No entiendo

ROSA MONTERO El País – 23/02/2010

Hoy, aniversario del golpe del 23-F, he recordado aquella anécdota genial y al parecer verídica: cuando, al principio del golpe, los de la televisión sueca recibieron las imágenes del guardia civil Tejero asaltando el Congreso, enviaron un télex a Prado del Rey que decía: “No entendemos. ¿Es un programa informativo o dramático?”. “Informativo”, contestaron desde TVE. Y ellos insistieron: “No entendemos. ¿Qué hace un torero con pistola en el Parlamento?”. No me digan que no es un agudo retrato de la peor España, de un país de opereta entre lo violento y lo grotesco.

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Ver también la entrada “El 23-F en TVE

Defensa borra el recuerdo de Franco en los cuarteles de Ceuta

Retira de los cuarteles los nombres alusivos de calle alusivos a la época del dictador

Público – 21/02/2010

El Ministerio de Defensa ha procedido a la retirada en la Ciudad Autónoma de Ceuta de los nombres de calles alusivos a la época de Francisco Franco que había en el interior de varios acuartelamientos de la ciudad.

Según han informado fuentes militares, los acuartelamientos del Fiscer -sede el Regimiento de Regulares-, el del Coronel Galindo -donde está la unidad Logística- y el cuartel de Montesa 3 -donde tiene su sede Caballería- tenían vestigios de la época franquista.

En estos últimos días, la Comandancia General de Ceuta ha procedido a la retirada de los nombres de las calles y otros distintivos que había en el interior de estos cuarteles relativos a la época de la Dictadura.

La medida se ha llevado a cabo en cumplimiento de una orden del Ministerio de Defensa, coordinada a través de Sevilla, para la eliminación de los vestigios que estaban en el interior de las dependencias militares de Ceuta.

El proceso para la retirada de los monumentos de la época de Franco se había iniciado a principios de esta misma semana con la retirada de dos monumentos del conocido “Convoy de la Victoria”, que conmemora el paso del Estrecho de Gibraltar de varios navíos en el año 1936.

La Comandancia General de Ceuta ha cubierto con cemento los “Piés de Franco” -obra del escultor Bonifacio López Torvizco- así como ha procedido a la retirar del lugar del mástil del cañonero “Dato”, los cuales estaban en el Monte Hacho.

En el lugar únicamente queda ahora una explanada y el monolito, ya sin los Piés de Franco y sin las placas que hacían referencia a este monumento.

En la autonomía ceutí todavía quedan más vestigios como el monumento del “Llano Amarillo”, que fue traído piedra a piedra desde Marruecos para conmemorar unas maniobras militares el 12 de julio de 1936, así como otras placas y cerámicas repartidas por distintas zonas.

“La condena a muerte no se olvida jamás”

Tres ex presos políticos repasan su paso por cárceles franquistas en el libro ‘La lucha por la libertad’

Foto: De derecha a izquierda: Luis Barrachina (siete años en prisión), Eugenio Cordero (dos años y medio) y José Martín (dos años). – REYES SEDANO

DIEGO BARCALA – Público – 21/02/2010 08:00

Los peatones caminan ajenos a las pequeñas ventanas de la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol. Sin sospechas de lo que pasó en el interior de ese edificio hace poco más de 30 años. Quienes sufrieron las palizas de la policía franquista no lo olvidan. Habitaciones cerradas, oscuras, frías, con una silla en el centro y unos bancos de ladrillo. Las manos más brutas de la represión dispuestas a pegar hasta el final al detenido esposado.

Las torturas sólo eran el inicio de una tunda psicológica que continuaba en cárceles como la de Burgos, donde los presos eran puestos de rodillas sobre garbanzos. O en la cárcel de Carabanchel (Madrid), donde sólo con ver la habitación con el garrote vil que mató al anarquista Salvador Puig Antich, bastaba para temblar.

