver de la guerra” y tal vez, añado, no con el mismo heroísmo inicial que ese soldado arrastra por la nieve a un compañero en un esfuerzo inútil pues lleva un cadáver andante. Lo que no sabe es que va perdiendo sin dejar rastro en la nieve su condición de hombre y así se irá asilvestrando, ese soldado, ese tío Oriol del Soler del relato, hasta convertirse en una alimaña. Soler ha escrito un hermoso cuento infantil, una parábola de los estragos que la guerra puede hacer en un hombre, que es tan sólo un hombre, o nada menos que -en principio- todo un hombre; y lo ha hecho a la manera de aquel poemilla de José Agustín Goytisolo: “Érase una vez / un lobito bueno… todas estas cosas /había una vez, cuando yo soñaba /un mundo al revés”.

La guerra, cualquier guerra, cambia nuestras vidas, vuelve las cosas del revés. Y Soler ha querido contar -las metáforas, como el valor a los militares, se suponen, se sobreentienden- una historia, atroz, de guerra, en donde un derrotado, que vaga desprovisto de su condición de hombre por tierras pirenaicas, deja de ser héroe para pasar a ser un monstruo. Y en ese mundo al revés -o tan real como un calcetín violentamente dado la vuelta- el monstruo intenta sobrevivir en un bosque lleno de criaturas, niñas-pastores de virginal dulzura, y donde hay un gigante bueno, como el lobito de Goytisolo, que no es el ogro que se los come crudos, a los niños. Al contrario, es un excelente hallazgo literario de Soler o se lo encuentra realmente, pues toda la narración es una pesquisa personal -la búsqueda del tío que no fue el héroe que pensaban- y una indagación casi policial, que atenúa el horror de la historia con un lenguaje burocrático, fruto de las actas que el yo narrador va encontrando, como migas de pan en el camino, para llegar al aquelarre final, tal vez algo, por metafórico, excesivamente previsible.

Cabrera Infante revive en La Habana

Se edita ‘Cuerpos divinos’, obra autobiográfica inédita de la vida en Cuba del escritor

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS El País19/02/2010

Foto: Guillermo Cabrera Infante en la redacción de Lunes de Revolución, en La Habana, en 1961.-“Las revoluciones son el final de un proceso de las ideas, no el principio, y es siempre un proceso cultural, nunca político. Cuando interviene la política -o mejor los políticos- no se produce una revolución, sino un golpe de Estado, y el proceso cultural se detiene para dar lugar a un programa político. La cultura entonces se convierte en una rama de la propaganda. Es decir, las ilusiones de la cultura, el sueño de la razón, se transforman en pesadilla”.

El manuscrito de Cuerpos divinos estaba, como tantos otros papeles, notas y cuadernos de Guillermo Cabrera Infante, en la casa de Gloucester Road, en Londres, donde el escritor cubano vivió hasta su muerte, el 22 de febrero de 2005. Muy a su pesar, Cuerpos divinos no era una novela sino unas memorias -“veladas”, dijo él- que arrancaban en 1958 y se cerraban (de momento) en 1962. Un libro inacabado de alto valor testimonial ya que en él se encierra, según explica Miriam Gómez, viuda del escritor, “todo el dolor” del autor de Tres tristes trigres y de La Habana para un infante difunto.

Cuerpos divinos (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) saldrá a la venta la próxima semana. Casi 600 páginas llenas de encantos y desencantos. La Habana, el cine, el sexo, la música y, cómo no, la revolución y el exilio: “No sólo la historia, sino la geografía nos condena”, escribe Cabrera. “Han hecho truco hasta con la topografía. Nacimos en un oasis y con un pase de mano nos encontramos en pleno desierto”.

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