“A veces pienso que cogían para las palizas a los más animales de los pueblos de campo”, recuerda Luis Barrachina, de 77 años. José Martín y Eugenio Cordero, una década más jóvenes, tampoco olvidan los nombres de los jefes de la DGS (Dirección General de Seguridad): “Conesa y Yagüe. Incluso al cabrón de [Roberto] Conesa lo llegaron a ascender a jefe de la brigada político social”. Ni una placa recuerda la lucha tras los muros del kilómetro cero. Reivindican memoria y justicia, porque muchos de ellos siguen siendo culpables por la decisión injusta de un tribunal militar.

Cuatro décadas de pelea carcelaria

Desde un humilde piso compartido con otras asociaciones en la calle de Campomanes de Madrid, este grupo de veteranos presos antifranquistas se conforma con que su pelea se escuche en las escuelas. Con ese objetivo han reunido sus vivencias en La lucha por la libertad, un libro elaborado gracias a una subvención del Ministerio de Presidencia. El volumen reúne los testimonios más emocionantes de las cuatro décadas de lucha carcelaria.

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Criaturas del bosque

JAVIER GOÑI El País – 20/02/2010

Narrativa. En un párrafo cualquiera de esta nueva novela de Jordi Soler (Veracruz, México, 1963, en plena selva, en una comunidad de republicanos catalanes) se lee: “Una runfla de exiliados, híbridos y apátridas, ni españoles ni mexicanos…, entre los que me cuento yo”. Yo, el Jordi Soler, que escribe en primera persona esta pesquisa, que arranca con unas primeras páginas de impresionante fuerza narrativa, con unos soldados republicanos, heridos, abandonados, operados de una derrota inminente a pelo, sin cloroformo ni coñac peleón, y todo ello situado en una inv(f)ernal frontera, a un paso -quien lo logre- de atravesarla: los gendarmes y la playa-prisión de Argelès. Y el lector, piensa, como en el libro de Isaac Rosa: “¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!”. Y La fiesta del oso es sólo en principio “otra novela sobre la Guerra Civil”, otra por diferente. Piensa Soler que “España arrastra el cadáver de la guerra” y tal vez, añado, no con el mismo heroísmo inicial que ese soldado arrastra por la nieve a un compañero en un esfuerzo inútil pues lleva un cadáver andante. Lo que no sabe es que va perdiendo sin dejar rastro en la nieve su condición de hombre y así se irá asilvestrando, ese soldado, ese tío Oriol del Soler del relato, hasta convertirse en una alimaña. Soler ha escrito un hermoso cuento infantil, una parábola de los estragos que la guerra puede hacer en un hombre, que es tan sólo un hombre, o nada menos que -en principio- todo un hombre; y lo ha hecho a la manera de aquel poemilla de José Agustín Goytisolo: “Érase una vez / un lobito bueno… todas estas cosas /había una vez, cuando yo soñaba /un mundo al revés”.

La guerra, cualquier guerra, cambia nuestras vidas, vuelve las cosas del revés. Y Soler ha querido contar -las metáforas, como el valor a los militares, se suponen, se sobreentienden- una historia, atroz, de guerra, en donde un derrotado, que vaga desprovisto de su condición de hombre por tierras pirenaicas, deja de ser héroe para pasar a ser un monstruo. Y en ese mundo al revés -o tan real como un calcetín violentamente dado la vuelta- el monstruo intenta sobrevivir en un bosque lleno de criaturas, niñas-pastores de virginal dulzura, y donde hay un gigante bueno, como el lobito de Goytisolo, que no es el ogro que se los come crudos, a los niños. Al contrario, es un excelente hallazgo literario de Soler o se lo encuentra realmente, pues toda la narración es una pesquisa personal -la búsqueda del tío que no fue el héroe que pensaban- y una indagación casi policial, que atenúa el horror de la historia con un lenguaje burocrático, fruto de las actas que el yo narrador va encontrando, como migas de pan en el camino, para llegar al aquelarre final, tal vez algo, por metafórico, excesivamente previsible.

Las dos muertes de Rafael Mesa

El hijo de una víctima de la guerra descubre tras buscar 70 años que un miliciano robó la identidad de su padre

NATALIA JUNQUERA El País21/02/2010

Foto:  Dolores Juárez y Rafael Mesa, el día de su boda.-

En una fosa común en el cementerio de Vic (Barcelona) hay una placa que recuerda que allí yace un malagueño llamado Rafael Mesa Leal, chófer del Estado Mayor durante la Guerra Civil, muerto en un bombardeo en 1939. En un cementerio de Toulouse (Francia) hay una lápida el la que se lee el mismo nombre, pero con una fecha de fallecimiento distinta: 3 de diciembre de 1985. El hijo del primero llamó recientemente por teléfono al hijo del segundo, que contestó en francés:

– ¿Habla usted español?

– Sí, cómo no, soy descendiente de españoles. ¿En qué puedo ayudarle?

– Me llamo Rafael Mesa Juárez…

Al otro lado del teléfono, un hombre también llamado Rafael Mesa rompió a llorar. “Se vino abajo. Yo entonces aún no entendía muy bien lo que estaba pasando y traté de tranquilizarle, pero enseguida me lo confesó todo”, explica el hijo del chófer fallecido en Vic. “Me dijo que, antes de morir, su padre le había confesado que en realidad no se llamaba así, sino Rufino Álvarez, y que huyendo de la guerra, para poder pasar a Francia, había robado la documentación de un cadáver”. Rafael Mesa Juárez, de 74 años, averiguó entonces, después de una vida, que alguien había suplantado a su padre.

Su madre, Dolores Juárez, y él le habían seguido por el frente, donde había sido llamado como chófer y mecánico para las filas republicanas. Entonces Rafael era un bebé de meses, y en las peligrosas y largas travesías estuvo varias veces a punto de morir de hambre. “A principios de 1937 mi padre pidió un permiso y se citó con mi madre en Alicante porque quería verme. Yo ya tenía un año y mi madre me contó que, al verme, él empezó a llorar porque estaba muy cambiado”. Fue la última vez que le vieron.

Al terminar la guerra, siguieron buscándolo. “Durante mucho tiempo, mi madre pensó que volvería a casa en uno de los barcos de refugiados que llegaban al puerto de Málaga. Los esperaba todos. No se perdió ni uno”, recuerda Rafael, entre sollozos. Pero él nunca volvió. Dolores no volvió a casarse. “Y entonces empezó la supervivencia…”

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Sobre el juez Garzón

JOSÉ M. TOJEIRA, (Rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, UCA, El Salvador) El País19/02/2010

A quienes hemos sufrido crímenes de lesa humanidad que han quedado impunes, nos agrede y duele el enjuiciamiento actual contra el juez Baltasar Garzón. En su defensa, el juez ha pedido que se consulte a jueces y juristas de América Latina. En mi calidad de testigo y, en su momento, parte ofendida en el juicio que consagró la impunidad de los autores intelectuales del asesinato de seis jesuitas en El Salvador y dos de sus trabajadoras, el 16 de noviembre de 1989, quisiera hacer una pequeña relación de lo que significó para nosotros la aplicación del principio de justicia universal del juez Garzón en el conocido caso del dictador Pinochet.

En primer lugar, nos dio ánimo y esperanza. El caso Pinochet abrió posibilidades inéditas. En El Salvador teníamos una recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA pidiendo al Gobierno de nuestro país que investigara con estándares internacionales el caso de los jesuitas en el nivel de la autoría intelectual, llevara a juicio a sus autores e indemnizara adecuadamente a las víctimas. El entonces presidente de El Salvador, Francisco Flores, dijo con toda tranquilidad que no iba a seguir las recomendaciones. Las recomendaciones siguen hoy pendientes, pero los dos últimos Gobiernos han abierto al menos conversaciones sobre el camino de cumplimiento de las mismas. Para nosotros no hay duda de que los esfuerzos del juez Garzón por aplicar el principio de justicia universal contribuyó tanto a darnos fuerza en la defensa de nuestros derechos como a darnos seguridad moral.

Al igual que Pinochet, quienes mataron a los jesuitas y sus dos trabajadoras están amnistiados. Y ambos casos se han abierto en España a pesar de las amnistías que en sus países los protegían. Acusar al juez Garzón de prevaricato porque los crímenes de la Guerra Civil que investigó están amnistiados no deja de escandalizarnos. Supone que las amnistías españolas son más respetables que las latinoamericanas. O que los criminales de lesa humanidad españoles son más dignos del perdón legal que otros criminales del mundo. Para quienes pensamos que la humanidad es una, en esa gran tradición que abrieron cada cual a su modo Francisco de Vitoria o Bartolomé de las Casas, perseguir ahora al juez Garzón es enfrentarse a una tradición, no siempre continuada ni defendida, pero que ennoblece al pensamiento español.

Si el juez existe para algo es para defender el derecho de la víctima y no del verdugo. Más aún, desde el uso del idioma, y más allá de los contenidos de las diversas legislaciones, podríamos llamar prevaricador a cualquier juez que se implique defendiendo a los verdugos. Y ciertamente no es éste el caso de Baltasar Garzón. Lamentaríamos, sin embargo, que fuera ése el caso de los jueces que en este momento están decidiendo sobre el juez Garzón.

Cabrera Infante revive en La Habana

Se edita ‘Cuerpos divinos’, obra autobiográfica inédita de la vida en Cuba del escritor

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS El País19/02/2010

Foto: Guillermo Cabrera Infante en la redacción de Lunes de Revolución, en La Habana, en 1961.-“Las revoluciones son el final de un proceso de las ideas, no el principio, y es siempre un proceso cultural, nunca político. Cuando interviene la política -o mejor los políticos- no se produce una revolución, sino un golpe de Estado, y el proceso cultural se detiene para dar lugar a un programa político. La cultura entonces se convierte en una rama de la propaganda. Es decir, las ilusiones de la cultura, el sueño de la razón, se transforman en pesadilla”.

El manuscrito de Cuerpos divinos estaba, como tantos otros papeles, notas y cuadernos de Guillermo Cabrera Infante, en la casa de Gloucester Road, en Londres, donde el escritor cubano vivió hasta su muerte, el 22 de febrero de 2005. Muy a su pesar, Cuerpos divinos no era una novela sino unas memorias -“veladas”, dijo él- que arrancaban en 1958 y se cerraban (de momento) en 1962. Un libro inacabado de alto valor testimonial ya que en él se encierra, según explica Miriam Gómez, viuda del escritor, “todo el dolor” del autor de Tres tristes trigres y de La Habana para un infante difunto.

Cuerpos divinos (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) saldrá a la venta la próxima semana. Casi 600 páginas llenas de encantos y desencantos. La Habana, el cine, el sexo, la música y, cómo no, la revolución y el exilio: “No sólo la historia, sino la geografía nos condena”, escribe Cabrera. “Han hecho truco hasta con la topografía. Nacimos en un oasis y con un pase de mano nos encontramos en pleno desierto”.

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Garzón y los crímenes del franquismo en The Sunday Times

The Sunday Times – March 1, 2009

Spain’s stolen children

During General Franco’s reign, tens of thousands of children were taken from their families, handed over to fascist sympathisers and brainwashed. Now growing old, they are fighting to discover the truth about their past before it’s lost for ever. By Christine Toomey. Photographs: Clemente Bernad

Barcelona (Spain). 2009. Trinidad Gallego shows a photograph of her with her mother and her grandmother, all of them imprisoned.

The only memory that Antonia Radas has of her father has haunted her as a recurring nightmare for nearly 70 years; it is the moment of his death.

Antonia is a small child in her mother Carmen’s arms. Both are looking out through the refectory window of a prison where Carmen’s husband, Antonio, is being held. They see him lined up against a courtyard wall. Shots ring out. Antonia sees a red stain burst through her father’s white shirt. His arms are in the air. Another bullet goes straight through his hand.

After that Antonia believes she and her mother must have fled the prison. But Carmen and her two-year-old daughter were soon arrested. They had been arrested before. That was why Antonio had given himself up, thinking this would guarantee their freedom. But they were the family of a rojo or red — a left-wing supporter of Spain’s democratically elected Second Republic, crushed by General Francisco Franco’s nationalist forces during the country’s barbarous 1936-to-1939 civil war. As such they would be punished. These were the years just after the war had finished, and the generalissimo’s violent reprisals against the vanquished republicans were in full flow.

Antonia is now 71 and living in Malaga. Her memories of much of the rest of her childhood are clear, and many of them happy. “I was raised like a princess. I was given pretty dresses and dolls, a good education, piano lessons,” she says.

It is only when I ask what she remembers about her mother, Carmen, from her childhood that Antonia’s memory once again becomes sketchy. “I remember that she was thin and she wore a white dress. Nothing else. I didn’t want to remember anything about her,” she says with a steely look. “I thought she had abandoned me.”

This is what the couple who raised Antonia told her when she came home from school one day when she was seven years old, crying because another child had said that she couldn’t be the couple’s real daughter since she did not share their surnames. “They told me that my mother had given me away and that my real family were all dead. They said they loved me like a daughter and not to ask any more questions. So I didn’t.”

By then a culture of silence and secrecy had descended on the whole of the country, not just the south where Antonia grew up. These were the early years of Franco’s dictatorship, when loose talk, false allegations, petty grievances and grudges between neighbours and within families often fuelled the blood-letting that continued long after the civil war had finished. In addition to the estimated 500,000 men, women and children who died during the civil war — a curtain-raiser for the global war between fascism and communism that followed — a further 60,000 to 100,000 republicans were estimated to have been killed or died in prison in the post-war period.

Even after Franco’s death in 1975, after nearly 40 years of fascist dictatorship, few questions were asked about the events that had blighted Spain for nearly half a century. To expedite the country’s transition to democracy, the truth was simply swept under the carpet.

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The Sunday Times – October 26, 2008

Spain stirs its civil war ghosts

A bid by families to exhume Franco’s victims is creating new conflict

Matthew Campbell

Both her sisters disapprove and her daughter is unenthusiastic, but that has not stopped Nieves Galindo from pursuing her unusual quest: she wants to exhume the remains of her grandfather, a victim of the Spanish civil war.

This jovial, 49-year-old council worker is by no means alone. More and more Spanish families have joined an increasingly energetic movement to unearth the bodies of relatives executed decades ago by General Francisco Franco’s death squads.

Conservatives complain that digging up the past will only reopen old wounds, creating more conflict. Galindo believes that the opposite is true.

“It will help to close our wounds,” she said last week in the flat she shares with a Siamese cat and her husband in Baides, a sleepy village 100 miles northeast of Madrid. “Only by coming to terms with the past and understanding what happened, and to how many people it happened, can we move on as a country.”

The recent decision of Baltasar Garzon, a popular judge, to order an investigation into the disappearance of 114,000 people during the civil war and Franco’s ensuing dictatorship appears to have encouraged families all over the country to apply for help in locating the graves of executed relatives.

Already about 170 graves have been investigated and thousands of victims’ remains have been returned to their families in the past few years.

“It’s a movement of grandsons and granddaughters,” said Marcos Ana, 89, a communist poet known as the “Spanish Mandela”, because he spent 23 years as a political prisoner under Franco after being arrested when he was 16.

“It is time to end the silence of the tomb,” he said in his apartment, dominated by a photograph of Che Guevara, the revolutionary. “The next generation must know what happened so that it does not happen again.”

Not everyone subscribes to that view. Garzon, famous for his pursuit of Basque terrorists and Latin American dictators, has been accused by conservatives of playing with fire by launching a case against Franco, who ruled Spain for 36 years until his death in 1975. Besides Franco, Garzon has accused 34 former generals and ministers of crimes against humanity between 1936 and 1951. They are dead, but many Spaniards are worried about how far the “super-judge”, as they call him, could go.

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“La Guerra Civil fue entre vascos, no una invasión”

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS El País18/02/2010

Foto: Kirmen Uribe, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.- CLAUDIO ÁLVAREZ

Cuando en octubre pasado Kirmen Uribe recibió el Premio Nacional de Literatura por Bilbao-New York-Bilbao, su novela no tenía editor en castellano pese a haber ganado el Premio de la Crítica en euskera y vendido en esa lengua 8.000 ejemplares, una cifra importante para cualquier libro y casi un hito en una comunidad de lectores estimada en 250.000 personas. Tres meses después, Bilbao-New York-Bilbao, traducida por Ana Arregi, aparece en Seix Barral.

En una cafetería de Madrid desde la que se ve un edificio del arquitecto Ricardo Bastida, uno de los “personajes” de su novela, Uribe (Ondarroa, Vizcaya, 1970) se sacude tanto las grandes cifras como los 15 minutos de fama que le cayeron encima el día en que Patxi López leyó un poema suyo en su toma de posesión como lehendakari: “Hay que poner las cosas en su medida. Yo creo que lo que quería era leer un texto en euskera de un autor joven, no algo mío en concreto”. Él, no obstante, no era ningún desconocido. Aquel poema, Mayo, está incluido en Mientras tanto dame la mano (Visor), Premio de la Crítica en 2002.

Lejos de ser una “novela de poeta”, Bilbao-New York-Bilbao narra un vuelo entre las dos ciudades del título durante el que se intercalan historias sacadas de la tradición oral, de la memoria familiar del autor o de su correo electrónico. “La novela trata de abrir formas”, dice el escritor, “pero lo ideal es que el lector no repare en eso, igual que cuando uno ve el Guernica lo que hace es emocionarse, no ponerse a teorizar sobre el cubismo”.

El cuadro de Picasso es, de hecho, uno de los ladrillos con los que Uribe ha construido una obra llena de preguntas como ésta: “¿Por qué apoyó a Franco un hombre de Ondarroa que casi no hablaba castellano?”. Aquel hombre era su abuelo, alguien que ilustra bien una idea que recorre la novela: el corazón está por encima de las ideas. “Aunque me pesara, necesitaba verbalizar que uno de mis abuelos -por cobardía, por interés, no sé por qué- optó por el bando incorrecto, no seguir obviando una realidad tantas veces silenciada: la Guerra Civil fue también una guerra entre vascos, no una invasión de los franquistas”, afirma. “Decirlo nos viene bien. Creo que mi generación, la de los nietos, va a hablar de la guerra de otra manera, asumiendo las culpas de nuestros abuelos. Para empezar a cerrar heridas hay que admitir lo que se hizo y quién lo hizo”, continúa.

Kirmen Uribe viene de una familia de marinos y Bilbao-New York-Bilbao es también un libro sobre el mar que habla sin nostalgia de un mundo a punto de desaparecer. “He querido desmitificar la tradición porque la memoria, la individual y la colectiva, es muy engañosa. Se magnifica el pasado para hacer reivindicaciones en el presente”. ¿Cómo luchar contra esa manipulación? “Mostrando las cosas a su tamaño real”. Por eso retoma en la novela la escena de su abuelo paterno, enfermo ya, escuchando cómo su abuela materna, “nacionalista confesa”, le leía cada tarde la prensa franquista: “La gente sabe diferenciar entre los discursos y las relaciones personales. Al final, cualquier conflicto se soluciona en base a eso. El peligro es que la persona se convierta en grupo, por eso quería volver a la persona”.